¿Qué medidas, reglamentos, prioridades u obras hidráulicas o sanitarias es necesario llevar a cabo para que se solucionen los problemas de la cuenca? ¿Qué puede hacer un ingeniero para llenar todos y cada uno de los embalses, lagos y lagunas que hay en esa cuenca? ¿Qué debe hacer para que el agua disponible alcance para todos, sin excepción de personas?
Según mi leal saber y entender, de entrada, las respuestas iniciales a tales preguntas son las siguientes:
Por otra parte es aparente que, hasta el presente, el gobierno ha diferido la toma de medidas concretas para resolver el problema de la escasez de agua en la cuenca, anda escaso de recursos, habla solamente, pero no actúa...
(V.pág. 6-A del periódico El Informador del 4 de diciembre de 2002).
Ciertamente gran parte de su ineficiencia es por lo abrumador y lo inédito del problema, pero también es derivado de la tremenda ineptitud y falta de planificación del Estado en torno de ese factor fundamental de vida como es el agua. Y, ya se sabe, cuando no se planea mucho se pudre.
Es inaudito que un país como México no cuente con la infraestructura hídrica suficiente para enfrentar fenómenos que si bien ahora se van haciendo extremosos, han existido desde siempre, por ser la geografía mexicana zona de huracanes y porque, también, hay grandes extensiones del país donde el agua escasea.
Cada que llueve en alguna parte del país, como ahora, desde el sentido común mucha gente suele preguntarse por qué habiendo tanta agua en México, hay también tantos suelos semiáridos, erosionados y con los bosques en franca retirada. Pero sobre todo tantos lugares donde la población vive con el agua literalmente hasta el cuello, y tantas otras que no tienen ni para sus necesidades básicas.
En México, admite la Conagua, sólo hay actualmente 4,462 presas y bordos de almacenamiento, de las cuales unas 170 tienen la condición de mayores por su capacidad kilométrica de captación.
Para expertos en el tema, como lo es el diputado federal priista Alberto Jiménez Merino, de aquellas 4,000 y pico de presas, cuando menos 900 tienen azolvada la mitad de su capacidad de captación. La falta de planeación hídrica en el país, ha dicho a este reportero, ha provocado que la infraestructura hidráulica se vulnere cada año más y más. Ese azolve, ha dicho, es indicador de que los suelos van erosionándose y haciéndose menos productivos.
Un dato que Jiménez Merino ha reiterado desde que llegó a la Cámara de Diputados, hace 10 meses, y que al parecer a nadie en el congreso conmueve, es el de los 247 kilómetros cúbicos de agua que, cada año, se van al mar porque no existe la infraestructura hidráulica suficiente -y, por supuesto, tampoco la cultura de aprovechamiento del vital líquido- para su aprovechamiento.
Las grandes presas son difíciles de lograr, ha dicho el diputado a este espacio, pero podría el estado mexicano proveerse de almacenamientos de no gran tamaño, de tamaño suficiente para surtir de agua a uno o un grupo de productores. O a un ejido.
"Necesitamos", dijo Jiménez este sábado 10, "entre 2 y 3 jagüeyes grandes de una hectárea cada uno, para aprovechar el agua en las comunidades, y para recargar acuíferos".
Se tiene que seguir construyendo mucha infraestructura. Pero no grandes presas, que han sido centro de grandes conflictos entre comunidades y autoridades. Hagámoslas ahora pequeñas y medianas. Las presas de nivel parcelario, comunitario. Creo que tienen mayor rentabilidad para el abasto de agua para el uso productivo, en comparación con los grandes proyectos que son cada vez más complicados".
Hay propuestas sobre el uso del agua que tienen ya visos de legendarias, porque finalmente no provocaron ecos en las autoridades para su consecución. Verbigracia: desde los años 80, Durango y Zacatecas pidieron a la federación que se construyeran centros de almacenamiento en la Sierra Madre a la altura de Sinaloa, para desde allí llevarla en canales a sus campos y, sobre todo, convertir al semidesierto en zonas cosecheras.
En Ciudad de México, donde llueve tanto y se desperdicia tanto el líquido, hubo expertos de la UNAM que, desde los años 80, también propusieron construir grandes vasos de captación de agua de lluvia para filtrar ésta al subsuelo y detener así, paulatinamente, el hundimiento y resquebrajamiento de la metrópoli.
Nada de esto ha fructificado, más por motivos políticos (lo que en buen romance no es más que puro egoísmo) que económicos.
Todo esto es labor de la Conagua, pero ha habido allí un montón de burócratas constreñidos a la hora de la planeación, y sólo se han limitado a administrar conflictos, o a utilizar los cargos para practicar el compadrazgo y el tráfico de influencias.
Por ejemplo, la autorización de perforación y explotación de pozos no son desde la óptica social (para los ejidos y pequeños productores), sino para los amigos y para las empresas, muchas de ellas contaminadoras de ríos y del subsuelo porque tampoco les obligan a someterse a las normas ambientales correspondientes.
Alguien le tiene que decir al gobierno actual que tiene que ponerse a trabajar sin ambages, en esto de la planeación hídrica del país, porque, tal parece, tiene ojos pero no ve.
Vicente Bello
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 12 de julio de 2010).
"Además, crear una política de estado que busque favorecer el ciclo de agua, pues este país depende del agua que llega de las lluvias y nada más".
Explicó, sobre este último punto, que la estrategia sugerida no exigiría sino la conservación de bosques y selvas (zonas húmedas por naturaleza), respetando las cuencas altas y el cuidado al cauce natural de los ríos.
Concluyó criticando el programa federal "ProÁrbol", de la Comisión Nacional Forestal, pues desde su óptica, los "millones y millones de árboles con que han reforestado" en la administración de Calderón poco han hecho para paliar el escenario seco que hoy atraviesa México.
(V.pág.5-A del periódico El Informador del 25 de enero de 2012).
a.- Bocas de tormenta en los puntos de mayor inundación en la ciudad, para captar entre un 25% y un 40% de las aguas de lluvia.
b.- Un emisor profundo de 40km, siguiendo el eje carretero Guadalajara-Barra de Navidad, para conducir las aguas hacia la Laguna de Atotonilco el Bajo.
c.- Construir una turbina para generar temporalmente energía eléctrica para el bombeo.
d.- Dejar almacenada en la Laguna de Atotonilco el Bajo 144Mm3 del agua de lluvia captada.
e.- Enviar a Guadalajara a las plantas potabilizadoras, entre 3 y 5m3/seg., mediante bombeo de una columna de 300 metros a un tanque de distribución en el cerro de "la Coronilla" y, de ahí por gravedad a toda la ciudad.
f.- Después de ser distribuida y descargadas las aguas en la ciudad, enviarlas a las plantas de tratamiento, para que finalmente se vayan a la Barranca de Huentitán.
La filosofía de este proyecto, en esencia: recicla lo reciclable, construye sin destruir, embalsa sin inundar tierras y asentamientos humanos, potencia sin modificar el uso del suelo, prescinde de producir la muerte de la flora y fauna, potencia el vocacionamiento natural del lago y, permite la recarga acuífera de la región.
Arq. Jorge Norberto Aréchiga García
(v.pág.4 "Cartas del lector" del periódico Mural del 6 de junio de 2013).
Sus cálculos revelan la posibilidad de recuperar alrededor de 4 metros cúbicos por segundo, esto es, 4,000 litros que es más volumen del que entregaría la presa El Zapotillo a la ciudad, de acuerdo a los datos del proyecto. Y a un costo mucho menor.
Para el académico de la Universidad de Guadalajara, hay mucha tela de dónde cortar: está el enorme volumen de agua que se pierde por fugas; está la posibilidad de recuperar las zonas de recarga que han sido invadidas por los desarrolladores inmobiliarios y que deben restaurarse para que se capte el recurso en el subsuelo; están los manantiales de la ciudad, que en más de una treintena se desperdician al mezclarse con los drenajes; y está ese gran volumen que se precipita año con año, y que además de causar serios desastres por los defectos urbanos, no se capta para resolver las pequeñas necesidades cotidianas de miles de tapatíos.
"Son 4 metros cúbicos que pueden ser un poco más o menos, esta cantidad tiene que precisarse con un estudio a fondo en materia de gestión integral de agua. Pero este planteamiento nos da una idea que lo primero es arreglar nuestro sistema antes que ir por más caudales", advirtió.
Las cuentas las desglosó del siguiente modo: recuperar un m3 en la red, es decir, de las fugas; un m3 captado de agua de lluvia; medio m3 de "galerías filtrantes", un m3 de los manantiales que se desperdician y medio m3 más de reutilizar las aguas negras y grises.
"No hemos sido nada más críticos; hemos hecho propuestas, y que no nos escuchen, que por ejemplo, los regidores de Guadalajara no estén aquí, o sus representantes, es otra cosa; pero que hemos participado en muchos foros y espacios públicos es una realidad, esto no es un juego", señaló en su exposición durante el foro ciudadano que se realizó en el palacio municipal de Guadalajara.
"Nuestra ciudad era rica en agua, era un valle donde se daba la infiltración como una esponja y se guardaba, comenzamos con los tremendos proyectos [...] estamos invadiendo las zonas de recarga impunemente, y ni la Comisión Estatal del Agua ni la Comisión Nacional del Agua tienen la fiereza para defender estas zonas de recarga, pero sí en promover las obras de las presas; yo aquí hago un extrañamiento, porque es muy importante defender la recarga y se construyen estadios, villas panamericanas, desarrollos inmobiliarios, y nadie lo evita", añadió.
(V.pág.7 del periódico Milenio Jalisco del 21 de junio de 2013).
Fuente: Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
(V.pág.2-A del periódico El Informador del 6 de octubre de 2019).
En las zonas rurales de México hay majestuosas cascadas, ríos serpenteantes y lagos formidables. Son el orgullo de la población local y sus lugares favoritos para ir a comer carne asada un domingo por la tarde.
Por desgracia, el agua de muchos de estos arroyos y lagunas está contaminada y los locales que hacen un picnic en las cercanías lamentan que están siendo contaminados por las aguas negras que se vierten en ellos desde los pueblos y ciudades cercanos.
Cuando les sugieres que construyan una planta de tratamiento de aguas negras, casi siempre te dan la misma respuesta: "¡Ya tenemos una planta de tratamiento, sí señor! El gobierno construyó una para nosotros hace 10 años, pero lamentablemente ya no está en funcionamiento. El edificio está allí, en las afueras, cerrado y abandonado".
Construir una planta, aprendí, es una cosa y mantenerla es otra muy distinta. Una comunidad pequeña no puede permitirse los elevados costos de su funcionamiento ni, menos aún, del sueldo de un experto para dirigir el lugar.
Después de haber oído esta misma historia una y otra vez, me interesó enormemente lo que un biólogo de la Universidad Autónoma de Guadalajara me mencionó sobre el hecho de que existen técnicas para procesar los desechos humanos utilizando estanques y flores, sin necesidad de productos químicos ni maquinaria costosa.
"Existe", dijo el profesor José Luis Zavala, "una solución de baja tecnología al problema de las aguas negras y la gente del campo puede mantener estos lugares de tratamiento de aguas residuales por sí misma".
Unas semanas después, me presentaron al Dr. José de Anda, del CIATEJ, el Centro de Investigación en Tecnología Ambiental de Jalisco. Él y el Dr. Alberto López-López (fallecido) desarrollaron un sistema pasivo para el tratamiento de aguas negras utilizando un humedal construido, el cual, demostraron en 2018, fue capaz de reducir los contaminantes orgánicos y los recuentos de coliformes hasta llegar a las normas ambientales nacionales.
De Anda me llevó al pequeño pueblo de Atequizayán, Jalisco, ubicado cerca de Ciudad Guzmán, a 100 kilómetros al sur de Guadalajara.
"Con la colaboración de la población local, hemos construido un sistema de demostración del procesamiento de aguas negras, utilizando lo que se llama un humedal construido", dijo de Anda.
Antes de llegar a Atequizayán, había imaginado que el humedal que iba a visitar sería una especie de pantano extendido a lo largo de varios kilómetros.
Para mi sorpresa, la planta de tratamiento de demostración consistía en un pequeño edificio junto a lo que parecía una cancha de tenis cubierta de arcilla, aunque sin la red.
"¿Dónde está el agua?" pregunté a de Anda.
"Debajo de lo que tú llamas cancha de tenis", respondió. "Pero la superficie roja que estás viendo no es arcilla, es un lecho de pequeñas rocas volcánicas, llamadas tezontle".
Tezontle es la palabra mexicana para una roca volcánica con innumerables agujeros pequeños formados por burbujas de gas. El tezontle (escoria para los geólogos) se encuentra desde Jalisco hasta Veracruz y es prácticamente la roca más barata que se puede encontrar en México, muy utilizada para la construcción de carreteras.
"¿Quieres decir que este pequeño edificio, más una piscina llena de tezontle, es capaz de procesar las aguas negras originadas por 800 personas?"
"Sí", respondió de Anda. "Antes de que instaláramos esta planta de demostración, Atequizayán no tenía ningún tipo de sistema de tratamiento de aguas residuales. Todas sus aguas negras iban por un canal que, por desgracia, iban directamente a la Laguna de Zapotlán.
"Lo que tiene de especial este método de tratamiento de aguas negras" -continuó de Anda- "es que no utiliza energía. Lo llamamos una solución basada en la naturaleza y hemos estado trabajando en ella durante 10 años. Es una combinación de procesos anaeróbicos y un humedal. No está del todo completo, ya que lo pusimos en marcha hace sólo 7 meses y aún tenemos que plantar flores en el humedal, que absorberán el exceso de nutrientes que aún hay en el agua tratada, pero el sistema que ves aquí ya está eliminando con éxito la mayor parte de los compuestos de carbono que contaminan el agua".
De Anda me llevó a visitar las instalaciones. Empezamos en un extremo del edificio, donde una mezcla de aguas residuales y el drenaje del pueblo fluye a través de rejillas metálicas que atrapan las rocas hacia un sumidero que atrapa la arena. A continuación, las aguas residuales se bombean a una fosa séptica y de ahí a un curioso filtro anaeróbico de flujo ascendente o biodigestor, que no es más que un gran contenedor lleno de tezontle.
Aquí ocurre algo sorprendente. Se elimina la materia fecal de las aguas negras, mediante un sistema completamente natural.
"La piedra de tezontle", explica de Anda, "es muy especial. Tiene una gran superficie, tanto en el interior como en el exterior, porque está llena de agujeros. Cada metro cúbico de tezontle representa cerca de 300 metros de superficie activa. Y esta superficie resulta ser el hábitat de una gran cantidad de bacterias que trabajan en favor de la descomposición de los contaminantes que hay en las aguas residuales. Así que estas bacterias benéficas, literalmente atrapan los contaminantes y los utilizan en su favor. Además, el tezontle también tiene la capacidad de absorber algunos metales y contaminantes por lo que esta roca volcánica es realmente extraordinaria".
"¿Con qué frecuencia hay que cambiar el tezontle?" le pregunté.
"¡Ah!... ¡funciona durante años! Una vez que tienes las cosas preparadas, puedes estar seguro de que estas rocas de escoria te darán servicio durante al menos 30 años sin necesidad de utilizar ninguna energía para tratar las aguas residuales".
El biodigestor es el lugar donde se produce todo esto, me dijo de Anda. Aquí trabajan las mismas bacterias que tenemos en nuestro propio sistema digestivo. Mientras las aguas negras pasan por el biodigestor, entre el 70 y el 80% de sus contaminantes se transforman en compuestos respetuosos con el medio ambiente.
"A continuación", continuó el investigador, "para que estas aguas negras parcialmente procesadas cumplan con las normas nacionales mexicanas de aguas residuales purificadas, necesitamos un humedal construido".
Para mí, este "humedal construido" podría parecerse a una piscina olímpica, aunque con sólo 70 centímetros de profundidad, y completamente llena de rocas volcánicas del tamaño de un limón. También contiene agua que fluye del biodigestor, por supuesto, aunque alcanzando la altura máxima de 60 centímetros, lo cual significa que la alfombra de rocas está seca en la superficie y se puede caminar sobre ella sin hundirse.
El proceso de depuración se completa a medida que el agua se desplaza por las rocas, "simplemente con la ayuda de las bacterias que se encuentran en el entorno", dice José de Anda.
Aquí, el agua será oxigenada por las plantas. "Podríamos utilizar juncos o espadañas", dice de Anda, "pero preferimos utilizar plantas ornamentales como el Agapanthus africanus (agapando), la Canna indica (tiro indio) o la Clivia miniata (lirio de Natal), que tienen tanto un valor estético como de mercado".
Un jardinero inteligente, por supuesto, podría crear un hermoso diseño aquí mezclando flores y colores.
El agua oxigenada que sale del humedal es cristalina, huele a tierra mojada y puede utilizarse para criar peces o regar plantas de maíz, sorgo o aguacate, por ejemplo.
El costo de la construcción de esta instalación fue de unos 3 millones de pesos, una cantidad similar al costo de una planta de tratamiento tradicional. "Pero", dice de Anda, "una vez que la tienes, los costos de su funcionamiento y el material son insignificantes, y no necesitas contratar a ningún científico para dirigirla".
Esperemos que en los próximos años los mexicanos empiecen a ver menos contaminación en el agua y más agapandos en su hermoso país.
John PintCada lluvia fuerte que cae sobre la zona metropolitana de Guadalajara y que trastorna los movimientos y servicios de la urbe es calificada usualmente de extraordinaria. Pues la poderosa tormenta que abatió la ciudad el pasado lunes 13 de junio verdaderamente lo fue. No es exagerado calificarla de extraordinaria o histórica. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) califica como lluvia a una precipitación de 25 milímetros (mm) por metro cuadrado, de 25 a 75 mm es considerada una lluvia fuerte y arriba de 75 mm se considera una lluvia extraordinaria.
La noche del lunes cayeron en el centro y en el oriente de Guadalajara 158 milímetros de agua por metro cuadrado, es decir el doble de lo que la Conagua considera una tormenta extraordinaria. Fue un verdadero diluvio que dejó severas afectaciones como inundaciones, casas anegadas, autos varados y un trastorno de movilidad a cientos de miles de tapatíos.
La precipitación de la tormenta del lunes, 158 mm, significan 158 litros de agua por cada metro. Para darnos una idea del agua que cayó en la tormenta extraordinaria del lunes, y del destino que tuvo ese recurso, lo convertiremos a garrafones. Por cada metro cuadrado cayeron 6.3 garrafones de lluvia; en una casa de 100 metros cuadrados "cayeron" del cielo 630 garrafones de lluvia. En el parque Agua Azul, que tiene una extensión de 160,000 metros cuadrados "cayeron" 1'008,000 garrafones de lluvia. El ciclo del clima y la lluvia se conjugó el pasado lunes para producir una gran tormenta que descargó una cantidad de agua extraordinaria en la ciudad.
Desde hace 2 décadas que ha quedado patente que el crecimiento desordenado de la ciudad ha creado un sistema urbano en crisis, cada tormenta extraordinaria suele verse como un riesgo y las críticas o propuestas de soluciones apuntan hacia una infraestructura de drenajes y colectores insuficientes. Pero es un enfoque equivocado, como dicen los expertos, y concuerdo.
Los gobiernos de todos los partidos asumen una política del manejo de agua de lluvia como un problema que genera inundaciones y afectaciones al funcionamiento del sistema urbano, pero no lo ven como una oportunidad de captar y utilizar la abundante agua que se genera en un temporal.
Los gobiernos, sea por ignorancia o incompetencia, privilegian a seguir creciendo e invirtiendo en un sistema de drenajes y colectores que presumiblemente pueda captar y desalojar los millones de litros de agua que caen en cada temporal.
Como se sabe, la abundante agua que cae sobre Guadalajara con cada lluvia y más con tormentas extraordinarias como la del lunes pasado, corre por la calles y avenidas de la ciudad, se recauda en las alcantarillas y colectores donde se mezcla con las aguas sucias que producimos los habitantes de cada hogar metropolitano. Y posteriormente termina en el río Santiago como agua sucia o contaminada.
Este desperdicio de agua ocurre en toda la zona metropolitana de Guadalajara, salvo en muy pocas colonias o fraccionamientos, como Chapalita o Arcos de Guadalupe donde el agua de lluvia se infiltra a los mantos freáticos.
El sentido común nos dice que lo más sensato para una ciudad que apuesta por traer agua desde el lago de Chapala o desde megaproyectos como la presa El Zapotillo, es tratar de retener y reutilizar al agua que cae sobre su propio suelo, como ocurrió con la tormenta extraordinaria del lunes pasado.
¿No sería sensato que los millones de garrafones de lluvia que cayeron en la ciudad por la extraordinaria tormenta del lunes pasado se infiltraran a los mantos freáticos de la ciudad y luego salieran en pozos para uso doméstico o se reutilizaran para regar camellones, parques o espacios públicos?
El agua que cayó el lunes pasado equivale a un tercio del agua que consume la metrópoli en un día, me explicó el experto en estos temas Arturo Gleason. Por su parte, los expertos Josué Sánchez Tapetillo y Luis Valdivia declararon a Mural que la construcción de colectores no es la solución, sino sistemas de captación e infiltración del agua como depósitos o vasos reguladores del agua.
Pero la política de manejo del agua de lluvia de las autoridades de Guadalajara y Jalisco se empeña en seguir construyendo colectores, que implica desperdiciar el agua que se precipita en cada temporal en la ciudad y luego proponen abastecer a la población de la metrópoli con trasvases u obras hidráulicas que implican expoliar el agua de otras cuencas para solucionar la demanda de los tapatíos. Es una política insostenible y depredadora de los recursos y necesidades de otros pueblos y comunidades.
En Tokio, Japón, resolvieron esta contradicción apostando a la captación de aguas de lluvia. Diseñaron una obra hidráulica que no solo contribuyó a reducir las inundaciones en la zona metropolitana nipona, sino que se reutilizó el agua de lluvia para las necesidades hídricas de la población. Construyeron el tanque de regulación del Canal Subterráneo de Descarga de la Zona Exterior Metropolitana de Tokio, conocido como G-Cans, un espacio subterráneo de 177 metros de longitud, 78 de anchura y 18 de altura soportado por 59 columnas de cemento de 500 toneladas cada una. Este megatanque capta las aguas de lluvia previniendo inundaciones y posteriormente descarga el líquido de lluvia captado al río Edo.
¿No sería lo más sensato en Guadalajara captar el diluvio que cayó el lunes pasado para infiltrarlo y descargarlo, sin contaminar en las aguas sucias del drenaje, en el río Santiago? Es lo más sensato, pero lamentablemente las autoridades piensan antes en los contratos, los negocios, el financiamiento de campañas antes que soluciones de largo plazo para los habitantes de la metrópoli. Como otros problemas de la metrópoli, como el manejo de la basura, el manejo del agua es visto como otro negocio de la clase política.
Rubén Martín