El primero llegó a muy viejo con cara de ángel. A mediados de 2007 acostumbraba encontrarse pacas de billetes en la avenida Chapultepec, en Guadalajara, y compartir el tesoro con los peatones. Al final los asaltaba. En una, estuvo a punto de quitarme el pago de la hipoteca. Los segundos eran dos. Dijeron dedicarse a la inteligencia. Insistieron en que trabajaban para el "licenciado Angel". Juraron que su patrón trabajaba para el Paco -Ramírez Acuña-, entonces secretario de Gobernación.
La astucia del primero y la iniciativa de los segundos se convirtió en una pesadilla a finales de aquel año.
La historia del Angel del Asalto brincó de las páginas del periódico Público a www.geocities.com/pedromazariegos/ratero.html [actualmente movida a www.eltesorodelajumentud.info/ratero.html, por la desaparición anunciada de Geocities y de Fortunecity] el 14 de octubre de 2007. El blog reúne casi 280 notas periodísticas, de 2002 a la fecha, sobre los cientos de formas de robar al paisano: desde despojos callejeros hasta transas del gobierno, las empresas y los sindicatos, con un título elocuente: "¿Un ratero en cada hijo te dio?"
Por esos días a los de la inteligencia les dio por buscar y encontraron. El nombre de su presunto patrón, "el licenciado Angel", apareció en la compilación de Mazariegos: "'En lo que va del año 40 negocios fueron emplazados a huelga [...]', expuso Angel Hardiel Zepeda Andrade, director de Inspección de la Secretaría del Trabajo".
Los de inteligencia han de haber abierto la página, leído "¿Un ratero en cada hijo te dio?" Visto que la información era vasta y decidido que aquello era mucho para sus cerebros. Han de haber puesto "ángel" en el buscador de su computadora y han de haber encontrado dos resultados: 1. "Es difícil recordar la cara de alguien que quiere compartir miles de pesos. Este hombre es moreno claro; algo calvo, de pelo bien engomado [...] con cara de ángel". Es decir, la historia del asaltante, y 2. "...Angel Hardiel Zepeda A...". Es decir, el nombre de su "licenciado". Han de haber pensado: urge descubrir quién se atrevió. Mi nombre y apellido firmaban la crónica del ratero. Es decir, el de la avenida Chapultepec.
Si el asaltante tenía una expresión angelical, los de la inteligencia daban mala espina a primera vista.
El encuentro con los últimos ocurrió en noviembre de 2007, en mi oficina. Ambos vestían una camisa idéntica, color mostaza.
Comenzaron el interrogatorio con una amabilidad empalagosa: "Muy, muuuy buenas tardes. Al fin tenemos el gusto", saludó ella, que en los últimos días había dicho llamarse Yolanda. "Venimos a robarle un poquitín de su valiosísimo tiempo... el licenciado está muuuy molesto", soltó él, que nunca se presentó. Pasaron a las exigencias cibernéticas sin más protocolo: "¿Por qué escribió que nuestro jefe es un ratero?"
Ofrecí una explicación indiferente primero -¿De quién hablan éstos?- y didáctica después, con el apoyo de una computadora. Los esfuerzos fueron en vano. Para los de la inteligencia el término blog era el sinónimo arameo de chinga a tu madre. La mentada aramea los calentó. "¡Nos vas a tener que acompañar ahorita", gruñó ella, mientras él golpeaba la mesa de mi escritorio. Se marcharon amorosos: "¡Te vas a acordar de nosotros!"
Los días anteriores al encuentro con los de la inteligencia mi celular registró 16 veces el número de Yolanda o Yola, según anduviera ella de humor.
La penúltima llamada fue inquietante. "Sé que andas en Zapopan. Te veo ahí", propuso Yola, que ante la negativa se transformó en Yo-lan-da: "¡No te voy a esperar toda la vida" La última llamada -Yola otra vez- tuvo un efecto laxante. Fue a las diez de la noche, a la casa: "Discúlpame. Ocupo verte orita en el centro, cerca de tu depa... ¡Ah! Pero tu hijita ya está dormida ¿No? Mejor cuídala". La charla habría sido inofensiva, pero nunca le platiqué a la Yolis que tengo casa, hija y teléfono particular. La cité al día siguiente en la oficina.
A Yolanda le encantá el pelo borgoña. Usa sombra azul rey. Se pone diamantes en las uñas. Sus mejores tiempos pasaron hace unos quince kilos. Su ayudante podría ser el hermano mayor de Pedro Picapiedra, vestido con camisa mostaza.
Ni uno ni el otro entendieron qué hacíamos el ratero con cara de ángel, el Angel su patrón y yo en el mismo espacio cibernético.
Unos meses después "Paco" Ramírez Acuña dejó la Segob. Su sucesor, Camilo Mouriño, murió en un avionazo.
De Angel Hardiel, de quien nunca oí antes y después de mi único encuentro con sus muchachos, sólo hay otra referencia en Internet. El 9 de noviembre de 2005 acudió como representante de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social a una reunión del Instituto de Transparencia e Información Pública de Jalisco. "Al final de la reunión, tanto el Instituto como los asistentes del poder ejecutivo se comprometieron a tener una comunicación fluida y un ánimo de colaboración en beneficio de la transparencia", asegura un comunicado institucional.
Yolanda se deshizo de su celular y se hizo ojo de hormiga. Todavía anda suelta... igual que el Angel del Asalto.
Vanesa Robles
(v.pág.33 de la revista Replicante No.19 de Mayo-Julio de 2009).