Edad | El éxito es: |
3 años | No hacer pipí en los pantalones |
6 años | Recordar lo que se hizo durante el día |
12 años | Tener amigos |
18 años | Tener licencia de conducir |
20 años | Tener sexo |
35 años | Tener dinero |
50 años | Tener muchísimo dinero |
60 años | Tener sexo |
70 años | Tener licencia de conducir |
75 años | Tener amigos |
80 años | Recordar lo que se hizo durante el día |
83 años | No hacer pipí en los pantalones |
(Basado en la publicada en Ocio del diario Público del 18 de mayo de 2001).
Teresa Gurza
Publicado en el periódico El Informador el 19 de febrero de 2003.
1970 = Solterona | 2003 = Profesional independiente |
1970 = Lagartona | 2003 = Mujer con experiencia |
1970 = Humilde | 2003 = Falto de iniciativa |
1970 = Borracho | 2003 = Bebedor social |
1970 = Mujer golpeada | 2003 = Violencia intrafamiliar |
1970 = Mujer prudente (que no denuncia al golpeador) | 2003 = Pendeja |
1970 = Mujer abnegada | 2003 = Mujer sojuzgada |
1970 = Aventura amorosa | 2003 = Refuerzo del compromiso matrimonial |
1970 = Bolillo torcido | 2003 = Baguette |
1970 = Tocar de oído algunos temas | 2003 = Consultor / Licenciado |
1970 = Vendedor | 2003 = Ejecutivo de cuenta |
1970 = Que no me moleste nadie | 2003 = Estoy en una junta |
1970 = Curandero | 2003 = Mentalista - Psíquico |
1970 = Peluquero | 2003 = Estilista |
1970 = Profesor de gimnasia | 2003 = Personal trainner |
1970 = Escuincle malcriado | 2003 = Niño Montessori |
1970 = Universitario fresa | 2003 = Chico Tec |
1970 = Sirvienta | 2003 = Asistente personal del hogar |
1970 = Tendedero | 2003 = Secadora de ropa. |
1970 = Designación (dedazo) | 2003 = Candidato de unidad |
1970 = Decir lo que piensas bajo tu propio riesgo | 2003 = Libertad de expresión |
1970 = Bailarina a-go-go | 2003 = Teibolera |
1970 = Bola de desocupados en una tribuna | 2003 = Talk-show |
1970 = La calentura es mutua | 2003 = Funciona la química |
1970 = Manipular a la opinión pública | 2003 = Fenómeno mediático |
1970 = No entendí un carajo | 2003 = Hay que leer entre líneas |
1970 = Flaca | 2003 = Anoréxica |
1970 = Decir pendejadas | 2003 = Las expresiones están fuera de contexto |
1970 = País subdesarrollado | 2003 = Economía emergente |
1970 = Loca | 2003 = Mujer autónoma y decidida |
1970 = Despidos masivos | 2003 = Reestructuración |
1970 = Turismo para pobres | 2003 = Turismo alternativo |
1970 = Abuelos | 2003 = Babysitter |
1970 = Monopolio informativo | 2003 = Multimedio |
1970 = Hacer pendejadas | 2003 = Esto me sirve de terapia |
1970 = ¿Me das tu teléfono? | 2003 = ¿Me das tu e-mail? |
1970 = Robo indiscriminado de los políticos | 2003 = Déficit fiscal |
1970 = Mapache electoral | 2003 = Operador político |
1970 = Fraude electoral | 2003 = Concertacesión |
1970 = Caminar entre piedras, arbustos y troncos en la Marquesa | 2003 = Hacer tracking |
1970 = Acomodador político... rentachambas | 2003 = Asesor |
1970 = Vestirse con cualquier porquería | 2003 = Ser fashion |
1970 = Trasladar la propia ineficiencia | 2003 = Outsourcing |
1970 = Darle la vuelta a los mismos problemas pero con otra tecnología | 2003 = Reingeniería |
1970 = Egoísmo y fanfarronería | 2003 = Tener autoestima |
1970 = Turismo aislado de la zona de los pobres | 2003 = Resort |
1970 = Fracaso en la dirección de la empresa | 2003 = Downsizing / reducción de la planta |
1970 = Políticos con mucha experiencia | 2003 = Los mismos de siempre (Dinosaurios) |
1970 = Ideólogos políticos | 2003 = Dueños de los partiditos. |
1970 = El señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos | 2003 = Ese ¿=)(/&%$#;:_* del Fox |
1970 = Los señores Diputados y Senadores | 2003 = Los pinches Diputados y Senadores huevones y rateros. |
1970 = Viejo | 2008 = Vintage |
1970 = De segunda mano. | 2008 = Reciclado |
1970 = Hippie | 2008 = Consumista ético. |
1970 = Usado | 2008 = Reutilizado |
1970 = Gastado o raído | 2008 = Cómodo, informal. |
Germán Dehesa
Publicado en el periódico Mural el 14 de agosto de 2003.
Memory was something that you lost with age
A CD was a bank account!
And if you had a broken disk,
It would hurt when you found out!
Compress was something you did to garbage
Not something you did to a file
And if you unzipped anything in public
You'd be in jail for awhile!
Log on was adding wood to a fire
Hard drive was a long trip on the road
A mouse pad was where a mouse lived
And a backup happened to your commode!
Cut-you did with a pocket knife
Paste you did with glue
A web was a spider's home
And a virus was the flu!
I guess I'll stick to my pad and paper
And the memory in my head
I hear nobody's been killed in a computer crash
But when it happens they wish they were dead!
Peter de Pradines
en el desaparecido "The 4Site Journal" del 28 de marzo de 2001.
Maruja Torres
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 9 de diciembre de 2004).
Chantell Williams
(v.Selecciones de marzo de 2005).
Michael Trush, toxicólogo.
Alvaro Cueva
(v.pág.18 del periódico Público del 16 de octubre de 2005).
Stefanie Olsen
(v.News.com, 18 de noviembre de 2005).
Adolfo Martínez López
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 22 de mayo de 2006).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.9 del periódico Mural del 17 de agosto de 2006).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 7 de septiembre de 2006).
(V.pág.160 de la revista Selecciones de marzo de 2007).
(V.pág.65 de la revista Selecciones de abril de 2007).
No, mi papá no tiene 45 años. Cuando los tuvo yo andaba por los 5. Hace ya casi 30 agostos. No. En julio 8 llega a los 75. Pero toda esta cuestión de números, después de tantos años de convivencia, se reduce a la cifra del principio: 45. Esos son los kilómetros por hora, cuando lo hace rápido, en los que mi papá se conduce con su impecable Sentra rojo por la ciudad. Una urbe en la que los automovilistas andan, sí, 45 kilómetros por hora, pero arriba del límite permitido. No se puede de otra manera. Pero él sí puede. Con tranquilidad, después de ser un cafre, amo y patrón de las calles tapatías desde su arribo de San Juanito allá por los cincuenta, hasta finales de los noventa, cuando un absurdo tumor en el cerebro casi lo deja fuera de combate. Le paró la actividad trepidante que solía moverlo por la ciudad y sus carreteras aledañas, pero no le paró la vida.
Hace más de un año, tras una depresión tenaz que sufrió luego de sendas operaciones al inoportuno tumor, emergió de las tinieblas. Literalmente. Volvió. Papá reloaded. Don Miguel recargado, dándole de latigazos a todo aquel con quien las cuentas quedaron pendientes. ¡Zaz, zaz! ¡Aguas!, ahí viene don Miguel.
Pero don Miguel es un hombre de 45. Hace unos días, mi auto se descompuso. Se deschabetó. Mi papá me hizo el favor de llevarme a dejar a mi hijo en la escuela y después me condujo al trabajo. Las calles del recorrido incluyen unas desaforadas Federalismo e Hidalgo, una tolerante Luis Pérez Verdía, y una fluida Alemania. ¡Zaz, zaz! Todas a 45 km/h como máximo. Don Miguel no escucha los claxon (sic), no le interesan. El sólo está al pendiente del semáforo y de no agandayarle el espacio a otro automovilista. Deja pasar motos y bicicletas con particular respeto y ya no reniega por los topes. "Cuando sea presidente de la república voy a quitar todos los malditos topes de todo el país", decía en los ochenta.
Sólo espero que él siga practicando lo único que como automovilista le aprendí, no porque no sea un buen maestro, sino porque no fui su mejor alumna: esa búsqueda de calles alternas, de atajos solitarios, sin tráfico desalmado. Porque sus 45 km/h hace mucho, mucho tiempo, dejaron de ser respetados por los potenciales asesinos de minibús, por las amas y señoras descerebradas de camionetota, por los juniors del vocho moderno, el Chevy, y por una fauna inacabable de conductores que no aspiran a llegar a los 75 años de edad conduciendo el auto que toda la vida les llevó cuidar.
(V.pág.2 del suplemento "ocio" del periódico Público del 6 de abril de 2007).
Mario Villanueva S.
(v.pág.42 del periódico Público del 29 de abril de 2007).
Johanna Hoggard
(v.pág.90 de la revista Selecciones de mayo de 2007).
Germán Dehesa
(v.pág.1 de la sección "Comunidad" del periódico Mural el 10 de mayo de 2007).
(V.pág.56 de la revista Selecciones de junio de 2007).
Ruco anónimo
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 9 de agosto de 2007).
Guadalupe Loaeza
(v.pág.8 del periódico Mural del 9 de agosto de 2007).
Román Revueltas Retes
(v.pág.4 del periódico Público del 29 de abril de 2007).
Xavier Velasco
(v.pág.44 del periódico Público del 29 de abril de 2007).
Michael Brunton
(v.pág.38 de la edición internacional de la revista Time del 27 de agosto de 2007).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.9 del periódico Mural del 20 de septiembre de 2007).
Germán Dehesa
(v.pág.1 de la sección "Comunidad" del periódico Mural el 4 de octubre de 2007).
Fedro Carlos Guillén
(v.pág.47 del periódico Público del 8 de octubre de 2007).
Quisiera regresar a aquel tiempo en el que...
Las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico "de-tin-ma-rin... de do pingüe... cu-ca-ra-... Los errores de gramática se arreglaban arrancando la hoja y haciéndolo de nuevo. | |
Llenar un frasco con canicas podía mantenernos felizmente ocupados todo un atardecer. | |
El peor castigo y condena era que te hicieran escribir cien veces "No debo de..." | |
No era raro que tuvieras dos o tres "mejores" amigos o amigas. | |
No había nada que fuera más divertido y "prohibido" que jugar con cohetes... | |
"Tener mucho dinero", solo significaba poder comprar más golosinas jugando a "la tiendita" o una paleta en el recreo. "Venenosa" se refería solo a un tipo de "alimaña" y no a ciertas personas... | |
"Policías y Ladrones" era sólo un juego para los recreos ... y era mucho más divertido ser ladrón que policía... | |
"Es muy viejo": se refería a cualquiera que tuviera más de 16 años. Las galletas saladas con salsa Búfalo y las frutas con chile piquín constituían el grupo de los alimentos básicos y esenciales. | |
Para viajar desde la tierra al cielo, solo tenías que jugar a que eras "astronauta o superhéroe"... | |
Era ideal jugar un partido de volleyball sin red y que las reglas no importaran demasiado... | |
Lo peor que te podía ocurrir con el sexo opuesto era que te rechazara para los juegos de parejas, el "burro castigado o el Club de Tobi". | |
Haber llevado un arma a la escuela significaba "que te habían atrapado con una resortera..." Siempre descubrías tus nuevas capacidades y habilidades a causa de un "a que tú no puedes"... | |
"El último dispara los refrescos" era el grito que te hacía correr como un desaforado hasta que sentías que se te reventaba el corazón... | |
Para transformar tu "bici" en una poderosa "máquina" solo había que colocarle un globo entre los rayos de la rueda. | |
Nunca faltaban Gansitos, Palelocas, ni la moneda debajo de la almohada que te dejaba el "Ratón Pérez" a cambio de tus "dientes de leche"; eras de otro mundo si te dejaba un billete. | |
Tu peor "desilusión " era ser elegido al "último" para los equipos y juegos de tu escuela. | |
"Guerra", sólo significaba arrojarse trozos de gis y bolitas de papel durante las "horas libres". Los "globos de agua" eran la más moderna, eficiente y poderosa "arma" que se había inventado. "La guerra", era algo que había sucedido antes de que naciéramos y que nunca volvería a suceder... | |
No había nada mejor que las tardes del verano para una cascarita en la cuadra o esperar para ver pasar al vecino o vecina que tanto te agradaba... | |
Si puedes recordar la mayoría de estas cosas, entonces significa que realmente has estado ¡vivo! | |
Jack Lalanne, gurú de la condición física, al cumplir 93 años
(v."Verbatim" de la edición internacional de la revista Time del 15 de octubre de 2007).
Grey Joseph, de Glendale, Ariz.
(v."Inbox" de la edición internacional de la revista Time del 22 de octubre de 2007).
Jaime García Elías, periodista y conductor radiofónico
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 13 de noviembre de 2007).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.11 del periódico Mural del 15 de noviembre de 2007).
(V.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de diciembre de 2007).
(V.pág.7-D del periódico El Informador del 22 de enero de 2008).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 24 de enero de 2008).
(V.pág.33 de la revista Selecciones de febrero de 2008).
Paty Blue
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 11 de febrero de 2008).
Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 22 de febrero de 2008).
Fernando Iwasaki
(v.pág.4 del suplemento "Visor" del periódico Público del 6 de abril de 2008).
(V.pág.57 de la revista Selecciones de abril de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 12 de abril de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 19 de abril de 2008).
Gabriel Aguilar
(v.pág.7 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 19 de abril de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 26 de abril de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 3 de mayo de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 17 de mayo de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 24 de mayo de 2008).
Paty Blue
(v.pág.11-B del periódico El Informador del 2 de junio de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador 14 de junio de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 21 de junio de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del día 5 de julio de 2008).
Sergio Oliveira
(v.pág.4-F del periódico El Informador del día 5 de julio de 2008).
(Recibido por e-mail el 9 de julio de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 12 de julio de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 26 de julio de 2008).
Ciro Gómez Leyva
(v.pág.2 del periódico Público del 8 de agosto de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 23 de agosto de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 6 de septiembre de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 20 de septiembre de 2008).
Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.34 del periódico Público del 21 de septiembre de 2008).
Paul Theroux
(Ghost Train to the Eastern Star)
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 27 de septiembre de 2008).
Laura Zohn
(v.pág.18 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 27 de septiembre de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 4 de octubre de 2008).
Paty Blue
(v.pág.11-B del periódico El Informador del 6 de octubre de 2008).
(V.pág.1-D del periódico El Informador del 15 de octubre de 2008).
Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de octubre de 2008).
(V.pág.7-C del periódico El Informador del 18 de octubre de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 22 de noviembre de 2008).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 13 de diciembre de 2008).
Fernando Iwasaki
(v.pág.2 del suplemento "Visor" del periódico Público del 28 de diciembre de 2008).
Adolfo Martínez López
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2008).
(V.pág.3-D del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2008).
(V.pág.26 de la revista Selecciones de enero de 2009).
Tina Spriggs
(v.pág.83 de la revista Selecciones de enero de 2009).
...cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico 'De Tin Marín de Do Pingüe Cúcara Mácara Títere Fue, Yo No Fui Fue Teté Pégale, Pégale...'?
...cuando se podían detener las cosas si se complicaban con un simple 'no se vale' o 'zafo'?
...cuando los errores se arreglaban diciendo simplemente 'empezamos otra vez'?
...cuando el peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces 'No debo...'?
...cuando, para salvar a todos los amigos bastaba con un grito de '¡Un, dos, tres por mí y por todos mis amigos!'?
...cuando descubrías tus más ocultas habilidades, a causa de un '¡A que no puedes hacer esto!'?
...cuando no había nada más prohibido que jugar con fuego, sobre todo en diciembre?
...cuando lo único que nos hacía correr como locos era 'El último que llegue es...!'
...cuando 'Policias y Ladrones' era sólo un juego para el recreo, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón?
...cuando la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado era ¡La Bomba del Globo con Agua!?
...cuando aquella moneda bajo la almohada que nos dejaba el Raton de los Dientes, era como un tesoro para comprar todo tipo de dulces?
...cuando '¡Guerra!' no significaba más que bolas de papel durante las horas libres en clase?
...cuando los alimentos básicos y escenciales eran tan solo leche con galletas y los dulces a diario?
...cuando quitarle las ruedas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida?
...cuando el 'negocio del siglo' era cambiar esas estampas del álbum más soñado por todos?
...cuando todos te admiraban si lograbas cruzar la cuerda mientras saltabas?
...cuando cualquier trozo de yeso o tabique era como un tesoro para poder formar un círculo en el piso y jugar 'stop'?
...cuando todas esas cosas tan simples nos hacían felices, simplemente... No necesitábamos nada más?
...cuando un balón, una cuerda y 2 amigos eran suficientes para pasarla bien todo el día?
Si puedes recordar la mayoría de estas cosas y he conseguido que sonrías, entonces significa que has tenido una infancia feliz... y que todavía te queda dentro algo del niño que fuimos no hace tanto tiempo.
Nunca pierdas al niño que llevamos dentro, porque da sentido a nuestra vida.
El último en leerlo... ¡La trai!
¡Pásalas, si no, te embarazas!
(Recibido por e-mail el 23 de enero de 2009).
Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.31 del periódico Público del 25 de enero de 2009).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 31 de enero de 2009).
En efecto, el tiempo no perdona, y cuando menos acordamos nos vemos en lo que Manrique llamó "el arrabal de senectud". Por eso hay que conservar el entusiasmo de vivir; el interés en las cosas que pasan en el mundo; el deseo de aprender cosas nuevas y disfrutar experiencias inéditas; la alegría y el buen humor, y, sobre todo, la capacidad de amar, de olvidar ofensas y rencores, de no perder nunca la esperanza. Si conservamos todo eso, la sejuela nos hará lo que las auras flébiles del véspero al Benemérito de las Américas. O sea lo que el aire a Juárez.
Atribuido a Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(recibido por e-mail el 31 de enero de 2009).
Ricardo Santos
(v.pág.4 del suplemento "Tapatío" del periódico El Informador del 7 de febrero de 2009).
Fernando Iwasaki
(v.pág.3 del suplemento "Visor" del periódico Público del 8 de febrero de 2009).
Carlos Cortés Vázquez
(v.pág.6-E del periódico El Informador del 11 de febrero de 2009).
Flavio Romero de Velaco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 14 de febrero de 2009).
Miguel Casillas Dávila
(v.pág.20 del periódico Público del 6 de marzo de 2009).
David "Negro" Guerrero
(v.pág.12-B del periódico El Informador del 11 de marzo de 2009).
El lunes se cumplen apenas 15 años del asesinato en Tijuana del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio. Sería interesante aplicar una encuesta a menores de 30 años y preguntarles si saben quién fue ese hombre y qué hizo. Creo que un porcentaje muy alto no tendría idea, porque así es nuestra memoria colectiva: falsamente heroica y afecta a la efeméride ñoña, pero reacia para recuperar ciertos acontecimientos traumáticos que marcaron un antes y un después, como el asesinato de Colosio: por los días previos al 23 de marzo, el drama que fue en sí la campaña electoral, el papel de Manuel Camacho, las decisiones de Carlos Salinas de Gortari y Joseph Marie Córdoba, la foja política de Mario Aburto. En fin, por el cuadro de intereses que se vieron afectados por un viraje en el estilo de ejercer el poder en México.
Ciro Gómez Leyva
(v.pág.2 del periódico Público del 20 de marzo de 2009).
(Recibido por e-mail el 30 de marzo de 2009).
Questions and Answers from AARP Forum
Where can men over the age of 60 find younger, sexy women who are interested in them? | Try a bookstore under fiction. |
What can a man do while his wife is going through menopause? | Keep busy. If you're handy with tools, you can finish the basement. When you're done you'll have a place to live. |
Someone has told me that menopause is mentioned in the Bible. Is that true? Where can it be found? | Yes. Matthew 14:92: "And Mary rode Joseph's ass all the way to Egypt." |
How can you increase the heart rate of your 60-plus year old husband? | Tell him you're pregnant. |
How can you avoid that terrible curse of the elderly wrinkles? | Take off your glasses. |
Seriously! What can I do for these crow's feet and all those wrinkles on my face? | Go braless. It will usually pull them out. |
Why should 60-plus year old people use valet parking? | Valets don't forget where they park your car. |
Is it common for 60-plus year olds to have problems with short term memory storage? | Storing memory is not a problem, Retrieving it is the problem. |
As people age, do they sleep more soundly? | Yes, but usually in the afternoon. |
Where should 60-plus year olds look for eye glasses? | On their foreheads. |
What is the most common remark made by 60-plus year olds when they enter antique stores? | "Gosh, I remember these!" |
(Recibido por e-mail el 1o.de abril de 2009).
Bill Vaughan
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango del 2 de abril de 2009).
Flavio Romero de Velaco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 2 de mayo de 2009).
Arturo Pérez-Reverte
(v.pág.29 del periódico Público del 10 de mayo de 2009).
Héctor de Mauleón
(v.pág.5 del suplemento "Visor" del periódico Público del 10 de mayo de 2009).
(Recibido por e-mail el 22 de mayo de 2009).
(Recibido por e-mail el 23 de mayo de 2009).
-(Voz femenina) "Padre, perdóneme porque he pecado".
-"Dime, hija, cuáles son tus pecados?"
-"Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora".
-"¿Cómo es eso, hija?"
-"Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas..."
-"Hija, por favor, que también soy un hombre..."
-"Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted".
-"Bueno hija, y ¿cómo son esas sensaciones?"
-"No sé cómo explicarlas, por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda".
-"¿En serio?"
-"Sí, quiero relajarme y quedarme tendida..."
-"Hija, ¿tendida cómo?"
-"De espaldas al piso, hasta que se me pase la tensión..."
-"¿Y qué más?"
-"Es como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo".
-"¿Y qué más?"
-"Como que espero un poco de calor que me alivie..."
-"¿Calor?"
-"Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer..."
-"¿Y qué tan frecuente es esa tentación?"
-"Permanente, padre, por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio..."
-"¡Hija!"
-"Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito..."
-"¿Por ejemplo yo?"
-"Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar".
-"Perdóname, hija mía, pero necesito saber tu edad..."
-"94, padre".
-"Hija, ve en paz, que lo tuyo es reumatismo..."
(Recibido por e-mail el 24 de mayo de 2009).
Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis, A.C.
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 26 de mayo de 2009).
Ana María Salazar
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 30 de mayo de 2009).
Nemesio Maisterra
(v.pág.6 del periódico Mural del 11 de junio de 2009).
Mac
(v.pág.12-B del periódico El Informador del 20 de junio de 2009).
(Recibido por e-mail el 2 de julio de 2009).
Flavio Romero de Velaco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 1o.de agosto de 2009).
(Recibido por e-mail el 5 de agosto de 2009).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
("Subibaja", Ed.Diana. Octubre de 2005).
Mario de Andrade, poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño
(recibido por e-mail el 29 de octubre de 2009).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango del 5 de noviembre de 2009).
Baby Boomers. Recuerdan a Neil Armstrong caminando en la Luna y la guerra de Vietnam, el tiempo en el que las minifaldas [se inventaron]; haber tenido amigos que hablaron de Woodstock o Avándaro; los anuncios de cigarrillos les parecían normales; eran buenos para los aros hula hula, y se escribían a mano las composiciones escolares, o al menos en una máquina de escribir.
Generación X. Recuerdan los primeros días de la televisión y las primeras computadoras; vivieron la transición de casetes a discos compactos; se recuerdan bien la Guerra Fría; estaban por llegar a la mayoría de edad cuando explotó el trasbordador espacial Challenger, y usaron discos flexibles para computadora, aunque ahora se consideren anticuados.
Generación Y. Han tenido computadoras y teléfonos celulares desde jóvenes; deambularon por las calles vestidos con sudaderas o chamarras con capucha; recuerdan vívidamente los ataques al World Trade Center de Nueva York, pero apenas tienen memoria de la caída del muro de Berlín; sus créditos escolares y la deuda de tarjetas de crédito totalizan más que su salario del primer año, y permanecen conectados a la computadora 24 horas al día sin darle mayor importancia.
Generación Z. Pasan su tiempo en una guardería o celebran que recién han entrado a la primaria.
(V.pág.14-A del periódico El Informador del 18 de noviembre de 2009).
¿Sabes quién era Luis Manuel Pelayo? ¿Viste a Paco Malgesto o a Madaleno conduciendo programas? ¿Viste "Ahí viene Cascarrabias" o Los Polivoces? | |
¿Viste "Los Superamigos", "Los Pitufos" o "Candy Candy"? ¿Viste Star Wars, E.T. y Tiburón en estreno en el cine? ¿Fuiste a ver a Timbiriche en Vaselina? | |
¿Tu sueño dorado era tener un Sakura, Corsar, Atlantic o un Renault 18? ¿Usabas Top Siders de colores sin calcetines? ¿Sabes qué o quién era Daktari? | |
¿Viste jugar a Hugo Sánchez con los Pumas? ¿Le vas a Dallas o Pittsburgh en el Americano? ¿Hacías educación física con tenis Panam o Dunlop? | |
¿Te salías a ligar usando "convers" de tela? ¿Le pediste a Santa o a los Reyes a El Llanero Solitario y a Toro? ¿Jugabas con el hombre y el monstruo elásticos? | |
¿Tenías un Kid Acero o un Aventurero de Acción? ¿Supiste de Porfirio Cadena "El ojo de vidrio"? ¿Pediste en tu cumpleaños Los Autos Chocones Lili Ledy? | |
¿Pediste en tu cumpleaños el Chuta Gol o una Avalancha? ¿Usaste lentes Carrera de mica ancha? | |
¿Viste "Ensalada de Locos", "Chiquilladas", "El premio de los 64,000 pesos", "Hogar, Dulce Hogar", "La Criada Bien Criada" y "No Empujen"? ¿Soñabas tener un Barracuda o un Montecarlo SS? | |
¿Ibas a la Disco en vez de a un Antro? ¿Tu primer tele era blanco y negro y sin control remoto? ¿Tenías grabadora portátil? | |
¿Jugabas Pac-Man, Asteroides o Invasores Espaciales? ¿En la escuela te enseñaron el lenguaje para computadora Basic? | |
¿Tuviste a la Comiditas, Suave Sensación o la Lagrimitas? ¿Veías Canal 8? ¿Sabes quién era la calaca tilica y flaca? | |
¿Tuviste un Exin Castillos o un tirapapas? ¿Veías "Cuna de Lobos", "La Colorina" y "Los Ricos También Lloran"? | |
¿Leías revistas de Kaliman, Águila Solitaria, Alarma, El Fantasma, Memin Pinguín o Fotonovelas Fiesta? ¿Te acuerdas de Don Neto y Rafael Caro Quintero? ¿Usaste pantalones de mezclilla Sergio Valente o Jordache y los doblabas como ranchero? | |
¿Viste "Los Dukes de Hazard", "Starsky & Hutch", "El Hombre y la Mujer Biónicos", "Hulk", "Profesión Peligro", "Chips" ("Patrulla Motorizada"), "Mágnum", "Kojak", "La Isla de la Fantasía", "El Crucero del Amor" y a "Los Pájaros Patinadores"? ¿Soñabas tener reloj-calculadora, un Atari o un Intellevision? | |
¿Viste jugar a O.J.Simpson, Franco Harris y Tony Dorsett? ¿Viste jugar a Larry Bird y a Kareem Abdul Jabbar? ¿Jugabas tenis con raquetas Estrada? | |
¿Te sabías la solución del Cubo Rubik? ¿Veías "Flipper", "Mi Oso y Yo", "Skippy el Canguro", "Lassie" y "Mister Ed"? | |
¿Tenias el juego de química "Mí Alegría"? ¿Tenías juguetes Plastimarx? ¿Te tocó el nacimiento de Tohuí? | |
¿Viste jugar a Fernando Valenzuela con los Dodgers? ¿Comiste chocolates "Presidente"? ¿Usabas Pantalones Aca Joe? | |
¿Te compraban chupirules el rey de los pirulís? ¿Veías "Super Can", "El Rey Leonardo" o los "Toto Topos"? ¿Viste peleas de Salvador Sánchez, Pipino Cuevas o Mantequilla Nápoles? | |
¿Comiste helados "Danesa 33"? ¿Los Pingüinos Marinela "requetellenos de relleno" los anunciaba Capulina ? ¿Los Submarinos "esppponjaditos, esppponjaditos" los anunciaba Quico? ¿Tuviste patines metálicos ajustables con una tuerca? | |
¿Lynda Carter, Farrah Fawcett y Bo Dereck adornaban las paredes de tu recámara? | |
¿Tenías el disco de Vaselina en LP? ¿Viste en el cine películas de Bruce Lee o Chuck Norris? | |
¿Usaste máquina de escribir? ¿Tenías cassettes? ¿Sabes quiénes eran los Houston Oilers? | |
¿Oíste a Ángel Fernández narrar un juego de fútbol? ¿Coreaste los goles de Outes, Snoopy Pérez, Leonardo Cuéllar, Cabinho, Batata o Echaniz? ¿Eras sobrino del tío Gamboín? | |
¿Tu papá tuvo un Royal Monaco, Ford LTD, Match 1, Caprice, Javelin, Maverick o Gremlin? ¿Erika Buenfil, Gina Montes, Laura Flores o Leticia Perdigón eran tus sueños eróticos? ¿Veías Juguemos a Cantar o Mundo de Juguete? | |
¿Veías el show de Pepita Gomiz? ¿Leías cuentos de La Pequeña Lulú o Sal y Pimienta? ¿Fuiste a Reino Aventura? | |
¿Tus libros de Texto Gratuito tenían de portada la imagen de "La Patria"? ¿Usaste zapatos Exorcista o Punk de Canadá?? ¿Sabes quiénes eran Shivigón y la señorita Cometa?? |
Resultados: Si respondiste SI a 5 o más: acéptalo, la Juventud ya se te fue.
(Recibido por e-mail el 12 de diciembre de 2009).
Gabriel Paz, escritora
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 2 de febrero de 2010).
Fabiola Figueroa Neri
(v.pág.3 del suplemento "ocio" del periódico Público del 5 de febrero de 2010).
Abril Posas
(v.pág.30 del suplemento "ocio" del periódico Público del 5 de febrero de 2010).
Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 13 de febrero de 2010).
(Recibido por e-mail el 18 de febrero de 2010).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).
Germán Dehesa
(v.pág.7 del periódico Mural del 1o.de abril de 2010).
Sylvester Stallone, en ocasión de su regreso como Rambo
(v.pág.48 de la revista Selecciones de mayo de 2010).
(V.pág.90 de la revista Selecciones de mayo de 2010).
Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 13 de mayo de 2010).
Woody Allen
(v.The Associated Press del 15 de mayo de 2010).
Albert Einstein
¿Te das cuenta que la única vez en nuestras vidas en la que nos gusta envejecer es cuando somos niños? Si tienes menos de 10 años, estás tan entusiasmado con el envejecimiento que piensas en fracciones.
"¿Cuántos años tienes?"
"¡Tengo cuatro años y medio!" Nunca dices treinta y seis y medio. ¡Estás en cuatro años y medio, llegando a cinco! Esa es la clave.
Se entra en la adolescencia, y ya no te pueden detener. Saltas al siguiente número, o incluso un poco más adelante.
"¿Cuántos años tienes?"
"¡Voy a cumplir 16!" - y podrías tener 13, pero NO, ¡vas a cumplir 16!
Y entonces llega el día más grande de tu vida... ¡cumples los 21! Todavía las palabras suenan como una ceremonia.
Pero después de cumplir los 30... ¡Oooohh! ¿Qué ha ocurrido? Te hace ponerte de mala leche! Ahora NO es nada divertido, sólo eres una bola de masa cabreada.
¿Qué sucede? ¿Qué ha cambiado?
Tú cumples los 21, llegas a los 30, y entonces te estás acercando a los 40... ¡Whoaaa! Pon los frenos, todo se te está escapando. Antes de que te des cuenta, llegarás a los 50 y tus sueños se habrán ido.
¡Pero espera! Podrías llegar hasta 60. ¡Tu no creías que esto sucedería!
Así que tú cumples 21, llegas a los 30, pasas los 40, dejas los 50 y llegas a los 60.
Has acumulado tanta velocidad que ¡CONSEGUISTE los 70! Después de esto es cosa de ir día a día.
Tú recibes a los 80 y cada día es un ciclo completo, CONSEGUISTE el almuerzo; PASASTE las 4:30; has llegado a la hora de acostarte. Y no termina ahí. En los 90, comienzas a ir hacia atrás; "Yo estoy en los 92".
Entonces sucede algo extraño. Si tú cumples más de 100, te conviertes en un niño otra vez. "Yo tengo 100 y medio." ¡Que todos vosotros lleguéis a un saludable 100 y medio!
(Recibido por e-mail el 11 de agosto de 2010).
Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 12 de agosto de 2010).
(Recibido por e-mail el 15 de agosto de 2010).
(V.pág.27 de la sección "aviso de ocasión" del periódico El Informador del 23 de agosto de 2010).
Con el paso de los siglos el ser humano ha incorporado nuevo valores que se ajustan a los tiempos que corren. A continuación Quino explica cuáles son los valores que dominan al hombre moderno:
(Recibido por e-mail el 1o.de octubre de 2010).
Ramón de Campoamor
(V.pág.40 de la revista Selecciones de octubre de 2010).
Un tránsito detuvo a una señora de edad avanzada, y le dijo:
"¡Señora! iba usted a exceso de velocidad! ¿Se dio cuenta?"
La mujer se libró de la multa cuando le contestó:
"¡Por supuesto! ¡Tengo que llegar antes de que se me olvide a dónde voy!"
(Recibido por e-mail el 19 de octubre de 2010).
(Recibido por e-mail el 3 de noviembre de 2010).
Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 21 de diciembre de 2010).
Guadalupe Loaeza
(v.pág.5 del periódico Mural del 6 de enero de 2011).
Woody Allen
(v.pág.5-D del periódico El Informador del 10 de enero de 2011).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango en línea del 13 de enero de 2011).
Víctor Hugo
(Recibido por e-mail el 14 de enero de 2011).
José de la Colina
(v.pág.35 del periódico Público del 16 de enero de 2011).
From the American Association of Retired People: Questions and Answers from AARP Forum.
Q: Where can men over the age of 60 find younger, sexy omen who are interested in them? | A: Try a bookstore, under Fiction. |
Q: What can a man do while his wife is going through menopause? | A: Keep busy. If you're handy with tools, you can finish the basement. When you're done, you'll have a place to live |
Q: Someone has told me that menopause is mentioned in the Bible. Is that true? Where can it be found? | A: Yes. Matthew 14:92: "And Mary rode Joseph's ass all the way to Egypt." |
Q: How can you increase the heart rate of your over-60-year-old husband? | A: Tell him you're pregnant. |
Q: How can you avoid that terrible curse of the elderly wrinkles? | A: Take off your glasses. |
Q: Seriously! What can I do for these crow's feet and all those wrinkles on my face? | A: Go bra less. It will usually pull them out. |
Q: Why should 60-plus-year-old people use valet parking? | A: Valets don't forget where they parked the car. |
Q: Is it common for 60-plus- year olds to have problems with short term memory storage? | A: Storing memory is not a problem, Retrieving it is the problem. |
Q: As people age, do they sleep more soundly? | A: Yes, but usually in the afternoon. |
Q: Where should 60-plus-year-olds look for eye glasses? | A: On their foreheads. |
Q:What is the most common remark made by 60-plus-year-olds when they enter antique stores? | A: "Gosh, I remember these!" |
SMILE, You've still got your sense of humor, RIGHT?
(Recibido por e-mail el 7 de febrero de 2011).
David Santa Cruz
(v.pág.24 de la revista Día Siete del 29 de mayo de 2011).
(V.pág.38 de la revista Día Siete del 29 de mayo de 2011).
Somos padres del Siglo XXI, hombres que no solo enseñamos a nuestros hijos "cómo deben hacer las cosas", sino que también dedicamos tiempo a conectar con ellos para tender puentes emocionales en doble vía. Hasta nos conectamos en Facebook o mandamos mensajes celulares.
Carlos Corvera Gibsone
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 19 de junio de 2011).
Yo también nací en el '53.
Yo también crecí con el "Yesterday".
Una tuve, sintiendo la sangre arder
me abracé sabiendo que iba a perder
siempre encuentras algún listo
que sabe lo que hay que hacer
que aprendió todo en los libros
que nunca saltó sin rey.
Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.
Yo también nací en el '53.
y soñé lo mismo que sueñas tú
como tú no quiero mirar atrás
sé muy bien que puedo volverme sal.
Siempre tuve más amigos
de los que pude contar
sé que hay varios malheridos
que esperan una señal.
Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.
No me pesa lo vivido, me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.
Qué te puedo contar que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.
Canción de Víctor Manuel San José Sánchez y Andrés Molina
(1994).
Una de las consecuencias destacadas de esto es que los achaques de la ancianidad se vuelven más y más presentes en la vida cotidiana. La realidad de una edad avanzada, si bien es buena noticia, también aterra a una Humanidad que apenas está aprendiendo a lidiar con las consecuencias de vivir algunos años más que lo acostumbrado. Ante el miedo que despierta reconocer que el futuro trae consigo un orden de envejecimiento paulatino, el afán de prolongar la juventud y alargar la llegada a la vejez se ha vuelto una de las obsesiones más comunes de estos tiempos.
No son pocas las historias de personas cuyas vidas se van en gran parte empeñadas en que no avance el tiempo.
Han sido muchos los lamentos de la gente madura acusando que la vitalidad de la juventud se desperdicie precisamente en los jóvenes, esos cuya ingratitud, egoísmo e ignorancia hacen despilfarrar los años plenos de esa energía nostálgicamente añorada y de la cual los viejos se sienten más merecedores por su experiencia y aprecio. Tardíamente, lo valoran más cuando ya no lo tienen.
Vaya paradoja: mientras los jóvenes buscan parecer de mayor edad que la que tienen (presumiendo la apariencia de una madurez adelantada), los mayores buscan esconder los rasgos que dejan mostrar el acontecer de su vida planchando, estirando y entumeciendo sus caras y cuerpos para borrar las líneas y las marcas que revelan hacía afuera la acumulación de la experiencia interior.
Unos aparentan lo que no son, y los otros no son lo que quieren aparentar. Ambos se niegan a sí mismos su propia condición. Cuando se aburren los niños y los jóvenes, éstos se apresuran a crecer. Cuando el crecer se confunde con envejecer, se apresuran luego a verse mozos otra vez.
Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis, A.C.
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 28 de junio de 2011).
(V.periódico El Informador del 20 de julio de 2011).
(Recibido por e-mail el 21 de julio de 2011).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango en línea del 21 de julio de 2011).
Re... suelta la panza, re... suelta la papada, re... sueltas las piernas, re.. .sueltas las nalgas...
Así que si no tienes dinero pa'l cirujano plástico ¡RESIGNATE Y SE FELIZ! ¡Animo!
Ejemplos:
¡Viejito pero feliz!
(Recibido por e-mail el 6 de septiembre de 2011).
Equipo de sonido "tres en uno" (ideal para fiestas).
Siempre había un amigo con una de éstas...
Clásicas de Semana Santa.
El Meliá Caribe... en los 70Žs y 80Žs muchos hablaban de él pero pocos lo conocían.
¡Revolución! Llegó el "Ladrillito".
¿Gomera? ¿Honda? ¿Resortera?
Al MECANO siempre le faltaba una tuerca o una barrita para completar algo de los planos.
Calculadora tan poderosa que resolvía cualquier tipo de operación aritmética... ¡en menos de 2 minutos !
¿Quién no se comió un pegajoso Pirulí?
Cartucho: antecesor del cassette. Requería de un reproductor. Los había para automóvil.
Regla de Cálculo: antecesora de las calculadoras portátiles. No dejaban sacarla en los exámenes.
Juego de moldes de letras.
VIEW MASTER. La innovación eran las imágenes tridimensionales.
Pocos tenían la suerte de tener una en casa. ¿Recuerdan los diskettes de 5 1/4?
BETAMAX. El primer videograbador. Por fin podían verse películas sin ir al cine.
Fuerte Apache. Cuando no lo teníamos, lo hacíamos con maderitas o hasta con fichas de dominó que le quitábamos "prestadas" a nuestros padres.
Te podías salvar de lo que fuera... ¡menos de una cucharada de esto!
Un buen partido de canicas.
¿Nunca te pesaste en la calle?
De tenerlo en ese año... ¡hubiese sido la locura en casa!
No conozco a nadie que no lo conozca...
Yoyos profesionales para hacer "el columpio", "el perrito" y "la vuelta al mundo".
Tan bello que les quedaban sus "guardapolvos" y sus obligatorias "colitas".
El que quería jugar con ellas tenía que tomar "aire" en estas tazas de té.
¿Cuántas cocas seguidas hacías tú?
Para discoteca en casa.
No había casa sin tocadiscos... aunque fuera "antiguo".
Aquellos radios que despertaban la imaginación...
¡Esto era tener encima la última tecnología!
Patines de hierro Winchester. 4 ruedas. Le servían a cualquiera porque se abrían y cerraban con una llavecita tubular.
ATARI. La gran tecnología. Combat, Space Invaders, Pac Man.
No creo que supiéramos que era un 4 x 4... Además ni nos importaba.
Yo jugué con ellos...
Ahora saben el por qué de "echar Flit".
¡Qué felices éramos!
(Recibido por e-mail el 6 de septiembre de 2011).
La señora pidió disculpas y explicó: "Es que no había esta onda verde en mis tiempos".
El empleado le contestó: "Ese es nuestro problema ahora. Su generación no tuvo suficiente cuidado para preservar nuestro medio ambiente".
Tenía razon -nuestra generación no tenía esa onda verde en esos tiempos.
En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosas y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la planta para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que podían usas las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban.
Pero no teníamos onda verde en nuestros tiempos.
Subíamos las gradas, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio y oficina. Caminábamos al almacén en lugar de montar en nuestro vehículo de 300 caballos de fuerza cada vez que necesitábamos recorrer 2 cuadras.
Pero tenía razón. No teníamos la onda verde en nuestros días.
Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no había desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en esas máquinas consumidoras de energía sacudiéndose a 220 voltios -la energía solar y eólica secaban verdaderamente nuestra ropa. Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos. Pero esa señora está en lo cierto: no teníamos una onda verde en nuestros días.
En ese entonces teníamos una televisión, o radio, en la casa -no un televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo (¿se acuerdan?), no una pantallota del tamaño de un estadio.
En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hagan todo por nosotros.
Cuando empacábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no plastoformos o bolitas plásticas.
En esos tiempos no encendíamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el pasto. Usábamos una podadora que funcionaba a músculo. Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con electricidad.
Pero ella está en lo cierto: no había en esos tiempos una onda verde.
Bebíamos de una fuente cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas plásticos cada vez que teníamos que tomar agua.
Recargábamos las plumafuentes con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las hojillas de afeitar en vez de echar a la basura toda la afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.
Pero no teníamos una onda verde por entonces.
En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o un autobús y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o caminaban, en lugar de usar a la mamá como un servicio de taxi de 24 horas.
Teníamos un enchufe en cada habitación, no un banco de enchufes para alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales de satélites a kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.
Así que ¿no les parece lamentable que la actual generación esté lamentándose cuán botarates éramos los viejos por no tener esta onda verde en nuestros tiempos?
(Recibido por e-mail el 24 de septiembre de 2011).
(V.suplemento "ocio" del periódico Milenio Jalisco del 7 de octubre de 2011).
P- ¿Cuántos días tiene una semana?
R- 7: 6 sábados y un domingo.
P- ¿Cuál es la hora de acostarme?
R- 3 horas después de haber dormido en el sofá.
P- ¿Cuántos jubilados son necesarios para cambiar una lámpara?
R- Sólo uno, pero le puede llevar toooodo el dia (¿y qué, y qué, y qué?).
P- ¿Cuál es el mayor fastidio para los jubilados?
R- Que no hay tiempo suficiente para hacer cualquier cosa.
P- ¿Por qué no les importa que los llamen viejos?
R- Porque pueden tener descuentos en muchos locales y en todos tienen filas solo para ellos.
P- ¿Por qué ellos sí cuentan los cambios?
R- Son los únicos que tienen tiempo para eso.
P- ¿Cuál es el término común aplicado a alguien que le gusta trabajar y rehúsa jubilarse?
R- ¡Bobalicón!
P- ¿A qué llaman los jubilados "un largo almuerzo"?
R- A todos.
P- ¿Cuál es la mejor definición para "Jubilación"?
R- Eterna pausa para el café.
P- ¿Cuál es la mayor ventaja de volver a estudiar?
R- Si faltas, nadie llama a los padres.
P- ¿Por qué un jubilado dice muchas veces que no tiene añoranza del trabajo, pero sí de las personas con las que trabajaba?
R- ¡Porque es lindo decir la verdad!
P- ¿Qué hacen durante toda la semana?
R- Lunes a Viernes: nada; Sabado y Domingo: descansan.
P- ¿Qué es lo que más usa el jubilado?
R- La pijama.
P- ¿Y lo que más gasta?
R- El asiento del sofá.
P-¿Dónde pasan la mayor parte del tiempo?
R- Los "más tradicionales" frente a la TV, los "más cools" ¡mandando mails a los amigos!
Si todavía no estás jubilado... mi más sentido pésame, espera tu turno.
(Recibido por e-mail el 10 de octubre de 2011).
Brindo por los días cuando caminaba ligero, sin dolor en la espalda ni en las rodillas ni en mis manos.
Brindo por aquella casa de 2 pisos en la que siempre viví y en la que subías las escaleras de 2 en 2... y las bajaba de 3 en 3.
Brindo por cuando me secaba mi cabello y me lo acomodaba como me daba la gana.
Brindo por esos tiempos cuando salió el celular y podía mandar mensajes al mismo tiempo que hacía otras cosas.
Brindo por cuando me llegaba un mensaje al celular y no tenía que salir corriendo por los pinches anteojos.
Brindo por cuando escuchaba perfectamente lo que decían en la mesa de al lado.
Brindo por la tercera edad... y por la cuarta edad también, que ya le ando pisando los talones.
Brindo por las medicinas y los suplementos alimenticios que me tengo que tragar para tener fuerzas.
Brindo por los años que he vivido, por las vivencias que he tenido y por los amigos que tengo, aunque están igual de jodidos y cada días más viejos... como yo.
¡Salud amigos!
(Recibido por e-mail el 13 de octubre de 2011).
Un hombre de 60 años contestó un examen de aptitud para trabajar. Perplejo porque no lo contrataron mandó copia del examen a un amigo suyo, también de 60 años, para ver si detectaba algún error en sus respuestas.
El amigo, al ver las excelentes respuestas, también quedó asombrado de que no lo hubiesen contratado, y opinó que él lo hubiera calificado con 10 sobre 10.
Veamos el cuestionario con sus respectivas respuestas:
-¿Qué es un Megabyte?
-En inglés, significa un gran mordisco.
-¿Qué es un disco duro?
-Cualquier disco de Rock pesado.
-¿Qué significa Zip?
-Lo contrario de Nop.
-¿Que es ratón?
-Un rato... grande de tiempo.
-¿Qué es un Chip?
-Es el compañero de la ardillita Dale. Juntos fueron creados por Disney para la tira cómica "Chip and Dale".
-¿Qué es un quemador de discos?
-Un tipo que repite tanto un disco hasta que se lo tira (daña).
-¿Que significa inyección de tinta?
-Lo que hacen los pulpos al expulsar su tinta para confundir a la presa que atacan.
-¿Qué significa no break?
-Prohibición de baile ochentero.
-¿Qué significa fuera de registro?
-Persona que no tiene registro de nacimiento o de matrimonio.
-¿Qué significa selección a color?
-Equipo de futbol conformado por negros que quieren ir a un mundial.
-¿Qué significa tabloide?
-Un pedazoide de maderoide.
-¿Qué significa tamaño oficio?
-Es otra manera de decir: ¡Qué chambotota! (trabajo).
-¿Qué es una foto digital?
-Tomarle una foto a un dedo de la mano.
-¿Qué es mouse?
-Es el apellido paterno de Mickey (pido excusas por no saber el materno).
-¿Qué es Macromedia?
-Una prenda para que las gordas se la pongan en sus piernotas.
-¿Qué es memoria RAM?
-Fue un modelo de camioneta Chrysler.
(Recibido por e-mail el 14 de octubre de 2011).
Actualmente, los jóvenes graduados de la universidad han leído menos de 5,000 horas y dedican más de 10,000 a los videojuegos y 20,000 a ver programas de televisión, estimó Prensky.
Los juegos de computadora, el correo electrónico, los teléfonos móviles, la Internet y la mensajería instantánea son parte integral de sus vidas, explicó el autor.
(V.pág.6-A del periódico El Informador del 20 de noviembre de 2011).
Debo admitir que, aunque responsable con mis tareas y aplicada en la escuela, fui una chiquilla impaciente por llegar a la adolescencia para poder aterrizar puras frivolidades de aquéllas que veía ocuparse a mis hermanas, tales como maquillarme, pintarme las uñas, usar medias de nylon o vestidos sin vuelo ni mangas bombachas. Tarde se me hacía remontar el metro y medio de estatura, para que me dejaran leer novelas, ir al cine con mis amigas o escurrirme a la nevería cercana con algún mancebo de buen ver, en vez de pasarme largas tardes tirada de panza, hasta que me dolían los codos y se me irritaban los ojos, de tanto repasar las aventuras del Pato Donald, La pequeña Lulú, Archie y las infaltables Vidas Ejemplares. Cuando llegué a los de Memín Pingüín, ya constituyó un significativo avance temático para mi candorosa e impoluta información.
Y justo de ahí, de entre aquellos inagotables alteros de cuentos de monitos sustraje mi primero, firme y decidido propósito para la adultez. Llegada la hora de la emancipación del férreo tutelaje materno, al igual que la señora Parachoques, en los cuentos de Lorenzo y Pepita, yo usaría tacones. Sin importar si era de día o de noche, en la calle o en mi casa, aunque anduviera con mandil, yo usaría aquellos pedestres adminículos que colmaban mis mozas fantasías.
Con los 15 años, y la rumbosa pachanga hasta el amanecer, me llegó la oportunidad de calzarme con unas suelas como de alcayata que, junto con el estilo, perdí en cuanto comprobé que ver el mundo desde la óptica que conceden 15 centímetros adicionales de estatura tiene sus serios inconvenientes, sobre todo, cuando no se ha aprendido ni ejercitado el equilibrio y contoneo indispensables, para no parecer un perico intentando caminar sobre una alfombra. Por otro lado, estaba mi respetable alzada natural que excedía la razonable estatura de los galanes que, por entonces, comenzaron a nutrir mis afectos extra familiares, así que ni siquiera intenté de nuevo probar mi pericia para dominar el difícil arte de andar en zancos.
Hoy, después de toda una vida a ras del suelo, y tras ver el azotón que se dio esa despampanante vecina que a diario se la juega cual si fuera una bailarina de ballet andando en puntas, asumo que ni la más rezumada coquetería amerita los tornillos y puntadas que le dieron a la pobre, para remendarle una tibia partida en tres.
Paty Blue
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 20 de noviembre de 2011).
Se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado.
Luego te despiertas en un hogar de ancianos mejorando día a día.
Después te echan de la residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.
Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro.
Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.
Entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.
Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos, sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.
Y los últimos 9 meses te pasas flotando tranquilo, con calefacción central, roomservice, etc. etc.
Y al final... ¡Abandonas este mundo en un orgasmo!
(Recibido por e-mail el 28 de noviembre de 2011).
(V.suplemento "ocio" del periódico Milenio Jalisco del 3 de febrero de 2012).
Adolfo Martínez López
(v.periódico El Informador en línea del 26 de febrero de 2012).
GENÉTICA
Si quieres saber cuánto vivirás y cómo llegarás a esa edad, mira o recuerda a tus padres. La carga genética es fundamental para establecer un pronóstico de vida. Quien tuvo cáncer o infarto antes de los 60 lo trasmitirá en los genes a sus hijos por lo que éstos tendrán mayor probabilidad de desarrollar las mismas enfermedades. Lógicamente el desarrollo de una enfermedad crónica requiere la presencia de varios factores, pero el genético es sólo uno de ellos.
NO HAY ATRACÓN GRATUITO
"Somos lo que comemos" dicen los naturistas y no les falta razón. Si además de tener una carga genética desfavorable te pones 3 o 4 cucharaditas de azúcar en cada café que tomas, saboreas todas las pieles del pollo asado y te relames con las cortezas de cerdo del aperitivo del fin de semana, estás convirtiendo tus arterias en cañerías atascadas. Ergo, no habrá buena circulación, no habrá buena oxigenación, lo que equivaldrá a muerte celular o, dicho de otro modo, envejecimiento acelerado o prematuro.
En consecuencia, si quieres tener una vejez saludable, a partir de los 50 años cuida tu alimentación y deja de comer cosas "químicas", de abusar de las grasas... Un buen desayuno, un buen almuerzo y una pésima cena son la clave para equilibrar tu medio interno.
VIVA EL TRAGO
Aparejada a la dieta está la bebida. Abandona todas las bebidas gaseosas; esas las pueden tomar los jóvenes y con mesura, nosotros no. Todos esos líquidos tienen carbonato de sodio, azúcar y cafeína. A nuestra edad, estas sustancias vapulean al páncreas y al hígado hasta desgastarlos. Toma mejor limonada, zumos... Hasta la cerveza es preferible ya que se hace con agua hervida, tiene componentes naturales y no contiene sodio.
Por otro lado hay bastante evidencia clínica que demuestra que el consumo moderado de alcohol después de los 50 años mejora la calidad de vida pues tiene 3 efectos definidos: vasodilatador coronario, disminuye el colesterol y es un sedante moderado. En consecuencia, y de forma práctica, a la hora del almuerzo o por la noche, cuando llegues a tu casa y ya no tengas que conducir, pégate un lingotazo. Los licores más recomendados son el whisky, el vino tinto y el aguardiente puro.
En lugar de tomar nitroglicerina para dilatar las arterias, o estatinas para bajar el colesterol, o un valium para estar tranquilo, consigues todo eso con un buen trago. Y si lo haces en compañía de las personas que quieres, el efecto se duplica. Ahora bien, sólo una advertencia: consumo moderado equivale a uno o dos vasos, porque si te pasas todos los días, el efecto es exactamente el contrario y te matará más rápido de lo que te imaginas.
TAMPOCO HAY QUE SER ESTRECHO
Esto quiere decir que todas estas pautas son buenas, pero sin exagerar y, sobre todo, sin dogmatizar. Si haces una barbacoa para tu familia o tus amigos, no vengas con que "no como chorizo porque es muy grasiento" o "mi médico me ha dicho que solo beba 2 copas y punto".
Nada reemplaza la alegría y el placer de compartir con los que te quieren; no hay grasa ni copa que no se pueda metabolizar en una buena tarde de esparcimiento. Los mecanismos de compensación de nuestro cuerpo son aún poco conocidos, pero así sucede: si disfrutas verdaderamente, el "pecado mortal" dietético se transforma en "venial".
NADIE ME QUITARÁ LO BAILADO
Eso es absolutamente cierto porque todo lo que comas y bebas te dejará huella y, cual retrato de Dorian Gray, tu cuerpo lo mostrará en la vejez. Las noches de juerga, los atracones, los excesos de todo tipo harán la vida de viejo muy desgraciada. Y no solamente a ti, sino a tu familia.
PÉRDIDAS
La principal desgracia para un anciano es la soledad. Lo habitual es que las parejas no lleguen a viejos juntas; siempre alguien se va primero, con lo que se desequilibra todo el statu quo que sostenía a los componentes de la pareja. El viudo o viuda comienza a ser una carga para su familia.
Mi recomendación personal es que traten de no perder -mientras tengan lucidez- el control de su vida. Eso significa, por ejemplo: yo decido cuándo y con quién salgo, qué como, cómo me visto, a quién llamo, a qué hora me acuesto, qué leo, en qué me distraigo, qué compro, en dónde vivo, etc. Porque, cuando ya no puedas hacer todo eso, te habrás transformado en un plomo completo, en un lastre para la vida de los demás.
SUFICIENTE
Ya no tengo más tiempo pues el trabajo me llama y he escrito esto en una pequeña pausa de 30 minutos. Espero que os sea de utilidad.
DEFINICIONES:
a. Tercera Edad:
Oficialmente comienza a los 60 años y se supone que termina a los 80, pero no hay consenso.
b. Cuarta Edad o Vejez:
Se inicia a los 80 años y termina a los 90.
c. Longevidad:
Se inicia a los 90 y termina cuando mueres.
(Recibido por e-mail el 6 de marzo de 2012).
Beverly Sherman
(v.pág.83 de la revista Selecciones de abril de 2012).
"La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los 60 años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo 73 años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly...)."
"Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor."
"Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo."
"Cuando cumplí 60 años hice una fiesta en la escuela. Y dije: tengo 2 caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido."
"Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra."
"El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más."
"Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble."
"También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas."
"Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro."
"En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: 'Ahí está la biblioteca nacional'... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando...). Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas."
"En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos."
"Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las 4 etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía."
"Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida."
"La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? El abuelo y la abuela."
"¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario..."
"En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las 2 puntas de la vida se complementan."
"En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas."
"En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido."
"La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura."
"El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los humanos somos todos de la tribu de los 'uterumbas', porque vamos del útero a la tumba."
"Se puede estar en cualquier edad, incluso 70, 80 años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte."
"Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: 'la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos', el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podes construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza."
(Recibido por e-mail el 11 de abril de 2012).
Para un niño del siglo pasado, era muy simple asociar dos cosas que no tenían nada en común y que dificilmente hubieran hecho una mancuerna perfecta de no haber sido por el ingenio de una mente para la que nunca existen límites. Ahora los niños piensan en otra frecuencia aplicada a gadgets, videojuegos y cosas de una modernidad que tan sólo al nombrarla ya se hizo vieja.
Pero quizás algunos de ustedes recuerden lo sencillo que era ver a estas parejas y saber de inmediato qué debía hacerse. Y si no lo sabes, sorpréndete con lo que antes, no hace mucho tiempo, se hacía con 2 objetos disímbolos.
Miguel Ángel Castillo
(v.Yahoo! Noticias del 30 de abril de 2012).
"Sabes, Daniel, cuando yo era niño mi mamá me daba una peseta y con eso me mandaba a la tienda de la esquina. Entonces yo regresaba con 4 barritas de mantequilla, 2 litros de leche, un saco de patatas, 2 quesos, un paquete de azúcar, una barra de pan y una docena de huevos...!"
Y Daniel le responde: "Abuelito, ¿en tu época no había cámaras de vigilancia?"
(Recibido por e-mail el 23 de mayo de 2012).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 5 de julio de 2012).
(Recibido por e-mail el 20 de julio de 2012).
Joaquín Lavado "Quino"
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 22 de julio de 2012).
Piolín cumple 60 años esta semana...
Superman un 'ingo y algo más...
Thor...
Hulk...
La Mujer Maravilla...
Batman y Robin...
...y Spiderman otros tantos...
Mis cuates y yo. Bueno, estos son chavos...
...y nuestras admiradoras. ¡Ah jijos!
La vida es tan corta... por eso rompe reglas, perdona rápido, besa lento, ama de verdad, ríe sin control. Nunca dejes de sonreír, por más extraño que sea el motivo.
Puede ser que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero en tanto estamos aquí, disfrútala ahora que puedes, después ya es tarde...
(Recibido por e-mail el 24 de julio de 2012).
Ha llegado a una edad dorada que no es otra cosa que la época en que todo empieza a arrugarse, agacharse y aperezarse; es el indefectible e incontenible inicio del declinar de la existencia.
No se trague el cuento de que está en su mejor edad.
Eso fue a los 30 y al comienzo de los 40, cuando repetir de todo no sólo no hacía daño, sino que era posible y hasta motivo de orgullo y jactancia.
Pero a los 50 repetir es palabra maldita y prohibida:
Veamos:
¿Repetir matrimonio? ¿Con qué y a qué horas?
¿Repetir cebiche? Agruras seguras.
¿Repetir frijoles? ¿Y los gases qué?
¿Repetir el acto sexual? Será hasta dentro de una semana.
Después de los 50 no hay vuelta posible.
Veamos:
¿Volver a empezar? ¿Con qué tiempo?
¿Volver a ser padre? No sea ocioso.
¿Volver a trotar? Infarto seguro.
¿Volver a nadar? Será a flotar.
¿Volver a cantar? ¡Te ahogas, mi vida!
¿Beber como antes? Párale a la cirrosis.
Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte.
Veamos:
Un catarro es una bronquitis.
Un resfriado es una neumonía.
Una tos es una tisis.
Un golpe, un hematoma.
Un chicharrón, diente partido.
Un dolor de cabeza es un derrame.
Un dolor muscular, gota.
Dolores en las manos, artritis.
Un olvido pendejo, mal de Alzheimer.
Una titiritada, Parkinson.
Un estornudo, tuberculosis.
Una oclusión intestinal, cáncer en el colon.
Un dolor de muelas, cajón a la vista.
Sed, diabetes.
Un kilo de más, escoliosis.
Un kilo de menos, ¿leucemia?
Una orinada a la media noche, ¿será la próstata?
A los 50 lo que no crece se cae. El que sabemos, por ejemplo, fiel cómplice de ternuras en otros tiempos, es ahora perezoso y desvergonzado, especialista en contradecir tus arrestos haciéndote quedar muy mal.
A los 50 todo es peligroso:
Sonarte, fuerte hemorragia nasal.
Visión borrosa, cataratas.
Cerilla en los oídos, otitis.
Insomnio, depresión.
Un cabello en el peine, calvicie.
Un dolor en la nuca, osteoporosis.
A los 50 usted empieza a registrar los teléfonos de ambulancias, servicios de emergencia, cuidados intensivos y cardiólogos. Con discreción empieza a hablar de urólogos y a investigar cómo se hace un testamento; en los entierros ve cómo están de viejos todos sus compañeros del colegio.
Si después de los 50 usted despierta y no le duele nada... es porque está muerto.
Si se enferma del estómago... le tienen que poner suero.
Si frena en luz amarilla... lo chocan por atrás.
Si duda en renovar el seguro de vida... consígase un siquiatra.
No es por mortificarlo, pero es mejor que sea consciente y vaya organizando su testamento. No sea que a su pobre familia le toque decidir todas esas cosas en momentos de apremio. Claro que puede que llegue a los 80, pero no le recomiendo confiarse demasiado y, en todo caso, no será el mismo.
(Recibido por e-mail el 30 de julio de 2012).
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.pág.7 del periódico Mural del 2 de agosto de 2012).
Desde luego que no considero para nada que esto fuera discriminatorio, discriminar lleva implícito un desprecio entre iguales, nadie me discrimina porque no puedo correr los 100 metros en 10 segundos y algunos sí pueden, se habla de capacidades diferentes pero también debe tratarse de incapacidades diferentes, así el que corre a esa velocidad en ese tiempo tal vez no pueda tomarse una botella de tequila sin meter las manos. Las mujeres pueden ser madres, es su naturaleza; los hombres no, por mucha lucha que hagan, y no podemos quejarnos de que nos nieguen el derecho de ser madres.
Lo anterior no produjo para nada ningún desánimo y nos convertimos en apasionados observadores de deportes, lo cual es menos sucio porque se evita la transpiración, si bien eso no abarca todos los deportes y no tenga uno la capacidad de valorar las machincuepas que unas niñas hacen en la gimnasia y otros deportes que no se transmiten salvo en las olimpiadas.
Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 5 de agosto de 2012).
Louise Farnsworth
(v.pág.141 de la revista Selecciones de agosto de 2012).
(Recibido por e-mail el 9 de agosto de 2012).
HEARING AIDS
BAND AIDS
ROLL AIDS
WALKING AIDS
MEDICAL AIDS
GOVERNMENT AIDS
MOST OF ALL,
MONETARY AIDS TO THEIR KIDS!
Not forgetting HIV (Hair is Vanishing).
(Recibido por e-mail el 9 de agosto de 2012).
Ahora lamento los litros de tinta que desperdicié, el montón de puntillas de canutero que trabé, el titipuchal de plumas fuente que extravié y las incontables prendas de ropa que indeleblemente marqué hasta volverlas inservibles, con tal de acatar las rígidas normas de aquellas maestras de primaria que entraban en coma didáctico, cuando nos cachaban escribiendo con el artefacto bautizado con el explosivo nombre de "pluma atómica", que al paso del tiempo aprendimos a identificar como bolígrafos y que, según mis quisquillosas y entintadas mentoras, propiciaban que nuestros nacientes rasgos caligráficos patinaran por todos lados, sin el rigor y los límites imprescindibles para conseguir una fluida e inteligible escritura.
Al cabo de 9 años de práctica, bajo la férrea tutela de sendas maestras, a razón de una por cada año de primaria y secundaria, mi clásica y armoniosa grafología sólo me valió para granjearme la simpatía de mi tía Margosa, quien me tomó de amanuense particular para cuanto se le ofrecía consignar con "buena letra", pero fue absolutamente inútil e insuficiente para que mis alumnos de hoy comprendan las instrucciones que les anoto en el pizarrón, o las observaciones que les hago en sus trabajos. ¿Qué dice aquí?, me repelan con esa hiriente cachaza de quien no se siente obligado a decodificar un extraño garabato que califican como "letra de antes", pero que, ni con su mejor intención, asocian con un rasgo clásico y bien delineado, ¡bah!
Paty Blue
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 12 de agosto de 2012).
Reuniones de amigos, antes y ahora:
(Recibido por e-mail el 14 de agosto de 2012).
El niño pregunta a su abuelito: -Dime abuelito, tú que tienes muchos años, ¿qué es para ti hacer el amor?
El abuelo, de 80 años, responde: -Es muy simple... A los 20 años es MMS... A los 40 años es MMS... A los 60 años es MMS... Y a los 80 años es siempre MMS.
-Perooo... abuelito, tú me puedes explicar: ¿Qué es MMS?
-¡Por supuesto! -responde el abuelo- A los 20 años es mañana, mediodía y siempre por las noches... A los 40 años es martes miércoles y sábado... A los 60 años es marzo, mayo y septiembre... Y a los 80 años es mis mejores sueños.
(Recibido por e-mail el 15 de agosto de 2012).
Es la fecha para las personas de la tercera edad para tomar su examen anual de demencia.
Ejercitar el cerebro es tan importante como ejercitar los músculos. A medida que pasan los años es importante mantener nuestra mente alerta, ¡Si no la usamos, la perdemos!
A continuación esta una manera muy privada de medir cómo está nuestro cerebro en comparación con el examen que tomamos el año pasado. Algunos pensarán que este examen es muy fácil, pero aquellos que tengan problemas de memoria quizás lo encuentren difícil.
Tomen Uds., el examen para determinar si están perdiendo o no la memoria.
En los espacios debajo de las preguntas están las respuestas del mismo color que el fondo, para evitar que las lean hasta que hayan contestado la pregunta. Pásenle el cursor con el botón izquierdo presionado para seleccionar el área y podrán verlas. Ahora, relájense, pongan sus mentes en blanco y comiencen a contestar las preguntas.
1. ¿Qué se pone en un tostador?
Respuesta: "Pan." Si contestaron "pan tostado", dense por vencidos, Traten de no lastimarse y pónganse ha hacer otra cosa...
Si contestaron, pan, continúen con la pregunta #2.
2. Digan 5 veces leche. Deletreen leche. ¿Qué beben las vacas?
Respuesta: Las vacas beben agua. Si respondieron leche, eviten seguir a la pregunta 3; su cerebro ya está sobrecargado y hasta podría calentarse y fundirse. Mejor pónganse a leer los monitos del periódico o a ver telenovelas.
Pero si contestaron agua, procedan a la pregunta #3.
3. Si una casa roja está construida con ladrillos rojos, una verde con ladrillos verdes, azul con ladrillos azules y una amarilla con ladrillos amarillos, ¿con qué color de ladrillos se construye un invernadero?
Respuesta: Los invernaderos se construyen con vidrio, no con ladrillos. Si contestaron ladrillos (de cualquier color), ¿por qué están todavía leyendo estas respuestas?
Si contestaron vidrio, continúen a la ultima pregunta:
4. Sin usar una calculadora - Vas manejando un autobús del DF a Acapulco, en Cuernavaca 17 personas se suben al autobús, en Taxco 6 personas se bajan y 9 se suben, en Iguala 2 se bajan y 4 se suben, en Chilpancingo 11 se bajan y 23 se suben, en Tierra Colorada se suben 12 y se baja la señora de los pollos. Y por fin llegan a Acapulco.
Sin hacer trampa y SIN revisar la pregunta, ¿cuántos años tiene el chofer?
Respuesta: ¡Oh, por el amor de Dios! ¿No recuerdas ni tu edad? ¡Tú vas manejando el autobús!
(Recibido por e-mail el 20 de agosto de 2012).
(Recibido por e-mail el 30 de agosto de 2012).
(Recibido por e-mail el 17 de septiembre de 2012).
Por entonces la fórmula me pareció estupenda: ¡3 gestas emocionantes por el precio de una! Después, ya en Madrid y ante la pequeña pantalla recién descubierta, llegaron mis primeras series propiamente dichas: Investigador submarino, la preferida, protagonizada por el gran Lloyd Bridges como Mike Nelson, pero también El último mohicano, David Crockett, la misteriosa Cinco dedos (que era de espías) y desde luego Dimensión desconocida. Esas las veíamos sobre todo los menores de la familia, pero cuando llegó Perry Mason no faltaba nadie a la cita, ni mayores ni pequeños. Como no había más que un canal y en todas las casas despertaba similar entusiasmo, al día siguiente tanto en el cole como en la oficina se hablaba del episodio de la noche anterior. Perry Mason o El Santo servían para unir a los españoles en un imaginario compartido.
Fernando Savater
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 23 de septiembre de 2012).
Si nos vamos a los cuentos para niños y los dibujos animados, ni les digo. Chorrean mermelada hasta echar la pota. Todo cristo, incluso los malos tradicionales de toda la vida, es ahora bueno y simpático: vampiros, ogros, marcianos, magos, asesinos, bandoleros y demás, son de un entrañable que revuelve las tripas. Hasta las brujas malas -que además suelen estar anatómicamente potables en sus versiones modernas- tienen siempre una escena en la que se explica la razón freudiana por la que la sociedad las hizo perversas como son; e incluso algunas cambian de bando al final, movidas por la compasión y los sentimientos naturales en todo ser humano. Etc. Y qué decir de los malos de pata negra, con solera, como los piratas. Eso ya es para no echar gota. Ahora la única diferencia entre un feroz filibustero del Caribe y un reno de Santa Claus es que el filibustero lleva un parche en un ojo. Si no me falla la memoria, el último malo de verdad en una película de dibujos animados -admirable malo a secas, auténtico, digno, sin mariconadas, malo como Dios manda- era el capitán Garfio.
Dirá alguno de ustedes que qué pasa. Por qué ha de ser negativo que los malos sean buenos. Y a eso responde el simple sentido común: transformar en figuras adorables a todos los personajes que tradicional y universalmente han venido siendo claves para encarnar el mal en la imaginación de los hombres, en las fábulas, relatos y ejemplos con los que nutrimos el imaginario de niños y jóvenes, es escamotear referencias útiles, símbolos necesarios para identificar el mundo que los aguarda, y para sobrevivir en él. Un niño, sobre todo, necesita saber claramente que existen el bien y el mal, e incluso que la misma Naturaleza tiene sus propias maldades objetivas, intrínsecas. Sus reglas implacables. Y que, por todo eso, el mundo, la existencia, son territorios imprecisos, lleno de cosas hermosas pero también de amenazas y enemigos hostiles. De maldad y negrura. A ver cómo van a enfrentarse después a la vida y sus brutalidades unos chicos educados en la idea perversa de que todo lo real o imaginado es bueno, o puede serlo. De que el bien siempre triunfa, los pajaritos cantan y el mal se disuelve bajo la luz de la verdad, el amor y la razón. De que hasta los tiburones, los buitres y las serpientes son bondadosos. De que los malos no existen. Hacerles creer eso es criminal, pues sentencia a muerte, deja intelectualmente indefensos, a quienes necesitarán más tarde mucha lucidez y mucho coraje para sobrevivir en este mundo hostil. En la educación de un niño, la figura del malvado, la certeza de su negra amenaza, es incluso más necesaria que la del héroe.
Arturo Pérez-Reverte
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 4 de noviembre de 2012).
De la vida es ley que a todo lo que nace, crece y se reproduce, le llega el momento de comenzar a declinar. Lo que no ha dictado la existencia es que dicho proceso se nos haga tan corto y que, cuando apenas anda uno pensando en que algún día le llegará la vetustez, ésta ya se nos echó encima y, lo que es peor, que sea el prójimo quien nos advierta que ya andamos en ésas. Y ni cómo perdonar a la tendera de la esquina que, en uno de los días de la semana, cuando me vio llegar cargando mis bártulos de trabajo, quiso indagar con su juvenil desparpajo por qué no me había jubilado ya. Huelga decir que de inmediato la anoté en mi lista de indeseables, como lo hice hace algunos meses, con la dependiente de una farmacia que me preguntó si contaba ya con mi credencial del instituto que presta ayuda a los ancianos.
Empero, cuando me vi recientemente en la coyuntura de ocupar el lugar 150, en la poblada horizontal que aguardaba turno para documentar el refrendo de su licencia de automovilista, como agua de mayo me cayó la observación de una de las ahí formadas, cuando me indicó que las personas de la 3a. edad no debían hacer fila. De entrada, percibí el asunto como un violento chapuzón; era mi debut como sexagenaria haciendo trámites oficiales y no negaré que la moción me cayó de peso, pero éste se aligeró cuando, haciendo acopio de realismo y guardándome mis magullada dignidad, efectivamente pude franquear el ingreso como si fuera influyente y entregué mis documentos al joven gestor quien, desde ese momento, quedó inscrito en mi lista de los sujetos más adorables del planeta.
Con una celeridad inédita, muy distinta a la pachorra con que nos sobajan los burócratas de otras entidades, el joven tomó mis papeles, garabateó algunos datos y levantó la vista para entregármelos. Perdón, ¿cuántos años tiene?, me dijo como si pensara que me los estaría aumentando para sortear el engorroso escollo administrativo. 60 recién cumplidos, le respondí con mi otoñal coquetería y con ganas de que me correspondiera con un "no parece", que finalmente pronunció con una sonrisa por demás gratificante. A partir de ese momento, y en los muchos subsiguientes dentro de la dependencia, amé al departamento de Tránsito por la insospechada amabilidad con la que todos sus operadores nos traen danzando de un lado a otro, pero siempre con comedimiento y reales intenciones de ayudar.
Así que mi debut en el ejercicio de las prerrogativas que me concede mi recién adquirido estatus de sesentona que realmente parece de 59 y medio, fue por demás afortunado.
Paty Blue
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 11 de noviembre de 2012).
Paty Blue
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 16 de diciembre de 2012).
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada 3 meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador 3 veces.
¡Nos están fastidiando!, ¡Yo los descubrí!, ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor... Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.
Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. ¡Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo! Pero por Dios.
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡Toooodo! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Sí, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
Y guardábamos... ¡Cómo guardábamos! ¡Tooooodo lo guardábamos! ¡Guardábamos las tapas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.
¡Tooodo guardábamos!
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡Los diarios!, servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornilla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡ni a Walt Disney!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡Ah! ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.
Eduaro Galeano
(recibido por e-mail el 14 de enero de 2013).
En mi casa había 2, ambas españolas: la Salvat (de lomos colorados) y la Credsa (doradita). Es relevante el dato de la nacionalidad, porque España fue, durante años, el imperio de la edición de enciclopedias en fascículos y el rango de distribución de sus productos alcanzaba incluso nuestros supermercados. Allí, creo recordar que en un Maxi de Chapalita, las adquirió mi familia. No eran perfectas, especialmente para las necesidades de un escolar mexicano: prestaban una atención desmedida a todo lo español, desde luego, y a veces contenían datos muy peculiares. Por ejemplo, la entrada sobre Jesús de una de ellas aseguraba que resucitó y subió al cielo, sin tomarse la molestia de apostillar "según las escrituras" (cortesía que adoptan incluso los textos cristianos), sino presentándolo como hecho científico. Cosas del franquismo.
Había otras en el mercado: la Enciclopedia de México, con los lomos de sus volúmenes recorridos por una culebra prehispánica; también, en las casas de familias adineradas, se llegaban a ver la majestuosa Britannica o su versión castellana, la Hispánica, generalmente con lujosas guardas de piel.
Esas enciclopedias ofrecían, en el mejor de los casos, los datos del momento en que fueron publicadas y su capacidad de actualización era nula (salvo en el caso de la Britannica, que publicaba unas adendas que, me temo, casi nadie tenía). Incluso las banderas nacionales que se presentaban en los artículos se quedaban viejas a las primeras de cambio, por revoluciones o emancipaciones, y acababa uno metiendo la pata al copiarlas para un trabajo. En ese sentido, la posibilidad de actualizar y contrastar datos de la internet lleva, por mucho, las de ganar. Sin embargo, en algo triunfaban las viejas enciclopedias y era en el inesperado placer que deparaban. Podía uno recorrer sus tomos y toparse con decenas temas imprevistos. Por más links o vínculos que posea la entrada de una página web, no hay comparación con las posibilidades que el azar y el orden alfabético abrían para dar con datos fascinantes. En mi caso, por ejemplo, buscar información sobre el espacio para una tarea de ciencias naturales me deparó la historia de Esparta y, acto seguido, la del esclavo Espartaco. Dos cuentos buenísimos sin más relación que la casualidad.
San Google ofrecerá posibilidades infinitas. Pero para quienes frecuentamos las enciclopedias, teclear nuestras búsquedas nunca será lo mismo.
Antonio Ortuño
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 3 de febrero de 2013).
¿Quiénes son estos sexalecentes a los que McCartney representa tan bien? La palabra es una mezcla de sexagenarios y adolescentes. Son adultos que pasan los 60 años y que se alejan de la idea tradicional de sexagenario, se niegan a envejecer, tienen buena salud física y mental, ganas de disfrutar de la vida, cientos de planes y van por más. Antes se les consideraban viejos y hoy no lo son.
¿Qué pasó? Probablemente en 1967, Sir Paul, junto con muchos otros de su generación, imaginaba que su vida después de los 60 sería tranquila y aburrida, como la de sus abuelos. Sin embargo, la esperanza de vida aumentó y también la salud con la que se llega a esa edad. Para poner las cosas en contexto, tan solo 12 años antes de que naciera McCartney, en México la esperanza de vida en 1930 era cercana a los 34 años, en el año 2000 aumentó a 75 y para 2012 era de casi 76. Era lógico que alguien nacido en 1942, como Sir Paul, no se imaginara que en la tercera edad estaría lleno de energía en un escenario y sería más bien como en las películas de Sara García, quien a la tierna edad de 45 años interpretó su primer papel de abuela en la cinta Allá en el trópico, de Fernando de Fuentes, para convertirse en la "abuelita del cine nacional". Hoy los tiempos han cambiado y el concepto de edad y vejez también: Julia Roberts, Elizabeth Hurley y Salma Hayek tienen 45 años y nadie pensaría en contratarlas para el papel de abuelitas.
Desafortunadamente, las palabra sexalescente y sexalescencia no se encuentran aún definidas en un diccionario. En internet, hay poca información al respecto. Básicamente el mismo texto copiado y reproducido miles de veces (el plagio en la red está canijo) que dice: "Nos encontramos ante una novedad demográfica como lo fue en su momento la llamada adolescencia, que surgió a mediados del siglo XX para dar identidad a una masa de niños que habían crecido y que no sabían cómo ubicarse y como vestirse".
Si bien todavía no hay definiciones de este fenómeno, el rock nos da grandes ejemplos de esta mezcla de sexagenarios-adolescentes con ganas de seguir haciendo lo que les apasiona, y de demostrarnos que hay vida -y muy buena- después de los 60. Además de McCartney, tenemos a David Bowie, los Rolling Stones o Sting. Hollywood, que se ha caracterizado por su efebolatría, y durante mucho tiempo parecía que no había vida después de los 50, hoy nos da también varios ejemplos de sexalescencia: ahí tenemos a Helen Mirren, Meryl Streep, Susan Sarandon, Jack Nicholson, Tommy Lee Jones o Anthony Hopkins, que siguen dando la batalla y definitivamente no son la imagen de los clásicos abuelitos de cabellera blanca sentados plácidamente en su mecedora leyendo a sus nietos sobre sus rodillas. Estos famosos sexalescentes, están determinados a demostrarnos que la vida no termina a los 60 y que además es muy buena.
Si miras a tu alrededor verás que conoces a uno o varios sexalescentes. Estos personajes de 60 años o más que no tienen entre sus planes la posibilidad de envejecer en acción y espíritu, se niegan a desaparecer y dejar de crear. Son independientes, curiosos, activos, trabajan desde hace mucho tiempo y les gusta lo que hacen. Algunos no piensan en jubilarse y los que ya lo han hecho, ha sido para disfrutar de su vida y trabajar de otra manera. Tienen experiencia y quieren compartirla. Han vivido muchos cambios y se han adaptado; muestra de ello es que tienen cuentas de Twitter, Facebook y Skype para comunicarse con sus nietos. Han aprendido a enviar correos electrónicos con las noticias, ideas y experiencias. Mis padres son un ejemplo de sexalescencia, en el caso de mi madre, ella no para de enviar correos con Power Points de lugares remotos, y mi padre usa su correo para recordarnos eventos familiares.
Un sexalescente sabe lo que son las presiones de trabajo, el éxito y el fracaso, lo difícil que es educar a los hijos, el amor, el desamor y las decepciones, pero lejos de verlas con amargura, las ve como lecciones y posibilidades. Quizá solo se diferencian de los jóvenes porque han aprendido a sopesar los riesgos y actuar en consecuencia.
En esta sociedad efebólatra en la que vivimos, en que la juventud es valorada como un tesoro, la idea de llegar a la edad adulta puede parecer a muchos una pesadilla. Ni que se diga llegar a ser mayor de 60 años. Afortunadamente, los sexalescentes, como Paul McCartney, David Bowie y tantos otros, nos han demostrado que llegar a los 60 puede ser una de las mejores etapas de nuestra vida. Ellos, con su ejemplo, comprueban que la juventud o vejez no tiene que ver con los años, sino con actitud.
Fernanda de la Torre
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 10 de marzo de 2013).
Don Juan y Don Pedro , dos amigos de la tercera edad, se veían en el parque todos los días para alimentar a las palomas, observar las ardillas y discutir los problemas del mundo.
Un día Don Juan no llegó. Pedro no se preocupó mucho pensando que quizá tuvo un resfrío o algo parecido. Pero después de una semana que Juan no venía, Pedro realmente se preocupó. Sin embargo, siempre se juntaban sólo en el parque o en la cafetería, y Pedro no sabía dónde vivía Juan, por lo que no podía averiguar qué le había pasado.
Pasado un mes, Pedro fue al parque y sorpresa, ¡ahí estaba Juan!
Pedro estaba muy excitado y alegre de verlo y le dijo: -Por lo que más quieras Juan, dime qué te pasó. Juan le contestó: -He estado en la cárcel. -¿En la cárcel?- replicó Pedro, -qué te pasó?
-Bueno-, dijo Juan -¿Te acuerdas de Lupita, la linda mesera morena y nalgona de la cafetería a donde vamos seguido?
-Claro-, dijo Pedro. -Yo la recuerdo. ¿Qué pasa con ella?
-Bueno, un día me demandó por violación. A mis 87 años, yo estaba tan orgulloso que, cuando fui al juzgado, ¡me declaré culpable! Y el maldito juez me sentenció a 30 días de cárcel ¡por mentiroso!
(Recibido por e-mail el 18 de marzo de 2013).
A los 16 años:
A los 21 años:
A los 32 años:
A los 40 años:
A los 55 años:
A los 65 años:
A los 75 años:
Adictos Memes
(13 de abril de 2013).
Aunque la edad nos quiera pasar implacable su cuenta de cobro, vamos a usar estrategias que nos proporcionen dignidad hasta el momento de la despedida:
Recuerde lo que dice Mario Benedetti: "No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento".
(Recibido por e-mail el 9 de mayo de 2013. Espero haber coseguido quitarle todas las faltas de ortografía).
"Juventud divino tesoro" se repite. Un tesoro se conserva, se guarda cuidadosamente, no se cambia. La juventud se disfruta mientras está presente, porque rápidamente pasa. El verdadero tesoro es la ancianidad, que va aumentando y ya nunca se irá.
Es cierto que el joven puede morir y que el anciano tiene que morir y lo único inteligente es aceptarlo y prepararlo. Oponerse y negarlo sólo cabe en el espíritu rebelde e insatisfecho de un joven inexperto, sin conocimiento de lo que es la vida, tesoro maravilloso que, al morir, aumenta. Según la visión cristiana "al morir, la vida se transforma, no se acaba".
La ancianidad nos debe animar a gozar los años que nos queden aquí, a disfrutar lo más plenamente posible la vida, con la gente que nos quiere. A ser más selectivos en el empleo de nuestro tiempo y de las energías que nos van quedando. Ahora me puedo dar el lujo de escoger mis actividades, de rechazar o no aceptar lo que no me gusta. Ya pasaron los años en que tenía que cumplir con obligaciones que me atormentaban o me molestaban. Con perdón de las nutriólogas y dietólogos, me doy el lujo (que siempre me he dado) de comer lo que me gusta, sin preocupaciones del contenido de los alimentos. Cómo me apena que mis alumnas jóvenes se cuiden del colesterol, de la lactosa, de la sal, del azúcar, del chocolate y de miles de placeres de este mundo maravilloso, olvidando la versión bíblica de la creación "y vio Dios que era bueno". Sin querer ofender a quienes se ganan la vida prescribiendo lo que hay que comer, pienso yo que Dios es tan bueno que también llevará con él a las nutriólogas y dietólogos.
Soy un anciano, barrigón y glotón, muy agradecido con Dios que me hizo nacer en un rancho del sur de Jalisco donde no se usaban las ensaladas y los niños bebíamos leche bronca recién ordeñada, comíamos quesos y mil lácteos más. Hasta mi vida adulta supe que existía el yogurt y ahora me asombro de ver en el súper cajas de leche deslactosada y café sin cafeína, es decir que se está viviendo una vida sin vida. En mi infancia, mi padre exportaba miel de abeja a Europa, de suerte que, además del azúcar que se fabricaba en El Ingenio de El Rincón, siempre había en la casa, latas de miel fresca, y ahora me entero de que hay "sustitutos de azúcar". En mi familia nunca hubo un diabético. En fin, pido perdón por este desahogo gastronómico. Creo que la Iglesia medieval se equivocó, entre otras cosas, en eso del ayuno.
Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 24 de mayo de 2013).
¿Llegó a usar corset, faja, pisacorbatas o tirantes? | |
¿Iba a misa de mantilla o con velo? | |
¿Le daba a su mamá un Ramillete Espiritual para el Día de las Madres? | |
¿Su mamá remendaba o mandaba remendar las medias? | |
¿Tomó o le tomaron fotos con cámara de cajón? | |
¿Aprendió a escribir con el Método Palmer? | |
¿Oyó discos de 45 y 78 rpm? | |
¿Le tocaron todavía las misas en latín con el sacerdote dando la espalda? | |
¿Para comulgar tenía que estar en ayunas desde la víspera y tener la absoluta certeza de no estar en pecado? | |
¿Usó brillantina líquida o sólida para el pelo (tal vez Glostora)? | |
¿Había en su casa roperos en las recámaras? | |
¿Había que descongelar con frecuencia el refri' por el montón de hielo que se formaba? | |
¿Era un lujo tener teléfono, que era negro y solía estar en la sala? | |
¿Recibía la leche a domicilio, ya sea por litros o en botellas retornables de vidrio? | |
¿Estaban de moda las películas de Joselito o Marisol, que podía ver en aquellas amplias salas a módicos precios? | |
¿La Pomada de la Campana y la Emulsión de Scott eran casi imprescindibles? | |
¿Los domingos no se podía perder el "Teatro Fantástico" de Cachirulo y los jueves "Cómicos y canciones Adams" con Viruta y Capulina (en blanco y negro por supuesto)? | |
¿Y pocos años después "Los polivoces" y "Ensalada de locos"? | |
¿Usó pantalón acampanado de tela de Terlenka, tal vez de marca Topeka? | |
¿Y ropa de colores psicodélicos? | |
¿Tal vez conoció o incluso usó crinolinas con aquellos vestidos ampones? | |
¿Y un poco más recientemente los fondos? | |
¿Presentó exámenes con regla de cálculo? | |
¿Le daba cuerda al reloj todas las noches? | |
¿Para el sermón el cura se subía al púlpito? | |
¿Escuchó radionovelas como "Kalimán el Hombre Increíble", o tal vez "Una flor en el pantano"? | |
¿Tuvo o conoció los patines de 4 ruedas? | |
¿Fumó "Faros" o "Fiesta" o se daba el lujo de unos "Raleigh"? | |
¿Los grupos juveniles de moda eran "Los Rebeldes del Rock", "Los Teen Tops", "Los Hoollgans" o "Los Apson"? | |
¿Y los cantantes favoritos Angélica María, Enrique Guzmán, César Costa o Alberto Vázquez? | |
¿En vez de semáforos le tocó un policía con silbato en la boca dando el paso en avenidas y cruceros? | |
¿Se recreó con los cuentos del "Llanero Solitario" o de "Memín Pingüín"? | |
¿Leyó novelas de Corin Tellado o las Fotonovelas de amor? | |
¿Le llevaron o llevó serenatas con boleros de Los Panchos? | |
¿Bailó en fiestas o tardeadas al ritmo del Rock, Twist y a Go Go? | |
¿Recuerda las rolas que cantaban estos vejestorios cuando eran jóvenes? | |
¿Se santiguó con agua bendita al entrar y salir de la iglesia? | |
¿Jugó a las canicas, al trompo, a las escondidas, con los vecinos de su calle? |
Si usted contestó afirmativamente a la mayoría de las preguntas de este cuestionario, usted está en la Tercera Edad. Si usted no recuerda alguna de estas cosas, es probable que padezca Alzheimer o demencia senil. Mejor acuéstese tempranito y esté en paz con Dios.
(Recibido por e-mail el 28 de mayo de 2013).
Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 24 de julio de 2013).
La escenografía del programa era tan rudimentaria, que constaba de 2 árboles de cartón (¡un bosque!) y un castillo pintado al fondo del foro. Y no más. Pero cuando "Cachirulo" o alguno de los personajes tenía que ir al rescate de una princesa, por ejemplo, con darle 3 vueltas a los árboles, se dejaba claro, implícito, impecablemente resuelto, que el camino había sido largo, largo, larguísimo. Y nosotros, los empijamados chocolateros estábamos sudando por el enorme esfuerzo.
Los mecanismos que se echaban a andar dentro de nuestra cabeza, pasaban por el fértil y maravilloso camino de la imaginación, y no necesitábamos ver cómo el personaje caminaba durante horas, para saber que había caminado durante horas. No necesitábamos ver al monstruo peludo, con enormes colmillos y ojos inyectados en sangre, para saber que estaba como siempre, oculto en el armario. No necesitábamos ver los pechos turgentes, los ojos turquesa, el cabello de color miel de la princesa para desearla apasionadamente, e incluso, tener húmedos sueños.
Hoy, esos procesos imaginativos están siendo suplidos por la tecnología.
Benito Taibo
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 14 de agosto de 2013).
Barbie ha cumplido 50 años de edad.
Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 7 de septiembre de 2013).
Pero los recursos de mis progenitores nunca dieron para tanto, como tampoco ajustaron para agenciarme, por ejemplo, un compás que no se abriera de patas en su primera intervención, una dotación de plástico grueso suficiente para forrar los libros, en vez del modesto papel manila, una mochila mejorcita que aquéllas de lona dibujada como rebozo de viejita y, desde luego, unos lápices para colorear que no perdieran la punta en el primer recargón sobre los mapas escolares o sobre los libros de figuras que por montones constituyeron mis delicias en una infancia sin televisión.
Ciertamente, mi humilde presente que ni me salió tan barato fue toda una sorpresa, pero no para el agasajado, sino para mí que apenas pude contener las lágrimas de la decepción que me entró cuando advertí el poco, casi nulo, aprecio que el chiquillo mostró hacia el regalo de la tía. Ahí, perdido entre una pila de transformers, superhéroes de acción, costosos balones de futbol, carritos de pilas y pájaros encabritados esperó mi insignificante obsequio para ser tomado y complacer a su nuevo dueño quien, maldita la hora en que se me ocurrió regalárselos, tan rápido como rasgó la envoltura para dar con el contenido, los dejó a un lado sin medio aspaviento partido por la mitad.
Pero hasta parezco viejita nueva, por no asumir con oportunidad que los tiempos cambian y lo de antaño ha perdido vigencia, sobre todo para las pujantes generaciones que no se dan por complacidos con artículos que no traigan chip, pilas, cargadores y pantallas.
Paty Blue
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 29 de septiembre de 2013).
En aquel entonces, el perfil del mexicano era mucho más fácil de definir: de origen mayoritariamente rural y migrante en zonas urbanas; con un nivel de estudio que difícilmente rebasaba el tercero de primaria; prácticamente acrítico y casi impermeable a los movimientos sociales que reclamaban democracia y respeto al voto, entre otras cosas bastante lejanas al mexicano promedio, para quien una persona políticamente activa era cristianamente reprobable.
Si la ideología estaba reservada para unos pocos, el trabajo en cambio, era patrimonio de todos. El lenguaje cotidiano lo prueba: la gente no era rica en posesiones, sino en prole. Los padres de familia no aspiraban a enriquecerse, sino a formar "hijos decentes". La patria no era sólo un concepto de mediados de septiembre, sino un anhelo permanente que se inculcaba a los niños... aunque todo el mundo sabía que los héroes habían vivido en la época de la Revolución y que sólo un idiota podía morir en el altar de la nación.
Palabras más, hipocresías menos, pero el mexicano promedio, tanto el de Tijuana como el de Guadalajara o el de Mérida, estaba convencido de que el trabajo constante le permitiría eventualmente, comprar casa y vocho, acceder a algunos satisfactores, formar una familia y criar algunos hijos y, con suerte, vivir hasta la vejez, aunque tuviera que hacer cola en las clínicas del IMSS para conseguir medicamentos.
Esa era lo de antes. Y para todo alcanzaba.
Eran los años 70.
Un obrero ignorante de la Ley Federal del Trabajo estaba obligado a pagar cuotas sindicales -ni cuenta se daba cuando se las descontaban- y estrenaba botas y overol cada 1 de mayo. Fuera de eso, su vida estaba casi asegurada.
Pero justo en aquella década iniciaron las crisis económicas.
Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo... luego Fox y Calderón. Hijos del presidencialismo que vino en declive pero, sobre todo, herederos de un neoliberalismo que hoy es incontenible y salvaje; que no tiene rostro mexicano ni patriótico, sino que cruza los océanos e igual se estaciona en las manufacturas chinas que se alimenta de las importaciones estadounidenses de materias primas.
Existen realidades tangibles y sólidas, como la pobreza oficial de 57 millones de mexicanos; la desigualdad en la distribución de riquezas que lo mismo nos da municipios paupérrimos que millonarios del planeta; la decadencia de Petróleos Mexicanos y la voracidad de la burocracia que se traga, cada año, más del 70% de los recursos del Gobierno de la República.
Pero hoy, por más que se trabaje y se sufra, un obrero no avanza ni con la prepa, no compra casa ni con horas extra, y no es patriota... ni sabe qué es eso.
Jorge Octavio Navarro
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 1o.de octubre de 2013).
Lennon, quien el mes pasado cumpliría 73 años de edad, luciría verdaderamente irreconocible, como un señor mayor lleno de arrugas; mientras que su mujer, Yoko Ono todavía sigue con la misma chispa, bailando, haciendo reír, mostrando orgullosa sus 80 años de edad.
Esta foto del "Beatle inteligente" luce mas bien como un profesor de escuela, con su saco y su cuello de tortuga -no una camiseta de New York-. El cabello es la parte más peculiar, un corte nada revolucionario, ni romántico, con señales de calvicie.
Lennon jamás se pondría una ropa como esa, pero está simpático de todas formas.
Por otro lado la foto de Elvis Presley captó perfectamente su sonrisa, aunque con sus 78 años de edad, posiblemente sus dientes no lucirían tan blancos. El famoso cabello del rey del rock, ya canoso, lo conservaría intacto... no se le habría caído ni uno.
Sin embargo, para un hombre que murió a los 42 años de edad de un infarto después de haber engordado tanto, luce demasiado saludable.
(V.Yahoo! Noticias del 27 de noviembre de 2013).
En lo particular, creo que no heredé la sensibilidad auditiva de mi madre o ya terminé asumiendo que los tiempos han cambiado y que la libertad prosódica campea a sus anchas por doquier. No negaré que he aprendido mucho de las modernas "hablas" juveniles, porque me han obligado a desarrollar la insospechada habilidad para el ejercicio de la traducción simultánea, pero tampoco voy a soslayar que no son mis orejas, sino la mata capilar completa, la que se me erizó recientemente cuando, en plena y concurrida cafetería universitaria, escuché a una moderna damisela expresarse en los términos altisonantes, soeces y vulgares que ni a un desparpajado rufián le había escuchado y por los que hasta un carretonero pintaría su raya.
Paty Blue
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 8 de diciembre de 2013).
El Duque de Tlaquepaque
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 21 de diciembre de 2013).
Cuando observo todas las necesidades que hemos creado, la cantidad de productos que hoy consumimos y que los hemos hecho imprescindibles en nuestras vidas, recapacito en la calidad de vida que en la actualidad vivimos.
En mis recuerdos de infancia vienen mis regalos de Navidad, que eran pizarrones con tiza, rompecabezas, canica, patines, pelotas, juegos de té, muñecas para recortar.
Lo importante entonces era el juego, no el juguete. Cómo nos divertíamos con estos sencillos juguetes accesibles y económicos, que nos entretenían por horas y horas.
Cuando observo los juguetes de los niños de hoy, me admira la complejidad y el costo de éstos. Pero más me admira la rapidez en la que los niños están de nuevo aburridos, sin nada qué hacer. Si no están concentrados al grado de zombis en un aparato digital, tienen cara de fastidiados y enojados.
Así, también los adultos hemos convertido el consumismo en una esclavitud. La obsolescencia programada de los aparatos electrónicos y digitales nos ha convertido en seres consumistas y pendientes de la última novedad, en una espiral interminable y adictiva.
Apenas se va uno acostumbrando al nuevo teléfono, cuando ya no carga bien la pila, cuando ya salió el nuevo y así... el cuento de nunca acabar. ¡Y allá vamos a comprarlo! Porque ya nos introdujeron a este juego del consumo. Qué difícil es sustraerse y no caer en la tentación del consumismo.
Y resulta que los lujos a los que aspiraban nuestros ancestros eran comprar un automóvil para la familia, cambiar de muebles, viajar en avión, ir a la universidad, comprar una casa, ¡eran verdaderos lujos!
Y los lujos a los que aspiramos hoy, para nuestros abuelos eran algo natural, tales como: respirar el aire puro y fresco, tomar agua de manantial o agua pura, sin contaminación. Comer comida sana, sin plaguicidas, ni colorantes, ni hormonas artificiales, ni conservadores. Comer pollo sano, porque lo criaban en casa, con maíz. Comer pescado limpio porque los mares no estaban contaminados. La leche era un alimento bueno, ahora nos hace daño por el alimento que le dan a las vacas.
¿Más lujos? Andar en bicicleta sin que nos atropellen; vivir en pueblos pequeños, seguros; hacer caminatas en el entorno de casa; que los niños estudien cerca del hogar, con educación personalizada y con valores; que se coman una zanahoria sin peligro de que el cloro con la que las blanquean los intoxique.
¿Cuánto cuesta, hoy en día, comer sano para prevenir enfermedades? ¡Es un verdadero lujo!
¿Cuánto cuesta aislarnos de la contaminación del aire, del agua, de los alimentos, para sobrevivir más años sin enfermedades letales?
Simplemente, para respirar y comer puro tendríamos que irnos a vivir a ¡otro planeta!
¿Verdad que los lujos han cambiado?
Trinidad Terrazas Gastélum
(v.pág.25 del periódico Milenio Jalisco del 10 de enero de 2014).
Pero entre caricatura y caricatura pasaban algo más que comerciales. La verdad no recuerdo en qué momento comencé a ver al "Tío Gamboín". Supongo (no se lo he preguntado a mi padre) que encendían la tele para entretener al bebé y al bebé le pareció que aquella especie de abuelito bonachón era su pariente. Quizá le llamaba la atención la colorida vestimenta: el saco rojo lleno de figuras. No había forma de no ponerle atención.
Ya más crecidito, en los principios de la primaria, entendí que ese era "El Tío Gamboín" y que para ser su sobrino no bastaba como con los otros tíos, sino que había que enviar una carta para pedirle que nos anotara en su libretota. Y por supuesto que lo hice. Él aparecía en su segmento, entre caricatura y caricatura, para anunciar los nombres de sus nuevos sobrinos. También felicitaba a los que se portaban bien y hacían la tarea.
David Izazaga
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 12 de enero de 2014).
Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 25 de enero de 2014).
Es en esos estadios entre la realidad y el limbo (señal inequívoca de que la transmisión mental nos anda patinando) que me da por recordar en retrospectiva toda aquella retórica setentera con que definí mi vida, trepada en la cúspide del idealismo juvenil, el espíritu contestatario de las canciones de protesta, los inspirados jirones del diario del Che Guevara y los hitos poéticos de Gibrán Jalil, y tracé planes y consignas para un futuro que veía tan incierto como lejano.
Fue entonces, en mi revolucionaria conciencia que se volvía burguesa con las melodías de los Beatles, que proclamé que me uniría libremente con quien eligiera, sin que mediara documento alguno; que respetaría y alentaría a mis potenciales hijos, si éstos quisieran abrazar la vocación de taqueros, siempre y cuando fueran los mejores en el gremio y que, llegado el entonces muy distante momento de envejecer, lo haría con la majestuosa dignidad de una de esas divas hollywoodenses cuyas canas nunca se ahogaron en tintes, ni permitieron que el bisturí tocara sus ajadas carnes. Empero, sólo por si acaso, me casé por todas las leyes conocidas, casi me infarté cuando mis hijos optaron por la música como carrera y oficio y es hora que no le encuentro lo digno a eso de envejecer, cuantimenos cuando quienes nos rodean, en un desafortunado lance de piedad mal entendida, nos transmiten su mortificación porque todavía nos ven madrugando y trajinando para ir a trabajar, y nos preguntan poniendo cara de angelito de estampita por qué no nos hemos jubilado.
Como bien dijo otro de los asiduos habitantes de mi juvenil acervo, Antonio Machado, cuyos textos musicalizados por Serrat entoné mil veces, "lo nuestro es pasar", pero no me simpatiza que me anden carrereando, ni que me compartan su percepción de que mejor haría yo sentándome al sol en un equipal, con una frazada cubriéndome las piernas y sobándole el lomo a Hortensia y Grizabella, mis apreciadas felinas, mientras veo a las hormigas que descienden por el árbol o a las hojitas rodando por el viento.
Paty Blue
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 26 de enero de 2014).
De antaño, que sí, cuando todavía se recibían clases de caligrafía y ortografía. Cuando en los útiles escolares se incluían los trastos de escritura que menciono, y ya con lujo, la bien recordada pluma fuente, pomposamente llamada "estilográfica", en cuyo depósito de bomba se succionaba la tinta para cargarla y plasmar en el papel, no sin cierto cuidado para que el líquido no se expandiera, lo que de hacerse, obligaría al uso del "secante" para no manchar ni mancharse.
Sí, de antaño, cuando apenas se vislumbraba el descubrimiento de la pluma "atómica", que no era otro que el naciente entonces y hoy conocido con el nombre de bolígrafo.
Recuerdos, pues, cuando resulta por demás claro que en el hoy, las computadoras son casi ya un apéndice de nuestro ser, que contrasta en fondo y sentido, al sentido y fondo de la escritura a mano, cuando esta es diversa, de toque individual que marca diferencia a unos de otros.
Soy, reconozco, de la generación de la letra "Palmer", por muchos mejor conocida como "inglesa", que al dominarla por sus elegantes formas y giros para escribirla, llamaban la atención distinguiendo al que la emplea, con la frase que sentir orgullosos nos hacía cuando se nos decía: "Pero qué bonita letra tiene"...
Empero, vendría pues la evolución, perdiéndose la esencia atractiva y estética de la letra cursiva, tan desplazada por la vulgarmente tradicional actual que es la "de molde".
Quienes aprendimos de infantes que la escritura responde a la voz interior de cada quien, reconocíamos que las letras cursivas nos daban emoción al escribirlas, pues exigían componer la frase mentalmente antes de plasmarla revelando personalidad y carácter, requisito que la computadora no sugiere, razón por la que los jóvenes prefieren la homogeneizada letra de imprenta.
Para muchos la escritura a mano tiende a morir porque realizarla "lleva tiempo", reconociéndola en la actualidad casi como un arte perdido.
Perdido arte en la época en que el objetivo es expresar el pensamiento con la mayor rapidez posible, en sacrificio de la artesanía por la eficiencia y... Y la belleza por la velocidad.
Menos mal que aún en el hoy, todavía se firma a mano, aunque vaya usted a saber, por cuánto tiempo más...
Francisco Baruqui
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 17 de febrero de 2014).
Douglas Adams
Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 1o.de marzo de 2014).
También cambiaron las ideas dominantes entre los profesores. Las viejas representaciones de batallas y masacres fueron dejadas de lado en muchas escuelas en favor de otro tipo de festivales. Cosas como la Navidad, la llegada de la primavera y hasta el Día del Árbol comenzaron a desplazar a los viejos incidentes épicos. La generación de mis sobrinos usó pocas carrilleras y muchas coronas de flores. En vez de mandar al chiquillo a clases ataviado como un cura Matamoros en miniatura, los padres de familia debieron improvisar trajecitos de abeja, ahuehuete o reno para ponerse al día.
A estas alturas, y aunque el PRI ya regresó al poder, del añejo y acomodaticio nacionalismo escolar queda muy poco. En el festival escolar típico de la generación de mis hijas se bailan canciones de Rihanna y se dan mensajes sobre la diversidad. Y si a los niños les pintan bigotes y patillas de insurgente es sólo para que se parezcan al cantante de The National, cuyas lánguidas piezas han desplazado de escena a los tremebundos acordes de la Marcha de Zacatecas.
Fuimos entrenados para entender la patria como una sucesión de estampitas; ahora lo somos para visualizarla como un lugar donde se puede comprar cappuccino.
Antonio Ortuño
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 21 de marzo de 2014).
Los bienevales y los celulares no son las únicas novedades para los adolescentes de hace 60 años. Otros elementos “supernormales”, como dicen los adolescentes de ahora, eran desconocidos para nosotros: los supermercados o grandes almacenes donde se venden por igual medicinas y licores, camisas y calzones, alimentos, artículos de limpieza, bicicletas y colchones.
El 1er. supermercado, y muy pequeño, del que tengo memoria en Guadalajara se estableció por la avenida Juárez, cerca del templo de El Carmen, hacia 1947. Me llamó la atención ver un lugar donde vendían comestibles envueltos en bolsas cerradas de plástico y de papel. Me impresionó el orden y la limpieza del lugar. Convencí a mi mamá de que lo visitara. Una tarde, mi mamá y mi papá tomaron su gran bolsa de ixtle multicolor y fueron “al mandado” al lugar que tanto les recomendé… No tardaron mucho en regresar, con la bolsa vacía y muy enojados. Mi mamá no se contuvo: “¿qué crees? Todo en bolsas que dizque de un kilo. ¿Cómo sabes que es un kilo, si no viste cómo lo pesaban? Luego no puedes tú tentar el frijol, no sabes cómo está “. Pero lo que más indignaba a mi mamá era que no se podía regatear como en el mercado. “Pos qué modos, te dan un precio y ya”.
Mi mamá vivió los años en que los grandes almacenes comenzaron a borrar las panaderías de barrio con sus maravillas de antes: las chorreadas, las chilindrinas, las trompadas, los calzones, las revolcadas, los cocoles, los enredos, los puerquitos, las semitas, los picones. Recuerdo perfectamente una tarde en que acompañé a mi mamá al Santuario y, al regresar, pasamos por una panadería cercana y compramos una bolsota de pan: 2 piezas por 5 centavos y al final nos dieron “la ganancia y el pilón”, es decir 2 piezas de regalo. Además muchas panaderías entregaban el pan a domicilio: el panadero, en bicicleta, haciendo maravillas de equilibrio, llevaba sobre la cabeza un chiquigüite cubierto con un mantel con el pan recién horneado, y simultáneamente llevaba también una “tijera” de madera sobre la que colocaba el chiquigüite para que la señora o la sirvienta escogiera el pan.
El pan no era lo único que se entregaba a domicilio, también la leche recién ordeñada. Los niños y los adolescentes de antaño bebíamos leche bronca y no sabemos de enfermedades modernas como el rechazo a la lactosa y otros achaques que padecen ahora los jóvenes de sistemas digestivos subdesarrollados. Recuerdo también que en los barrios se anunciaba la leche de burra “para las mujeres que están criando”. No olvido los carritos que vendían camote y calabaza tatemada: se anunciaban con una especie de silbato muy peculiar.
En mi infancia y adolescencia nunca comí carne congelada: todo era fresco. La modernidad actual de comer pollo y chicharrones importados era algo desconocido. Existían los mercados y los tendajones de barrio donde se compraban verduras y legumbres frescas de las huertas que rodeaban la ciudad. Todo esto también lo ofrecían las “marchantas” que iban de casa en casa ofreciendo, además fruta de la estación: naranjas, mandarinas, mangos y ciruelas de la barranca, chicozapotes, y en mayo las delicias únicas de las pitayas de vivos colores y sabores únicos. Los tejocotes y las guámaras eran satanizadas por las mamás por sus efectos digestivos. Los tendajones o tienditas de la esquina tenían sus listas de deudores y de encargos: eran parte de la familia.
Jesús Gómez Fregoso, historiador y catedrático de la Universidad de GuadalajaraNo sólo jamás estuve cerca de ser arrollado por un automóvil sino que recuerdo específicamente haber jugado largos partidos de futbol en todas las modalidades posibles (gol gana, penalitas locas, portero ambulante y chuladas del estilo) sin que fuéramos, mis compañeros de partido y yo, más que muy ocasionalmente molestados por el paso de los vehículos. La mayor parte de las personas se estacionaban en la cochera de su casa y sólo los visitantes se quedaban afuera (hablo de generalidades, porque seguramente habrá quien careciera no sólo de sitio para dejar el coche sino del coche mismo, aunque la ciudad era más caminable entonces y el transporte público servía para irse defendiendo, aunque también recuerdo que desde entonces la gente se quejaba de malos tratos, apelotonamiento en los pasillos y salvajadas de los choferes; no era raro, de hecho, ver racimos de pasajeros colgar del estribo de los autobuses en las llamadas “horas pico”).
La primera señal de que algo estaba por cambiar la tuvimos el día en que una pickup del tamaño de un vagón del ferrocarril apareció justo en la servidumbre frente a casa. Los vecinos le habían comprado ese mastodonte a su retoño, que estudiaba agronomía, y no hubo cupo en su cochera para albergarlo. Hubo que irse a jugar más allá. A partir de ese día, como si brotaran honguitos a la llegada del sol y tras una tormenta, el mal se extendió por toda la calle. Los ricos le compraban a su esposa una de esas protocamionetas con los costados revestidos de falsa madera; los que menos recursos tenían, agregaban algún vehículo de trabajo (un camioncito de redilas, una rambler repleta de cajas de cartón e incluso un taxi) al propio. Ya para entonces, jugar en la calle obligaba a hacer más piruetas que un jugador brasileño y uno debía especializarse en salvar y desatorar los balones que terminaban por rodar debajo de los autos.
Un par de años después, la inundación de automóviles ya había provocado que cualquier posible partido callejero tuviera, por necesidad, más pausas que un juego de futbol americano televisado. Alguien llegaba a su domicilio, alguien salía de él, alguien más se limitaba a pasar, con el mofle retumbando como una cañonera, y era necesario detener el balón y hacerse a un lado, así estuviera uno a punto de meter el gol del desempate, para que no se lo llevaran por delante.
Hoy día, caminar por la ciudad se ha vuelto un deporte de alto riesgo. La plaga motorizada ha triunfado.
Antonio OrtuñoEstudié en escuelas públicas. En ese tiempo era posible la educación en el aula del estado y competir, si fuera necesario, con posibilidades de triunfo, ante alumnos de escuelas privadas. Mi maestra Eustolia me vio llegar al salón de 3o. y de 5o. con mis útiles, así se les decía a los cuadernos, libros, reglas, dentro de una mochila que olía a boñiga de vaca. Yo insistía en dejar la mochila en casa para que se oreara y perdiera el olor a mierda, pero una orden fulminante me obligó a llevarla desde el primer día de clases a la escuela. Ya he contado el apotegma que regía el sistema educativo de Eustolia:
-El que quiera estudiar que estudie, y el que no, no.
Eustolia estaba armada para enseñar la lógica, pero solamente enseñaba a sumar, restar, dividir, leer, geografía, civismo y deportes. Pico della Mirandola la habría admirado. Era gorda, bragada, y controlaba al salón como si fuera toda ella una Procuraduría General de la República.
-Hernández, pase al pizarrón y resuelva el problema- decía Eustolia no sin cierta sonrisa sardónica.
Hernández no sabía nada. Entonces la maestra pedía 2 mochilas, una de ellas la mía, que olía a caca, y le pedía a Hernández que las cargara el resto del día. Un castigo ejemplar por la ignorancia de las peras y las manzanas. Eustolia era inexorable. Aún no llegábamos a ese momento de los valores democráticos en el cual los alumnos torturan a los maestros y los amenazan con llevarlos al Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación si los reprueban.
El egoísmo era el peor enemigo de Hernández. En el recreo compraba bolsas de harina blanca en forma de charritos y papas y las atesoraba como un avaro en un rincón del patio escolar. Los compañeros de clase le pedíamos trozos pequeños de chicharrones Cazares, un manjar, y Hernández escupía sobre sus chicharrones. Nadie quería comer chicharrón con flema de Hernández como si fuera el dip de la botana. Pinche Hernández.
En 6o. año, Lázaro recibió a un grupo de niños en pubertad, un escándalo. Lázaro sabía cosas y algo más, siempre traía con él una novela. Fue la primera vez que vi un ejemplar de La región más transparente de Fuentes. Gumaro fumó un mediodía en el baño. Lázaro lo descubrió, le quitó una cajetilla de cigarros Impala al tiempo que le recetaba un zape de padre y señor nuestro en la cabeza. Gumaro, expulsado, adiós a Gumaro. Cuidado con Lázaro.
La última vez que fui al baño de la escuela José Mariano Fernández de Lara, yo tenía 8 años. En 6o. de primaria decidí que no volvería nunca más. Gumaro torturaba a los más débiles. Bullying sería una palabra suave para contar lo que contaban que ocurría en los baños. Nunca quise averiguarlo de cuerpo presente. A Nava le habían quitado los pantalones, a Souza le rompieron la nariz de un botellazo, a Hernández le quitaron toda la harina blanca que llevaba consigo. Dos niños cuyo nombre guardaré en mi memoria fueron descubiertos en actos sexuales que les costaron apodos terribles, lo menos que les dijeron fue que les gustaba el caldo de oso.
-Ahí vienen los ositos, péguense a la pared- estoy oyendo la denuncia.
Delfina lograba un silencio absoluto en el salón de clases. Traía una vara de membrillo, así le decían. Delfina tenía el don de la ubicuidad. Si te sorprendía hablando en clase, aparecía como un fantasma y de inmediato sonaba un varazo que rompía el aire y terminaba en la espalda; si te quejabas, dos. No quiero hacer el elogio de la violencia como método educativo, pero con Delfina aprendimos de memoria las reglas de ortografía, nunca las olvidé: palabra grave terminada en ene, ese o vocal, no se acentúa. Todavía, cuando cometo una falta ortográfica, pienso que Delfina me dará un varazo de antología.
Si recuerdo esos años no puedo sino parafrasear a Albert Camus y escribir que las grandes lecciones de moral las recibí en una escuela pública, en el salón de clases, en el patio y en el temible baño escolar. Pinche Hernández, escupía sus chicharrones.
Rafael Pérez GayYa no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible. En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición. No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar. Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia.
Meryl StreepEl Duque de Tlaquepaque
(v.pág.5-B del periódico El Informador del 19 de julio de 2014).
Ahora que estamos un poco más viejos tenemos la impresión de que vivimos en paquetes que se cuentan por décadas y no como cuando éramos jóvenes que lo vivíamos por meses o días.
Ahora cuando les preguntamos ¿hace cuánto que no nos vemos? ¡Zas!, resulta que nos dicen que fue hace 20 años! o ¿te acuerdas cuando estuvimos en Londres? ¡Órale…, fue hace 12 años! o como les preguntamos una pareja de amigos: ¿cuántos años llevan viviendo juntos? y la respuesta en coro fue "¡hace 10 años!" y, así, todo lo medimos por décadas.
Martín Casillas de AlbaLa semana pasada compré un producto que costó $158. Le di a la cajera $200 y busqué en el bolsillo $8 para evitar recibir más monedas. La cajera tomó el dinero y se quedó mirando la máquina registradora, aparentemente sin saber qué hacer.
Intenté explicarle que ella tenía que darme $50 de cambio, pero ella no se convenció y llamó al gerente para que la ayudara. Tenía lágrimas en sus ojos mientras que el gerente intentaba explicarle y ella aparentemente continuaba sin entender.
Me di cuenta de la evolución de la enseñanza desde 1950 y de las condiciones actuales que se manejan en muchas escuelas, tanto en el ámbito académico como en el trato a los alumnos, (ahora los mocosos, aparte de inoperantes son "intocables", aportando las instituciones educativas generaciones déspotas y nefastas a la sociedad).
Vean cómo fue el cambio en el área matemática, las preguntas eran así:
(En Facebook el 20 de agosto de 2014).
Nos imaginábamos a nosotros mismos como aquellos que habrían de cambiar al mundo. Imaginábamos un futuro luminoso lleno de aventuras, donde saltara la pasión como un conejo a la vuelta de cada nueva esquina.
Hacíamos ladrillos imaginarios para construir la casa donde habitara algún día el hombre nuevo.
Éramos sin duda muy jóvenes, un poco ingenuos, muy echados para adelante. Creíamos firmemente en la amistad, la solidaridad, la revolución que tendría que venir del pensamiento. Usábamos palabras poderosas y despreciábamos el canon, lo establecido, la sociedad de consumo.
Nos llevábamos de a cuartos con Janis, con Hendrix, con Mick. Teníamos de nuestro lado la espada de Sandokan, los fragmentos de un discurso amoroso, los cañones que suenan al final de la 1812, el poema 20, a los hermanos Marx (sobre todo, Groucho y Carlos), una guitarra que disparaba sueños, las barricadas de París, la Plaza de las Tres Culturas y unos zapatos que lo aguantaban todo.
Y en el camino se nos fueron acumulando las obligaciones, las deudas, los hijos, los contratos, el día a día, el despertador, la despensa y otras maldiciones varias.
Benito Taibo"Soy marxista por parte de Groucho", solía decir un amigo. Por mi parte, me declaro plastimarxista. Es decir, soy uno de aquellos que crecieron con juguetes producidos por la marca mexicana Plastimarx entre 1957 y 1979 (estas precisiones no las sé por haber hecho profundas investigaciones sino porque las leo ahora mismo en el Dios Google).
La marca existe aún, como propiedad de una fábrica en Puebla, pero nunca alcanzará el peso cultural que tuvo en aquella época (y es que las empresas gringas, a las que se les compraban las licencias entonces, ahora venden directamente sus monos en el país).
Plastimarx tenía entre sus colecciones a varios de los héroes de mi infancia: el Capitán América, Iron Man, el Llanero Solitario, Spiderman. También a monstruos distinguidos, como los de la serie de homenaje al estudio de cine Universal. Tuve por años a uno de ellos: La Criatura de la Laguna Negra, una mezcla de pescado, reptil y amenazante fanático de los Pumas vaciada en plástico de color morado y que, aunque no tenía articulaciones, se las arregló para noquear a los ídolos de mi colección con sus patotas palmípedas.
La era de Plastimarx (y su competidora, Cipsa, que comercializaba los Kid Acero y los muñecos de El Planeta de los Simios) terminó a principio de los 80 y dio paso a marcas como Lily Ledy y Ensueño, y a juguetes más complicados, con más articulaciones y ropita y que hacían ruidos y hasta volaban.
El mundo podrá haber elegido esos cacharros con luces que nos controlan pero siempre nos quedará La Criatura de la Laguna Negra como una honorable memoria de libertad.
Antonio Ortuño-No encuentro mis lentes, los dejé aquí y desaparecieron- me oigo decir con frecuencia de escalofrío.
Antes de romper en 5 pedazos la paciencia de mi hijo, él me dice, no sin melancolía: -Los traes puestos.
Entonces me encierro en mi cuarto tragándome a dentelladas toda la ira del Rey Lear. Walter Benjamin estaba convencido de la existencia de un jorobadito que le jugaba bromas, le escondía objetos, provocaba erratas en sus textos. Lo persiguió toda su vida sin suerte, nunca lo alcanzó. Me he persuadido de que en la casa de usted habita un pelotón de jorobaditos.
Llevo 7 años, 4 meses y 8 días sin fumar. Los últimos encuentros con el cigarrillo fueron un tormento. Perdí varias cajetillas con sus respectivos encendedores. Las di por desaparecidas, les puse epitafio y toda la cosa. La otra noche, sin razón alguna, metí la mano debajo del colchón de la cama y encontré una de esas cajetillas de cigarrillos con un encendedor rojo. Así es la vida, se sabe, te entrega tarde todo, cuando ya no importa y te has mudado del caserón abandonado del viejo deseo.
No fumo, pero uso lentes oscuros. Sé lo que piensan armados de poesía: éste es un mamón. Puede ser, pero les recuerdo que me operaron de cataratas en ambos ojos y el oftalmólogo ha recetado lentes oscuros pues la luz entra como un río de luces indomables al cerebro.
-Perdí mis lentes oscuros- se oyó un genuino grito desesperado.
Ustedes no tendrían por qué saberlo, pero se trata de unos Ray-Ban auténticos, como diría mi padre. Los lentes de estas gafas de sol poseen una elevada precisión óptica y son resistentes a los impactos de los rayos UV. Se han ido para siempre, pensé, me entregué a la melancolía y renuncié a la búsqueda.
A la mañana siguiente, sobre la superficie de una mesa de la sala, mis lentes Ray-Ban me miraban. Pregunto: ¿no hay algo raro en todo esto? Quizás una presencia, alguien que se manifiesta de esta forma y pretende enviarme mensajes del más allá.
-Aquí dejé las llaves del coche y el iPad, pero han desaparecido inopinadamente- me gusta decir inopinadamente, cada vez que puedo traigo la palabra a mi vida.
Primeras detenciones. Rosita, nuestra trabajadora de toda la vida, no puede ver algo sin moverlo de lugar, posee una pasión por los movimientos indeseados, las migraciones injustas, las fronteras de humo.
-No los he visto- me dice -para nada.
Recorro las habitaciones, entro a la cocina, salgo de la cocina, entro al baño, salgo del baño. Nada. Abro el refrigerador, cierro el refrigerador. Se sabe de personas que han guardado en el refri objetos que no pertenecen al frío y no necesariamente han terminado en el manicomio. Nada. De pronto, ante mis ojos, como si aparecieran detrás de un telón que existe solo para mis ojos, las llaves y el iPad. Pinche jorobado, pienso.
De los libros que aparecen y desparecen cuando les da la gana podría escribir un texto largo, una crónica de la desgracia. Cuando le preguntaban a Monsiváis cómo hacía par encontrar un libro en su biblioteca, él respondía que lo mandaba comprar. Así lo he hecho varias veces. No falla: quien necesite un libro de sus libreros, no lo encontrará nunca.
He intentado engañar al jorobado, o al fantasma, o al destino oscuro de los objetos. Pienso en un libro, pero declaro la necesidad de otro muy distinto. Entonces desaparece el libro mencionado y el libro verdadero cuyo título retengo en mi mente no se mueve de su lugar. Un método complicado si usted quiere, pero efectivo.
A veces creo que voy a volverme loco. Pinche jorobado.
Rafael Pérez GayDeleites que vendían a la salida del Expiatorio y que nunca más volví a encontrar en ningún otro sitio.
Los dulcecillos de marras eran algo así como unos trocitos cilíndricos, de color amarillito, envueltos en celofán, y también había unas bolitas que les llamaban de leche quemada y otras más en color rojo que, dado que traía incrustados algunos pedazos de cáscara, nunca dudé que fueran de tamarindo, aún cuando más bien me sabían a canela. Años después, alguien me informó que estaban hechos con miel, pero de lo único que puedo dejar constancia es de que su dureza daba para bailotearlos entre la lengua por un buen rato.
Ciertamente, ya no estoy para excesos, pero con lo golosa que soy y lo antojadiza que me he vuelto, me siento dispuesta a ofrecer una jugosa recompensa (como, digamos, mi gratitud eterna) a quien me pudiera dar razón, por ejemplo, si existe todavía y anda por las calles algún vendedor de turrón, como aquél que de tarde en tarde deambulaba por el barrio, cargando un tablón coronado con un sólido amasijo, ora rosa, ora amarillo, y que con sorprendente agilidad colocaba sobre unas patas de tijera, para cortarlo en raciones de a diez o veinte, por medio de un certero machetazo. Luego, lo colocaba sobre un papel de estraza y lo rociaba con abundante limón que, si no era cabalmente absorbido por el papel, escurría por el brazo del glotón en turno que lo recuperaba a lengüetazos, ¡mmmm...!
Tal vez muy pocos (cada vez menos) compartan el gozoso recuerdo de los mazapanes envueltos en estaños multicolores que luego alisábamos e insertábamos en los libros de texto; de los cucuruchos con pingüicas enmieladas, de las paletas Mimí o los chicles Yucatán; de los toficos de cajeta y las cocadas tricolores; de las buenas jericallas en tazas desorejadas, pero sin vainilla y sin refrigerar; de los pirulís rojos, los chocolatines con figuras de animales y los chicles de bola; de las peligrosísimas cerbatanas de vidrio rellenas con grajeas de tres colores y las llamadas varitas, de manzana o tejocotes, tan prohibidas para mí porque, según mamá, estaban todas polveadas y mosqueadas. En ese dulce mundo crecí y sobreviví sin Hersheys, Braches, Wrigleys y M&Ms.
Paty Blue
La vejez llega cuando no te importa a dónde vaya tu esposo, siempre y cuando no tengas que ir con él.
AnónimoLa vetustez no me empuja todavía a la desfachatez de afirmar que tiempos pasados fueron mejores, pero sí tengo la certeza de que me concedieron la oportunidad de explotar al máximo esa feliz inconsciencia de la niñez en la que las tareas escolares eran la única tregua forzada que interrumpía la diversión de aquellas imborrables tardes que convertían la calle en el escenario inmejorable para jugar a la tráis, los encantados, el stop y el bebeleche dibujado sobre el arroyo por el que llegaban a circular muy pocos carros y nos garantizaban, entre muchas otras ventajas, la posibilidad de ir arriesgando el ojo con algún mocoso de buen ver, sin el riesgo de que nos tacharan de casquivanas prematuras.
Luego, al interior de una casa desprovista de televisión, porque los dineros familiares no daban para costear semejante lujo, se desataban las feroces y divertidas contiendas fraternales en los terrenos del turista, el parchís o las barajas para ejercitar los buenos reflejos en el manotazo. Y si no había quórum para tales efectos, siempre quedaba el solitario recurso de la matatena, de los cuadernos para colorear o de tirarse en el piso para releer cuentos, hasta que los codos se entumían o la panza se nos enfriaba.
El Parque Morelos, el de la Revolución y el que cerraba la otrora llamada Lafayette fueron testigos de mis ocios infantiles al aire libre, así como de mi incipiente y torpe aprendizaje para andar en bicicleta; en sus arriates y batientes pesqué cientos de mariquitas y despanzurré otras tantas hormigas; de sus árboles y matorrales surtí mi colección de hojas y flores que me mancharon libros y cuadernos.
Una infancia así se la desearía a cualquiera.
Paty Blue
Se dice que los nacidos entre 1963 y 1976 pertenecen a la "Generación X" y son aquellos que han vivido de todo; es decir, las transiciones más importantes en el mundo: han transitado de la televisión en blanco y negro a la de color, han disfrutado de los juegos tradicionales -canicas, cuerda, yoyo, trompo- y han sido de los primeros en hacer uso de la tecnología recreativa -desde el Atari, hasta el Xbox One, PlayStation 4 o Wii U-. Esta generación se vio afectada por el bombardeo del consumismo de los años 80 y principios de los 90, la manipulación del sistema político, la llegada de Internet, cambios históricos como la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría, la aparición del sida entre muchos acontecimientos.
La generación X también se ha denominado "Generación Perdida" o "Generación de la apatía".
El término "Generación Y" se utilizó por 1a. vez en la editorial de agosto de 1993 de la revista "Ad Age" para describir a los adolescentes de aquella época nacidos a partir del año 1976.
El sociólogo estadounidense Kathleen Shaputis había etiquetado milenarios como el bumerang generacional o "Generación Peter Pan", debido a que percibe la tendencia para retrasar algunos ritos en la edad adulta por periodos más largos que las generaciones antes que ellos.
Algunos han argumentado que la "Generación Y" ha trascendido las batallas ideológicas engendradas por la contracultura de la década de los 60.
(V.pág.1-B del periódico El Informador del 25 de enero de 2015).De niño jugué muchas veces en casas a medio construir, entre montones de arena, escombro, varillas oxidadas y tabiques sin colocar. Aunque alguna vez fui correteado por uno de esos perros con que ciertos alarifes trataban de espantar a los intrusos, en general tengo la impresión de que era cosa más o menos común usar las obras como campo de recreo. No recuerdo que nos atrajera, a mis amigos y a mí, la posibilidad de robarnos un taladro o el alambre de cobre, sino el magnetismo de un lugar con altozanos y zanjas para esconderse y piedras para arrojarse a la cabeza. Quizá eran tiempos más ingenuos.
Recientemente, un hermano y un par de amigos han emprendido trabajos mayores en sus propiedades: dos edificaciones y una remodelación a fondo. A ninguno se le hubiera ocurrido dejar abierta la obra para que entraran curiosos (y mucho menos niños, porque se les llega a accidentar uno y les cae encima una clausura y una demanda de responsabilidad civil que ahí los hallan). Incluso con malla ciclónica, candados, y velador, todos sufrieron hurtos de material y herramienta y tuvieron que superar incluso alguna tentativa de incendio.
Una rápida encuesta entre conocidos me da los datos (sólo lateralmente científicos, si se quiere) de que pocos de sus hijos juegan en la calle, salvo en los llamados cotos. Y muchos menos son los que se cuelan a jugar a construcciones: la posibilidad de que se les entierre un clavo en el pie o les peguen una pedrada les parece a mis conocidos sencillamente inaceptable. Insisto: quizá vivimos tiempos cándidos y no lo sabíamos. O quizá los niños, como generalmente ha sucedido en el mundo, les cuentan a sus padres menos de la mitad de lo que realmente hacen. Aunque me queda claro que la vigilancia es más estrecha que en mi infancia.
En mi calle no juega un solo niño (puede argüirse que vivo en un área "envejecida", por céntrica, y los menores de edad, que los hay por miles, son más visibles en múltiples zonas de Zapopan o Tlajomulco). Por lo tanto, no me ha tocado contemplar de primera mano actividades como las que solían darse en mis tiempos, que a estas alturas suenan un tanto absurdas. Como, por ejemplo, un torneo callejero de presuntas "artes marciales" en el que participamos todos los de la cuadra, inspirados por el éxito del abominable Karate Kid, y en el cual a mi amigo Héctor le tiraron dos dientes de una patada. Tampoco he visto, y menos mal, escenas clásicas y deplorables, como la del niño que le levanta las faldas a una niña y el subsecuente bofetón. ¿Se trata de costumbres que cambiaron o de que el punto de vista enmohece, con la edad, y uno deja de percibir a los niños como los seres complejos que son y trata de asimilarlos a sus propios recuerdos (falseados por los años)?
A la vuelta de casa hay una obra. No tiene velador ni perro: no hay niños jugando guerritas en sus trincheras. La guerra, la de verdad, salió a las calles.
Antonio OrtuñoCon los avances de la ciencia se ha aumentado el promedio de vida, nos morimos cada vez más mayores, pero conforme envejecemos aparecen degeneraciones que tienen que ver con lo físico, con lo mental y con la conciencia de lo que nos está pasando.
No es enfermedad y por tanto no tiene cura. Es un proceso degenerativo tanto exterior como interior. La misma dificultad que vemos para moverse existe también para procesar la información. Cada día más torpe.
Hay zonas de conciencia terribles cuando los ancianos aún registran su deterioro, se dan cuenta, y no pueden hacer nada. Se desesperan. Se enojan.
Pero eso también llega a irse, porque la conciencia se va acotando y entran lentamente en el terreno de sólo emociones, como niños.
Hay especialistas para manejar el deterioro físico (geriatras) y el mental (psicogeriatras); los demás médicos bien poco pueden hacer porque tratan las enfermedades asociadas con la vejez, pero en su mayoría no se trata de males curables.
Lo que se debe hacer es tratar de ayudar a la persona, y a quienes estamos cerca, a vivir lo mejor posible el mucho o poco tiempo que les queda. Nada más.
Pablo LatapíEl hombre que a los 50 años ve el mundo como lo veía a los 20 ha desperdiciado 30 años de su vida.
Mohamed Alí (Cassius Clay)Parece que la modernidad ha decidido que la vida rompa aquel viejo principio que afirmaba que debíamos "nacer, crecer, reproducirnos y morir". Hay grandes avances médicos que han hecho que la juventud parezca haberse prolongado y por consiguiente la edad adulta parece hacerse más larga, si usted lo recuerda antes un hombre de 60 y tantos años era comúnmente considerado como un anciano, actualmente lo es también salvo en su propio criterio en que él mismo se considerará como adulto mayor, lo que dicho de otra manera será lo mismo, sobre todo en la forma de caminar que en eso no engañamos al tiempo.
Este fenómeno puede deberse a que hay la creencia de que existe un tipo de prevención consistente en que se visite una vez al año a toda la fauna médica, con lo que cuando menos los galenos aseguran su propia subsistencia al tener a una multitud de consultantes que buscan prevenir las enfermedades que de todos modos te van a llegar, aunque debo reconocer que hay muchas personas que mueren en perfecto estado de salud, sin enfermedad alguna, simplemente se mueren.
Para abrir hambre y para realizar la 2a. visita anual al médico, porque en la 1a. te ordenan hacerte algunos exámenes de laboratorio correspondientes, a los que deberás acudir en ayunas, lo que no es agradable ya que según decía un comercial "el hambre mata la inteligencia"; pero con el temor natural esperas después de pasar por la caja a dejar tus ahorros que te saquen sangre, lo que si bien no resulta demasiado molesto suele hacer que usted se pregunte para qué necesitan tantos fluidos sanguíneos y de otros tipos. El asunto resulta complicado para los legos entender el lenguaje técnico de los galenos además que si usted pertenece al FBI (fuerzas básicas del Insen) sabe que si le busca va a encontrar algo que ande mal.
El estudio de los resultados es de causar temor que mientras se analiza,se descubre que la globalina periaxial muestra un alza considerable aunque no debe ser motivo de preocupación salvo que se encuentre relacionada con una baja en los nervios periformes inferiores en cuyo caso usted deberá eliminar de su dieta cualquier producto que pueda contener grasas, lo cual no le debe importar si usted decide una ingesta de calabacitas y zanahorias cocidas, desde luego con poca sal, excelentes para la ingesta de beta caroteno y eliminar los radicales libres que deben ser malísimos y sonriendo el galeno concluye que usted tan sólo tiene que eliminar las grasas, para ese momento el paciente está poniendo una cara de enchiladas placeras.
La verdad que yo no puedo comprender por qué siendo los galenos tan preparados invariablemente tienen un solo diagnóstico: tiene usted que dejar de fumar -que no entiendo lo que tiene que ver con la comida-, tiene que dejar de comer porque como usted quiera pero siempre le sobrará peso y si usted quiere ser totalmente feliz decídase a hacer ejercicio, ah, y sonría.
Carlos EnrigueHoy en día son muchas las personas mayores que acariciarían la idea de que acabaran sus días por el abandono de sus propias familias, por la falta de oportunidades laborales, por la pobreza para enfrentar los gastos y medicinas de la edad mayor, y por varias razones más.
Cuando se empezaban a discutir cuestiones como matrimonios entre personas del mismo sexo, el aborto, o consumo de drogas con fines recreativos, se veía lejana su legalización. Hoy es una realidad en varias partes del mundo, y en algunas ya hasta son cuestiones naturales.
¿Ocurrirá lo mismo con la muerte a voluntad? Máxime cuando aparezca el criterio economicista de los gobiernos que argumenten que hay que reducir costos y sale muy caro mantener en hospitales, clínicas y asilos a personas que irremediablemente van a morir.
Pablo LatapíFelices tiempos aquellos en que la palabra empeñada era tan valiosa como cualquier documento de fe pública. No se necesitaban testigos para hacer cumplir los tratos y, cuando se abría la boca para prometer algo o aceptar un trato, no valían equivocaciones ni errores involuntarios, ni excusas de que "lo que yo quería decir es...".
Luis Jorge Cárdenas DíazA la gente mayor se le hace sentir inútil, y eso está muy mal. Si dejan de usar el cerebro, no les funciona más.
Desmond Morris, zoólogoTenía unos 7 años cuando apareció el primer champú que recuerdo. Antes de eso uno se lavaba el pelo con el mismo jabón usado para el cuerpo, también las señoras, pero un día los radios comenzaron a cantar: Halo, Halo, champú Halo... Lo demás no lo recuerdo.
La proximidad de la Navidad también llegaba por radio, además del frío que en mi pueblo congelaba el agua entre las piedras del pavimento: Ding, dong, ding, dong... Colgate-Palmolive, fabricantes de Faaab, le desean muy cordialmente una feliz Navidaaaad (luego en descenso): Una feliz Navidaaad.
No era necesario más para la marca que "con aceites de oliva y palma, Palmolive le da suavidad". Nada qué añadir. Mejor, mejora, Mejoral.
Luis González de AlbaHace reflexionar sobre los contrastes tan grandes que en diversión infantil han tenido distintas generaciones. Para entender, lo que ha ido del Pato Pascual, -Donald para los anglicistas-, el ratón Miguelito, -Mickey Mouse y su ratona Mimí-, Pluto, Bugs Bunny, Silvestre y Piolín del ayer, a los monstruos destructores o héroes criminales de la actualidad, y la influencia mental y psicológica que ejercen en el hoy... De alguna manera, tienen sus consecuencias de formación.
Francisco Baruqui
En nuestro país está aumentando en forma casi geométrica el número de personas de la 3a. edad, hoy son más de 10 millones de personas y el número crecerá rápidamente en los próximos años: hoy la expectativa de vida es superior a los 75 años en promedio, cuando en 1950 era de 47 años.
Por ley, aprobada en el congreso desde el 2001, las familias de las personas adultas mayores deben cumplir con su "función social de manera constante y permanente", lo que quiere decir que deberán velar por cada una de las personas adultas mayores que formen parte de ella, y son responsables "de proporcionar los satisfactores necesarios para su atención y desarrollo integral". Eso, en muchas ocasiones es verdad, pero en muchas otras es una simple falacia en un país donde la mitad de su población sigue sufriendo durísimas condiciones económicas y de vida y el sostén de los ancianos se torna inviable para muchos.
La ley también dice que "la vivienda constituye uno de los satisfactores básicos para la supervivencia de la población, lo cual está asociado al ideal social que la concibe como un espacio que debe proveer a sus ocupantes protección, higiene, privacidad, comodidad y seguridad de encontrarse en una situación de propiedad que proporcione a sus ocupantes la certeza de disponer de ella en el presente y futuro" (documento del INEGI, 2005, sobre la situación de la 3a. edad). Parece una mala broma cuando vemos que 17 ancianos fueron quemados vivos en un asilo construido con láminas de madera que ardió, incendiado por unos salvajes en unos pocos minutos: ¿qué vivienda, qué protección, higiene, privacidad, comodidad y seguridad tenían estos hombres y mujeres?. Vamos más allá ¿cuántos mexicanos gozan de esas posibilidades en su vida?
El hecho es terrible y debería haber llevado a la reflexión sobre las condiciones en las que sobreviven muchos de nuestro ancianos, sobre la forma en la que viven muchas familias, sobre la violencia (hay que insistir en que el incendio fue premeditado), sobre el abandono (ninguno de sus restos ha sido reclamado).
Jorge Fernández Menéndez
La señora sube al auto que ha conducido por muchos años. Está en su cochera. Pone reversa en la caja automática con la palanca en la columna de dirección, mira en el retrovisor para ver si no hay nada atrás, respira hondo y acelera. Pero acelera más de lo que debería y ya no reacciona cuando se da cuenta. El auto cae hacia atras en un desnivel de la propiedad y la asustada pero afortunadamente ilesa señora baja del coche haciendo un gran esfuerzo por mantener intacta su dignidad. No lo quiere admitir, pero en su inconsciente ella sabe que ya no debería manejar. La escena es de la película "Driving Miss Daisy" ("El Chofer de la señora Daisy"), de 1989, con Morgan Freeman y Jessica Tandy en los papeles principales, pero bien podría ser de nuestro padre, abuelo, incluso de nosotros mismos, porque hay un momento en que, por más que a nadie le guste admitirlo, hay que dejar el volante.
En Estados Unidos en 2014, más de 14 millones de accidentes fueron causados por conductores con 65 años de edad o más, de acuerdo con un estudio de caring.com, difundido por Consumer Reports. Es un número muy alto y nos debe poner a todos a reflexionar. Los primeros en considerar esa reflexión, de hecho, son los mismos adultos mayores que consideran a ellos mismos como el mayor peligro en las calles, mayor incluso que los adolescentes o los borrachos. Aunque para ser justos, ellos se involucran en más accidentes, pero pocos son fatales, seguramente debido a que conducen a menor velocidad.
Es interesante observar que no hay una edad límite para que una persona deje de conducir. Esto se debe a que no todos envejecen de la misma manera. Son las dolencias que la vida acumula en todos nosotros lo que nos va limitando la capacidad al volante. Puede ser por un dolor de cuello que no permite girar la cabeza con facilidad para observar ambos lados del camino; o la capacidad de reacción de las piernas que no deja que el pie se mueva con rapidez entre el acelerador y el freno o aún la vista que ya no tiene el mismo alcance de antes.
Precauciones a tomar
Por eso el que ya rebasó los 65 años de edad, necesita tomar algunas precauciones si quiere seguir conduciendo un auto. La primera es hacer ejercicios con regularidad, como caminar, por ejemplo. La idea es mantener los reflejos vivos para que se pueda reaccionar con tiempo cuando necesario. Otro punto importante es visitar a al oculista y al otorrino con regularidad, ya que la capacidad visual y auditiva son fundamentales.
También es indispensable conocer y administrar posibles males crónicos como diabetes o convulsiones. Es igualmente vital conocer los efectos de las medicinas que se toman con regularidad, puesto que pueden disminuir la capacidad física y el estado de alerta necesario para manejar un auto. De ser posible, no manejar en condiciones difíciles como en la noche o con lluvia fuerte. Más importante que todo, pero algo muy difícil de lograrse, es que el adulto mayor conozca sus limitaciones y que actúe en consecuencia. Esto significa tal vez la necesidad de cambiar de auto por uno que no exija agacharse demasiado o escalarlo para entrar a él.
También puede ser mejor uno con los instrumentos con letras grandes. No está demás recordar que lo ideal es que tenga transmisión automática y suspensión cómoda. Y por más que a alguien mayor no le interese mucho el cambio frecuente de coches porque ya no quiere ostentar ni aprender dónde quedan los controles del nuevo auto, los modelos más recientes son más seguros y esto debe ser prioridad.
Muchas veces la persona que está en esa edad, no reconoce cuando ya no se encuentra en condiciones de conducir. Por esto es tarea asignada a sus familiares hacerles saber. El mismo estudio mencionado arriba, dice que los adultos mayores prefieren que alguien de la familia les diga cuando ya no deben conducir, aunque ese deber también puede caber al médico que atienda a esa persona.
Sí, nadie quiere ser la persona que le dice esto a su padre o a la abuela, pero alguien tiene que hacerlo. Porque llega momento en que la necesidad de movilidad personal puede ser un riesgo para su salud y su vida, al igual que la de los demás.
Sergio Oliveira
Atribuyen a Oscar Wilde la afirmación de que lo malo de ser viejo no es propiamente serlo, sino haber sido joven, lo cual es una verdad monumental y más cuando el viejo vive en un país tercermundista como puede ser el nuestro.
A pesar de que el gobierno, en todos sus niveles, mentirosamente, como es usual en nuestros amados gobernantes, anuncian programas de beneficio para las "cabecitas blancas", "nuestros viejecitos" y se lo encomiendan a esa cueva de Alí Baba que es la SEDESOL quien duplica su costo y programas y las reproduce en estados y municipios, es tan evidente lo anterior que simplemente vea usted el presupuesto de egresos el costo de sueldos y prebendas de los que reparten y compárelas con las que supuestamente reciben (porque no tengo certidumbre de que les llegue el agua) y luego platicamos.
Hace años escribí que lo del sistema de transporte no se arreglaría porque esencialmente no había entonces ni hay ahora una verdadera voluntad de arreglarlo. En aquellos días, para que midan el tiempo transcurrido, Diego Monraz, por cierto listo de nuevo para entrar a la cancha bajo el manto del mega alcalde y Manuel Verdín recorrieron Europa, donde la mayoría del transporte es de piso bajo y luego de haber viajado a satisfacción, fueron a adquirirlo a ¡Colombia! Y anunciaron aquella bella historia de la ruta empresa, el prepago y otras falsas amenidades. Vaya usted a saber por qué fueron allá a adquirirlo, pero con certeza ni a ellos ni a los que les siguieron les interesan los viejos, cualquier transporte que no sea de fácil acceso significa que el viejo que utilice ese transporte lo hace bajo su propio riesgo y desde luego es prueba más que evidente de que los viejos no interesamos al gobierno.
A los de la 3a. edad, salvo excepciones nos está vedado el mundo computacional y de sistemas, pero eso al gobierno le vale lo que se le unta al queso, así, si usted quiere tratar, por mencionar alguna dependencia, digamos Hacienda, el Seguro Social o la Secretaria de Economía, pues no podrá hablar con ellos y cuando más le darán asistencia para comunicarse por ese medio, sólo para darse cuenta de que para comunicarse con cada uno de ellos necesitará de un programa y de un sistema diferente, ya que entre ellos no se comparten (lo cual significa una inversión económica, pesada para la mayoría de vejestorios) y desde luego si se equivoca, no habrá el clásico "usted perdone" de cuando el gobierno se equivoca, si usted es el equivocado pida a quien usted crea que lo pueda proteger que lo haga, porque yo no conozco fuerza represiva más cruel e intolerante que la del Estado.
Carlos Enrigue
La era electrónica ha deformado el significado de una antigua frase que solía dar lustre al que la pronunciaba: "Yo desde niño leo todo lo que cae en mis manos". Porque entonces el interlocutor sabía que estaba hablando con una persona enterada de temas diversos, lectora de medios impresos, que siempre implican cuidado, mayor o menor, sean periódicos, revistas, tiras cómicas o trípticos.
8 de cada 10 jóvenes hoy pueden decir lo mismo, si se atiende la 1a. Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura, promovida por IBBY México y Banamex, aunque la diferencia está no solo en la época, sino en los detalles que de ella se desprenden: 87% usa los medios digitales para chatear, 85 por las redes sociales, 55 para investigar asuntos de interés personal, 42 por necesidad de informarse (noticias) y 33% para leer libros.
El asunto se complica porque antaño las fotonovelas, las historietas, los catálogos y toda publicación impresa, más allá de los libros, tenían un cuidado en su edición. El aficionado a leer de todo, más allá de su grado escolar, adquiría un conocimiento del lenguaje, aprendía palabras, reconocía ortografía, por el solo hecho de pasar su vista con atención sobre aquellos parlamentos, globos de cómic o promociones de venta, sin tener una sola clase de gramática.
Hoy leer de todo, lo que sea, adquiere una dimensión distinta, delicada, porque los materiales digitales no son solo noticias o reportajes, textos documentados con el rigor del periodismo; no son sólo libros clásicos electrónicos o informes especializados con aval de un centro de estudios. Hoy significa conectarse a internet y hallar de todo, pero sin un filtro sobre la veracidad y la calidad del escrito.
La proliferación de páginas web personales, empresariales, blogs y cuentas de redes sociales son eso que llaman hoy fuente para leer "de todo", pero también la razón para que la encuesta referida antes no sea una buena noticia, porque sí es cierto que los jóvenes leen más, pero el problema es qué y dónde lo hacen.
Alfredo C.VilledaA group of 20-year-old girlfriends discussed where they should go for dinner. They agreed on the Ocean View Restaurant because the food was cheap and the waiters were cute.
Ten years later, the same group of 30-year-old friends talked about where they should meet for dinner. Finally, they agreed to meet at the Ocean View Restaurant because they had lots of brands of beer on tap, free snacks, a good band, no cover and there were always lots of good-looking guys.
Ten years later, at 40 years old, the group once again debated where to meet for dinner. They settled on the Ocean View Restaurant because the cosmos were good, it was close to the gym and if they went late enough, there wouldn't be too many whiny little kids.
Ten years later the 50-year-old freinds emailed each other about where they should meet for dinner. Finally, they arranged to meet at the Ocean View Restaurant because the martinis were big and the waiters had tight pants and nice buns.
Ten years later, at 60 years of age, the group IM'd about meeting for dinner. They decided on the Ocean View Restaurant because the food there was good, the wine list was decent, they had windows that open in case of a hot flash, and fish is good for your cholesterol.
Ten years later, the 70-year-old friends Tweeted about where to meet for dinner. They settled on the Ocean View Restaurant because lighting was good and they had an early bird special.
Ten years later, at 80 years old, the group discussed on Facebook about where they should meet for dinner. They decided to get together at the Ocean View Restaurant because the food wasn't too spicy and the restaurant is handicapped accessible.
Ten years later, the 90-year-old group got together at the nursing home to talk about going out for dinner. They agreed that they should have the van take them to the Ocean View Restaurant because they had never been there before.
(V.WorldStart's tech tips del 4 de diciembre de 2015).Maneras de tomar una fotografía. 24, máximo 36 oportunidades. Foco, profundidad de campo, tiempos, encuadres, luces: cada una de las imágenes capturadas tenía la fatalidad de lo que no se repite. Como Salvador Santoyo en las lejanas crestas del Ceboruco: un cazador infalible del instante que habría de perdurar. Corría la película, bien enganchada al mecanismo de la cámara: asunto de ópticas, químicas, azares. Y, si quien intentaba llevar el recuento del viaje era suficientemente diestro, el número de tomas debía ser el preciso para dar razón de la aventura. Un instinto diferente así se desarrollaba: el del sabio asedio de la vez en que lo visto debía quedar fijado. Esta vez, no otra, y ésta no. Seguía la incógnita, sólo resuelta días después en el cuarto oscuro con sus misteriosas sustancias, de qué es lo que realmente se había visto, de qué de lo visto había podido ser capturado -y cómo. Por fin, sobre el papel -cuidadosamente escogido- las evidencias. Restaba la operación quizá más delicada. Volver a encuadrar con las tijeras la imagen, encontrar un orden para la secuencia de los testimonios consignados, comprender cómo acomodar en un pliego lo inesperado y lo previsto, pegar sobre el álbum el resultado: de la vida, se diría, una tajada duradera. Tal vez, de fondo, la constancia de un íntimo respeto por lo visto, por lo que existe.
Compárese ahora -y ese contraste se cumple en menos del arco de una vida- la desmadejada manera como imágenes parecidas -y solamente parecidas- se obtienen. Cualquier aparato parlante, cualquier teléfono actual, escupe sin tregua mordidas visuales que de cualquier modo remedan lo que frente al lente diminuto, lo que ante el funcionamiento automatizado, se encuentra. Cada toma se repite hasta el cansancio, sin discriminación o economía alguna. Al instante, las cabezas se juntan para ver en la pantalla el resultado; y luego todo comparte el olvido que aporta la facilidad, el cuachalote amontonamiento de pixeles en memorias electrónicas que cada vez tienen más cupo. Con la superstición de que en cualquier momento las imágenes pueden ser consultadas en el visor del aparato, casi nadie imprime ya esas fotos. Nunca existen realmente, por lo tanto, fuera de su intangible presencia virtual; son pasto seguro de una próxima descompostura u abandono del aparato, de su frecuente mojada accidental que lo inutiliza, del confuso trasiego de la frivolidad. Nunca se han tomado más fotos que por estos tiempos: obviamente, hay excepciones, pero la inmensa mayoría lo único que hace es banalizar de raíz un quehacer que alguna vez tuvo nobleza y oficio, que ayudó a darle al tiempo en fuga un asidero cierto y deliberado en el vértigo de lo que se va. Y la reiteración de un mantra: papel mata pixel.
Juan Palomar
Esto es una advertencia: ayer mismo me acosté teniendo 16 años y hoy me he despertado con más de 60. Quiero decir que la vida vuela. Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera. Lo que acabo de decir es una boutade, lo sé; pero, al mismo tiempo, es cierto que, con los años, llegas a un territorio, el de la vejez y la Parca merodeante, que antes nunca habías visto con verdadera claridad. Y entonces te dices: ah, cuánto tiempo perdido. Y no porque mi existencia me desagrade, al contrario, creo que ha sido y es muy intensa y que he hecho todo cuanto he querido hacer. Pero con qué nervios, de qué forma tan atormentada o tan aturullada, cuántas veces he vivido con el cuerpo aquí y la cabeza en otra parte. Por no hablar de la cantidad de tiempo y de energía perdidos en tonterías, como, por ejemplo, en creerme fea a los 18 años (cuando estaba más guapa que nunca), o en reconcomerme de angustia temiendo no estar a la altura en algún trabajo. Por eso, repito: si yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, hubiera vivido de otra manera.
Todo esto viene al hilo, claro está, del cambio de año. Esto del calendario no es más que una convención, pero cómo remueve y cómo escuece. En estas fechas es imposible no dedicar siquiera un minuto a sentir el viento del tiempo contra la cara, a revisar someramente el pasado, a preguntarte sobre tu futuro.
Recordemos que, como prueba James Rhodes, siempre hay futuro. Nunca seremos tan jóvenes como hoy y la vida se conquista día a día.
Rosa MonteroAún recuerdo con portentosa nitidez los llamados "chocolatines", que no eran más que pequeñas raciones de tan deliciosa melcocha en forma de animalitos que yo devoraba en manada y que, a no dudarlo, forjaron los primeros kilillos de más que desde entonces he venido cargando. Luego, siguió el Tinlarín con su relleno galletoso, seguido del Almonrís, esa inenarrable golosina que me invitaba a seguir el ocioso ritual de ir pellizcando y engullendo cada morusa de cacahuate en su cubierta, antes de darle el mordisco a su barra interior de caramelo más macizo que mis incisivos para trozarlo.
Ya entrada en la adolescencia, mis preferencias se deslizaron hacia otros ejemplares chocolatosos, como los suizos que traían una vaquita en su envoltura, los ponpons que conseguía en el cine, las lunetas que engullía a puños. Luego me llegó el romántico efluvio provocado por los kisses y el encanto transnacional de los milkyways y otras delicias que han inundado el mercado nacional, como las trufas que en temporada navideña expenden los clubes de precios. Vale decir que el chocolate, ni en su modesta versión para diluirse en leche, se escapó de mis voraces apetencias y mis asaltos a las alacenas donde mi madre atesoraba sus tablillas de Ibarra y Dos Hermanos que, de un día para otro, las encontraba mordisqueadas por un misterioso ratón que no dejaba rastros ni evidencias. Ciertamente, aunque catrines y más costosos, los envinados con cereza nunca atraparon mis antojos, como tampoco lo hicieron esos cuadros de pan apelmazado que llaman brownies.
Empero, aun cuando la lista de golosinas de este tipo sería tan interminable, como el número de ocasiones en que me he deleitado con tan deliciosos amasijos provenientes del cacao, el inventario de mis predilecciones siempre lo ha encabezado el famoso y popular chocolate emperador, ése que en su reconocible envoltura color café se anidaba casi a diario en mi bolso, a la espera de emerger con rumbo a mis fauces, a la menor provocación. O al menos así era hasta hace algunos ayeres porque, ahora, como muchas otras cosas en la vida, merced a la renovación que a tantos viejitos nos pega y deja suspirando por los viejos tiempos, mi gollería favorita se ha transformado en un producto irreconocible a la vista y al paladar. Lo supe cuando se lo encargué a mi nieto y me agenció uno de la misma marca, pero desteñido; mi hermana hizo lo propio y me adquirió otro con relleno galletoso; mi marido pretendió halagarme con otro de tamaño jumbo pero totalmente rancio y, finalmente, cuando yo misma me desplacé a la tienda de la esquina para reclamar el Carlos V original, me entregaron una barra escuálida y desabrida, envuelta en celofán rojo y muy distante al que, desde tiempos inmemoriales, atrapó mi irredenta afición chocolatera. Sea por Dios, como diría cualquiera de mis coetáneos, lamentando que las cosas ya no sean como antes.
Paty Blue
Entre el medio millón de cosas que no entiendo de la modernidad está el hecho de que, en mis ya lejanos años mozos, cuando ibas a salir de fiesta tratabas de ir lo más arreglado que pudieras. Mi abuela solía decir que debíamos salir oliendo a curro y no a pelado, esto es oliendo a limpio. En los tiempos que corren parecería ser lo contrario, el haberse bañado o rasurado parecerían un impedimento para asistir a festejos, saraos y otras gorreadas semejantes, como si la forma adecuada de ir fuera la mugre.
Carlos EnrigueNo están completamente extintos pero, sin duda, los juegos de mesa han visto mejores épocas. Y no me refiero a clásicos como el ajedrez, el póker (y hasta el dominó), que siguen enganchando a millones de personas y que, en muchos casos, han saltado sin problemas a las plataformas digitales, sino a esos con tableros, dados y fichitas que muchos jugamos de niños, que servían para amenizar las reuniones familiares y ayudaban a que fueran menos soporíferas. Los juegos de video (y los del smartphone) han ganado el mercado y, en relativamente pocos años, se han convertido en un negocio multimillonario (con mayor margen de ganancia que las industrias de la música y el cine, según ciertos datos) y copan el imaginario de los jóvenes desde los años 80. Pero los juegos de mesa eran diferentes y cumplían ciertas funciones de las que, creo, conviene acordarse.
No dudo que alguien en el mundo juegue Halo con su padre pero me parece menos frecuente y común que jugar con él al Clue, por ejemplo. Quizá allí radique la primera y más notable de las diferencias: los juegos de mesa estaba pensados para hacer convivir hermanos, abuelos y tíos, mientras que los videojuegos, al menos en un país como México, en el que por razones culturales y económicas se masificaron de manera irregular, suelen jugarse en solitario, con amigos de la misma edad o, claro, en las plataformas que permiten enfrentar personas de todo el mundo (entre las cuales, con bastante seguridad, no se encuentra la abuela del jugador).
Desde luego que la 2a. diferencia es la densidad del juego. Es muy diferente ser un soldado espacial que debe incinerar a 100 monstruos para pasar de "nivel" a andar comprando unas gasolineras en una partida de Turista (tal solía ser el nombre local del Monopoly). En el caso de un juego de video suele haber una "historia" que seguir (las animaciones que presentan esas "historias" ya son prácticamente películas de acción), a veces muy compleja y una serie de posibilidades enormes para "personalizar" la partida, sus escenarios y protagonistas. En el caso de un juego de mesa, priva la sencillez. Se trata de que los niños chiquitos y el tío borracho y olvidadizo sean capaces de jugar.
Los juegos de mesa, además, suelen estar regidos por el azar. Puede uno ser un tiburón para el Turista pero si los dados no lo favorecen, pierde. En otros, como en el Serpientes y Escaleras o la Lotería, todo se trata de suerte. Uno no puede ser un buen jugador: tampoco uno malo. No hay una "técnica" que mejorar. Un videojuego, por el contrario, recompensa la habilidad y la persistencia del jugador. Los virtuosos (y clavados) pueden, incluso, participar en concursos y ganar premios muy sustanciosos. El azar, representado por "turnos" o dados, tiene un espacio menor o, de plano, ninguno.
Desde luego que el grado de involucramiento de los jugadores es también diferente. Un juego de mesa sirve para entretener a los primitos a los que uno llevó al cine mientras llegan sus padres a buscarlos, o para que niños y viejitos se entretengan un rato, en una cabaña vacacional, mientras "los adultos" duermen la siesta o van al pueblo por la cena. Nunca veremos una nota periodística dedicada a un muchachito que murió por jugar Damas durante 48 horas seguidas, como sucede cada semana con los juegos de video.
A mí, qué quieren, la ligereza y la simplicidad de los juegos de mesa me agradan más que los prodigios obsesivos de sus contrapartes. Será otro de tantos síntomas de vejez.
Antonio OrtuñoLo que rifa actualmente entre los miembros del glorioso infelizaje es el cambio, ahora ya no se puede tener confianza en ningún producto, si usted recuerda alguna marca de cualquier aparato que como objetivo primordial produzca sonidos: sea radio, estéreo, casetera, tocadiscos etc. Para mis hipotéticos lectores menores de 40 años, estos objetos existieron y proporcionaron grandes ratos de placer, porque, así como ahora la tele parece pasar de moda, en momentos llegó a ser una especie de piropo (aunque no sé si actualmente sería aprobado o desaprobado como acoso) que a una chica le dijeran: "vente reina, tengo radio". Y con el (la) radio se llegaron a organizar bailes grupales o de una sola pareja.
Pues esos aparatejos tenían marca y las más famosas eran las alemanas Telefunken y Punto Azul, luego las gringas y las más chafas eran las chinas, si bien ese concepto incluía a todos los países que no fueran los primeramente mencionados y así, aunque ustedes no lo crean hubo vida antes de la televisión, las computadoras y los teléfonos celulares, si bien hacían cosas que ahora podrían parecer extrañas como hablar personalmente, sí, unos con otros y sin teléfono aunque no lo crean.
Lo que estoy seguro que les va a parecer de otro mundo es que la gente se reunía a jugar con los vecinos (vecino significa uno o varios sujetos que viven cerca de tu casa y que crean una comunidad de vida), lo que ahora resulta bastante extraño en los llamados cotos que han cambiado el concepto de vecindad por el de extraños en cercanía.
Malos, siempre ha habido, pero antes deben haber sido más discretos porque como las poblaciones eran más pequeñas y de casi todo nos enterábamos y lo confirmábamos al día siguiente en el hoy prácticamente centenario diario EL INFORMADOR, lo que por fortuna seguimos haciendo, es tan confiable que recuerdo que un señorón de nuestra ciudad solía decir que él creería que Dios había muerto sólo cuando viera la esquela en este diario.
A todos nos ha tocado la desaparición, todavía no absoluta, pero para allá vamos, de los teléfonos públicos. El pobre de Superman debe de volverse loco buscando una caseta telefónica (para los menores de 40 el hombre de acero usaba casetas de este tipo para ponerse el terno de gala).
Sin dudar de lo maravilloso de la tecnología (yo creo la computadora y el internerd son los máximos inventos de la humanidad) que lo único que no han podido curar la cruda, lo que es de esperarse. Pero como miembro militante de la publicitada 3a. edad -1a. fila del cementerio-, a mí me da muchísimo trabajo entender las continuas innovaciones en la red y en los programas de celulares, debe hacerse sencillo, como ejemplo a todos los viejanos nos llega al celular sin saber cómo una cantidad sorprendente de pornografía, tanto que, yo creo que si el aparato cae en manos de nuestras amadas y moralizantes autoridades me pudriría en chirona.
Carlos Enrigue
Cuando sea más vieja y pierda el pelo, dentro de un titipuchal de años a partir de hoy... tarareaba yo con la despreocupación de la adolescencia que me floreció arrullada por los cantautores de la sentida melodía que empieza con el citado estribillo. Y como el evento al que aludían mis inenarrables ídolos británicos, los Beatles, hasta para ellos sonaba tan remoto, ni con pendiente me tenía que, como también lo enuncia el melódico texto, mi galán de entonces perviviera y menos que me siguiera enviando una felicitación por el Día del Amor, saludos de cumpleaños o una botella de vino.
"Cuando tenga 64 años" era el título de la canción que enlistaba todo lo que cualquier ser humano entrado en años y arrugas, visto desde la perspectiva de unos veinteañeros rebeldes y revoltosos, podría estar haciendo para entonces, pero ni mella me hacía la muy distante posibilidad de ocuparme de algunos asuntos que citaba la canción, como tejer suéteres junto a la chimenea, pasear los domingos por la mañana, hacer jardinería o mecer nietos sobre las rodillas. Nada de eso figuraba siquiera en mi distante perspectiva de una edad que consideraba tan rancia como remota y difícil de alcanzar. Tampoco mermaban mi fogoso entusiasmo juvenil las encomiendas que mis ancestros me pedían considerar para cuando "llegara a vieja", porque eso era apenas una coyuntura tan borrosa como "cuando seas grande" o "el día de mañana" que, por entonces, no podía yo vislumbrar más allá de la tardeada del siguiente sábado.
Y ande usted que el día en que pude amanecer entonando la lejanísima posibilidad de alcanzar tan longeva condición me llegó de golpe, con pleno conocimiento de causa y estragos correspondientes. La nostalgia por lo vivido bajo el influjo de los entrañables acordes de tantas canciones hizo su parte para ablandarme el trance, pero me consternó recordar que, al menos dos de mis íconos de adolescencia, John y George, no alcanzaron la mítica edad que les inspiró el mítico tema musical. Y los otros dos, Paul (74) y Ringo (76), ya hace más de un decenio que la vieron pasar, y a lo mejor se les antoja componerse una nueva intitulada "Cuando tenga 84 años". En una de ésas y a lo mejor también la alcanzo a cantar, porque ya no los veo tan quiméricos ni distantes.
Lo que por hoy me causa cierto escozor es dilucidar si quien ahora me acompaña en este camino compartido hacia la decadencia que hoy definen eufemísticamente como "adultez en plenitud", no obstante haberse ahorrado las postales de san Valentín, las tarjetas de cumpleaños y las botellas de vino, me seguirá necesitando y alimentando ahora que cumplí 64 años.
Paty BlueMi papá acababa de notar una señal más de que está envejeciendo. Resulta que iba conduciendo por la carretera y de pronto se dio cuenta de que la luz direccional estaba prendida.
-No recuerdo haber puesto la direccional- me dijo. -No tenía idea de cuánto tiempo llevaba encendida. Entonces pensé: ¡Soy el tipo del cual siempre he odiado ir detrás!Alan JacobsUn buen puñado de los periodistas que me han entrevistado, casi todos hombres, pero también alguna mujer, han hecho hincapié en lo raro que resulta que se hable "del sexo en una mujer de 60 años". Como si las mujeres sesentonas hubiéramos sobrepasado una barrera invisible de autodestrucción erótica, como si a una cierta e indefinida edad (me pregunto cuál sería: ¿a los 53, a los 55, a los 57?) el cuerpo de la mujer hiciera ¡puffff!, una implosión controlada. Se acabó, abajo periscopios, inmersión, ya no existe el sexo para ellas.
En mi mundo (que es el mundo real) conozco muchos hombres y mujeres en torno a esa edad, algunos más jóvenes, algunos más viejos, que siguen haciendo el amor todo lo que pueden, que siguen ligando, conquistando, añorando, desesperando, quemándose en las ascuas de la pasión carnal. La verdadera vida es así. Y, si nos paramos a pensarlo un poco, advertimos que se trata de un prejuicio sexista. Por ejemplo, a nadie le extraña que Richard Gere se enamore y lleve una vida sexual muy activa (creo recordar que tiene una novia jovencita) y el hombre ya ha cumplido los 67 años. Pues a las mujeres, ya ven, nos sucede lo mismo.
Hay un buen número de mujeres mayores que mantienen en algún momento de sus vidas una relación sexual con hombres más jóvenes (y las ha habido siempre, aunque clandestinas: incluso la puritana reina Victoria de Inglaterra tuvo un amante menor que ella, Mr. Brown).
Rosa Montero
Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, incluso cincuenta, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.
Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa... Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante.
¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación! Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de Los Beatles, de Bob Dylan... Herederas de la "revolución sexual" de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre a un enemigo a pesar deque le cantaron unas cuantas verdades, pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando este, trágicamente, se acaba, y decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo resulta ser la única posible, o la mejor, al menos en este mundo y en esta vida.
Son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la Virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar. Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Juan y de Pablo. Adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores, y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez. Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas, diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando le abren la puerta del carro para que suba, se inclina sobre el asiento y, a su vez, abre la de su pareja desde adentro.
La que recibe a un amigo que sufre a las cuatro de la mañana, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner, por sexta vez, esa melodía de Santana. Por eso, para los que nacimos entre las décadas del 40, 50 y 60, el día de la mujer es, en realidad, todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, "cuando estás tú"... ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación! Y si es más de 45... A medida que avanzo en edad, valoro las mujeres que tienen más de cuarenta y cinco, más que a cualquiera.
Aquí hay algunas razones de por qué. Una mujer de más de 45 nunca te va a despertar en la mitad de la noche para preguntarte "¿Qué estás pensando?".
No le interesa lo que estás pensando. Si una mujer de más de 45 no quiere mirar un partido de football ella no da vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer y generalmente es algo mucho más interesante. Una mujer de más de 45 se conoce lo suficiente como para estar segura de sí misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere, son muy pocas las mujeres de más de 45 a las que les importa lo que tú pienses de lo que ella hace. Una mujer de más de 45 ya tiene cubierta su cuota de "relaciones importantes" y "compromisos". Lo último que quiere en su vida es otro amante posesivo. Las mujeres de más de 45 están dignificadas. Es muy raro que entren en una competencia de gritos en el medio de la ópera o en el medio de un restaurante caro. Por supuesto que si piensan que te lo mereces no van a dudar en dispararte un tiro. Las mujeres de más de 45 son generalmente generosas en alabanzas. Ellas saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente. Las mujeres de más de 45 tienen suficiente seguridad en sí mismas como para presentarte a sus amigas. Una mujer más joven puede llegar a ignorar hasta a su mejor amiga. Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo. No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre lo saben. Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil si es lo que sienten sobre ti. Tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de más de 45 y por múltiples razones. Lamentablemente no es recíproco. Por cada impactante mujer de más de 45, inteligente, bien vestida, sexy, hay un hombre de más de 50... pelado, gordo, barrigón y con pantalones arrugados haciéndose el gracioso con una chica de 20 años.
Señoras, les pido perdón por ello...
Santiago Gamboa, escritor colombianoVivir es perder: vas perdiendo futuro, libertad de elección, capacidades físicas y psíquicas; pierdes oportunidades, salud, seres queridos, además de cabellos, vista, dientes, memoria, músculos, agilidad, tersura, cosas que en realidad son una fruslería comparadas con las pérdidas que he citado anteriormente. Uno empieza a envejecer desde la cuna y desde muy pronto te echas una mochila a las espaldas, la mochila de tu propia existencia, que se va llenando rápidamente con las piedras de tus actos y de tus omisiones, del daño que te han hecho y del daño que hiciste, de los sueños rotos y de las cobardías.
No todo es perder, es cierto. Si te esfuerzas mucho y bien, porque no viene de fábrica, ganas conocimiento del mundo y de ti mismo, empatía, sosiego y, en suma, algo que podríamos denominar sabiduría. Pero creo que para ello hay que mantenerse alerta y no darse nunca por vencido. La vejez es la etapa heroica de la vida; no es para blandengues, como dice el refrán estadounidense. Pero también es un tiempo para saldar cuentas. No creo que haya que dejarse llevar por el peso de los días como un leño podrido al que las olas arrojan finalmente a la playa. Uno siempre puede intentar sacarse alguna de las piedras que lleva a la espalda, decir las cosas que nunca se atrevió a decir, cumplir en la medida de lo posible los deseos arrumbados, rescatar algún sueño que quedó en la cuneta. No rendirse, esa es la clave. Y sobre todo decirse: ¿y por qué no? Porque la vejez no está reñida con la audacia. Debemos aspirar a morir muy vivos.
Rosa Montero
Hay un precioso documental que nos habla del animal tenaz que nos habita. Se titula Eternos; dura 24 minutos y lo rodó Gonzalo Gurrea hace un par de años, aunque ahora lo acaba de colgar en Internet (está en vimeo.com/113257963). Trata del genial estudio que hizo José Antonio Serra, jefe de geriatría del Gregorio Marañón, junto con Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea, y que consistió en coger a 20 ancianos entre los 90 y los 97 años y ponerlos a hacer ejercicio en un gimnasio 3 veces a la semana durante 2 meses: pesas, aparatos, bicicleta. Parece un disparate, pero fue un éxito. No se lesionó ninguno y todos mejoraron su capacidad motora y su calidad de vida. El documental muestra su entusiasmo, la avidez con la que se aferran a una opción que los rescata de la melancolía nonagenaria, el esfuerzo con el que intentan recuperar algo de lo que un día fueron. Y lo mejor es que la investigación demuestra que uno puede ponerle ciertas trabas a la decadencia, aunque para eso haya que presentarle batalla cada día. La vida es una selva salvaje y peligrosa, un territorio desconocido cada vez más asfixiante, y en nuestra travesía conviene prepararse el té todas las tardes.
Rosa MonteroEs sabido que uno de los síntomas irreversibles de la vejez es el hecho de que vaya uno advirtiendo, con escalofríos, las diferencias entre los tiempos que corren y los pasados en cada aspecto de su vida y opte por refunfuñar ante lo que considera cambios indeseables o ya, de plano, decadencia. Esta actitud queda reflejada en un juego de frases hechas tan comunes que incluso quien las pronuncia se burla un poco de ellas. Frases del tipo de: "En mis tiempos esto no pasaba", que, por lo general, son un indicador de que ya dio uno el viejazo. Hay, desde luego, una contraparte, que está representada por esos maduros o veteranos que sienten que sus tiempos eran una porquería y no hay nada mejor que la actualidad. Su postura, que en cierto sentido no es menos acrítica que la de sus rivales, podría resumirse en una frase como: "Uy, qué esperanza de que entonces tuviera uno oportunidades como estas" (que, tristemente, casi nunca tienen que ver con progresos sociales, sino con objetos como pantallas de alta resolución o abrelatas eléctricos). Sin embargo, cuando uno resiente sobre los hombros el peso colosal del pasado, ya sea porque lo extraña o porque lo desdeña, resulta francamente difícil no reconocer que las cosas cambiaron. Porque lo hacen, incluso en ámbitos que uno supondría inmutables.
Hace unos días tuve que ir, por compromiso, a la piñata en honor al onomástico del hijo de un conocido, ex compañero de trabajo. Descrita a grandes rasgos, la fiesta fue idéntica a cualquiera de las que frecuenté de chamaco: se partió un pastel, se cantaron las "Mañanitas" (esa canción asombrosa, que se atribuye al ingenio de Rey David y se parangona, por lo tanto, con los mismísimos Salmos), se rompieron piñatas, hubo juegos en el pasto, etc. Pero yo no podía dejar de percatarme de lo que se ha transformado. Las piñatas dejaron de ser de barro hace años. Ahora son de cartón y tienen una flexibilidad y resistencia notables. Ya no basta un golpe afortunado: hay que ser un hooligan capaz de blandir el palo de escoba como un bate de beisbol para romper una. Y lo que cae, desde luego, ya no son mandarinas, cañas o tejocotes, sino chocolates gringos y gomitas brillantes. Creo que el último trozo de colación desapareció del planeta hace veinte años, que es lo que llevo sin ver uno solo caer de una piñata rota.
Otra novedad es que, en vez de magos o payasitos, se busca amenizar las fiestas con actos innovadores, por llamarlos de algún modo, que a nadie de mi época se le hubieran ocurrido. Ya me tocó ver, en cumpleaños de niños de primaria, a unos contorsionistas, a un tipo haciendo stand up comedy, a una lectora de manos, a dos poetas que organizaban "cadáveres exquisitos" y hasta a un psicoterapeuta infantil que estuvo escuchando las confidencias de los asistentes como si fuera un confesor. Y, bueno, me temo que el resultado no es particularmente distinto al de llevar al mago o payasito tradicionales.
En el fondo, pues, no hay mucho que extrañar. Ni tampoco mucho espacio para deslumbrarse por las novedades. La vida es tercamente parecida a sí misma. Aunque las cañas muten en gominolas coloridas y el payasito Patas Negras sea sustituido por un chamán.
Antonio Ortuño
Y así, deseando que pase el tiempo para que pasen también los problemas diarios que nos agobian, nos encontramos un día con que ha pasado nuestro tiempo.
Josefina VicensVerán, llega un momento en la vida en que se te empieza a morir la gente alrededor. Sí, desde luego, la parca nos acecha en cualquier rincón; como dice Fernando de Rojas en La Celestina, nunca se es lo suficientemente viejo como para no vivir un día más ni lo suficientemente joven como para no morir mañana. Así que a mí, como a cualquier humano, ya me había tocado atravesar unas cuantas pérdidas. Pero lo que digo es que llega un momento en el que se empiezan a morir muchos a la vez. Demasiados. Gente de tu edad o algo mayor que tú, pero que ha formado parte de tu vida. En ocasiones han sido amigos muy queridos; otras veces se trata de simples conocidos, pero añejos. El bosque humano de tu existencia comienza a ser talado. Esta es otra de las malditas consecuencias de envejecer, un proceso que no tiene ni pizca de gracia, más allá del alivio de saber que aún no estás en el suelo convertido en leña.
Venimos a este mundo con un yo inmenso que lo llena todo, somos para nosotros mismos lo más importante que sucede en el universo, y de pronto se apaga la luz y ya no queda nada de todas esas ansias colosales de vivir.
Bueno, sí perdura algo durante cierto tiempo: el nostálgico recuerdo de la gente que te quería. Pero ellos a su vez también morirán.
Autores formidables terminan arrumbados en estanterías nunca visitadas de bibliotecas remotas. Salvo escasísimas y azarosas excepciones, el destino de todos es el olvido.
Rosa MonteroEl diente miente, la cana engaña, la arruga desengaña; pero el pelo en la oreja, ni duda deja. Cuídese de todo, de todos y de todas. ¿Le han contado el cuento de que usted está en su mejor edad? ¡Patrañas! Eso fue a los 30 y a comienzos de los 40, cuando repetir de todo no sólo no hacía daño, sino que era posible y hasta motivo de orgullo y de jactancia. Pero después de los 50 "repetir" es palabra maldita y prohibida.
Veamos: ¿Repetir matrimonio? ¿Con qué, y a qué hora? ¿Repetir frijoles? ¿Y los gases qué? ¿Repetir el acto sexual? Será dentro de una semana (con suerte).
Después de los 50, no hay vuelta posible: ¿Volver a empezar? ¿Con qué tiempo? ¿Volver a ser papá? ¿Y las desveladas y agachadas? No gracias.
¿Fiestas hasta que amanezca? Muerte súbita. ¿Volver a trotar? Infarto seguro. ¿Volver a nadar? Será flotar. ¿Volver a cantar? Te ahogas, mi vida. ¿Beber como antes? Ahí viene la cirrosis.
Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte. Un catarro es una bronquitis. Un resfriado, es una neumonía. Un barrito, es cáncer. Una tos, es tisis. Un golpe, es un hematoma. Un chicharrón, es diente perdido.
A partir de los 50: ¿Un dolor de cabeza? Es un derrame. ¿Un dolor en el pie? Es gota. ¿Dolores en las manos? Es artritis. ¿Un olvido absurdo? Demencia senil. ¿Una tiritada por frío? Es Parkinson. ¿Un estornudo? Es tuberculosis.
¿Una oclusión intestinal después de los 60? Es cáncer de colon. ¿Sed? Diabetes. ¿Una libra de más? Retención de líquidos! Una libra de menos... ¿será leucemia? Una meada a media noche, es próstata.
A los 50, lo que no crece se cae o no funciona igual. Se cae el pelo de la cabeza, pero crece en la barbilla, en las orejas, en la nariz. Y canas en el bigote, problemas con el garrote. Los brazos se vuelven gelatina.
A los 50 todo es peligroso: Sonarte fuerte, es hemorragia nasal. Visión borrosa, son cataratas. Cera en los oídos, otitis. Insomnio, es ataque depresivo.
Si después de los 50, usted se despierta y no siente nada, es porque ya se murió.
Y aquí te dejo, porque es hora de echarme mi cremita o Vick VapoRub, tomar mi Metamucil y aplicarme linimento por todos lados.
¡Ah!... por cierto, esto lo escribí en letra grande para que no te cueste leerlo. No nos hagamos ilusiones... AMANECIMOS RESPIRANDO, el resto es ganancia.
(Recibido por e-mail el 20 de julio de 2017).Antes los chicos salían a jugar después de clases y resolvían sus problemas ellos solos. Ahora, con las computadoras y la televisión, carecen de habilidades para comunicarse. No saben qué hacer cuando otros niños hieren sus sentimientos y recurren a nosotros [los maestros] para que resolvamos sus problemas.
Neena SamuelUno empieza a morir cuando se mueren sus contemporáneos.
Julio CortázarAunque edad me sobra para embarcarme en semejante payasada, ando cayendo en la tentación de hacer mi cartita al Niño Dios, a ver si es chicle y pega, o nomás para revivir los días de infancia en los que tal operativo se volvía toda una ceremonia gozosa a la que había que entregarse con mucha fe y esperanza, para apelar a la caridad de quienes la hacían de emisarios.
La primera y más tierna noción que por entonces tuve del asunto fue que existía una suerte de burocracia celestial a la que se debía recurrir con suficiente antelación para proyectar nuestras pretensiones, y que dicho trámite comenzaba con la elección de la mejor cuartilla de papel que pudiéramos elegir, para elaborar una epístola garabateada con impecable caligrafía y redactada con la más pulcra sintaxis, sin tachones ni enmendaduras, porque eso de escribirle una carta personal al hijo de Dios no era una comisión menor. Tal vez los Reyes Magos o el Santaclós serían más permisivos y tolerantes con nuestra incipiente grafología, pero en mis mozos tiempos, en mi amada tierra tapatía, dicho cuarteto casi no figuraba y el regalador que rifaba en Navidad era nada menos que el heredero del mero mero.
Por aquellos días, en cuanto pasaba la conmemoración de la Revolución, con su respectivo desfile al que acudíamos sin falta a ponernos una buena asoleada por las calles del centro de la ciudad, se hacía inminente la madrugadora prevención de instalar el ornato luminoso en casa, montar el nacimiento (en el que la talla del recién nacido superaba a más del doble la estatura de sus padres y la alzada del burro y la mula) y elaborar la correspondiente misiva anual para que nuestros requerimientos fueran sometidos a un escrupuloso balance de presupuestos que, hasta años más tarde caí a la cuenta, sospechosamente casi nunca cuadraban satisfactoriamente con las expectativas infantiles que previamente habíamos pespuntado.
Aunque las previsiones y ajustes monetarios aún no tenían cabida en mi mollera en vías de desarrollo, no dejaba de intrigarme cómo era posible que el hijo del magnate del universo no contara con los fondos suficientes para complacer mis modestas peticiones, que generalmente me eran subsanadas con algunos sustitutos todavía más modestos. Pero no por ello diré que mis navidades fueron infelices, ni que me frustró acunar monas tiesas con chongo de hule, en vez de aquel muñeco blando y rubicundo con el que siempre soñé y que, al igual que los colores Prismacolor de 24, nunca se me hizo tenerlos para sustituir aquella docena de crayolas chafas, o de lápices en una caja decorada con un león muelón.
Paty Blue
En 1980 pasé 6 meses viviendo en Inglaterra y vi una campaña de anuncios institucionales que estaban poniendo en televisión. Trataba de la soledad de los ancianos; si adviertes que en la puerta de ese vecino mayor se acumulan los periódicos o las botellas de leche, preocúpate por él, decía uno de los mensajes. Y en una 2a. fase: no esperes a que se acumule su correo, no pierdas un tiempo que quizá sea fatal, tómate el pequeño esfuerzo de acordarte de tu vecino anciano. Asegúrate de que lo ves habitualmente. La verdad, la campaña me dejó admirada. Guau, me dije, qué civilizados, qué genuinamente interesados por los desprotegidos. Para calibrar mi reacción hay que tener en cuenta que ese tipo de intervenciones públicas no eran muy habituales en la España de entonces. Claro que también pensé: y qué soledad hay en Gran Bretaña... Qué sociedad tan desarticulada, tan atomizada, para que los viejos que se mueren solos sean un problema nacional.
Han pasado 38 años y ya hemos llegado, también en España, a esa chirriante soledad. A los ancianos encerrados en sus casas. La espectacular longevidad de los españoles (somos los 2os. que más vivimos en el mundo, una media de 83 años, sólo unos meses por debajo de los japoneses) contribuye a ese panorama de aislamiento. Hay muchos nonagenarios a los que les es muy difícil moverse y que han sobrevivido a todos sus amigos. A su familia. A su época. Con todo, los ingleses nos siguen llevando la delantera en el problema y en la preocupación que les genera. Acaban de crear una Secretaría de Estado para la Soledad que probablemente sea la 1a. del mundo. Los estudios muestran que 9 millones de británicos viven solos: un 14% de la población. Pero el dato verdaderamente terrible es que 200,000 ancianos y ancianas de ese país llevan más de un mes sin tener una sola conversación con un amigo o un familiar. Es decir, sin hablar con nadie, aparte de, quizá, la cajera del supermercado (que están siendo sustituidas por máquinas) o la enfermera del centro de salud. No es de extrañar que algunos mayores vayan tanto al médico: necesitan no ya que los cuiden o los sanen, sino, simplemente, que alguien los vea.
En España hay un 10% de personas que viven solas. Yo misma formo parte de esa estadística. Y lo cierto es que no es tan malo; es decir, no es nada malo si uno dispone de un tejido afectivo lo suficientemente fuerte que lo sostenga. De hecho, creo que la soledad es una asignatura necesaria para el desarrollo personal; uno debe aprender a vivir solo, a estar a gusto consigo mismo, a poner el centro de gravedad en su interior. Sólo así se puede madurar y alcanzar cierta serenidad. Y sólo así es posible establecer relaciones sentimentales equilibradas y sanas. Si no soportas estar solo, te enrollarás con el 1er. cretino o cretina que aparezca. Y a lo peor aguantarás una convivencia inaguantable con tal de no perder la compañía, aunque ésta sea tóxica.
Puedes haber cultivado familia y amigos, pero ¿y si vives más que todos ellos? ¿Y si la edad te aísla? Me temo que la secretaría de estado británica marca el futuro hacia el que el mundo se dirige. Esa soledad es una epidemia, dicen. Y es verdad. Es un dolor social que sólo podemos paliar si todos colaboramos. Intentemos mirar con algo más de mimo a los ancianos que nos caen más cerca.
Rosa MonteroTampoco en materia de conquistas amorosas debe separarse uno de 2 objetos: del espejo y del acta de nacimiento. Ambas pueden ser útiles en esta materia. La galanura puede funcionar mientras pueda creer que puede extenderse ésta al cambiar el sex appeal por el check appeal, pero esto produce tan sólo la ilusión de que eso sucede.
Desde luego que muchos dirán que se sienten como de 20 años, pero eso aunque puede ser cierto es ya un cambio -si usted quiere gramatical al cambiar el verbo estar por el verbo sentir, lo que ya es algo-.
Pero toda esta profunda meditación se debe a que mi persona, como muchos, olvidé practicar lo que predico. Y fui a recibir la cátedra por parte de un taxista -yo insisto en que en esta época en que nos agobia una cantidad terrible de expertos de todas clases, estamos desperdiciando la sabiduría práctica de los taxistas- en este caso, el sabio taxista me puso, por haber ignorado ese par de objetos: una buena friega.
Charlábamos durante el trayecto de los nuevos colores que deberán lucir los nuevos taxis y que supongo para cerrar el negocio, también los actuales taxis azul con amarillo. El chofer me indicó que el siempre recordaba los taxis con esos colores y que según el recordaba así habían sido 60 años. Y obviamente era menor que yo.
Por mi parte le dije que yo recordaba, en mi infancia, que los carros de sitio, que así se les decía entonces no tenían ningún color distintivo, les pintaban letrero de taxi y el sitio al que pertenecían.
Pues ¿qué edad tiene usted? me preguntó el conversador chafirete. 70 años le contesté.
No, me dijo sonriente, de verdad, insistió. Pensé que el sujeto me veía más joven.
Pues sí, insistí, tengo 70 años. El sujeto calló por un momento como para tomar aire para decir: se vé mas grande.
Si no hubiera tenido razón, le hubiera mentado a su madrecita y me hubiera bajado del auto muy engabanzado, pero, pensé que el que había olvidado su imagen en el espejo era yo, así que me friego por olvidadizo y no tuve nada más que aceptar la verdad y decirle: pues sí; y a manera de explicación mencionar que me corrieron sin aceite.
Carlos EnrigueMuchos piensan que el tema de conducir bajo la influencia del alcohol y otras drogas es "cosa de jóvenes" pero estudios hechos en la Unión Americana muestran que la edad de riesgo se encuentra entre 18 y 55 años de edad. Solo después de los 60 años el hombre parece entender los riegos de conducir luego de haber tomado algunas copas. Claro, el que llegó a 60 años es alguien que aprendió a sobrevivir. Otros no tendrán tanta fortuna. O inteligencia.
Sergio OliveiraPara cuando cumplimos 60 años o más, la mayoría aprende que la vida tiene tantos bajos como altos. El optimismo de la juventud, que podría estar fundado en la ilusión (producto del pensamiento mágico) de que el éxito es inevitable, es reemplazado por la realidad: no todo sale bien.
Lisa F.Carver, profesora de Sociología de la Queen's University en KingstonEs más fácil adoptar una actitud en la cual te aceptas con todo y defectos a los 60 que a los 16. Cuando has vivido lo suficiente, empiezas a darte cuenta de que la vida es imperfecta y, además, ya has aprendido mucho de tus fracasos. Así que ¿por qué agobiarte?
Kristin Neff, profesora de psicología educativa en la Universidad de TexasEn cierta ocasión dijo mi padre que lo malo de vivir demasiado tiempo es que hay muchas cosas amadas que acabas viendo desaparecer. En su momento me pareció una frase entre muchas, pero con los años he comprobado su exactitud. Cuando eres niño o jovencito todo parece inmutable, eterno. Crees firmemente -de no ser así, a esa edad la incertidumbre sería insoportable- que el mundo que conoces se mantendrá siempre con idéntico aspecto y poblado por las mismas personas. Que en el mapa de tu vida existirán siempre las mismas referencias.
Sin embargo, el tiempo demuestra que no ocurre de ese modo, pues toda vida -esto ya no lo dijo mi padre, sino que lo escribió Scott Fitzgerald- es también un proceso de demolición. Los años implican lucidez y evolución hacia lugares interesantes, pero incluyen estragos y destrucciones en el paisaje y en uno mismo. Las inocencias se atenúan, numerosas palabras que antes eran decisivas empiezan a escribirse con letra minúscula, y personas que tuvieron peso extraordinario en tu vida se alejan, o cambian como también tú lo haces, o sencillamente mueren.
Para los que hemos conocido una existencia más bien nómada, los lugares son importantes. Fijan las coordenadas que durante mucho tiempo nos dieron anclajes o ilusión de estabilidad. En la vida que llevé, y que en cierto modo todavía llevo, ciudades, hoteles, restaurantes, librerías, así como a menudo personas relacionadas con ellos, tuvieron siempre una importancia decisiva. Fueron, incluso, trasunto del hogar que en esos momentos no tenía, hasta el punto de convertirse ellos mismos en hogar confortable.
Desde ese punto de vista, la lista de bajas en una memoria de esa clase supone un ejercicio de melancolía. Ni siquiera el hábito de ver destruirse cosas de forma violenta, derrumbarse mundos enteros en guerras y catástrofes, que ayuda mucho, endurece lo suficiente. Vacuna, quizá, frente a la sorpresa y permite mirarlo con lucidez más o menos serena; pero el dolor de la pérdida, o las continuas pérdidas, sigue siendo intenso. Pasear por la rue Saint André des Arts de París y comprobar que todas las librerías de viejo donde entrabas con 20 años y avidez de cazador han desaparecido, puede ser tan doloroso como comprobar que ya no volverás nunca a comer o cenar en tu vieja Munich de Buenos Aires, o que la punta de la Aduana de Venecia, que de noche era el lugar más solitario y bello del mundo, sea un infierno japonés desde que abrieron un museo justo al lado.
Es lo que hay, y no queda sino aceptarlo. Asumir sentirse a veces, o a menudo, como el príncipe Salina paseando por Palermo al final de El Gatopardo. Todos nosotros, lugares y personas, llegamos y nos vamos. Cedemos espacio a quienes empiezan un camino que ya no es el nuestro.
Pensaba en eso no hace mucho en México capital -que ya tampoco se llama Deefe-, sentado por última vez en la Cantina Salón Madrid. Durante toda mi vida mexicana, larga de 30 años, ese modesto bar de la plaza de Santo Domingo fue allí mi lugar favorito: una cantina clásica, barata hasta lo cutre, con parroquianos bigotudos y peligrosos, asientos acuchillados a navajazos, una rockola donde escuchaba a José Alfredo, Vicente Fernández y los Tigres del Norte, y una extraña pareja, un matrimonio que servía tequila reposado y milanesa de carne cortada en trocitos. Pasé allí muchos días felices.
Siempre supe que llegaría este momento, y al fin llegó. En mi última visita, el viejo matrimonio ya no estaba allí, y la Cantina Salón Madrid se había transformado en un bar puesto al día, con nueva decoración y copas convencionales. De la rockola habían sido barridos sin piedad rancheras y narcocorridos: sonaba Shakira.
Había camareros jóvenes y chicos alegres y vitales tomando cerveza en la mesa donde una vez, junto a mí, un hombre solitario había cantado al compás de su corazón destrozado.
Arturo Pérez-ReverteDirán algunos de ustedes que quienes ya somos algo mayores, o estamos en una edad en la que se mira atrás con perspectiva de varias décadas, damos mucho la brasa con que antes las cosas eran tal y cual. Y es posible, en efecto, que a veces se nos vaya un poco la mano. Pero tampoco eso es malo, supongo, siempre que no se trate de un ejercicio cascarrabias y derrotista, sino como simple anotación de lo que fue y ya no es. Un ejercicio, éste, que tiene una doble utilidad: le permite a uno hacer memoria, recordando -en mi caso, fijando por escrito, o intentándolo- cosas que el tiempo amenaza con borrar del archivo, y sirve también para que gente más joven y con buena voluntad se haga con referencias útiles de tiempos y mundos que ya no existen, o se extinguen, y que en cualquier caso es bueno conocer para interpretar mejor cada tiempo presente.
Todo este ladrillo inicial, prólogo o proemio, viene al hilo de algo que un amigo me ha hecho llegar, tras encontrarlo entre fotos antiguas de su madre. Se trata de una tarjeta postal fechada el 22 de octubre de 1960, remitida por el abuelo de mi amigo a su hija -que más tarde sería madre de ese amigo-, que vivía en Cartagena. La destinataria de la postal tenía entonces 13 años y era una niña traviesa; desobediente, como se decía entonces. Según la reconstrucción familiar de los hechos, el padre y la madre estaban pasando unos días en Madrid, y cuando llamaron desde allí por teléfono -con una conferencia, como también solía decirse, y que además era un medio de comunicación bastante caro- para comprobar qué tal iban las cosas en casa, la jovencita fue irrespetuosa y contestó a sus padres con malos modos. Como también se decía entonces, lo hizo de mala manera. Y eso dio lugar a que tras la conversación, disgustados con su hija, los padres le enviaran a ésta la tarjeta postal cuyo delicioso contenido fue el siguiente:
Tenemos mucho disgusto por tu actitud en la conferencia de esta tarde. Supongo que te arrepentirás de tu proceder. Pero no tienes enmienda. Te saludan, muy molestos, tus padres. 22/X/1960.
Es difícil, en mi opinión, resumir tan bien, en sólo unas breves líneas, todo un modo de entender las relaciones familiares, la educación y la vida. Los modos de una época. Y más cuando, como cuenta mi amigo, su abuelo no tenía título universitario ni nada semejante, sino que había hecho su vida a partir de la educación primaria del primer tercio del siglo. Era dueño de una confitería, aficionado a la lectura y hombre, como su esposa, de trato cortés, educado en la certeza de que los buenos modales y el respeto a los semejantes hacían la vida más útil y agradable. A los 13 años de edad, su hija compartía o conocía al menos esos códigos, pues nunca se habría dirigido un mensaje semejante a una chica incapaz de entender el tono en que estaba escrito. Traviesa y respondona, o lo que fuera, esa niña sabía lo que era una educación; y, confiando en ello, sus padres le recriminaban su conducta en la esperanza de que, con la reprimenda, esa misma educación la hiciera recapacitar.
Había y hay muchas formas de reprender a un hijo. Pocas he visto tan perfectas y mesuradas, reflejo de épocas en que ciertas cosas se hacían de otro modo y en otro tono; de tiempos -peores en muchas cosas, pero también mejores en otras que nunca se debieron perder- donde los buenos modales, que procuraban practicar tanto la gente de condición social humilde como la más afortunada o mejor situada, cuidar las formas, en fin, eran fundamentales dentro y fuera del ámbito familiar. Pero es que, además, a esas buenas maneras se añadía con frecuencia, como en el caso que nos ocupa, una lección de elegancia, estilo y amor por las palabras y su correcta expresión. Demostrando así que todo eso, buena educación, respeto, lecturas que adiestren las actitudes, no sólo hacen a la gente más admirable en lo social, sino que también la convierten, con frecuencia, en mejores ciudadanos y mejores personas. Y ahora, para tener a punto el contraste, comparen ustedes la postal del abuelo a la madre de mi amigo con lo que hoy solemos escuchar a nuestro alrededor: "Ven pacá, Manolín, que te voy a reventar la cabeza", "Te voy a dar un palo en el culo, jodío niño, que se te van a saltar los dientes" o "Me se quema la sangre de ver al hijoputa de mi hijo". Y así, claro, a menudo tenemos los hijos y los nietos que nos merecemos. Más o menos. Y por supuesto, unos más que otros.
Arturo Pérez-ReverteAntes, a los que platicábamos en clase, hacíamos dibujos en los cuadernos mientras el profe explicaba, nos distraíamos con el vuelo de las moscas y sacábamos malas notas en matemáticas, física y geografía, nos llamaban burros, y el manejo disciplinario para eso era el reglazo, el jalón de patilla y unos sonoros gritos. Ahora, los que presentan los mismos problemas de conducta en la escuela son chicos con Trastorno de Déficit de Atención y se les atiende con costosas terapias especializadas y medicamentos que, para desgracia de los bolsillos de los padres, aún no vende el Dr. Simi. No tengo duda de que, de haber existido estas pomposas clasificaciones en mi infancia, mi foto habría aparecido en la definición del diccionario correspondiente. Pero eran los tiempos en que los chicos con TDA éramos simplemente distraídos y holgazanes.
En mis épocas no había tecnología al servicio del estudiante. Una calculadora Casio de 32 kb era lo más avanzado con lo que yo contaba en la prepa, y si digo "contaba" es en forma literal. En la universidad los trabajos se hacían a golpe de máquina de escribir marca Olivetti y, cuando se hablaba de computadoras, se pensaba en esas máquinas llenas de focos de colores que salían en las películas de El Santo. En cambio ahora la computadora es una herramienta obligatoria para cualquier estudiante. En el colegio de mi hijo, en vez de cuadernos se utilizan tabletas y, en lugar de la tradicional lista de costosos libros, todos los contenidos están en una plataforma en internet. O lo que es lo mismo: antes los libros escolares estaban por las nubes y ahora están en "la nube".
Juan Miguel PortilloHe estado considerando que los miembros de mi generación, que ya peinamos canas cuando podemos, éramos generacionalmente una generación bastante sumisa en cuanto a la mayoritariamente relación con los padres, vamos, podía ser que no te gustara lo que éstos te ordenaban, incluso podías en ocasiones hacerte tarugo y desobedecerlas y afrontar un regaño o hasta un castigo posterior, pero contestar o cuestionar una orden como que no se usaba; así era el concepto de obediencia de aquella época; más bien se acostumbraba decir que más valía pedir perdón que pedir permiso.
Había personas a los que sancionaban físicamente, es decir, les pegaban, en mi caso no fue así. Que yo me acuerde mi padre sólo me pegó una vez en mi vida y yo creo que lo merecía. Para él, el acto más reprobable que podía cometerse era ser ladrón, nada lo justificaba y esa vez mi hermano, que ya murió, y yo nos robamos de San Francisquito una alcancía de barro que debo decir era de nuestro tamaño y representaba a un acólito y se nos quebró a medias de López Cotilla, que entonces estaba empedrada, así que habíamos robado y nada menos que a nuestra Santa Madre Iglesia. Hay que aclarar a las nuevas generaciones que en aquel tiempo las monedas eran grandes y pesadas y que el acólito de barro no cooperaba ya que no sabía caminar y menos por el empedrado, así que, por esa causa, nos dio una regañada de pronóstico reservado y a continuación nos dio una fajacera, acusándonos justamente de ser ladrones y delincuentes y que repito fue la única vez.
Mi madre también solo nos pegó una vez, sólo que ella comenzó en 1950 y cesó a finales de esa década, pero eran a mano limpia, pero, discutir órdenes no se usaba.
Con nuestros hijos, cambió el tono y empezaban a cuestionar las órdenes de forma más bien tímida, tanto que en mi caso, cuando me preguntaban el porqué de una negativa, aceptaban (más o menos) que yo les contestaba algo así como que, la causa de ésta fuera que "porque era el aniversario de la entrada de Garibaldi a Roma" y eso parecía bastar. Años después me enteré que la famosa entrada tan mencionada nunca había tenido lugar, cuando menos nunca entró triunfalmente a esa ciudad. Ahora que son mayores reclaman que mis respuestas eran una muestra de humor negro, fuera de lugar, pero qué hacer si así fue.
Lo que no sé cómo será es cómo se dará en esta generación el sistema de órdenes, pero de cierto tendrán que dar muchas explicaciones.
Carlos Enrigue¿A qué horas cambió el concepto de mis tías respecto de muchos de mis parientes? En especial me estoy refiriendo al tío Tolito y al tio Dido. Ya les he contado algunos datos de las actividades sicalípticas realizadas en la concupiscente vida de los tíos que los convirtió de ser unos príncipes azules en unos viejos rabo verde. Sí, qué pena, pero la tía Chole siempre anunció que a ambos los perdería, como a Salomón, su desmedido amor por las mujeres y ante el alegato de Dido, de que se trataba de amores platónicos, la tía siempre le contestaba que eran platónicos porque se las quería echar al plato.
Pero también los conceptos del acercamiento intergéneros han cambiado, ahora nos dicen que el concepto del piropo ha variado (y no me refiero en ninguna manera a manifestaciones vulgares, éstas deben eliminarse), por fortuna ya estoy fuera de la pelea y siempre fui muy bruto para galantear; pero recuerdo hace mil años que una amiga guapísima que tenía, me contó de un piropo que le habían echado y que le había gustado se lo dijeran: "está usted más bien hecha que las tablas de multiplicar" y mire usted que las tablas están muy bien hechas, pero eso pasó hace mucho y a la mejor ya es material inadecuado.
La verdad es que no sé si mis tíos no tendrán espejo en su casa o hayan perdido su acta de nacimiento, pero de hecho no puedo imaginarme un intento de galanteo, cuando es evidente que hace años cambiaron el sex appeal por el check appeal y a esta edad sólo pueden dar dinero o asco, o las 2 cosas.
Pero ¿dónde estuvo el cambio de príncipe azul a viejo rabo verde?
Carlos EnrigueA mí siempre me fascinó el cine, y así, una bola de niños nos reuníamos a ir al cine en la Casa Loyola, donde daban buenas películas y cuidaban la moralidad de la clientela ya que oscurecían besos y hasta alguna escena, que se decía, subida de color. Cuando vi las escenas en Cinema Paradiso recordé con cariño esas funciones que a mí y a muchos nos aficionó.
Solo Dios sabe los circos que teníamos que hacer para conseguir, en casos extremos, los 60 centavos que costaba el balcón de cines como el Lux, el Edén, que por esa suma nos permitía ver 3 películas en permanencia voluntaria.
Había ocasiones en que esto era más complicado, por ejemplo, cuando daban películas americanas, fundamentalmente, en cines como el Variedades, que aún está de pie y creo es un centro cultural; creo recordar que este cine y tenía una luneta, que valía 4 pesos, lo que era impensable para hacerlo con frecuencia, pero tenía un 2o. balcón que era muy económico y ahí daban películas gringas, con subtítulos y en esa época había mucha gente que no sabía leer, así que todo lo que ocupábamos era conseguir 4 o 5 clientes de a peseta para pagar nuestra entrada y leer a la clientela en voz alta los subtítulos y que entendiera de qué se trataba, lo incómodo era que ese balcón no tenía butacas, sino banca corrida y quedaba uno casi ahogado por los clientes que querían escuchar.
Otro cine costoso, porque había que dar una cooperación al inspector, ya que eran películas para adultos y entonces se suponía no dejaban entrar infantes, hecho que se relajaba con una cooperación que si bien me acuerdo era de 2 o 3 pesos, esto era en el cine Jalisco que después se llamó Tonallan, atrás de las 9 esquinas; los viernes eran los días señalados y recuerdo que la función extrema se pasaban "Niñas Sacrificadas", "La torre de Nesle" y "Lucrecia Borgia". Lleno total. Años después vi en la tele esta última y pensé, a toro pasado, que la peli en cuestión debió haberse llamado Santa Lucrecia, toda la perversidad la llevábamos en la cabeza, pero en su momento, era toda la perversidad infantil que podíamos tener.
Carlos EnrigueSabes que te estás haciendo viejo cuando al agacharte para atar los cordones de tus zapatos te preguntas qué más puedes hacer mientras estás ahí abajo.
George BurnsHace 40 años protagonizaban la serie más famosa de la tele. Interpretaban a 2 policías y manejaban un auto que se hizo simbólico. Hoy tienen 73 años y uno empuja la silla de ruedas del otro, son Starsky y Hutch.
LA GENERACION DE ORO: NOS ESTAMOS YENDO. ¿Y AHORA QUIÉN NOS VA SUSTITUIR?
Nosotros que tenemos más de 50 o 60 años, somos una generación única, espero que alguna vez pueda venir otra igual, porque somos la última generación que escuchaba a sus padres, tíos, abuelos. También los respetábamos, así como a nuestros profesores, a las personas mayores las amábamos de verdad. Teníamos nuestros "gustos" y no era un falta de respeto; las músicas que oíamos no agredían. Y sí, esas eran músicas. Nosotros atravesamos la era del rock, woodstok, hippies, la yerba, viajes a la luna, y muchas guerras que no eran nuestras; crecimos tutelados por los militares, estudiamos en escuelas, colegios y universidades públicas. No había seguros médicos privados, jugábamos en las calles, teníamos 3 meses de vacaciones, tuvimos novias/os y muchos de nosotros se casaron con el primero/a, y continúan!
¡Somos una edición limitada! Nos estamos yendo... Todos los días somos menos.
Aprovecha en cuanto puedas.
Aprende con nosotros.
Y ten en mente que tuvimos mucho trabajo para construir un Mundo, con sus luces y sus sombras, pero que está siendo destruido por falta de lo que en el pasado teníamos en abundancia, AMOR Y RESPETO AL PRÓJIMO.
Muchos no estudiamos más que primaria o secundaria otros hasta prepa, y somos gente educada, honrada y trabajadora de buenos principios, no somos hijos de papi con más de 25 años y con carreras profesionales de escuelas privadas y que aún dependen de sus padres. No éramos "mantenidos". No hablábamos como carretoneros; hoy los niños bien hablan como la clase más baja de la sociedad, y esa clase tiene más respeto y se abstiene de malas palabras.
Nos tocó tener principios y respeto, y pasaremos a la historia como una generación humana y con valores. Las nuevas generaciones son frías, violentas, no se respetan entre sí. La mayoría encontrará todo servido y, lo principal, carecen de sentimientos, moral y buenas costumbres.
Los que tenemos de 50 a 75 años ó mas, somos, fuimos, y seremos una generación extraordinaria como quizá nunca jamás se vuelva a ver.
Autor desconocidoNo me quiten edad. Me la he ganado.
May Sarton, poeta estadounidense
Creemos que las nuevas tecnologías nos facilitan la vida. Que nos ahorran trabajo y nos liberan. Pero en realidad sucede lo contrario. Con el e-mail y los whatsapps no terminas jamás de trabajar. Antes, sacar adelante un tema suponía quizá una carta de papel al mes y 3 llamadas. Hoy son decenas de correos electrónicos y de mensajes. Antes podías cortar tu dedicación laboral a una determinada hora. En estos momentos no cortas jamás.
Todo esto está alterando las costumbres, la salud y el cerebro. Numerosas investigaciones hablan del insomnio causado por la luz de los terminales, de alteraciones en la producción de hormonas, de quizá un mayor riesgo de cáncer (este punto es polémico), sobre todo en niños menores de 2 años, los cuales, según todos los indicios, no deberían ni tocar una tableta. Pero hay algo que creo que está clarísimo, y es la disminución de la capacidad de concentración. Con la mano en el pecho, debo confesar que mi cabeza, siempre tendente a las corrientes de aire, tiene hoy más agujeros que nunca. La mente aletea de acá para allá con más facilidad, hambrienta de nuevos estímulos. Tengo la sensación de que los smartphones son como hechiceros que nos han hipnotizado, creando una Humanidad de seres distraídos y confusos. Hay estudios que señalan que el uso del teléfono mientras conduces, incluso en manos libres, provoca cada día 9 muertes y cerca de mil heridos en Estados Unidos. Otro trabajo realizado en Manhattan indicó que el 42% de los peatones ignoraban los semáforos en rojo por estar enfrascados en su móvil. Ya digo. Somos las primeras generaciones del Homo pasmado.
Rosa Montero(En Facebook el 8 de diciembre de 2018).
El tiempo es la mayor riqueza de la que disponemos, un recurso que solemos dilapidar sin darnos cuenta de lo escaso que es. Malgastamos el tiempo cuando queremos que pase muy deprisa, cuando quemamos los días para poder alcanzar cuanto antes una fecha (las vacaciones, el regreso del ser amado, el final de un tratamiento médico); y directamente arrojamos nuestra existencia por la borda cuando nos aburrimos. ¿Cómo puede uno permitirse el aburrimiento? El solo hecho de vivir es un portento.
Pero lo más difícil de todo es digerir lo que el tiempo te hace. O más bien lo que te deshace. Decía Oscar Wilde, que tiene frases célebres para casi cualquier ocasión, que lo peor de envejecer es que no se envejece; es decir, que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo irreconocible que se derrumba. Si en mi interior aún tengo 20 años, ¿por qué me mira ese estúpido carcamal desde el espejo? Pero no es sólo la disociación entre mente y carne: también es la larga cola de pasado que empiezas a arrastrar a tus espaldas, como el polvo estelar de un viejo cometa.
Sí, Wilde tenía razón, envejecer conlleva un extrañamiento de ti mismo. Estoy revisando antiguas entrevistas mías para reunirlas en un libro, lo cual me está poniendo de los nervios, porque no hago más que tropezarme con la joven que fui. Hablé con Tina Turner, por ejemplo, y recuerdo lo maravillada que volví. La encontré guapísima y escultural pese a lo vieja que era, y así se lo comenté con admirado entusiasmo a mis amigos. Ahora, al leer el texto, compruebo que por entonces Turner acababa de cumplir 50 años, y una gota de sudor helado me baja por el cuello. Hoy aquella vieja casi me parece una pipiola.
La buena noticia es que sin duda es cierto que la sensibilidad con respecto a la edad ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. Yo pensaba que el tópico de que los 50 de hoy son los 30 de antaño era una exageración consoladora, pero la lectura de estas entrevistas parece confirmarlo. Muchos de los personajes a los que abordé estaban en la travesía de los 50 y se manifestaban sorprendentemente hundidos en la senectud, como si la presión social los forzara a ser viejos. Por ejemplo, un melancólico Yves Montand, con 56, se lamentaba de los millones de neuronas que perdía cada día; y Luis Miguel Dominguín, con 52, me recibía metido en la cama, disfrazando de cinismo su depresión y hablando desde el más allá de la vida, como si fuera un anciano. Con todo, la entrevista más espeluznante es la que le hice al director de cine Marco Ferreri, que era un hombre bamboleante y apático, un viejo sin paliativos. En un momento de la charla me espetó: "Tú quieres escribir, quieres ser feliz...; tú lo quieres todo". "Claro2, contesté. "Eso es imposible. Los tiempos son tan cortos..., ¿qué edad tienes?", preguntó. Y la conversación, horror vertiginoso, siguió así: "27". "Y yo 50. A los 50 años no se cree en la felicidad; a los 27, sí (...). A los 50, por muy bien que te vaya, sólo te quedan 20 años de vida". Y, en efecto, Ferreri falleció 19 años más tarde (a una edad a la que yo casi he llegado). Hoy pienso en aquel hombre que acababa de cumplir 50 pero que se había dado por derrotado, y me recuerdo a mí misma con la arrogancia que la inmortalidad de mis 27 años me confería, mientras siento silbar, atronador, el huracán del tiempo en mis oídos.
Rosa MonteroCuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando, muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Qué será de todos aquellos que crecimos en una sociedad moderna pero racional y coherente... Que crecimos con el choko-mil Pancho Pantera, con el "Hemostyl" y su imagen EVITA MUÑIZ... con el parque de MAGUSÍN o las resbaladillas en forma de cohetes espaciales del PARQUE ALCALDE... con el MICROCINE o las matinees del CINE REFORMA... con las meriendas en el VALENCIA aquel drive-in de Av. López Mateos con su chango enjaulado... con los HELADOS BING de Los Arcos mero enfrente de casa de los RUBIO... con las películas de VIRUTA Y CAPULINA o su programa de tv "Cómicos y Canciones"... con el CANAL 58 o las CINCO ONDAS DE LA ALEGRIA... con la PISTA HIELO de Av. México donde además de patinar había pese a la mala acústica conciertos de grupos de moda... ¿y PAQUÍN y CHORI?... Y el gran cómico CANELITA... la tele se veía solo a ciertas horas y los niños después del TEATRO FANTÁSTICO de ERNESTO [ENRIQUE] ALONSO in-media-ta-mente y a la cama... "La isla de Gilligian"... o "La Novicia Voladora"... "La Caldera del Diablo" solo la veían los adultos... o cintas ya casi olvidadas de WALT DISNEY como OPERACIÓN SALCHICHA o CUPIDO MOTORIZADO... las señoras todavía se cubrían para ir a misa con las famosas chalinas o sevillanas... aprendimos a leer con los cuentos de EDITORIAL NOVARO... después vendrían DISCOTEQUE ORFEON A GO-GO... TOPO GIGIO o la SEÑORITA COMETA... Tantas cosas en un mundo aún tangible y en cierto modo más civilizado que hoy.
El Duque de TlaquepaqueEn Japón se ha detectado que los mayores de edad [avanzada] con frecuencia cometen pequeños hurtos en tiendas, para poder pasar algún tiempo en la prisión, en compañía de otros seres humanos. Los casos de abandono de los más longevos son dramáticos, principalmente en las sociedades más avanzadas, donde el concepto de familia comienza a declinar peligrosamente.
Sergio López RiveraDe cuando en cuando hay periodistas que, para mi pasmo, me preguntan por qué escribo en mis novelas sobre la muerte. ¿Pero es que acaso se puede escribir sobre otra cosa? Todos hacemos todo en la vida contra la muerte, aunque no seamos conscientes de ello. Somos criaturas marcadas por la finitud, y la muerte es tan inhumana y tan anómala cuando la contemplamos desde la aguda conciencia de estar vivos, desde la plenitud de nuestros deseos, que no sabemos qué hacer con ese conocimiento aterrador. Por eso los humanos viven como si fueran eternos, o al menos casi todos lo hacen, salvo un puñado de neuróticos como Woody Allen o yo misma, que no podemos olvidarnos de la parca. Como decía Cicerón, siempre supe que era mortal.
Creo que es algo que nos pasa a muchos escritores; supongo que la mayoría nos sentimos más heridos por los mordiscos del tiempo que el individuo medio. Y quizá por eso escribimos, para poner un parapeto de palabras contra el vértigo. En realidad los humanos siempre hemos hecho cosas increíbles para intentar manejar la muerte inmanejable. Pirámides inmensas en medio del desierto con momias empeñadas en perdurar más allá de su destino de gusanera. Panteones de personajes ilustres que se hacen polvo bajo toneladas de recargados mármoles. Ceremonias funerarias diversas dependiendo de las culturas: piras, lápidas, criptas, crematorios, torres del silencio en donde los buitres se alimentan con los cuerpos, funerales, cánticos, banquetes de duelo, afeitados o laceraciones rituales, alaridos profesionales de plañideras. Qué difícil nos es la travesía de la muerte. Y sin embargo no es posible vivir con serenidad y con plenitud si no se alcanza antes cierto acuerdo con la muerte, con la propia y con la ajena.
En cuanto a la propia, poco hay que uno pueda hacer. En realidad el miedo a la muerte no es más que una defensa de nuestras células para posponer su desaparición e intentar perpetuarse. Si no nos angustia la plácida negrura que había antes de nuestro nacimiento, ¿por qué debe angustiarnos la oscuridad que vendrá después? Lo malo no es la muerte, sino el tránsito; por el posible sufrimiento y también por la pena de tener que abandonar esta vida tan bella. Como decía Salvatore Quasimodo, "cada uno está solo sobre el corazón de la Tierra / atravesado por un rayo de Sol. / Y de pronto, anochece". Me gustaría llegar a ser lo suficientemente sabia como para no arruinar el fulgor de ese breve rayo con mis temores.
Más difícil aún me parece aceptar la muerte de los otros. Hay una cosa inquietante de la edad, y es que te convierte en un superviviente. Van desapareciendo a tu alrededor los conocidos, los amigos, los amados, y si alcanzas una edad muy longeva te quedas sola, único árbol en pie de un bosque quemado. Ahora que las baldas de mi biblioteca empiezan a llenarse alarmantemente con las fotos de los caídos, siento la urgencia de encontrar un consuelo, un acomodo, alguna manera de sobrellevar el peso de tantas ausencias. Porque nuestros muertos se acumulan sobre nosotros, como me dijo el escritor Amos Oz en una entrevista que le hice en Israel en 2007: "Cuando se te muere alguien, un padre, un hermano, alguien cercano a tu corazón, tú recoges ese muerto y lo metes dentro de ti, lo introduces en tus entrañas y te quedas embarazado de ese muerto para siempre jamás. Todos caminamos por la vida preñados de nuestros muertos. En el caso de los judíos, lo que sucede es que estamos muy, muy embarazados, porque tenemos muchísimos muertos a las espaldas".
Supongo que, a medida que envejecemos, todos nos aproximamos a esa preñez masiva de los judíos que señalaba Oz. Vamos construyendo nuestro pequeño panteón en el rincón más íntimo del pecho, o más bien nos vamos convirtiendo nosotros en panteones vivos. Si se mira bien, es reconfortante que sea así. Tu gente y tus animales queridos van reuniéndose ahí dentro, se acompañan y te acompañan. Ahora que un nuevo amigo acaba de sumarse a mi paisaje interior, al mundo silencioso y sumergido que me crece dentro, este pensamiento me hace sentir cierta ligereza, cierto sosiego. Como dice el poeta mexicano Elías Nandino, "morir es alzar el vuelo. Sin alas. Sin ojos. Y sin cuerpo".
Rosa MonteroMe atreveré a decirle que no pienso tanto en la vejez. Nunca creí que la edad fuera un criterio. No me sentía particularmente joven hace 50 años (cuando tenía 20, me gustaba mucho la compañía de gente mayor) y no me siento vieja hoy. Mi edad cambia y siempre ha cambiado de hora en hora. En los momentos de cansancio tengo 10 siglos; en los momentos de trabajo, 40 años; en el jardín, con el perro, tengo la impresión de tener 4 años.
Margueritte Yourcenar, en una carta a Jeanne Carayon, citada por Martín CasillasVeo en el telediario que 1 de cada 5 reclusos japoneses es mayor de 65 años. Por lo visto delinquen y reinciden para que les metan presos y poder estar así cuidados, con comida y compañía. Qué tremenda desesperación hay que experimentar para sentir que la cárcel es un hogar. Esto me ha hecho recordar una nota que tomé (y que nunca usé) en 2013: el ministro de Finanzas nipón, Taro Aso, pidió a los ancianos que se murieran pronto para apoyar la reforma de la Seguridad Social. Por las mismas fechas, un informe del Fondo Monetario Internacional se quejaba de que vivíamos demasiado. Cierto, no hay manera de hacer unos presupuestos apañados con este empecinamiento de la vida en vivir. Hace 30 años yo bromeaba diciendo que a mi generación la iban a terminar gaseando, porque íbamos a ser muchos viejos muy viejos sin que aún se hubiera sabido resolver el problema de cómo cuidarnos. Pues bien, se diría que hoy estamos a un paso, no ya del exterminio, que hasta sería más piadoso, sino de una crueldad, un descuido y un maltrato propio de los nazis, como demuestran las espantosas, insoportables imágenes de los abusos en la residencia geriátrica Los Nogales.
Lo de los presos sin duda está relacionado con el hecho de que los japoneses son el pueblo más longevo del mundo. Pero los españoles estamos cerca. Somos el 4o. país con más esperanza de vida del planeta, tras Suiza y Singapur, y, según un estudio de The Lancet, podemos alcanzar el 1er. puesto en 2040. O sea: es muy posible que, en efecto, mi generación bata los récords en ancianidad, esto es, en carcamales hechos polvo, viviendo solos, indefensos y con pensiones de miseria. Si es que aún tenemos pensiones. Hurra por ese 1er. puesto. Antes llegar a viejo era un orgullo, pero ahora ser viejo es un problema.
Según un informe del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) de 2019, en España hay casi 9 millones de personas mayores de 65 años, un 19% de la población. Y la sociedad envejece a toda prisa. Hoy la media de edad del país es de 43 años, mientras que en 1970 era de algo menos de 33 años. Por añadidura, los octogenarios son ya el 6% de la población, y hay más de 11,000 centenarios en nuestro país, la mayoría mujeres, porque superamos en longevidad a los hombres en un 32%, y la diferencia es mayor conforme aumenta la edad. Pero ese triunfo de la resistencia no es por lo general un regalo, porque vivimos mucho pero en malas condiciones. Físicas y económicas.
Y es que ser viejo es muy caro. La estancia en esa casa de los horrores que era Los Nogales podía llegar a costar más de 2,000 euros al mes. Según el CSIC, hay cerca de 370,000 plazas en residencias geriátricas, 4 por cada 100 ancianos, incluyendo privadas y públicas. No parecen muchas. De cuando en cuando saltan a los medios denuncias de malos tratos en esos centros, y, reconozcámoslo, todos sospechamos que pueden ser más habituales de lo que parece. Todos intentamos no pensar en esos aparcaderos de seres indefensos que, por otra parte, muchas veces son inevitables, porque el estado del anciano impide su cuidado en casa.
Los Nogales ha sido un caso clamoroso y los empleados investigados por la Fiscalía están acusados de comportamientos de un sadismo repugnante. A ellos los despidieron, pero aún más grave me parece que la dirección de la residencia no cursara a la comunidad las denuncias recibidas. Aterra pensar que sin duda conocemos, sin saberlo, a gente así de (supuestamente) mala. Gente que ejerce el daño y gente que prefiere mirar hacia otro lado. Y siendo todo esto doloroso y terrible, aún hay algo peor, y son todos esos ancianos que no tienen a nadie y que viven encerrados en sus casas, llenos de pena y miedo por su debilidad y su abandono. Tan presos como los reclusos japoneses y dependiendo de la generosidad de una vecina que les suba la compra de vez en cuando (el 17% de los hombres mayores y el 30% de las mujeres viven solos). Pero todos estos, claro, nos hacen el favor de sufrir en silencio y en la invisibilidad de sus domicilios. Su dolor nunca llegará a la Fiscalía. Son nuestros maltratados.
Rosa Montero-"Te estás volviendo viejo"- me dijeron, -"has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario".
No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.
He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías.
He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas, y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.
Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente.
Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo viejo.
Llevo en el alma lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre.
Llevo en las manos la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material.
Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado.
Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.
No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.
No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.
No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.
No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.
Víctor Hugo¿Cuál es el mayor atractivo de los hombres?
Desde el nacimiento hasta los 15 años, "la inocencia".
De los 15 a los 30, "la apariencia".
De los 30 a los 40, "la experiencia".
De los 40 a los 60, "la solvencia".
De los 60 a los 80, "la paciencia".
Y de los 80 en adelante, "¡la herencia!"...
Como se sabe, la esperanza de vida, sobre todo en los países ricos, no deja de crecer. Basta un ejemplo: en el inicio del siglo XX el promedio era de 60 años; ahora, donde la economía florece, es poco mayor de 80 años. Los logros de las diversas tecnologías crecerán sin cesar y con ellas se agregarán años a la vida.
Las personas cuya calidad de vida, en los rubros material, social y económico es adecuada, con frecuencia disfrutarán vivir más tiempo; escribí "con frecuencia" con cursivas porque hay factores insoslayables cuyo peso no debe pasar desapercibido. Soledad, depresión, abandono familiar, maltrato, suicidios y la sensación de no pertenencia al medio social son elementos que impiden vivir una vejez plena, satisfactoria, en comunidad, no digamos feliz. En el otro extremo, el binomio pobreza y vejez siempre es tóxico: la vida se detiene cuando a la falta de dinero y a la ancianidad se agregan enfermedades, muchas incurables. Las patologías crónicas son características de la vejez. Convivir con ellas con dinero es complejo; sin dinero, un pequeño infierno. Morir a edades tempranas supone, en general, muertes menos prolongadas, menos dolorosas. No quiero decir con eso que valga la pena morir joven, lo que pretendo exponer, en una 1a. aproximación, es una de las grandes cuestiones de la ancianidad: la mayoría de las veces la muerte llega acompañada de periodos largos de dolor, incapacidades e indignidad.
En su espléndido libro "De senectute", publicado en italiano en 1996, Norberto Bobbio reflexiona, a los 87 años, sobre el valor de la sabiduría en la vejez. Luchador incansable y utopista empedernido, escribe en el capítulo "Pero, ¿qué sabiduría?", "La marginación de los viejos en una época en la que el curso histórico es cada vez más acelerado, resulta un hecho imposible de ignorar. En las sociedades tradicionales estáticas que evolucionan lentamente, el viejo encierra en sí el patrimonio cultural de la comunidad... En las sociedades evolucionadas, el cambio cada vez más rápido, tanto de las costumbres como de las artes, ha trastocado la relación entre quien sabe y quien no sabe. El viejo se convierte crecientemente en quien no sabe con respecto a los jóvenes que saben, y saben, entre otras razones, porque tienen más facilidades para el aprendizaje". 2a. aproximación: el viejo ha sido desplazado, su sabiduría no se aprecia; la idea de que era fuente de consejos, es obsoleta. El viejo proverbio africano, "Todo anciano que se muere es una biblioteca que se va", es anacrónico, demodé.
Las crisis económicas afectan todo. Las deudas y los apuros monetarios del núcleo familiar central impiden ayudar a los abuelos y acompañarlos. Al unísono, las pérdidas propias de la edad, i.e., muertes de amigos y familiares, incapacidad para generar dinero y deterioro corporal y sexual, profundizan las mermas y entierran las esperanzas. Los ancianos, sin núcleos protectores, tienen pocas esperanzas de vivir con dignidad. 3a. aproximación: la falta de solidaridad, empatía y compasión, característica de nuestros tiempos, multiplica las pérdidas e incrementan los dolores propios de la edad. La anomia es un estado típico de la sociedad moderna.
La alta tasa de suicidios en la vejez se asocia a la sensación de abandono y soledad, sobre todo en un mundo hiperconectado, donde los viejos son relegados. 4a. aproximación: la soledad es una constante en la vejez, una suerte de (mala) compañera.
Las observaciones previas son parte del mosaico contemporáneo del mundo de la vejez. La tecnología y la biotecnología añadirán años a las nuevas generaciones. No se trata de ser iconoclasta al hablar de los logros de la tecnología. Se trata de la realidad. Hay un divorcio innegable entre longevidad y felicidad. Aunque no hay datos estadísticos fiables, la mayoría de los ancianos en Occidente no son felices. Agregar años vale la pena si van acompañados de buena calidad de vida, dignidad y felicidad. Lo contrario, a mayor longevidad, mayor tristeza y humillación, carece de sentido.
Arnoldo Kraus, médico. profesor de la Facultad de Medicina, UNAM, miembro del Colegio de BioéticaJ'aime le français
(24 de agosto de 2019).
Los adultos mayores no son "chavorrucos" ni están para cuidar a sus nietos, sino que son personas que llegaron a la vejez con dignidad, tienen preferencias, sexualidad y actividades con las que enriquecen su vida, afirmó la especialista de la UNAM, Verónica Montes de Oca.
En ocasión del Día del Abuelo, que en México se celebra el 28 de agosto, la coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recordó que, socialmente, a los adultos mayores se les ve como parte fundamental en la integración familiar.
Sin embargo, no por acuerdo, sino por adjudicación, "de ahí la idea de que deben cuidar a los nietos, ayudar en los quehaceres domésticos y dejar de lado uno de sus principales valores: la experiencia y transmisión de valores y conocimientos".
Montes de Oca consideró que la situación cambia, "ahora están al pendiente de su salud, tienen actividades, son emprendedores, algunos son activistas o hacen voluntariado, y estas acciones se incrementarán con el paso del tiempo".
La universitaria consideró que estos cambios derivan de sucesos históricos, culturales y sociales que la nueva generación de personas mayores vivió a lo largo de su vida: nacieron a principios de la década de los 50 y fueron testigos del auge del rock and roll, de movimientos por los derechos civiles, la liberación sexual, el movimiento contracultural hippie y la guerra de Vietnam.
Por ello, subrayó la universitaria, el actual proceso de envejecimiento es jovial, "viven una 'abuelidad' moderna, liberadora, reveladora y rebelde, y los nietos ven en ellos una vejez divertida".
De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), en México más de 11'960,000 habitantes tienen entre 60 y 79 años de edad, principalmente en entornos urbanos, y este segmento poblacional aumentará en más de 464,000 para el año 2020.
(V.periódico El Informador en línea del 27 de agosto de 2019).Decía un dicho antiguo: "Viejo que con moza yace, requiescat in pace". Y otro: "Casamiento a edad madura, cornamenta o sepultura". A las mujeres jóvenes se les advertía: "No te cases con viejo por la moneda. / La moneda se gasta y el viejo queda".
Armando Fuentes Aguirre "Catón"Nací en los años 50, con el privilegio de vivir en el terruño donde nacieron mis padres, el mundo se movía lentamente. Las vacaciones de verano eran muy largas, las disfrutaba en el pueblo de mi abuelo, en el Estado de Jalisco. Llegar era una odisea, la carretera era de terracería.
En tiempo de lluvias el pueblo parecía Venecia, los niños nos divertíamos con una pelota y construyendo barquitos de papel jugando en el arroyo del agua, mientras tomaba su cauce al río, a unas cuadras del jardín principal. Los hogares permanecían de puertas abiertas, los niños vivíamos en libertad, sin miedos, entrabamos a las casas de amigos y parientes. Las familias sembraban las tierras que habían heredado de sus padres, criaban el ganado, con la leche elaboraban quesos para su consumo y para la venta. Los alimentos los preparaban con los productos del campo, todo orgánico. Cuentan con varios recursos terapéuticos, enseñanzas de sus ancestros, para la deshidratación del bebé, acomodan la mollera (la fontanela). Tronar las anginas, masaje en los brazos. El empacho en indigestión y sustos. Masaje con manteca de puerco en la región paralumbar, jalan la piel hasta que se escucha un tronido. La técnica aumenta el peristaltismo por estimulación de las raíces nerviosas que obliga a evacuar casi de inmediato. La mayoría en los pueblos cultivan árboles frutales en el traspatio de su casa; la fruta la conservan en jalea para todo el año, y las semillas para la siguiente cosecha. Durante las fuertes lluvias acostumbran cruces de sal en la puerta, y rezaban con ramas de laurel y romero para mitigar la tormenta, rituales entre paganos y religiosos. El teléfono se encontraba en una caseta y solo lo utilizaban para emergencias. Qué triste, en la era moderna vivimos pegados al celular. La civilización cambió radicalmente, muchos avances tecnológicos. ¿Bueno o malo? depende. Pero, las nuevas generaciones se han perdido de la cultura ancestral, de los rituales y la riqueza de la naturaleza. El progreso tecnológico nos rebasó, es el más espectacular de todos los tiempos, tenemos al alcance de la mano, el conocimiento tan solo con un aparato, pero perdimos socialización. China de estar aislada del mundo, ahora es una de las primeras potencias, casi rebasa a Estados Unidos. Pensamos que con tantos adelantos tecnológicos ya nos habíamos librado de prejuicios y viviríamos una era de paz, derechos humanos, libertad y progreso. Pero qué paradoja, se incrementó la violencia y las adicciones; corremos a toda velocidad, pero en dirección contraria. El tiempo se volvió el peor enemigo, el auto se volvió imprescindible, y hoy en día es una de las principales fuentes de estrés y contaminación. En cuestión de género solo intercambiamos los roles, se empeñan en que hombres y mujeres sigamos como enemigos.
Como dice Amin Maalouf en su obra: El Naufragio de la de civilización. "Parece que vamos a bordo: los países y clases sociales en un trasatlántico como el Titanic y nos vamos a estrellar con una montaña de hielo que además se está derritiendo. Con el calentamiento global, vamos la humanidad entera un naufragio apocalíptico". La deforestación y los químicos en las agroindustrias impactan al cambio climático, acaban con cadenas alimenticias como las abejas y los insectos que son útiles para la polinización, el 80% de insectos han fallecido por los insecticidas, que además, son causantes de cáncer. Dependemos de 4 compañías que controlan el 60% de las semillas del mundo, modifican la genética y obligan a los agricultores a consumirlas, verdadera amenaza para el planeta. Monsanto, por avaricia quiere agricultura sin agricultores, con robots. El 90% de la soya y el maíz se utiliza para producir combustibles. Necesitamos una toma de consciencia, el alimento del campo es un derecho fundamental, sacar a la gente el campo incrementa las enfermedades. Otro problema vinculado a la naturaleza es la migración. La mitad de la humanidad está hambrienta y la otra enferma de cáncer, diabetes, trastornos mentales, insuficiencia renal y obesidad. Falta disciplina en todas las áreas: laboral, cuidado personal y consciencia ecológica.
Doctora Rosa Chávez CárdenasPaco Calderón
(9 de febrero de 2020).
Como siempre me ha obsesionado el paso del tiempo (uno empieza a envejecer desde la cuna), hace mucho que soy consciente de esa cualidad de despeñadero que tiene la vejez en nuestra sociedad. Por ejemplo, en las encuestas, o en los prospectos de los medicamentos, los tramos de edad suelen detenerse abruptamente en torno a la 6a. década. Las zonas inferiores están meticulosamente subdivididas (entre 14 y 29 años, entre 30 y 45, entre...), hasta llegar al ventoso repecho final: más de 65. Y a partir de ahí, la nada. Terra incógnita. El Marte irrespirable de la ancianidad. Por no hablar de la vertiginosa tendencia de las biografías a saltarse olímpicamente los últimos años de sus biografiados. Y así, hay libros de 600 páginas que narran la existencia de un personaje que vivió, pongamos, 80 años; y resulta que los últimos 20 apenas ocupan 10 páginas de todo el volumen, pese a ser un cuarto de la vida del individuo. Creo que, para compensar, debería escribirse un libro de biografías que sólo tratara de la vejez de los personajes famosos. Seguro que descubriríamos cosas de interés.
Quiero decir que envejecer es muy humillante. Y no hablo ya de las humillaciones del cuerpo (la vista empobrecida, las articulaciones que chirrían), sino de los innecesarios menosprecios sociales. Ahora estamos viviendo una de esas olas colectivas de desdén por los viejos. Francamente, la delectación con la que los medios y los especialistas repiten la consabida frase de que el coronavirus es letal fundamentalmente para "gente de avanzada edad" y "con patologías previas" es algo que desanima bastante. Y no por la noticia en sí, que es un rasgo epidemiológico importante y muy necesario de tener en cuenta, sino por el alivio con que se menciona; por cómo rebota la frase de boca en boca, de tertuliano en tertuliano, de charla de bar en charla de bar: venga, no hay que preocuparse tanto con este bicho, total solo mata a los viejos y a los enfermos. Alegría, alegría.
O lo que es lo mismo: algo habrán hecho los que se mueren, en algo serán responsables por su defunción. Y es que vivimos en una sociedad tan progresivamente ajena a la muerte, tan alejada de los ciclos biológicos, tan medicalizada y prepotente, que a veces la gente sufre el pasajero delirio de creerse eterna. La muerte es vista como una anomalía, como un fracaso, como algo irregular. Muere quien no es capaz de seguir vivo.
En fin, el caso es que, como es natural, la gente "de avanzada edad" y la que tiene "patologías previas" no comparten el general alivio que los tópicos sobre el coronavirus proporcionan. Saber que si tienes, por ejemplo, más de 70 años o si padeces un asma grave o bronquitis crónica estarás más en riesgo cuando enfermes, ya es en sí un fastidio. No lo empeoremos, por favor, con ese desfachatado ninguneo social; con esa especie de alegría bárbara "porque a mí no me toca", la misma alegría que mostraba el personaje de Tolstói por no ser el cadáver en esa joya que es La muerte de Iván Ilich. Y diré algo más: esa edad invisible, esa tierra de nadie de la vejez es cada día más amplía, más dilatada. En España hay ahora mismo más de 16,000 centenarios. El abismo sin nombre tras el epígrafe "Más de 60 años" empieza a abarcar ya un tercio de nuestra existencia. La avanzada edad es plena vida.
Rosa MonteroSi bien los que andamos cincuenteando tenemos sobradas razones para echar pestes de que, una vez más, padeceremos otra crisis económica. Carecemos, sin embargo, del derecho al protagonismo en esta hora oscura para México. Los que deberían ser, en toda forma, objeto de atención y cuidado plenos son nuestros viejos. Se los debemos.
El COVID-19 cebará la mayor parte de su daño en los nacidos en los años de la Segunda Guerra Mundial o inmediatos posteriores. Gente que casi 3 cuartas partes de su vida padeció el peor autoritarismo priista (aunque suene redundante), personas que protagonizaron discretas luchas cívicas y democráticas que hoy nadie les reconoce.
Son los mexicanos de la mitad del siglo pasado. En términos generales, ciudadanos que lograron la nada desdeñable proeza de hacer que sus hijos tuvieran mejor instrucción y un entorno más parejo, si bien imperfecto, de derechos y oportunidades del que ellos heredaron de sus padres.
En el ocaso de sus vidas, México padecerá una nueva crisis económica. Pero antes incluso de pensar en cómo proteger a los adultos mayores del embate financiero, resulta urgente poner el foco en lo que podamos hacer para que el coronavirus no cobre vidas innecesariamente entre aquellos que llegan con las defensas más desgastadas por la edad o el esfuerzo de una vida de trabajo.
Nuestros viejos primero. Esa debiera ser la divisa. Generar desde ahora estrategias para ponerlos a resguardo: sacar de la calle a los que estén en esa situación; definir y socializar protocolos efectivos para los que vivan con su familia (o su familia con ellos): si los hijos o los nietos no pueden quedarse a trabajar en casa serán, tristemente, factor de riesgo al regresar cada noche al hogar multifamiliar; ubicarlos en todos los espacios públicos y privados de retiro para que se pongan inmediatamente obstáculos a la entrada del coronavirus en los asilos; localizar a los que vivan solos, desatendidos pero independientes, para que durante el encierro que nos estaremos dando no queden doblemente expuestos: a nuestra indolencia, y a verse forzados a valerse por sí mismos en un entorno donde habrán de escasear opciones para comprar la despensa o surtirse medicamentos...
Y para los viejos que tienen que trabajar diario para sobrevivir, al menos para ellos México sí debiera tener capacidad de formular un apoyo económico sustantivo, que les haga flotar en esta crisis que podría durar demasiados meses. De no hacerlo así, los expondremos a un bicho que los diezmará en cuestión de días. Si a nuestro país -gobierno y sociedad- no le alcanza para salvar a estos viejos, entonces somos una desgracia de nación.
Niños, embarazadas y viejos primero... que sea el grito en cada multifamiliar, en cada cuadra, en cada colonia. Que cerrar nuestra puerta para cuidarnos en estas semanas no se traduzca en falta de humanidad.
En México hay 16 millones de adultos mayores de 60 años (Inegi, 2019). Muchos de ellos no pueden defenderse solos de la avalancha de muerte que empieza a tocar nuestras ciudades. Pero aún hay tiempo para intentar salvarlos.
Una de las sensaciones más amargas de estas semanas es no poder abrazar a nuestros padres, a nuestras tías, a nuestros amigos que tienen una edad en donde nuestro contacto podría significarles un riesgo mortal.
Mitiguemos esa tristeza con un esfuerzo por tratar de salvar a todos los viejos por igual. Si ha de primar algo en la estrategia nacional, que sea eso. Si ponemos a los viejos por sobre todo, y lo hacemos bien, igual y de paso nos salvamos a los demás.
Salvador CamarenaPara la gente como yo, que ya estamos en la edad del perro, es decir, que cada año nuestro ya cuenta como 7, esta cuarentena puede liquidarnos.
Rosa MonteroComentario genial del actor inglés en una entrevista para el programa televisivo de Stephen Colbert -dedicado expresamente para los mayores de 60- y atendiendo a la pregunta: "¿Cómo se siente envejecer?"
"-Bueno, considerando la otra alternativa, ¡Fantástico!"
Uriel Eduardo Santana SolteroEl primer ministro de Japón, Shinzo Abe, renovó el gabinete y dejó a los más jóvenes con el argumento de que la edad promedio de la población había aumentado considerablemente, el promedio de vida había crecido exponencialmente y, los ancianos mayores de 60 años eran una carga para el gobierno por las pensiones por jubilación.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), manifestó su preocupación por los quebrantos en la salud de las personas de la tercera edad que, afortunadamente, el COVID-19 se estaba encargando de ese problema.
Esas opiniones tendenciosas son una agresión que puede considerarse como delito tipificado como gerontocidio, que se define como la muerte causada a un adulto mayor. En las residencias de la 3a. edad españolas se cuentan por decenas los ancianos fallecidos a causa del COVID-19. El gobierno español ordenó que en los hospitales se diera preferencia a personas con edad menor de los 60 años, lo cual se considera como un gerontocidio.
La crisis del coronavirus nos ha hecho recapacitar en cosas que en tiempos normales nos parecen impensables. Se habla de los grupos de riesgo y se dictan medidas discriminatorias de acceso a lugares públicos. En medios de comunicación, redes on line y chats de WhatsApp se observa con frecuencia la frase de "sólo estarán sobreviviendo los mejores".
En la literatura y la documentación histórica se encontrarán los 2 extremos; los pueblos que tenían como costumbre sacudirse a viejos y enfermos y los que reservaban los puestos gobernantes a las personas de mayor edad por su sabiduría, como en el Senado Romano, palabra que viene del latín "senectus", de senex, anciano.
El Senado Romano era un consejo de ancianos destinado a servir de asesoramiento a los magistrados. Las recomendaciones del Senado tenían lugar en recintos sagrados y privados y estaban presididos por el senador de mayor edad.
Etimológicamente la palabra gerontocracia viene del griego "gerón", viejo y "kratos" fuerza, es la fuerza del gobierno de los ancianos, "gobierno donde mandan los ancianos".
El aprovechamiento de la experiencia y sabiduría de los ancianos es una gran ventaja en un sistema de gobierno democrático en donde sirve de freno al poder ejecutivo. En nuestro medio habría que agregar a la edad mínima de 60 años para ser senador, la calidad profesional, la experiencia técnica y la honorabilidad. Habría que tomar en cuenta también las discapacidades para definir cuándo se debe suspender temporalmente por causa de enfermedad y en qué casos será definitiva; porque el tiempo cobra su cuota y la edad es un factor que contribuye a pagarla. La edad de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos va de 74, Trump, a 77 años, Biden. "Un pueblo que no cuida a los abuelos y no los trata bien, no tiene futuro". delcaró el Papa Francisco.
Luis Jorge Cárdenas DíazLes han tocado represiones, terremotos, grotescos fraudes electorales, cracks económicos, magnicidios, guerrillas urbanas y un levantamiento armado indígena, la llegada de la alternancia y la mayor crisis de violencia en décadas. Ahora, por la pandemia están cayendo como moscas. Son las y los mexicanas que tienen entre 45 y 64 años de edad.
Las autoridades de salud dieron a conocer el sábado un estudio que revela que se ha registrado un notable aumento en fallecimientos. Con datos de apenas 20 entidades, el gobierno federal cifra ese incremento en 54.5%, o en 71,315 casos, que son la diferencia entre las muertes de lo que va de 2020 contra lo ocurrido en similar periodo del año previo.
Al desglosar ese aumento, sucede que los adultos de entre 45 y 64 años de edad presentan, en 2020, una mortalidad del doble de lo ocurrido en el año anterior. O si se quiere el dato exacto: en ese grupo etario hay 97% más decesos este año que en 2019.
A nivel mundial, la pandemia golpeó con particular saña a los adultos mayores. En México ese grupo también ha resultado muy impactado. Para los de 65 años y más, las autoridades calculaban una mortalidad de 72,127; pero han ocurrido 104,447, que en porcentaje es un aumento de 45%. Menos de la mitad, sin embargo, de lo que ha sido la subida de casos para el grupo de los que tienen entre 45 y 64 años.
Así que Covid-19 ha sido, particularmente, una calamidad para las y los mexicanos que están en plenitud. Como López-Gatell tiene una explicación para todos y cada uno de sus fracasos, no es aventurado decir que el que cobra de subsecretario de Prevención seguro culpará de tal pico de muertes a las comorbilidades.
Por lo pronto, qué decir de tan dramático volumen de fallecimientos en este grupo, que el mismo sábado fue llamado como "relativamente joven".
Algunos de esos relativamente jóvenes nacieron entre 1956 y 1975. Pudieron estrenarse en los comicios ya sea cuando hubo un solo candidato real (1976), cuando todo naufragaba por los excesos lopezportillistas (1982), o en la ocasión en que sus votos se perdieron en la bartletiana "caída del sistema" (1988) o fueron parte de las elecciones del miedo (1994), el año de los magnicidios...
En la infancia de algunos de ellos ocurrieron las represiones del 68 y del 71, las guerrillas urbanas de los 70; pero a todos les marcó el alzamiento zapatista y el acribillamiento en Guadalajara de un cardenal, "confundido" con un narcotraficante, hoy preso en Estados Unidos.
Esa generación, que creyó en las alternancias electorales que premiaron al PAN, que defraudó, y que increíblemente devolvió el cetro al PRI, ha tenido quizá la fortuna y el infortunio de haber vivido para disfrutar de algo de la infraestructura que trajo el llamado desarrollo estabilizador -educación y acceso a la salud como nunca tuvieron nuestros abuelos-, pero también para padecer la pauperización de esos mismos servicios públicos.
Los que están muriendo al doble de lo esperado fueron anónimos artífices de cambios democráticos, legiones de educandos que llevaron los números de la alfabetización a niveles récord y migraron a escuelas técnicas porque también ellos saturaron las universidades; y las y los más vacunados de la historia.
El futuro un día les prometió que habría pensiones para un retiro no tan magro -las más suertudas de esas personas se pueden acoger a la ley anterior del IMSS y olvidarse de las penurias de las Afores-, que muchos saldrían de la pobreza (lo que no se cumplió ni remotamente) y justo están, unas más otras menos, en lo que se consideran los años más productivos de la fuerza laboral.
En esas andaban los de la generación 1956-1975 cuando llegó Covid-19 y la negligencia, no sólo la inoperancia, de este gobierno federal frente al coronavirus. Hoy la generación que vio el esplendor (malo en casi todas sus formas) del priismo, ve el desastre de los gobiernos del cuatripartidismo (a cual más de malo) al tiempo que pone en la pandemia el doble de muerte de los "relativamente jóvenes". Así les tocó vivir.
Salvador CamarenaLos consumidores tenemos que aprender y enseñar que nuestra calidad de vida y calidad de muerte dependen, en buena medida, de los alimentos que consumimos.
Y digo "calidad de muerte" porque para mí hay 3 formas de morir: una de forma natural, otra "al contado" y otra "en abonos". Explico cada una, en orden "preferente": La muerte natural, que todos conocemos, es la que se produce por mera vejez y sin mayor sufrimiento. Es la que todos de alguna manera "deseamos". La muerte "al contado", y que llamo así porque significa morir de golpe (en una sola exhibición), es la que se produce por una falla fulminante del cuerpo o por un accidente fatal. Este tipo de muerte, que por sorpresiva e inesperada es traumática para los vivos, vista en el tiempo y sin egoísmos no es tan mala como la muerte "en abonos", y que es la peor de todas, pues se produce luego de una larga agonía, dolores y sufrimientos, y derivado de diversos tipos de enfermedades que poco a poco (en incómodas mensualidades) nos van acabando no sólo el cuerpo, sino en muchos casos también la cartera.
Ricardo Elías, arquitecto y empresario(11 de septiembre de 2020).El que esto escribe, o sea yo, que confieso no tener mucha afición a reliquias, cuerpos de fallecidos, momias y cadáveres, tiene a cambio el gusto por visitar cementerios tradicionales de los que me parecen bonitos. Porque por amargoso me chocan los panteones que parecen jardines, ya que en esta vida me gusta leer en las bibliotecas, emborracharme en las cantinas y rezar en las iglesias, lo que supongo que -como yo- está fuera de moda. Y en consecuencia, me gustan los panteones con vampiros y cierto olor a muerto.
Eso me ha traído conflictos al decidir lo que harán con mis restos, que en realidad es un simple deseo de trascendencia ya que mis deudos harán lo que quieran con mis restos y harán bien. Pero mi conflicto consistía en si al pasar al otro rumbo -eufemismo por no decir que me morí- voy a ser cremado o enterrado de la manera tradicional... tuve largos días de profunda meditación y resolví que me enterraran de manera tradicional y no por otra cosa (ya que a final de cuentas a mí me va a dar igual, yo solo voy a ser el muerto) sino por respeto a los gusanos que hace años me acompañan y que deben tener hasta agruras de los 150 kilos de grasa que se van a refinar: hay que entenderlo, es por eso y no por egoísmo, como se me ha acusado, la razón de mi actuar.
Hace muchos años en un cementerio de la ciudad de Guanajuato (Cuévano, para los que sí leen), me impresionó una lápida en que con letra colorada constaba una inscripción plena del jacobinismo del siglo XIX: "¡No hay nada después de la muerte!". Y por la época del deceso del sujeto, cuyo nombre no aparecía ahí, pero consideré que para estas alturas ya el enterrado sabría si tuvo razón o no en su afirmación: si tuvo razón, pues no pasó nada, pero si había algo, qué sorpresota se llevaría.
En ese mismo cementerio había una lápida que decía:
Dichosa llegó al altar
Feliz esposa
Ahí murió
Aquí reposa.
Por lo que supongo falleció en la ceremonia, porque hay que decir que esas cosas aunque no sean usuales sí suceden, aunque si hiciéramos un listado de los peores días para morir, indudablemente ese estaría en el top five.
Carlos EnrigueI asked a friend who has crossed 70 & is heading towards 80 what sort of changes he is feeling in himself? He sent me the following:
1 After loving my parents, my siblings, my spouse, my children and my friends, I have now started loving myself.
2 I have realized that I am not "Atlas". The world does not rest on my shoulders.
3 I have stopped bargaining with vegetable & fruit vendors. A few pennies more is not going to break me, but it might help the poor fellow save for his daughter's school fees.
4 I leave my waitress a big tip. The extra money might bring a smile to her face. She is toiling much harder for a living than I am.
5 I stopped telling the elderly that they've already narrated that story many times. The story makes them walk down memory lane & relive their past.
6 I have learned not to correct people even when I know they are wrong. The onus of making everyone perfect is not on me. Peace is more precious than perfection.
7 I give compliments freely & generously. Compliments are a mood enhancer not only for the recipient, but also for me. And a small tip for the recipient of a compliment, never, NEVER turn it down, just say "Thank You".
8 I have learned not to bother about a crease or a spot on my shirt. Personality speaks louder than appearances.
9 I walk away from people who don't value me. They might not know my worth, but I do.
10 I remain cool when someone plays dirty to outrun me in the rat race. I am not a rat & neither am I in any race.
11 I am learning not to be embarrassed by my emotions. It's my emotions that make me human.
12 I have learned that it's better to drop the ego than to break a relationship. My ego will keep me aloof, whereas with relationships, I will never be alone.
13 I have learned to live each day as if it's the last. After all, it might be the last.
14 I am doing what makes me happy. I am responsible for my happiness, and I owe it to myself. Happiness is a choice. You can be happy at any time, just choose to be!
I decided to share this for all my friends. Why do we have to wait to be 60 or 70 or 80, why can't we practice this at any stage and age?
I borrowed this. I don't know who to credit it to, but thank you!
(En Facebook el 21 de octubre de 2020).A raíz de que Joe Biden resultó triunfador en el proceso para elegir al 46o. presidente de los EUA, algunas personas, entre ellas mi hermana Coco, me compartieron su preocupación por la edad del presidente electo quien, hace 3 días, cumplió 78 añitos, ¡un jovenazo! (S.S., el Papa Francisco, tiene 84). El caso viene a cuento porque existe la idea de que después de los 60 años debemos pensar en el retiro y que, de los 70 en adelante, nos volvemos inútiles, que ha menester encomendarse a Dios todas las noches por aquello de amanecer patitieso.
Error, si bien es cierto que algunas capacidades menguan, otras, por el contrario, se agudizan, maduran. Se pierde agilidad física, pero se gana en conocimiento, sensatez y prudencia. Aunque esta afirmación es discutible, "lo que natura non da, Salamanca non lo presta". Habremos de reconocer que el tema no es solo sumar calendarios: implica el compromiso de actualizarse permanentemente; es asunto de mantener vigente nuestra capacidad instalada, más ahora que la ciencia médica ha evolucionado de forma impresionante, prolongando, en buenas condiciones, nuestra existencia. Los jóvenes son atletas, los viejos son sabios.
Alejandro Magno murió pasaditos los 33 años, después de haber conquistado el mundo de su tiempo. Lo logró por su genio, audacia y una inquebrantable voluntad en construir un imperio que abarcara desde Grecia hasta la India. Al conectar esas civilizaciones, Alejandro creó las condiciones para la emergencia del humanismo y lo hizo, en gran medida, por la formación recibida de los viejos; su preceptor fue Aristóteles y se nutrió en el conocimiento desarrollado por innumerables filósofos, sofistas, geógrafos, mercaderes y viajeros de la época. Sin esas bases, ¿Alejandro hubiera podido realizar tal hazaña?
La vida no es de absolutos. ¿Quién, con 3 dedos de frente, puede negar lo maravillosa que es la juventud? En los mismos términos, resulta absurdo marginar a los adultos mayores cuando los años se juntan. El profesor Jorge Enrique Hernández Preciado, quien se ha especializado en estos temas, nos recuerda, un día sí y el otro también, que la experiencia no se jubila. Jalisco tiene más de un millón de personas de la 3a. edad, casi un quinto de la lista de electores somos parte de esa realidad. Somos una fuerza que no se debe ignorar ni menospreciar. Hoy las cosas no están bien, para decirlo claramente, están mal y no se van a remediar descalificando el pasado ni el presente. Es necesario sumar los activos de cada generación. Solo integrando las piezas del rompecabezas podemos dejar atrás la incertidumbre que nos agobia.
Eugenio Ruiz OrozcoQue el tiempo es una ilusión es algo que la humanidad ya intuía antes de que llegara Einstein a decírnoslo. A lo largo de los siglos, los filósofos han intentado entender esa sustancia elástica y mudable en la que se desarrollan nuestras vidas. De todos es sabido que, de niños, las horas son larguísimas y los días eternos; pero que, a medida que envejecemos, el tiempo comienza a adquirir un ritmillo desoladoramente vertiginoso. Siempre he tenido la sospecha de que hay algo biológico en esa percepción tan desigual. Nuestras células, al envejecer, van reduciendo la actividad metabólica, van acortando las colas del ADN (los famosos telómeros), se van haciendo lentas e inhábiles. El reloj interno temporal puede residir en esas malditas células viejunas que tardan cuatro veces más en hacer las cosas, consumiendo así las horas a grandes mordiscos. Esto es: no es que nos parezca que el tiempo va más deprisa cuando somos viejos, es que de verdad va más deprisa.
Pero aparte de estas rayaduras mentales, está claro que hay un componente psicológico: no dura lo mismo la media hora que pasas en el sillón del dentista que la que vives entre los brazos de tu amante. Curiosa y paradójicamente, he advertido que, cuando haces menos cosas en tu vida, cuando tienes menos actividades, cuando te sientes impaciente o a disgusto, cuando te aburres, digamos, el tiempo se te hace larguísimo, pero en realidad es cuando más corre. Es entonces cuando miras hacia atrás y te preguntas: ¿pero adónde han ido los días, qué ha pasado?
En mi primera juventud, siendo tan sentimentalmente apasionada como era (ahora me estoy quitando), más de una vez quise borrar los días, deseé tirarlos por la ventana, que pasara el tiempo cuanto antes para poder llegar a la próxima cita con el amado de turno. Hasta que un día comprendí que los amantes pasaban, pero que las horas perdidas pesaban. Que eran vida muerta dentro de mí, porque no hay mayor riqueza en este mundo que ese brevísimo tiempo que nos toca a cada uno, y por tanto no hay estupidez más triste e imperdonable que malgastarlo o querer quemarlo.
Rosa MonteroEnvejecer es siempre menos doloroso si lo hacemos con buen humor. Para envejecer con dignidad tienes que mantenerte joven. Esto se logra con el buen humor.
El 1er. paso para cultivar el buen humor es reírse de sí mismo. Reírse de los demás no es síntoma de buen humor, tampoco el sarcasmo es buen humor. Hay que reír con otros en vez de reírse de los otros.
Luis Jorge Cárdenas DíazNómina de los monitos en El Occidental, diciembre 1972, hace 48 años:
Aventuras de Aguilucho. Pomponio. Ben Bolt. Brick Bradford. Roldán el Temerario. Popeye. Rip Kirby. Juan el intrépido. Diario de una vida. As Solar. Queta Pando. Beto el Recluta. Luis Ciclón. Pillín. El Dr. Kildare. El Agente Secreto X9. Archi. Total, dieciocho mundos paralelos gracias a los monitos que cotidianamente acompañaban a ese adolescente a través de la marea de los días. El dibujo es excelente, la secuencia de las historias la adecuada. Todo eso casi se ha perdido hoy. Solamente este periódico, El Informador de Guadalajara, conserva muy viva esa tradición gratísima. Y los domingos, y a veces entre semana, el periódico hace lucir su largo abolengo y regala al lector con un poco de reconfortante entretenimiento, con una discreta muestra de respeto, con un guiño: mientras duren los monitos habrá esperanza de subsistir. Y El Fantasma se aleja como un trueno que cruza las remotas selvas de la imaginación.
Juan PalomarUn dicho norteamericano que algunos atribuyen a la actriz Bette Davis sostiene que hacerse viejo no es para blandengues. Comparto la idea: siempre he pensado que la vejez es la etapa épica de la vida humana. Y aún lo es más en la actualidad, con una existencia cada vez más dilatada en el tiempo pero no en la calidad de ese tiempo añadido. Con ancianos viejísimos pero llenos de achaques, y lo que es peor, solos, arrumbados, invisibles.
En otras épocas a los ancianos se les admiraba por su capacidad de resistencia, por abrirnos camino y pasar el testigo, por su sabiduría y su experiencia. Eran nuestros mayores, qué hermosa palabra, más grandes que nosotros. Ahora, en cambio, los desdeñamos, los ignoramos, no sólo no nos parecen más sabios, sino que los consideramos trastos obsoletos, y por añadidura sentimos que su empeño en no morirse es un fastidio, una carga para la colectividad. Es el viejismo o edadismo, un prejuicio feroz cada día más fuerte. Probablemente no haya habido nunca una sociedad que haya tratado tan mal a los viejos como la actual. Cosa que no deja de asombrarme por la estupidez y falta de previsión del personal, porque en esa ancianidad acabaremos todos (si tenemos la suerte de no morir jóvenes).
Y sobre este miserable caldo de cultivo se abatió el coronavirus. No es de extrañar que pasaran los horrores que pasaron. Amnistía Internacional ha publicado un informe demoledor cuyo título ya lo dice todo: Abandonadas a su suerte: La desprotección y discriminación de las personas mayores en residencias durante la pandemia. El trabajo denuncia a la Comunidad de Madrid y a Cataluña por "protocolos y prácticas que supusieron la exclusión de ingreso hospitalario" de los residentes de los geriátricos. Y concluye que se vulneraron 5 derechos humanos: a la salud, a la vida, a la no discriminación, a la vida privada y familiar, y a una muerte digna.
Yo añadiría que también se vulneraron la sensatez y la empatía, la corresponsabilidad generacional, la autoestima colectiva. Porque el trato a nuestros mayores en la 1a. ola de la pandemia ha sido tan terrible que ha causado una herida profundísima en nuestra sociedad, un desgarro traumático que nos llevará mucho tiempo coser y sanar. Y para eso lo primero que tenemos que hacer es hablar de ello. Reconocerlo, maldita sea. Ojalá pudiera citar aquí, uno a uno, los nombres de todos esos ancianos que murieron aislados.
Y los de los cuidadores que intentaron arroparlos. ¿Saben qué? Tengo la sensación de que, después del sobrecogedor abandono que los ancianos sufrieron, la sociedad española se ha sentido culpable y se ha vuelto un poco más consciente del valor de los mayores, más respetuosa. Esto es, nuevamente lo dieron todo por nosotros; se fueron como una lluvia silenciosa, y no sólo liberaron respiradores y plazas hospitalarias, sino que también nos enseñaron una lección moral. Ancianos nuestros, guerreros de la noche, héroes callados: mi gratitud, mi recuerdo emocionado y mi admiración.
Rosa MonteroNuestra idea de los héroes ha cambiado. La heroicidad en los difíciles, sangrientos y arriesgados tiempos antiguos consistía en evitar la muerte como fuese. En cumplir el mandato de supervivencia de la especie. De ahí que los viejos fueran tan venerados (justo al contrario que ahora): eran la prueba viviente, y nunca mejor dicho, de que se podía burlar por un rato a la parca. Los humanos somos unos bichos asombrosamente adaptativos, tan tenaces en nuestras ansias de vivir como las cucarachas. Esa resistencia legendaria es lo que nos ha hecho triunfar como especie hasta convertirnos en una plaga.
Rosa MonteroTodos los que nacimos antes de 1970, debemos agregar a nuestra fecha de nacimiento las siglas "a.C." las cuales, en este caso, no significan Antes de Cristo, sino "Antes de las Computadoras" o "Antes de los Celulares".
El uso masivo de las computadoras personales y los teléfonos celulares cuya combinación dio origen a los llamados teléfonos "inteligentes" comenzó en la década de los 70, y han hecho parecer a los nacidos antes como individuos arcaicos frente a los nacidos "d.Cel." (Después del Celular), la llamada generación "millenial", 1o. porque preferimos guardar nuestra información y documentos importantes en una caja fuerte, que en una intangible y abstracta "nube", y 2o., porque no le dedicamos el tiempo a aprender los vericuetos de la infinidad de programas y aplicaciones que hoy existen, y que si bien por un lado nos hacen la vida más fácil, por otro nos la complican. Hoy, sin las instrucciones y contraseñas necesarias para configurar aparatos que antes funcionaban con un simple on-off, ni siquiera podemos ver televisión.
Sin generalizar, por más tarugos que parezcamos, los nacidos "Antes del Celular" estamos mejor capacitados para pensar y derivar que los nacidos "Después del Celular".
Diría que nosotros podemos funcionar, trabajar y sobrevivir sin baterías; somos más humanos y menos robots; entendemos mejor los objetivos, los conceptos y las abstracciones que relacionan conjuntos de hechos, objetos, seres y situaciones; tenemos niveles de comprensión no digo superiores, sino diferentes. Mientras nosotros sabemos lo que hay que hacer o no hacer para que las cosas funcionen, los nacidos "d.C" saben qué botones apretar para el mismo efecto. Lo malo de esto último es que con las computadoras y calculadoras a la mano, las personas ya no piensan, y su mente no tiene las alertas necesarias para darse cuenta de que el resultado que les aparece en una pantalla está equivocado o fuera de rango, lo que probablemente se deba a que alimentaron mal los datos.
Y en lo que respecta a conocimientos relacionados al campo de las llamadas "humanidades", como serían las ciencias sociales, filosofía, antropología, etc. las habilidades de los nacidos "d.Cel." son casi nulas. Confían ciegamente en "google", no analizan ni escudriñan las ideas, no saben nada de etimología o filosofía, su tiempo de atención y concentración es corto, y como leen muy poco, su vocabulario es limitado y les cuesta mucho trabajo expresarse con precisión.
Desarrollar y ordenar las ideas, ponerlas en "blanco y negro", es tarea prácticamente imposible, y si acaso lo hacen, el resultado es desastroso.
No son capaces de redactar una carta estructurada o minuciosa, ni siquiera pueden mandar una felicitación de año nuevo con palabras emanadas de ellos mismos. Prefieren hacer copy-paste de frases cursis y trilladas que digan lo que hubieran querido decir por ellos mismos. En otras palabras, plagian redacciones, ideas y sentimientos ajenos creyendo que producirán en los demás el efecto original.
Para ellos, las cartas escritas a mano son piezas de museo, y la expresión "de puño y letra" cambió por "dedo y tecla".
La era "d.C" acabó con las cartas de amor escritas a mano en papeles bonitos y perfumados y con las "plumas fuente" que obligaban a buena caligrafía, buena ortografía y limpieza.
Se perdió la emoción y valentía que se necesitaba para cortejar a una mujer hablándole a la cara con propiedad, para presentarse "bien vestido" a tocar la puerta de su casa e invitarla a salir, demostrando así, educación, respeto, cortesía y cuidado.
La practicidad del "WhatsApp" ha despersonalizado las relaciones sociales y restado valor e importancia a la presencia física y a la voz.
Las nuevas generaciones deben saber que demuestra mucho más cariño y tiene mayor significado una carta escrita a mano que un email, y que se necesita mucho más valor y categoría para decir, sonrojado y mirando a los ojos... te quiero, que mandar un "emoji" con una carita amarilla y ojos de corazón.
Las palabras habladas quedan en el alma, los "whatsapps" en "la nube".
Ricardo Elías, arquitecto y empresario¿Qué hacen los pobres viejos que no tienen quien vaya a hacerles las compras al súper, ahora que no los dejan entrar?
María Palomar
En los hombres la jubilación puede ser el comienzo del fin, porque se realizan y se valoran en el trabajo, invierten en eso todo lo que son y cuando se les acaba les queda muy poco y se hunden mental y emocionalmnte. Entonces comienza la época del miedo a fallar, a perder recursos económicos, a quedarse solo, en fin, la lista de los temores es larga. Si no tienen una compañera o compañero que los cuide y un perro que les mueva la cola, están acabados. A las mujeres nos va mejor, porque además de trabajar hemos cultivado relaciones familiares y de amistad, somos más sociables que los hombres y tenemos intereses más variados. Sin embargo, también a nosotras la fragilidad propia de los años nos vuelve miedosas.
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Con la edad los defectos y las virtudes se exacerban. No es cierto que con los años viene naturalmente la sabiduría, al contrario, casi siempre los viejos se ponen un poco locos. Si aspiramos a ser sabios hay que empezar a entrenarse desde joven.
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La sociedad determina el umbral de la vejez, legalmente a los sesenta y seis años, en Estados Unidos, cuando tenemos derecho a una pensión. A esa edad la mayoría se retira, las mujeres se dejan las canas (¡no lo hagan todavía!) y los hombres usan Viagra para perseguir fantasías (¡qué horror!).
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La última etapa de la vida suele ser trágica, porque la sociedad no está preparada para lidiar con la longevidad. Por muy acuciosos que sean nuestros planes, por lo general los recursos no alcanzan hasta el final. Los últimos seis años de la vida son los más caros, dolorosos y solitarios, son años de dependencia y, con terrible frecuencia, son años de pobreza. Antiguamente la familia -mejor dicho, las mujeres de la familia- cuidaban a los ancianos, pero en esta parte del mundo eso ya casi no existe. Las viviendas son estrechas, el dinero es escaso, el trabajo y el ritmo de vida son muy exigentes y para colmo los abuelitos viven demasiado.
Quienes hemos entrado en la década de los setenta tenemos terror de acabar nuestros días en una casa de reposo, en pañales, drogados y amarrados a una silla de ruedas. Yo quiero morirme antes de necesitar ayuda para ducharme.
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En el fondo creemos que siempre vamos a ser independientes. Pensamiento mágico.
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Como sociedad necesitamos encontrar la forma de hacernos cargo de los ancianos y de ayudarlos a morir si así lo desean. La muerte asistida debería ser una opción viable en todas partes, no solo en unos cuantos lugares progresistas de la Tierra. La muerte con dignidad es un derecho humano, pero la ley y el establecimiento médico a menudo nos obligan a vivir más allá de la dignidad.
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Los ancianos no son una prioridad, son una molestia. El gobierno no les asigna suficientes recursos; el sistema de salud es injusto e inadecuado; la vivienda consiste en la mayoría de los casos en recluirlos lejos de la vista del público. El país debería mantener decentemente a quienes contribuyeron a la sociedad durante cuarenta o cincuenta años, pero no es el caso, amenos que se trate de algún país excepcionalmente civilizado, uno de esos donde todos quisiéramos vivir. La suerte terrible de la mayoría de los ancianos es terminar dependiente, pobre y rechazado.
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Si pierdo la cabeza no me daré cuenta, pero será muy desagradable si pierdo independencia estando lúcida, como le pasó a mi madre.
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Mi vejez es un regalo preioso. El cerebro todavía me funciona. Me gusta mi cerebro. Me siento liviana. Me he liberado de la inseguridad, de deseos irracionales, complejos inútiles y otros pecados capitales que no valen la pena. Voy dejando ir, voy soltando... Debí hacerlo antes.
Isabel AllendeLa vida no es fácil, envejecer lo es aún mucho menos y la travesía de los diversos umbrales de la madurez suele ser compleja, y más aún cuando, a juzgar por el texto, eres víctima de los prejuicios machistas. Sin duda hay casos en los que el desequilibrio hormonal menopáusico puede agravar un cúmulo de circunstancias enajenantes hasta llegar a estos extremos. Pero son eso, extremos, y no creo que se deban solo al climaterio. Además, tengo la sensación de que hay mujeres que prefieren aferrarse a la simplificación del diagnóstico, ponerse una etiqueta de enfermedad, usar la menopausia como excusa para no tener que asumir la responsabilidad ante los retos a los que a veces te aboca la vida: relaciones de pareja agotadas, tristeza por el nido vacío, desasosiego ante esa formidable pregunta que consiste en decirse: ¿estoy viviendo de verdad la vida que quería vivir?
Qué poquito se habla de estas cosas, dice mi amiga, y tiene razón. La menopausia puede pasar totalmente inadvertida, aunque eso tampoco es muy habitual, y menos hoy en día, porque el estrés empeora los síntomas. Lo normal es tener sofocos en diversos grados de achicharramiento, insomnios, tal vez calambres musculares, pérdidas de concentración, posible bajada del deseo sexual (pero no siempre, y hay estudios que muestran que para otras mujeres supone un alivio y una mejora del sexo), quizás irritabilidad y seguro que sequedad y pérdida de elasticidad vaginal. Esto último se puede solucionar fácilmente con óvulos y cremas. En cuanto a lo demás, no sucede todo el tiempo ni con la misma intensidad, y para la mayoría es fastidioso pero soportable sin siquiera tener que tomar esos tratamientos de hormonas que se pusieron tan de moda y con los que nos atiborraron durante años, como si la naturaleza femenina fuera de por sí patológica. Para mí, por ejemplo, la menopausia fue una liberación.
Añadiré que los hombres también tienen su andropausia, pero de eso sí que no se habla. La provoca la bajada de testosterona, se extiende entre los 40 y los 55 años, un proceso por lo general más lento que en las mujeres (aunque el climaterio puede durar de 5 a 15 años), y los síntomas son fatiga, disminución del deseo sexual y alteración en las erecciones, caída del vello corporal, pérdida de densidad ósea, irritabilidad, nerviosismo, desconcentración... Salvo en la erección, igual que las mujeres. Incluso tienen sofocos. ¿No han visto a hombres enrojecidos y sudando copiosamente? Pues eso es un sofoco andropáusico. Pero, como no lo saben, lo llevan mejor.
Nosotras, eso sí, dejamos de ser fértiles. Y ese es el núcleo del machaque machista: si no puedes ser madre, ya no eres mujer. Es de los ecos mentales de ese prejuicio esclavizador, obsoleto y ridículo de lo que hay que librarse.
Rosa MonteroEl paso de los años, la vejez, también ese vago autismo que el tiempo hace aflorar en quienes empiezan a vivir demasiado o son longevos por encima de posibilidades razonables, acaban haciendo su efecto. Se traduce éste en una escéptica lucidez final, como si todo se iluminase por última vez con una claridad diáfana antes de sumirse, o sumirte, en la cuesta abajo de la decadencia física e intelectual, del tiempo final y del olvido. Se te enfrían, poco a poco, el corazón y la cabeza.
Cuando has dado un par de vueltas por el mundo y leído un par de libros, el amor a la humanidad que los buenos educadores procuran inspirarte de pequeño sufre estragos irreparables. Por lo menos, eso me ocurre a mí. Al final no acabas amando a los seres humanos en su conjunto, pues la experiencia dice que esa clasificación incluye un número incalculable de hijos de puta. Te vuelves prudente, y el amor acabas administrándolo de modo más selectivo, reservado a grupos e individuos concretos. Incluso, y eso es más importante de lo que parece, a cualquier clase de individuos, da igual que sean buenos o malos, cuando actúan en determinadas circunstancias. No por tratarse de seres humanos, que ésa no es ninguna garantía ni etiqueta de calidad, sino por sus hechos en momentos concretos.
No creo, y discúlpenme, en lo sagrado del hombre y su existencia sobre la tierra. Somos la especie más afortunada entre las muchas que hay, pero estamos sometidos a las mismas despiadadas reglas naturales: nacer, procrear, morir. El resto es fruto del azar evolutivo. En la frialdad de un universo desprovisto de sentimientos, la desaparición de un millar de seres humanos no se diferencia de la de un millar de conejos, delfines o canguros. Incluso, en fríos términos prácticos, resulta a veces más conveniente. Quiero decir que la conciencia de todo eso, su percepción –equivocada o no, es la que tengo–, puede acabar convirtiéndote en observador más o menos ecuánime de la condición humana, incluida la propia. En un misántropo cualificado. Eso tiene ventajas analgésicas, pues atenúa la compasión global y te hace selectivo y cauto, ajeno a peligrosos entusiasmos, más inclinado a reservar afectos y sentimientos para los lectores, los familiares, los amigos y aquellos grupos sociales concretos con voz y rostro que, formados, deshechos y vueltos a formar por las circunstancias, remueven tus sentimientos y te inspiran simpatía. El resto como conjunto, la suerte global de la Humanidad, puede acabar importándote un carajo.
Y de pronto, de vez en cuando, ocurre el milagro y la palabra solidaridad te borra la misantropía. Rompe las barreras, a veces necesarias, tras las que la vida te ha ido atrincherando poco a poco. La última vez que me ocurrió eso fue hace unos días. Siempre estuve seguro de que nunca llegaría mi aviso para vacunarme contra el Covid. Me pasará, decía resignado a mis amigos, como a Ana Frank, que murió dos meses antes de que liberasen su campo de concentración. Sin embargo, para mi sorpresa, llegó la cita y me presenté en un hospital de Madrid donde el personal sanitario atendía a todos con amable rapidez y eficacia. Me situé en la cola, donde predominaba la gente mayor. Todos aguardaban su turno pacientes, educados, en silencio. Había un ambiente de respeto mutuo y también de sereno estoicismo. Todos sabíamos que la vacuna podía salvar nuestra vida, pero también tener efectos adversos. Sin embargo, estábamos allí porque las ventajas generales eran mayores que los posibles inconvenientes, y el conjunto de todos nosotros, y también la gente que nos era próxima, se beneficiaría de aquello. Asumíamos un riesgo conscientes de hacerlo, aceptando con estoicismo las reglas del juego. Y mirando los rostros con mascarillas, los ojos de quienes me precedían y seguían en la fila, me sentí conmovido, solidario, hermano de todos ellos, feliz de pertenecer a un grupo que se desharía media hora más tarde, regresando cada cual a lo que podía ser o no ser, pero que en ese momento era concertado y admirable. Sentí orgullo por hallarme entre aquellos abuelos y jóvenes tranquilos, afrontando juntos una de las muchas zancadillas que la perra vida te pone al paso. Me sentí mejor persona y pensé que ellos lo eran. Y otra vez volví a amar al ser humano.
Arturo Pérez-Reverte¿Y si queremos bailar como lo hacíamos? Resulta que ya nadie conoce esa música con la que bailábamos de cachetito. Ahora los jóvenes brincotean para calentarse como si estuvieran en el gimnasio.
Martín Casillas de Alba
Los amigos son un proyecto en construcción que puede pasar a ser en destrucción si no cuidas bien de ellos. Envejecer dificulta también eso, como tantas otras cosas: nos hace más perezosos, más maniáticos, menos curiosos. Es un ensimismamiento que debemos combatir, porque no sé cómo se puede sobrevivir sin ese acuerdo de aceptación y cobijo que es la amistad. Por mucho dinero que poseas, no hay miseria mayor que la de quien no tiene a nadie a quien llamar en una noche de miedo y de tristeza.
Rosa MonteroLas pirámides de Egipto tienen pintadas de hace 4,000 años en las que adultos refunfuñones de la época se quejaban de las nuevas generaciones: "Los jóvenes ya no respetan a sus mayores y no tienen sentido del deber ni del sacrificio". Y hace 2,500 años Sócrates decía: "La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y parlotea en vez de trabajar". Se ve que lo de no respetar a los mayores es una fijación mental de dichos mayores. No hay tópico más grande (y quizá más inevitable: Sócrates era un genio y también cayó) que el de criticar a la juventud, siendo uno añoso, y sostener que las nuevas generaciones son una decepción y que van de cabeza a la catástrofe. Cosa que el tiempo ha demostrado que es falso, porque, si hubiéramos ido decayendo sin parar desde hace 4,000 años, a estas alturas seríamos amebas. En cualquier caso, no hemos desembocado en un gran cataclismo, sino en esa habitual sucesión de desastres que viene siendo el zarrapastroso destino de los humanos.
Así que no, cada generación no es peor que la anterior.
Es cierto que la nueva generación de "nativos digitales" tiene, por 1a. vez en la historia (o al menos en la historia que controlamos), un coeficiente intelectual más bajo que el de sus padres. Eso cuenta el neurocientífico Michel Desmurget en su reciente libro La fábrica de cretinos digitales. Sus datos resultan aterradores y concuerdan con otros estudios que demuestran el impacto de las nuevas tecnologías sobre el cerebro. La única parte buena de todo esto es que ahora los viejos podemos arremeter contra las nuevas generaciones contando por fin con cierta base científica. Aunque, pensándolo bien, como la tecnología también nos está fosfatinando la cabeza a los mayores, seguimos manteniendo con los más jóvenes la misma ratio de entontecimiento. No, no creo que sean peores que nosotros.
El problema es que, aunque el cerebro deja de crecer entre los 11 y los 14 años de edad, tarda mucho más en madurar. Por ejemplo, la corteza cerebral prefrontal no madura hasta los 24, y es una zona esencial porque regula el ánimo, la atención, el control de los impulsos y el pensamiento abstracto, el cual, entre otras cosas, te permite anticipar las consecuencias de tus actos. Por eso hasta alcanzar esa edad las personas cometen (y hemos cometido) tantísimas inconmensurables estupideces.
La diferencia es que antes los adultos eran más restrictivos y en general las familias ejercían un mayor control sobre los adolescentes inmaduros, lo cual tenía partes buenas y partes muy malas. Todos tenemos responsabilidad, en fin, y todos podemos tener también excusas. Pero más vale que empecemos a remar, porque no podemos permitirnos que la cansina queja de los viejos contra los jóvenes termine siendo cierta.
Rosa MonteroHablo de una gigantesca brecha que se está abriendo en nuestra sociedad con la gente mayor.
Este mundo tan hiperconectado está escupiendo a los que no pueden conectarse como si fueran huesecillos de aceitunas.
No creo que haya habido nunca en toda la historia de la humanidad un momento como éste en el que los viejos valgan menos y sean más despreciados. Antes, quienes conseguían llegar a una avanzada edad, además de ser pocos, eran depositarios del saber colectivo, individuos respetados por sus conocimientos y su veteranía. Pero la fascinante e imparable revolución científica que estamos viviendo ha quebrado el devenir cronológico natural; es bastante común que a los mayores de hoy les falten unos conocimientos técnicos básicos que sus nietos dominan, lo cual hace que esos ancianos nos parezcan idiotas, como si toda su experiencia no sirviera de nada, solo porque no saben usar Instagram. Para colmo, ahora los mayores somos legión y estamos supuestamente sobrecargando las arcas del Estado. Están servidos los ingredientes de la tormenta perfecta del edadismo, que es el creciente odio a los mayores, un prejuicio que va devorando nuestras entendederas como una larva insidiosa.
Tú que ahora eres joven y que te crees a salvo, no pienses que te vas a librar: el huracán tecnológico es de tal calibre que dentro de muy poco las personas conectarán sus cerebros directamente a los ordenadores cuánticos, por ejemplo, y quizá tú ya no seas capaz de sumarte a eso. Siempre habrá un momento de descuelgue, el instante en que te convertirás en huesecillo obsoleto de aceituna. Es urgente que nos preparemos para eso; que intentemos paliarlo. Sería importantísimo ir haciendo pequeños cursos de reciclaje tecnológico para la gente mayor. Clases regulares, permanentes, prácticas, fáciles.
Rosa MonteroEstar en la edad madura es reconocer las canciones de rock clásico que se convirtieron en música de elevador.
@beansandbellsAlguien: ¿Qué te inspira a levantarte de la cama todos los días?
Yo: Básicamente, mi vejiga.
@lhlodder
Mi mamá, de más de 80 años, se negaba a hacerse una prueba de audición. No obstante, cambio de idea un día que fuimos juntas al centro comercial. Estando ahí, se volvió hacia mí y comentó: "Vaya, ¡cuántos jóvenes usan aparatos auditivos! Quizá no sea tan malo después de todo".
En realidad, ellos llevaban audífonos inalámbricos.
Annette Fernández
El edadismo afecta directamente a la salud física y mental de los adultos mayores, además de reducir su calidad de vida, pero ¿Qué es exactamente?
El término edadismo (aveces mal llamado ageismo como una traducción de 'ageism') lo conoces bien: es el prejuicio y actitudes discriminatorias en contra de las personas por razón de su edad, ya sea en ámbitos laborales, académicos, mediáticos, sociales o políticos.
Lo has visto o escuchado, por ejemplo, en la historia de los adultos en edad productiva que ya no son tomados en cuenta por considerarlos pasados de edad o demasiado jóvenes para tener experiencia.
La situación supone un problema serio, tanto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido distintos y alarmantes informes al respecto.
Uno de los criterios considerados para que la OMS se pronunciara sobre esta problemática fue su agudización en un contexto tan delicado como la pandemia de COVID-19.
La respuesta para controlar la pandemia exhibió cuán extendido está el edadismo a nivel social: En algunos contextos, la edad de las personas resultó determinante como criterio en el acceso a la atención médica y a terapias que salvan vidas y en el ordenamiento de confinamientos.
El edadismo se filtra en muchas instituciones y sectores aun más próximos como el lugar de trabajo, los medios de comunicación y hasta el ordenamiento jurídico.
El edadismo tiene consecuencias graves y amplias para la salud y el bienestar de las personas. Entre las personas mayores, el edadismo se asocia con una peor salud física y mental, mayor aislamiento social y soledad, inseguridad financiera, menor calidad de vida y mayores tasas de muertes prematuras.
La OMS calcula que 6.3 millones de casos de depresión en todo el mundo son atribuibles al edadismo.
Esto ocurre con gran exposición en los medios de comunicación y sus celebridades, en quienes podemos encontrar los mejores ejemplos de cómo nosotros mismos hemos sido partícipes de ello.
Si semanas atrás, tú o algún conocido, tomaron parte de las críticas, por ejemplo, de la iniciativa de la primera actriz Silvia Pinal por volver a trabajar en teatro, de donde surgieron videos e imágenes denigrantes contra el desempeño e imagen de la intérprete por su edad y aspecto, lamentamos decirte que ese puede ser un buen punto de partida para reflexionar sobre los prejuicios en nuestras opiniones.
Lo mismo aplica para nuestro sentido del humor, si eres de los que se divierte compartiendo memes sobre la supuesta inmortalidad de Xavier López "Chabelo".
En la política también hemos sido testigo de campañas de desprestigio en contra de adversarios políticos en razón de la edad, es memorable el escándalo que que causó en las elecciones de 2018 un spot del PRI en contra del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, cuya edad era usada en el spot como causa de lo que advertían sería el gobierno inoperante, del candidato que durante toda la campaña fue puntero y el de mayor edad entre todos los suspirantes.
Lo mismo ocurrió a escala internacional, cuando en 2017, en medio de la álgida tensión entre los mandatarios de Estados Unidos, Donald Trump y de Corea del Norte, Kim Jong-Un, cuando el último llamó públicamente "viejo senil" al estadounidense.
El edadismo contra los más jóvenes también se manifiesta en diversas área como el empleo, la salud, la vivienda y, claro, la política, donde sus voces suelen ignorarse. Sin embargo, este otro tipo de edadismo es todavía menos reconocido.
(V.periódico El Informador en línea del 1o.de junio de 2022).
El miércoles de la semana pasada durante la audiencia semanal en el Vaticano, el Papa Francisco habló en contra de la cultura que margina a los ancianos seleccionando la vida en función de la utilidad. "La enfermedad pesa sobre las personas mayores de una manera diferente y nueva que cuando se es joven o adulto. Es como un duro golpe que cae en un momento ya difícil. La enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y, en todo caso, disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos corto. Nos asalta la duda de que no nos recuperaremos, de que 'esta vez será la última vez que enferme...'. No se puede soñar con la esperanza en un futuro que ahora parece inexistente".
Francisco, quien en diciembre 17 cumplira 86 anos de edad, padece una artrosis que le genero un problema en el ligamento de su rodilla derecha, que lo ha obligado a suspender audiencias y viajes en las últimas semanas, así como moverse en silla de ruedas y estar sentado en sus últimas apariciones en público.
(V.periódico El Informador en línea del 23 de junio de 2022).Solía fantasear con la vida que tengo ahora. Ahora ya no sueño con el futuro, pues en él solo soy más viejo.
David Sedaris, escritor"El envejecimiento es el 2o. desafío global después de medio ambiente", explica la maestra Nelly Rosales Plascencia, CEO de Conexión Grupo.
"Hay un fenómeno global que se llama edadismo, que la ONU quiere erradicar, que son actitudes de segregación por la edad que tienen las personas mayores. Es un fenómeno que se da en el contexto socio-cultural, y especialmente Latinoamérica tiene muy poca consciencia, muy poca sensibilidad a este tema del proceso de envejecimiento, que es normal y natural, porque envejecemos desde que nacemos".
"Hay esta cosa de subestimar, de estigmatización, de relegar socialmente, porque se considera, por lo menos así lo tenemos en la cabeza, que la vitalidad de la sociedad y el tema productivo es solo para los jóvenes, de eso está inundado el marketing".
(V.pág.8-A del periódico El Informador del 2 de octubre de 2022).En la película "El Chofer y la señora Daisy" ("Driving Miss Daisy") de 1990, ganadora de 4 premios Oscar, entre ellos mejor película y mejor actriz para Jessica Tandy, la señora "Daisy" se ve forzada a aceptar el chofer que su hijo le impone luego de tener otro choque menor al conducir su automóvil. A regañadientes ella acepta que alguien más maneje su auto, algo que es parte del proceso de percepción del propio envejecimiento, tan natural como doloroso. Siempre se ha dicho, y con razón, que el cuerpo envejece mas no la mente. Sí, vamos poco a poco entendiendo que, si llegamos a los 30 y no somos campeones olímpicos de atletismo, ya no lo seremos en el futuro. Si a los 40 ya no logramos cumplir ese sueño de ser traductor en la Organización de las Naciones Unidas, difícilmente podremos serlo. La decadencia física es difícil de ser aceptada. El que ya no podamos correr de la misma manera, que no tengamos los reflejos que antes teníamos para detener penales en las cascaritas o que una determinada comida ya no la podamos digerir tan fácilmente, son cosas a las que vamos acostumbrándonos. Pero el momento de renunciar al volante es más difícil, al igual que es extremadamente complicado decir a nuestros padres que ya no deben hacerlo. Pero hay formas.
Lo primero que debemos observar, según los institutos que se dedican a estudiar el tema de los adultos mayores al volante, como My Health, de Alberta en Canadá o EverydayHealth.com, es un listado de enfermedades que pueden dificultar la conducción de un automóvil sea por la enfermedad en sí o por las medicinas utilizadas para su tratamiento. Esas pueden ser demencia, Alzheimer, Parkinson, artritis o cualquiera que requiera medicamentos que alteren nuestro nivel de alerta y capacidad de reacción.
Es fundamental también observar el comportamiento del adulto mayor al volante. Si se para en el semáforo con luz verde, si otros conductores le empiezan a tocar el claxon sin razón aparente, si le cuesta algo de trabajo entender las señales de tráfico, esa son señales de que esa persona debería al menos restringir su manejo a zonas cercanas a su domicilio y evitando vías rápidas.
Otros puntos clave son la pérdida de la visión, de la audición o de los reflejos. Estadísticamente, los conductores de más de 70 años de edad tienen tanta posibilidad de sufrir un accidente como alguien de menos de 25, es decir, toda la prudencia y experiencia que obtuvo como piloto desaparece ante la falta de capacidad de su cuerpo de responder de la misma manera.
Conducir un automóvil ha sido durante mucho tiempo un ejercicio de independencia. Perder la capacidad de hacerlo es para muchos renunciar a su libertad personal. Para algunos es una cuestión de ego. Ellos piensan que son superiores a los demás y que su cuerpo no les va a fallar como les falla a otros. Obvia y desafortunadamente, no tienen la razón. Es cuando toca a los hijos la dura tarea de hacerlos saber.
Los hijos necesitan entender que dejar de conducir para sus padres representa un cambio drástico, implica una nueva rutina, no ir a donde siempre fueron a la hora que se les antoja ir. Aunque ellos íntimamente sepan que ya no deberían manejar, es difícil aceptarlo. Los hijos deben tratar el tema con cuidado y se recomienda evitar una reunión familiar para tratar el tema, porque los hará sentir como en una sala de acusación. El acercamiento ideal es a través de una persona de confianza, con mucho tacto y paciencia.
Se recomienda un plan a mediano plazo, no una acción radical estilo: "Papi, a partir de mañana te vamos a poner un chofer". Hay que darles tiempo para procesar la idea, mostrar que seguir conduciendo puede representar un peligro para ellos y para otros. En el menos grave de los casos, más multas y choques menores. Eventualmente, ellos deben terminar aceptando.
Sin embargo, es también importante recordar que no hay una edad límite para conducir un automóvil. Mientras la visión, audición y reflejos sigan dentro de los parámetros normales, una persona de la tercera edad puede seguir manejando. Pero si ya hay señales distintas, como por ejemplo que el sujeto en cuestión ya no entiende a las demás personas a la primera o siente que no ve tan bien de noche como antes, es mejor renunciar al volante y ser feliz de otra forma.
Sergio OliveiraYa sabemos que la mayoría de los humanos viven olvidados de que son mortales, pero además sucede otra cosa curiosa, y es que piensan que no van a envejecer. Bueno, tal vez el verbo pensar no sea el más adecuado; más bien es una especie de pálpito irracional, una fe loca y mágica en el hecho de que "nosotros" no vamos a convertirnos en esos matusalenes terroríficos. Puede que nos arruguemos y perdamos pelo, pero seguiremos siendo nosotros, nos decimos. No seremos secuestrados por la decrepitud. Tendemos a imaginarnos en el futuro como si estuviéramos disfrazados de viejos.
Todo esto depende de la suerte que tengas; si es mala y mueres joven, te ahorras la caída. Pero si eres lo suficientemente longeva, antes o después te desmoronas. Y eso es lo que no nos cabe en la cabeza. Hace poco le comenté a mi amiga Nuria Labari que los viejos nunca han estado tan mal considerados ni han sido tan despreciados como en este momento de la historia. Que son vistos como una carga para la sociedad, seres obsoletos que no aportan nada. Nuria, que tiene 43 años, es una novelista y articulista formidable y posee una inteligencia luminosa, sostuvo que no, que al contrario, que ahora había muchos más viejos y eran un mercado y que por eso había, por ejemplo, películas como Tren Bala, interpretadas por Brad Pitt y Sandra Bullock, ambos de 58 años. ¿De cuándo antes se habían visto protagonistas tan mayores?
Que nombrara a los macicísimos e hiperjuveniles Pitt y Bullock como ejemplo de ancianidad me dejó descolocada. Yo estoy hablando de los viejos de verdad, contesté. A esos no los vemos. Y Nuria replicó: bueno, si te refieres a los viejos descuidados y enfermos... Y se calló, porque creo que se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Eso que ella llamó inconscientemente "descuidado y enfermo" es lo que es ser anciano de verdad, cuando la edad te quiebra. Cuando pierdes la vista, como mi adorada Elena Poniatowska a los 90 años; cuando las rodillas dejan de poder levantarte; cuando la sordera te aísla o el corazón te asfixia. Cuando vivir se convierte en algo tan difícil que pierdes las ganas de seguir.
Es verdad que la humanidad ha dado un salto colosal en el aumento de la esperanza de vida. En España, por ejemplo, es de 83 años. Y buena parte de ese tiempo añadido se transita mejor: hace medio siglo los españoles estaban hechos polvo cuando se jubilaban, mientras que hoy se llega con buena salud hasta los 76 años, según las estadísticas. Se ha alejado el precipicio de la senilidad, eso es indudable. Y ahí estamos todos los mayores pedaleando como desesperados, tiñéndonos el pelo, intentando adelgazar, yendo a los gimnasios, siguiendo la estela de los Pitt y las Bullock, a nuestro humilde nivel, con la lengua fuera. Todo con tal de no representar nuestra edad, o la idea que antes se tenía de nuestra edad. No digo que sea mala tanta agitación: el ejercicio y la motivación mejoran la salud. Pero no deja de haber algo patético en esta huida hacia delante, en esta carrera loca condenada al fracaso: la dificultad de reconocerse como viejo, la dignidad social que se les ha arrebatado. Porque, al final, la decadencia llega, y el anciano real se ha quedado sin sitio en este mundo.
Sin embargo, de cuando en cuando sucede un milagro y alguien parece escapar de la ruina del tiempo. Hace unas semanas, la cubana Ángela Álvarez ganó el Grammy Latino por su primer disco. Es una novata total; siempre le gustó cantar y componer, pero su padre le prohibió dedicarse a ello. Siguió componiendo a escondidas, solo para ella. Hace 4 años empezó a actuar y ahora su primera grabación logró el gran premio. Todo muy normal, salvo por el detalle de que Ángela tiene 95 años y una vida muy dura: su exilio de Cuba fue difícil, 4 hijos acabaron en un orfanato en Estados Unidos y ella tuvo que recoger tomates y limpiar oficinas durante años hasta lograr reunir a la familia. Mucho tiempo después, un nieto se hizo músico y ayudó a su abuela a conseguir su sueño. Y a convertir la proeza de Ángela en el ensueño de todos, en el prodigio de una vida que empieza cuando todas acaban. Ahora se habla mucho de los avances científicos que podrían prolongar la existencia hasta los 150 años. Quizá, pero ¿en qué condiciones? ¿De cuánto deterioro estamos hablando? Yo lo que quiero que descubran es el secreto de poder morir muy vivos, como Ángela.
Rosa Montero
-No me quiero ir; aún tengo mucha energía para disfrutar de mi vida unos años más.
-¿Para qué quieres quedarte? Entiende que ya no haces falta aquí; eres nadie para ellos, te ven y se ríen de que no puedes caminar, se enojan tus hijos contigo porque te haces del baño y tienen que limpiarte, les da asco hacer eso; pero tú quieres seguir ahí.
No quieren cuidarte, o dime algo; ¿Piensas que dejándote encerrado en tu cuarto con la televisión encendida, ya es suficiente? No tienes amor de ellos, se pelean porque nadie te quiere cuidar, se echan el compromiso unos a otros cuando no deberían de verlo de esa manera.
¿Dónde están los valores que les inculcaste? ¿Todos esos consejos? ¿Dónde están? Quieres ser partícipe de tu dizque familia y por más que lo intentas, lo único que ganas son reclamos, burlas, regaños, te caes y se enojan; caminas lento y se enojan, respiras y se enojan, todo lo que tú haces a ésta edad, es motivo de enojo para ellos.
¿Dónde están todos tus hijos cuando los necesitas? Cada uno por su lado, viajando; disfrutando su vida tal y como se los dijiste siempre. Ese consejo si lo llevaron a cabo, pero se han olvidado de ti, seguramente piensan que a tu edad, ya nada importa; que ya ni te has de acordar de ellos sólo porque a veces confundes sus nombres, y ¿qué pasa? Se vuelven a enojar.
Te gritan cuando vas lento. Te jalan fuerte para que avances lo más rápido posible. Se les olvida, o se hacen pendejos, todo lo que hiciste por ellos: las noches que tuviste que doblar turno en tu trabajo para poder darles lo mejor que podías, las veces que cayeron y estuviste para darles tu mano, para curar sus heridas, todas esas veces que orgulloso presumías a todos diciendo que tus hijos serían los mas chingones.
No te merecen. No mereces que te traten así, pero existe el karma y en sus hijos están implantando ese ejemplo de cómo tratan a su padre. Piensan que el tiempo va a detenerse y que siempre tendrán la juventud que hoy tienen, pero el tiempo no perdona.
¿Prefieres seguir así? Piensa bien, para ellos seguirás siendo un estorbo. ¡Ah pero eso sí! El día que te vayas, todos te van a llorar... las pinches frases típicas y blablabla. Te pondrán en un altar imaginario donde para ellos siempre fuiste el mejor, donde diste todo por ellos y empezarán esos reclamos a ellos mismos por no haberte puesto atención.
Anda, ve y di que ya tienes que dormir y que tengan una linda noche, porque mañana será un gran día para todos. Anda ve y reafirma ese gran amor que les has brindado. El último sueño que tendrás en tu vida ha llegado, pero no estés triste, que a lo que tengo entendido, vas para arriba. Yo sólo te guiaré hasta el tren del destino final.
-Gracias, creo que toda esa energía se ha ido.
-Duerme "abuelo", que cuando despiertes del último sueño, se habrá ido esa tristeza que hoy llevas en tu corazón.
Autor desconocidoPaco Calderón
(12 de febrero de 2023).
1Funny
(27 de abril de 2023).
Cuando va nacer un bebé, la familia se prepara para darle la bienvenida a este mundo, para recibirlo y cuidarlo, para que crezca seguro, tranquilo. Pero, ¿qué pasa en el otro extremo de la vida, cuando se está en la etapa final? ¿Quién está preparado para despedirse? ¿Para acompañar y cuidar a ese ser querido en sus últimos días, procurando que se vaya tranquilo? Me atrevería a decir que nadie.
Si hay algo que todos sabemos y lo tenemos bastante claro, aunque parezca que muchas veces se nos olvida, es que en algún [momento] nos vamos a morir; algunos antes y otros después. La vida puede terminar de forma inesperada o por alguna enfermedad, no lo sabemos.
Hoy esta columna es una reflexión, una catarsis, por todas aquellas personas que están en esa recta final, con algún padecimiento terminal. En honor a ellas y ellos, a sus familias, a las personas que están a su lado, cuidándolos, enfrentándose al miedo, el dolor, la angustia y también el cansancio.
"Es muy probable que mucha de esa gente esté sufriendo injustificadamente porque en nuestras sociedades sólo una de cada 10 personas recibe el cuidado que corresponde para semejante momento y esto es gravísimo", dice Matías Najún, médico especialista en cuidados paliativos, durante una charla TED, por demás interesante.
Y así describe los cuidados paliativos: "Cuidar como cualquiera de nosotros querría y merecería ser cuidado en un momento como ese, cuando eres una persona con un padecimiento terminal, que estás por morir".
No es fácil hablar de la muerte, mucho menos prepararse para verla de frente. Es complicado, incomodo. Da miedo, duele. Y afrontar una enfermedad terminal implica tomar decisiones, desde conocer qué es lo que sigue en los cuidados (resolver en algún momento una intubación o no, hospitalizarse o no) hasta prever gastos funerarios; organizarse, despedirse.
Para un paciente en fase terminal tener o no cuidados paliativos puede hacer toda la diferencia en la dignidad y calidad de sus últimos días. Son personas que enfrentan severos dolores, que para aliviarlos requieren morfina o tratamientos con opioides mayores (como el fentanilo) a los que hoy en nuestro país muy difícilmente tienen acceso. Esto, cuando mínimamente debería garantizarse que una persona pueda vivir la última etapa de su vida sin dolor físico, para poder despedirse, para poder cerrar tranquilo.
Como diría atinadamente en su charla TED el especialista Matía Najún: "Es un tiempo para aprovechar, para mirar de frente. No hay que quitarle a nadie la posibilidad de que viva el final de su vida, de que protagonice sus días, de que tome sus decisiones, de que nadie decida por él dónde y con quién quiere estar, de que disfrute con su gente sin dolor, sin síntomas; de que pueda organizarse, dejar sus legados, de que pueda acomodar su alma, de que sea quien escriba el final de su propia biografía".
Vania de DiosEs frecuente en los últimos tiempos, sobre todo en las redes sociales, referirse a la gente de edad en términos despectivos: abuelo, viejuno, rancio, pollavieja, tómese la pastilla, etc. Olvidando el lúcido refrán antiguo de como te ves yo me vi, como me ves te verás, ciertos idiotas de pocos años, o que no cuajaron lo suficiente, tienden a creer que su propia juventud será eterna y que, por el hecho de envejecer, un hombre o una mujer dejan de ser lo que fueron. Pero se equivocan. Pensaba en eso hace unos días, en Buenos Aires, cuando anduve de conversación con un viejo policía, retirado hace tiempo, que fue uno de los modelos utilizados por mi compadre Jorge Fernández Díaz para crear el personaje Remil de sus novelas El puñal, La herida y La traición. Pensé en eso, como digo, mientras observaba el rostro amable, canoso y lleno de arrugas, donde unos ojos tranquilos y duros seguían lanzando señales de alerta para quien supiera leer en ellos. Como dice un personaje en una de mis novelas, algunos llevan la biografía escrita en la mirada, aunque ahora casi nadie mire ya a los ojos ni sea capaz de leer en ellos.
Lo confirmé una vez más hace poco, saliendo de un cine en Madrid. Iba con un amigo de pasado turbulento que incluye varias muescas imaginarias en la culata de un arma que, en atención a los espíritus sensibles, también consideraremos imaginaria. Paseábamos, viejos, setentones, tranquilos, cuando un individuo desconsiderado nos hizo objeto de una grosería: un empujón, malas maneras y ninguna intención de disculpa. Mi acompañante se limitó a pronunciar a media voz la palabra "gilipollas", pero el otro la oyó, volviéndose airado. Era un sujeto grande, bastante alto, sobre los treinta y tantos o cuarenta años. En plena forma. Por el acento parecía uruguayo o argentino. Miró a mi amigo desde muy arriba -mi amigo, que es de poca estatura, le llegaba al pecho- y seguro de sí, muy fanfarrón, el otro pronunció una frase deliciosa: "Te voy a matar, viejito".
Les juro que uno vive para presenciar momentos como ése. Reconcilian con ciertos aspectos del género humano. Seguro de su fuerza, juventud y estatura, el macarrón se había acercado a mi acompañante, casi tocándolo. "Te voy a matar", repitió amenazador, inclinado hacia él. Y entonces, muy sereno y sin moverse del sitio, el viejito alzó la cara y dijo: "Tú no has matado a nadie en tu puta vida".
Fue increíble, oigan. El efecto. Aquel grandullón era, en efecto, gilipollas; pero no era tonto. Miró los ojos de mi amigo, y la verdad es que supo mirar. Yo contemplaba la escena sin saber cómo acabaría -igual entre los 2 abuelos equilibramos la cosa, pensaba-, pero vi que al sobrado le cambiaba la expresión. Por un instante muy corto, apenas 2 segundos, se quedó quieto mirando al viejito como si de pronto pensara "aquí hay algo que no es lo que parece". Demudado el semblante, que dirían los clásicos. Después dio un paso atrás, sólo uno. No llegó a dar el segundo porque mi amigo, pegando un salto de fox terrier, se enganchó con el brazo derecho a su cuello y se fue con él al suelo, cuan largo era. Se dieron los 2 al caer un hostión de campeonato y quedó mi amigo tal cual, trincado el otro por el gaznate, apretándoselo hasta que le faltó la respiración y se le puso la cara como una berenjena. Y lo más admirable fue que el viejito, mientras lo estrangulaba con la derecha, mantenía el puño izquierdo cerrado, listo para golpear, pero sin llegar a hacerlo. Para no dejarle señales en la cara. Evitando marcarlo por si la cosa terminaba en un hospital o comisaría. Viejos hábitos de profesional.
Lo soltó al fin, cuando el otro pataleaba sin aire; y tanto yo como los 3 o 4 transeúntes que se habían parado a mirar -nadie se atrevió a intervenir, y por suerte nadie sacó un teléfono móvil- vimos cómo el grandullón venido a menos se levantaba y cabizbajo, tambaleante, se alejaba remetiéndose la camisa en el pantalón. Mi amigo se levantó a su vez, sacudió la ropa y me miró impasible. Estaba muy serio, pero sus ojos reían. "Vamos a por una cerveza -dijo-, que este hijo de puta me ha secado la garganta".
Nos telefoneamos un par de días después, para comentar el incidente. Estaba en casa dolorido, me dijo, con una contractura en el hombro y el cuerpo hecho polvo del costalazo. "Ya no está uno para estos trotes", añadió riendo.
Y, bueno. Pues eso. Tengan cuidado con los viejitos.
Arturo Pérez-ReverteHoy voy a hablar de la vejez, un tema arduo de tratar, porque además soy juez y parte. Aunque, en realidad, en esto de la edad todos somos parte, incluso los más jóvenes, lo que pasa es que muchos de ellos todavía no saben que, salvo muerte temprana, van a envejecer impepinablemente.
A mí no me pasó; como decía Cicerón, yo siempre supe que era mortal, y de ahí deduje que probablemente llegaría a vieja. Y aquí estoy, empezando la andadura de la decadencia final y a mucha honra. Así que soy bastante mayor, pero, a pesar de eso, no me siento más imbécil de lo que he sido en épocas pasadas, ni más desconectada de la realidad. Leo una entrevista del filósofo Alexandre Lacroix en la que dice: "El mundo se ha vuelto indescifrable para los que han nacido antes de 1989", y no sólo no me siento representada, sino que me parece una tontería. Creo que el mundo ha sido siempre indescifrable y que, en efecto, la velocidad del desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha empeorado la situación, pero lo ha hecho para todos, absolutamente todos. Y así, tanto en los mayores como en los jóvenes puedes encontrar a personas lúcidas y a verdaderos marmolillos. Lacroix nació en 1977; se incluye a sí mismo en su enunciado, pero yo diría que con la boca pequeña. Tras su llamativa frase me parece observar residuos del omnipresente edadismo que sufrimos, de un creciente prejuicio contra los viejos que me saca de quicio. Como si, por haber nacido antes de 1989, todos fueran unos completos analfabetos tecnológicos, un tópico tan falso que no merece la pena ni discutirlo.
De modo que estoy en contra del edadismo. Y, por añadidura, siempre he pensado que cambiar de ideas a lo largo del tiempo no sólo no tiene por qué ser una muestra de falta de criterio o una forma de venderse, sino que, por el contrario, suele ser síntoma de una inteligencia analítica y honesta. La vida te va enseñando, y lo lógico y decente es aprender de los errores.
Reivindico la vejez lúcida, ese maravilloso estado que une la experiencia con el pensamiento y que nos regala verdaderos sabios, como José Luis Sampedro, Emilio Lledó, mi maestra Ursula K. Le Guin y tantos otros. Pero la vejez lúcida exige mucha honestidad, mucho esfuerzo y también suerte. Detesto el injusto edadismo, pero la edad, por sí sola, tampoco te hace necesariamente más listo. De hecho, puedes sufrir severos quebrantos. En 1993 entrevisté a Margaret Thatcher y me preparé a conciencia, temerosa de su capacidad dialéctica: no en vano había sido la voz política más influyente (y demoledora) de la segunda mitad del siglo XX. Pero nuestra charla me decepcionó; me pareció una abuela de mente alicorta. Cuando, mucho después, se supo que sufría alzhéimer, comprendí que ya estaba tocada cuando la entrevisté, aunque aún no estuviera diagnosticada. Esas cosas suceden, y apena que gente con una trayectoria pública acabe siendo secuestrada por su deterioro. Por otro lado, y sin llegar a estos extremos trágicos, hay personas que, con la edad, van perdiendo parte del autocontrol que antes mantenían en sociedad, de modo que emerge más claramente lo que siempre fueron y antes ocultaron, sus machismos, narcisismos, vanidades, ambiciones desatadas. Todas esas cochambres que a lo mejor disimularon o incluso combatieron de más jóvenes. Resumiendo: la vejez es una etapa heroica y hay que remar mucho para navegarla con dignidad.
Rosa MonteroLa juventud tiene un precio que finalmente deberemos pagar, ese precio es la vejez. Sin embargo, la postrer etapa está llena de cosas maravillosas. Una de ellas es la oportunidad de recapitular los distintos episodios de nuestro tránsito por la Tierra y agradecer a quienes han sido parte de ellos, así como los bienes recibidos.
Eugenio Ruiz Orozco(V.Pickles Comic (fan page) del 13 de enero de 2024).
(En Facebook el 10 de noviembre de 2023).
ORACION PARA NO SER INSOPORTABLE
Señor: Tú sabes mejor que yo que estoy envejeciendo y que un día seré más viejo.
No permitas que me haga charlatán y sobre todo que adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.
Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.
Que sea pensativo pero no taciturno, solícito pero no mandón.
Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda, pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.
Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles, dame las alas para ir derecho al grano.
Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos.
Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.
Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocado.
Mantén en mí una razonable dulzura. No quiero ser un santo (es difícil convivir con algunos de ellos), pero un viejo amargado es una de las Obras Supremas del Diablo.
Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna.
P.D.:
Señor: también te pido que la vacuna (cuando me toque) no me deje más tonto de lo que estoy... por los siglos de los siglos... Amén.
(Recibido por e-mail el 27 de enero de 2024).Alma Delia Fuentes publica un nuevo podcast sobre una realidad demasiado silenciosa. Es la 2a. entrega de la periodista, que ahora también colabora en la UNAM, sobre adultos mayores. En esta ocasión aborda los delirantes costos del cuidado de nuestros padres.
El año pasado Fuentes reporteó y publicó "Ya no quiero cuidarte, mamá", una historia narrada a 2 voces sobre la tremenda carga y desgaste que supone para muchas familias el cuidado de una madre (o un padre, o ambos), que ha entrado en deterioro incapacitante.
Ahora lanza "Mis padres me están arruinando", donde expone 3 testimonios sobre el exhorbitante costo, económicamente hablando, de procurar cuidados para quien en su momento nos crió. Ambas se pueden escuchar en https://asicomosuena.mx/asi-como-suena o en Spotify o Apple, etc.
Pregunté a Alma Delia, con quien me une una amistad de un cuarto de siglo, qué tal iban los comentarios a esta nueva entrega, sabedor de que la 1a. suscitó múltiples reacciones y hasta agradecimientos por hablar en voz alta de lo que muchos viven en silencio.
Y esa fue precisamente la conclusión de la periodista: somos muchos, muchísimos, los que estamos pasando por predicamentos similares y, paradójicamente, de eso poco o nada hablamos, poco socializamos o compartiremos, incluso con amigos cercanos.
No estamos listos para esta conversación, y sin embargo quizá sea la más importante para quienes tenemos padres llegando a (o en) los ochenta, y para quienes no querríamos heredar a nuestros hijos esa losa que hoy nosotros mismos no sabemos cómo soportar.
Uso la primera persona del plural no como un asunto de estilo sino porque en ese universo habita hoy mi familia, y desde ahí vuelvo al tema que ya abordé aquí en octubre del año pasado. Quienes lo estamos viviendo queremos sonar la alerta ante quienes no tienen -afortunados ellos- la más remota idea de la complejidad del reto.
Si sabemos que dado el añejo deterioro de los sistemas públicos de salud, y lo prohibitivos que son los seguros médicos privados para muchísimos mexicanos, una intervención quirúrgica suele convertirse en un evento catastrófico porque hospitalizaciones, médicos y medicinas pueden consumir el patrimonio acumulado en una o varias generaciones, lo mismo tenemos que pensar ya de enfermedades degenerativas incapacitantes, algunas tan "discretas" en sus síntomas como la demencia senil.
Dicho de otra forma, la precariedad del estado del bienestar mexicano tendrá en el 2o. cuarto del siglo XXI un factor que estresará aún más los exiguos recursos gubernamentales y, peor aún, impactará en las capacidades económicas de las familias, el desempeño laboral de sus integrantes y hasta en la salud mental de las comunidades.
Les puedo spoilear el nuevo capítulo de Alma Delia y decirles de gente a la que le cambiaría la vida si tuviera 550 pesos al día para dedicarlos a su madre, o de casos en los que 4 veces ese monto tampoco es suficiente.
Puedo contarles que ayuda mucho ser uno de 7 hermanos que se turnan para cuidar a sus padres, y que no me imagino qué hacen aquellos que sólo son 2 hijos para poder cubrir guardias en un hospital o pagar a enfermeras para que hagan turnos a domicilio.
Nada de eso, ni remotamente, retrata el día a día de esta compleja realidad que padecen millones de familias a diario.
El tema se empieza a colar en las campañas electorales. Esa es la buena noticia; la mala es que estamos lejos de una discusión amplia, profunda, documentada y pluripartidista. Cuando mucho se prometen simbólicos apoyos económicos que serán unos flotis en medio de un tsunami.
Salvador Camarena(V.pág.13 del periódico El Informador del 13 de junio de 2024).
En México hay cada vez más adultos mayores y la calidad de vida durante esa etapa dista mucho de ser idílica. Envejecer con los cuidados y el cariño de tu familia (de sangre o por elección) no es algo que todos y todas puedan disfrutar. Al contrario, en muchos casos se enfrentan al abandono y el olvido.
Y en un país que está envejeciendo (y nosotros con él) urge tener presente lo que sigue para los años venideros, que no es cosa menor: cada vez hay menos jóvenes y más personas mayores, la curva poblacional se está invirtiendo. Los datos del INEGI son contundentes. En el año 2000 por cada 100 niños y jóvenes había apenas 21.3 adultos mayores, pero 2 décadas después la cifra se duplicó; para el 2020 por cada 100 niños y jóvenes había 47.7 adultos mayores... y la cifra sigue en aumento.
Se trata de un segmento de la población que no tiene cubiertas las necesidades mínimas que implica la vejez: desde un espacio para vivir y que cuente con los servicios básicos hasta la calidad de vida que implican los cuidados de la salud física y mental. Si algo tenemos seguro es que la vida es finita y todos vamos a envejecer o, al menos, esperamos llegar a esa etapa, pero ¿cómo? ¿De qué manera se pasará la última etapa de la vida? Si se tendrá salud, un hogar, solvencia para garantizar cuando menos la comida y tener compañía o redes de apoyo. No en el abandono. En contraparte, también hay una minoría de ancianos que reciben las mejores atenciones de todo tipo, afortunados de pertenecer a familias de la élite del país.
Hay quienes darían lo que fuera por volver a pasar tiempo con sus viejecitos, por tener un par de días u horas a su lado. Y también quienes se han quedado solas y solos, viviendo de lo que alguien más les pueda y quiera dar. La vejez, como la infancia, se convierte en una etapa en donde se va dependiendo también de los demás, donde no se debería jamás estar solos. Y, en tanto se pueda, más vale irse preparando para esa etapa.
Vania de DiosMe llegará lentamente
y me hallará distraído
probablemente dormido
sobre un colchón de laureles.
Se instalará en el espejo,
inevitable y serena
y empezará su faena
por los primeros bosquejos.
Con unas hebras de plata
me pintará los cabellos
y alguna línea en el cuello
que tapará la corbata.
Aumentará mi codicia,
mis mañas y mis antojos
y me dará un par de anteojos
para sufrir las noticias.
La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.
Con admirable destreza,
como el mejor artesano
le irá quitando a mis manos
toda su antigua firmeza
y asesorando al galeno,
me hará prohibir el cigarro
porque dirán que el catarro
viene ganando terreno.
Me inventará un par de excusas
para amenguar la impotencia,
"que vale más la experiencia
que pretensiones ilusas",
me llegará la bufanda,
las zapatillas de paño
y el reuma que año tras año
aumentará su demanda.
La vejez... es la antesala de lo inevitable,
el último camino transitable
ante la duda... ¿qué vendrá después?...
La vejez... es todo el equipaje de mi vida,
dispuesto ante la puerta de salida
por la que no se puede ya volver.
A lo mejor, más que viejo
seré un anciano honorable,
tranquilo y lo más probable,
gran decidor de consejos
o a lo peor, por celosa
me apartará de la gente
y cortará lentamente
mis pobres, últimas rosas.
La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.
La estatura que tiene una persona en la juventud no permanecerá intacta. El paso del tiempo, además de dejar arrugas, también acorta el tamaño. Así que, sí, eventualmente te reducirás.
A medida que las personas envejecen, uno de los cambios físicos más notables es la pérdida de altura. Este fenómeno, que afecta tanto a hombres como a mujeres, ha sido estudiado en profundidad por investigadores de la Universidad de Harvard, quienes han revelado las causas subyacentes de esta disminución en la estatura.
La epidemióloga Marian Hannan, explica que el envejecimiento es un proceso único para cada individuo, pero uno de los cambios físicos más comunes es la disminución de la altura. Esto se debe principalmente a la reducción de la masa ósea, un proceso que se acelera con la edad.
Para llegar a esto, los investigadores de la prestigiosa Universidad de Harvard siguieron a hombres y mujeres de entre 17 y 94 años durante 35 años. Los resultados revelaron que, en promedio, las personas comienzan a perder altura alrededor de los 30 años y esta pérdida se acelera con el tiempo.
Según el estudio, los hombres pierden alrededor de 3 centímetros de estatura entre los 30 y los 70 años, mientras que las mujeres pierden aproximadamente 5 centímetros en el mismo periodo. Para cuando llegan a los 80 años, la pérdida de estatura es aún más pronunciada: los hombres pueden perder hasta 5 centímetros en total y las mujeres hasta 8 centímetros.
Este encogimiento progresivo es consecuencia de la descomposición de los huesos, que comienza entre los 40 y 50 años. A medida que se pierde masa ósea, los huesos se debilitan, lo que provoca la reducción en la estatura y puede afectar la movilidad y la función física en general.
La pérdida de altura puede ser más pronunciada en personas que no mantienen un estilo de vida saludable a lo largo de su vida. Factores como la falta de ejercicio, una dieta pobre en calcio y vitamina D y el tabaquismo, aumentan el riesgo de problemas óseos y musculares.
(V.periódico El Informador en línea del 31 de agosto de 2024).El envejecimiento es un proceso natural de la vida de los seres humanos, sin embargo, contrario a la idea general de que es un proceso gradual, un estudio de la Universidad de Stanford encontró que hay 2 edades claves en las que el envejecimiento y los riesgos de contraer enfermedades aumentan exponencialmente.
A través de una investigación de casi 2 años de duración en la que se incluyó a más de 100 participantes de entre 25 y 75 años, se logró identificar que los puntos clave de inflexión del envejecimiento se encuentran aproximadamente a los 44 y 60 años de edad. Para ello, se utilizaron tecnologías multiómicas para que los científicos pudieran recolectar y analizar datos sobre la expresión genética, la composición proteica y la actividad del sistema inmunitario de los participantes.
El 1er. punto, que se presenta tras los 40 años, está relacionado con la desregulación en el metabolismo de carbohidratos y lípidos, lo que podría explicar por qué muchas personas comienzan a tener dificultades para mantener su peso y enfrentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2, al llegar a esta etapa. Además, se observó un cambio en la regulación del sistema inmunitario, indicando un inicio en el declive de la capacidad del cuerpo para defenderse de infecciones.
El 2o. punto de inflexión, alrededor de los 60 años, muestra una desregulación aún más significativa de procesos biológicos críticos, especialmente en el sistema inmunológico. Este período se caracteriza por una inflamación crónica de bajo grado, un fenómeno conocido como "inflammaging", que se ha vinculado a diversas enfermedades crónicas, incluidas las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Asimismo, se observaron alteraciones en la capacidad del organismo para procesar nutrientes y mantener el equilibrio de glucosa y lípidos en la sangre.
Estos hallazgos del estudio de Stanford son cruciales para entender mejor el proceso del envejecimiento y podrían influir en estrategias para mejorar la calidad de vida en la vejez, ya que al Identificar los puntos de inflexión y sus implicaciones se pueden anticipar momentos críticos y aplicar medidas preventivas pertinentes, como por ejemplo implementar una dieta de alimentación más saludable, mantener actividad física, y sobre todo, programar visitas regulares a los médicos pertinentes. Es importante destacar que la edad cronológica no siempre coincide con el estado biológico, lo que implica que las estrategias de bienestar deben ser personalizadas.
(V.periódico El Informador en línea del 4 de noviembre de 2024).
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