Si el Congreso preguntara al gobierno cómo calcula el PIB, no obtendría una respuesta convincente. La razón es que lo calcula con burdas estimaciones perpetradas para hacer coincidir los resultados con las cifras esperadas por la "comunidad financiera internacional". Y como se supone que la economía de México creció consistentemente en la última década, las cifras han ido aumentando año tras año. Naturalmente, la recaudación aparece como decreciente, pese a que los impuestos y las tarifas del sector público no han dejado de crecer.
En un análisis de las finanzas públicas de los 90, Leopoldo Solís, economista del Banco de México, descubrió que las cifras que el gobierno de Zedillo presentaba como superávit presupuestal eran "el resultado de trasladar recursos de los bolsillos de los contribuyentes a las arcas del gobierno" y que buena parte de los excedentes estaba "vinculada a la enajenación de empresas estatales y bancos comerciales. En consecuencia, son producto de una desinversión".
De ser cierto que existe un superávit, "podría suponerse que existe un problema de contabilidad más grave de lo que se presenta en los análisis corrientes de las finanzas pública, y que aún no ha sido percibido por los organismos internacionales". La estrategia de crecimiento del gobierno consiste en promover el ahorro privado y público. Pero éste "no se contempla en el sentido de dejar de consumir o aumentar la eficiencia en la aplicación del gasto público, sino como producto de más impuestos, es decir, ahorros sustraídos de los bolsillos de los contribuyentes". El autor concluye "que los impuestos resultan de por sí muy elevados en comparación con otros países" (evolución del sistema financiero mexicano hacia los umbrales del siglo XXI, 1997).
El espejismo del superávit presupuestal es, desde luego, parte del PIB, y no ha sido descontado por el gobierno de Fox, a pesar de que ya se consumió ¡en gasto corriente del gobierno! Aunque parezca increíble, otro componente importante del PIB es la cartera vencida de los bancos comerciales y públicos. La razón de su inclusión es que esa deuda sigue produciendo intereses, que cuentan como parte del PIB. También se suman los intereses sobre intereses (México es el único país que los cobra). De modo que este horrible gravamen cuenta como si fuera producto.
Otro renglón del PIB es el ahorro doméstico monopolizado por el gobierno mediante los Cetes y otros instrumentos soberanos. El gobierno no informa la proporción de ese ahorro consumida en gasto corriente. A juzgar por la tendencia, debe ser de 90% aproximadamente. Carlos Slim asegura que hay unos 35 mil millones de dólares en Siefores y otros 10 mil millones de dólares de seguros invertidos en valores gubernamentales hoy en día. Falta averiguar la cantidad de inversión extranjera depositada en tales valores. Los fondos así monopolizados son, desde luego, parte del PIB. Queda claro entonces por qué la recaudación fiscal aparece como insignificante en relación con este acrónimo. Otra anomalía es que el gobierno proyecta la recaudación sobre los impuestos directos, pero son los indirectos los que le proporcionan los mayores dividendos. Impuestos indirectos son aquellos derivados de los impuestos directos y que repercuten en cadena hasta el consumidor final. En México todos los impuestos directos se transforman en indirectos, salvo prueba en contrario.
En este ambiente darwiniano, la evasión fiscal es un arma de supervivencia de los contribuyentes, no el reflejo de la "falta de cultura fiscal" que el fisco y sus propagandistas quieren hacer creer. Tal explicación fraudulenta sustituye la obligación gubernamental de estimar cuánto obtiene el fisco por impuestos directos y cuánto por indirectos. Esta distribución, aunque difícil de hacer, es decisiva ya que los impuestos indirectos son "el elemento mas importante de los mecanismos del estado fiscal" y cuya carga refleja "la existencia de un nivel más allá del cual los aumentos fiscales no significan un incremento sino un decremento de los rendimientos". (Joseph A. Schumpeter, "The Crisis of the Tax State", 1918).
Es precisamente esa carga de impuestos indirectos (los derivados del IVA, combustibles, peaje y hasta del ISR, más la monopolización del crédito doméstico por el gobierno) la que inhibe la expansión del mercado interno y destruye sistemáticamente su potencial. Hace falta una historia de las empresas e iniciativas destruidas por la carga fiscal. Una verdadera reforma fiscal sería aquella que redujera los impuestos, tanto los que se cobran a los contribuyentes como los que se drenan por el caño del gasto corriente del gobierno.
Economistas reputados sostiene que una reducción del gasto corriente no mejoraría la situación del país. Una reducción general de impuestos liberaría el potencial económico y elevaría, por tanto, la recaudación total. La historia muestra casos de decisiones sabias en este sentido, como la reducción general promulgada por Gladstone en la Inglaterra de fines del XIX. No así la reducción conseguida por George W. Bush para favorecer a los más ricos.
Ramón Cota Meza
Publicado en la pág.9A del periódico Ocho Columnas del 31 de octubre de 2002.
Angus Deaton, de 69 años, fue recompensado ayer con el Premio Nobel de Economía 2015 por sus estudios sobre consumo y pobreza, donde ha reflexionado sobre lo limitado que resulta el Producto Interno Bruto para evaluar el bienestar de las personas.
El académico considera que el PIB está "desfasado", argumentando que mide el valor de los bienes y servicios producidos en un período determinado y sólo toma en cuenta las transacciones mercantiles, pero no las actividades no monetarias como el trabajo voluntario o doméstico, que contribuyen a la calidad de vida de los habitantes. Además, no integra el impacto, a menudo nefasto, de las actividades de producción para la sociedad.
Este enfoque no cuantitativo lo llevó a integrar la "Comisión Stiglitz", formada en 2008 a instancias del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy, para definir parámetros de progreso diferentes de PIB.
Publicado en la pág.11-A del periódico El Informador del 13 de octubre de 2015.