Apuntes de historia de México


¿Qué es la historia sino una fábula consensuada?

Napoleón

Los gobiernos de la República Mexicana quieren tener una historia al gusto de los políticos. La maquillan, la destruyen y luego crean un cuento. Eso es lo que nos tratan de enseñar.

General Clever Alfonso Chávez Marín, médico militar retirado del Ejército Mexicano y presidente de la Asociación Internacional de Historia Militar

Cuando la historia de México se libre del yugo de su propia versión heroica para consumo oficial y escolar, acaso podrá verse con claridad, entre los altos gestos huecos y las magníficas batallas inútiles, el enorme daño que la violencia le hizo al México independiente, al México de la reforma y al México de la revolución.

Héctor Aguilar Camín

La esencia de una nación es que se hayan olvidado muchas cosas... Olvidar... es un factor crucial en la creación de una nación, y es por eso que el progreso en los estudios históricos a menudo constituye un peligro para el principio de la nacionalidad. Ciertamente, las pesquisas históricas exponen a la luz hechos violentos que ocurrieron al inicio de todas las formaciones políticas, incluso de aquellas cuyas consecuencias han sido en conjunto benéficas. La unidad siempre se logra a través de la brutalidad.

Ernest Renan

Lejos de mí la pretensión de suspender el cuento de hadas de la historia patria. Tiene su propia sabiduría y su propia profundidad. Digo sólo que podríamos obtener lecciones igual de profundas mirando de frente las zonas oscuras que el cuento de hadas oculta o disfraza.

En la manera como fuimos desdichados puede haber mayores lecciones que en los momentos que nos hicieron felices, por la sencilla razón de que la conciencia de nuestros límites es más pedagógica que la celebración de nuestros dones.

Héctor Aguilar Camín

Sorprende en qué medida le damos valor a las reducciones bastas y groseras de las versiones "oficiales" de la historia: indio = bueno; español = malo; héroes-que-nos-dieron-patria = inmaculados moralmente.

Augusto Chacón

Historia son las meniras que dice la gente para dar sentido a su pasado.

Paul Verhaeghen

La historia de México se reduce a la lucha entre 2 clases: el peladismo honrado y el decentismo ladrón.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco

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No en todo el territorio nacional florecieron altas culturas, sólo en 5 zonas geográficas se desarrollaron:
  1. El centro de México o zona lacustre;
  2. Veracruz y Tabasco;
  3. Oaxaca;
  4. En el occidente del país (Michoacán, Jalisco y Colima);
  5. En Chiapas y la Península de Yucatán.
De Sinaloa hacia el norte, dicen los historiadores que se acaba la civilización y empieza la carne asada, pues fue tierra de chichimecas, que fueron "culturas periféricas".

Cuando el primer hombre llegó a nuestro país en una fecha interminada fue errante, cazador y recolector, su nivel cultural fue llamado "Complejo Básico": todos los grupos y en todas las zonas geográficas fueron iguales.

Cuando aparece la agricultura vino la sedentarización y la diferenciación de culturas, y hasta 200 años d.C., en el centro de México, floreció la cultura arcaica (su promotor: el Hombre del Pedregal en Cuicuilco), se termina esta cultura cuando hace erupción el volcán Xitle; al mismo tiempo en Veracruz y Tabasco encontramos la cultura olmeca; en Oaxaca florece Monte Albán, es la cultura zapoteca; la cultura arcaica en Michoacán es contemporánea a las anteriores; igualmente en Chiapas encontramos el llamado "Complejo Pre-Maya".

Del año 200 al 600 d.C., al terminarse la cultura arcaica, los sobrevivientes de la erupción del Xitle se refugian en el mismo Centro de México y construyen Teotihuacán, y contemporánea a ésta, en Veracruz y Tabasco se inicia la cultura totonaca en "El Tajín"; en Oaxaca continúa la cultura zapoteca en Monte Albán, y en Yucatán y Chiapas el florecimiento del llamado Viejo Imperio Maya en las ciudades de Palenque y Bonampak; por último. en el occidente de México sigue la cultura tarasca, pero ya evolucionada.

Del año 600 al 900 d.C., en el centro del país es la decadencia de Teotihuacán y en Veracruz y Tabasco sigue la cultura totonaca en El Tajín, en Oaxaca continúa la cultura zapoteca en la misma ciudad y en Chiapas las ciudades del Viejo Imperio Maya (Palenque y Bonampak) están en decadencia, en Michoacán continúa la cultura tarasca. A este periodo de 600 a 900 años d.C., las culturas son llamadas "de culturas locales".

Del año 900 a 1521 d.C., al ser destruida Teotihuacán, los sobrevivientes fundan en el mismo centro de México la ciudad de Tula, o Tollán, es la cultura tolteca, pero cuando es quemada la ciudad, se inicia la etapa chichimeca y las tribus nahuatlacas y cuando al último llegan los aztecas, se funda Tenochtitlán, que florece hasta la llegada de los españoles que la conquistan en 1521.

En Veracruz continúan los totonacas, pero ahora en Cempoala; en Oaxaca sigue la cultura zapoteca en Monte Albán y una parte de Mitla. Contemporáneas a estas ciudades, en Yucatán florecen las ciudades del Nuevo Imperio Maya: Chichén Itzá, Uxmal, y en el occidente de México continúan los tarascos.

Con la llegada de los españoles termina la época precortesiana y se inicia, al ser conquistada Tenochtitlán, la época colonial.

Adolfo Martínez López
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 16 de junio de 2008).

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Pueblo que creó la más enigmática de las civilizaciones en México es el conocido como ulmeca, olmeca u hombres de la venta. En la costa del Golfo de México, (Veracruz y Tabasco) es donde floreció esta cultura, considerada la más antigua y desconocida de nuestro país; en esta tierra feraz y selvática, abundaba el cacao, las turquesas y el hule y fue ahí a donde llegaron en un tiempo impreciso pero antes de Cristo, hombres que provenían del mar; por ser chaparros, mofletudos, de nariz gruesa y cara redonda, se les llamó "hombres de cara de sol" pero también fueron llamados ulmecas o sea habitantes de la tierra del hule o caucho pero por degeneración, con el tiempo se les llamó olmecas.

Ya establecidos, su desarrollo y progreso fue tal que como verdaderas oleadas irradió su cultura y adelanto por gran parte del territorio mexicano, extendiéndose además por Guatemala, Honduras, Costa Rica y El Salvador, en donde las manifestaciones culturales son evidentes e inconfundibles, notándose en el calendario, en la agricultura, en los ritos religiosos, en las construcciones y en el arte. En México, las ciudades de Teotihuacán, Monte Albán, El Tajín y las ciudades del llamado Viejo Imperio Maya son sus hijas, por eso a esta cultura los historiadores le llaman "una cultura madre", como la denominó originalmente el historiador Alfonso Caso.

Desgraciadamente de este grupo humano se desconoce su idioma, tampoco se sabe cuántos eran ni su parentesco con otras tribus de México y tan misteriosa o ignorada manera como llegaron así se extinguieron en los tiempos históricos; después de más de cinco siglos de la conquista de México por los españoles y que el mestizaje es evidente, del pueblo olmeca no se sabe qué idioma utilizó, no dejó escritura y del pueblo olmeca ni un sólo representante quedó, no hay olmecas en México ni en ningún país donde ejercieron su influencia y sólo se conservan en todo el mundo en museos, en colecciones privadas y galerías de arte, ejemplares de una cultura que fue de escultores que así como tallaron enormes bloques de 30 toneladas de peso que han sido la admiración del mundo, pulieron finísimas estatuillas de jade que demuestran que fueron los más grandes lapidarios de piedras preciosas, superando, inclusive, a los mayas en este arte.

Este desconocimiento o ignorancia del origen y antigüedad de este pueblo se ve más acentuado porque no existió ningún cronista primitivo que narrara o hiciera referencia a ellos.

Adolfo Martínez López
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 20 de septiembre de 2004).

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No hace menos de 15 años leí que el lecho de un lago en la zona maya había permitido establecer que hubo una sequía de siglos. Con algo así como un saca-bocado se obtiene un tubo de sedimento. Se datan las capas y se analiza desde el grosor hasta el contenido en materia orgánica e inorgánica.

En 2005, Jared Diamond publicó Collapse, una maravilla. Y el capítulo 5 se llama, precisamente "The maya collapses". Su explicación se basa en una combinación de cambio climático por causas solares, agudizado por la competencia entre caciques mayas. Las hermosas pirámides estaban recubiertas de estuco pintado. El estuco se prepara a base de piedra caliza horneada por días. Los mayas no tenían otro combustible que la madera (mucha de ella caoba), así que arrasaban amplias zonas de selva para decorar sus pirámides.

La situación empeoró por la competencia entre caciques regionales. A diferencia de los aztecas, los mayas no tuvieron un gobierno central unificado, sino una multitud de ciudades-estado y pequeños reinos. Los reyes competían entre sí por territorio y esclavos. Para ostentar su riqueza, nada mejor que la pirámide más alta y más ornamentada: un refulgente BMW ante el Ford del vecino. La depredación de la selva estuvo a cargo de varias decenas de caciques y no de un solo señor o emperador.

Peor aún: la selva lluviosa, a diferencia del bosque templado, crece en la zona maya sobre una capa mínima de tierra vegetal, apenas encima de la roca blanca que vemos al descubierto en cenotes y amplias áreas de hierba escasa. El daño a la naturaleza fue mucho peor que el de los vikingos a sus bosques de pinos para hacer casas y barcos.

Y entonces el Sol entró en uno de sus ciclos. Los hay de 11 y de 22 años. Pero con picos separados por siglos. A los caciques mayas les tocó uno de los fuertes. Kaputt.

El raciocinio tras el método que determina el clima por los sedimentos lacustres es sencillo: la zona maya está toda bajo el trópico y tiene por eso lluvias en verano. La lluvia arrastra tierras, hojas, ramas y animales muertos hacia arroyos y ríos, éstos descargan en lagos y pantanos, el agua se enturbia. Al llegar los meses de sequía, en el agua inmóvil se asientan los arrastres sólidos. Así, año con año, se forma una capa de sedimento diverso en contenido y en cantidad.

Como los investigadores son muy listos, pueden determinar cuánto llovió y qué materia orgánica dominaba en el suelo de la selva lluviosa. Y entonces, ¡eureka!: el siglo X después de Cristo fue seco en el mundo entero, coincide la sequía con un ciclo solar.

"Décadas de clima extremo lisiaron y finalmente decimaron la cultura política y luego la población humana de los antiguos mayas, según nuevo estudio de un equipo interdisciplinario", señala nota de la Universidad de California en Davis. En apenas 80 años desapareció la organización social y el arte mayas.

Los monumentos mayas muestran la fecha de su construcción y las de hechos significativos. "Los investigadores notaron que el número de monumentos disminuía hacia los años del colapso", pero sus inscripciones no hacían referencias a cambios ecológicos.

El equipo analizó una estalagmita encontrada en una cueva de Belice. Para datarla buscaron la presencia de un isótopo de oxígeno con lo que pudieron tener "un récord de lluvias de 2,000 años".

"Periodos de alta precipitación coincidían con aumento de población en centros políticos hacia los años 300 y 660 d.C." (que coincide con la caída de Roma y la hegemonía de Constantinopla). Las inscripciones muestran un largo periodo de disturbios entre el 660 y el 1000 de nuestra era: guerras, inestabilidad política "y finalmente, colapso político". Los Jinetes del Apocalipsis: Guerra, Hambruna, Migración forzada, Muerte y por último reducción de la población maya a pocas aldeas perdidas en la selva... "Es un relato precautorio acerca de cuán frágil puede ser nuestra estructura política. ¿Estamos en peligro de seguir los pasos de los mayas?", pregunta Bruce Winterhalder, co-autor del reporte en Science de este 9 de noviembre.

Luis González de Alba
(v.periódico Milenio Jalisco en línea del 11 de noviembre de 2012).

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El caso de este pueblo es semejante al de otro de México, que también se considera de los más misteriosos y enigmáticos, ya que presentan características distintas a las de otros grupos, tanto en idioma, costumbres y manera de vivir, que no encajan con ninguno de los conocidos; este pueblo fue el tarasco, en él es desconocida su filiación racial, su idioma es distinto y como en el olmeca, su arquitectura es escasa, pues salvo las yacatas, que se conocen en Zintzuntzán, en el resto del Estado de Michoacán, que fue su asiento, se carece de ellas o son escasas.

Adolfo Martínez López
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 10 de octubre de 2005).

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Amable, sobre todo periodista, Joaquín López-Dóriga platicó en su noticiario de radio sobre la afirmación del autor de estas líneas en Tercer Grado: los monumentos prehispánicos de Teotihuacan están recubiertos de cascajo.

"Es como si me hubieras dicho que no existen los Reyes Magos", ironizó, y permitió explicar mejor lo que se quiso decir.

"Pues me choca tu realismo", reprochó, porque "fue traumático lo del cascajo..."

Le alivió se cambiara por de tepetate lo del recubrimiento, "suena menos violento", cedió, pero clavó esta sugerencia: "No mates las ilusiones, Marín..."

Jamás ha sido el propósito; el problema es que las cosas son como son.

Generoso, Joaquín remató: "Si aquellos hombres hubieran escuchado a Marín, jamás se habrían sentido dioses ante la grandeza de Teotihuacan..."

Carlos Marín
(v.primera plana del periódico Público del 16 de enero de 2009).

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Lagos alrededor de Tenochtitlán.

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Hablar con Elizabeth Torres Villanueva, antropóloga, lingüista, psicóloga, socióloga, terapeuta y danzante, es sumergirse en un viaje hacia la historia nacional y ancestral, en donde los mitos y verdades sorprenden en cada una de sus palabras. Entre un tema y otro, esta mujer de ojos verdes y cabellera dorada, insiste en los engaños que se acarrean desde las aulas, en donde se asegura que, por ejemplo, Tenochtitlán fue fundada gracias a que se encontró a la mítica águila devorando una serpiente sobre un nopal.

"Logré que se aclarara que el símbolo nacional del águila con la serpiente es de 1810 y no es prehispánico. Lo que el águila tiene en el pico es el símbolo de la tlachinolli, que es la fuerza de voluntad".

(V.pág.5-B del periódico El Informador del 2 de agosto de 2015).

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Nuestra historia patria siempre nos habla de Hernán Cortés como de el conquistador; es cierto, pero conquistó territorios ya conquistados: las diversas naciones, que llamamos indígenas o autóctonas, ya estaban dominadas por el imperialismo azteca: la Malinche, los tlaxcaltecas, los huejotzincas, los cholultecas, los totonacas, los mayas y otros muchos pueblos estaban ya subyugados, por eso se unieron al español para librarse del odiado vencedor que tenía su corte en México-Tenochtitlán. Cortés derrotó al gran conquistador odiado por sus conquistados y tributarios.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.periódico Público del 16 de septiembre de 2005).

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Es importante terminar con la idea de una Malintzin "traidora", que inspiró el término "malinchismo". Por el contrario, si bien las circunstancias la llevaron a estar en el grupo de los españoles, fue gracias a ella que Cortés pudo entender mejor el pensamiento y la cultura indígena, que jamás dejó de admirar, como se muestra en sus Cartas de Relación.

Cortés consiguió formar aliados en su camino a Tenochtitlán, pero también evitó masacres y enfrentamientos por malos entendidos. Logró navegar en un mundo totalmente ajeno a él con la ayuda de Malintzin.

Ricardo Salinas Pliego
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 14 de noviembre de 2020).

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Es una fatalidad todavía sin remedio el que sigamos viviendo de acuerdo a una historia centralista, el que sigamos pensando que la conquista armada de Tenochtitlán fue la conquista armada de lo que hoy es la República Mexicana. Es una torpeza acaso intencional el que sigan haciéndonos descender a todos de los aztecas y de su infortunio, ignorando con o sin culpa que la realidad de estas tierras hace 500 años era muy distinta a lo que hoy es: 2 grandes civilizaciones, la Maya y la Teotihuacana, cuyas cumbres clásicas habían ya desaparecido en el siglo XVI, infinidad de razas y culturas indígenas, con diverso grado de desarrollo, con innumerables lenguas y dialectos, todo el tiempo guerreando entre ellas, exterminándose unas a otras, robándose bienes y personas. También, pueblos indígenas consolidados que desde el 1er. momento se aliaron a España con la esperanza de que este escenario terminara ¿a quién traicionaron, si todavía no existía una nación a la cual ser leal o no?

¿Debe ahora México pedir perdón a Tlaxcala por los muchos años de opresión, crímenes y saqueos de que le hizo objeto? ¿O hacer lo mismo los descendientes de los mayas de Kalakmul por haber sometido a Tikal a sangre y fuego?

Armando González Escoto
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 31 de marzo de 2019).

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A los mexicanos nos anteceden 2 pre historias: en este continente de América y cruzando el mar del Atlántico, la otra. Somos deudores de 2 matrices culturales y venimos -genéticamente hablando- de 2 pueblos diferentes: el indígena y el español.

El común denominador de los mexicanos son los mestizos, con una minoría de blancos puros y de indígenas puros. Hablamos el español, pero la historia oficial ha exaltado constantemente lo indígena y ha denigrado todo lo que sea español. Nos ha puesto como modelos y paradigmas de nuestra conducta a los que perdieron, por lo tanto somos hijos de perdedores e inclinados a encontrar en la derrota el heroísmo.

Y así nos han hecho olvidar la otra parte de la que procedemos, la de los vencedores. Tal vez ejercieron violencia e injusticias, pero fueron grandes héroes y sus hazañas están escritas en la historia universal.

Todo lo que sucedió en los tiempos de la Colonia se ignora absolutamente; sin embargo hoy, en México, lo que más se presume a los turistas son principalmente 2 cosas: las pirámides pre colombinas y los edificios y construcciones coloniales.

Recórranse las calles y plazas de las ciudades grandes o pequeñas del país, y se encontrarán muchos monumentos en honor de los caudillos indígenas, pero ninguno en honor a los conquistadores como Hernán Cortés, y Pedro de Alvarado, no se les consideran héroes y no forman parte de nuestra honrosa historia, ni siquiera se recuerda a los grandes virreyes que gobernaron bien e hicieron progresar al país en esa época.

En una visita que realicé a Perú, me sorprendió ver en la plaza mayor de Lima una grandiosa estatua ecuestre de Francisco Pizarro, el conquistador del Imperio Inca...

Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara
(v.pág.2A de Ocho Columnas del 15 de septiembre de 2003).

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La llamada "historia oficial" ha sido maniquea, debido a que ensalza a unos y anatemiza a otros protagonistas clave de la historia mexicana: la Malinche es una traidora por haberse entregado (en realidad fue regalada junto con otras 19 muchachas por el tirano de Champotón) a Hernán Cortés. Y Cortés no fue el astuto pionero de la soberanía de los ayuntamientos (creó el primero en la Villa Rica de la Santa Veracruz para liberarse de su dependencia del gobernador de Cuba) ni el ávido explorador que también fue, sino sólo un aventurero sediento de sangre y oro.

Sin matices, la disyuntiva entre lo blanco y lo negro hizo que el nacionalismo del priato denostara al general Porfirio Díaz (dictador, afrancesado, represor), pero lo honrara como "coronel", por su papel heroico en la guerra contra la intervención francesa en La Carbonera.

El investigador Jacques Lafaye, en su Quetzalcóatl y Guadalupe (Fondo de Cultura Económica, 1974) elaboró uno de los ensayos de mayor erudición para el estudio del nacionalismo mexicano.

La nacionalidad nos viene, recuerda, de una mezcla de mentalidad, cultura, mito que tomamos como nación. Sus creadores son el clero y los intelectuales novohispanos: "El fenómeno cultural de la formación de la conciencia mexicana -escribe- es lo que podemos llamar el diálogo de las culturas" y "La identificación del héroe-dios de los indios de México, Quetzalcóatl (la serpiente emplumada), con el apóstol Santo Tomás, evangelizador de las "Indias", ha sido una de las principales vías de redención espiritual y, en consecuencia, de salvación histórica de los indios".

El otro elemento determinante de la nacionalidad mexicana, dice Lafaye, es el fenómeno guadalupano. "Miguel Sánchez (predicador y teólogo) se nos presenta como el verdadero fundador de la patria mexicana". Y analiza las bases exegéticas en que sustentó, a mediados del siglo XVII, la conquista de la Independencia de México (1810-1821) bajo el pendón de la Virgen de Guadalupe. "A partir del día en que los mexicanos aparecieron a sus propios ojos como un pueblo elegido, estuvieron potencialmente emancipados de la tutela española".

En 1648 se publicó la primera historia de las apariciones. Fue escrita por el sacerdote Miguel Sánchez con el título Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, milagrosamente aparecida en la Ciudad de México, celebrada en su historia por la profecía del capítulo doce del Apocalipsis.

A la vez que dio a conocer la versión de las apariciones (presumiblemente basado en los exvotos que ya para entonces había en el santuario y en su amistad con el vicario de la ermita, Luis Lasso de la Vega), hizo lo que se conoce como exégesis alegórica y simbólica de la Virgen de Guadalupe, de tal forma que propone al de México como el pueblo escogido por Dios a través de la Virgen María, en sustitución del pueblo judío que "traicionó" a Jesucristo.

La Virgen de Guadalupe, así, vendría a ser la expresión plástica de la mujer del Apocalipsis (una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza).

En su exégesis, Miguel Sánchez admite no haber encontrado los documentos que esperaba para llenar el hueco de 117 años que lo separaban de 1531. Seis meses después del libro de Sánchez, el vicario de la ermita, Lasso de la Vega, publicó el relato que conocemos sobre las apariciones en lengua náhuatl, afirmando (éste sí) apoyarse en manuscritos indígenas. A su versión se le conoce con el título Nican Mopohua. En esta obra se cita, por primera vez, a un indio llamado Juan Diego.

Carlos Marín, periodista
(v.pág.26 del periódico Público del 12 de diciembre de 2000).

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Epidemias con origen en México que afectaban principalmente a la población autóctona, y no enfermedades traídas por españoles como se creía, fueron la principal causa de la muerte masiva de miles de indígenas tras la Conquista, según una investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El doctor Rodolfo Acuña, al frente del estudio, aseguró que las principales responsables del fenómeno fueron enfermedades "muy particulares" con "un origen muy oscuro" y que nada tenían que ver con la viruela, el sarampión o la peste, traídas por los españoles.

Acuña, patólogo y doctor por la Universidad de Harvard, consideró, asimismo, que la hipótesis original ha sido sostenida durante años por ser "la más cómoda para la ideología nacionalista (mexicana), que la estableció como verdadera, como parte de la historia".

El trabajo del especialista en los últimos años ha consistido en desenterrar de los archivos históricos de ciudades y edificios religiosos mexicanos datos acerca de las enfermedades que a lo largo de la historia han afectado a la población local.

"Hemos acudido a la información primaria, en lugar de hacerle caso a lo establecido por los estudios al respecto, que principalmente tuvieron lugar a comienzos del siglo XX, en la época de la Revolución Mexicana", apuntó.

"La existencia de estas enfermedades ya se conocía, nosotros simplemente las hemos desenterrado", concretó.

Con su labor ha concluido que 2 fueron las enfermedades más mortíferas para los indígenas, el cocoliztli y el matlazahuatl, y ninguna de ellas tiene un equivalente en la actualidad.

El cocoliztli (que significa "la gran plaga") era una enfermedad letal que provocaba fiebre muy intensa, dolor de cabeza, tórax y abdominal, ansiedad y vómitos.

Los enfermos, que en el 90% de los casos fallecía en 4 o 5 días, se ponían amarillos, comenzaban a enloquecer y les salían úlceras por todo el cuerpo que les hacían sangrar.

Por su parte, el matlazahuatl ("la enfermedad con erupción") también provocaba úlceras, pero era menos letal y menos contagiosa.

La primera epidemia de cocoliztli reportada fue en 1545 y se calcula que, en apenas 3 años, provocó la muerte a entre el 70 y el 80% de la población indígena, que entonces oscilaba entre los 20 y 25 millones, según Acuña.

En total se han contabilizado 12 epidemias de cocoliztli y 12 de matlazahuatl que acabaron aproximadamente con el 90% de los habitantes de la zona.

En sus investigaciones, el doctor Acuña descubrió también que ambas enfermedades afectaban principalmente a los indígenas, a pesar de que tanto la población autóctona como los colonizadores españoles convivían en sus actividades cotidianas en los mercados o el trabajo.

La única diferencia que el doctor encontró entre indígenas y colonizadores y, por tanto, la razón más probable que explica esta situación es que tenían una nutrición diferente.

Otro asunto importante observado es que las epidemias se asocian a importantes cambios climáticos.

Así, el cocoliztli solía producirse 2 años después de períodos de gran sequía, mientras que el matlazahuatl 2 años después de épocas de lluvias.

Estas epidemias, que se extinguieron en el siglo XIX, estuvieron centralizadas principalmente en el altiplano mexicano y guardaban frecuentemente relación con la altitud, de modo que cuanta mayor era más mortalidad había.

Tal y como señaló Acuña, el trabajo de investigación continúa.

(V.Agencia Efe del 20 de febrero de 2009).

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Estudiando códices indígenas de los pueblos del Golfo de México, se ha comprobado que la fiebre amarilla existía en el mundo maya, siglos antes de la llegada de los europeos. En los territorios de lo que sería luego el mundo náhuatl se encuentran también noticias de epidemias con alta mortalidad. A ellas se atribuyen la migración hacia el sur del pueblo de Huehuetlalpallan, durante el siglo IV y la destrucción del reino de Tula en el siglo XII. Las lenguas indígenas tienen vocablos para expresar el concepto de plaga o epidemia. Desde la conquista de Hernán Cortés se desencadenaron sobre nuestros territorios una serie de pestilencias, que es la palabra más usada, con enorme violencia, sin olvidar que la caída de México-Tenochtitlan se debió en muy buena parte a la epidemia de viruela, entre cuyas víctimas estuvo nada menos que Cuitláhuac, hermano de Moctezuma. Los indios, que desconocían la enfermedad, la llamaron hueyzáhuatl, palabra que los nahuatlatos traducen como "la gran lepra".

Once años después de la Conquista, apareció un intenso brote de sarampión, que los aztecas llamaron tepitonzáhuatl, "pequeña lepra". Después, durante los siglos coloniales, hubo varios brotes de matlázáhuatl, -tabardete o tabardillo-, que los expertos consideran que fue el tifus exantemático. Después, en 1545 y 1575, apareció el cocoliztle, enfermedad no identificada aún.

En 1576 tal vez la población se vio atacada por varias enfermedades simultáneas, pues los síntomas de los relatos corresponden a cuadros clínicos diversos: se ha pensado en influenza hemorrágica, en fiebre amarilla, en icteroespiroquetosis, infecciones virales o incluso paludismo, sin descartar la segura aparición del tifus y las tifoideas.

En estas líneas no cabe la enumeración de otras epidemias, pero no se puede omitir la ya mencionada de viruela, que trajo un esclavo negro de Pánfilo de Narváez. El sitio y la caída de México-Tenochtitlan muy bien se comparan a las de Troya, por su dramatismo: la viruela, las flechas de los tlaxcaltecas y los arcabuces de Hernán Cortés dejaron una ciudad terriblemente desgarrada.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 1o.de mayo de 2009).

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Poco sabemos de las epidemias que padecieron nuestros antepasados antes de la conquista española; pero desde el siglo XVI, cuando el contagio de viruela se trasladó a América, este mal se convirtió en uno de los factores más letales de la despoblación del Nuevo Mundo. Desde los primeros años de la colonización española, el exterminio de la población nativa en las islas del Caribe obligó a que fueran traídos esclavos africanos; las viruelas acabaron con muchos indígenas, pero al igual que en México-Tenochtitlan, ningún español moría por esa enfermedad. Se ha calculado que durante la conquista más de la tercera parte de la población indígena murió víctima del virus de la viruela. Esta enfermedad se presentó en 13 ocasiones entre 1521 y 1798 en el Valle de México. En Guadalajara hubo otras 2 epidemias devastadoras: en 1815 y la peor sin duda, ocurrió en 1830.

Al despuntar el siglo XIX, Carlos IV decidió financiar la expedición filantrópica de Francisco Xavier de Balmis para llevar a las colonias españolas la recién descubierta vacuna contra la viruela.

Durante el periodo colonial, las epidemias de viruela se presentaron en forma cíclica, atacando a las generaciones posteriores del último brote. Se trataba de una enfermedad de patología biológica, al igual que el sarampión, las paperas, la tosferina y la varicela, por lo que mataba por igual a ricos y pobres.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 8 de mayo de 2009).

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La enseñanza de la historia que ha predominado en los últimos decenios, en muchos sistemas educativos de este continente, es inexacta, manipuladora y muy dañina para la formación de la idiosincrasia de los ibero-americanos.

¿Cómo es posible que en una región que se extiende desde el Río Bravo hasta Tierra de Fuego, básicamente mestiza, se hable de "exterminio del indígena" durante el periodo de la Conquista? Discúlpenme, pero, con excepciones, claro está, y con barbaridades, por supuesto, los españoles -sus antepasados, ya que 90% de la gente en México tiene sangre española- se mezclaron con los indígenas. Esto se debe a que las "Leyes de Indias", iniciadas por Carlos V en 1551, llegaron a proclamar la igualdad frente a la ley de españoles e indígenas.

Pero, aun así, me ha tocado oír la estupidez de que, todo el mestizaje en América Latina fue fruto de violaciones. No señores, no seamos fantasiosos, unas centenas de españoles no dan para fecundar a millones de indígenas: nuestros antepasados españoles pudieron haber sido tiránicos, pero la virilidad tiene sus límites.

Además, yo me pregunto: ¿dónde están los indios en Estados Unidos? y ¿dónde está el mestizaje entre anglosajones e indígenas en las ex colonias británicas? Salvo en contadas ocasiones, éste casi no existió. Allí los indios fueron exterminados o se hallan en reservas. Nadie se mezcló con ellos.

Otro tópico: "Los españoles que vinieron -nunca entendí bien esa expresión, proviniendo de mestizos, en todo caso lo adecuado sería: cuando vinieron nuestros antepasados españoles- fueron todos ex presidiarios o gente que vino por el oro". Yo no dudo que entre la reata que se embarcó a "hacer las Américas", así se decía y se dice en España, hubiera habido de todo. Me consta que ladrones, violadores y tiranos, no faltaron. Lo que dicho entre hispanos me parece muy auto-flagelante es que se olvide, gracias a la "leyenda negra", inventada por Gran Bretaña y continuada por Estados Unidos en la "Doctrina Monroe", a la multitud de gente valiosa que cruzó el charco, o aspectos tales como que, la primera Universidad fundada en América fue la Universidad Autónoma de México (1553), cuando Harvard (1663), icono del poderío cultural gringo, no estaba ni en la mente de los bisabuelos rancheros de sus fundadores. Además de eso, desde el primer momento, afloraron por toda la hispanidad: colegios, seminarios, y otros centros educativos: ¿creen ustedes que éstos estaban dirigidos y fundados por y para ladrones?

Miguel Rumayor, doctor en Educación
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 14 de octubre de 2004).

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Gonzalo Guerrero fue un marinero adelantado del grupo de los hombres de Hernán Cortés que salió del puerto de la ciudad española de Palos de Moguer con destino a América. Naufragó en las Antillas y fue a parar a Yucatán junto con otro marinero llamado Jerónimo de Aguilar.

Guerrero se casó con una princesa maya y tuvo 3 hijos. Cuando Hernán Cortés llegó a Cozumel en 1519 y tuvo noticia de que en tierra firme había 2 españoles, les envió un mensaje para que "vinieran a reunírsele". Jerónimo de Aguilar preguntó a Gonzalo Guerrero si quería venir con él para unírsele a Cortés, Guerrero se negó, añadiendo, según cuenta el cronista de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo: "Hermano Aguilar; yo soy casado con tres hijos, y tienenme por cacique y capitán cuando hay guerras. Idos con Dios; que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mi desque me vean estos españoles ir desta manera? E ya veis estos mis hijos, cuán bonicos son". Estos hijos del marinero naufrago Gonzalo Guerrero, son a ciencia cierta los primeros mestizos de México, y no Martí Cortés, hijo de la Malinche.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 6 de febrero de 2016).

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La historia oficial de México es una larga serie de derrotas gloriosas y un pesado directorio de héroes derrotados. Comenzando por Cuauhtémoc y su profético nombre, águila que cae, hasta Zapata, veneramos la caída, el fracaso y lo consagramos como símbolo de pureza.

Cuauhtémoc, último emperador de un imperio detestado por todos sus vecinos y vasallos, es nuestro más puro héroe, no por sus hazañas ni sus construcciones ni sus conquistas, pues no tuvo tiempo para ellas, sino porque es el gran derrotado. Hidalgo es el padre de la patria por decreto, no por sus logros, pues su fallida rebelión fue aplastada en poco tiempo, como otras durante la colonia; Morelos encabezó otro levantamiento de poca extensión en un territorio inmenso y su derrota fue absoluta; Guerrero quedó convertido en un simple fugitivo perdido en las montañas del sur, donde se pudo haber quedado hasta morir de muerte natural a avanzada edad, pues en nada afectaba la marcha del virreinato un rebelde oculto en las montañas, como no lo habría afectado tampoco otro perdido en los desiertos de Sonora. Madero no llegó a gobernar y hasta 1994 estuvimos esperando el sufragio efectivo.

Los aztecas eran de tal manera odiados por los pueblos vecinos subyugados, que no fue difícil sumar a decenas de millares contra el temido y aborrecible imperio. La gran masacre de agosto de 1521, con la que comenzó a formarse México, tuvo lugar entre indios comandados por españoles e indios aztecas que aún tenían armas de la edad de piedra: garrotes incrustados de piedras filosas.

En 1810 no recuperamos la "nación", dado que no existía, sino que terminó su larga gestación. Y no concluyó con el levantamiento armado de Hidalgo, de escasos 10 meses y fracasado, sino con la negociación razonable ocurrida un decenio después.

Recordemos que la voz de la independencia se había levantado muchas veces con anterioridad en tumultos populares y rebeliones indígenas mucho más importantes por su número que el fracasado golpe de Hidalgo, y que nuestra libertad, santa o no, debía esperar hasta 1821, a 10 años de fusilado Hidalgo y dispersados sus seguidores, para ser realidad.

Luis González de Alba
(v."Las mentiras de mis maestros").

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El autor Juan Miguel Zunzunegui lanzó este 2021 su libro "El regreso de Quetzalcóatl".

En su libro busca contar "la verdadera historia de los mexicas, no las tonterías ficticias que nos cuentan desde la primaria hasta la mañanera. Los mexicas, el pueblo seminómada que viene de Aridoamérica, del desierto del Norte, en Nevada, no del Aztlán. En torno al año 1200 es cuando aparecen en Mesoamérica. Es un pueblo que somete, invade, conquista, y se dedica a sangrar Mesoamérica durante 100 años. Cuando llega Cortés todos quieren probar suerte con Cortés, sin saber quién era, a qué venía, pero sabiendo que los mexicas tienen 100 años asesinado a Mesoamérica. Tenochtitlán cayó en manos de 100,000 guerreros indígenas. No es la conquista de México, es la independencia de todos los demás pueblos".

Explorar históricamente estos sucesos representa varias dificultades: "Son 2 retos: hay una cosa que hay que asumir cuando uno se mete a Mesoamérica, que no sabemos nada. Es por muchas razones: prácticamente no hay documentos, lo poco que hay son las crónicas nahuas escritas después, con el alfabeto latino. Es la principal fuente que tenemos, más atrás contamos con muy poquitos códices. Los mesoamericanos fueron de glifos y pinturas, nosotros usamos letras y palabras. No tenemos forma alguna de entender qué querían decir con sus glifos y con las pinturas. Tenemos al gran sabio de México, Miguel León-Portilla, pero también se enfrenta a lo mismo. Nos enfrenamos a eso, para reconstruir Mesoamérica dependemos de muchas cosas. Es como querer armar un rompecabezas de mil piezas, pero solo tenemos 7 piezas, y no sabemos cómo luce la imagen".

Su visión busca contrastar la historia según se nos ha contado desde el siglo XX: "Yo no digo que la historia que voy a contar sea la verdadera: es decir que en realidad no existe la verdad histórica. Mucho más importante que la realidad es la narrativa. México lleva cien años probando la narrativa de la derrota, desde la revolución. Eso genera un pensamiento colectivo de venganza, negativo. Repudiar al español en español es atacar a la mitad de nosotros. Lo que trato de hacer en este libro: dar una narrativa donde coincidan nuestras raíces. Llevamos cien años peleando a nuestras raíces".

Para el autor, las figuras ahora satanizadas son importantes, pues forman las bases de quiénes somos: "Sin Colón y sin Cortés el país no existiría: la pregunta de quiénes somos es fundamental. Se hace a lo largo de todo el texto. Es obvio lo que somos: somos mestizos, y así de obvio cómo es parece nadie saberlo".

Zunzunegui habló de la relectura que ha hecho el gobierno, con la decisión de retirar la estatua de Colón en la Ciudad de México: "La historia siempre debería estar releyendo y reinterpretando. Lo malo es que México siempre ha tenido un discurso de mucho odio hacia nosotros mismos. El gobierno actual se alimenta del odio y la división. México está destinado a muchas grandes cosas, pero nunca llegarán hasta que superemos la etapa de odiarnos a nosotros mismos. Odiamos al padre, Cortés, y a la madre, por recibirlo. Es muy triste que un régimen promueva ese discurso de odio".

(V.pág.10-A del periódico El Informador del 3 de octubre de 2021).

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La caída de Tenochtitlán.

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En el mismo lugar del cerro del Tepeyac donde se levantó la primera capilla a la Virgen de Guadalupe, hubo desde siglos atrás un adoratorio indio a la diosa Tonatzin, nombre que significa lo mismo que el título más frecuente para referirse a la Virgen: nuestra madre. El dato hace tan sospechoso el nuevo culto guadalupano que fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, lo menciona y lo condena con estas duras palabras en 1570:

"Y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, [los indios] también la llaman Tonatzin [...]; parece ésta una invención satánica, para ocultar la idolatría bajo la equivocación de ese nombre Tonatzin, y los indios vienen de muy lejos, tan lejos como antes, la cual devoción es también sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias a Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonatzin, como antiguamente".

Cuando los franciscanos quisieron detener el culto por las mismas razones que fray Bernardino, jamás mencionaron apariciones ni estampado milagroso.

Fue así porque en el primer siglo después de la Conquista sólo se decía que la imagen hacía milagros y eso era ya suficiente para indignar el celo franciscano. Así que el martes 8 de septiembre de 1556, fiesta de la natividad de la Virgen, el provincial de los franciscanos, fray Francisco de Bustamante, en implacable sermón ante el virrey don Luis de Velasco y la Real Audiencia, condenó el culto.

Uno de los testigos relata así el momento: La cabeza de los franciscanos en la Nueva España manifestó que estaba obligado a denunciar como perniciosa la devoción "que la gente de la ciudad ha tomado en una ermita y casa de Nuestra Señora que han titulado de Guadalupe". Se refirió a los muchos trabajos pasados por los evangelizadores para dar a entender a los indios que no creyesen en imágenes, pues eran de piedra y palo, "y venir a decirle ahora a los naturales que una imagen pintada ayer por un indio llamado Marcos hacía milagros, era sembrar gran confusión y deshacer lo bueno que se había plantado".

En 1556, como puede observarse, todavía nadie se atrevía a decir que la imagen era de aparición milagrosa, pues vivía el pintor, Marcos Cipac de Aquino. Se afirmaba que "hacía milagros", lo cual ya resultaba escandaloso para los buenos frailes que tantos esfuerzos habían pasado para que los indios dejaran de venerar sus imágenes paganas, sólo para descubrir horrorizados que ahora veneraban otras,

Pero hay un testimonio, si bien indirecto, del principal testigo del portento: fray Juan de Zumárraga, primer obispo y primer arzobispo de México. Recordemos la leyenda piadosa (como la llamaría fray Servando Teresa de Mier 200 años después): el obispo no cree en las apariciones y pide una prueba. La Virgen le indica a Juan Diego que corte unas rosas y se las lleve al obispo. Cuando las muestra, comienza a dibujarse el milagro ante los ojos atónitos del obispo.

Pero fray Juan de Zumárraga, que mantenía abundante correspondencia con sus tías y primos, nunca les habló del más grande milagro ocurrido sobre este planeta. El obispo, tan cuidadoso en asentar los gastos y acontecimientos diarios, nunca anotó que había visto un milagro... Peor aún: publicó un catecismo. titulado Regla Cristiana, donde se lee: "¿Por qué ya no ocurren milagros? Porque piensa el redentor del mundo que ya no son menester"... recordó que Herodes durante el juicio a Jesucristo, le ofreció una salida honorable: si era en verdad Dios podía realizan ante todos un milagro y con eso salvarse. Así que previene fray Juan de Zumárraga, el testigo principal del milagro guadalupano según la leyenda piadosa escrita un siglo después por Miguel Sánchez: "No queráis, como Herodes, ver milagros y novedades por que no quedéis sin respuesta: lo que Dios pide y quiere son vidas milagrosas, cristianas, humildes, pacientes y caritativas, porque la vida perfecta de un cristiano es continuado milagro en la tierra".

Luis González de Alba
(v.pág.7 de la sección "Cultura y Tendencias" del periódico Público del 10 de diciembre de 2001).

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Hacia 1870 el culto casi había desaparecido. De ahí la urgencia de coronarla y recuperar clientela.

Luis González de Alba
(v.pág.30 del periódico Público del 14 de diciembre de 2008).

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El permiso de Roma en 1887 para coronar a la Virgen de Guadalupe Reina de México, a imitación de la Virgen de Lourdes, vuelta reina de Francia en 1876, desató una polémica en la Iglesia. El mismísimo canónigo de la capilla del Tepeyac, Vicente de Paul Andrade, se opuso con vehemencia a la idea.

Decidido a impedirla, publicó la carta en que, años antes, el historiador Joaquín García Icazbalceta había manifestado al arzobispo de México, Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos, que no había fundamento histórico en el relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

En 1890 el historiador Francisco del Paso y Troncoso reveló que la pintura que se veneraba en el Tepeyac tenía un autor conocido en su tiempo: el Indio Marcos.

Pero los preparativos de la coronación siguieron adelante. En septiembre de 1895, la efigie fue devuelta al santuario del Tepeyac, del que había sido sacada durante la remodelación del lugar, con vistas a la ceremonia coronante.

El día de la reapertura del santuario, los fieles notan que ha desaparecido de la imagen la corona dorada que ceñía su frente desde tiempo inmemorial.

Los canónigos del Tepeyac protestan por la supresión. Acusan al responsable de las fiestas, monseñor José Antonio Plancarte y Labastida, sobrino del arzobispo Labastida y Dávalos, y artífice, con su tío, del renacimiento guadalupano, de haber comisionado a Salomé Piña, un reconocido pintor de la época, para que retirara la corona.

Plancarte reúne a un grupo de testigos y los hace jurar ante notario público que "no existía ninguna corona en ella ni había traza alguna de que la hubiere habido". (Todo el relato en David Brading: La virgen de Guadalupe. Taurus, 2002, cap.12).

Años más tarde, en su lecho de muerte, el discípulo de Salomé Piña, Rafael Aguirre, confiesa que Plancarte había llevado al pintor para que borrara los últimos rastros de la corona, pues se estaba decolorando y no podía aquello suceder en una imagen de origen divino.

Finalmente, el 12 de octubre de 1895, con la asistencia de 22 obispos mexicanos, 14 estadunidenses y otros tres de Quebec, La Habana y Panamá, se lleva a cabo en la Ciudad de México la Coronación de la Virgen de Guadalupe como Reina y Madre de México.

La Coronación de Guadalupe marca el renacimiento público de la Iglesia mexicana, luego de los adversos tiempos de la reforma liberal. Por primera vez en casi medio siglo, los obispos vuelven a hablar en nombre del pueblo de México.

Héctor Aguilar Camín
(v.pág.4 del periódico Público del 14 de diciembre de 2007).

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El piadoso y católico historiados del siglo XIX, Joaquín García Icazbalceta, encargado de encontrar las bases históricas del culto, para así obtener del Vaticano permiso para coronar la imagen, se pregunta: "¿Cómo decía eso el que había presenciado tan gran milagro?"

Lo dice porque no lo vio y le molestaba, como al provincial de los franciscanos, fray Francisco de Bustamante, que se atribuyeran milagros a la imagen (no que se hubiera aparecido, lo cual nadie creyó a lo largo de todo el primer siglo). Fray Francisco sostuvo, ante el virrey y la Real Audiencia, que, luego de los muchos trabajos pasados por los evangelizadores para que los indios no creyesen en imágenes, pues eran de piedra y palo, "venir ahora a decirles que una imagen pintada ayer por un indio llamado Marcos hacía milagros, era sembrar gran confusión y deshacer lo bueno que se había plantado".

El expediente con este sermón del provincial de los franciscanos estuvo perdido durante casi 3 siglos. La primera noticia de su existencia se tuvo en 1846. En 1871 lo leyó García Icazbalceta, escribió al arzobispo Labastida que sus dudas se habían vuelto certezas, y le rogó que el manuscrito no se presentara a otros ojos ni pasara a otras manos. Pero él mismo lo había dado a conocer a sus amigos: Francisco Sosa, Francisco del Paso y Troncoso, José María Vigil, Luis González Obregón.

Cuando al fin se coronó la imagen en 1895, el obispo de Tamaulipas, Eduardo Sánchez Camacho, renunció a su diócesis por considerar que el culto guadalupano "constituye un abuso en perjuicio de un pueblo crédulo y en su mayoría ignorante".

Los mitos sobre el origen divino de la imagen se habían tambaleado ante el solo análisis estético: resultaba infame que Dios pintara en el estilo de los conquistadores: la Guadalupana es claramente de estilo general europeo, tiene un medallón idéntico al de la Virgen de la Merced; lleva armiño en los puños, símbolo de los reyes en Europa y animalito que no existía en América. Es gótico español.

Por último: se conoce de qué está hecha la imagen. En La tilma de Juan Diego, ¿técnica o milagro? de Philip Serna Callahan y Jody Brant Smith, traducido por el padre Faustino Cervantes (promotor de la canonización de Juan Diego) y recomendado por la Basílica, se lee: la orla del manto es de oro y se está desprendiendo, el fondo es yeso y está cuarteado; el moño negro, la luna y el cabello del ángel, de óxido de hierro, están agrietados y cayendo; el ángel está pintado al temple; los rayos dorados, al fresco.

Luis González de Alba
(v.pág.33 del periódico Público del 16 de diciembre de 2007).

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Un día me encontré un libro sorprendente: La tilma de Juan Diego, ¿técnica o milagro?, por Callahan y Smith. Lo comencé a hojear: era un estudio con luz infrarroja que descubría los muy diversos materiales empleados en la imagen sagrada y añadidos a lo largo de los siglos. Pero, lo más asombroso, era que la cuarta de forros estaba llena por una carta en la que el abad de la Basílica, Guillermo Schulenburg, recomendaba vivamente ese libro herético. Lo compré y descubrí que era mucho mejor de lo pensado.

Comienza por un análisis que cualquiera puede hacer, hasta frente a una fotografía: el estilístico. Es una imagen gótica, con reminiscencias todavía bizantinas e influencia flamenca: un estilo muy rebasado ya por el pleno Renacimiento que se vivía desde 1500. El medallón del cuello es idéntico al de una imagen catalana, los hombros son desproporcionados, enormes; el pliegue de la rodilla no puede, anatómicamente, estar donde está; el ángel travieso que le mira los calzones es obra todavía peor en cuanto a su absoluta falta de proporciones y pésima calidad de dibujo; el pliegue sobre el que el ángel pone sus manecitas deformitas parece un cartón encimado y tiene una raya negra sin sentido alguno, obra de quien ni pintor era.

Y más: el bordado de la túnica rosa no sigue los pliegues, error que no habría cometido ni el peor de los pintores medievales; la orla dorada del manto azul fue colocada por manos tan inexpertas que en varios lugares dejó descubierta la guía de carboncillo negro.

Luego viene el análisis infrarrojo: el fondo es yeso y está resquebrajado, la orla del manto es hoja de oro y ya se cayó casi toda, la luna es nitrato de plata que, como todo fotógrafo sabe, se pone negro con la luz, por eso la luna, que algún sacristán muy bestia quiso pintar plateada, es negra; las manos están recortadas con gruesos e infantiles brochazos negros para hacerlas más pequeñas e "indias", los puntas de los dedos originales se ven a la luz infrarroja. También la corona, cubierta en 1895.

Luis González de Alba
(v.pág.27 del periódico Público del 26 de julio de 2009).

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En un nivel inmediato y superficial la canonización de Juan Diego fue una charada solemne, una negación de la evidencia histórica y un abuso consciente de una ceremonia sagrada romana.

David A.Brading
La Canonización de Juan Diego (FCE y CIDE, 2009).

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Leamos a Joseph Schlarman, quien en su magnífica obra: México Tierra de Volcanes, nos informa: "Cuando Cortés vino a México se encontró con que solamente el emperador Moctezuma y los nobles eran dueños de la tierra, todos los demás eran esclavos. Tenía, pues, que hacer un choque entre la cultura occidental y la asiática y entre las ideas occidentales sobre los derechos de propiedad y el sistema asiático de los patriarcas y el despótico de los aztecas".

Explica después cómo se obtuvieron los títulos de propiedad después de la conquista, cómo las "mercedes reales", las "caballerías" y las "peonías", pues lo más próximo a propiedad que había, después de las de los nobles, era la posesión colectiva representada por el "calpulli" que era un grupo patriarcal de varias familias, y varios "calpulli" formaban una villa o pueblo.

Quienes atentaron contra este tipo ya único de propiedad de los pueblos indígenas fueron quienes con las leyes de reforma, la de Desamortización o Ley Lerdo, que negaba derecho de propiedad a toda persona moral, quitó(sic) las tierras colectivas de estos pueblos y con ellas surgirían las haciendas en el centro y sur de México.

(V.pág 17A de Ocho Columnas del 29 de marzo de 2001).

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Lo "azteca" nada tiene que ver con los mexicas que sometieron los conquistadores en el Siglo XVI porque se trata de un término acuñado un par de siglos después.

Carlos Marín, periodista
(v.pág.24 del periódico Público del 24 de enero de 2003).

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Hasta el día de ayer me enteré que a la Virgen de Zapopan le llamaban también "La Pacificadora" porque se dice que "contribuyó" a la pacificación de algunos pueblos indios que al comenzar el siglo XVI se oponían a ser conquistados por los españoles en tierras del occidente mesoamericano.

Específicamente se dice que una peregrinación de la Virgen de Zapopan fue paseada entre los pueblos que mantenían la rebelión del Miztón, ocurrida en los años de 1540 y 1542. Los hechos históricos refutan este mito con toda contundencia y muestran cómo el paseo de la virgen no sirvió para pacificar la región como lo demuestran decenas de revueltas, rebeliones y revoluciones contra el intento español de imponer un dominio colonial en estas tierras.

En el extraordinario libro de la lingüista y antropóloga Rosa Yáñez Rosales, Rostro, palabra y memoria indígenas: el occidente de México, 1524-1816, arroja al menos 16 grandes rebeliones ocurridas en ese periodo. Entre estas destacan la Guerra del Miztón (1540-1542), la Guerra Chichimeca (1548-1576), la rebelión de tepehuanos, varios grupos indígenas y negros (1616-1618), la resistencia ante la conquista del Nayar (1671-1722) y la rebelión cora (1758).

Hay que recordar además que las resistencias de los pueblos de esta región obligaron a cambiar la sede de la ciudad de Guadalajara en 3 ocasiones.

Rubén Martín
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 13 de octubre de 2018).

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Tras la llegada de Cortés a México, la hija de Moctezuma Xocoyotzin (ancestro del que no debiera presumirse, entre otras cosas por su falta de carácter), Ichcaxóchitl o Isabel (1509-1550), contrajo matrimonio con dos españoles, primero con Alonso de Grado y luego con Pedro Gallego de Andrada. Los dos murieron poco después de enlazarse a la hija del tirano.

"Luego, según se sabe de algunas fuentes, Isabel se casó por propia voluntad con Juan Cano de Saavedra, y sus descendientes proceden de los dos últimos matrimonios. El rey de España reconoció entonces una gran parte de la capital (de la Nueva España) como propiedad de Isabel. Pero como los conquistadores se instalaron allí, se le prometió a Isabel que se le harían pagos en concepto de compensaciones, que rápidamente se convirtieron en una deuda gigantesca. Tan sólo del pago de los intereses podían vivir sin preocupaciones los descendientes de Isabel en México y los que se trasladaron a la península ibérica", dice el texto de la agencia alemana de noticias DPA.

"Cuando en 1821 México se independizó, el nuevo Estado asumió los compromisos de la antigua colonia española y con ello también las pensiones de Moctezuma".

Aquella pensión anual consistía en 5,258 pesos oro para disfrute de los dizque "nobles" mestizos (en todo caso, y sólo en el arranque, medio "nobles", porque los maridos eran hijos de vecino), productos de los arrumacos, las fajezas y ternujes de Ichcaxóchitl o Isabel con Pedro Gallego y Juan de Saavedra.

"A finales de 1933, el presidente Abelardo Rodríguez declaró nula la deuda y entonces cesaron los pagos a los Miravalle en España (y los Acosta en México). Como poco después irrumpió la Guerra Civil en España y México nunca reconoció la dictadura de Franco (1939-1975), los Miravalle no volvieron a reclamar sus derechos hasta 1991. Lo que nadie ha calculado es a cuánto dinero equivalen las pensiones en la actualidad".

La tercera en discordia por los genes de Moctezuma, Blanca Barragán Moctezuma, opinó que lo de la pensión -equivalente hoy a 90,000 dólares al año-, "era un dinero fácil que generó una bola de flojos".

Carlos Marín, periodista
(v.pág.22 del periódico Público del 26 de agosto de 2003).

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Siempre que se habla de la Nao de China, se piensa que era un solo barco el que iba y venía desde oriente a nuestro país, al cual se le llamaba también "El Galeón de Manila", pero lo real es que más que un solo barco, fue una verdadera línea náutica (que no era china ni tocaba ningún puerto de ese lejano país).

Fue la primera comunicación comercial de la historia del Nuevo Mundo, durante más de 250 años continuos. Los barcos que integraban la flota, tardaban de 3 a 7 meses en hacer el viaje desde las costas filipinas a las mexicanas, y a veces cuando se presentaban contratiempos -piratas, ciclones, etc.-, tardaban hasta 10 meses en hacer la travesía

Las escalas de los barcos a lo largo del litoral mexicano, iban dejando las mercancías asiáticas en San José del Cabo, Baja California, en Bahía de Banderas, hoy Puerto Vallarta y Santiago, hoy Puerto de Manzanillo, hasta llegar a Acapulco.

Estos galeones procedentes de Filipinas (genéricamente conocidos como "La Nao de China"), fueron en ese tiempo la base de un importante comercio de importación y exportación, que se inició en el siglo XVI (1565) y se prolongó hasta el Siglo XVIII, cuando el último galeón llamado "El Magallanes", partió en marzo de 1815 hacia Oriente, dando por concluida así toda una era marina, la cual fue la más antigua línea de navegación en el mundo.

Adolfo Martínez López
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 20 de febrero de 2006).

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[Guillén de Lampart, William Lamport, Guillén Lombardo o Lombardo de Guzmán] trató de hacer la independencia 150 años antes que Hidalgo, en una vecindad [de la Ciudad de México]. Empezó a hacer su movimiento, lo agarró la Inquisición y lo volvió loco. Maravilloso personaje, políglota, loco, justísimo y parece que, además, era tío del rey de España. No todo lo que decía era mentira, lo que pasa es que la gente creía que todo era locura, pero no sabemos qué parte era mentira o verdad, porque hay documentos que muestran que la Corte de España entró en conflicto, parece que decía la verdad.

Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, dramaturgo
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 22 de julio de 2012).

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El Papa Pío VII, en su encíclica Etssi Longíssimo, el 30 de enero de 1810, condenó todos los intentos de emancipación de las colonias latinoamericanas, y contra todos sus empeños y voluntad no tuvo más que resignarse a ver nacer a las nuevas naciones.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 26 de junio de 2010).

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El primer intento de independencia de la Nueva España lo encabezó Martín Cortés, hijo del conquistador del imperio mexicano.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 27 de agosto de 2010).

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El pedestal de 1810 se ha roto en el reconocimiento de que el grito de Hidalgo realmente fue en apoyo a la corona española, secuestrada por Napoleón, y nuestra soberanía efectivamente no fue proclamada y suscrita hasta 1821 como imperio fallido y, en 1824, como primera república (la cual no fue reconocida por España sino hasta 1836, cuando Texas se hace independiente). Sin embargo, la primera legislatura del Congreso de la Unión se instaló hasta 1857.

Norberto Alvarez Romo
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 25 de noviembre de 2008).

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A principios del siglo XIX la gente era en su mayoría analfabeta, porque era católica, corporativa y tradicional, sin contacto con el exterior. Tenían una mentalidad propia de sociedades antiguas, donde la tradición tiene un gran peso. Incluso la sociedad rechazó la nueva cultura política que difundió la Ilustración o la Revolución Francesa.

Los campesinos no pensaban en la insurrección, de entrada porque había una verdadera aplicación de la justicia. Los que se unieron a la lucha fueron movilizados, convocados u obligados, e inluso muchos vivieron de ella. El propósito no era exactamente luchar por la Independencia.

La insurrección de Hidalgo se convirtió en una revolución popular y destructiva que despertó la violencia, tal vez con las mismas dimensiones que hoy vivimos, porque la vida pendía de un hilo y durante 11 años el contexto fue de inseguridad.

En los últimos 200 años, sólo ha habido 2 periodos de paz. Hubo violencia de 1810 a 1880. La calma regresó de 1880 a 1910. La turbulencia se reactiva de 1910 a 1940. México vuelve a tranquilizarse y de algunos años a la fecha el país está secuestrado por el crimen organizado.

Jaime Olveda Legaspi, doctor en Historia de la UNAM e investigador de El Colegio de Jalisco
(v.pág.6 del suplemento "Bicentenario y Centenario" del periódico El Informador del 15 de septiembre de 2010).

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En 1811, al cura Hidalgo lo mataron a sólo 10 meses después de haber empezado pidiendo primero la reinstalación del rey de España, que había sido relegado a segunda categoría por la invasión francesa de la Península Ibérica. El énfasis del cura giró bruscamente, sumándose luego a la fuerte voluntad popular anti-europea del campesinado, sin lograr mucho más que desatar el caos en el que perdió, literalmente, la cabeza.

Norberto Alvarez Romo
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 23 de marzo de 2010).

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Con su invasión de España en 1807 y el derrocamiento al año siguiente del no tan deseado Fernando VII, Bonaparte dio el empujón de arranque al desmembramiento del imperio español, ya por entonces fragilizado por las reformas borbónicas que impusieron en los reinos de ultramar un gobierno despótico y una modernización imprudente. Poco duraría el reinado del hermano mayor de Napoleón en España, de 1808 a 1813, pero el país quedó asolado por 6 años de una guerra muy sangrienta. El delito de lesa majestad por parte del emperador francés, sumado al escandaloso y sacrílego cautiverio del mismísimo Papa Pío VII, de 1809 a 1814, incendiaron los ánimos en la Nueva España y los otros reinos de ultramar. Tales fueron los orígenes de la crisis política en México en 1808, preludio inmediato del principio de la lucha de independencia.

María Palomar
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 18 de agosto de 2019).

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Según decían los analistas políticos de entonces, "España era un revoltijo" y el revoltijo comprometía muy en serio la situación de las colonias. La Nueva España era la más importante. Estos meses, marzo y abril de 1808, fueron de lo más negro y vergonzoso en toda la muy larga y accidentada historia española: Napoleón Bonaparte, el gran invasor, dominaba por completo en toda la península ibérica.

Su majestad católica Carlos IV, heredero de aquel imperio en que no se ponía el sol, sobrevivía ahora muerto de miedo: su anhelo era imitar a los reyes de Portugal que habían emigrado a Brasil para salvar el pellejo. Carlos IV hizo lo imposible por emigrar a México, donde esperaba ser recibido con todos los honores.

El 19 de marzo de 1808, el rey Carlos IV abdicó la Corona en su hijo Fernando VII. Todo esto después de muy variados incidentes en toda España. En Aranjuez, los españoles veían azorados cómo pasaban carros y carretas rumbo a Sevilla y sus puertos: el rey amontonaba sus tesoros para embarcarlos a México a donde luego se embarcaría él. Un personaje clave en la política española era el símbolo del descontento popular: el ministro Godoy, amante de la reina.

Todo eso ocurría con gran satisfacción de Napoleón Bonaparte y de su cuñado, el mariscal Murat, quienes veían cómo la infeliz y decadente monarquía española se desprestigiaba y se descomponía cada día más. Ni el invasor francés ni el rey de España sospechaban que todo el desorden de la península repercutía inmensamente en el mundo de las colonias y que estas muy pronto aprovecharían todo esto para lanzar sus luchas de independencia.

Las proclamas de Miguel Hidalgo en 1810, "¡Viva Fernando VII!", nos muestra que el buen cura no tenía idea de lo que decía, o mejor dicho, confirman que en México poco se sabía de lo que ocurría en la Madre Patria y que los bisabuelos de nuestros tatarabuelos, en aquel 1808, muy poco conocían a las personas que ocupaban el trono que en un tiempo ocuparon Isabel de Castilla, Carlos V o Felipe II: los Borbones de 1808 eran el remedo de los monarcas de la España de los tiempos dorados.

Vista a distancia, nuestra historia mexicana surrealista resulta hija legítima de la de la vieja España, aunque en su decadencia más vergonzosa.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 4 de abril de 2008).

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Cuando el par de imbéciles que eran Carlos IV y Fernando VII habían entregado el reino a los franceses, los españoles comprendieron que la cabeza del imperio más grande de la cristiandad había renunciado a su dignidad y a su orgullo. A la degradación de la Corona debía responder la soberanía del pueblo. En la ciudad de México, el licenciado Primo de Verdad y Ramos entendió muy bien aquello de que la soberanía la había otorgado la nación al rey en forma irrevocable: las abdicaciones de Carlos y Fernando eran nulas, puesto que el rey no podía disponer del reino a su arbitrio. "Son contrarias a los derechos de la nación a quien ninguno puede darle rey si no es ella misma, por el consentimiento universal de sus pueblos, y esto en el único caso de que por la muerte del rey no quede sucesor legítimo a la Corona". Los letrados novohispanos invocaban la doctrina del "pacto social" que la historia oficial atribuye a Rousseau; pero, viéndolo bien, en España se proclamaba ya siglos antes por las enseñanzas del dominico Francisco de Vitoria y del jesuita Francisco Suárez; y en esos años previos a la independencia, revivida por Jovellanos. Poco antes el jesuita mexicano, veracruzano como Clavigero, Javier Alegre, desterrado en Italia por Carlos III, escribía en 1789, que el origen próximo de la autoridad estaba en el "consentimiento de la comunidad" y su fundamento en el derecho de gentes, "la soberanía del rey es sólo mediata: la obtiene por delegación de la voz común" (Institutionum theologicarum libri XVIII).

Primo de Verdad estaba muy de acuerdo con Vitoria, Suárez y Alegre; pero su compañero de ayuntamiento, Azcárate, tenía sus diferencias: había que explicar quién era el pueblo y qué era eso de "voz común". Para él la soberanía recaía en una sociedad ya constituida, organizada en estamentos con distintos derechos y representada legítimamente por los cuerpos de gobierno establecidos. Por la ausencia o impedimento del rey "reside la soberanía, representada, en todo el reino y las clases que lo forman, y con más particularidad en los tribunales superiores que lo gobiernan, administran justicia y en los cuerpos que llevan la voz pública". Con todas estas ideas, los gachupines del Ayuntamiento afirman que el nombramiento del virrey corresponde al reino "representado por sus tribunales y cuerpos, y esta metrópoli como su cabeza".

Otro criollo ilustrado en México, el peruano fray Melchor de Talamantes propone la creación de un congreso como primer paso para lograr la independencia. Después, en una sesión memorable, Primo de Verdad sostiene que la soberanía recayó en el pueblo. El 15 de septiembre de 1808, un grupo de conspiradores, dirigidos por Gabriel del Yermo, rico hacendado español, y secundado por dependientes de las grandes casas de comercio, da un golpe de Estado. Prenden y destituyen al virrey Iturrigaray y convocan a la Real Audiencia, que nombra nuevo virrey a Pedro Garibay, títere de los gachupines. Poco después, Primo Verdad, Azcárate y fray Melchor de Talamantes van a prisión. El licenciado Verdad muere "misteriosamente" en la cárcel.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.24 del periódico Público del 12 de septiembre de 2003).

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DATOS DE LA COLONIA

En 1522, recién consumada la Conquista, se establece en la ciudad de México, capital del virreinato, el primer ayuntamiento metropolitano y en 1524 la primera escuela de artes y oficios; en ese mismo año, el conquistador Hernán Cortés funda el primer hospital, el de Jesús; en 1532 se funda la primera institución hospitalaria y de beneficiencia social y de 1532 a 1539, el obispo fray Juan de Zumárraga funda los colegios de Santa Cruz de Tlatelolco y de San Juan de Letrán, para niñas indígenas, y establece la primera imprenta: en 1542; se funda la primera casa de moneda y se acuñan las primeras monedas; en 1551 el mismo fray Juan de Zumárraga promueve y funda la Real y Pontificia Universidad de México; en 1557 se descubre la técnica para beneficiar metales por la amalgamación y se hace el descubrimiento del vanadio; en 1565, Urdaneta y López de Legazpi conquistan las Filipinas sin disparar ni un solo tiro, habiendo partido de las costas de Jalisco, esto representó la apertura de las rutas marítimas al Oriente y su forma de regresar, lo que se consideraba imposible por las características del mar Pacífico; a propósito de esto, cabe aclarar que el galeón de Manila o la Nao de China, ha sido la única línea de navegación en el mundo que prestó servicios durante dos siglos sin interrupción. Algunas de estas naves, como la Santísima Trinidad, desplazaban hasta dos mil toneladas y eran los barcos más grandes en aquella época. En 1590 se estableció el primer correo postal; en 1722 nació el primer periódico: la Gaceta de México, del doctor Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa; la creación del primer ejército permanente fue en 1765 bajo el virreinato del marqués de Croix; en 1775, don Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla, fundó en la ciudad de México el Monte de Piedad, aunque cabe decir que no fue el primero de América, y en 1782 comenzó a funcionar, ya con carácter de nacional, el Banco de San Carlos, establecido por don Martín de Mayorga, 47o. Virrey de la Nueva España; para 1783 se funda la primera escuela de minas y ese mismo año la primera escuela de bellas artes.

Se efectuaron innumerables expediciones marítimas de investigación oceanográfica, geográfica y militar hasta Alaska y las Aleutianas y la instalación para la construcción y reparación de naves era lo más común. Nuestros marinos eran expertos en batirse tanto contra los piratas que asolaban nuestras costas por ambos mares como contra filibusteros y naves de otras nacionalidades, especialmente la francesa y la inglesa. En 1788 nuestra flota desalojó, tras de una batalla en Kodiak, a la escuadra rusa, que merodeaba por Alaska, porque esto era peligroso para las Californias. Nuestra escuadra partió de San Blas, Nayarit, entonces Séptimo Cantón de Jalisco, bajo el virreinato del segundo conde de Revillagigedo.

Por la gran riqueza de la Nueva España, obtenida principalmente por la explotación de nuestras prolijas minas, el thaler, que era la moneda de Carlos V, circulaba por todo el mundo conocido de entonces y se dio el lujo de ceder su lugar y hasta inspirar su nombre al dólar estadounidense.

Jorge Rosainz de Unda
(v.pág.10A de Ocho Columnas del 3 de octubre de 2004).

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Desde 1805, la corona española había decidido aplicar una nueva medida para extraer recursos: la consolidación de los vales reales, o la Consolidación, como se le nombró luego. Los vales reales fueron títulos de deuda pública expedidos durante los reinados de Carlos III y Carlos IV que, por falta de respaldo financiero, estaban sujetos a devaluaciones.

La Consolidación disponía que una serie de obras e instituciones se desprendieran del dinero líquido y de los bienes raíces y capitales de inversión que poseían y los depositaran en la Tesorería Real.

Los regidores del ayuntamiento de la ciudad de México expresaron su consternación y amargura ante el peligro que vislumbraban y afirmaron que los resultados de la Consolidación serían "tan funestos y sensibles que faltarán lágrimas a la posteridad para llorarlos". Los mineros hablaban de "la triste y dolorosa citación que se iba a presentar". Los labradores y comerciantes de Valladolid (Morelia) dijeron que la Consolidación atentaba contra la agricultura, la industria y el comercio. Fue este el primer movimiento masivo contra la corona y permitió que fueran surgiendo líderes que posteriormente encabezarían la Guerra de Independencia.

A principios de 1808 era notoria la descapitalización de la mayoría de las instituciones eclesiásticas, educativas, de salud y de beneficencia. Muchas jovencitas ya no podían casarse porque se habían perdido los fondos para otorgarles dotes, y muchísimas viudas acabaron en la miseria. Los deudores comprendían a todos los sectores de la población, desde personas con muy modestos ingresos hasta miembros de la más adinerada sociedad. Era claro que la Consolidación se había planteado como un recurso recaudatorio y no con una finalidad social.

Uno de los personajes que más se opuso a la política financiera de la corona fue el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo. Este personaje ha pasado a la historia como uno de los peores malvados porque excomulgó después a su amigo Miguel Hidalgo; aunque técnicamente no lo excomulgó, sino que lo hizo caer en la cuenta de que, al apresar a clérigos, había incurrido en excomunión. "Pequeño" detalle en el que nadie repara. Abad y Queipo había hecho representaciones a la corona sobre el lamentable estado de indios y campesinos. Había propuesto la abolición de tributos a favor de los indios y las castas y el reparto de tierras de la corona. Fue el más encarnizado opositor a la Consolidación y no es extraño que en El Bajío, que serían las tierras de su obispado, surgiera con más fuerza el movimiento de la independencia, aunque él en lo personal no fue partidario de esa separación. Años después, al regresar al trono Fernando VII, se le consideró una persona peligrosa y, bajo la acusación de haber sido amigo de Hidalgo y haber contribuido al movimiento de independencia, le hicieron un proceso inquisitorial y lo recluyeron en un convento de España, donde el pobre murió abandonado de todos.

Los especialistas han analizado muy cuidadosamente las causas de la Guerra de Independencia, pero nadie podrá negar que una razón muy poderosa fue haber afectado fuertemente en bolsillo de los campesinos y de los terratenientes.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.19 del periódico Público del 29 de febrero de 2008).

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Nueva España.

Ésta fue la máxima extensión de la Nueva España, desde donde se administraba Filipinas y las islas del Caribe de Bahamas a Puerto España. Hacia el sur hasta Panamá y hacía el norte se limitaba en frontera con Rusia en Alaska.

(V.This is Spain del 16 de julio de 2022).

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Era cada vez más difícil para la Corona española gobernar a la Nueva España con una superficie de más de 4 millones de kilómetros cuadrados, desde los actuales territorios de Arizona, California, Nuevo México, Texas y Florida hasta Chiapas. El viaje de la ciudad de México a las lejanas poblaciones del Norte duraba 5 meses, en tiempo de secas. Era cada vez más complicado el muy difícil arte de gobernar en territorios distantes no sólo geográfica sino culturalmente. Y, si bien el mosaico de la economía era muy variado, la minería seguía siendo, en 1808, algo así como el petróleo para el México de 2008.

A fines del siglo XVII, la producción de metales preciosos era de casi 20 millones de pesos y en 1808 llegó al apogeo histórico de 122 millones. Desde 1730 se había iniciado la modernización de la Casa de Moneda, que aceleró la producción de plata, y para 1808 esa institución contaba con casi 500 empleados y podía acuñar más de 30 millones de pesos al año. Ante el descontento de los criollos, los mineros y los comerciantes eran en su mayoría peninsulares. Si bien los hacendados eran en su mayoría nacidos en América, los comerciantes procedían de las provincias vascongadas, Santander, Cataluña y Asturias. Las prácticas monopólicas del gremio les permitían acumular cuantiosas fortunas. Tuvieron la inteligencia de ir emparentando con los hacendados, y se fue tejiendo una red de alianzas familiares entre los grandes propietarios de la tierra, los mineros y los comerciantes, de suerte que la élite económica de la Nueva España fue siendo de los gachupines.

En los criollos se fue formando la persuasión de la injusticia de que los fuereños, gachupines, fueran los amos de la riqueza de estas tierras, cuyos nativos eran los sirvientes de los de fuera. Criollos y mestizos iban formando la idea de que la madre no era España, madrastra, sino aquella de la que Benedicto XIV, al ver la imagen de la Guadalupana, expresó: "No hizo nada igual con ninguna otra nación". De ahí brotó en buena parte el orgullo religioso criollo.

En 1790, José Ignacio Bartolache escribió un Opúsculo Guadalupano, en el que afirmaba que la tela en que se imprimió la imagen no era el ayate de Juan Diego, sino la capa del apóstol Santo Tomás. Luego Ignacio Borunda afirmó que la piedra del Calendario Azteca representaba en jeroglíficos la fundación de México-Tenochtitlan por Quetazalcóatl y Santo Tomás. Poco después, fray Servando Teresa de Mier trató de fundamentar esa idea que la Iglesia Católica mexicana no aprobó, y el entusiasta fraile fue condenado por la Inquisición y enviado al exilio en España, donde permaneció por muchos años.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.19 del periódico Público del 14 de marzo de 2008).

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En 1810, en vísperas de las guerras de Independencia, los mexicanos, todavía "novohispanos", eran 6'122,000, contando aún la población de Texas, Arizona, Nuevo México y la Alta California. La población de raza europea representaba 16% del total; los mestizos, 22%; 2% de raza africana o mezclas de ésta con otras, y los indios, 60%. Sólo 3% de la población sabía leer y escribir.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 2 de junio de 2004).

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Un cura buscando evadir nuevas disposiciones gubernamentales que le quitarían el resto de su hacienda se arrancó proclamando no la independencia del país sino la ilegitimidad del gobierno en turno -que viva Fernando VII-, juntando al paso de su estandarte guadalupano turbas que con alegría se dedicaron a la destrucción y al pillaje antes de ser sofocadas apenas cuatro meses después. Y a ése le llamamos el Padre de la Patria.

Roberta Garza
(v.pág.19 del periódico Público del 16 de septiembre de 2003).

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En cuanto al "grito", es muy dudoso que se haya dado. Alamán, el autor más cercano a los hechos de la madrugada del 16 de septiembre, no lo consigna: "el cura mandó entonces juntar a los principales vecinos y estando reunidos les dijo: ya ustedes habrán visto este movimiento: pues sepan que no tiene más objeto que quitar el mando a los europeos para organizar el gobierno [de los americanos]".

Los únicos testimonios sobre el supuesto "grito" son de dos soldados, ya ochentones y 60 años después, hacia 1870. Pedro José Sotelo atestiguó que en la madrugada del 16 de Septiembre de 1810 don Miguel invitó a la lucha: "Se trata de quitarnos este yugo [del gobierno de los gachupines], haciéndonos independientes... Viva Nuestra Señora de Guadalupe, viva la independencia". A su vez, Pedro García, al referirse a la primera arenga de Hidalgo, pone en sus labios estas palabras: "Mis amigos y compatriotas: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tribunales... Llegó el momento de la emancipación... ¡Viva pues la Virgen de Guadalupe! ¡Viva la América por la cual vamos a combatir!". Pero son testimonios de dos ochentones y después de 60 años en momentos en que México fomentaba el nacionalismo. Don Carlos Herrejón, tal vez el experto número uno en Hidalgo, duda mucho de la validez de estos testimonios. ("Hidalgo y la Nación", en Relaciones, El Colegio de Michoacán, número 99, verano 2004, volumen XXV, páginas 257 a 285).

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 19 de septiembre de 2008).

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Cuando Hidalgo toca la campana, se ha dicho que los indios se unen porque querían la Independencia, pero es mentira, se incorporan porque les ofrecen salarios más altos de los que ganaban, un peso diario a los que tenían caballo y 4 reales a los demás. ¿De dónde salían esos recursos? Mediante embargo, requisición o confiscación de los bienes públicos y saqueos de los pueblos.

Un mito es que Guadalajara era pro-independiente, porque a la llegada de Hidalgo el pueblo sale a recibirlo. Pero esa misma gente sale a darle la bienvenida a Calleja cuanto toma Guadalajara; lo único que buscaban era no afectar sus intereses y negociaban con cualquier grupo.

Jaime Olveda, investigador de El Colegio de Jalisco
(v.pág.7-B del periódico El Informador del 4 de marzo de 2008).

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Muy pocos autores, contemporáneos a los hechos, se expresaron bien de la vida y de la obra de Miguel Hidalgo, aún los más comprensivos habiendo sido como fueron testigos de los hechos, consideraron que este personaje comenzó un movimiento destructivo, caótico, confuso, equívoco, abundante en decisiones erróneas, ocasión para que todo tipo de malvivientes aprovechara el río revuelto y sacara provecho cometiendo toda clase de crímenes, todo perfectamente documentado, aunque no siempre conocido.

Pocos años pasaron para que analistas más agudos advirtieran que una de las cosas importantes que hizo Hidalgo, fue crear la situación necesaria para que todo mundo mostrara sus cartas, o incluso, sin que él lo pretendiera, el movimiento que inició produjo ese importante resultado.

La vida en las últimas décadas del virreinato no era buena, por lo menos 4 de los 10 obispos que en esos tiempos había en lo que hoy es México, advertían de la fragilidad en que se hallaba la sociedad a causa de una serie de problemas que venían creciendo sin que se les diera adecuada solución, o lo que es peor, algunas de las soluciones, por ejemplo, las reformas borbónicas, lejos de ayudar habían empeorado las condiciones de vida de la gente en todas sus clases sociales. No obstante, la inercia y la misma fuerza de las estructuras mantenía la apariencia de estabilidad y armonía, pero era eso, apariencia, y apariencia altamente inflamable, bastaría una chispa para que todo se incendiara, y esa chispa la produjo Hidalgo consciente o inconscientemente.

Para sorpresa de muchos aquel movimiento hizo caer con inusitada rapidez las caretas de personas, grupos, clases y estructuras, mostrando que, a la hora de defender el propio interés ya tan vejado, la gente estaba dispuesta a lo que fuera, revelando así sus cartas.

Armando González Escoto
(v.pág.2 del periódico El Informador del 1o.de septiembre de 2024).

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El ejército o las hordas de don Miguel Hidalgo mataron gachupines por racimos, en Guanajuato y luego en Valladolid y Guadalajara. El 26 de septiembre, Hidalgo ya era "capitán general de América", a diferencia de Morelos que siempre se proclamó "siervo de la nación". Las ambiciones de gloria del señor cura de Dolores eran compartidas por su gente. Es elocuente un párrafo de Alamán: "fue grande el número de empleos militares que Hidalgo dio, pues para obtenerlos no había más que pedirlos, y cuando todavía no había nada que pudiese merecer el nombre de ejército, abundaban ya los coroneles y oficiales de todas las graduaciones, y las promociones se hacían por ligerísimos motivos. Don José Ma. Liceaga, cadete que había sido de los Dragones de España, de cuyo cuerpo fue despedido, fue entonces nombrado capitán, y habiendo hecho presente a Hidalgo que en Guanajuato no había galoneros que supiesen hacer las charreteras, distintivo de aquel empleo, lo ascendió a teniente coronel porque era más fácil encontrar galones para ponerse en la manga los dos, que eran la divisa de ese grado. Casi no hubo vago o truhán en la ciudad que no obtuviese el grado de capitán".

Remito al lector curioso a la apasionante Historia de México de Lucas Alamán : parte primera, libro II, capítulo II, donde narra la toma de la alhóndiga de Guanajuato: nunca existió el tal Pípila, con el que nuestros maestros de Historia Patria nos hacían llorar de emoción.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 26 de septiembre de 2003).

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Lucas Alamán señala en su Historia de México: "En el plan de la revolución siguió Hidalgo las mismas ideas de los promovedores de la Independencia en las juntas de Iturrigaray. Proclamaba a Fernando VII: pretendía sostener sus derechos y defenderlos contra las intenciones de los españoles, que trataban de entregar al país a los franceses dueños ya de España, los cuales destruirían la religión, profanarían las iglesias y extinguirían el culto católico. La religión pues hacía el papel principal, y como la imagen de Guadalupe es el objeto preferente del culto de los mejicanos, la inscripción que se puso en las banderas de la revolución fue: 'Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno', pero el pueblo que se agolpaba a seguir esta bandera, simplificaba la inscripción y el efecto de ella gritando solamente 'Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines'."

Hidalgo y después Morelos no eran liberales en cuestiones religiosas. De hecho, en sus múltiples manifiestos, apoyaban la idea de una nación intolerante en materia de cultos. Pero Hidalgo habría utilizado la imagen de la Virgen, sabiendo que en esa época era un símbolo capaz de arrastrar a las masas de indígenas y campesinos en su lucha. "Al pasar por el santuario de Atotonilco, Hidalgo, que hasta entonces no tenía plan ni idea determinada sobre el modo de dirigir la revolución, vio casualmente en la sacristía un cuadro de la Virgen de Guadalupe, y creyendo que le sería útil apoyar su empresa en la devoción tan general a aquella santa imagen, lo hizo suspender en la hasta de una lanza, y vino a ser desde entonces el 'lábaro', o bandera de su ejército." En suma, que el problema de Hidalgo, para los conservadores por lo menos, no fue defender a la Iglesia de la usurpación anticlerical francesa, ni utilizar un símbolo religioso, sino haberlo hecho para alcanzar, por medio de la violencia revolucionaria, la Independencia de México. Es por ello que, para todos efectos prácticos, resulta hasta cierto punto irrelevante si Hidalgo y Morelos fueron sacerdotes. Lo importante es que, ciertamente ayudados por el peso de la simbología religiosa, condujeron una lucha que trascendía los posibles objetivos religiosos (la lucha contra los franceses portadores de las ideas de la revolución y por lo tanto enemigos de la Iglesia) y que eventualmente culminaría con la independencia de la nación mexicana, a pesar de la propia Iglesia, que en su momento hizo todo lo posible para frenarla.

Roberto Blancarte
(v.pág.19 del periódico Público del 16 de septiembre de 2003).

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El ex presidente y dictador Porfirio Díaz adelantó la onomástica de la independencia al 15 para que coincidiera con su cumpleaños. Se festeja el inicio de la revuelta no la independencia que ocurrió en 1821, y los motivos son también dispersos: ¿Se independizaba México de España o de Francia? ¿Fue una revuelta contra el laicismo francés o los comerciantes de ultramar? ¿Fernando VII era el odiado o el deseado?

El proceso de independencia es tema sagrado en un país que tuvo que construir una identidad propia haciendo malabares entre indígenas, mestizos, ibéricos, terratenientes, curas, campesinos... Durante años se gritaba en las plazas, aún se escucha, "mueran los gachupines", que quiere decir "mueran los españoles". Ni siquiera esa frase, atribuida a la soflama lanzada por el cura Miguel Hidalgo en la iglesia de Dolores, Guanajuato, con la que comenzaba la revuelta, puede asegurarse como real: "No hay ninguna certeza, pero supuestamente el grito original fue muera el mal gobierno", explica Álvaro Matute, prestigioso historiador y miembro de la Academia Mexicana de la Historia desde 1998.

Hay 2 versiones de la época de lo que dijo Hidalgo antes de hacer sonar la campana de su iglesia y alzar un estandarte de la Virgen de Guadalupe para levantar al pueblo criollo contra el nuevo gobierno. La 1a. es de Fray Diego de Bringas que, en un sermón de diciembre de 1810 en Guanajuato, dijo que el llamado de Hidalgo en su final dijo así: "Hemos averiguado estas verdades, hemos hallado e interceptado la correspondencia de los gachupines con Bonaparte. ¡Guerra eterna, pues, contra los gachupines! Y para pública manifestación que defendemos una causa santa y justa, escogemos por nuestra patrona a María Santísima de Guadalupe. ¡Viva la América! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la religión y mueran los gachupines!".

La otra versión es de 1813, de Fray Servando Teresa de Mier, que recuerda con estas palabras la soflama independista: "No hay remedio: está visto que los europeos nos entregan a los franceses. Veis premiados a los que prendieron al virrey y relevaron al arzobispo porque nos defendían. El corregidor, porque es criollo, está preso. ¡Adiós, religión! Seréis jacobinos, seréis impíos. ¡Adiós Fernando VII! Seréis de Napoleón".

Comienza en todo caso con ese grito, el que fuera, un complejo proceso que las élites políticas mexicanas posteriores han ido modificando. "El proceso se inicia en 1808 cuando Napoleón invade la Península Ibérica. La revuelta es contra el gobierno de Pepe Botella", aclara Matute que incide "el propio Miguel Hidalgo estaba a favor de Fernando VII".

"Sería difícil decir que fue una independencia contra España. Es un movimiento de los criollos ante el vacío de poder creado por la toma napoleónica. Hay una recomposición de estructuras ante una gran descomposición del poder alentado por un movimiento en toda América Latina de ideas liberales", afirma Carlos Castañeda, filósofo y analista político mexicano.

Parece claro que ese era el germen del movimiento liberal, pese a que posteriormente se ha acallado en muchos casos ese inicio religioso y en apoyo del monarca español por el parece más conveniente para la épica nacional discurso de una confrontación directa con la Corona española: "Se ha distorsionado mucho esa realidad atribuyendo al movimiento parte del ideario del final de la Independencia a los comienzos", aclara el miembro de la Academia Mexicana de la Historia.

No era parece Fernando VII, por tanto, al que se pretendía derribar, sino al gobierno de Napoleón y al grupo de ricos comerciantes gachupines que se habría aliado con los franceses, había dado un golpe de estado y había colocado a su propio virrey. "El golpe de estado que dan esos comerciantes gachupines, que es contra quienes se estaba y a los que se refiere el término, es clave. Ellos nombran como virrey a Pedro Garibay e impiden a los ayuntamientos que desarrollen sus gobiernos", explica Matute.

México, en todo caso, el país más hispano de toda América y con el que hay una estrecha y dispar relación que contribuyó a acrecentar la acogida que el país dio a miles de exiliados republicanos tras la Guerra Civil española, volverá hoy a subirse a un balcón, a hacer sonar una campana y a celebrar su independencia mirando en parte de perfil su verdadera historia. Algo que ocurre con diversos personajes y momentos históricos claves del país: imperio azteca, Hernán Cortés, Porfirio Díaz, la Revolución de Villa y Zapata y su verdadero resultado...

"Hay una historia oficial que ha sido clave para legitimar el régimen. Pasa por ejemplo sobre la Independencia y sobre todo con la Revolución del siglo XX que se ha contado en los libros de texto. Es divertido ver en el Monumento de Revolución de Ciudad de México los restos de un montón de personajes que en vida fueron enemigos acérrimos y hoy se les presenta como aliados. Con la independencia ocurrió lo mismo. No la consuma Hidalgo en 1810, la consuma años después Iturbide que es después considerado un canalla porque quiso nombrarse emperador", concluye Castañeda.

Javier Brandoli
(v.El Mundo del 15 de septiembre de 2016).

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En mi trabajo como historiadora, para la elaboración de un ensayo, me encontré con un documento valiosísimo publicado en 1820 con lo que podría ser el contenido más preciso del grito de Hidalgo:

"...el sermón impreso predicado en Guanajuato en 7 de diciembre de 810 copia la sustancia de las proclamas sediciosas del Cura Hidalgo en los términos siguientes: Americanos oprimidos (decía este héroe de la impiedad), llegó ya el día suspirado de salir del cautiverio y romper las duras cadenas con que nos hacían gemir los Gachupines: la España se ha perdido, los Gachupines, por aquel odio con que nos aborrecen, han determinado degollar inhumanamente a los Criollos, entregar este floridísimo reino a los franceses e introducir en él las herejías: la Patria nos llama a su defensa: los derechos inviolables de Fernando VII nos piden de justicia que le conservemos estos preciosos dominios, y la Religión Santa que profesamos nos pide a gritos que sacrifiquemos la vida antes que ver manchada su pureza. Hemos averiguado estas verdades; hemos hallado e interceptado la correspondencia de los Gachupines con Bonaparte: ¡Guerra eterna, pues, contra los Gachupines! Y para pública manifestación de que defendemos una causa santa y justa, escogemos por nuestra Patrona a María Santísima de Guadalupe: ¡Viva la América! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Religión, y mueran los Gachupines!".

Se trata de una nota a pie de página en una obra que encontré en un repositorio digital de España y si nos atenemos a su contenido, si acaso había una intención de independencia, era con respecto a las autoridades peninsulares en la Nueva España (los Gachupines), no se pretendía dejar de ser súbditos del monarca español.

A lo largo de una década de guerra, guerra civil de hecho, las intenciones de los que ahora identificamos como insurgentes, mutaron: de una postura autonomista que pretendía defender al rey, a la religión y mantener a la Nueva España a salvo de los franceses, se transitó a una postura de separación de España. No fue fácil, ni terso ni inmediato. Incluso en los documentos de la Consumación no son claras las intenciones separatistas. Eso llegó poco después y con un ímpetu desconcertante: la determinación general por impedir que los españoles volvieran a sentar sus reales en tierras americanas fue clara y contundente.

Hidalgo nunca gritó "¡Viva México!" ni "¡Viva la independencia!" pero año tras año en las "ceremonias del Grito" se repite como si así hubiera sido.

Laura Castro Golarte
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 17 de septiembre de 2016).

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En los albores de la Guerra de Independencia, un día de septiembre de 1810 que la historia no precisa, se registró el asesinato de 48 españoles a manos de insurgentes en los alrededores del Santuario de Guadalupe, que entonces marcaba el límite de Guadalajara.

"El más sombrío fue el de los degüellos españoles que llevaron a cabo algunos sectores intransigentes de las huestes de don Miguel Hidalgo y Costilla en las afueras de la Ciudad, por el rumbo de las Barranquitas de Belén, en el despoblado del noreste de la zona del Retiro", consigna Luis Pérez Verdía en su obra.

Ese punto estaría a unas cuadras del Antiguo Hospital Civil, que ya operaba entonces.

El ilustre historiador indica que la persecución fue encabezada por el torero Agustín Marroquín e inició en el Barrio del Santuario, donde residían españoles.

La noticia del Grito de Dolores llegó a Guadalajara hasta el 25 de septiembre, gracias a José Simeón Uria Vial, diputado en las Cortes de Cádiz.

Al saberse, los españoles que vivían en la ciudad buscaron refugio en poblados aledaños. Y entre los que no huyeron estuvieron los 48 degollados.

(V.pág.1 de la sección "Comunidad" del periódico Mural del 2 de septiembre de 2010).

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En los últimos días de octubre de 1810, los habitantes de la ciudad de México, no sabían qué hacer ante los más de 80,000 indios que seguían al señor cura, según Alamán, eran "una muchedumbre de indios que no bajaban de 80,000, armados de lanzas, piedras y palos, tan prevenidos para el saqueo de Méjico, que traían consigo los sacos para llevarse lo que cogiesen... y con continuos gritos y alaridos, trataban de inspirar terror y pavor". Buscaban el saqueo, no los ideales o principios de la Independencia, como afirma la historia oficial y patriotera. El 30 de octubre se dio la batalla cerca de México, en el florido valle al pie del Cerro de las Cruces... Muchos historiadores han creído que Hidalgo, después de la batalla, no entró a la ciudad de México por temor a que sus hordas saquearan y asolaran la bella Ciudad de los Palacios: Alamán desmiente esa versión y opina que fue el bien fundado temor de que los refuerzos que traía Calleja derrotaran a sus miles y miles de indios.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 31 de octubre de 2003).

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Poco a poco es que nos enteramos (los que no somos historiadores) que Miguel Hidalgo, aparte de dar el Grito, tenía verdadera vocación por la fiesta, el baile y todo lo que implicara una suerte de desmadre colectivo. No en balde nombró capitán de su ejército y escolta personal a un criminal como lo fue Agustín Marroquín. Liberado de la cárcel al llegar las tropas de Hidalgo a Guadalajara, este hombre que estaba preso por múltiples delitos -incluído el homicidio-, encontró en el ejército comandado por el cura un vastísimo campo de acción. Fue quien dirigió los fusilamientos de españoles (hombres, mujeres, ancianos, niños) realizados todas las noches durante 15 días en la Perla Tapatía. Marroquín fue apresado de nuevo, esta vez junto con su jefe Hidalgo, y corrió la misma suerte: fue fusilado y su cabeza colgada en la plaza pública.

Juan Ignacio Zavala
(v.pág.13 del periódico Público del 14 de septiembre de 2008).

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Al comenzar 1811, Don Miguel Hidalgo, generalísimo de las Américas, creyó que sería un año inmensamente feliz: Guadalajara le había resultado algo así como la antesala del paraíso; el generalísimo estaba en el cenit de su poder; había obtenido todo lo que quería, y los honores, tratamiento y la sumisión de la gente lo hicieron sentir el vértigo de la altura y no es extraño que hubiera perdido la cabeza.

El 12 de enero el generalísimo decidió salir de Guadalajara para aplastar a Calleja. Como buen guadalupano, Don Miguel fue al Santuario de la Virgen morena para pedir su bendición. El día 14, se dio la orden de salir a Puente Grande, esto es, la víspera de la fecha fijada por Calleja para ocupar ese sitio. A mediodía empezó a salir la columna; pero antes de amanecer le había precedido como avanzada un regimiento al mando del coronel Alatorre, al que seguía un escuadrón de 150 hombres, del cual era jefe el torero Agustín Marroquín, encargado de custodiar 48 prisioneros para ser sacrificados en el camino. Desde el día 13 de diciembre se habían estado sacando casi todas las noches partidas de 20 a 30 españoles y sigilosamente se les conducía a las barranquitas de Belén, al norte del Santuario de Guadalupe, y eran degollados por Marroquín y sus esbirros. El 14 de enero por la tarde, llegó Hidalgo con sus tropas a Puente Grande, y fueron a acampar por la noche a La Laja, donde en consejo de guerra Allende aconsejó no presentar batalla, pero se impuso la opinión contraria de Hidalgo.

La derrota insurgente [en Puente de Calderón] fue completa. Hidalgo y los principales jefes iniciaron su huida hacia el norte, donde serían capturados y luego fusilados.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 14 de enero de 2011).

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Después de la tragedia de Puente de Calderón, don Miguel tomó su mejor caballo y huyó hacia Guadalajara y el día siguiente salió con rumbo a Cuquío, donde pernoctó y después siguió hacia Yahualica, Nochistlán, Teocaltiche y Aguascalientes, luego a Zacatecas por el camino de Rincón de Romos. En la hacienda de Pabellón lo alcanzó Allende y otros jefes, confabulados ya para arrancar al cura el mando supremo del movimiento. En la sala principal de la casa de la hacienda, se congregaron los jefes para arrebatar por la fuerza a Hidalgo la investidura que se la había concedido desde las juntas secretas en San Miguel el Grande y Querétaro. Se le culpaba de las derrotas sufridas, especialmente de la de Calderón, que si hubiera sido victoria había permitido recuperar Guanajuato y Querétaro para avanzar a la capital del virreinato. Parece bastante claro que, desde el principio de la lucha, Allende tuvo siempre la intención de ser él quien encabezara el movimiento y no el párroco de Dolores.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 21 de enero de 2011).

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Porque la Batalla de Calderón (17 de enero de 1811) es la lucha más importante de la primera etapa de la guerra de independencia, Jaime Olveda trabaja en una investigación en la que desmitifica el suceso histórico y lo define como un combate rústico.

Olveda recopila 9 testimonios que coinciden en que la batalla representa el fin del periodo de Hidalgo, es la lucha más importante y con mayor número de combatientes (100,000 insurgentes contra 6,000 realistas) y fallecieron más de 1,400, "en un terreno que quedó incendiado, con cadáveres calcinados y con un olor fétido" El historiador señala que "este libro va a ser muy importante", porque recoge 2 partes militares del general Calleja (del ejército realista), los textos de Carlos María de Bustamante, Lucas Alamán, Mariano Torrente (historiador español), José María Luis Mora, Manuel Orozco Iberra, Mariano Otero y Julio Zárate, además de documentos del Archivo General de la Nación que "nunca habían sido estudiados".

El investigador de El Colegio de Jalisco cuestiona cómo pudieron haber muerto tan pocas personas en un combate que duró seis horas y con un ejército tan numeroso. "El asunto es que los insurgentes no están bien armados y no entran todos a la batalla, solo pelean 14,000, el resto se queda a los lados viendo la batalla. Además, tenían 100 cañones que estaban en malas condiciones, porque casi la mitad los trajeron cargando desde San Blas y se rompieron las coruñas, lo que no permitía que la puntería estuviera afinada; así que, aunque parece de risa, la artillería no causó daños. Lo que quiero resaltar es que es una guerra rústica, no solo ésta, sino todas las de la primera etapa de la Independencia, pues los ejércitos están armados con piedras, ésas son sus armas, como lo hacían en Europa en la Edad Media".

¿Por qué pierden los insurgentes a pesar de la superioridad numérica? Existen 2 razones, la indisciplina militar y que Allende cometió un "grave" error. "Se decía que era un soldado de carrera, pero es una idea exagerada, porque no tenía experiencia en dirigir a ejércitos tan numerosos".

Entonces, lo que sucedió es que durante la lucha da la orden de disparar 40 cañones al mismo tiempo, pero no matan a la gente, pegan a un lado, se incendia el zacate y como el viento está en contra de los insurgentes, se corre el fuego hacia ellos. Además, cayó una granada realista que estalló en los insurgentes. Todo eso generó el caos y los más de 80,000 que estaban a los lados corren y se van".

Sin embargo, la Batalla de Calderón no fue una derrota, porque solo murieron 1,400 de un ejército de más de 80,000. "No hay aniquilamiento, el ejército huye, pero no queda vencido, a menos que partamos de la frase 'el que corre pierde', pero yo creo que para triunfar hay que eliminar a la contraparte y eso no sucedió. Más bien, Calleja propagó esa idea para que el pueblo creyera que la revolución ya se había acabado".

"Es indispensable tener un conocimiento sobre el significado de la batalla" para verla en su justa dimensión, así como para diluir algunos mitos que se heredan de la historiografía del siglo XIX. "Tenemos que explicarla de otra manera y en el estudio introductorio hablo de los 4 enfrentamientos de Hidalgo. Siento la Batalla de Calderón la más importante desde cualquier punto de vista (militar, estratégico, político)".

A partir de este combate, los insurgentes aprenden que no pueden combatir con tanta gente y los contingentes se reducen, lo que rebela que "Hidalgo estaba equivocado, porque creía que el número era clave para la batalla".

Asimismo, los insurgentes comprenden la importancia de la estrategia militar y los realistas que necesitan la participación de los mismos españoles en la batalla, porque "Calleja siempre se quejó de que los españoles que vivían aquí no apoyaban ni militar ni económicamente, les dejaban toda la responsabilidad, los llama egoístas y que ven con indiferencia todo".

Añade que posteriormente, a partir de Morelos, "se ve otra organización militar, otro modo de combatir y otra estrategia militar; nos hemos preguntado si leyeron algún manual militar tanto los insurgentes como los realistas".

(V.pág.7-B del periódico El Informador del 8 de abril de 2008).

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Al que ahora conocemos como "El Padre de la Patria", Allende lo llamaba "el bribón del cura".

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 12 de noviembre de 2010).

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Es evidente que la separación y objetivos distintos de Hidalgo y Allende eran cada vez más fuertes. El capitán Allende, poco después, preguntaría a varios sacerdotes si, por el bien de la insurgencia, convenía envenenar al señor cura convertido en generalísimo.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Público del 26 de noviembre de 2010).

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El Generalísimo de las Américas pudo huir a caballo, y después de pasar por Cuquío había llegado a Aguascalientes, y siguiendo su camino hacia el norte, en la hacienda del Pabellón lo alcanzaron Allende y otros jefes, que habían ya resuelto despojar al señor cura del mando supremo: la derrota de Puente de Calderón había enardecido los ánimos de los principales jefes que achacaban a la impericia del señor cura los repetidos desastres, en especial los de Aculco y Calderón; y aun parece que habían decidido matar a Hidalgo si no renunciaba al cargo y atribuciones de generalísimo; en la hacienda de Pabellón, don Miguel verbalmente y sin ninguna formalidad se despojó del título de generalísimo. Desde entonces siguió incorporado al ejército insurgente, pero sin carácter determinado y sin ninguna atribución.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.16 del periódico Público del 4 de marzo de 2011).

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Después de la derrota de Puente de Calderón, no pocos de los miles de indios desarraigados y vencidos quedaron cerca de Zapotlanejo y Guadalajara disgregados, hambrientos y desorientados: muy lejos de sus lugares de origen. Obviamente tenían que sobrevivir de algún modo, y en forma casi espontánea y natural se dedicaron a mendigar y a obtener el sustento a como diera lugar. Después de aquellos meses en que el señor cura Hidalgo, convertido en estratega, los había animado a combatir con la esperanza de un botín cierto, no era fácil que la chusma, habituada al saqueo y a matar a los odiados gachupines, se convirtieran en pacíficos ciudadanos, sin olvidar, que desde antes de la insurrección iniciada en Dolores, eran personas resentidas profundamente por injusticias ancestrales. En las regiones de donde procedían estos indios, el bandidaje y el terror fueron algo cotidiano. En los actuales estados de Guanajuato, Michoacán, Querétaro y Jalisco la población pacífica fue víctima de asaltos frecuentes por parte de los indios hambrientos y resentidos. Los habitantes de la antiguamente muy próspera Nueva España vivieron meses y años de terror. El bandidaje y la extorsión sólo quedarían vencidos varias décadas después, con la mano fuerte de Porfirio Díaz.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 30 de septiembre de 2011).

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En Estados Unidos, por ejemplo, la población indígena no fue sometida, sino exterminada. Después, para suplir la mano de obra esclava importaron negros de Africa. Allá se proclama que "The best indian is the death indian": el mejor indio es el indio muerto.

La tesis calvinista de la predestinación y del destino manifiesto, según la cual los pueblos prósperos son hijos de Dios y los pueblos atrasados son hijos del Diablo, sirvió de base para que los conquistadores puritanos casi acabaran con los pieles rojas; evidentes "hijos del Diablo" cuya cabellera tuvo precio como la piel de cualquier animal.

Los sobrevivientes fueron relegados a campos de lenta extinción llamados discretamente "reservaciones". Y junto a este genocidio que nadie lamenta, suenan sospechosas tantas quejas contra la Conquista española que civilizó pueblos en vez de exterminarlos, que dejó al indio sobre sus tierras y le dio nuevos cultivos, que cruzó su sangre con él en vez de rehuirlo como a hijo del Diablo y le dio su técnica, su idioma y le enseñó su religión.

José Ramírez Rubio
(v.pág 11/A de El Occidental del 20 de octubre de 2002).

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En la guerra de Independencia los isurgentes fusilaban a la imagen de la Virgen de los Remedios en venganza contra los realistas que fusilaban a la Guadalupana.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.14 del periódico Público del 2 de julio de 2010).

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Como otras [sociedades] tenemos antepasados que fueron imperio, el nuestro un poco más sanguinario que otros. A resultas de esta crueldad, los otros grupos indígenas prefirieron nuevos amos, y apoyaron lo que ahora llamamos la Conquista. Sin embargo, junto con ese imperio destruido, desapareció de golpe toda construcción social autónoma, sobre la que se instaló una muy diferente, la que venía de España. Como nos lo ha recordado recientemente Lorenzo Meyer, durante los tres siglos en que fuimos colonia española, nunca hubo una verdadera ocupación. En el momento de mayor auge de los españoles, llegaron a ser cosa de 30 mil, en un territorio con varios millones de indígenas. Cómo es que los miles controlaron a los millones en época de escasa superioridad militar, es un misterio sobre el que podemos especular. Tal vez por ello se guardó tanto rencor que Hidalgo dejaría escapar en su ataque a Guanajuato, y que no volvería a controlarse sino hasta la instauración de un nuevo régimen, el oaxaqueño, más de medio siglo después. En esos años de falta de régimen, pero sobrados de gobiernos, perdimos medio territorio (sin contar Centroamérica, que también había sido parte de México), tuvimos cinco guerras internacionales y al menos una guerra civil profunda (la de Reforma), nos empobrecimos y nos matamos. En pocas palabras, México, que era el más probable candidato a potencia a fines del siglo XVIII, en menos de 100 años se había convertido en seguro perdedor.

A la salida de Díaz, la matanza de nuevo. Y sobre ella, un nuevo régimen. Los sonorenses, ganadores de la guerra civil, inician sin embargo con un acuerdo escrito por otros, por Carranza y secuaces. Optan entonces por no hacer mayor caso de lo escrito, y México sigue, como en toda su existencia, dependiendo de reglas nunca escritas, por lo que el poder sólo existe para los que las conocen e interpretan. Ochenta años después, México es un país conformado por personas que, al socializarse, aprenden que el poder está concentrado, que las reglas no se escriben, que las decisiones las toman otros, y que la resposabilidad es de otros. Claro que el régimen de la Revolución fortaleció esa construcción social, pero esto ocurrió porque había buenas raíces. Desde el "acátese, pero no se cumpla" hasta "el que no transa no avanza", no hay mayor evolución. Si al final del siglo XVIII México tenía todos los requisitos materiales para ser una potencia, en la parte sociopolítica, en las definiciones verdaderamente importantes para el largo plazo, no teníamos nada que hacer. Hoy, al inicio del siglo XXI, nuestro poder material es significativamente menor (a pesar del petróleo), y no hemos podido corregir nuestros defectos sociales y políticos.

Macario Schettino
(v.pág 11 de Ocho Columnas del 25 de marzo de 2002).

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Aquel 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entraba triunfante a la capital de la nueva nación. La "Güera" [María Ignacia Rodríguez de Velasco] había participado con el canónigo Monteagudo y otros criollos en el Plan de la Profesa, determinado a concluir la guerra e independizarse de España. Acompañaban al doctor Monteagudo, Bataller, regente de la Audiencia, Hipólito Odoardo, Marqués del Jaral, el obispo de Puebla Joaquín Pérez, y otros peninsulares acaudalados. Todos coincidían en que el camino de las armas, empleado por Hidalgo y Morelos, no era el indicado. Temían a la Constitución liberal de Cádiz y a las Cosrtes españolas que acababan de decretar la extinción de los apenas renacidos jesuitas y la supresión del fuero eclesiástico, de monasterios y órdenes monacales. Era una ironía más de la Historia: los gachupines que habían combatido a Hidalgo y Morelos eran ahora los que deseaban la independencia. El hombre indicado para lograrla era Agustín de Iturbide, satanizado por la historia oficial... Iturbide hábilmente convenció a Vicente Guerrero y en pocas semanas apareció el Plan de Iguala, el 14 de febrero de 1821, y , después de diversas negociaciones con el gobierno español, el 27 de septiembre, entrarían triunfantes las tropas de las tres garantías...

Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.24 del periódico Público del 28 de septiembre de 2001).

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En las escuelas de todos los tipos, lo mismo oficiales que particulares, se ataca innoblemente a Iturbide sin ni siquiera conocerlo. En la prensa, en la radio y en la televisión, casis siempre se actúa en su contra de la misma manera. El monumento en Padilla, Tamaulipas, en el lugar mismo de su muerte, ha sido constantemente profanado por sus ocultos enemigos, los hijos de la viuda (los masones), a tal grado que hasta las lápidas conmemorativas han sido arrancadas y destruidas con ferocidad caníbal; finalmente con el pretexto de la construcción de una presa, Padilla ha desaparecido del mapa, juntamente con el lugar de la muerte del Libertador.

En 1921, sacrílegamente, como exclama patéticamente don Nemesio García Naranjo, su nombre fue arrancado y proscrito de la Cámara de Diputados. Después, siendo presidente de la República el general Manuel Avila Camacho, oficialmente se ordenó la mutilación de nuestro Himno Nacional, al suprimir las estrofas en las que Francisco González Bocanegra cantó patriótica y justicieramente a Iturbide. Y finalmente, en la época del presidente López Mateos, se dejó caer sobre el 27 de septiembre y sobre la memoria de Iturbide, todo el peso de la armazón del negocio de la luz para borrar su nombre, su recuerdo y sus hazañas de los anales de la historia.

Ismael Flores Hernández
(v.pág.13A del periódico Ocho Columnas del 30 de septiembre de 2001).

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México nació como país independiente un 27 de septiembre de 1821. ¿Cómo pudo lograrse este extraordinario acontecimiento? Por 2 razones básicas: la prolongada y polifacética crisis española, y la unión de todos los contrarios que operaban en la sociedad de la Nueva España. Los insurgentes sociales de la primera hora, se unieron a los emancipadores clasistas del momento final. Para los primeros urgían reformas que mejoraran la condición de la gente favorecida, para los segundos urgía impedir que nuevas leyes emanadas de España, afectaran el estatus político y económico de las clases sociales productivas y conductoras de la sociedad.

Artífices de esta casi imposible conciliación fue el militar criollo Agustín de Iturbide, líder de las clases dirigentes, y Vicente Guerrero, líder de la insurgencia social.

La meta independentista se basó en un plan específico llamado de "las Tres Garantías", proclamado en la ciudad de Iguala el 24 de febrero, base para los posteriores "Tratados de Córdoba", firmados el 24 de agosto, que confirmaron definitivamente la Consumación de la Independencia de la Nueva España, si bien, en dichos acuerdos se consideraba la posibilidad de que el propio rey Fernando VII o alguien de su familia, viniese a gobernar este nuevo país independiente. A tenor de estos hechos, la cuna de la Consumación de la Independencia hay que ubicarla lo mismo en Iguala que en Córdoba.

Pero si lo analizamos desde el ámbito del pensamiento, hay que seguir confirmando lo ya dicho por notables historiadores, la verdadera cuna de la independencia mexicana fue el seminario conciliar de Valladolid, hoy Morelia, donde se formaron lo mismo los líderes insurgentes de la primera hora, como Hidalgo y Morelos, que los líderes de la consumación definitiva, como fue el caso de Iturbide.

En este proceso largo y complejo se involucraron sobre todo las intendencias del centro y del norte de la Nueva España.

Proclamado el Plan de Iguala, los agentes de Iturbide recorren todo el territorio de la Nueva España anunciándolo y explicándolo para lograr la adhesión de las intendencias, es en ese trayecto que la intendencia de Guadalajara se une a un plan que no hizo ni se hizo en Guadalajara, ni fue hecho por gente de estas tierras, pero que respondía a sus ideales e intereses, de ahí que el obispo Cabañas, aunque de origen español, se convertirá en el gran promotor de la Consumación de la Independencia en esta región, pero también en el más importante eclesiástico que daba su adhesión al Plan de Iguala, cosa que otros obispos tardaron en hacer.

Armando González Escoto
(v.pág.9-A del periódico El Informador del 26 de septiembre de 2021).

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Para gobiernos manipuladores, la historia es una especie de "bufet" del cual ellos seleccionan de acuerdo a su particular gusto, qué sí y qué no se debe celebrar, y así mismo lo imponen a la sociedad, a la cual mantienen, por este recurso, en la ignorancia de su pasado y de su misma identidad.

Para este tipo de gobiernos es más importante festejar el inicio incierto de un movimiento turbulento y confuso, al que llaman "Grito de Dolores", que la consumación final y exitosa de aquellos caóticos inicios, tan estériles en su momento.

Desde luego que en 1810 la enorme mayoría de los habitantes de la Nueva España ni querían ni esperaban una independencia, y enemigos de semejante causa lo fueron en 1er. sitio la mayor parte de las comunidades indígenas. ¿Debían quedarse en esa actitud? o ¿tenían derecho de evolucionar?

Es un hecho histórico admirable que tanto la sociedad como sus líderes, inicialmente opuestos a la independencia, a lo largo de 11 años evolucionaron, advirtieron con mayor calma los beneficios de una emancipación, y así decidieron unir esfuerzos y voluntades para que, en efecto, la Nueva España fuera independiente.

Armando González Escoto
(v.pág.11-A del periódico El Informador del 6 de junio de 2021).

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Miguel Hidalgo comenzó la gesta de Independencia; Agustín de Iturbide la concluyó. Hidalgo dio el grito, llamó a la guerra; Iturbide gestionó la paz. El cura de Dolores era un criollo de ideas liberales y de avanzada; su Alteza Serenísima fue un criollo leal a la corona que cambió de bando. Don Miguel polemizaba y polarizaba por donde pasaba; don Agustín conciliaba. La Independencia de México no pudo haber iniciado sin un Hidalgo al frente; no pudo haberse consumado sin un Iturbide.

¿Cómo le ganó Hidalgo la guerra de la historia a Iturbide? Digamos que Hidalgo tuvo mejor padrino. Mientras que a don Miguel lo adoptaron los liberales, a Iturbide lo adoptaron los conservadores. Parte de lo que se definió en la guerra civil del XIX fue quién escribía la historia, y está claro quiénes ganaron y que Hidalgo tuvo en los liberales a un mejor padrino y que los conservadores, que apadrinaron a Iturbide como Padre de la Patria, la perdieron de todas todas. El gran defensor de Iturbide y detractor de Hidalgo fue Lucas Alamán. El abogado de la santa causa histórica de Hidalgo y enterrador de Iturbide fue Ignacio Manuel Altamirano, quien sentenció así el destino de la historia: "Nosotros no somos hijos de Iguala, somos hijos de Dolores; nosotros venimos del 16 de septiembre... no venimos del pastel hecho entre el clero y las clases privilegiadas de la nobleza... somos hijos de las chusmas de 1810, convocadas por el grande de Hidalgo para sacudir el trono español y para sacudir toda clase de yugos", (citado por Enrique Krauze en La santificación de Hidalgo, Letras Libres, septiembre 2010).

Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 21 de septiembre de 2010).

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Los consumadores de la Independencia tenían visiones distintas a las de los iniciadores. También sabemos que estos últimos no pudieron lograr su objetivo, en parte, debido a la sorpresa de la iniciativa, la confusión que le siguió y el grave desprestigio provocado por algunas acciones insurgentes, como la masacre de Guanajuato.

También nos queda muy claro que la consumación de la Independencia y el nacimiento del estado libre de Jalisco no eran trabajos que pudieran lograr personas o grupos carentes de influencia y recursos. Fue precisamente por la necesidad de salvaguardar intereses de élites poderosas que se logró la independencia. No era la primera vez en la historia del mundo que nobles fines se aliaban a intereses de grupo para lograr, sin embargo, resultados positivos.

Armando González Escoto
(v.pág.2 del periódico El Informador del 4 de junio de 2023).

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Miguel Hidalgo comandaba un ejército irregular de unas 20,000 personas cuando llegó a Guanajuato el 28 de septiembre de 1810. El intendente Juan Antonio Riaño, gobernante ilustrado y amigo del propio Hidalgo, se negó a rendir la plaza. Unos 300 españoles y criollos se refugiaron, con la escasa guardia de la ciudad, en la Alhóndiga de Granaditas, una bodega de granos. La puerta fue quemada (aunque no por El Pípila, quien probablemente no existió) y de inmediato se desató una matanza indiscriminada. Hombres y mujeres fueron degollados en un frenesí de sangre; un niño fue lanzado desde un 3er. piso para estrellarse en el patio. Guanajuato sufrió pillajes y desmanes durante 3 días.

La matanza y el saqueo provocaron las primeras diferencias entre Hidalgo e Ignacio Allende, quien, horrorizado, responsabilizó al cura de no haber hecho nada para detener los desmanes. Algunos han querido justificar la matanza por el calor del combate, pero semanas después en Valladolid, sin mediar hostilidades, las tropas de Hidalgo asesinaron a unos 40 miembros de familias españolas.

Hidalgo tomó también de manera pacífica Guadalajara y, sin embargo, del 12 de diciembre de 1810 al 13 de enero de 1811 cientos de civiles españoles fueron ejecutados. Se habían rendido sin luchar e Hidalgo había prometido respetarlos, pero cada noche entre 30 y 50 eran llevados a un campo cercano a Guadalajara, donde bajo el mando de Agustín Marroquín, "capitán de bandoleros, torero y amigo personal del cura", se les mataba "como toros en corrida" (Isabel Revuelta). "Los ejecutados de Guadalajara ascenderían a 350", declaró Hidalgo. Cuando en el juicio tras su captura se le preguntó por qué no los había procesado, respondió: "Es cierto que a ninguno de los que se mataron se les formó proceso, ni habría a sobre qué, porque bien se conocía que estaban inocentes".

Hidalgo tenía un gran carisma que le permitió convertir una masa desorganizada de 600 que asistieron al grito de Dolores en un ejército de casi 100,000. Era, sin embargo, un pésimo militar. Sus pocas victorias fueron pírricas. Miles de insurgentes murieron en el asalto a la Alhóndiga con 300 defensores. En la batalla del Monte de las Cruces, el 30 de octubre de 1810, alrededor de 80,000 insurgentes obligaron al repliegue de un contingente realista de 5,000, pero los rebeldes sufrieron decenas de miles de bajas entre muertos, heridos y desertores. Quizá esto decidió a Hidalgo de no seguir a México, que estaba sin protección.

Allende llamó desde entonces a Hidalgo "el cura bribón" o incluso el "cabrón del cura". Era tanto el daño que le ocasionaba al movimiento, que consideró envenenarlo. Pero después que los rebeldes fueron derrotados el 17 de enero de 1811 en Puente de Calderón por un pequeño contingente realista, los jefes insurgentes lo despojaron del mando en la Hacienda de San Blas, en Pabellón, Aguascalientes. La rebelión ya estaba derrotada.

Hidalgo se dejó cegar por la soberbia y la crueldad. Si bien se le nombró generalísimo cuando se le dio el mando insurgente, él mismo se hacía llamar "su alteza serenísima". Sus matanzas no solo fueron deplorables en lo moral, sino que despojaron al movimiento del importante respaldo de la clase criolla que simpatizaba con la independencia. A Hidalgo se le debe atribuir el fracaso inicial de la guerra de independencia, que solo se consumaría una década después con Agustín de Iturbide.

Sergio Sarmiento
(v.periódico Mural en línea del 17 de septiembre de 2018).

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La influencia entre América Latina y Asia, que durante 3 siglos enriqueció a ambas regiones, quedó arruinada con la Independencia de México y el consiguiente final de la ruta del Galeón de Manila, explicó hoy el escritor colombiano Jaime Panqueva.

La ruta marítima, que sirvió como el primer gran enlace comercial y cultural entre ambos continentes, "murió con la Independencia (de México, 1820), curiosamente", explicó en entrevista el autor de la novela "La rosa de la China" (Planeta, 2011).

Panqueva (Bogotá, 1973) recordó que con el advenimiento de la Independencia mexicana "se interrumpe totalmente un contacto que trajo muchísimo a América" vía el puerto mexicano de Acapulco, en el sur de México.

Agustín de Iturbide (1783-1824), el militar y político que fue un emperador efímero (1822-1823), "expropia el Galeón de Manila y ya no vuelve a haber ruta, se rompe todo el contacto" entre el subcontinente latinoamericano y Asia.

Según Panqueva, fue una catástrofe que "una ruta que teníamos (los latinoamericanos) propia, de México a Asia, terminó siendo explotada por holandeses e ingleses".

Hasta entonces, con el comercio bajo el control del Virreinato de la Nueva España, habían llegado de Oriente productos como el chile habanero, "que no es americano, viene de Java", o las peleas de gallos, que "son asiáticas, no americanas", explica Panqueva.

Tras la Independencia mexicana, España toma "el contacto directo" y el control marítimo del comercio con Filipinas "pero por la otra ruta", la del Índico, con lo que muere una vía que era floreciente y que dejó mucho a los países americanos.

(V.Agencia Efe del 11 de abril de 2011).

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Nuestra historia es extraordinaria, pero está mutilada en nuestra conciencia. La hemos empobrecido con versiones maniqueas, con fabricaciones y exclusiones estúpidas. Imagínate que no podemos incluir todavía a Hernán Cortés, que hizo la conquista de México en alianza con las etnias oprimidas por los aztecas, ni podemos reconocer a Iturbide, que pactó la Independencia con todos los habitantes de la Nueva España, empezando por los gachupines. Son 2 de los grandes políticos que han pisado estas tierras, los 2 desterrados de nuestra conciencia nacional. Hace falta reemprender una larga pedagogía pública para entender y explicar a los mexicanos la maravillosa complejidad de su historia, su mixtura única. Por ejemplo, la incomparable paradoja que Arturo Arnaiz y Freg (periodista, historiador y catedrático del siglo pasado) puso en un aforismo: "La conquista de México la hicieron los indios y la independencia, los gachupines".

Héctor Aguilar Camín
(v.pág.20 del periódico Público del 26 de septiembre de 2010).

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La coronación sublime de septiembre, un mes que sintetiza el orgullo e identidad nacional, será el 27, con un majestuoso desfile militar para conmemorar el bicentenario de la entrada a la Ciudad de México del Ejército Trigarante, comandado por el coronel Agustín de Iturbide. Ese será el evento planeado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, para coronar su gesta de revisionismo histórico, apologético de los pueblos originarios y condena sistemática a España, por realizar una conquista "catastrófica" que fue un "fracaso".

El presidente ha tratado de argumentar su caracterización, como se puede leer en el discurso más completo que haya pronunciado sobre el tema, el 13 de agosto, con motivo de la caída de Tenochtitlan, que él identifica como "500 años de resistencia indígena", donde hizo mención que "un escritor promonárquico de nuestro continente, que no son pocos, afirmaba que España no conquistó América, sino que España liberó América, pues 'Hernán Cortés -cito textualmente-, aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él'".

López Obrador se refería al profesor de relaciones internacionales argentino Marcelo Gullo, entrevistado por el diaro español El Mundo el 23 de julio, a propósito de su nuevo libro, Madre Patria, de donde sacó la cita textual a la que se refirió. Gullo mencionó que la leyenda negra de los conquistadores españoles fue un invento -fake news lo denomina- del Imperio Británico, que asumió con un complejo histórico durante largo tiempo la izquierda española. La referencia directa a él, aunque no identificó, provocó una respuesta, también publicada en El Mundo 12 días después.

"En su discurso trató usted de esquivar el tema de la antropofagia de los aztecas y lo entiendo porque las pruebas que confirman el holocausto azteca son abrumadoras", refutó Gullo. "Hoy la evidencia científica es abundante e irrefutable, piedras de sacrificios con restos de hemoglobina, herramientas de obsidiana para esta labor, esqueletos humanos ejecutados por cardioectomía con marcas de corte en las costillas, decapitaciones".

"Cuando se analiza la historia sin prejuicios y no se quiere ocultar la verdad, como hacen los supuestos historiadores que a usted lo asesoran y que escriben sobre el supuesto genocidio que implicó la conquista española de América, pero que callan el tema de los sacrificios humanos realizados por los aztecas; se llega a la conclusión que los aztecas llevaron a cabo como política de estado la conquista de otros pueblos indígenas para poder tener seres humanos para sacrificar a sus dioses y usar la carne humana así conseguida como alimento principal de los nobles y sacerdotes".

"Año tras año los aztecas arrebataban a los pueblos que habían conquistado a sus niños y niñas para asesinarlos en sus templos, como compruebo en mi obra Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas al separatismo catalán, el imperialismo azteca fue el más atroz de la historia de la humanidad. Era tal la cantidad de sacrificios humanos que realizaban los aztecas de gente de los pueblos por ellos esclavizados que, con las calaveras, construían las paredes de sus edificios y templos".

"El número de víctimas inmoladas fue inmenso. Casi ningún científico lo computa en menos de 20,000 cada año, y aún hay alguno que lo hace subir hasta 50,000. Es por eso que el 13 de agosto de 1521 los pueblos indios de Mesoamérica festejaron la caída de Tenochtitlan. Ese día una inmensa alegría inundó el corazón de las masas indígenas oprimidas por los aztecas. La contradicción principal era, para las naciones dominadas por los aztecas, la vida o muerte. Continuar bajo la dependencia azteca habría significado, para los tlaxcaltecas y totonacas, por ejemplo, seguir siendo -literalmente- devorados por los aztecas".

Continuó: "Faltando completamente a la verdad o completamente mal informado usted afirmó: '¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio o la monarquía dominante no logra en 3 siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar'. Lamento informarle que el estudio científico más serio realizado al respecto, el elaborado por Ángel Rosenblat, lo dejan a usted en ridículo".

En ese estudio se documenta el movimiento de la población mexicana en el Siglo XVI, y "sin dejarnos llevar por la tentación de una leyenda negra o de una leyenda áurea -a ninguna de las 2 se ajusta la historia del hombre, y menos la del hombre hispano-, hemos llegado a calcular una disminución de unos 2 millones y medio de indios de 1492 a 1570, y una población americana de unos 13 millones y medio en 1492", agregó.

"De ninguna manera murió el 90% de la población indígena. ¿Y que aconteció después de la conquista, después de esas primeras horas de sangre, dolor y muerte? Todo lo contrario de lo que usted afirma. España fundió su sangre con la de los vencidos y con la de los liberados. Y recordemos que fueron más los liberados que los vencidos. Fruto de ese formidable mestizaje, querido por los Reyes Católicos e instaurado por ellos como política de Estado, están delante de nuestros ojos, entre otros miles de mestizos".

Millones de mexicanos son mestizos. Miles son criollos, descendientes de españoles, como el presidente López Obrador. El Imperio Español, en su descargo, no fue racista ni asesino, como lo fueron el belga, el francés y el alemán, ni clasista-racista como el inglés. La revisión histórica del pasado para avanzar al futuro, siempre es sana y útil, pero el revisionismo oportunista como el que hoy vivimos, es algo que deberíamos evitar.

Raymundo Riva Palacio
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 16 de septiembre de 2021).

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Los mexicanos no tenemos mejor ejemplo del abismo al que conduce un iluminado, que el fallido intento de independencia encabezado por el buen cura Miguel Hidalgo. Descubierta la conjura del levantamiento que debería contar con la suma de al menos una porción importante del ejército regular (lo dicen todos los manuales de cómo hacer la revolución), el cura no tuvo mejor ocurrencia que calzarse las botas, llamar a misa (también fue domingo ese 16 de septiembre) e inflamar de ardor patriótico los pechos de campesinos que sólo tenían por armas palos, azadones, machetes y uno que otro mosquetón; hacer luego acopio de nuevos soldados abriendo cárceles y sumando presos, para hacer masacrar tan escuálidas fuerzas al enfrentarlas contra soldados con entrenamiento y pertrechos. Resultado: duró 10 meses la aventura. No hubo independencia. Morelos peleó unos pocos meses más y Guerrero se refugió en las montañas. La Nueva España siguió su marcha con entera normalidad.

Once años después, el 27 de septiembre de 1821, un hábil negociador y el convencimiento, hasta de muchos españoles residentes en la Nueva España, de que la independencia era necesaria, sellaron los tratados por los que el nuevo virrey, Juan O'Donojú, sin haber tomado siquiera posesión de su cargo, reconocía la independencia del nuevo país y, además, se unía a la junta de gobierno encargada de organizar la cosa pública. Pero los mexicanos jamás hemos sentido simpatía por el triunfo, y menos por los triunfadores, así que hundimos en el olvido al virrey O'Donojú y a Agustín de Iturbide, que firmaron la independencia sin un balazo.

Los métodos del cura Hidalgo una década antes habían conseguido el efecto contrario: partidarios de la independencia, como el obispo Abad y Queipo, acabaron condenando los crímenes sin sentido de una turba que, escasa y sin armas, podía sin embargo hacer un gran daño a la pujante economía que había hecho del peso mexicano moneda de cambio en el mundo entero.

Luis González de Alba
(v.pág.19 del periódico Público del 17 de septiembre de 2007).

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Hace 200 años, en 1817, se extinguió la guerra de independencia que con altibajos se venía desarrollando en México desde 1810 sin lograr la meta deseada. Sus últimos destacados exponentes habían sido Pedro Moreno y Javier Mina, ambos de raza española, si bien el primero había nacido en esta tierra. En los siguientes años, es decir, entre 1817 y 1821, sobrevivirá un movimiento guerrillero muy reducido y bien localizado entre la ciudad de México y el puerto de Acapulco, nada más.

Esta lucha se había caracterizado desde el principio y hasta el final por el liderazgo de los llamados criollos, es decir, españoles nacidos en México, seguidos por muchos otros criollos, muchos mestizos y muy pocos indígenas.

La sociedad mexicana de aquel tiempo no estaba convencida de las ventajas que podría traer la independencia, mientras que diversos analistas españoles observaban con alto grado de certeza y fatalidad que la América Latina acabaría sometida por una nueva y agresiva nación que había surgido de las colonias inglesas del norte y que se llamaba Estados Unidos de América.

Ya por esos años Latinoamérica se convertía en un botín codiciable tanto por los norteamericanos como por otras potencias europeas interesadas en arrebatar a España sus posesiones y quedarse de alguna manera con ellas, de ahí que hubiesen sido ingleses los que financiaron la empresa insurgente de Javier Mina, que debía venir, como lo hizo, a reavivar el fuego de la insurgencia cada vez más declinante. Del modo que sea su empeño duró poco.

Al finalizar 1817, el territorio del hoy México se había pacificado, seguía siendo el Virreinato de la Nueva España, y todas las clases sociales parecían reafirmarse en su propósito de seguir siendo parte del imperio español. Es notable advertir que precisamente las comunidades indígenas consolidadas, no veían con buenos ojos la causa de la independencia, a lo largo del tiempo habían vivido constantes tensiones por la ambición de los criollos, deseosos de adueñarse de sus tierras, razón más que suficiente para que ahora recelaran de un movimiento liderado precisamente por criollos. En otras palabras, más temían los indígenas a criollos y mestizos que al imperio español.

En efecto, era el imperio lo que ataba las manos de criollos y mestizos salvaguardando a más no poder los derechos indígenas sobre las tierras comunales, por lo mismo los indígenas recelaban de una independencia que dejaría a estos con las manos sueltas, privándolos de toda defensa a la hora de querer defender sus posesiones.

El tiempo habría de confirmar esos temores, pues la Independencia no fue la recuperación de la soberanía territorial por sus antiguos dueños, los indígenas, sino la autonomía de los criollos frente al imperio, para quedarse dueños del territorio que afirmaban sus ancestros habían conquistado. Lograda dicha Independencia en 1821, los indígenas, ayer súbditos de la corona española con todos los derechos de los pueblos aliados, ahora serían "ciudadanos mexicanos" sin otra posibilidad que el sometimiento a los nuevos amos. Si antes la condición de los indígenas no era buena, ahora empeoraría.

Armando González Escoto
(v.pág.3-B del periódico El Informador del 3 de septiembre de 2017).

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Los mexicanos lo que celebramos es el día del cumpleaños del general presidente de la república don Porfirio Díaz; pues él mismo inventó el ceremonial del Grito para que el país entero se festejara en su cumple.

Los siguientes gobiernos, ensalzados de la Revolución, hicieron poco caso a la fecha real, verdadera y oficial de nuestra separación de España; por lo que seguimos celebrando más bien la fecha 11 años antes, so pretexto de que entonces inició el proceso de conseguirla con "el Grito" de don Miguel Hidalgo y Costilla (olvidando que más bien inició su protesta para que las tropas de Napoleón reinstalaran al desposeído rey de España, pues ese día no buscaba la independencia de un México que no existía, sino de una España desvaneciente).

Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis,A.C.
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de septiembre de 2007).

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El cambio que ocurrió en 1821, después de 300 años de dominio español, fue violento y sólo se dio después de una prolongada guerra de once años. Tan violento fue que el nuevo régimen, el Imperio, duró pocos meses y, por si fuera poco, terminó con la muerte del ex emperador: el pobre Iturbide fue fusilado una tarde en una playa cercana a Tampico y, pocos años después, su compañero de gesta independentista, Vicente Guerrero, también fue fusilado, no en la tarde, sino casi en la madrugada, junto al muro de piedra del convento de Cuilapan. Vino luego el complicado pleito entre federalistas y centralistas, la "era de Santa Anna", en que los gobiernos subían y caían, los presidentes desocupaban la silla y la volvían a ocupar, a veces por unas semanas o unos días. Fueron poco más de 30 años, de 1824 a 1856, de un período que nadie llamaría de transición; aunque algunos lo podrían llamar de "cambio" muy entrecomillado: del autoritarismo de la monarquía absoluta que imponía un orden al desorden caótico de nuestra sufrida República...

Después del Plan de Ayutla, levantamientos militares y de la caída de Santa Anna, llegan los liberales que imponen una nueva Constitución, la de 1857, que provocó una guerra que duró nada menos que 3 años... una guerra civil sangrienta que desgarró ciudades y hogares de todo el país, sobre todo en el centro y en el occidente. Lo peor fue que 3 conservadores radicales, muy "aventados" se lanzaron a la aventura del Segundo Imperio, porque Gutiérrez de Estrada, Hidalgo y Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos, maquinaron y cocinaron la traída de Maximiliano: desafortunada experiencia que traería también grandes tragedias al país...

Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 18 de mayo de 2001).

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El cura Hidalgo tuvo su familia en el igual caso de Don José María Morelos y Pavón dejando descendencia no obstante su investidura religiosa.

Francisco Baruqui
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 8 de octubre de 2012).

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Dice parte del ACTA DE INDEPENDENCIA DEL IMPERIO MEXICANO, de fecha 28 de septiembre de 1821 (suscrita por sólo 35 individuos): "La nación mexicana, que por trescientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido".

"Restituida, pues... del modo que más convenga á su felicidad, y con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios, comienza á hacer uso de tan preciosos dones y declara solemnemente, por medio de la Junta Suprema del Imperio, que es nación soberana é independiente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha en los términos que prescribieren los tratados: que entablará relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando, respecto de ellas, cuantos actos pueden y están en posesión de ejecutar las otras naciones soberanas: que va á constituirse con arreglo á las bases que en el Plan de Iguala y tratados de Córdoba estableció sabiamente el primer jefe del ejército imperial de las tres garantías, y en fin, que sostendrá á todo trance y con el sacrificio de los haberes y vidas de sus individuos (si fuere necesario) esta solemne declaración, hecha en la Capital del imperio á 28 de Setiembre del año de 1821, primero de la independencia mexicana".

Hubo un intento anterior al de 1821 cuando se quiso cantar victoria: el 6 de noviembre de 1813 el Primer Congreso de Anáhuac promulgó el ACTA SOLEMNE DE LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA SEPTENTRIONAL "inspirada en las presentes circunstancias de la Europa". Pero no. Todavía tampoco había llegado la hora de la verdadera independencia.

Finalmente, tras muchos períodos sangrientos, es hasta el año 1824 que realmente se justificaría, para algunos, reconocer que los sentimientos de nuestra soberanía naciente habrían de sobrevivir. El primer presidente del México independiente tomó posesión hasta el 10 de octubre de ese año, 6 días después de que el Congreso General Constituyente aprobara la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos. Un día que, al parecer, aproximadamente, ya no se celebra ni se recuerda: el 4 de octubre.

Norberto Alvarez Romo
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 14 de septiembre de 2010).

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El día de hoy se celebra la firma de nuestra Acta de Independencia (28 de septiembre de 1821). Ayer jueves, aunque actualmente no se hace ningún tipo de celebración oficial, se volvió a cumplir un año más de Independencia, de su culminación. Y el artífice de la misma es un degradado injustamente por la historia. Agustín de Iturbide se considera una figura incómoda, acaso siniestra, como si el estado propuesto por ellos no se tratara, como fue, de una monarquía constitucional vía el efímero Imperio Mexicano, sino de una nunca existente monarquía absoluta. Acaso se deba a la vergüenza de haber nosotros mismos matado a nuestro libertador. O la extremada mala suerte al enfrentar los ataques del Constituyente que nunca creó la Constitución. También resistir a los norteamericanos vía las logias y el embajador de facto norteamericano. Por supuesto los españoles y europeos también le pegaron hasta cansarse. Vamos, hasta Simón Bolívar lo atacó durísimo, porque su proyecto era de una América Española unida en un solo estado y el Imperio Mexicano lo excluía.

Finalmente Iturbide dimitió, y a decir de los expertos, para no regar más sangre. También afirman tenía la suficiente fuerza para eliminar a sus enemigos. Pero México se encontraba exhausto y aquí sí quebrado después de la guerra civil provocada por Allende, Hidalgo, y demás cuya idea era en principio levantarse contra el mal gobierno producto del golpe de estado de 1808 derivado de la invasión napoleónica, y los impuestos draconianos debido a las reformas borbónicas. Pero se torció al cometer las matanzas de españoles en Granaditas, en Guanajuato, en Guadalajara y en Morelia, antes Valladolid. Por esa violencia fallaron y crearon una guerra civil a pesar de luego pretender también la Independencia. Sólo los altos mandos del Ejército Realista eran españoles.

Pero a fin de cuentas está la historia seria, y ella nos exige su reivindicación. Digo, de todo ello surgió el estado mexicano, con su 1er. ejército, el Trigarante de donde surgió nuestra bandera, representando las 3 garantías, guía de su exitoso plan para conseguir la Independencia. El color blanco, la pureza de la religión; el verde la independencia y el rojo, la unión. Muy superior su efectiva hazaña a la de todos los insurgentes.

Sergio Aguirre
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 28 de septiembre de 2018).

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Armando Fuentes Aguirre "Catón" dice que no hay nexos entre el movimiento de Hidalgo y el de Iturbide. En efecto, como Luis Villoro, quien ha comprendido mejor que nadie el fondo de la revolución de Independencia dice -y fundamenta:

"El Plan de Iguala logra reunir a las élites criollas (el Ejército) el alto clero y los propietarios sostienen el movimiento con toda su fuerza económica y moral. La rebelión no propugna ninguna transformación esencial en el antiguo régimen. Por el contrario, reivindica las antiguas ideas frente a las innovaciones del liberalismo (...) El Plan de Iguala abole la Constitución con todas sus reformas, declara a la Católica religión de Estado, y establece que 'el clero secular y regular será conservado con todos sus fueros y preeminencias'; lo que ratifica el Tratado de Córdoba."

La intención principal de Iturbide

"parece ser el evitar la transformación del orden antiguo en el sentido de las nuevas ideas. Es lo que expresa él mismo en sus Memorias cuando atribuye la Independencia al deseo de detener 'el nuevo orden de cosas' (...) Todo persiste, por tanto, sin más cambio que el traspaso de manos de la administración colonial y la sustitución de su nombre público" (Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, 1981, pp. 205-207).

Iturbide, uno de los encargados de ahogar en sangre la revolución social iniciada por Hidalgo y estructurada por Morelos y sus compañeros, dio un cuartelazo más o menos incruento para mantener sus fueros y prerrogativas a los grupos de privilegio. A ese cuartelazo, que llamamos "consumación de la Independencia", siguieron 34 años de estancamiento económico, político y social, durante los cuales la república perdió la mitad de su territorio. Durante esas 3 décadas y media, el país tuvo 24 titulares del poder ejecutivo, de los cuales 13 fueron militares realistas, de familias acomodadas que pudieron pagar sus plazas de caballeros-cadetes en un ejército de casta; hombres que combatieron a Hidalgo, Morelos y Guerrero en el campo de batalla. De esos 13 hombres (Iturbide, Negrete, Bustamante, Gómez Pedraza, Santa Anna, Barragán, Canalizo, Herrera, Paredes y Arrillaga, Salas, Anaya, Arista y Lombardini), 2 estuvieron al frente del poder ejecutivo un total de 13 años (Bustamante y Santa Anna). Otros 4 "presidentes" fueron abogados y altos funcionarios realistas que en 1821, como aquellos militares, se adhirieron al Plan de Iguala (Bocanegra, Vélez, Corro y Peña y Peña).

La herencia de Iturbide es un régimen reacio al cambio, en el que los actores políticos más importantes fueron la Iglesia, dueña de las conciencias y de la tierra productiva, y el Ejército, dueño del poder y del erario público. La herencia de Iturbide es el grito "¡Religión y fueros!".

Pedro Salmerón, doctor en Historia y Filosofía por la UNAM. profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
(v.pág.7 del suplemento "Visor" del periódico Público del 12 de septiembre de 2010).

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Por lo general se habla del "abrazo" de Acatempan, del Plan de Iguala, de los Tratados de Córdoba y de la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México. Quizá se añada algún hecho local como la adhesión al plan y a la independencia de Pedro Celestino Negrete en Guadalajara, por ejemplo, pero nada más.

Lo cierto es que fue un año que de principio a fin representó grandes riesgos, hubo movilizaciones, negociaciones, pláticas, refriegas, divisiones y aun cuando la independencia se consumó en septiembre, en octubre inició la toma de San Juan de Ulúa que duró 4 años y en diciembre se descubrió una conspiración encabezada por Nicolás Victoria y Miguel Domínguez, sí, el mismísimo corregidor de Querétaro.

En enero de ese año inició el intercambio de cartas entre Iturbide y Guerrero y duró aproximadamente un mes hasta que el día 10 de febrero se reunieron en Acatempan. Guerrero aceptó la propuesta de Iturbide porque incluía la separación de México de España y su constitución como país independiente. Sin embargo, no era eso lo que se leía en el Plan de Iguala, un documento por demás interesante (Documentos para la historia del México independiente 1808-1938. (México: Cámara de Diputados LXI Legislatura/Miguel Ángel Porrúa), 2010).

Entre el Plan de Iguala y la entrada del Ejército Trigarante pasaron casi 7 meses exactos, pero en el ínter muchas cosas sucedieron, incluyendo una reunión en junio, entre Guadalupe Victoria e Iturbide. El 1o. propuso que se constituyera un gobierno republicano pero el 2o. lo rechazó.

La mayor desgracia de Agustín de Iturbide y su más grande error fue erigirse en emperador de México, en aquella nación en ciernes inmersa en un contexto complejo y conflictivo a más no poder.

Ese gran desacierto de Iturbide lo llevó a la tumba en términos literales y figurados. Es uno de los personajes prácticamente enterrados por la historia que, sin embargo, jugo un papel fundamental en la Consumación de la Independencia; no se le debería regatear. Tan equivocado estaba que su imperio fue efímero, duró un año escaso; pero antes, gozó del reconocimiento de los habitantes de entonces. Se le identificaba como el "Héroe de Iguala" mucho más que a Vicente Guerrero o que a cualquier otro de los sobrevivientes de la guerra que duró más de 10 años.

Laura Castro Golarte
(v.pág.3-A del periódico El Informador del 6 de febrero de 2021).

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En 1808, los norteamericanos aprovecharon la imposición nepotista francesa en España, invadieron Florida y en 1812 declararon que ya formaba parte de su confederación. En 1815 iniciaron el avance hacia el oriente de ese territorio. La nueva invasión jefaturada por Andrew Jackson provocó que los españoles se decidieran a vender Florida a cambio de que el gobierno de Estados Unidos accediera a reconocer la frontera definida con la Nueva España.

El 22 de febrero de 1819 se firmó el Tratado Transcontinental que fijó la frontera en los señalamientos naturales de los ríos Sabinas, Rojo y Arkansas, y el paralelo 42, que serviría de frontera norte al Pacífico.

El tratado fue otro triunfo para nuestro vecino. Obtuvieron la salida al gran mar del sur y definieron la fórmula que desde entonces emplearon para ampliar su territorio. La que emplearon en Texas y luego en La Mesilla. Primero invadían. Luego simulaban un pago.

Pablo Marentes
(v.pág 15A de Ocho Columnas del 14 de septiembre de 2001).

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Todos los que siguieron el camino abierto por Colón fueron españoles. El 2 de abril de 1513 avistó Juan Ponce de León, por vez primera, las costas de la Florida, desembarcó en ellas y tomó posesión en nombre de los Reyes Católicos, éste fue el primer encuentro físico entre las tierras norteamericanas de hoy y sus nuevos señores. El 26 de diciembre de 1821 llegaron las noticias a Santa Fe de la independencia de México y hasta entrado el año 1822 no fue arriada la bandera española en California. Entre 1513 y 1822 transcurren trescientos nueve años en que los colores españoles señorearon al norte del Río Grande [Bravo] ininterrumpidamente desde 1565, es decir, doscientos cincuenta y siete años. Reconociendo tal hecho, y aún más, el de haber sido los portados por Colón en el augural 12 de octubre de 1492, el folleto inicial de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos incluye los colores españoles entre las 20 primitivas banderas del país.

Observemos cuántos años han ondeado otras banderas soberanamente sobre esas tierras. La nacional de las Estrellas y las Franjas fue establecida por el Congreso Federal el 14 de junio de 1777 (Hernán Cortés había usado en la conquista de México una con 12 estrellas); es decir, lleva poco más de doscientos años de existencia. En cuanto a la inglesa, si aceptamos como fecha inicial la de 1586, en que Walter Raleigh estableció su "colonia perdida" en la isla de Roanoke, en el estado de Virginia, concluiremos que ondeó tan sólo ciento noventa y siete años en el país en que tan marcada impronta dejó. Los franceses puede decirse que comenzaron su presencia en estos territorios con las exploraciones del padre Marquette y Louis Joliet en 1672, pero dado que se marcharon en 1763, al ceder la Louisiana por el Tratado de París, no llegaron a permanecer un siglo con poderes soberanos.

Si paramos mientes en la real y concreta permanencia española en cada uno de los distintos sectores de la Unión, podemos vaticinar más de una sorpresa. Los españoles abandonaron su establecimiento permanente de Carolina del Sur en 1587, y las últimas misiones desaparecieron de Georgia en 1703. Dominaron en Florida hasta el 17 de julio de 1821, en que el general Jackson tomó posesión del sector occidental. De Alabama partieron el 13 de abril de 1813, cuando el mismo Jackson tomó la ciudad de Mobile. España poseyó los extensos territorios de la Louisiana prácticamente desde 1763 a 1803. En todo los territorios de la Baja Louisiana tuvo lugar la cesión de la soberanía española el 30 de noviembre de 1803, en tanto que en lo que toca a los de la Alta Louisiana, es decir, Missouri, Iowa, Minnesota y todos los situados al oeste, la soberanía fue cedida el 9 de marzo de 1804, con la excepción de Arizona, Colorado, Utah y Nuevo México, donde España permaneció hasta fines de 1821. En California no fue arriada la bandera española hasta 1822, y en Texas el 1o. de julio de 1821.

Puede que Colón haya nacido italiano, pero fue para España, como lo relatan sus propios diarios de navegación y memorias personales -que no escribió en italiano sno en español- que como español adoptivo y con españoles abrió este continente a una presencia europea.

Noticias del Mundo, Nueva York
(v.pág 8A de Ocho Columnas del 21 de noviembre de 2001).

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Por lo menos hasta la frontera con Panamá, Centroamérica fue parte de la Capitanía General de Guatemala y por tanto, de la Nueva España. Con los procesos de independencia latinoamericanos, la región se convirtió en la "República Federal de Centroamérica", entidad política que se disuelve hacia 1838.

A partir de entonces surgen los países que hoy forman parte de esta peculiar zona: Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Panamá, como sabemos, forma parte de otra historia. En la mayor parte de este territorio no hay abundancia de oro, plata o petróleo, solamente selvas, montañas, pantanos, valles, lagos y volcanes, lo cual ha propiciado históricamente una economía agrícola, ganadera y comercial.

Armando González Escoto
(v.pág.6-B del periódico El Informador del 4 de noviembre de 2018).

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El Ejército mexicano ganó esa batalla [de El Alamo] contra bandoleros estadunidenses, los soldados mexicanos mataron a bayoneta al héroe gringo David Crockett, Travis sí murió en combate y James (Santiago) Bowie murió escondido casi debajo de un colchón (México a través de los siglos, página 368, Tomo IV). Donde tomaron preso a Santa Anna fue en el río o paso de San Jacinto y ocurrió cuando herido Samuel Houston mandó tocar retirada, el general Santa Anna perdió su caballo que iba herido y fue capturado por una partida tejana. La derrota de San Jacinto estuvo en la prisión de Santa Anna, el grueso de las tropas aún permanecía a las órdenes de Filisola y a las de Sesma y Urrea (México a través de los siglos, página 371, Tomo IV).

Nuestro país tiene la historia más grandiosa de América pero también la más triste, al despojarnos de nuestro territorio del norte desde el río Sabina hasta la latitud 42, explorada y colonizada 300 años antes de este robo; todos los ríos, montañas, valles, desiertos, planicies, bahías, lagos, cabos, pantanos, pueblos y estados ya tenían nombre y dueño: México y sus colonos; todas estas historias estadunidenses de la conquista del Medio Oeste son pura basura. Es mejor comprar un buen libro de historia de México y leer cómo el gobierno de Estados Unidos premeditó, con alevosía y ventaja, despojarnos de 2.5 millones de kilómetros cuadrados; y leer y recordar a los exploradores desde Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Francisco Vázquez de Coronado, fray Marcos de Niza, fray Juan de Padilla, Melchor Díaz, Hernando de Alvarado, entre muchos otros; así como a los del Pacífico: Vizcaíno, Urdaneta, Hernando de Soto, Malaspina, Alvaro de Saavedra, Hernán Cortés, etcétera; y a todos los que murieron defendiendo y colonizando nuestra patria.

J. Mauricio Ochoa del Toro en "Correo"
(v.pág.4 del periódico Público del 2 de abril de 2004).

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Antonio López de Santa Anna (en esa época presidente de México, además de general de sus ejércitos), tenía 39 años de edad.

Durante el sitio de esta antigua misión española, El Alamo, que duró 10 días, Santa Anna les brindó a los filibusteros numerosas oportunidades de que se rindieran, cosa que éstos no aceptaron: mas no por heroísmo, sino porque creían (equivocadamente) que un ejército superior de "texians" venía a rescatarlos.

Los rebeldes adentro de El Alamo eran menos de 185 personas, y el día de su toma no había adentro del fortín ni mujeres ni niños.

Los levantiscos habían previamente prestado juramento solemne prometiendo ser fieles y leales súbditos de México. Juramento que obviamente violaron al rebelarse contra su gobierno (lo cual explica se les haya aplicado la pena de muerte automática al ser derrotados).

El "sitio" de El Alamo no fue ninguna gran batalla: la batalla en sí duró menos de 50 minutos, comenzó al amanecer del seis de marzo de 1836, y para las ocho de la mañana Santa Anna ya estaba desayunando adentro del fortín.

Nunca se dio interacción heroica alguna entre Santa Anna y el "supermán" norteamericano Davy Crockett.

El gobierno de los Estados Unidos, a través de su secretario de Guerra, William Seward, estuvo financiando y tramando con los "texians" el despojo del que fuera territorio mexicano.

Manuel J. Jáuregui
(v.pág.6A del periódico Mural del 12 de abril de 2004).

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La derecha estadounidense ha creado el mito de los héroes de la batalla de El Álamo (Texas, 1836) para promover el odio antimexicano y defender políticas conservadoras y antinmigrantes, dijo el escritor mexicano de origen español Paco Ignacio Taibo II y autor de un libro sobre esa batalla.

El mito de El Álamo es un fraude histórico que se desmorona en una revisión crítica de la historia, pero ha servido a los sectores más reaccionarios de Estados Unidos para fomentar la mentalidad conservadora e imperialista, explicó Taibo II.

"John Wayne lo deja muy claro al filmar esa historia para fomentar la mentalidad reaccionaria, El Álamo es el corazón podrido del proyecto imperial estadounidense", dijo el escritor nacido en Asturias en 1949.

En el libro "El Alamo, una historia no apta para Hollywood", el escritor recoge un testimonio de un estadounidense de origen mexicano, Richard R.Flores, quien recuerda cuando de niño visitó El Álamo y al salir su mejor amigo anglosajón, Robert, le dijo "tu los mataste, tu y los otros mes'kins".

En su libro, Taibo II desmenuza todas las versiones sobre este hecho histórico en marzo de 1936 que fue preludio de la batalla de San Jacinto, donde el un ejército tejano al mando de Sam Houston sorprendió a las tropas mexicanas y capturó al general mexicano Antonio López de Santa Anna.

En la batalla de El Álamo, una pequeña misión en las afueras de San Antonio, Texas, se atrincheraron poco más de 2 centenares de independentistas, en su mayoría aventureros estadounidenses, quienes fueron aniquilados por las tropas de Santa Anna.

En las versiones estadounidenses, en particular en las películas de Hollywood, se exalta y se mitifica como heroicos a personajes como David Crockett, James Bowie y William Travis.

"Todo es falso, esos personajes son en realidad unos canallas de tercera, especuladores de tierra, con enfermedades venéreas, tratantes de esclavos y mentirosos", asegura el escritor.

La independencia de Texas fue obra de unos 3,000 aventureros estadounidenses, principalmente de los estados del sur, que defendían la esclavitud.

Recordó que de los 58 firmantes de la Declaración de Independencia de Texas, sólo 2 eran originarios de Texas, José Antonio Navarro y Francisco Ruiz, un yucateco (Lorenzo de Zavala), un inglés, un español, un irlandés, un escocés, un canadiense y 50 estadounidenses de los estados sureños.

"El 86,2 % de los 'representantes tejanos' no eran tejanos, sino estadounidenses", señala el escritor.

Insistió en que los motivos centrales para independizar Texas eran restablecer la esclavitud y especular con la venta de tierras, lo que generó una gran migración hacia ese estado.

Insistió en que esta batalla, mitificada por Estados Unidos y olvidada por México, es un hecho de poca relevancia militar, que no cambió el curso de la historia.

No obstante, aclaró que escribió este libro con una visión crítica para desmitificar este mito nixoniano que fue creado por los conservadores para exacerbar el sentimiento patriótico durante la guerra de Vietnam, y para recuperar la historia de lo que realmente pasó en esa guerra.

Recordó que este mito sigue promoviéndose actualmente ya que la la sociedad conservadora estadounidense está aterrorizada por la migración y son quienes promueven el control de la frontera.

Taibo II, creador de La Semana Negra de Gijón, un festival anual de la novela negra que se realiza en esa ciudad española, presentará en mayo próximo "El Álamo, una historia no apta para Hollywood" en Estados Unidos, donde mostrará a muchos hispanos otra historia ajena al mito y contada con mucho rigor histórico sin descuidar las cualidades narrativas.

(V.periódico El Informador en línea del 30 de enero de 2012).

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Sin casi memoria histórica, los mexicanos tendemos a olvidar que la pérdida de Texas llevó posteriormente a la invasión y a la guerra de saqueo de los gringos en 1846-1848, y a la "compra" bajo amenaza de La Mesilla en 1853; es decir, a la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. En todas estas mermas territoriales, Antonio López de Santa Anna fue el actor negativo... La batalla de El Álamo, ocurrida en la madrugada oscura del 6 de marzo de 1836, y que fue el antecedente y motivación de ulteriores y malhadados sucesos que ensombrecen nuestro pasado; es el mito fundacional para los texanos y para nosotros algo que se pierde en las brumas de los 30 del siglo XIX. Tal suceso histórico ocurrió luego de 12 días de sitio, y salvo mujeres, niños y negros, los demás murieron en la refriega o fueron pasados por las armas. Entre ellos había 130 estadounidenses, 22 europeos y 10 texanos mexicanos... Se han escrito sobre este suceso histórico cientos de libros, y se han tejido falsas historias a lo largo de 176 años, sin faltar las películas de western en el filme The Alamo, en el cual presentaron héroes que nunca lo fueron. La batalla terminó en una inmisericorde carnicería. Al toque de degüello no se salvó nadie. Hubo más masacres de uno y otro bando: lo que hizo por órdenes de Santa Anna el general José Urrea con los adversarios capturados en la batalla de Coleto, y las que harían las tropas de Sam Houston en la famosa "siesta" de las tropas mexicanas en San Jacinto... después de tales sucesos, el 27 de diciembre de 1845, Texas se convertiría en uno más de los estados confederados de Estados Unidos.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 31 de marzo de 2012).

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A Antonio López de Santa Anna se le acusó de traicionar al país por haber avalado la independencia de Texas en 1836, pero él no lo reconoció, porque en el Tratado de Velasco (1836) lo que acepta, mientras se encuentra preso, es que una comisión de Texas acuda al congreso mexicano para tratar el tema de su independencia, sabiendo perfectamente que el congreso no la aceptaría.

Se le acusó de traidor porque perdió la guerra contra Estados Unidos (1846-1848). Los documentos muestran lo contrario. Santa Anna se dedicó a luchar en los 3 frentes de combate: en el norte, en Veracruz y en los alrededores de la Ciudad de México. De hecho, a quien intentó engañar fue a los gringos. Aunque es cierto que ellos le pagaron para que comprara al congreso mexicano y se reconociera la derrota, él se quedó con el dinero y peleó en los 3 frentes de guerra.

Lo que se puede sostener hasta cierto punto es la idea de "vende patrias" porque vendió La Mesilla en 1853, pero no remató la mitad del territorio nacional. Este es otro mito. La mitad del país se perdió en la guerra contra Estados Unidos y se signó en el Tratado de Guadalupe del 2 de febrero de 1848 que Santa Anna no firmó.

Se cuentan once veces [que gobernó] porque cada vez que él salía de la Ciudad de México y regresaba sus críticos sostenían que iniciaba una nueva presidencia. Esto se hizo para generar la inestabilidad de la época. Esa tradición de ensalzar el caos y la anarquía viene de los historiadores del porfiriato, que querían contrastar la inestabilidad de las primeras décadas nacionales con el porfiriato. Son 6 mandatos (1833-1835, 1839, 1841-1843, 1843-1844, 1846-1847 y 1853-1855), en los que en muchos no estuvo en la Ciudad de México, pues se hallaba en el frente de combate o en su hacienda. Estuvo mucho más tiempo en Veracruz que gobernando el país.

La acusación de traidor surge a partir de la guerra contra Estados Unidos. Fue el chivo expiatorio perfecto. El trauma de esa derrota fue tan grande que lo más fácil para la clase política mexicana era culpar a una persona. Con el tiempo, hacía falta responsabilizar a alguien y fue a él a quien se eligió, exculpando al resto de los responsables.

El problema es que la idea de traidor está muy afincada en el imaginario colectivo del mexicano. Han pasado tantas décadas en las que se ha enseñado lo mismo, que es muy difícil cambiar esa visión, porque lo que existe una historia de héroes y villanos de finales del siglo XIX repetida hasta ahora.

Hay que superar la idea de héroes y villanos. Esto lo han hecho los historiadores en los últimos 30 años. Debemos pensar en el cómo y por qué de la historia. Los héroes y villanos no nos ayudan a entender el pasado.

Will Fowler, académico escocés autor del libro Santa Anna
(v.pág.43 del periódico Público del 22 de octubre de 2010).

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Se firmó la paz.

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Antonio de Padua María Soverino López de Santa Anna Pérez de Lebrón organizó todo un ceremonial de boato y relumbrón. Aunque vivíamos en una república, todo indicaba que se trataba de un complicado imperio con refinado y sofisticado aparato burocrático de cortesanos fieles. Todo esto implicaba altos precios y fue necesario multiplicar y subir los impuestos cada vez más ingeniosos y rebuscados. Cada canal de agua pagaría 2 reales al mes; las pulquerías de una puerta, un peso, y 3 pesos cada puerta de más; lo mismo se aplicaba a hoteles, cafés y fondas. Los puestos ambulantes o fijos pagarían medio real; los coches, carretelas o carruajes de 2 asientos, 2 pesos y medio, y si eran de 4 o más plazas, pagarían 5 pesos al mes. Los perros caseros o de pastoreo, "exceptuandose únicamente aquellos que sirven de diestros a los ciegos", pagarían un peso mensual. Las puertas, zaguanes y cocheras de las casas pagarían 4 reales, y las ventanas y balcones sólo 3.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.24 del periódico Público del 28 de enero de 2005).

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México consumó su independencia el 27 de septiembre de 1821 y paradójicamente cuando menos una década antes ya se habían iniciado los actos en contra de nuestra patria por el incipiente vecino de EU, especialmente por el indignante tratado entre el Duque de Onix, embajador de la corona española y el propio gobierno norteamericano consistente en la colonización del territorio de Texas.

España enfrascada en la guerra de independencia conra los insurgentes había descuidado los territorios al norte del Río Bravo, poco antes había vendido la Florida a EU que en 1804 adquirieron de Francia el extenso territorio de Louisiana con el que doblaron prácticamente su extensión territorial y así poco a poco empezaron a conformar el gigantesco imperio que es en la actualidad cumpliendo cabalmente con el plan maestro conocido como el Destino Manifiesto.

A lo largo de 180 años de relación diplomática, México y EU no las han traído todas consigo y son muchos los agravios que en ese largo periodo nos han hecho los vecinos, especialmente la injusta guerra de 1846-1848 en la que le arrebataron a México por la fuerza más de la mitad de su territorio original. La guerra se originó por la pretensión del presidente Arista de recobrar el territorio de Texas que a la sazón se había convertido en una "República" con un tratado con EU de ayuda recíproca que comprendía la solidaridad en caso de guerra. La invasión norteamericana fue en dos frentes: por el noreste y por el puerto de Veracruz.

La guerra terminó con el indignante tratado de Guadalupe Hidalgo, población aledaña a la Ciudad de México y por el cual México vendía a EU no sólo el territorio de Texas sino los de Nuevo México, Arizona y la alta California. Este tratado contó con la desaprobación de sólo tres diputados federales uno de los cuales fue el glorioso jurisconsulto jalisciense Mariano Otero.

Consumado este despojo con el eufemismo de una venta, (no hay noticia de que siquiera se haya pagado la cantidad pactada), las relaciones continuaron entre dos vecinos y como dice Alan Riding en la primer[a] línea de su libro "Vecinos distantes", Mortiz Planeta, probablemente no exista en ninguna parte del mundo una frontera tan disímbola como la que hay entre México y EU: de aquel lado la organización, la eficacia, de éste la misera y todo lo que la misma conlleva.

En efecto las relaciones en estos 180 años han sido a veces cordiales, pero siempre regidas por el puño de acero de los estadounidenses, que en 1914 volvieron a invadir México por Veracruz y en 1916 sin ningún permiso penetró una fuerza expedicionaria para buscar a Francisco Villa que poco antes había arrasado Columbus, Nuevo México. Fue varios meses después de haber fracasado en este intento cuando se le notificó al presidente Carranza y el premio de no haber encontrado a Villa fue el mando de la fuerza expedicionaria norteamericana en la Primera Guerra Mundial al célebre general John J. Pershing.

Alejandro Ruiz Juárez
(v.pág 7/A de El Occidental del 30 de noviembre de 2003).

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A finales del siglo XVIII y principios del XIX, las colonias -la Nueva España entre ellas-, luchaban por ser independientes. Las élites locales suponían que separándose de las metrópolis lograrían la ansiada libertad. Se pensaba que la capacidad de autodeterminación era consubstancial a la independencia, que el desarrollo llegaría solo y que la felicidad se encontraba en acceder a ese espacio idealizado en el que reinarían la justicia, la equidad y la armonía.

Ilusos. Qué lejos estaban de la realidad. La independencia de las colonias se promovió y financió por los países más poderosos, que disputaban el control de las rutas comerciales, los mercados y los territorios coloniales liberados. "América para los americanos", dijo James Monroe, autor de la doctrina que lleva su nombre y ¡oh paradoja!, resulta que los "americanos" hablaban inglés y lo siguen hablando. El propósito de mantener bajo su dominio a las naciones emergentes prevaleció en los centros de poder real y nosotros, confundidos por nuestras ilusiones y complejos, nos enfrascamos en luchas fratricidas alentadas desde el exterior. Fuimos incapaces de acordar los términos sobre los que se desarrollarían nuestras instituciones y nos limitamos a copiar los documentos fundamentales de los países dominantes. Carentes de la civilidad necesaria, nos dedicamos a descalificar a los otros, a los que pensaban diferente. Como resultado, se vivieron largos años de inestabilidad e incertidumbre.

Eugenio Ruiz Orozco
(v.pág.10-A del periódico El Informador del 19 de septiembre de 2022).

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Cuando el barón Humboldt visita a Jefferson y le hace saber que compartirían el poderío continental con los mexicanos, se consuma la falacia del "Destino Manifiesto", trazando desde entonces una política contra México -y su gente- de rechazo, abuso, opresión y racismo.

Basta recordar al primer embajador de ese país en México, al nefasto Joel R.Poinsett, quien desde antes de su nombramiento y en calidad de simple agente especial (agosto 1822-enero 1823) trata de corromper e intimidar al emperador Agustín de Iturbide para cambiar los límites fronterizos hasta el punto logrado años después mediante la invasión (1847). O sea que desde siempre nos han querido perjudicar.

En valioso documento elaborado por la Secretaría de Relaciones Exteriores acerca de todos los embajadores norteamericanos en nuestro país se señala que: "Las instrucciones dadas al embajador Nicholas Philiph Trist el 15 de abril de 1847, mostraban un proyecto de paz elaborado de antemano por Washington, según su propia conveniencia, donde se resucitaban todos los viejos planes para el trazo de una nueva frontera". Es decir. Todavía no llegaban a Jalapa y ya traían hechos los planes de paz y los mapas con los nuevos límites -de los territorios que se robarían- ¿Si eso no es maldad, premeditación, alevosía y ventaja, qué es entonces? (En el nombre del Destino Manifiesto, S.R.E. México 1998, pág. 47).

Ha sido tal esta política de desprecio hacia nuestro pueblo, que al año siguiente (1848) el nuevo embajador Ambrose H.Sevier hace pública su opinión y simpatía con el movimiento "Todo México", ya que no veía "mayor dificultad en civilizar y gobernar a la masa de mexicanos"; para eso proponía reducirlos a reservaciones (Ibid, pág. 51).

Manuel Hernández Gómez
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 31 de diciembre de 2005).

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En una carta de Abraham Lincoln a un senador colega suyo, critica acertadamente la guerra contra México por considerarla injusta, y hace un llamado a la conciencia del legislador instándolo a oponerse a que se siguieran aprobando fondos a campaña tan inicua. Decía Lincoln: "Aquél que diga que esta guerra no es de agresión expansionista, me hace recordar al hacendado de mi estado que siempre andaba en pleitos para quitar la tierra a los vecinos. Decía que no era cierto que quisiera tener unas tierras, sino únicamente las que colindan con su propiedad". Hace ya 160 años que el insigne estadista hizo esta crítica a su país, y sigue teniendo vigencia para los mexicanos este reproche sensato de uno de los hombre más esclarecidos de Norteamérica.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.2-A del periódico El Informador del 18 de diciembre de 2010).

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Escribió Luis G.Cuevas: "Puede decirse que Poinsset hizo más servicios a la Unión Americana que todos sus generales juntos en la guerra de invasión (1846 a 1848), y que merece, más que ellos, un monumento en la colina del Capitolio" (El Porvenir de México, p.234). Guadalupe Victoria se topó con un gringo perspicaz, analítico, audaz y prudente a la vez. Desde que llegó a México, mister Poinsset se propuso, para comenzar, que Texas se separara de México y se anexara a Estados Unidos, objetivo que lograría posteriormente. Desde sus primeros meses en la presidencia, Victoria tuvo que enfrentarse a un adversario peligroso y encarnizado. El embajador estadunidense fundó las logias yorkinas, que es lo mismo que decir el partido americano, encarnación de la doctrina Monroe, "América para los americanos", entendiendo por éstos a los gringos, porque en el lenguaje del señor cura Morelos México era la América Mexicana, y en el de Iturbide éramos la América Septentrional o simplemente el Septentrión.

Poinsset, desde su primer día en México y desde que Victoria asumió la presidencia, se empeñó en ir borrando la influencia europea, y muy en especial la española, en la naciente nación mexicana. Un ejemplo es la carta que escribió a su amigo Rufus King, ministro en Londres: "Con el propósito de contrarrestar la acción del partido fanático en esta ciudad, y si fuera posible difundir en grado mayor los principios liberales entre quienes han de gobernar a este país, inicié y ayudé a cierto número de personas respetables [...] a formar una gran logia de masones yorkinos". De modo que los vecinos del norte anunciaban ya su determinación de querer gobernar nuestro país.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 19 de enero de 2007).

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Henry David Thoreau, para muchos creador de la frase desobediencia civil en 1849, en una obra titulada "Civil Disobedience", en que conminaba al pueblo norteamericano a no pagar impuestos, con el propósito de que éstos no fueran utilizados para financiar una guerra injusta: la guerra contra México.

El señor Thoreau puso el ejemplo a quienes quisieran seguirle, al anunciar al gobierno del presidente Polk, su negativa a sufragar los impuestos correspondientes, por lo que el fisco lo encarceló.

Ya en la cárcel recibió la visita de un amigo quien más o menos le dijo: "No concibo que estés en la cárcel por lo que consideras una injusticia", a lo que Thoreau le respondió en el acto: "Lo que no concibo yo es que no estés tú en la cárcel cuando el gobierno injusto ha convertido esta celda en el único lugar al que pueden aspirar las personas decentes".

Juan de la Borbolla R., catedrático universitario
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 11 de septiembre de 2006).

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En 1828, los masones yorkinos moderados proponían a don Manuel Gómez Pedraza y los radicales a Vicente Guerrero. La elección se efectuó el 1 de septiembre, pero el 2 de enero de 1829, al irse sabiendo que el vencedor había sido Gómez Pedraza, ministro de Guerra de Guadalupe Victoria, se produjo el levantamiento propiciado por Santa Anna en Veracruz para favorecer a Guerrero, en la capital, poco antes se había registrado otro levantamiento en que saquearon comercios del centro. Como haya sido, 11 legislaturas estatales favorecían a Gómez Pedraza y sólo 8 a Guerrero y, después de diversas maniobras entre los diputados, se declaró presidente a Guerrero y vicepresidente a don Anastasio Bustamante. Esta "elección" inició una larga serie de elecciones surrealistas -la última fue la de Salinas, cuando se cayó el sistema-, que caracterizarían nuestra historia electoral hasta la creación del IFE.

El hombre al que habían apoyado 11 legislaturas tuvo que huir a Estados Unidos, mientras que al candidato que habían apoyado sólo 8 era el presidente de la república. No se cayó el sistema: el asunto fue más terminante: cayó el presidente electo y subió el candidato derrotado.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.24 del periódico Público del 20 de enero de 2006).

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Es añeja -por no decir inmemorial- la denostación entre adversarios en períodos electorales. Desde la antigua Roma del año 53 A.C., se atribuyó a Quintus Tullios Cicero un Breve Manual de Campaña Electoral, en el que aconsejaba a Marcus como denostar a su contrincante. En México, la primera campaña negativa data de 1832. En los comicios presidenciales de 1828 los contendientes fueron el general Manuel Gómez Pedraza, Vicente Guerrero y Anastasio Bustamante. Gómez Pedraza fué el vencedor que representaba a la derecha, pero Vicente Guerrero, apoyado por el primer embajador de los Estados Unidos, Joel Poinset, desconoció el triunfo y lo llamó "presidente espurio" , Poinset y Vicente Guerrero, protagonizaron el primer golpe de estado en la historia de México. El congreso anuló la elección del triunfador y Vicente Guerrero quedó como titular del poder ejecutivo. Poco tiempo después, el congreso lo cesó de sus funciones por incapaz.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.Razón y Acción del 30 de junio de 2012).

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Durante los primeros 46 años de nuestra vida independiente, de 1821 a 1867, no tuvimos un gobierno fuerte y respetado; padecimos dos invasiones y perdimos casi la mitad del territorio. Durante estos 46 años estuvieron vigentes cinco constituciones, soportamos dos imperios, dos repúblicas centrales, un régimen constitucional centralista y tres repúblicas federales. "En los tres primeros cuatrienios de la primera República Federal ocuparon la silla presidencial once personajes. Las Siete Leyes de 1836 no vieron cumplida ni la mitad completa del periodo presidencial de ocho años que establecieron, pues el presidente Bustamante tuvo que salir a campaña varias veces durante los cuatro años que duró su gobierno. Y en la vigencia de las Bases Orgánicas de 1843, los presidentes constitucionales propietarios Santa Anna, Herrera gobernaron cada uno unos meses tan sólo. Diez fueron los presidentes del Centralismo y nueve los de los siete años escasos de la Segunda República Federal; unos y otros con varias administraciones. Mas el desconcierto llegó al colmo con la tercera República Federal, que tuvo no sólo dos supremos gobiernos simultáneos, sino, por momentos, dos presidentes en cada uno de aquéllos" (J. Bravo Ugarte, Historia de México, tomo tercero I, página112) . Por si fuera poco, Iturbide y Guerrero, los consumadores de la Independencia, recibieron "el premio" de ser fusilados por sus compatriotas a los que habían dado patria.

Los dos emperadores fueron fusilados: Iturbide habiéndolo sido, y Maximiliano que ceñía aún la corona que le habían concedido no pocos mexicanos. Tres ex presidentes se añadieron a la lista de fusilados: Guerrero, Miramón y Robles Pezuela.

En esos mismos 46 años a que nos referimos, recordemos que su Alteza Serenísima ocupó once veces la presidencia, pero con trabajos sumó seis años en el poder. En 1833 tuvimos 7 presidencias. En 1846, don Nicolás Bravo fue presidente por nueve días: del 28 de julio al 6 de agosto; pero peor le había ido en 1839, en que fue presidente por sólo siete días, del 10 al 17 de julio. José María Bocanegra en 1829, ni siquiera cumplió como presidente los nueve días de las posadas, puesto que ocupó la silla por sólo 5 días: del 18 al 23 de diciembre.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.19 del periódico Público del 9 de enero de 2004).

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Nuestro vecino del norte acechaba la mínima oportunidad para declarar una guerra que hubiera significado la anexión de todo el territorio, conflicto que no se dio por la prudencia que demostró el Presidente Díaz a pesar de las constantes violaciones a la frontera norte del país, por fuerzas regulares de Estados Unidos, que con el pretexto de combatir las incursiones de las tribus indígenas entraban impunemente a territorio mexicano, a cargo del general Ord, acicateado por las ambiciones expansionistas del presidente Hayes. Se acusaba al gobierno mexicano de indeciso y pasivo ante tales actitudes y los políticos americanos querían distraer a sus conciudadanos del recientemente terminado conflicto entre sur y norte.

Sergio A. López Rivera
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 3 de diciembre de 2003).

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Poinsett, nombrado por el presidente estadounidense John Quincy Adams como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en México, recibió instrucciones, recordadas por Josefina Zoraida Vázquez y Lorenzo Meyer: "Firmar un tratado de amistad y comercio con trato preferencial para Estados Unidos, contrarrestar las actividades de los británicos, detener los planes de México y de Colombia para independizar Cuba y dejar claro que en caso de ocurrir la independencia, la isla, por su posición geográfica estratégica, tendría que anexarse a Estados Unidos. También trabajaría para la construcción conjunta de un camino comercial de Misouri a Santa Fe". Y lograr que los mexicanos aceptaran "la conveniencia de trasladar la frontera al oeste del río Sabinas". También nos haría recordar que "la Constitución estadounidense sirvió de modelo a la mexicana de 1824".

Bernardo Méndez Lugo
(v.pág 9A de Ocho Columnas del 21 de noviembre de 2001).

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El 1er. embajador de los E.U. en México, Joel R. Poinsett, fue con el general Vicente Guerrero el autor del 1er. golpe de estado en nuestro país, al desconocer el triunfo de las elecciones presidenciales ganadas por el general Gómez Pedraza.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 6 de febrero de 2016).

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Mr. Poinsett, diplomático sinvergüenza, fue en buena parte quien logró que perdiéramos Texas y después atizó los fuegos para la muy injusta invasión de 1847. Con razón, al considerar la acción de Poinsett en nuestro país y la acción política expansionista de Estados Unidos, escribió Luis Gonzaga Cuevas, en su libro El Porvenir de México, "Los Estados Unidos le deberían hacer una estatua monumental porque le dio a su país más que todos sus generales juntos en la guerra del 47". Dos semanas antes de que Victoria comenzara su 2o. año en la presidencia, Poinsett, al instalarse en la junta masónica, el gran Oriente Yorkino, estableció El Partido Americano. Luego escribiría: "El partido que se dice haber sido creado por mí resultó en tal forma victorioso en las últimas elecciones, que ninguno de los pertenecientes al partido opuesto fue reelecto para la legislatura de los estados". Lorenzo de Zavala quien después favorecería la anexión de Texas a los Estados Unidos, escribió sobre estos políticos: "La mayor parte de los directores de estas sociedades secretas (logias masónicas) y los más acalorados partidarios eran lo que debe llamarse en los idiomas de los economistas 'hombres improductivos'." (José Fuentes Mares, Poinsett, Historia de una gran intriga, México, Jus, 1958, p.110) Así es que al pobre de Guadalupe Victoria, desde su 2o. año, le tocó lidiar con el sinvergüenza gringo de colmillo más que retorcido que, sobra decirlo, le comió todos los mandados.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 24 de enero de 2014).

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A diferencia de don Nicolás Bravo, valiente defensor de Chapultepec, Juan Alvarez se había mostrado muy cobarde en la batalla de Molino del Rey.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 16 de marzo de 2007).

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Bandera gringa sobre Palacio Nacional

Entre 1824 y 1994 los Estados Unidos llevaron a cabo 73 invasiones a países de América Latina. Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada.

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Norteamérica

México en 1821.

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En 1847, al firmarse los Tratados de Guadalupe Hidalgo, 100,000 mexicanos permanecieron en un país que ya no era el suyo. A partir de ese momento la conquista del oeste consistió en despojar a los mexicanos de sus haciendas, ranchos, pueblos, minas, puertos, caminos y ganado. Hollywood inventó la versión de que el avance hacia el oeste se desarrolló sobre terrenos baldíos ocupados por tribus indias, pero en realidad fue fundamentalmente una guerra contra los mexicanos asentados en los antiguos territorios de nuestro país.

Alberto Betancourt Posada, investigador de la UNAM
(v.pág.6-A del periódico El Informador del 28 de marzo de 2001).

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El Tratado de Guadalupe Hidalgo que firmaron las partes para terminar la guerra dejó insatisfechos a algunos intereses estadounidenses. Particularmente en lo que hoy es parte de Arizona, que había quedado en México, se quería más terreno para pasar el ferrocarril del sur a la Costa del Pacífico, ante la posible separación con los estados del norte. Además, en ese territorio se descubrieron varias minas de oro, plata y cobre nada magras, cuyo secreto no se iba a guardar por mucho tiempo. El resultado fue el tratado de la venta de La Mesilla en 1854, una sesión de territorio mexicano adicional a cambio de 10 millones de dólares para el gobierno mexicano.

Cantidad que se repagó con muchas creces por los metales preciosos y otros beneficios obtenidos por su comprador.

En la venta de La Mesilla se fueron varias poblaciones de mexicanos que se habían salvado en la cesión de tierras de 1848; entre ellas, la ahora ciudad de Tucson. El pueblo de Nogales fue cercenado en 2 y dividido por una cortina de hierro, anticipándose unos 100 años a la de Berlín. Los conciudadanos mexicanos que vivían legalmente en sus casas mexicanas estando protegidas por la abolición de la esclavitud en México hacía ya medio siglo, se encontraron de la noche a la mañana en un mundo de vida esclavista y con ciudadanía confusa.

Norberto Alvarez Romo
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 1o.de junio de 2010).

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Estados Unidos debía su condición de gran potencia a la acción militar y no solo a las empresas económicas. En 1846 invadió México y conquistó California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, Kansas, Wyoming y Oklahoma. El tratado de paz confirmó así mismo la anexión previa de Texas por Estados Unidos. Unos 13,000 soldados norteamericanos murieron en la guerra, que añadió 2.3 millones de kilómetrps cuadrados a Estados Unidos (más territorio que Francia, Gran Bretaña, Alemania, España e Italia juntos). Fue la ganga del milenio.

Los norteamericanos del siglo XIX medraron ocupando las minas de oro de California y los ranchos ganaderos de Texas.

Yuval Noah Harari
("21 lecciones para el siglo XXI". Penguin Random House Grupo Editorial. México, 2018).

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Estamos acostumbrados a ver en los western de Hollywood que en la conquista del Viejo Oeste, las caravanas debían enfrentar un territorio inhóspito plagado de tribus salvajes que pronunciaban gritos ininteligibles mientras se llevaban la mano a la boca.

Pero estas películas olvidan que para la conquista del "salvaje oeste" ya habían pasado cientos de años de convivencia entre aquellas etnias y el dominio español primero y la república mexicana después.

Las primeras expediciones españolas a Kansas, el cañón del Colorado y el sudoeste del actual Estados Unidos, datan de 1540 encabezadas por Vasquez de Coronado. Este territorio ya tenía unos 3 siglos de tradición hispana para la época de Buffalo Bill, Toro Sentado, Gerónimo y la fiebre del oro del siglo XIX.

Por ello, no es de sorprender que en la zona ya se hablaba el español y muchos de sus habitantes se habían convertido al cristianismo, uno de ellos, el legendario Gerónimo, según ha sido revelado en el reciente descubrimiento de las partidas de bautizo de Gerónimo y sus padres (Apaches. Fantasmas de Sierra Madre, M. Rojas, 2008).

La leyenda de Gerónimo nace después de sobrevivir una incursión de militares mexicanos en su campamento. Desde ese día empezó a escuchar a los espíritus que le pedían defender la vida de su pueblo. Entonces encabezaría una serie de ataques contra el ejército mexicano y colonos que luego desembocaban en una fuga imposible. Los apaches y mexicanos afirmaban que no era un simple mortal y él mismo llegó a decir que no existía bala capaz de matarle.

Una y otra vez lo atraparon y en todas lograba fugarse acrecentando más su leyenda. Lo llegaron a perseguir hasta 5000 soldados estadounidenses y 3000 mexicanos.

Según el mexicano Alvaro Enrigue (Ahora me rindo y esto es todo), Gerónimo era más mexicano que la "salsa verde" y la colonización no encontró un Salvaje Oeste lleno de tribus hostiles sino un mundo hispano mestizo donde el Virreinato de la Nueva España había reconocido su derecho de propiedad sobre la tierra que luego negaron los colonos estadounidenses, apoyados por una República de México luchaba por consolidarse luego de su independencia.

Una vez más, el imaginario colectivo es formado por las fantasías de Hollywood antes de la verdad histórica, una historia hispanomestiza que pareciera quieren borrar.

Fuente: El silencio tiene un precio, María Elvira Roca Barea, 2018.

(V.Arqueología viva de México del 23 de abril de 2022).

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Doce años antes de la defensa de Puebla, se había consumado el sueño Monroe, "América para los americanos", cuando mediante el "tratado" Guadalupe-Hidalgo, el Ejército norteamericano había despojado a México de más de la mitad de su territorio. Ignacio Zaragoza había nacido en tierras mexicanas en 1829, cuando todavía Texas y Nuevo México formaban parte de la República Mexicana. Originario de Corpus Christi [Texas], Zaragoza había sufrido en carne propia lo que significó la mutilación de su patria desde que con el subterfugio de la independencia de Texas, hacia 1835, la segregación de las vastas regiones del norte mexicano serían adheridas a las estrellas en el pabellón de las barras, que consolidó con ello su hegemonía en todo el continente.

Jesús González Schmal
(v.pág.11-A del periódico El Occidental del 14 de mayo de 2001).

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En los tiempos de la invasión francesa, el itinerante gobierno del presidente Benito Juárez emitió un decreto en el que autorizó a los pueblos de México armarse para que se defendiera de la delincuencia que se había desatado por todos los caminos y andurriales del país.
Es un pasaje de la historia de México fielmente retratada en El Zarco, novela histórica del maestro Ignacio Manuel Altamirano.
Entonces, el ejército nacional guerreaba contra los invasores y la policía estaba prácticamente desaparecida o, peor aún, bajo el mando de los franceses o, de plano, neutralizada por grupos sinfín de bandidos, que barbotaban a la vera de todos los caminos como suele la mala yerba ocupar, necia, el llanerío.
Rancherías, pueblos, ciudades enteras eran sitiadas por la delincuencia y el gobierno juarista no podía hacer nada, simple y sencillamente porque su ocupación fundamental era o escapar de los franceses o enfrentarlos.
Ante el vacío profundo que, como Estado, había propiciado la invasión, Juárez autorizó mediante aquel decreto a todos los pueblos a armarse para combatir al bandidaje desatado, que lo mismo saqueaba, mataba, violaba o robaba cosas materiales y vidas humanas.
Era, sin duda alguna, una situación excepcional la que los mexicanos vivían. Sólo podían transitarse los caminos cuando algún cuerpo de tropa del ejército mexicano pasaba por allí. Debe haber sido un verdadero suplicio ir de un pueblo a otro pueblo sin el acompañamiento eventual de los soldados.
Pero la gente se cansó de permanecer escondida dentro de su propia casa, Juárez emitió el decreto de marras y comenzaron a salir de esos pueblos grupos de gente armada, gente del pueblo, de las comunidades, que procedieron a salir hacia los caminos para enfrentar a gavillas poderosas.

Vicente Bello
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 11 de febrero de 2013).

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Después de la Guerra de Reforma, el gobierno juarista no pudo pagar la deuda contraída con algunos países europeos y declaró la suspensión de pagos. Francia, España e Inglaterra constituyeron la Triple Alianza y bloquearon los puertos mexicanos del golfo para presionar. Los buques aliados llegaron a finales de 1861 y principios de 1862. Después de las negociaciones de Manuel Doblado con los representantes europeos, españoles e ingleses acordaron retirarse a condición de la reanudación de pagos. Los franceses se quedaron e invadieron México. Luego los franceses llegaron a la capital y empezó el breve y trágico imperio que terminó con el fusilamiento de Maximiliano el 19 de junio de 1867. Juárez entró a la Ciudad de México en julio de aquel año.

Gil Gamés
(v.pág.20 del periódico Milenio Jalisco del 25 de agosto de 2017).

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Óleo de Patricio Ramos, siglo XIX.

El promocional, producido por el gobierno federal, recalca que "al vencer al ejército francés, Ignacio Zaragoza cambió la historia de México y de Norteamérica, evitando así una invasión por nuestro territorio".
Para los historiadores, este discurso tiene poco que ver con los hechos históricos. Más bien, se trata de un discurso que, como muchos otros, fortalece el mito glorioso del triunfo de México ante un ejército extranjero, que en la memoria histórica se ha arraigado como símbolo de una reivindicación cultural por todos los daños sufridos desde la Conquista.
Para el historiador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Humberto Morales Moreno estos spots siguen "machacando el mito hagiográfico de la gloria del general Ignacio Zaragoza. Sin menospreciar su notable talento militar, creo que se exagera el impacto de la gesta de Puebla en sí, sobre las tribulaciones en Estados Unidos. No debemos olvidar que la Guerra de Secesión Americana tuvo 2 frentes políticos hacia Francia: el primero, en el contexto de la Batalla del 5 de Mayo, fue de neutralidad y casi nulo el apoyo hacia México; el segundo, cuando los yanquis ya habían triunfado después de 1865, apoyan totalmente a México. La resistencia republicana de Juárez fue decisiva para que cambiara la historia con Estados Unidos, pues la batalla como tal sólo ganó tiempo para reorganizar el escenario de la inevitable intervención militar francesa".
Luis Gerardo Morales, investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, aclara que Estados Unidos no fue amenazado por los franceses: "Lo que pasa es que, como coincide el triunfo de los yanquis sobre los confederados texanos sureños, para ellos se convierte en un símbolo de unión con México. Derrotaron a las instituciones expansionistas europeas y en ese sentido coinciden, pero Estados Unidos no fue amenazado por los franceses".
El 5 de Mayo, añade el investigador, en realidad fue la inesperada derrota de un ejército que se creía invencible.
La Batalla del 5 de Mayo logró posponer la intervención de las fuerzas napoleónicas durante un año, lo cual dio tiempo al gobierno republicano de Juárez para medir sus fuerzas, preparar la inminente salida de la Ciudad de México y la resistencia, explica Humberto Morales Moreno.
"Ganamos el 5 de Mayo, pero días después perdimos la Batalla del Cerro del Borrego (junio de 1862). Lo más importante de esa fecha es que los franceses no volvieron a tomar el Altiplano sino hasta un año después", comenta el historiador Silvestre Villegas Revueltas, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
A esta inesperada victoria también ayudó la naturaleza, comenta el historiador austriaco Konrad Ratz: "Cuando el general Lorencez mandó avanzar a los zuavos contra el Cerro de Guadalupe, un aguacero tropical transformó el campo de batalla en lodo. Los ataques de caballería y bayoneta de los mexicanos pararon el ataque y finalmente causaron a los franceses una derrota memorable".
Por otro lado, este festejo es considerado erróneamente por los estadounidenses como la Independencia de México. "Para los americanos es la verdadera Independencia de México y el afianzamiento de la Doctrina Monroe. Es reconocerle a México su capacidad autónoma de defenderse contra el imperialismo europeo y dar una lección de autodeterminación a nivel mundial, eso es lo que se festeja en la Casa Blanca todos los 5 de Mayo. Pero para México, como lo dijeron Altamirano y Juárez, es su segunda independencia de Europa y el destierro definitivo del monarquismo, bajo cualquiera de sus presentaciones", aclara Morales Moreno.
En el caso de México, añade el historiador Luis Gerardo Morales, el festejo del 5 de Mayo comienza a arraigarse a partir del siglo XX, con el triunfo de los revolucionarios, ya que durante el Porfiriato la fecha con mayor importancia era el 2 de abril de 1867, en la que Porfirio Díaz se coronó como el héroe de la Intervención francesa.
Por su parte, el historiador Villegas Revueltas comenta que el festejo en Estados Unidos se va consolidando desde 1862, cuando los tejanos establecen que se debe honrar a los que consideran sus héroes, como Ignacio Zaragoza.

(V.pág.8-A del periódico El Informador del 30 de abril de 2012).

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Existe un acontecimientos histórico vergonzoso que cuidadosamente hemos ocultado. El general Ignacio Zaragoza, triunfador de la batalla del 5 de mayo de 1862 sobre el ejército francés en la ciudad de Puebla, escribió a Juárez: "Qué bueno sería quemar a Puebla; la ciudad está de luto por la derrota de los franceses el 5 de mayo. Esto es triste decirlo, pero es una realidad lamentable".

El héroe, "Benemérito de la patria en grado heroico", ante vergüenza tal, se declaró adepto a la purificación por el fuego. Justo un año después, los franceses derrotaron al Ejército Mexicano, ocupando la ciudad, donde fueron recibidos como héroes al desfilar por las calles bajo una lluvia de flores. Hoy, el estado se llama Puebla de Zaragoza.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 28 de noviembre de 2009).

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Hombre digno de recordación es el general Ulysses Grant, quien al frente de los ejércitos de la Unión, logró la victoria final sobre los Confederados del Sur en la batalla de Appomattox. En 1868 fue elegido presidente de los Estados Unidos y electo en 1872. Muy joven participó en la injusta guerra contra México en 1847. Años después escribió: "...Esa guerra es uno de los más injustos ataques que ha perpetrado una nación fuerte contra una débil. Ahí, nuestra república siguió el pésimo ejemplo de las monarquías europeas, que hacen a un lado la justicia en su ambición por apoderarse de más territorios". El general Grant, vencedor en la guerra civil de su patria, pensó siempre que la contienda entre la Unión del Norte y los Confederados del Sur, causa de tanta muerte y destrucción, había sido "un castigo de Dios por los pecados que los Estados Unidos cometieron contra México".

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 17 de enero de 2009).

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La ciudad de Puebla, única en la que se ha dado una batalla victoriosa por la dignidad nacional (5 de mayo de 1862).

Carlos Marín
(v.pág.26 del periódico Público del 15 de abril de 2005).

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En Francia, ciertamente Puebla no se menciona en los libros escolares de historia, en cambio dedican largos párrafos a la Batalla de Camarones. Recuerdo que más de una vez, cuando conocía yo a alguien y se enteraba de que yo era mexicano, al momento me preguntaban: "¿Y qué opina de Camarones?". Las primeras veces obviamente respondía yo con la pregunta "¿Y a qué se refieren?". Me tuve que poner a estudiar y resulta que fue un combate, por los rumbos de Veracruz, según creo recordar, en la que un batallón de la Legión Extranjera fue totalmente aniquilado por las fuerzas republicanas y la legendaria Legión conserva como su máximo trofeo la mano artificial del jefe de la legión que pereció en Camarones. Camarones y Dienbienfú, en la Indochina de 1954, son las máximas hazañas de la Legión Extranjera. De modo que si usted, quiere dar gusto a un francés, háblele del heroísmo de los legionarios en Camarones. Si usted le habla de Puebla y del 5 de mayo, lo más probable es que el francés se quede boquiabierto como yo me quedaba cuando me preguntaban por Camarones.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 4 de mayo de 2007).

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La historia oficial ha hecho necesario estirar las fechas haciendo creer que la guerra fue para imponer al barbas como gobernante, sin importar que el segundo emperador de México llegó como dos años después de la batalla y trata de ignorar que los franchutes, en esta segunda intervención, porque ya había habido otra, salieron de nuestra patria hasta varios años después, en 1867. Así que esta batalla fue de las primeras que se dieron durante esta invasión.
Pero no crea usted que fue la única batalla ganada por nosotros contra los franceses, otra fue la batalla de Camarón, que aconteció en Veracruz, prácticamente un año después de la victoria de Puebla, el 30 de abril de 1863, en la que sin telegrama también se obtuvo la victoria.
Mientras la batalla del 5 de mayo sólo es recordada en nuestro país y en Gringolandia, donde por cierto, es el día que más aguacate se consume en el mundo, sin importar que los gringos no sepan bien qué es lo que se festeja. En Francia no les gusta festejar derrotas. Sin embargo, la de Camarón, tan poco recordada en nuestro país, y a pesar de haber sido derrotados es recordada anualmente por el ejército francés.
Ciertamente habrá siempre alguien que lo ninguneé por situaciones particulares de la batalla o por ser francófilo, pero es innegable que el ejército nacional dirigido por el coronel don Francisco de Paula Millán al mando de 1,200 soldados de infantería y 800 de caballería derrotó, hasta hacer que se rindieran, a una columna de aprovisionamiento del ejército francés formada por 65 hombres contando al general Jean Danjou. Aquello fue una masacre para ambos ejércitos. En la batalla murieron 90 mexicanos, quedando 300 heridos y 31 franceses murieron, quedando 21 heridos. Hay que decir que en los días que siguieron a la batalla murieron 200 mexicanos y los 21 franceses heridos murieron probablemente a consecuencia de la insalubridad y de los defectuosos cuidados médicos.
En el sitio de la batalla hay un monumento recordando el evento, aunque se desconoce donde fueron enterrados nuestros 290 combatientes, y en realidad no creo podamos saber la causa de la muerte de 231 heridos, pero puedo sospechar que los médicos tuvieron algo que ver.

Carlos Enrigue
(v.pág.2-B del periódico El Informador del 6 de mayo de 2012).

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El 17 de julio de 1861, el presidente Benito Juárez, líder del Partido Liberal, decretó una moratoria suspendiendo los pagos de la deuda externa mexicana. Las razones de esta medida eran consecuencia de la cruenta Guerra de la Reforma entre 1857 y 1860, y que concluyó con la derrota de los conservadores. Aquellos recursos eran necesarios para la reconstrucción del país. Sin embargo, en octubre de ese año, tres potencias acreedoras, Gran Bretaña, Francia y España, protestaron contra la medida tomada por Juárez. El emperador francés Napoleón III se comprometió con los monárquicos mexicanos, residentes en Europa, en el proyecto de instaurar una monarquía en México. Soñaba con construir un imperio latino que sirviera de muro de contención a la expansiva República de Estados Unidos, por lo que la suspensión de pagos le venía como anillo al dedo para intervenir y crear en México una monarquía al frente de la cual estaría un príncipe católico europeo. Napoleón III convocó a España y Gran Bretaña para llegar a un acuerdo. Se reunieron en Londres para asumir una posición conjunta con respecto a la decisión del gobierno mexicano. Los tres países firmaron una alianza y organizaron una expedición armada a México para obtener el pago de la deuda por la fuerza, sin intervenir en la política interna.

A fines de diciembre de 1861, las primeras fuerzas europeas llegaron a Veracruz. Se trataba de un contingente español al mando del general Juan Prim. En enero, arribaron los contingentes franceses y británicos, al mando de Dubois de Saligny y Sir Charles Wyke, respectivamente. Juárez ordenó no oponer resistencia para evitar el estallido de una guerra y propuso negociaciones para buscar una salida a tan compleja coyuntura y consiguió, mediante los Tratados de la Soledad, que se retiraran los ejércitos inglés y español. Pero los franceses no. Francia se quedó sola, resuelta a imponer una monarquía en México. Contaba con un numeroso ejército expedicionario, del cual el general Charles Ferdinand de Lorencez, como comandante en jefe de las fuerzas francesas en México, declaró: "Somos tan superiores a los mexicanos por la raza, la organización, la disciplina, la moral y la elevación de los sentimientos que a la cabeza de 6 mil soldados ya soy el amo de México".

El general galo cometió un gravísimo error de apreciación. En la mañana del 5 de mayo de 1862, el mejor ejército del mundo fue derrotado en Puebla. El humillado Lorencez tuvo que solicitar refuerzos y más armamento a París. Entre las nuevas tropas que llegaron de Francia a Veracruz, se encontraban tres batallones de la Legión Extranjera al mando del coronel Jeanningros, quien había participado en la batalla de Moulay-Ishmael en Argelia. Los mexicanos disponían de un ejército de 20,000 hombres en el norte, al mando del presidente Juárez, y otros 20,000 en el sur, comandados por Porfirio Díaz. Estas tropas ejecutaban constantes ataques a la línea de comunicaciones francesa entre Veracruz y las afueras de Puebla, por lo cual la legión tenía como misión asegurar la circulación y la seguridad del envío de provisiones y municiones.

Un convoy compuesto por 64 carretas, que llevaban varios cañones destinados a demoler las defensas de Puebla, además del oro para pagar a los soldados, debía partir desde Veracruz. El coronel Jeanningros ordenó que la tercera compañía del regimiento extranjero fuese a la vanguardia con el capitán D'Anjou al mando. La inteligencia mexicana era buena y pronto tomaron conocimiento sobre la existencia de este convoy. Se desató una batalla feroz entre las tropas mexicanas y la Legión Extranjera francesa. De hecho, el 30 de abril de 1863, miembros del Ejército Mexicano derrotaron a los legionarios franceses.

Guadalupe Loaeza
(v.pág.13 del periódico Mural del 29 de abril de 2010).

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El aniversario es el de la batalla del 2 de abril, en la cual las armas mexicanas obtuvieron un importante triunfo sobre los franceses en la lucha contra el Imperio de Maximiliano. ¿Por qué no es recordada esa batalla, como se recuerda la del 5 de mayo, de Ignacio Zaragoza? Porque la victoria que digo la ganó Porfirio Díaz, un héroe condenado injustamente, igual que tantos otros buenos mexicanos, al basurero creado por la mentirosa Historia oficialista que se nos enseñó, y que aún prevalece sobre la verdad. Don Porfirio ha sido objeto de un trato muy injusto. No se le reconoce el supremo patriotismo que mostró al hacer renuncia voluntaria del poder, y desterrarse, para evitar que México se bañara en sangre, como luego sucedió con aquellas luchas "revolucionarias" de quítate tú para ponerme yo. Por fortuna los méritos de don Porfirio empiezan ya a apreciarse: en algunas ciudades hay estatuas suyas, o calles con su nombre. Subsisten todavía, sin embargo, prejuicios anacrónicos, y aún no se hace justicia a este hombre bajo cuyo gobierno México tuvo paz y alcanzó prosperidad, y cuyos errores fueron más fruto de su tiempo y de las circunstancias que de sus ambiciones personales. Llegará el día -cuando México sea un país moderno, libre de dogmas, fincado en la verdad y en la concordia- en que los restos de don Porfirio Díaz podrán descansar en su solar nativo. Mientras tanto el héroe del 2 de abril sigue en un destierro injusto, risible por lo absurdo, que a todos nos debería avergonzar.

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
(v.periódico El Siglo de Durango del 2 de abril de 2009).

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Enrique Plascencia de la Parra, investigador de la UNAM, en un artículo publicado en Historia Mexicana, en su número de octubre-diciembre de 1995, aclara muy bien el alcance de la historia y del mito de los cadetes que murieron bajo las balas de los gringos en 1847. Antes debo decir que José María Roa Bárcena, el cronista de la invasión, para nada menciona a esos héroes y que "México a través de los siglos", la historia oficial porfiriana, tampoco aporta mayores datos. El estudio de Plascencia de la Parra, utilizando todas las fuentes documentales disponibles afirma que, por principio de cuentas, los "niños" fueron realmente jóvenes rebeldes: desobedecieron las órdenes de don Nicolás Bravo, director del Colegio Militar, quien, al verse sin armas ni parque, ordenó que se fueran a sus casas y no estorbaran. Miguel Miramón, cadete disciplinado, se escapó así de ser niño héroe. Las leyendas que contamos a nuestros niños en primaria: que uno se envolvió con la bandera, que otro ofreció el pecho a las bayonetas gringas, que otro, ya sin parque, se defendió con su espada son muy probablemente mitos y leyendas: nada de eso está documentado, como no sea que murieron en Chapultepec. Ciertamente sin quitarles lo indisciplinado, fueron valientes porque esos días y durante todas las batallas, Molino del Rey por ejemplo, era vergonzosa la deserción de nuestros soldados que huían por las noches en vísperas de las batallas. Nadie podrá negar que, sea lo que sea y a diferencia de los miles de desertores, los cadetes indisciplinados tuvieron hombría y valor.

Consta que en 1849 hubo una ceremonia para recordar a los cadetes caídos y en 1851, en una ceremonia cívica para festejar la independencia, el día 15 en el teatro nacional, el joven Miguel Miramón pronunció un discurso en que recordó a sus compañeros muertos y mencionó sus nombres. Un año después se les comenzó a llamar "niños".

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 13 de septiembre de 2002).

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Es interesante que los autores de la obra clásica Apuntes para la historia de la Guerra entre México y Estados Unidos publicada en 1848, sólo habla de "algunos alumnos que hacían fuego y eran los últimos en defender el pabellón nacional" y de la valentía del coronel Santiago Xicoténcatl, pero no hay ni una palabra sobre los 6 "Niños Héroes". Nunca he tenido a la mano el Parte de las operaciones ejecutadas por la tercera brigada de infantería del Ejército Mexicano en los días 12 y 13 de septiembre de 1847 publicado en 1847. Por diversos estudios, concluyo que en los meses posteriores a septiembre de 1847 nadie habló de los 6 cadetes heroicos. En septiembre de 1849 hubo un acto para honrar a los muertos en Chapultepec, pero no parece que se hayan pronunciado sus nombres. En Septiembre de 1851, en un acto conmemorativo, el cadete Miguel Miramón habló de sus compañeros caídos. Un año después, en un acto solemne, el director del Colegio Militar fue el primero que los llamó "niños". En 1856 se solicitó al presidente Comonfort que se erigiera un monumento a los héroes del 47. El triunfo de la República sobre Maximiliano y los franceses, en 1867, fue el acontecimiento histórico que transformó la derrota de 1847 en una epopeya. El 1er. texto de historia que hace referencia a los alumnos del Colegio Militar –limitándose a indicar que realizaron actos valerosos- fue el Compendio de la Historia de México de Manuel Payno publicado en 1870. Por otra parte, la 1a. vez que se mencionaron los nombres de los cadetes fue en un texto de Luis Pérez Verdía en 1873.

En 1871 un grupo de militares solicitaron al presidente Benito Juárez que se declarara día de luto nacional el 13 de septiembre, y lo invitaron también a asistir al acto que prepararon el 8 de septiembre de ese año. La ceremonia más solemne, digamos la actual, la estableció Porfirio Díaz.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 12 de septiembre de 2014).

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El insostenible mito de los Niños Héroes de Chapultepec es una pura invención fabricada para explotar el patrioterismo y las manipulaciones de los políticos que padecemos.

Germán Dehesa
(v.periódico Mural del 6 de octubre de 2005).

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¿Existen o no El Pípila y los Niños Héroes? Sí y no. Creo que asistimos a ese fenómeno de creación colectiva que es un mito; una entidad cuya existencia se cumple en el imaginario colectivo que lo encarna en un ser y se lo impone a la realidad.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 5 de mayo de 2007).

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En 1947, si mal no recuerdo, en el bosque de Chapultepec descubrieron osamentas que se mostraron al público con la certeza (?) de que eran de los Niños Héroes. Recuerdo que me bajé del tranvía, y al pasar frente al Palacio Nacional me topé con un gran templete de madera sobre el que estaban unas cajas de vidrio con los huesos encontrados. Cuando llegué a casa de mi tío José, me dijo socarronamente: ¿y quién te asegura que son huesos de los Niños Héroes y no de los soldados gringos? La pregunta la sigo sin responder.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.20 del periódico Público del 16 de octubre de 2009).

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Los Niños Héroes son nuestro mejor espécimen de héroes creados de mentiras. Durante muchos años se dijo que nunca existieron, cosa que hoy los historiadores sostienen que de existir, si existieron, de ahí a que fueran niños y que hubieran enfrentado solos a un ejército es otro boleto. Los Niños Héroes son producto del romanticismo del porfiriato. Al lado de los héroes niños había 1,200 sorgatones más, pero enfrente 2,000 gringos furibundos. La masacre fue espantosa: una tercera parte de los compatriotas salió en graciosa huida, otros se rindieron y al menos 600 murieron, entre ellos los cadetes, que cayeron cuando trataban de huir de las balas del enemigo. Nuestro querido Juan Escutia, un niño veinteañero, nunca se enrolló en la bandera. De hecho la bandera fue capturada por el ejército enemigo y llevada como trofeo a los Estados Unidos, donde permaneció hasta los años 70 en que, en un gesto de buena vecindad, la regresaron a México.

El nacionalismo revolucionario le dio una segunda vuelta de tuerca al mito de los Niños Héroes. Al cumplirse 100 años de la caída de Chapultepec, el entonces presidente Miguel Alemán quiso hacer virtud de la derrota y reinventó a los jóvenes cadetes. Muy al estilo de la época, consiguió seis cráneos, que muertos sin nombre era lo que sobraba en la época, y los hizo enterrar con bombo y platillo en un nuevo monumento.

Pero la historia más divertida, según narra el historiador Alejandro Rosas, es la del 7o. niño héroe, el que quedó herido pero no murió. Bueno, no ahí, sino años después que fue mandado fusilar por Juárez, nada menos que el ícono conservador, el presidente Miguel Miramón. Si Miramón hubiera muerto con sus compañeros hoy gritaríamos su nombre al lado de Escutia, De la Barrera, Suárez, Melgar, Márquez y Montes de Oca. Pero aquella tarde "la bala del invasor" se equivocó y de la fortaleza de séptimo niño héroe nació el adulto traidor.

Diego Petersen Farah
(v.pág.1-B del periódico El Informador del 13 de septiembre de 2011).

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Victorias, sobre todo militares, hemos tenido pocas por eso antes festejábamos las derrotas, así, en mi infancia y juventud tenía lugar el festejo de los niños héroes de Chapultepec, que de alguna manera una fiesta grande, celebración que ahora es una fiesta más que ninguneada, nadie o muy pocos entienden qué demonios hacían esos muchachos -que ya no eran niños en ese pleito, pero que en otro tiempo alguien sugirió que en conmemoración de los aguiluchos la fecha se decretara como el día de la juventud mexicana, hechos que sucedieron el 13 de Septiembre de 1847 pero la historia se aderezaba con heroicidades de otros participantes ya casi olvidadas como la del teniente coronel Santiago Xicoténcatl (que ahora muy pocos saben quién era) que con una treintena de balas en el cuerpo rescató la bandera del batallón San Blas y murió envuelto en ella o una treintena de irlandeses del batallón de San Patricio, que luchaban por nuestro país y que tras la derrota fueron ahorcados por los gringos ese día y que decir del general Anaya que en Churubusco al ser requerido por el parque contestó “ si yo tuviera parque no estaría usted aquí”.

El día 16 de septiembre de 1810 se dio el grito por don Miguel Hidalgo, aunque la versión cambia según diversos intereses, pero lo cierto esa acción se quiera o no fue la que desencadenó la lucha que nos llevó bastantes años después en 1821 en que entró a la capital el ejército trigarante con lo que formalmente concluye el movimiento independentista; lo que si ha cambiado mucho es la forma de narrar el hecho; en su momento la "historia oficial" ponía énfasis en la pureza del cura de Dolores, en su cultura, pero ahora lo que parece interesar no es narrar como estuvo aquello sino contar que tan viejero o desordenado era don Miguel, que como todas las personas tenía sus ratos.

Lo que se ha revelado es que sin duda era un tipo muy popular, resulta difícil de creer que en pocos días después de iniciada la lucha miles de gentes, si se quiere mal pertrechadas y desorganizadas pero bola si hacían y lo seguían a su pura palabra. Entre otras cosas fue ganadero de reses bravas y productor de miel a la vez que organizador de trabajo comunitario. Ojalá que se estudiaran más esas actividades que permitirían un estudio más completo del sujeto.

Carlos Enrigue
(v.pág.4-B del periódico El Informador del 20 de septiembre de 2015).

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Ningún héroe niño tomó el lábaro patrio y se lanzó con él desde los altos del Castillo de Chapultepec para salvaguardarlo ante las tropas del invasor. Es verdad que el 13 de septiembre de 1847 unos cincuenta cadetes del Colegio Militar permanecieron en el Castillo de Chapultepec, su sede, para participar en la última batalla de defensa de la Ciudad de México, y que algunos, quizá cuatro, murieron; pero la mayor parte de los 1,200 defensores eran soldados regulares, incluyendo unos 400 efectivos del batallón de San Blas, comandado por el teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, al cual pertenecía Juan Escutia. Sí, Juan Escutia no era cadete, ni tampoco niño. Cuando falleció acribillado en las faldas del cerro de Chapultepec, al parecer mientras trataba de huir hacia el Jardín Botánico, era un joven soldado de 20 años.

La bandera de México ondeó sobre el castillo hasta que fue arriada por las tropas estadounidenses y entregada al general Winfield Scott, quien la llevó a su país como trofeo de guerra. El gobierno estadounidense la devolvió a México en el gobierno de José López Portillo.

También es falso -o, por lo menos, cuestionable- que unos restos humanos encontrados en 1947 en las faldas de Chapultepec hayan sido de los cadetes. Lo estableció, sin un estudio serio, un decreto del presidente Miguel Alemán Valdés, avalado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que nadie se atrevió a desmentir. Los restos fueron depositados en el Altar de la Patria, mejor conocido como el monumento a los Niños Héroes, cuya construcción ordenó el Presidente en 1947 y se concluyó en 1952. Ahí también se depositaron los restos del teniente coronel Xicoténcatl.

No sabemos cuál era la apariencia física de los cadetes que fallecieron en Chapultepec. Los rostros de las estampitas escolares, imitación de las que se hacen de los santos, fueron imaginados años después por artistas que no los conocían. Son imágenes románticas, idealizadas. Mucho de lo que nos dicen que ocurrió en la batalla de Chapultepec surge de historias orales que se fueron embelleciendo para forjar la heroica historia de los niños que murieron por la patria.

Uno de los niños héroes que sí existió fue Miguel Miramón, quien tenía 15 años y fue hecho prisionero en la batalla. El 11 de noviembre de 1847, cuando todavía estaba prisionero, se le concedió la medalla de honor a los defensores de Chapultepec. Hoy sus hechos de valentía se han borrado por razones políticas. En 1859, a los 27 años, Miramón fue nombrado presidente de México, el más joven de la historia; pero como lo hicieron los conservadores, que combatían a los liberales de Benito Juárez, el nombramiento y todas sus distinciones han sido borradas por la historia oficial. Sí se recuerda, en cambio, que fue fusilado con el emperador Maximiliano el 19 de junio de 1867.

La razón por la cual era necesario embellecer la guerra entre México y Estados Unidos es porque nuestro país sufrió una derrota contundente. Las tropas estadounidenses invadieron México en mayo de 1846 y para septiembre de 1847 habían acabado con toda resistencia. En el tratado de Guadalupe-Hidalgo del 2 de febrero de 1848 Estados Unidos obligó a México a ceder más de la mitad de su territorio. Mejor inventar una defensa heroica que reconocer el mal gobierno y las divisiones internas que facilitaron la derrota de nuestro país.

Sergio Sarmiento
(v.periódico Mural en línea del 13 de septiembre de 2021).

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A don Félix María Zuloaga le ofrecieron en bandeja la Presidencia. Y se la ofreció nada menos que su compadre don Nacho Comonfort, quien acababa de promulgar la Constitución de 1857.

Nacho Comonfort se asustó de la Constitución que él mismo había proclamado y se dio, él mismo, un golpe de estado. Para eso buscó apoyo de su compadre Zuloaga, quien en el pueblo de Tacubaya comandaba una poderosa brigada de tropas. Don Nacho desconoció la Constitución confiando en convocar un nuevo Congreso Constituyente. Hablamos del 11 de enero de 1858: los conservadores nombraron presidente de la república a don Félix María.

En honor a la verdad, y de esto tuvieron mucho empeño los liberales en que no se supiera, no se puede omitir el hecho de que don Félix rechazó los ofrecimientos de mister Mclane, representante diplomático de Estados Unidos, de dar reconocimiento oficial del gobierno gringo al presidente conservador a cambio de concesiones territoriales. El gringo despreciado por don Félix se fue entonces a Veracruz, donde estaba el presidente Benito Juárez, a ofrecer, a través de Melchor Ocampo, el mismo trato a los liberales, quienes, como todos sabemos, aceptaron. Así que el rey de burlas y cinco de oros, como lo llamaban los liberales, resultó mucho más digno que el futuro Benemérito de las Américas: paradojas o misterios de la historia, aunque, claro está, la historia oficial nunca lo diga. Menos mal que el Congreso estadunidense no ratificó el Tratado Mclane-Ocampo.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 17 de febrero de 2006).

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Diciembre de 1859. Por órdenes de Juárez, el ministro de Relaciones firma con el embajador norteamericano el hasta la fecha polémico Tratado McLane-Ocampo, donde México se comprometía, entre otras cosas, a ceder a los Estados Unidos el paso a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec, que podría ser resguardado por tropas estadunidenses. La firma del documento, que nunca ratificaron los senadores del país del norte, fue el modo en que Juárez se aseguró el apoyo de los Estados Unidos en la Guerra de Reforma.

Eduardo Antonio Parra
(v.pág.54 del periódico Público del 30 de noviembre de 2008).

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La Iglesia Católica deroga la Constitución de 1824 y derroca al gobierno de Gómez Farías y durante la intervención norteamericana existen láminas, en donde el obispo Francisco Pablo Vázquez de Vizcaíno da una misa de gracias al ejército norteamericano en la Catedral de Puebla, cuando bendice la bandera de barras y ofrece el palacio del obispado al general Wingfield Scott para que descansara. Vemos a una Puebla que se rinde sin disparar un tiro.

La Iglesia Católica deroga también la Constitución de 1857 y derroca al gobierno de Comonfort.

Francisco Martín Moreno
(v.pág.8-B del periódico El Informador del 13 de marzo de 2007).

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Juárez... ¿laico o estadista?

"Cuando en 1850 apareció el cólera en Oaxaca, en forma violenta, segando la vida de los habitantes, don Benito Juárez, quien había sido el más implacable enemigo de la Iglesia, se confesó, comulgó y con los brazos cruzados tomó parte en una procesión pública...". ("Historia de la Iglesia en México". Mariano Cuevas).

Pablo Benito Juárez García, aquél que siendo presidente oficializó, como día de fiesta nacional, el día 12 de diciembre en honor a la Virgen de Guadalupe y que después de que le salvó la vida aquella famosa frase de "los valientes no asesinan", salió huyendo del palacio de Gobierno de Guadalajara, rumbo a Manzanillo, Colima, pero fue alcanzado, de nueva cuenta, en Acatlán, Jalisco -que desde entonces se llama "de Juárez"- por sus enemigos, se refugió, sin lentitud alguna y todo temeroso, en un templo católico del que fue sacado, por un cura de apellido Vargas, en una canasta pizcadora de maíz y burlando, de esta manera, a sus enemigos.

Desde que escaló los primeros puestos de burócrata hasta antes de ser presidente de la República, Juárez manifestó ser siempre católico práctico. Asistía públicamente a procesiones con los brazos en cruz y musitando oraciones tras el Santísimo Sacramento; no sólo eso, exhortaba a los trabajadores de Oaxaca a que hicieran penitencia y se confesaran y comulgaran para implorar el auxilio divino... y se dirigía por escrito a los ayuntamientos oaxaqueños, siendo gobernador, recomendándoles que exigieran a los fieles cristianos el pago exacto a la Iglesia de los diezmos y primicias. ("Las grandes traiciones de Juárez". Celestino Salmerón).

Sigue diciendo Salmerón que: Juárez, con las Leyes de Reforma, ninguna separación de poderes hizo, sometió brutalmente a la Iglesia al poder del Estado, cosa que no es una separación, sino una sumisión de la primera al segundo. Intentó organizar una Iglesia Católica mexicana, una vez que consiguiera separar al clero de la obediencia de los obispos. Para tal objeto, Juárez, en 1859, colmó de poderes al padre Rafael Díaz Martínez para organizar la iglesia deseada, cuyo jefe o papa sería el presidente Juárez. No obstante el sonado fracaso que obtuvo, en 1868 "apareció una Iglesia Mejicana dirigida por un comité laico", teniendo como presidente al licenciado Mariano Zavala, magistrado de la Suprema Corte de Justicia... Juárez no quería ninguna separación de poderes, sino una iglesia sometida a la voluntad y en la que él desempeñara el oficio papal de Enrique VIII o de Isabel de Inglaterra.

Igualmente Juárez hizo educar a sus hijos por sacerdotes católicos y, como dato anexo, cuando su secretario, el cubano Pedro Santacilia, quiso casarse con su hija, solamente por lo civil, Juárez rechazó la proposición diciendo: "Mi hija es una joven decente y el matrimonio civil es un contrato de burdel". ("Historia de la Iglesia en México". Mariano Cuevas).

Se dice que Juárez, antes de morir pedía, desesperadamente, un sacerdote para confesión. Igualmente se dice que, sus compañeros de ideología... se lo negaron.

El Tratado de Tránsito y Comercio entre los Estados Unidos y México, suscrito por Robert McLane, Ministro de los Estados Unidos, en México, y Melchor Ocampo, Ministro de Relaciones Exteriores de México, en Veracruz, el 14 de Diciembre de 1859... fue un negocio propio para obtener el reconocimiento de los Estados Unidos como Presidente de México sin importarle vender la soberanía de la patria. Por ello, y otras cosas, además, don Ignacio Ramírez, "El Nigromante", el jueves 13 de julio de 1871 y en el periódico liberal, "El Mensajero", escribió: "Juárez, el más despreciable de nuestros personajes":

Pero, don Justo Sierra, su defensor ardientísimo, igualmente escribe en "Juárez, su obra y su tiempo" (Editorial Latino-Americana, S.A. pp 206 y 207): "el tratado o pseudo tratado MacLane-Ocampo, no es defendible; todos cuantos lo han refutado, lo han refutado bien; casi siempre han tenido razón y formidablemente contra él. Estudiándolo hace la impresión de un pacto, no entre dos potencias iguales, sino entre una potencia dominante y otra sirviente; es una constitución de una servidumbre interminable."

Pero, igualmente, don Francisco Bulnes, jacobino y liberal es, quizás, el más honrado de los escritores y quien mejor ha desenmarañado el tratado, dice: "...es ante todo un pacto intervencionista de intervenciones continuas, desde el momento en que se encomienda al gobierno de los Estados Unidos, cuidar a perpetuidad de la conservación de la paz en Méjico, con lo que Méjico quedaba sin soberanía, sin honor y sin una piltrafa de vergüenza".

"...Desde su primer artículo hasta el último es un modelo de crimen político, de indignidad y de desprecio para el decoro de la nación e integridad de su territorio..." ("Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma". Francisco Bulnes. Primera edición, México 1906, pp 485 y 462). Bulnes, según su juicio, dictamina de que Juárez, aparte de ser traidor, es inepto.

Por último, Juárez permaneció quince años en el poder sin que ni una sola vez la nación lo eligiera...

Lucio Vázquez, médico
(v.pág.5 del periódico El Informador del 23 de diciembre de 2000).

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Octubre de 1871. Al declarar el Congreso que Juárez ha ganado una vez más las elecciones presidenciales, en diversos puntos del país se llevan a cabo varios levantamientos contra el gobierno. Juárez ordena que sean reprimidos. En la capital, los rebeldes se atrincheran en La Ciudadela, que las fuerzas juaristas toman a sangre y fuego. El presidente ordena el fusilamiento inmediato de los prisioneros.

Eduardo Antonio Parra
(v.pág.54 del periódico Público del 30 de noviembre de 2008).

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"La presidencia no se deja sino por un gran ideal o por un gran temor, pero cuando el presidente es indio como yo, ni por las 2 cosas o por una sola se deja", dijo don Benito Juárez a uno de sus compadres y ministros que le reclamaba su aferre a la silla presidencial.

Juan Alberto Vázquez
(v.pág.42 del periódico Público del 28 de enero de 2007).

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Juárez fue un hombre profundamente católico toda su vida, que vivió de cerca los excesos del alto clero y eso lo motivó a emprender reformas que provocaron la Guerra de Tres Años, la que enfrentó a todo el país.

Constancio Hernández Allende, historiador, miembro de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 22 de marzo de 2005).

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Mucho se ha dicho, por cierto con absoluta falsedad, de su incredulidad. Juárez fue un cristiano ejemplar. Pero como escribe Luis D.Salem: "...Se ha discutido mucho acerca del pensamiento religioso de Benito Juárez. Los adversarios lo señalan como impío, enemigo de Dios y de la Iglesia. Para nosotros Juárez fue un cristiano de altura. Sus luchas no iban contra el cristianismo sino contra el clero conservador. Juárez no atacó a la Iglesia ni a la fe cristiana, sino a los clérigos que utilizan la fe como defensa de sus intereses políticos".

Manuel Hernández Gómez
(v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de marzo de 2006).

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  1. Se destaca el legalismo de Juárez, pero no siempre se apegó estrictamente a la ley, cuando esto no le favorecía políticamente. El oaxaqueño era más bien un hábil y pragmático político, que por ello escribió: "Querer que un poder extraordinario, creado por la necesidad y por la voluntad nacional, obre con estricta sujeción a la ley, es querer un imposible. Es querer que haya un huracán sin estragos". Don Emilio Rabasa escribió de Juárez: "Con la Constitución no gobernó nunca". Y de ahí que lo llamara el "dictador de bronce".
  2. El guelatense podría hoy asesorar a su candidato favorito -quienquiera que fuera- para ganar la elección con fraudes y compra de votos, pues en ello era diestro. En 1871 ganó en turbios comicios con 93% de la votación, un resultado más bien soviético (o del añejo PRI). Las caricaturas de la época lo dibujaban como hechicero, haciendo pócimas electorales. Un crítico suyo le dedicó las siguientes coplas: "¿Por qué si acaso fuiste tan patriota, estás comprando votos de a peseta? ¿Para qué admites esa inmunda treta de dar dinero al que en tu nombre vota?". Se trata del general Ireneo Paz, abuelo de Octavio Paz.
  3. No parece haber sido ajeno a manejos turbios para conseguir sus propósitos políticos. O al menos así lo pensaba Ignacio Ramírez, entonces magistrado de la Suprema Corte, quejándose de que su sueldo no le era pagado por utilizarse en las componendas juaristas. Ramírez escribió una carta a Juárez y su camarilla:
    "Don Benito, usted y todos ustedes reducen la política a intrigas electorales, a gastos secretos, a corrupción de diputados y a derramar sangre con frecuencia".
    Otro liberal, Ignacio Manuel Altamirano, escribió en 1883: "(Juárez) proscribió y persiguió tenazmente o mandó fusilar a liberales sin mancha, a patriotas esclarecidos, si habían tenido la desgracia de no haberle sido adictos personalmente o de ofenderlo de algún modo". Por lo visto, no tan querido por sus contemporáneos era Juárez, a diferencia de como es hoy.
  4. Hizo lo necesario para quedarse en el poder hasta su muerte. El fue el verdadero campeón del reeleccionismo. Por lo cual un columnista del siglo XIX escribía, explicando las revueltas antirreeleccionistas contra Juárez: "Es natural que los espíritus se subleven contra una situación en que un hombre es todo, y la nación nada". Y se dirigía al presidente de la siguiente forma: "Habéis caído de vuestro elevado pedestal para confundiros con el vulgo de los hombres; érais el hombre de la ley, sóis el hombre de la ambición".
  5. El legendario nacionalismo juarista es relativo. Lo fue sin duda frente a los franceses. No tanto respecto de los yanquis, a quienes, invocando el tratado McLane-Ocampo (nunca ratificado), convocó a una pequeña pero decisiva injerencia naval en su ayuda durante la guerra de Reforma, cosa que ocurrió. Y tal intervención contribuyó al triunfo de los liberales sobre los conservadores.
  6. La mitología juarista lo presenta como un hombre austero, practicante de la "medianía republicana". Así fue durante los años de la intervención, cuando el gobierno apenas si recibía algunos recursos para sobrevivir. Tras la caída del Imperio, Juárez mantuvo una imagen de austeridad, se levantaba temprano en la mañana, se bañaba con agua fría. Sus oficinas estaban modestamente amuebladas. Por la tarde terminaba sus labores y paseaba con algún miembro de su familia en un carruaje propiedad del gobierno, viejo y desvencijado. Empero, Juárez no era precisamente un asceta. Don Benito tenía varias casas, una de ellas en lo que hoy es la avenida Madero, en el primer cuadro de la ciudad que era una zona de lo más exclusiva. Compró también a su esposa una casa de campo en la colonia San Rafael (que aún era campo). Otros terrenos y bienes tenía Juárez, pues al morir dejó a su familia una herencia valuada en 151,000 pesos. Poca cosa hoy, pero equivalente a unos 4 millones de dólares actuales, según calculan historiadores.

José Antonio Crespo, profesor investigador del CIDE
(v.pág.5-A del periódico El Informador del 21 de marzo de 2006).

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La lucha enardecida entre liberales y conservadores que propició uno de los periodos más tensos, dramáticos y definitorios de nuestra historia, incrementó sus enconos con la sucia ambición de Napoleón III. La raíz envenenada era el conflicto sórdido Iglesia-Estado que desató las pasiones y enfrentó a los hermanos en la guerra civil. No era el conflicto de la libertad y de la fe, del pensamiento y el espíritu, de la relación entre Dios y los hombres, de las concepciones teológicas sobre el vivir y el trascender. Fue simple y llanamente defensa de tierras y prebendas, de fortunas y patrimonios; fue la disputa entre el Estado que expropia y la Iglesia que resiste a ser expropiada de las dos terceras partes de la propiedad rural del país, que atesoró durante 300 años de virreinato. El conflicto fue en la raíz, la cuantiosa transferencia de los "bienes de manos muertas" en favor del Estado, que por insolvencia, hubo de suspender el pago de la deuda extranjera que propició la intervención de tres potencias, y que a la postre representó la invasión de Francia y una monarquía de opereta que tuvo como epílogo el trágico episodio del Cerro de las Campanas.

Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
(v.la pág.4-A dle periódico El Informador del 5 de enero de 2008).

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Afortunadamente para él, después de su muerte, su gran adversario Profirio Díaz, con retorcido colmillo para alagar a los liberales, fue el artífice del mito de Juárez que aún persiste y de su recuerdo como símbolo de la Reforma, que hace palidecer sus errores.

Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
(v.pág.22 del periódico Público del 31 de marzo de 2006).

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Cuando el poder le hizo mostrar a don Benito Juárez la más lamentable de sus caras, los intelectuales que habían combatido valerosamente a su lado durante la Reforma e Intervención, se convirtieron en críticos despiadados.

Ignacio Ramírez, El Nigromante, afirmó que se debían a Juárez 14 años en que había llovido sangre en el país: "Creíamos tener un Moctezuma -escribió-; tenemos más: un Huichilobos".

El Nigromante solicitó a los seguidores de don Benito: "No le tributéis periódicos; llevadle cráneos". Y colocó sobre las ambiciones reeleccionistas del Benemérito el siguiente epitafio: "Jamás olvidaremos que supo colonizar los cementerios".

En 1867, en el periódico liberal El Mensajero, El Nigromante, que en otros días había sido ministro de Fomento, Justicia e Instrucción Pública del gobierno juarista, describió así la gestión de su antiguo líder: "En Guerra, tiene un ejército costoso y turbulento; en Hacienda, despilfarra los dineros y embrolla las cuentas; en Fomento, se deja engañar por extranjeros que, prometiéndole capitales ingleses, se llevan más allá del Atlántico los de la Nación; en Justicia, no sabe sino matar sin figura de juicio; en Gobernación, ensaya el centralismo; en las relaciones extranjeras compromete con igual facilidad los recursos de erario y las vastas regiones de nuestro territorio...".

En ese artículo, Ramírez dedicó un ramillete de orquídeas envenenadas a quienes seguían apoyando al hombre que entre 1867 y 1872 llegó a ser calificado como "el más grande enemigo que tuvo la democracia mexicana": "Los insensatos que recomiendan a Juárez como un hombre necesario, no tienen el instinto de que procediendo de ese modo se degradan a sí mismos".

¿Cómo habrá vivido don Benito las críticas surgidas de las plumas de quienes algún día lo apoyaron incondicionalmente, y lo siguieron a lo largo del país, rozando a veces la muerte bajo el ruido de las balas? ¿Qué opinaba el Benemérito de los diarios liberales de combate que ahora masacraban sus continuos esfuerzos de reelección?

Aferrado al poder, Juárez había perdido a Guillermo Prieto, que lo salvó de la muerte en Guadalajara; había perdido a Vicente Riva Palacio, que se abrió paso con su guerrilla entre los franceses y dirigió el Ejército Republicano del Centro; y había perdido, también, al intelectual más radical y más importante del último tercio del siglo XIX: Ignacio Manuel Altamirano ("uno de los más grandes héroes civiles de este continente", lo llamó José Emilio Pacheco), a quien los reaccionarios le habían impuesto el mote de "El Marat de los puros".

"El Señor Juárez, cuyas virtudes soy el primero en alabar, siente y ama las ideas democráticas, pero creo que no las comprende (...) Se necesita otro hombre en el poder. El presidente haría el más grande de los servicios a su patria retirándose, puesto que es un obstáculo para la marcha de la democracia", rugió Altamirano en un discurso pronunciado en 1861 en el Congreso.

Al enterarse de la masacre de Tacubaya, a manos de Leonardo Márquez, el 11 de abril de 1859, Altamirano había ido a buscar los cadáveres de Juan Díaz Covarrubias y Manuel Mateos, hermano del novelista Juan A. Mateos. Los halló desnudos, con el cráneo partido a culatazos y los ojos fuera de las órbitas. Decidió: "No he de otorgar un solo perdón a los verdugos de mis hermanos". Se volvió el detractor más enconado del Partido Conservador.

Altamirano, sin embargo, no se dejó cegar por el mal de aquellos días, el fanatismo, y supo interponer distancia entre sus ideas y lo que él consideraba los desvíos del poder juarista.

Le criticaba a Juárez su falta de magnanimidad; el hecho de ser más implacable en sus rencores personales que en sus odios políticos. Lo consideró, al final, "un hombre de talento mediano y de instrucción escasa e imperfecta".

Es inevitable trasladar la relación de Juárez y los intelectuales al México de 2020. En "Las cenizas de Altamirano", un artículo de 1984, José Emilio Pacheco relata un encuentro entre Juárez y el maestro Altamirano en la cena de bienvenida de un diplomático boliviano que había llegado a México para felicitar al gobierno por el triunfo contra los franceses:

Juárez presentó a Altamirano con el diplomático recién llegado como un inteligente opositor de su gobierno.

Altamirano respondió que había seguido a Juárez y que lo volvería a hacer, pero solo como líder de la resistencia nacional, pues rechazaba por su completo su política interna. Juárez contestó que respetaba y reconocía a sus críticos. Abrazó con fuerza a Altamirano. Los dos entrechocan sus vasos.

A la muerte de Juárez, Altamirano reconoció uno a uno los méritos del Benemérito. Entre estos, el de haber llevado a su gobierno "a los hombres más eminentes por su talento y su saber (…) los cuales fueron dejando en la administración el continente variado y rico de su capacidad".

Héctor de Mauleón
(v.periódico El Universal en línea del 12 de noviembre de 2020).

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Mentiras de Juárez.

  • Juárez no promulgó el "Estado Laico". El "Estado laico" lo promulgó el presidente Sebastián Lerdo de Tejada.
  • Juárez no promulgó las "Leyes de Reforma". Estas fueron hechas por varios liberales como Miguel Lerdo, Iglesias y más... Juárez solo promulgó la "Ley Juárez", la cual le quitaba "el fuero" a los eclesiásticos para darselo a los políticos, por lo que a partir de Benito Juárez los políticos son intocables por tener "el fuero"; el presidente, los gobernadores, diputados y senadores de la república.
  • Juárez "no separó la Iglesia del Estado", sino que robó a la fuerza sus bienes públicos como hospitales y escuelas públicas (mismos que le dieron educación gratuitamente y sostento). En otras palabras, mordió la mano que le dio de comer, la Iglesia le enseñó español y estudios profesionales.
  • Juárez no ganó la "Guerra de Reforma" ni tampoco le ganó al ejército francés, sino que Estados Unidos le ayudó con dinero, armas y 60,000 mercenarios estadounidenses mientras que el ejército francés se retiró del país voluntariamente por las amenazas de Estados Unidos de invadir a Francia sino retiraba su ejército de México. De hecho, Estados Unidos intervino personalmente en Veracruz para salvar a Benito Juárez de ser capturado por el Gral. Miguel Miramón, lo que provocó el triunfo total del Partido Liberal. Juárez pagó $30,000 por cada general y $20,000 por cada integrante de los mercenarios con la garantía de regalarles tierras mexicanas.
  • Juárez no se ganó el título de "Benemérito de las Américas" por su incansable lucha por la autonomía del pueblo mexicano y la patria, sino porque un colombiano se sacó de la manga que Juárez y Maximiliano habían tenido un intercambio epistolar. Un engaño.
  • Juárez no odiaba a la Iglesia, sino que quería romper totalmente las relaciones con El Vaticano que se oponía libremente a su dictadura. Por lo que Juárez quiso crear una "Iglesia Mexicana" local donde él sería "el papa" o sumo sacerdote.
  • Juárez no defendió la soberanía nacional, sino que puso en venta el territorio nacional a los Estados Unidos con diversos convenios como el Proyecto José María Mata (5/nov/1859), el Tratado McLane-Ocampo (14/dic/1859), el Tratado Corwin-Doblado (6/abr/1862), el Tratado Carvajal-Woodhouse (15/may/1865), el Tratado Carvajal-Corlies (23/oct/1865), el Tratado Zarco-Saligny (8/sep/1862), el Tratado Prim-Doblado (19/feb/1862), o el Tratado Iglesias-Leese (30/mar/1864) a cambio de ser reconocido como presidente de México tanto en la Guerra de Reforma y durante el Segundo Imperio Mexicano (puesto que Juárez se había autoproclamado presidente después del Plan de Tacubaya).
  • Juárez NO fue electo democráticamente, Juárez se autoproclamó presidente "legítimo" después de que el Partido Liberal impusiera una Constitución Política a modo y sin voto de la oposición. Su DICTADURA duró 15 años después de poner en garantía al país para ser reconocido por Estados Unidos que hasta otros liberales lo quisieron derrocar como Porfirio Díaz, Sebastián Lerdo de Tejada y otros.
  • * REED Luis, "Bicentenario de un ¿Patriota? Al Servicio del Enemigo de México", Edit. IDIHPES, 2006
    * SALMERÓN Celerino, "Las Grandes Traiciones de Juárez", Edit. JUS, 1960
    * FUENTES Aguirre Armando, "La Otra Historia de México: Juárez y Maximiliano", Edit. Diana, 2015
    * JUNCO Alfonso, "Juárez Intervencionista", Edit. JUS, 1961
    * FUENTES MARES José, "Juárez y la Intervención", Edit. JUS, 1962
    * BORREGO Salvador, "América Peligra", Edit. Borrego, 1969
    * NAVARRETE Félix, "La Masonería en la Historia y en las Leyes de México", Edit. JUS, 1957
    * BULNES Francisco, "El Verdadero Juárez", Edit. Mora, 2009
    * ABASCAL Salvador, "Juárez Marxista 1848-1872", Edit. Tradición, 1984
    * GONZALEZ Luis, "El Golpe de Estado de Juárez", Edit. Ortega, 1941.
    * ASIMOV Isaac, "Los Estados Unidos desde 1816 hasta la Guerra Civil", Edit. Alianza, 1983

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    Tal vez el colmo de la campaña periodística contra nuestro país fue el suplemento que publicó, el 17 de julio de 1877, The Herald de Nueva York con un mapa en el que aparecían marcados los estados de Sonora, Durango, Chihuahua, Coahuila, parte de Nuevo León y el territorio de Baja California, como la zona de México en la que Estados Unidos debería darnos otro zarpazo con el pretexto de la inseguridad fronteriza.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.16 del periódico Público del 3 de junio de 2007).

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    En 1800, Estados Unidos era un país eminentemente agrícola, mientras que la Nueva España era la colonia más rica de América, con una avanzada industria extractiva. Al inicio de nuestra vida independiente, la productividad per-cápita era alrededor de la mitad de la de Estados Unidos, el valor de las exportaciones similar y un territorio dos veces más grande. Setenta años después el producto por habitante había disminuido al 10% del de los Estados Unidos y su territorio a una quinta parte del estadunidense. La misma situación que se mantiene hasta ahora.

    Los verdaderos obstáculos al desarrollo -estructuras, instituciones y costumbres- que frenaban la economía mercantil no fueron removidos, pues la consumación de la Independencia llegó como un golpe de Estado conservador, instrumentado por la elite criolla y la Iglesia. Ambas se opusieron tenazmente a los cambios institucionales necesarios para liberar las fuerzas políticas y económicas asfixiadas por la Colonia, impulsadas primero por la misma metrópoli española buscando detener la decadencia del imperio; y después, por distintas corrientes de las fuerzas insurgentes triunfadoras.

    El costo económico de 70 años de luchas entre conservadores y liberales, la resistencia de la oligarquía, las intervenciones extranjeras, retrasaron el progreso durante todo el periodo agravados por la agreste geografía de México que imponía obstáculos insuperables a la constitución de un mercado único.

    Estados Unidos aprovechó a su favor la Revolución Industrial y gracias a los ferrocarriles, construidos durante el decenio de 1830, integró el mercado interno más grande del mundo. En la guerra civil de Secesión destruyó el último obstáculo para el desarrollo capitalista, la esclavitud. Exactamente por las mismas fechas en que México reconstruía su agroindustria sobre la base del trabajo semiesclavo de peones acasillados en las haciendas porfirianas.

    Alberto Carrillo Armenta
    (v.pág.19 del periódico Público del 3 de diciembre de 2002).

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    En el siglo XIX, de 1830 a 1858 hubo 63 presidencias, algunas de una semana o de 15 días.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 13 de julio de 2012).

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    El país vecino fue conquistado y colonizado por inmigrantes de raza blanca, ingleses, holandeses y otros muchos inmigrantes europeos. Con gran esfuerzo hicieron suya la inmensidad del territorio eliminando a los indígenas. Esa sería su patria de adopción y no quisieron compartirla con los aborígenes.

    En jornadas de leyendas se convirtieron las matanzas de indios para conquistar el Oeste. Para obtener los frutos de la tierra y las riquezas de las minas, hacían falta miles, cientos de miles de brazos laboriosos. La solución no era compatible con cuestiones de índole moral, y sin escrúpulos promovieron un nuevo y lucrativo negocio: el tráfico y subasta de esclavos.

    El cultivo del algodón y del tabaco en aquellas superficies vírgenes al sureste de la naciente República, hizo muy ricos a los agricultores que pronto se convirtieron en una aristocracia del campo; en una casta cuya jerarquía o categoría se calculaba por el tamaño del afrancesado frontispicio de su residencia.

    Todo funcionó bien, hasta que el presidente Lincoln, hombre de sólida formación evangélica, quien además estaba presionado por la insaciable demanda de mano de obra para el desarrollo industrial del norte, determinó abolir la esclavitud. La aristocracia del Sur se sublevó y perdió la guerra, pero en cuanto se pudo lo mataron.

    El camino que recorrieron muchos inmigrantes ha sido muy pesado, duro y sangriento, particularmente para los procedentes de Africa que jamás eligieron vivir en esa nación, pero que hechos prisioneros y encadenados, en asquerosas galeras los trasladaron para consumir su existencia en calidad de esclavos.

    Hasta hace unos pocos años, muchos adultos todavía tuvimos oportunidad de conocer los crueles actos de discriminación en hoteles, restoranes y camiones en que clara y expresamente se les apartaba. Hace unos 60 años un juez federal dictaminó, por vez primera, que una niña negra debía ser admitida en una escuela pública para alumnos blancos.

    Alberto Orozco Romero, licenciado en Derecho y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 19 de febrero de 2007).

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    No bien se logró la independencia política de España en 1821, cuando comenzaron nuestros políticos a pedir ayuda a potencias extranjeras para alcanzar el poder en nuestro país y fue así como Joel R. Poinsett satisfizo a los liberales de Gómez Farías y Lorenzo de Zavala con sus logias yorkinas para tener la Presidencia de México en sus manos con la primera República Federal.

    Después, los hombres de la Reforma se trasladaban a Nueva Orleans para tener el apoyo de las logias anfictiónicas, hasta llegar a perder la confianza en sí mismos y unos, los conservadores, miraron hacia Europa, y otros, los liberales siguieron mirando hacia el gobierno de Washington.

    En el porfiriato, el señor Mariscal, como Embajador en los Estados Unidos, dijo en un discurso en Washington que el águila de nuestro escudo nacional seguía en su vuelo al águila norteamericana que le servía de guía. Cuando el general Díaz se sintió fuerte y quiso gobernar libremente le organizaron la Revolución Mexicana.

    Don Francisco I. Madero creyó poder hacer a un lado al embajador Lane Wilson y éste le preparó la rebelión con el Plan de la Embajada que dio por resultado su caída y su ulterior asesinato. Al general Victoriano Huerta no le fue mejor, pues el nuevo embajador, John Lind, se convirtió en su enemigo, siguiendo órdenes de su gobierno y le levantaron con su apoyo la Revolución Constitucionalista de Carranza.

    Carranza cayó de la preferencia del gobierno de Washington por sus relaciones con Alemania y entonces se apoyó a los de Agua Prieta y para eternizarse en el poder, Obregón tuvo que aceptar los Tratados de Bucareli, para que Calles, con el procónsul, como le decía Vasconcelos, Morrow, estableciera el sistema político mexicano desde 1929.

    Editorial
    (v.pág 8A de Ocho Columnas del 23 de mayo de 2002).

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    La Revolución Mexicana de 1910 nadie la esperaba. Se vivía la paz ficticia del porfirismo y bastaron los meses noviembre de 1910 a mayo de 1911 de confrontación armada para que el dictador se fuera de México a su exilio dorado.

    Conociendo los datos de la injusticia social de entonces, la pregunta es por qué no ocurrió antes. Algunos lo explican por el nivel de conciencia política tan bajo de la gente, al que la Iglesia y la educación paupérrima ayudaban inyectándole con sus prédicas una alta dosis de conformismo y fatalidad. Y, por supuesto, a los modos draconianos del dictador.

    Jorge Medina Viedas
    (v.pág.17 del periódico Público del 30 de agosto de 2009).

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    Al año y tres meses, las esperanzas que se tenían en el nuevo Presidente [Madero] se vieron frustradas por su incapacidad para mantener el orden.

    Norberto Alvarez Romo
    (v.pág.7-B del periódico El Informador del 23 de marzo de 2010).

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    (Hace algunos años leí en el periódico El Informador, de Guadalajara, un artículo que decía que la reacción de Victoriano Huerta cuando le informaron del asesinato de Madero fue de molestia, diciendo: "Hiciste de un pendejo un mártir". No he podido encontrar referencia a ese hecho. Si alguien la conoce, le agradecería mucho que me la pasara a la cuenta de correo que aparece en mi página base. - El webmaster.)

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    En la Historia del desasosiego, La Revolución en la ciudad de México, 1911-1912, el historiador Ariel Rodríguez Kuri recuerda la manera en que los habitantes de la capital celebraron el asesinato de Francisco I.Madero (que entre otras cosas había creado el clima que permitió su homicidio): antes de que este personaje fuera ungido como mártir popular, los hombres de 1913 recibieron la noticia de su asesinato con júbilo y alivio: con aquella muerte terminaba un gobierno marcado por la ineptitud y la ausencia de respuesta a las necesidades ciudadanas. Sabemos lo que siguió: la llegada de Victoriano Huerta al poder, y los cien días de "cirugía social" en los que un centenar de disidentes y adversarios políticos fueron ejecutados. Las simpatías por el crimen desembocaron en un ambiente de horror: ellas también fueron responsables de haber creado el clima que luego vivió México.

    Héctor de Mauleón
    (v.pág.2 del suplemento "Visor" del periódico Público del 23 de mayo de 2010).

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    Luego de la Decena Trágica, en 1913, México quedó en manos de aquellos que tuvieran más agallas o el ejército más numeroso; las leyes se desvanecieron y a escala local la gente, sus negocios, sus propiedades, la vida misma, quedó a merced del estado de ánimo y de la codicia del cacique que cupiera mejor en la voluntad del revolucionario que en ese momento fuera dueño de la plaza (da cuenta de esto el que cada general imprimía su papel moneda y suscribía empréstitos a nombre del, algún, Estado por venir). Era tal la necesidad de orden o al menos de tener normas comunes, que uno de los grupos armados que armaron la Bola decidió llamarse "Constitucionalista", su lucha (literalmente) fue, primero, castigar al Chacal que asesinó a Madero y a Pino Suárez, y después dotarnos de un pacto re-fundacional (en el imaginario el de 1857 estaba vigente, sin efecto, pero vigente, contradicción muy arraigada en nuestro país). El Ejército Constitucionalista coronó sus afanes el 5 de febrero de 1917; sería interesante averiguar si las personas consideran a Venustiano Carranza "padre fundador"; interesante porque además de su brega legalista nos legó el verbo "carrancear" que, según el Diccionario del Español de México, de El Colegio de México, significa "v tr (Se conjuga como amar) (Popular) Durante la Revolución mexicana, robar".

    Augusto Chacón
    (v.pág.7-A del periódico El Informador del 17 de octubre de 2021).

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    La rebelión de los pueblos de Morelos no fue una rebelión indígena, aunque muchos indígenas de los pueblos acudieran a la rebelión, dice John Womack, en el notable prólogo a la nueva edición de Zapata y la Revolución Mexicana, publicada por el Fondo de Cultura Económica.

    Si hubiera sido solo una rebelión indígena, dice Womack, la revuelta zapatista no habría podido dar el salto hacia la arena nacional.

    Habría sido la historia de 60 o 100 revueltas, encendidas y apagadas en su propia llama local, como tantas otras rebeliones indígenas de los siglos XVIII y XIX.

    Lo que hizo que esas revueltas salieran de sus fronteras locales y se generalizaran, sigue Womack, no fue el afluente indígena, sino el africano. Cito: Desde los cimarrones, emigrantes y refugiados que salieron de los valles de Cuautla, Yautepec y Tetecala para hacerse de un lugar a lo largo del Balsas, hasta los pintos de la Costa Grande que siguieron al mulato José María Morelos y luego al mulato Vicente Guerrero durante la guerra de Independencia, y más adelante a Juan Álvarez en contra de los hacendados azucareros de Morelos, y luego los vengadores de Chiconcuac San Vicente en 1856, pasando por sus nietos, hasta llegar a las fuerzas revolucionarias de Tlaltizapán y Tlaquiltenango en 1911, todos estos mestizo-mulato-moreno-pardo-chino-zam-bahigo-zambo-cafres fueron el auténtico núcleo y la fuerza viva de la desafiante, expansiva y explosiva rebeldía específicamente sureña.

    Héctor Aguilar Camín
    (v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 29 de noviembre de 2017).

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    Ya en abril de 1915, cuando Obregón derrotó a Villa en Celaya, León y Aguascalientes, el muy reciente manco con la mano que le dejaron, comenzó a arañar la silla presidencial.

    En México, desde los tiempos de la Revolución, el arte de los políticos consiste en madrugarle al que le quiera madrugar a uno. Carranza se ingenió para madrugarle al que pudiera tener la tentación de adelantar los tiempos. Se encargó de eliminar, por la dudas, a la gente que no aspiraba a la silla presidencial, pero que pudiera ser postulada por algún grupo. Así eliminó, en 1919, a 2 de los más auténticos y coherentes jefes de aquellos años: nada menos que a Emiliano Zapata y a Felipe Ángeles.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.26 del periódico Público del 10 de junio de 2005).

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    Carranza preparó un jurado amañado para fusilar en Chihuahua a Felipe Ángeles, el vencedor de Zacatecas y ordenó que no le tiraran al corazón sino al vientre para prolongar la agonía. Luego, la Revolución fue devorando a sus propios hijos: Villa, Carranza, Zapata y, al final, un dibujante tímido le disparó a quemarropa a Obregón que murió sobre un plato de mole poblano.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 20 de junio de 2014).

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    Otro hecho notable registrado en las efemérides para ese mes de noviembre de 1919 es la ejecución (asesinato diríamos en buen romance) del general Felipe Ángeles, el día 26, en la ciudad de Chihuahua. El gran estratega hidalguense, antiguo director del Colegio Militar, había sido aprehendido el día 15 en un paraje de aquel estado llamado Cañón Salomé; de ahí fue llevado al Parral y luego, el 22, a la capital.

    Felipe Ángeles fue un personaje ilustrado y decente entre un elenco casi por completo deplorable de los aciagos años de la Revolución Mexicana. Siempre fiel a Francisco Madero, pudo quizás haber salvado su vida si éste hubiera resistido las presiones de los generales que le impidieron mantenerlo como jefe de su Estado Mayor al mando de operaciones: el presidente lo había nombrado como tal en febrero de 1913, pero dando pruebas de su proverbial debilidad de carácter, Madero se desdijo cuando rezongaron los pérfidos generales de división porque Ángeles era apenas general brigadier. Así fue como el Estado Mayor quedó en manos de Victoriano Huerta.

    Tras haber desempeñado la dirección estratégica de las huestes villistas se decepcionó del cabecilla cuando éste fracasó en el Bajío por no haber hecho caso de sus consejos. Al hacerse de la presidencia el torvo Venustiano Carranza, por quien Ángeles sentía gran repugnancia, se exilió en Tejas con la ayuda de José María Maytorena, ya establecido en Estados Unidos. El general Ángeles participó en la actividad política de los mexicanos que vivían allá. Volvió al norte de la república a finales de 1918 con la vana esperanza de unificar a los levantados contra Carranza y disciplinarlos como un verdadero ejército.

    En Chihuahua, donde el general en Jefe de la milicia era el funesto Manuel Diéguez, se formó un precipitado consejo de guerra que condenó a muerte a Felipe Ángeles, muy en la tónica de la crueldad y la traición tan socorridas por Carranza y la mayoría de los cabecillas del desastre que fue para México esa "2a. transformación" bañada de sangre.

    María Palomar
    (v.pág.11-B del periódico El Informador del 24 de noviembre de 2019).

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    El Benemérito, símbolo de la lucha democrática contra Santa Anna, nunca quiso dejar la presidencia y sólo la muerte lo bajó del trono presidencial. Lerdo, hijo predilecto de Juárez, enemigo de la democracia; Porfirio Díaz, reivindicador de la legalidad, promotor de la no reelección, fue quien más se eternizó en la silla; el PRI, heredero de la Revolución, fue el gran artífice de los fraudes electorales... y luego se admiran de que la lectura de nuestra historia lo haga a uno tan escéptico y desconfiado.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.26 del periódico Público del 28 de marzo de 2003).

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    Don Benito, admirado y vencedor indiscutible en las elecciones de 1867, a un mes de la ejecución de Maximiliano, ya en 1871 estaba muy desgastado, y, según testimonios de la época, su reelección ese año fue una descarada imposición. Para fortuna del Benemérito, la muerte se interpuso y evitó que el desgaste fuera siendo mayor cada vez.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.38 del periódico Milenio Jalisco del 20 de enero de 2012).

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    Don Porfirio fue quien más honró, ya muerto, a su adversario Benito Juárez y quien creó el mito sobre el Benemérito; lo mismo hizo con Mariano Escobedo.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.26 del periódico Público del 9 de octubre de 2009).

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    Hace un siglo llevaba ya el país muchos años, desde la época del Benemérito, soportando un régimen autoritario en que el federalismo no existía, lo mismo que la división de poderes propuesta desde la Constitución de 1824: el ejecutivo dominaba por completo al legislativo y al judicial como lo había denunciado Porfirio Díaz contra Juárez en el Plan de la Noria de 1871. En ese mismo plan se quejaba Díaz de que la reelección del presidente de la república era ya una costumbre y de que las elecciones eran una farsa y de que el señor presidente ponía y quitaba gobernadores: en una palabra que señor presidente era un dictador que al Ejército, "fiel defensor de nuestras instituciones", lo empleaba el gobierno para reprimir al pueblo.

    Lo "curioso" del asunto resultó con el tiempo una descripción del sistema político de Porfirio Díaz en cuanto se consolidó en el poder: se había reelegido 6 veces, había logrado que el congreso fuera fiel servidor. Las leyes llegaban perfectamente hechas al congreso. Díaz, igual que el Benemérito, ponía y quitaba gobernadores y perfeccionó el sistema electoral juarista. Don Porfirio superó también a don Benito en el control de la prensa, que cada día fue siendo incapaz de la menor crítica al señor presidente.

    Aquello de emplear a "los defensores de la patria" contra el pueblo lo superó también Díaz como se vio especialmente en la matanza de Tomóchic.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 18 de enero de 2008).

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    Presidentes y presidencias

    Después de la independencia, durante casi 40 años, sólo Guadalupe Victoria terminó su periodo presidencial: todos los demás subían y bajaban, volvían a subir y volvían a bajar. Su Alteza Serenísima [Antonio López de Santa Anna] ocupó la presidencia once veces.

    Luego vinieron el Benemérito [Benito Juárez] y Don Porfirio, quienes encarnaron las presidencias autoritarias y totalitarias, sobre todo Díaz. A don Benito nadie pudo quitarlo de la presidencia y solamente la muerte, que a nadie perdona, lo bajó de la silla.

    A don Porfirio tuvieron que bajarlo de la silla con los 30-30 de Panchito Madero, de Pancho Villa y de Pascual Orozco. Llegó después la utopía ingenua de Madero, elegido prácticamente por unanimidad y aclamación: pero Victoriano Huerta lo destronó. Vino luego la comedia de Pedro Lascuráin, quien se sentó en la silla presidencial por menos de una hora para que Huerta la ocupara con una caricatura de legalidad. A Huerta lo bajaron los rifles "güiloteros" de Emiliano Zapata, las hordas carrancistas y obregonistas y los cañones de Villa y Felipe Angeles. A Carranza, primer jefe y luego dizque presidente "electo", lo bajaron también a balazos los forajidos de Herrero, lambiscones de Obregón, quién, para darse también apariencias de legitimidad, puso interinamente a su paisano Fito de la Huerta, mientra el "Manco de Celaya" se afilaba la mano que le quedaba. Después Alvaro liquidó a Fito para que subiera Plutarco... Ya para terminar la presidencia de Elías Calles, Obregón se reeligió, después de liquidar a sus posibles oponentes; pero León Toral se encargó de que la silla presidencial quedara vacía. Llegaron luego los presidentes peleles: Portes Gil, el "Nopalito" y Abelardo Rodríguez: en realidad la presidencia de esos 3 presidentes no la ocupaba el presidente, sino Calles "el Jefe Máximo de la Revolución", que vivía frente a Chapultepec. Por eso, alguien grafiteó las paredes del castillo:

    "aquí vive el presidente
    el que manda vive enfrente"...

    Con Lázaro Cárdenas, quien desterró a Calles, se creó un presidencialismo muy peculiar que con sus matices imperó desde Avila Camacho hasta De la Madrid. Lázaro Cárdenas subordinó a los antojos presidenciales el joven partido oficial y transformó al PNR en el PRM, al que dio fuerza de aplanadora con la creación de la CTM y las bases campesinas, halagadas con la reforma agraria, creó la CNOP para aglutinar a la burocracia y a infinidad de grupos pequeños. Si bien Calles fundó el partido oficial, Cárdenas fue el que le dio la fuerza, organización y cohesión que lo mantuvo en el poder por muchos años.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.16 del periódico Público del 12 de enero de 2001).

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    Si don Pascual Ortiz Rubio fue presidente pelele, mucho más lo fue Abelardo. Aquello de que "el que manda vive enfrente", aplicado al Nopalito, se puede aplicar con mucha mayor razón a Abelardo Rodríguez.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.26 del periódico Público del 22 de julio de 2005).

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    Los constituyentes de 1857 estaban asqueados de los gobiernos de Su Alteza Serenísima [Santa Anna] y para nada querían que se repitieran; por eso la nueva Constitución le dio muchas facultades al Poder Legislativo. Sin embargo, al correr de los años, andábamos igual porque el Benemérito [Juárez] resultó buen discípulo de Santa Anna. No es de extrañar que un año antes de la muerte de don Benito, otro oaxaqueño, héroe de la guerra contra la intervención [francesa], protestara enérgicamente: "la reelección indefinida, forzosa y violenta del Ejecutivo Federal, ha puesto en peligro [a] las instituciones nacionales. En el Congreso una mayoría regimentada por medios reprobados y vergonzosos, ha hecho ineficaces los nobles esfuerzos de los diputados independientes y convertido la representación nacional en una cámara cortesana, obsequiosa y resuelta a seguir siempre los impulsos del Ejecutivo", escribió Porfirio Díaz, en el Plan de la Noria... Pero así como don Benito superó a Santa Anna, a quien odiaba, pero que había resultado su maestro en absolutismo, así don Porfirio superó a Juárez a quien odiaba.

    Los constituyentes de 1917 se acordaron de sus bisabuelos de 1857: para evitar más presidentes absolutistas como Porfirio Díaz, le dieron muchos poderes al Legislativo. Sin embargo resultó que los presidentes posteriores a la Constitución se la pasaron por el arco del triunfo, porque don Venustiano, Obregón y Calles tuvieron curiosamente congresos cortesanos y lambiscones, como Juárez y Díaz. La historia posterior del partido oficial, del PRI, todos la conocemos: de 1930 a 1994 o 1988, no se recuerda ninguna ley propuesta por presidentes o gobernadores que haya sido rechazada.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.17 del periódico Público del 26 de enero de 2001).

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    En 1857 los conservadores rechazaron la Reforma propuesta a la Constitución, en donde se proponía la confiscación de los bienes de la Iglesia y su separación del Estado.

    En esos años, lo primero que hizo Comonfort fue acabar con las garantías individuales antes de dar un golpe de estado que precipitó la confrontación y la guerra de la Reforma, o de los Tres Años, de 1857 a 1861.

    Años de guerra que agotaron y empobrecieron más al país que tuvo que suspender los pagos de su deuda externa y Napoleón III, ni tardo ni perezoso, decidió cobrársela a lo chino y por eso mandó a su ejército para abrirle cancha a Maximiliano para que fungiera como emperador, al tiempo que Juárez mantenía la Presidencia en una berlina, mientras recorría todo el país. Hubo 2 gobiernos en paralelo hasta que muere Maximiliano fusilado y se prepara el camino para don Porfirio, quien se instaló en la Presidencia durante 31 años, de 1876 a 1911 con breves intermedios, bajo el amparo de un paternalismo integral.

    Martín Casillas de Alba
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 29 de abril de 2008).

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    Don Benito había subido a la silla presidencial en enero de 1858, como presidente provisional, cuando Comonfort, asustado en parte y realista en otra, vio que era muy difícil aplicar la recién nacida Constitución de 1857: Juárez, como presidente de la Suprema Corte de Justicia ocupó legítimamente la presidencia en ausencia de Comonfort.

    [Inicia la Guerra de Reforma]. Sin ejército, Juárez recurrió a las guardias nacionales de las entidades federativas para crear las fuerzas liberales con las cuales sostener su mandato. Por su parte, los conservadores contaban con las tropas del antiguo Ejército mexicano, sobreviviente de los tiempos de Santa Anna y de la Guerra del 47, y cuyo pasado, repleto de cuartelazos, se remontaba al Ejército realista, proveedor de la mayoría de los oficiales del instituto armado mexicano de aquellos años. La Guerra de Reforma ensangrentó al país por tres años y por lo mismo se le conoce también como Guerra de los Tres Años. Desgarradora y cruel como todas las guerras; pero, un capítulo más de nuestro surrealismo, en la que Miguel Miramón ganó todas las batallas, menos una, y... perdió la guerra. Don Benito, en enero de 1861, entró triunfante a la capital del país y prometió "amnistía tan amplia como la sana política creyera aconsejarla". La victoria de los liberales en realidad para nada modificaba la situación real del país ni sus problemas endémicos. Conforme a las Leyes de Reforma, los bienes de "manos muertas" pasaron a manos vivas, vivas en extremo, que en nada favorecieron los intereses públicos. Según la Memoria que don Manuel Payno publicó al año siguiente, de los 25 millones de pesos estimados conservadoramente como valor de los bienes de la Iglesia, el gobierno obtuvo de ellos cerca de seis millones de pesos, la quinta parte de su valor real, absolutamente insuficientes para resolver problemas de fondo. Se vendieron más de dos mil fincas eclesiásticas, rústicas y urbanas, y por ese camino se consumó la revolución política de la Reforma, pero la crisis económica se agravó hasta poner en peligro los objetivos de la revolución política.

    Terminada la guerra, no había pretexto para no convocar a elecciones: por supuesto que don Benito, igual que González Ortega y Miguel Lerdo ansiaban la silla presidencial. Lerdo murió antes de las elecciones y la votación lo favoreció sobre González Ortega, el vencedor de Miramón.

    El 15 de junio de 1861, durante su tercer año como presidente interino, don Benito, triunfante en las elecciones, hizo la protesta como presidente de la República para el periodo 1861-1865. La bancarrota era total, a pesar, como anotamos, del paso de manos muertas a vivas.

    El 17 de julio, a 32 días de su toma de protesta, el gobierno tuvo que declararse incapaz de pagar su deuda externa y una semana después las legaciones de Francia e Inglaterra arriaban sus banderas; pero don Benito no podía pagar. Si se había derrochado la riqueza reunida por la Iglesia en 300 años; si para sobrevivir miserablemente tenía el gobierno que expoliar a quienes podía y se dejaban mediante el sistema del préstamo forzoso; si el bandolerismo campeaba a la ancho y a lo largo del país, más valía jugarse el todo por el todo en aquella medida desesperada, de declararse en quiebra, y morir de una vez, llegado el caso, en vez de hundirse poco a poco, como un deudor moroso cualquiera.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 14 de febrero de 2003).

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    En los primeros días de 1861, después de la derrota para los conservadores y obviamente victoria para los liberales en Calpulapan, entró González Ortega en la capital del país y pocos días después don Benito, con su levita de siempre y su cara imperturbable. No se olvide lo que dice Fuentes Mares: que Juárez, igual que Lerdo, haría el amor con la ley en la mano y sencillez republicana. Para desgracia de los conservadores, el joven Macabeo, como le decían sus admiradores, es decir Miramón, estaba en Cuba. Sin la espada del Macabeo en contra, don Benito podía dormir en paz. ¡Pobre Miramón que había ganado casi todas las batallas, pero había perdido la guerra! Se puede decir que la población mayoritara, pero inerte, había perdido la guerra, ganada por una minoría, pocos pero activos. "Pero el triunfo liberal no modificaba la situación real del país ni sus problemas tradicionales, el económico por un lado y el aspirantismo político por otro. Conforme a las leyes de Reforma, los bienes de 'manos muertas' pasaron a 'manos vivas' sin apreciables ventajas para el erario. Según la Memoria que don Manuel Payno publicó al año siguiente, de los 25 millones de pesos estimados conservadoramente como valor de los bienes de la Iglesia, el gobierno obtuvo de ellos cerca de 6 millones de pesos, la quinta parte de su valor real, absolutamente insuficiente para resolver problemas de fondo. Se vendieron más de dos mil fincas eclesiásticas, rústicas y urbanas, y por ese camino se consumó la revolución política de la Reforma, pero la crisis económica se agravó hasta poner en peligro los objetivos de la revolución política" (José Fuentes Mares, Historia Ilustrada de México, editorial Océano, tomo 2, página 264). Luego, el aspirante a benemérito nombró ministro de Hacienda a Guillermo, buen escritor costumbrista, pero inexperto en asuntos financieros que no entendía y, por lo mismo, no resolvía. Poco después el gobierno anunció que tenía un déficit mensual de 400,000 pesos. Cantidad catastrófica para le época. El pobre don Benito se había enemistado con la Iglesia, al despojarla de sus bienes y había quedado más pobre que antes y con la mayoría de la población en contra.

    El 31 de octubre, del mismo 1861, los gobiernos de Inglaterra, Francia y España firmaron la convención de Londres para reclamar a México el pago de sus deudas, con la intervención armada de ser necesario. Si se analizan las circunstancias internacionales de esos días, resulta muy claro, respecto a intervenir con las armas, que Inglaterra, en pleno apogeo colonialista, podía, pero no quería; España quería, pero no podía; y Francia quería y podía.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 23 de enero de 2004).

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    Los conservadores mexicanos fueron a limosnear un emperador a Europa y Napoleón III convenció a Francisco José, de la casa de Austria, de prestar a su hermano Maximiliano para ponerlo a trabajar de rey en un país remoto y primitivo.

    Iluso, Maximiliano creyó en serio que México lo necesitaba y viajó con todo y Carlota a Chapultepec. Generoso con la indiada, la criolliza y la naquiza, pensó prolongar la receta monárquica heredando el trono a un hijo del ambicioso primer emperador [Iturbide].

    Carlos Marín, periodista
    (v.pág.26 del periódico Público del 23 de mayo de 2003).

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    En la escuela primaria de hace ya varios años aprendimos una historia de México oficial, diáfana, clara, precisa, contundente, y desde luego, completamente falseada, pero eso lo venimos a saber después. En esa romántica visión del pasado, los miembros del partido conservador, siempre en lucha con los del partido liberal, habían traicionado a México invitando a gobernarlo a un príncipe extranjero, ya que los "príncipes" nacionales eran ineptos, corruptos y hasta herejes. Esos mismos "traidores", habían propiciado la Intervención francesa en apoyo del emperador alquilado a Austria.

    Vino la guerra, y se estancó porque la ayuda francesa venía de muy lejos, y la esperada ayuda norteamericana, opción "no traidora" del partido liberal, no llegaba a causa de la propia guerra civil que Estados Unidos vivía. Pero esa lucha concluyó y entonces sí, Estados Unidos intervino en favor de los liberales y con su dinero y sus armas, el invasor francés fue echado fuera del país, y fusilado el emperador de alquiler, y quedó México comprometido a pagar de muchos modos el favor recibido de sus desinteresados patrocinadores del norte. ¿Cómo pudo pasar algo semejante? ¿Cómo pudieron los ánimos y las opiniones, y las opciones ideológicas extremarse tanto? Porque la razón sometida por la pasión, se extravía y nos lleva a hacer cualquier calamidad. Liberales y conservadores del siglo XIX se fanatizaron y por "amor" a México estuvieron dispuestos a entregarlo o a los franceses o a los norteamericanos, lo importante era el triunfo del propio partido, de la propia visión.

    Armando González Escoto
    (v.pág.2 del periódico El Informador del 21 de abril de 2024).

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    Maximiliano era mucho más liberal que don Benito, antiguo seminarista y sobrino del señor cura Salanueva. El emperador odiaba a los sacerdotes, por lo menos a los mexicanos, y Carlota los despreciaba, con lo que los conservadores se iban apartando más y más del emperador. Habían traído al austriaco para que remediara la situación en que los liberales y Juárez habían puesto los bienes de la Iglesia con las Leyes de Reforma; pero resulta que para 1867 el emperador había ratificado la vigencia de esas leyes, con inmensa satisfacción de los liberales e indecible consternación de los conservadores que hablaban de la "tercera reforma": la primera había sido la de Gómez Farías, la segunda la de don Benito y la tercera la del "príncipe católico" que encabezaba el Imperio mexicano.

    Aunque don Benito anduviera peregrinando con su gobierno por los desiertos norteños, lo cierto era que por todas partes el imperio encontraba oposición, y el infeliz y tarado emperador se hacía el haraquiri al privarse él mismo de sus mejores soldados: envió a Miramón a estudiar táctica militar a Prusia y al más temible, Leonardo Márquez, lo desterró como embajador de México en Constantinopla. Lo que Maximiliano tenía de güero y bien parecido lo tenía, y más, de tonto. Como diría Fuentes Mares, hablando de Panchito Madero, "nadie se salva cuando Dios lo entontece".

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 28 de febrero de 2003).

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    Entre 1856 y 1863 se promulgó en nuestro país una serie de leyes que habrían de ser llamadas de Reforma y que incluyeron la Constitución de 1857. Ellas establecieron las bases de un estado liberal que nuestros gobiernos han tratado de eliminar desde entonces.

    La Ley Juárez suprimía los fueros ante la justicia, en particular el militar y el eclesiástico. La Ley Lerdo promovía la desamortización, la venta obligada, de los bienes de las corporaciones, como la Iglesia y las comunidades indígenas. La Ley Iglesias prohibió el diezmo obligatorio. A éstas se añadió la Ley de Nacionalización de los Bienes del Clero, la Ley del Matrimonio Civil, la Ley del Registro Civil, la Ley de Exclaustración de Monjas y Frailes y la Ley de Libertad de Cultos.

    Nuestros gobernantes han buscado rendir pleitesía a estas leyes y al legado filosófico y jurídico de los liberales del '57, al mismo tiempo que han tomado todas las medidas posibles para traicionar sus principios. La Constitución de 1917, con la creación de un estado poderoso para tutelar a la sociedad, constituye el rechazo más significativo del legado liberal.

    A pesar de las reformas de hace 150 años, en México seguimos teniendo un fuero militar, el cual se ha convertido en fuente de abusos de los derechos individuales. La Reforma Agraria y el Ejido establecieron nuevos tipos de propiedad colectiva de la tierra fuera del mercado, con lo que violaron el propósito fundamental de la Ley Lerdo. Si bien la Ley Iglesias prohibió el diezmo, los sindicatos de hoy tienen facultades similares para gravar injustamente los sueldos de los trabajadores. El gobierno actual traiciona abiertamente el principio juarista de no intervención en los asuntos de otros países.

    Uno podría aceptar estas posiciones como honestas si nuestros políticos reconocieran su ideología conservadora. Pero se consideran herederos del liberalismo del siglo XIX sólo para impulsar medidas conservadoras.

    Los historiadores del régimen nos han querido hacer creer que el liberalismo del siglo XIX era simplemente una corriente anticlerical. Eso es falso. Muchos de los grandes liberales de ese entonces, incluyendo al propio Benito Juárez, vivieron y murieron como católicos. Lo que defendían era la libertad. Peleaban por el derecho a no sufrir una tutela innecesaria del estado, se oponían a las restricciones a la libertad de comercio y de propiedad, exigían la libertad de culto. Los ideólogos de nuestra actual izquierda conservadora afirman que no hay relación entre los liberales del siglo XIX y lo que ellos llaman los neoliberales del siglo XXI. No quieren percatarse de que sus principios son fundamenalmente los mismos.

    Las Leyes de Reforma, en su intento pacífico por construir un México de libertades e instituciones, parecen haber sido abandonadas por un régimen panista-priista-perredista que es fundamentalmente conservador.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico El Siglo de Durango del 31 de diciembre de 2009).

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    El 11 de abril de 1857, se expidió lo que se conoce como "La Ley Iglesias". Esta ley formó parte del primer grupo de leyes liberales, quienes creían en la necesidad de conducir a la patria "por las vías del todo nuevas de las libertades de trabajo, comercio, educación y letras, tolerancia de cultos, supeditación de la Iglesia al Estado, democracia representativa, independencia de los poderes, federalismo, debilitamiento de las fuerzas armadas, colonización con los extranjeros de las tierras vírgenes, pequeña propiedad, cultivo de la ciencia, difusión de la escuela y padrinazgo de los Estados Unidos del Norte", como dice el historiador mexicano, Luis González, en el capítulo "La Reforma" del libro Historia Mínima de México. Por su parte, los conservadores pedían exactamente lo contrario. El primero de los siete puntos de su ideario, sintetizado por Alamán, era: Queremos "conservar la religión católica... sostener el culto con esplendor... impedir por la autoridad pública la circulación de obras impías e inmorales". El último de los 7 puntos menciona lo que decían los conservadores: "Perdidos somos sin remedio si la Europa no viene pronto en nuestro auxilio".

    La Ley de las Iglesias, autoría del ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, José María Iglesias, es una de las Leyes de Reforma, la cual regulaba "el cobre de derechos parroquiales, impidiendo que se exigieran a quienes no ganaran más de los indispensable para vivir, e imponía castigos a los miembros del clero que no la observaban". ¡Uy, cómo se enojaron los conservadores, pero sobre todo los padrecitos con esta ley! Era evidente que con estas leyes se afectaba el poder de la Iglesia Católica, la cual durante 300 años hacía lo que se le daba la gana respecto a asuntos totalmente ajenos a la fe cristiana. Pero aún faltaba lo mejor para los liberales. En 1859, una vez trasladado su gobierno a Veracruz, Juárez promulgó las otras reformas que tenían que ver con la ley de la nacionalización de los bienes del clero, con la ley del matrimonio civil, la cual establece que el matrimonio religioso no tiene validez oficial y la ley del registro civil, declarando así, los nacimientos y defunciones con el Estado. La ley de exclaustración de monjas y frailes, la cual prohibía la existencia de claustros o conventos. Y por último, la más importante, la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley permitía que cada persona fuera libre de practicar y escoger el culto que deseaba. También prohibía el que se realizaran ceremonias fuera de las iglesias o templos.

    La guerra de reforma duró 3 años. En enero de 1861, los liberales vencen a los conservadores y Juárez regresa triunfante a la Ciudad de México.

    Guadalupe Loaeza
    (v.pág.8 del periódico Mural del 22 de abril de 2010).

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    Fue don Valentín Gómez Farías el diputado que presentó ante el Congreso la propuesta para elevar a Agustín de Iturbide al trono de México, exigiendo que la nación asumiera la forma de gobierno de una monarquía católica, constitucional y hereditaria... luego se dedica sistemáticamente a tratar de borrar todo lo que implique a la religión católica en la vida pública; porque, en lo privado, igual que don Benito, don Valentín nunca dejó de ser guadalupano, aun en sus años en que en Nueva Orleáns, fortaleciendo sus vínculos masónicos, favoreció la independencia de Texas, apoyando a los texanos contra México. Todo eso no bastó, en este México increíble, para que en el Congreso Constituyente de 1856 fuera declarado presidente honorario del Congreso.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 9 de marzo de 2007).

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    Los decesos de mexicanos a manos de las anglosajonas, entre mediados del siglo XIX y las 1as. décadas del XX, quedaron expuestas por los historiadores William Carrigan y Clive Webb, quienes investigaron y revelaron las dimensiones de los linchamientos a mexicanos, superados solo por los linchamientos de personas de color en el Sur hasta mediados del siglo XX.

    "Muertos olvidados: violencia en grupo contra mexicanos en Estados Unidos 1848-1928" es el título del libro de Carrigan y Webb, publicado hace 2 años. Los hechos quedan lejos y son incomparables con cualquier discriminación del presente. La publicación reciente de un informe que amplía en 700 el número de muertes conocidas por linchamiento de afroamericanos, sumada al goteo de noticias sobre arbitrariedades policiales y a los debates sobre la inmigración, coloca la tragedia bajo otra luz: los negros no fueron las únicas víctimas del racismo.

    Los historiadores han documentado 547 víctimas mexicanas (inmigrantes y estadounidenses de origen mexicano), pero el número total de personas "ahorcadas, quemadas y tiroteadas" es superior. Fueron miles, según la estimación de Carrigan y Webb.

    Tras la derrota de México en la guerra contra Estados Unidos, la anexión de Texas por Estados Unidos y la transferencia a este país; la frontera política se desplazó centenares de kilómetros, pero los mexicanos siguieron allí; los anglosajones eran los recién llegados, los inmigrantes, pero unos inmigrantes que intentaban imponer su ley en un medio hostil. Las tensiones eran inevitables.

    Existía entonces, una justificación racional para el llamado vigilantismo -el mantenimiento del orden público por parte de individuos o grupos civiles- y los linchamientos. En el Oeste, un territorio donde el Estado era débil y la justicia lenta, ineficiente o directamente ausente, muchos veían en los procesos y ejecuciones informales la única opción para combatir el crimen en ese territorio.

    Los historiadores cuestionan que la persecución de mexicanos fuera una mera reacción de las carencias del sistema judicial en las tierras de frontera. La violencia no se explica sin los prejuicios raciales y la competencia económica.

    El número documentado de negros linchados en el Sur de Estados Unidos es de 3,959, según un recuento reciente.

    Una diferencia entre negros y mexicanos ante la violencia blanca fue la resistencia. Los negros, tras el fin de la esclavitud, volvieron a ser una clase subyugada. Los mexicanos, en cambio, eran dominantes en partes del Oeste y disponían de ayuda en la diplomacia de México.

    Los mexicanos linchados, a diferencia de los negros, raramente eran acusados de violencia sexual contra sus mujeres: los anglos no veían a los mexicanos como una amenaza en este sentido, como sí les ocurría con los negros. En el caso de los mexicanos, los motivos de los linchamientos eran sobre todo económicos.

    (V.pág.13-A del periódico El Informador del 18 de marzo de 2015).

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    En 1865, la fortuna parecía sonreír al ejército de ocupación que cosechaba victoria tras victoria. Esto sería irónicamente fatal para el Imperio, porque el torpe Emperador fue adoptando medidas triunfalistas que, poco después, lo arrastrarían irremediablemente al fracaso. Bazaine era dueño de Oaxaca, don Benito casi con un pie en los Estados Unidos, en Paso del Norte; los mejores generales de la República, como Porfirio Díaz y Huerta prisioneros; republicanos ilustres, como Doblado, en el extranjero. Para acabar de ponerse en la orilla del precipicio, Maximiliano emitió un decreto en el que establecía la pena de muerte a cualquiera que tomara las armas contra el Imperio. No mucho después don Benito, a punto de convertirse en benemérito, respondería con toda lógica y justicia: pena de muerte a cualquiera que tome las armas contra la República. Esa fue la ley con la que juzgaron en Querétaro al infeliz Maximiliano.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 30 de enero de 2004).

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    Lo de benemérito, todos lo sabemos, es porque el gobierno de Colombia ordenó a su embajador en Washington que comunicara al embajador mexicano en dicha ciudad que el Senado de la República de Colombia, en sesión solemne, había declarado por unanimidad que "el ciudadano Benito Juárez ha merecido bien de las Américas". 1867 fue el año en que fusilaron a Maximiliano en el Cerro de las Campanas, el 17 de junio, y semanas después don Benito, ya benemérito, comenzaría otra presidencia. Un mes después de que "el Benemérito" había hecho su entrada triunfal a la capital de la república y había recibido las llaves de la ciudad de manos de quien la había conquistado, es decir de Porfirio Díaz, el 17 de agosto en el Diario Oficial aparecía la convocatoria para las elecciones de Presidente de la República, diputados al Congreso de la Unión y Presidente y Magistrados a la Suprema Corte de Justicia. Don Benito se disponía a cumplir con "el sagrado deber" de entregar el gobierno, como había declarado él mismo en noviembre de 1865, cuando se otorgó facultades especiales para seguir en la presidencia.. Pero los mexicanos se llevaron una sorpresa mayúscula al leer que, junto con la elección de nuevos mandatarios, la ciudadanía votaría reformas y complementos a la Constitución, entre ellas dar al presidente el derecho de veto. Es decir que para volver a la Constitución había que reformarla. Y lo peor del caso es que las reformas no se intentaban como la misma Constitución lo establecía, sino como decretaba el Presidente y sus ministros, sustituyendo una norma expresa por una apelación directa al pueblo, lo cual no era legal. Todo mundo entendió que lo que trataba de hacer el flamante benemérito era de fortalecer su poder. Mucha sangre se había derramado desde 1858 para defender la Constitución y ahora resultaba que no se podía gobernar con la Constitución vigente. Atinadamente opinaba el cónsul de los Estados Unidos Mister Ottenbourg: "si el gobierno ofrece el primer ejemplo de falta de respeto a la ley, el pueblo no adquirirá jamás hábitos constitucionales... el entusiasmo con que se recibió a Juárez en la capital, hace poco más de un mes, se ha trocado en desconfianza; la opinión... recela que cada acto del gobierno sea un paso más hacia la dictadura". Los gobernadores de los estados se opusieron también. Mier y Terán, gobernador de Veracruz, escribió a don Benito: "la reprobación es general, casi unánime, y de ello podrá usted irse convenciendo a medida que vaya teniendo conocimiento de la opinión de los Estados... Usted no puede retroceder en la vía del progreso a que ha llevado a la República". El progreso se refería sobre todo a que la Constitución de 1857 había dado supremacía al poder legislativo sobre el ejecutivo y ahora don Benito quería fortificar la autoridad del Señor Presidente. La culpa no era simplemente de don Benito, sino también de las circunstancias: desde que asumió la presidencia, en 1858, en la práctica Juárez había estado gobernando con facultades extraordinarias, obviamente no previstas por la Constitución. A nadie le gusta perder fuerza y poder. La Guerra de Reforma y la lucha contra el Imperio habían sido sin duda situaciones extraordinarias y extremas que habían dado a don Benito facultades extraordinarias y extremas también. No le quedó otro remedio a Juárez que renunciar al proyecto de reformas. Sin embargo ganó las elecciones de1867, pero, para México, había dejado de ser el benemérito para convertirse en el ambicioso de poder.

    Si llegar a la presidencia es complicado, mucho más resulta ganarse el respeto de la nación, y don Benito lo fue perdiendo.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 11 de mayo de 2007).

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    Emilio Arellano, autor de "Guillermo Prieto. Crónicas tardías del siglo XIX en México" (Planeta), menciona que la figura de Guillermo Prieto no tuvo tanto peso en la historia oficial del siglo XIX porque el gobierno de Juárez prohibió que se hablara de él, ya que Prieto lo había desaprobado. "Juárez cometió 2 errores garrafales que hizo que su popularidad se fuera a los suelos, uno es el tratado Mclane Ocampo en donde entregaba Nuevo León, Sonora y Baja California a Estados Unidos con tal de que le ayudaran a sacar a los franceses y la tontería del tratado de la Soledad, donde autorizaba el ingreso para que inspeccionaran que estábamos en ruina. Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto el dijeron que el error más grande era ese, le mandaron una carta. Ya evolucionó mucho el país, no podemos construir una mejor nación basados en mentiras".

    El escritor detalla que a Guillermo Prieto se le tenía como traidor, fue un traidor porque abandonó a Juárez al final de la guerra de intervención francesa, cuando prolongó su presidencia por mandato. "Guillermo Prieto y los liberales le declararon la rebeldía, por eso sus nombres fueron borrados para que brillara la figura de Juárez, pero los que eran valiosos eran los demás, no él. Gracias a Prieto y a Ramírez en las garantías individuales plasmaron la libertad de prensa y expresión, la igualdad del hombre y la mujer, Guillermo Prieto fue un precursor de la asistencia social, porque decía que el gobierno debe preocuparse de los huérfanos, para que estos no tuvieran que cometer delitos".

    Ilse Martínez
    (v.pág.2-B del periódico El Informador del 11 de septiembre de 2016).

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    Juárez, triunfante sobre Maximiliano, sobre los conservadores y sobre el Ejército imperial, fue todo menos que un presidente demócrata. El país azorado veía que el presidente se había ido convirtiendo en dictador. El azoro creció al ver que don Benito pensaba reelegirse otra vez. Juárez no vio que si en 1861 pudo justificar su elección para continuar en el poder y que si en 1867 su defensa de la República le daba legitimidad a su reelección, en 1871 no podía esgrimir ni un solo argumento para empeñarse en su nueva reelección. Pretendía ignorar que, si ganaba las elecciones, sumaría 18 años en el poder. Su terquedad ciega propiciaba indignación y amenazas de levantamientos armados.

    El 26 de junio de 1871 se celebraron las elecciones. Los candidatos eran Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. Después de todo el proceso electoral se declaró la victoria de Juárez. "Ni los mismo juaristas se encuentran satisfechos de la farsa electoral del domingo" escribía Ignacio Ramírez en El Mensajero. Varios periódicos capitalinos señalaban la intromisión del ejército en los comicios. Pero tal vez la mejor editorial es la de Emilio Velasco, en el periódico El Siglo XIX: "A no ser tan profunda nuestra fe en las instituciones, cualquiera habría encontrado en las elecciones motivo suficiente para proclamar que la soberanía del pueblo es el dogma de unos cuantos ilusos, y que la humanidad está condenada a la servidumbre [...] Fue un día lúgubre en la ciudad de México. Por todas partes se encontraba el aparato de la fuerza: las alturas estaban tomadas; las calles de la ciudad eran recorridas por patrullas; el aspecto de la ciudad era el de una plaza amenazada por un formidable enemigo. Ese enemigo era el pueblo, usando los derechos del sufragio". El editorial terminaba dirigiéndose a Juárez: "Habéis caído de vuestro elevado pedestal para confundiros con el vulgo de los hombres; erais el hombre de la ley; sois el hombre de la ambición". El que había "merecido bien de las Américas", como había dicho antes el Congreso de Colombia, era ahora quien tan mal había merecido de la democracia, al grado de que, en noviembre de ese año, su más destacado general en la guerra contra el Imperio lo tachaba de haberse hecho un adicto incurable a la presidencia: "La reelección indefinida, forzosa y violenta del Ejecutivo Federal ha puesto en peligro las instituciones nacionales"; acusaba a Juárez de haber suprimido la soberanía de los estados y la autonomía del Congreso, que había convertido en "una cámara cortesana, obsequiosa y resuelta a seguir siempre los impulsos del Ejecutivo". Lo acusaba también de malos manejos de las rentas federales. Denunciaba que Juárez y su gente: "han relajado todos los resortes de la administración buscando cómplices en lugar de funcionarios pundonorosos. Han derrochado los caudales del pueblo para pagar a los falsificadores del sufragio. Han conculcado la inviolabilidad de la vida humana, convirtiendo en práctica cotidiana asesinatos horrorosos, hasta el grado de ser proverbial la funesta frase de 'ley-fuga'". Luego acusa al Presidente de que al Ejército, creado para defender a la Patria, lo había hecho represor del pueblo. Estos son algunos párrafos del Plan de la Noria, de noviembre de 1871, en que Porfirio Díaz invita a tomar las armas contra su paisano Juárez. El último párrafo del Plan de la Noria es una página más de nuestra historia mexicana surrealista: "Que los patriotas, los sinceros constitucionalistas, los hombres del deber, presten su concurso a la causa de la libertad electoral... Que los mandatarios públicos, reconociendo que sus poderes son limitados, devuelvan honradamente al pueblo elector el depósito de su confianza... y la observancia estricta de la Constitución será verdadera garantía de paz. Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder, y ésta será la última revolución". Firma Porfirio Díaz.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.17 del periódico Público del 6 de febrero de 2004).

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    Porfirio Díaz se había levantado en armas contra el Benemérito, en 1871, pero fue derrotado. El que persevera alcanza y en 1876 perseveró y volvió a tomar las armas contra el presidente Lerdo de Tejada, 1872-1876... [cuya] presidencia fue igual de aburrida que su persona. Fue un presidente impopular, desangelado y aburrido: ni se casó ni tuvo aventuras amorosas; es decir todo lo contrario de mi general Porfirio Díaz que se casó 2 veces y engendró toda una serie de hijos fuera de matrimonio y vivió otra serie, mucho más larga, de aventuras femeninas. El infeliz solterón empedernido de Lerdo acabó de perder popularidad cuando elevó las Leyes de Reforma a categoría constitucional y expulsó a las beneméritas Hermanas de la Caridad, que abnegadamente atendían varios hospitales. De paso expulsó del país también a los jesuitas, capitaneados por cierto por el padre Ignacio Lerdo de Tejada, tío del aburrido y soso presidente.

    Después de derrotar en Tecoac [a] las tropas federales del presidente Lerdo de Tejada, y de una serie de maniobras legales o legaloides, subió a la presidencia a mediados de 1877.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 22 de febrero de 2002).

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    Sebastián Lerdo de Tejada, había estudiado en el seminario de Puebla, donde cursó todo el plan de estudios previo a la ordenación sacerdotal: letras, filosofía y teología. Lerdo, en su presidencia, hizo lo que don Benito, ex seminarista también como Porfirio Díaz, no se había atrevido a hacer: elevar las Leyes de Reforma a rango constitucional. Lerdo casi se había ordenado como sacerdote: recibió las órdenes menores previas.

    Sebastián en 1873 derrotó a Manuel Lozada, quien en la sierra de Nayarit había tratado de establecer una especie de gobierno azteca con el náhuatl como lengua oficial.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.24 del periódico Público del 11 de marzo de 2005).

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    Porfirio Díaz no fue un general "pronunciado" más, tampoco un político nato al estilo de Juárez, sino el primer mexicano con dotes de estadista, por más que sus detractores sólo le concedan la cualidad de administrador. Fue el creador de México como Estado, iniciado por Juárez; y, para lograrlo, tuvo la inteligencia y la fuerza de ir destruyendo los cacicazgos locales, capaces de atentar contra la unidad nacional y la fuerza del presidente. En la política fuera de las fronteras, sin sacrificar la dignidad nacional, supo cumplir las obligaciones internacionales y ganarse el reconocimiento de su gobierno por parte de los Estados Unidos: pagó las deudas externas y logró atraer inversiones extranjeras.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.25 del periódico Público del 4 de abril de 2003).

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    El hecho de que el último cuerpo de la Pirámide del Sol en Teotihuacán lleve doble escalinata, se debe a que Porfirio Díaz decretó que "se le pongan escaleras dobles como en Francia".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.24 del periódico Público del 28 de mayo de 2004).

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    En Diciembre de 1906, el Congreso de la Unión expidió un mandato por medio del cual autorizaba al Presidente de la República la compra y la unificación de las empresas ferrocarrileras que operaban en el país.

    El Ferrocarril Nacional de México y el Ferrocarril Central Mexicano eran las dos empresas en manos extranjeras que utilizaban los 20,000 kilómetros de vías férreas que cubrían el territorio nacional.

    Por esas fechas, y desde hacía años, las empresas habían dejado de invertir y no daban mantenimiento a la red ni al equipo. Para colmo, hacían oídos sordos a las quejas de los usuarios, entre los que se contaban los comerciantes.

    Los acreedores, entiéndase los poseedores de los bonos, por medio de los cuales habían sido financiadas las obras, ya no recibían puntualmente, y a veces ni siquiera lo recibían, el pago de dividendos.

    La maniobra era premeditada para que los grandes monopolios ferrocarrileros norteamericanos compraran las empresas o asumieran su control definitivo, al hacerse cargo de sus deudas.

    El presidente Díaz se dio cuenta de la maniobra y no permitió que se consumara.

    También sumó los recursos de otras empresas del ramo de menor importancia a las dos principales, para poner en manos del estado, desde 1906, el sistema de trenes del país.

    A partir de la revolución triunfante, una de las medidas inmediatas consistió no sólo en congelar el desarrollo ferroviario, sino en tratar de desmantelar los proyectos del régimen porfirista consistentes en ampliarlo y mejorarlo.

    Lo que son las vueltas del tiempo, a menos de 100 años de la nacionalización de los ferrocarriles por parte del demonio que a los ojos de sus enemigos fue el presidente Porfirio Díaz, la red está volviendo a manos norteamericanas.

    Marcos Arana Cervantes
    (v.pág.8-B del periódico El Informador del 21 de marzo de 2005).

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    Junto al jefe menguante, en los puestos visibles del aparador político, pululaban otros ancianos no menos achacosos; eso sí, personas muy bien vestidas y barbadas que no podían ocultar con sus trajes y pelos las arrugas de la piel, el arrastre de los zapatos y los rechinidos de las articulaciones enmohecidas. Nada cubría ya sus vidas matusalénicas. La edad promedio de los ministros, senadores y gobernadores era de 70 años. Los jovenazos del régimen, apenas sesentones, constituían la cámara baja. Los de más larga historia, tan larga como la república, eran jueces de la Suprema Corte de Justicia. En otros términos, los báculos de la vejez del dictador eran casi tan viejos como él, y algunos más chochos.

    Luis González
    "El liberalismo triunfante", en Historia general de México, El Colegio de México, tomo 2, p.980).

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    Porfirio Díaz no había invertido capitales importantes para modernizar y fortificar sus tropas, que con excepción de los oficiales, estaban compuestas de la gente reclutada en las levas, sin el menor interés en servir en el ejército. La estupenda novela de Francisco L.Urquizo Tropa Vieja, ilustra a la perfección la triste realidad de aquellos años: malhechores, reales o supuestos, eran obligados a incorporarse al ejército; se trataba pues de gente a quien le daban un fúsil, y, con elementalísima instrucción militar, tenían que enfrentarse a los revolucionarios que también carecían de instrucción militar, pero les sobraba entusiasmo, arrojo y determinación. La moderna investigación ha confirmado que el ejército federal de 1910 era en realidad un conjunto de reclutados por el odioso sistema de levas en el campo y en las barriadas más miserables de las ciudades: hombres mal alimentados, peor pertrechados y sin la menor motivación para combatir, como no fuera cierto atractivo por la bandera nacional y un muy deficiente sentido del deber. Dar la vida por un gobierno que odiaban era impensable y absolutamente ilógico. La mala calidad del ejército era también resultado del pleito entre Bernardo Reyes, deseoso de mejorar el estado de las tropas y su adversario político Limantour, opuesto a destinar recursos para el ejército.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 18 de febrero de 2011).

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    La obsesión de Juárez y Lerdo fue fortalecer al presidente, quitar peso a los estados y al congreso, neutralizar a los inconformes, centralizar el poder. Nunca lo lograron. Sus gobiernos recurrieron una y otra vez de los poderes de excepción, típicos de tiempos de guerra. El ejercicio de tales poderes, que para los contemporáneos era una dictadura, tuvo efectos contrarios. Lejos de consolidar los gobiernos de Juárez o Lerdo, exacerbaron las inconformidades, que solían terminar en revueltas.

    Juárez quería una reforma del poder que le diera poder al presidente, entre otras cosas, para reelegirse. Murió antes de lograrlo. Lerdo intentó lo mismo, y fracasó también.

    Porfirio Díaz enfrentó los mismos problemas de gobernabilidad que Juárez y Lerdo, con los mismos instrumentos débiles, pero fue él quien encontró la fórmula que los otros buscaban: fortalecer el poder central para poder gobernar y modernizar el país.

    Héctor Aguilar Camín
    (v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 12 de octubre de 2018).

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    Un reconocimiento a la figura de Porfirio Díaz, a quien el discurso oficial había colocado desde tiempo atrás, en el papel del malo de la película durante prácticamente todo el siglo XX. Esto se debió, en buena medida, a que los gobiernos de la Revolución justificaron su propio movimiento estigmatizando la figura de Díaz y su larga permanencia en el poder. La ecuación era fácil: si Díaz era el malo, los buenos serían, entonces, los revolucionarios, y su causa, la más pura.

    En contra de esta versión maniquea de la historia, en los últimos años se ha tratado de recuperar la figura de Díaz de una manera menos pasional, destacando los aciertos y desaciertos que tuvo durante sus más de 30 años al frente del ejecutivo federal. Si bien aún es difícil hacer a un lado la leyenda negra que pesa sobre este personaje, hoy podemos hablar de don Porfirio como el constructor del México moderno, sin temor a críticas viscerales que lo sumerjan de nuevo en los sótanos de la historia nacional.

    Pocos saben, por ejemplo, que Díaz fue reconocido en el panteón cívico nacional como el héroe del 2 de abril por su destacada labor durante la intervención francesa. Pero este logro, al igual que el resto de sus méritos, quedaría como hemos dicho sepultado tras el triunfo de la Revolución.

    Es cierto que ocupó la silla durante 3 décadas, pero Juárez lo hizo durante casi 3 lustros y nadie se lo reclama, mientras que ya en el siglo XX Calles dirigió las riendas del país casi 12 años, y en pleno gobierno de la Revolución sin gran queja por parte del discurso oficial.

    Sólo cuando se conocen los antecedentes del porfiriato, marcados por la caótica situación que imperaba en el país, la crisis económica, la eterna bancarrota, la falta de un gobierno hegemónico y capaz, las constantes guerras intestinas y las tristes invasiones e intervenciones extranjeras que caracterizaron el siglo XIX mexicano, es que se puede entender realmente el entorno en el que Díaz asumió la Presidencia y las condiciones en las que gobernó.

    Lillian Briseño Senosiain, doctora en Historia, directora de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe
    (v.pág.20 del periódico Público del 25 de abril de 2010).

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    Panchito Madero en un principio no estaba contra la reelección de Díaz en 1910, sólo le rogaba que permitiera que el pueblo eligiera al vicepresidente. Nos resulta increíble que en "la sucesión presidencial" Madero escribiera: "No es fácil encontrar un militar que supere al general Díaz, pues su gran moderación en el poder es admirable y difícil de igualar".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 6 de julio de 2007).

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    La Sucesión Presidencial de 1910 de Panchito Madero fue tal vez, el primer best seller de nuestra historia editorial mexicana. No se trataba de ninguna obra literaria o de análisis político excepcional: simplemente en un estilo sencillo exponía diversas ideas sobre el absolutismo de la ya prolongada dictadura de Porfirio Díaz, que había pisoteado la constitución de 1857 y que en su casi totalidad había repetido los excesos autoritarios de Benito Juárez que años antes el mismo Díaz había censurado de su paisano de Oaxaca. Madero insistía en que las leyes eran letra muerta, en que el poder legislativo no existía, subrayaba la ausencia de una prensa independiente.

    Era claro, según el libro que el pueblo mexicano estaba harto de la simulación democrática y ansioso de recuperar sus derechos. El chaparrito hacendado coahuilense, hombre bueno y compasivo con sus peones, proponía que el mexicano, de vasallo se transformara en hombre libre: "a los mercaderes y viles aduladores, en hombres útiles a la patria y en celosos defensores de su integridad y de su Constitución". El best seller era un libro mal escrito, con análisis históricos superficiales, en ocasiones se contradecía y en general se expresaba con respeto y aún admiración de Porfirio Díaz; pero, en aquellos años sin crítica política libre, expresaba las inquietudes y preocupaciones de la clase media. Sin duda demostraba patriotismo y sinceridad. Madero no creía en las promesas que había hecho Porfirio Díaz un año antes en la famosa entrevista Díaz-Creelman. Creía en cambio en la capacidad del pueblo para cambiar las cosas. Proponía que se creara un partido antireeleccionista y terminaba con un llamado directo a Porfirio Díaz: "Usted no es capaz de encontrar un sucesor más digno de usted... que la ley". En cualquier otro país el libro apenas habría tenido eco; pero en México, después de años de dictadura y sumisión, fue una verdadera bomba.

    Conviene recordar la conclusión 11 que resume las aspiraciones de la propuesta "revolucionaria" del coahuilense: "Cuando el Partido Antirreelecionista esté vigorosamente organizado, será muy conveniente que procure una transacción con el General Díaz para fusionar las candidaturas, de modo que el General Díaz siguiera de Presidente, pero el Vicepresidente y parte de las Cámaras y de los Gobernadores de los Estados, serían del Partido Antirreeleccionista. Sobre todo, se estipularía que en lo sucesivo hubiera Libertad de Sufragio y si posible fuera desde luego reconvendría en reformar la Constitución en el sentido de no reelección". No deja de sorprender la timidez de las aspiraciones del futuro caudillo de la Revolución de 1910: supone que Díaz seguirá en la presidencia y que el Partido Antireeleccionista comparta en algo el poder. En la segunda edición del libro, probablemente de abril de 1909, escribió un añadido: "...proponemos que el pueblo haga un esfuerzo para salir de su apatía, reconquiste sus derechos y acabe con la dictadura, ...proponemos que el pueblo nombre sus representantes en las Cámaras, los Estados sus Gobernadores y la Nación entera al Vicepresidente... Como afortunadamente ha desaparecido de entre nosotros el espíritu revolucionario, creemos que la inmensa mayoría de la Nación se conformaría con una transacción... antes de verse envuelta en una guerra civil".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 24 de abril de 2009).

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    El 16 de octubre de 1909 ocurrió la primera entrevista de un presidente de México con un primer mandatario estadunidense: Porfirio Díaz y Mister William Taft.

    Parece que Mister Taft pretendía eliminar de México a las compañías petroleras inglesas, especialmente a la de Lord Cowdray, para asegurar la explotación petrolera a favor de los estadunidenses. No lo logró con la entrevista de El Paso. No se olvide en cambio, que cuando Díaz se exilió de México, en mayo de 1911, se hospedó en Veracruz en la casa de Mister Cowdray y que en su exilio Díaz recibió favores del potentado inglés.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 16 de octubre de 2009).

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    La histórica entrevista, Díaz-Taft, se dio en el clima de la incertidumbre, previa sequía en el suelo mexicano, que habría de conducir a la Revolución.

    Carlos Cortés Vázquez
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 6 de marzo de 2011).

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    El 5 de octubre [de 1910], comenzó a circular el Plan de San Luis, invitando a levantarse en armas el 20 de noviembre: el ingenuo Panchito [Madero] anunciaba el día de su rebelión... El día señalado, el 20, Panchito atravesó el Río Bravo en Ciudad Porfirio Díaz, actual Piedras Negras, para encabezar los ejércitos rebeldes; pero en esa fría mañana norteña sólo se encontró a su padrino de bautizo con unos 30 hombres y un total de ocho caballos, diez fusiles y algunas pistolas.

    No le quedó más remedio que volver a cruzar el río y esperar, de aquel lado, una ocasión más propicia. A fines de enero de 1911, cuando las tropas de Pascual Orozco y Pancho Villa dominaban ya parte de Chihuahua, Madero cruzó el río de nuevo para encabezar la rebelión.

    A fines de abril llegaron a Ciudad Juárez, pero el fino y educado Panchito se oponía al ataque a la ciudad por temor a que las balas cruzaran la frontera y pudieran perjudicar a los gringos; Pancho y Pascual no le hicieron caso y, en abierta desobediencia e indiciplina, tomaron la ciudad; Panchito triunfó contra las órdenes terminantes que él mismo había dado...

    Cuando Porfirio Díaz se enteró de la caída de Ciudad Juárez, vio que su hora de dejar la silla había llegado. Los especialistas en historia política y militar coinciden en que la toma de Ciudad Juárez estratégicamente no implicaba la caída del régimen: más bien se cree que en Díaz reverdeció el patriotismo de sus años de lucha republicana contra el Imperio: para nada quiso exponerse a una invasión gringa y prefirió retirarse.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 17 de agosto de 2001).

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    La fecha del 20 de noviembre de 1910 fue histórica, primero porque parecía que no sucedería nada trascendental, pero la inconformidad con el dictador de aquél entonces era tal, que poco a poco el Plan de San Luis propuesto por Francisco I. Madero González -sí tuvo madre- empezó a tomar forma y captar adeptos en diferentes rumbos del país, mismos que llevaron a cabo la Revolución Mexicana.

    De baja estatura, miembro de una de las familias más ricas del país -fifí dirían algunos en la actualidad-, de pensamiento liberal, de noble sentimientos y valor social -invertía parte de sus recursos económicos en causas nobles, y no se ha sabido que recibiera dádivas del pueblo o alguien más-. Las abundantes tierras y posesiones de su familia -que él administraba- producían importantes ingresos y empleos. Poseedor de una educación y cultura envidiable -aunque la haya adquirido de maestros particulares y en colegio para ricos, además de EU y Francia- lo cual incomoda y reprueba en otros el actual ejecutivo federal, dejan ver la incongruencia que hoy padecemos casi todos.

    Cuauhtémoc Cisneros Madrid
    (v.pág.9-A del periódico El Informador del 24 de noviembre de 2020).

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    El 26 de mayo, muy de madrugada, Porfirio Díaz, acompañado de su familia y un grupito de sus más íntimos, salió de su casa en las calles de la Cadena y vio por última vez el Palacio Nacional, mientras se dirigía a la estación de San Lázaro para abordar el tren a Veracruz; no tomó el de vía ancha que pasaba por Maltrata y Orizaba, sino el de vía angosta, por Jalapa. Una escolta, comandada por Victoriano Huerta, cuidaba la seguridad del ex presidente fugitivo. Al comenzar la tarde, ya cerca de Perote, en Tepeyehualco, una partida de rebeldes trató de detener el tren, pero la escolta los dispersó, aunque sufrieron la baja de tres soldados. Como a las ocho de la noche llegaron a Veracruz, donde las autoridades y el pueblo recibieron con afabilidad al anciano oaxaqueño.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.19 del periódico Público del 23 de junio de 2006).

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    Pocos días después del 31 de mayo de 1911, cuando el Ipiranga zarpó del puerto de Veracruz, después de que a don Porfirio le hicieron honores militares y le tocaron "Las Golondrinas", Diódoro Batalla, periodista que había estado preso catorce veces por atacar a don Porfirio, escribió: "si el general Díaz hubiera dejado la Presidencia en 1890 o en 1900, el Popocatépetl y el Iztacíhuatl hubieran sido poco para el pedestal de su estatua".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.19 del periódico Público del 26 de marzo de 2004).

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    La Revolución Mexicana

    Todos los mexicanos aprendemos que la Revolución de 1910 se inició para derrocar al dictador Porfirio Díaz, quien llevaba 33 años reeligiéndose de manera fraudulenta. Pero, apenas lo piensa uno dos veces, comienzan a surgir piezas que no embonan con esta versión. La principal es que la guerra civil duró al menos hasta 1917, en que se redactó la Constitución, o hasta 1929, porque los enfrentamientos continuaron por todo el país hasta que Calles creó el partido oficial. Y ni siquiera entonces concluyeron totalmente. Pero resulta que el objetivo del levantamiento popular se consiguió en tan solo seis meses, pues a fines de mayo de 1911 renunció Porfirio Díaz y el 31 de mayo se embarcó, en Veracruz, en el famoso vapor Ypiranga, que lo llevó a Europa, donde aún reposa.

    Una semana después, el 7 de junio, Francisco I. Madero fue recibido en la capital del país con muestras de extraordinario júbilo. En nuevas elecciones triunfó Madero llevando como vicepresidente a José María Pino Suárez. El 6 de noviembre de 1911 tomó posesión de la presidencia de la república.

    Parecía el punto final. Pero no fue así. Nos dicen en la escuela que el general Victoriano Huerta derrocó al presidente Madero y lo asesinó. Pero esto no ocurrió hasta 1913, cuando ya Emiliano Zapata llevaba 2 años peleando contra el gobierno legítimo y recién elegido.

    Esto es: apenas 3 semanas después de que el héroe Madero llegara a la presidencia de la república, el héroe Zapata lo desconoció, no por razones de peso, pues ningún gobierno se prueba en 20 días, sino por el trivial motivo de que no le gustó Pino Suárez como compañero de fórmula, según declara en el Plan de Ayala. Para fabricar una historia de buenos y malos hay detalles que nos escamotean.

    El Plan de Ayala

    Todos los considerandos iniciales del Plan de Ayala, con el que Emiliano Zapata se rebeló conra el gobierno recién elegido, se encaminan a desconocer a Madero por abstracciones como "violar los sagrados principios que juró defender", "eludir las promesas hechas a la nación" (¿que debió cumplir en 20 días?) y nada menos que "hacer del sufragio efectivo una sangrienta burla al pueblo", cuando nadie, sino Zapata, puso en entredicho las elecciones presidenciales ejemplares que dieron un triunfo por aclamación nacional a Madero.

    Luego, y solamente como parte adicional del Plan que invocamos (así dice), se plantea la devolución a sus legítimos dueños de los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados... previa muestra de los títulos de propiedad correspondientes. Y para quienes nada tienen, el plan zapatista decreta la expropiación, "con indemnización", de una tercera parte de las tierras monopolizadas por los propietarios poderosos. ¿En dónde está el elemento revolucionario, mítico, del levantamiento zapatista? Y esta parte es la que consideran "adicional". La básica es el desconocimiento del primer presidente democráticamente elegido luego de 33 años de elecciones fraudulentas.

    El temprano levantamiento zapatista abrió la caja de Pandora y trajo el incendio por el que México perdió 30 años de este siglo que termina: campos arrasados, minas anegadas, naciente industria en ruinas.

    Extracto de un artículo de Luis González de Alba
    (v.pág.5 de la sección "Arte & Gente" del periódico Público del 21 de noviembre de 2000).

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    Madero había subido a la silla presidencial en clara oposición de los zapatistas y con su propio equipo ya muy resquebrajado.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.38 del periódico Milenio Jalisco del 20 de enero de 2012).

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    A Madero, hacendado del norte, criollo, liberal, la idea de expropiar tierras y entregárselas a las comunidades le parecía un reclamo menesteroso, inútil y anacrónico (contradecía el espíritu de la Constitución de 1857). Si había llegado al poder era para preservar la hegemonía de los hacendados ahora en un régimen democrático. Para Zapata, en cambio, la "restitución inmediata de las tierras" significaba la única exigencia que podía justificar y legitimar la rebelión contra Díaz. Madero le exigió a Zapata que depusiera las armas; Zapata le respondió: "Primero la tierra, después las armas". Si se observa la brutal estrategia militar que empleó Madero para acabar con los rebeldes zapatistas, es difícil entender cómo es que su aura esté marcada desde esos años por el idealismo y la inocencia.

    En rigor, nadie pudo con Zapata. Derrotó a De la Barra y a Madero, derrotó a Victoriano Huerta y sus terribles ejércitos, también a los intentos constitucionalistas de acabarlo.

    El único que pudo con Zapata fue él mismo. Una vez distribuida la tierra, los campesinos morelenses lo dejaron solo en su lucha contra el carrancismo.

    Martha González Escobar, divulgadora científica de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 19 de agosto de 2009).

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    Asociar la lucha de Emiliano Zapata con el lema "Tierra y Libertad" resulta paradójico debido a que el jefe del Ejército Libertador del Sur nunca usó ese lema como bandera; no se conoce un sólo documento que haya firmado con ese lema. A pesar de ello, desde 1929 con la finalización del mural de Diego Rivera en Palacio Nacional en el que aparece Zapata sosteniendo una bandera roja con esa frase, con el anarquista Lázaro Gutiérrez de Lara y el socialista Felipe Carrillo Puerto, el país entero lo irá aceptando como un hecho y lo consideraría como una frase suya.

    Miguel Angel Berumen
    (v.pág.5 del suplemento "Visor" del periódico Público del 17 de octubre de 2010).

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    No deja de ser curioso que el iniciador de la revolución, Francisco Ignacio Madero perteneciera a una familia de muy ricos hacendados y que todos los jefes de la Revolución, incluido el movimiento armado iniciado por Carranza, fueran de posición económica desahogada o por lo menos de clase media alta. No se olvide que Emiliano Zapata, a quien apoyaron los campesinos pobres y miserables de Morelos, era un ranchero acomodado y que había sido caballerango de Ignacio de la Torre yerno de Porfirio Díaz. Pancho Villa, aunque de extracción humilde, al lanzarse a la Revolución era ya un hombre de clase media acomodada puesto que poseía varias carnicerías y, algo de lo más irónico de nuestro historia, murió como próspero hacendado y protegido por el gobierno de Adolfo de la Huerta, sin olvidar que según Friedrich Katz los mayores opositores al reparto agrario fueron los villistas, que preferían recibir su salario fijo que malpasarse en cultivar la tierra.
    Estas últimas observaciones dan pie a una serie de preguntas sobre la Revolución Mexicana, que, según la historia oficial de muchos años, de definía como eminentemente popular y agraria.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 17 de diciembre de 2010).

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    En la Navidad de 1911, Bernardo Reyes, después de haber intentado armar, desde Texas, una invasión al territorio mexicano para derrocar a Madero, se había entregado a las autoridades y estaba prisionero. El infeliz Reyes, que en 1909, se había anunciado como posible sucesor de Porfirio Díaz en la presidencia, no tuvo el valor de lanzarse a la contienda política, a pesar de haber tenido, sobre todo en Jalisco, un gran apoyo en el mundo juvenil y de profesionistas pensantes. Para no resumir la historia del reyismo, baste decir que Don Bernardo, jalisciense gobernador de Nuevo León, había sido para Porfirio Díaz el gobernador ideal, pero le faltó decisión y valor. Charles C.Cumberland, resume así la actuación de Bernardo Reyes: "es una de las figuras más trágicas de la moderna historia mexicana. Arrogante, terco y ambicioso, pero de escasa valentía personal o moral, ejemplificaba a una parte de la población. Nunca admitió su error; no podía creer que los mexicanos inteligentes prefirieran a Madero que a un general de división famoso. Oculto detrás de una fachada patriótica y reformista, trazó planes y conspiraciones para llegar a presidente, de preferencia por elección pero si era necesario por la fuerza. Si hubiera dominado sus ambiciones políticas, podría haber sido una fuerte influencia estabilizadora, pero su arrollador deseo de ocupar el cargo de presidente estimuló a la reacción, impulsó la deslealtad y produjo disensiones y revueltas". (Madero y la Revolución Mexicana, Siglo XXI, p. 218).
    Total, que a 3 meses de haberse sentado en la silla presidencial, Panchito Madero, sólo se podía apuntar el éxito de tener a Reyes en la cárcel, mientras que Zapata, en el sur, amenazaba seriamente al gobierno y los antiguos maderistas, como los Vázquez Gómez, se habían ya arrepentido de haber apoyado a Madero.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.38 del periódico Milenio Jalisco del 13 de enero de 2012).

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    La primera Constitución propiamente mexicana surgió en 1824, donde se descartó todo tipo de legislación extranjera y se proclamó el ejercicio absoluto de la soberanía. La inspiraron varios documentos anticipatorios: la Constitución de Filadelfia (1787), la francesa (1791) y la española de Cádiz (1812), los "Sentimientos de la Nación", de José María Morelos (1813), y el "Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana" (Constitución de Apatzingán) de 1814.

    Años de inconsistencia e ingenuidad política (y la pérdida de gran parte del territorio nacional) remataron en el "Plan de Ayutla" que desconocía al gobierno vigente, convocando un congreso extraordinario constituyente en 1856. El 5 de febrero de 1857 fue aprobada democráticamente la nueva Constitución, pero, esperadamente, el propio presidente la desconoció y se desató la Guerra de Reforma entre quienes la defendían y quienes la desconocían. Formalmente se reescribió para acomodarse al modo de las circunstancias del año 1917 y desde entonces su vida ha sido de recortecitos y pedaceras prendidas con alfileres y puntadas.

    Norberto Alvarez Romo, presidente de Ecometrópolis,A.C.
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 3 de febrero de 2009).

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    Me parece comprensible que el pueblo considerara presidente a Panchito: sea lo que fuere, había sido capaz de bajar de la silla a Porfirio Díaz. Tímido, chaparrito, indeciso, sin inteligencia brillante, había logrado lo impensable: bajar de la silla al mejor general de la guerra contra el imperio y al que no habían podido derrocar militares y políticos de colmillo retorcido. Entiendo también que para Panchito, una vez que renunció Díaz, era muy fácil caer en la tentación de sentirse ya presidente. Madero no supo mantenerse al margen mientras el presidente, nombrado por el Congreso, era su tocayo León de la Barra.

    Panchito había tenido la torpeza de nombrar a dos de sus hermanos como ministros de su gabinete, y pronto comenzaron a preguntarle si eso era democracia y si así respetaba la voluntad nacional y el "apóstol" de la democracia tuvo la torpeza de declarar: "Respecto al cargo de estar obrando contra la ley, pues también contra la ley derrocamos al general Díaz [...] la revolución es la revolución [...] mientras haya fuerzas revolucionarias me reconocerán como jefe".

    Los desaciertos de Panchito, presidente provisional, contra el presidente interino, fueron sinnúmero; pero hay uno digno de recordarse, según lo cuenta Ricardo García Granados: se introdujo, sin invitación, a un banquete que ofrecieron los oficiales de la guarnición al presidente interino y pronunció un brindis en que reprochaba a los oficiales que hubieran sostenido la tiranía de Porfirio Díaz, pues los militares no debían sostener un gobierno tiránico. Obviamente, sin darse cuenta, estaba favoreciendo los cuartelazos. Sin duda que Victoriano Huerta escuchó muy atentamente este discurso.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 27 de julio de 2007).

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    Los hechos de armas de mayor importancia, los caudillos más reconocidos, los personajes y símbolos más representativos de la revolución fueron de la lucha contra Huerta, porque la campaña militar de Madero contra Porfirio Díaz en 1911 fue sumamente corta y limitada casi al norte del norteño estado de Chihuahua. Las grandes batallas como la toma de Torreón y la de Zacatecas son de este periodo. Los incidentes internacionales como el desembarco gringo en Tampico y la invasión de Veracruz fueron episodios de la presidencia de Huerta.

    En agosto de 1914, después de que Obregón tomó Guadalajara y avanzó hacia la capital del país, Huerta renunció a la Presidencia y huyó, no por Veracruz como lo intentaría hacer Carranza y como lo hizo Porfirio Díaz, sino que se embarcó en un puerto oaxaqueño. Meses después, en El Paso, Texas, murió de cirrosis en la enfermería de la prisión.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 10 de agosto de 2007).

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    Madero como presidente mantuvo su promesa: el poder legislativo fue independiente, la prensa fue libre y las elecciones limpias. Sin embargo, su ensayo democrático terminó en un desastre. La mayoría opositora en las cámaras, bloqueó sistemáticamente sus iniciativas y le impidió gobernar. La prensa y los intelectuales desataron contra él una enorme campaña de desprestigio y el resultado previsible fue el golpe de estado militar con la activa participación del embajador de los Estados Unidos Henri Lane Wilson que actuó -obviamente- por instrucciones de su gobierno. Madero murió asesinado en 1913 abriendo paso a una revolución que duró 10 años con el costo de un millón de muertos.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.la pág.4-A dle periódico El Informador del 26 de marzo de 2005).

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    La historia política y diplomática entre México y los Estados Unidos está llena de episodios lamentables. Hay una añeja desconfianza de los mexicanos hacia EU. Su historia comenzó tristemente en la Guerra de Texas y con la aleve e inexplicable invasión de 1847, "la guerra más injusta de que la historia pueda presentar ejemplo", como expresó el historiador Lucas Alamán. Luego vinieron episodios como la intervención del embajador Lane Wilson con la complicidad tácita del presidente William Taft en el asesinato de Madero. Cruel paradoja: la mayor democracia en América derrocaba al mayor demócrata de México. El desembarco en Veracruz que Woodrow Wilson ordenó para derrocar a Victoriano Huerta, sólo logró avivar los ánimos antiyanquis. Parece mentira, pero el último gobernante mexicano que temió una nueva invasión fue Plutarco Elías Calles. Las compañías petroleras querían una vuelta al statu del porfiriato. En los EU se hablaba del peligro de un nuevo soviet en México. Calles ordenó al comandante de la zona de Tuxpan (Lázaro Cárdenas), que si la invasión se producía, incendiara todos los pozos.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.la pág.2-A dle periódico El Informador del 16 de junio de 2012).

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    No se entiende si celebramos el aliento democrático y liberal de Madero, las tropelías seudojusticieras de Francisco Villa, las añoranzas de Emiliano Zapata (quien, como dijo acertadamente Womack, encabezó la revuelta de quienes no querían cambiar), el despotismo ilustrado de Calles, las argucias de Carranza o la ambición de poder y dinero de Obregón.

    Ricardo Medina Macías
    (v.pág.14 de la sección "El Economista" del periódico El Informador del 22 de noviembre de 2000).

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    Emiliano Zapata, recuerda el historiador francés Jean-Francois Chevalier, se levantó en armas no tanto por la tierra, sino contra la modernización de las haciendas del porfiriato.

    Raymundo Riva Palacio
    (v.pág.11A del periódico Ocho Columnas del 18 de julio de 2002).

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    Aunque mi general Zapata hablaba del Ejército Libertador del Sur... creo que durante la "gesta heroica de la Revolución Mexicana", como dice la historia oficial, sólo hubo un ejército verdadero: la División del Norte del matón Pancho Villa, y eso después del 23 de junio de 1914, toma de Zacatecas. A partir de esa fecha, como Carranza le quitó el carbón para sus trenes, Villa tuvo a su gente frenada en Zacatecas y el general Felipe Angeles se dedicó a organizar y dar instrucción militar a sus guerrilleros: cuando Villa se encuentra con Zapata en la ciudad de México, en diciembre de ese año, ciertamente la División del Norte era un Ejército organizado, con uniformes gringos nuevos, soldados bien pagados y bien armados. Debo decir que, meses después, en abril de 1915, las tropas o la gente de Obregón derrotaron en Celaya a ese ejército. Obregón me cae mal por matón, pero no le puedo negar su genio militar.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 26 de septiembre de 2003).

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    El "gallinero de la república" -como había dicho torpemente Obregón al referirse a Jalisco- resultó un "gallero". El pobre Obregón había pensado que todo el país era Sonora.

    En 1924 Obregón se había ilustrado y se refería a Jalisco como "mi segunda Sonora".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 24 de agosto de 2007).

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    Friedrich Katz, el acucioso biógrafo de Pancho Villa, ha demostrado que los principales enemigos de la reforma agraria eran los villistas: preferían arriesgarse que irse al laborioso oficio de cultivar la tierra: los villistas no eran los "campesinos heroicos e idealistas que luchaban por su hermanos campesinos", como nos decían en la secundaria. Katz ha demostrado que Villa exigía tributos mensuales a los hacendados y demás ricos de Chihuahua y pagaba muy bien a sus mercenarios.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 31 de octubre de 2003).

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    El libro Pancho Villa de Katz es un estudio maravilloso sobre él, y lo que más me impresiona es la imagen de Villa hincado, llorando, agarrado a las rodillas de un general para que no lo fusilara. Lo habían mandad a fusilar por orden de Huerta y se le abrazó bañado en lágrimas al capitán o lo que sea que estaba al mando del batallón y gritando: "¡Que no me maten!"...

    Luis González de Alba
    (v.pág.4-E del periódico El Informador del 1o.de diciembre de 2010).

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    Pancho Villa, en una de tantas ironías de nuestra historia, terminó sus días como próspero hacendado gozando de privilegios como el de contrabandear maquinaria moderna para su hacienda. Quién diría: el Robin Hood mexicano, el redentor de los campesinos y gente oprimida, vivió los últimos tres años de su vida como los odiados hacendados contra los que, según la historia oficial, se hizo "la gesta heroica de 1910". En Canutillo, el hacendado don Pancho vivió con su última esposa oficial, protegido por el gobierno federal. Tan rico fue don Pancho que hasta aprendió a manejar su automóvil Dodge, uno de los primeros en llegar a Durango.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 17 de junio de 2005).

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    Se publicó el día 2 de octubre de 1911. Se llama

    "Errores de Madero"

    [Trinidad] Sánchez Santos [director del diario "El País"], en él, pone en el papel algunas de las metidas de choclo ("del género de las increíbles y de la especie de las imperdonables", decía de ellas) del "Apóstol de la Democracia". Pifias tan atroces como la de imponer, en forma chapucera (mediante un fraude electoral en Yucatán... a despecho de que su bandera, durante la Revolución, había sido, precisamente, la del "Sufragio Efectivo") la candidatura de Pino Suárez a la Vicepresidencia. El editorialista reparaba en que el tremendo error de Madero reeditaba, de hecho, el que había cometido Porfirio Díaz al imponer al pueblo la candidatura de Corral, con las revolucionarias consecuencias que la historia registra... "Quiera Dios que el capricho Pino Suárez no le cueste a Madero lo que le costó a Díaz el capricho Corral", profetizaba Sánchez Santos. De alguna manera auguraba -véase la fecha- el trágico fin del sueño que Don Francisco "vendió" a los mexicanos de su tiempo...

    Jaime García Elías, periodista y conductor radiofónico
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 8 de noviembre de 2001).

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    Hubo un momento en que México estuvo a punto de empezar la construcción de un país liberal. Después de la guerra de reforma y de la intervención francesa, el triunfo de los liberales encabezados por Benito Juárez permitió abrigar la esperanza de un México de libertades.

    Pero no fue así. Un general surgido de las filas liberales, Porfirio Díaz, inició pronto un régimen que abiertamente limitó las libertades políticas e individuales. Tres décadas después Díaz fue derrocado por otro liberal, Francisco I. Madero, quien, sin embargo, sólo pudo permanecer en el poder poco más de un año. El gobierno de Madero fue interrumpido por un golpe de estado que desencadenó una violenta revolución, que, después de un período de inestabilidad, llevó al poder a un nuevo régimen conservador que se mantuvo en el control del país durante décadas. Este, a pesar de sus políticas retardatarias, se presentó siempre a sí mismo como revolucionario y progresista.

    Sergio Sarmiento
    (v.pág.7 de El Dictamen del 14 de mayo de 2002).

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    ¿Qué le ocurrió a Francisco I. Madero, nuestro apóstol de la democracia?

    Con mano blanda, perdonó la vida a Félix Díaz, sobrino de don Porfirio, que se había levantado en armas, y fue el mismo perdonado, acompañado por otros militares, quien encabezó el golpe militar de la Ciudadela, asesinó a Madero y le abrió paso a la dictadura militar de Victoriano Huerta.

    Gustavo de Anda
    (v.pág 17A de Ocho Columnas del 7 de junio de 2001).

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    Panchito tuvo pronto la desgracia de que sus antiguos aliados, Emiliano Zapata y Pascual Orozco, no sólo le dieron la espalda sino que se le enfrentaron con las armas: todo porque al asumir la presidencia no hizo ninguna revolución: no realizó ningún cambio.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 17 de octubre de 2003).

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    A don Eulalio Gutiérrez le tocó recibir en Palacio Nacional a Zapata y a Villa el 6 de diciembre de 1914, cuando el jefe norteño se fotografió en la silla presidencial. Claro que don Eulalio era el presidente, según la Convención de Aguascalientes, pero en ese momento el poder lo tenían Villa y Zapata, quienes impusieron su ley con el lenguaje que ambos conocían: el de las armas. Aplicaban la justicia según el propio capricho, intercambiaban prisioneros para luego fusilarlos y permitían el vandalismo de sus tropas.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 21 de julio de 2006).

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    En la famosa Convención de Aguascalientes, de finales de 1914, los zapatistas que se habían bajado del tren para dirigirse directamente a la sesión de la convención iban encabezados por Antonio Díaz Soto y Gama, quien, sin tener el uso de la palabra, brincó al estrado de la presidencia y luego increpó a los convencionistas que habían hecho honores a la bandera nacional: "Están ustedes honrando a una bandera reaccionaria... ¿qué nos trajo la independencia?... porque después de 1821 el mexicano ha sido el gachupín del indio". La cita entrecomillada no es textual, pero es lo que recuerdo de ese discurso. Poco después, ya fuera de la convención, Luis Cabrera, el intelectual carrancista, al hablar de problemas agrarios, diría: "En cuestiones del campo, el único país que puede copiar México es Nueva España", con lo que indicaba que las Leyes de Indias, de la época virreinal, habían favorecido más a los campesinos que las del México independiente. Es interesante que nuestros revolucionarios más pensantes no dejaban de afirmar que nuestros campesinos habían quedado en peores circunstancias siendo "independientes" que cuando fueron súbditos del rey que mandaba callar y obedecer.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 11 de julio de 2008).

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    México fue el primer país del mundo que tuvo ejército rojo, antes que la Unión Soviética, cuando en enero de 1915, Obregón firmó el pacto con los trabajadores de la Casa del Obrero Mundial y se formaron los "batallones rojos". El primer Ejército rojo es el que combatió a Pancho Villa en Celaya y, por cierto fue un Ejército muy cobarde que corrió a la hora de los balazos.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 20 de junio de 2003).

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    Lo que México necesita por encima de todo es ayuda económica que no implique la venta de su libertad ni la esclavitud de su pueblo. La propiedad en manos de extranjeros y de empresas manejadas por extranjeros, nunca estará a salvo en México mientras su existencia y su método de conducción inciten las sospechas y ocasionalmente el odio del pueblo del mismo país. Hablo de un sistema y no formulo una acusación. Es sistema por el cual México ha sido ayudado financieramente en el pasado, por lo regular lo ha atado de pies y manos y lo ha dejado de hecho sin un gobierno libre. Casi en todos los casos ha privado a su pueblo de la parte a que éste tenía derecho a desempeñar en la determinación de su propio destino y desarrollo.

    Woodrow Wilson presidente de los Estados Unidos desde 1913 y reelecto en 1916
    (citado en la pág.10/A del periódico El Occidental del 23 de noviembre de 2003).

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    El 5 de mayo de 1920, mientras Obregón se disponía a desfilar con sus tropas victoriosas por las calles de la capital, don Venustiano organizaba su convoy de 20 trenes con destino a Veracruz. El norteño empacó todo: papel membretado de la presidencia, su guardia presidencial y nada menos que el tesoro nacional: barras y barras de oro con lo que respaldaba sus despreciados "bilimbiques" con su águila de alas desplegadas:
    "El águila de Carranza
    es un animal muy cruel:
    se traga toda la plata
    y caga puro papel",

    decía la gente indignada mientras salía la caravana con el primer jefe. A medida que los trenes se alejaban de la capital, comenzaron los ataques de las tropas de Obregón: ya en Villa de Guadalupe sufrieron bajas y la pérdida de varias locomotoras. Luis Cabrera, Juan Barragán y los fieles que acompañaban a don Venustiano estaban pesimistas al ir viendo los constantes ataques de que eran víctimas a cada paso del recorrido. En la estación Aljibes, todavía muy lejos de Veracruz, se vio que era imposible seguir. Dejaron los trenes y, a caballo, emprendieron el camino hacia la sierra de Puebla. El plan era llegar a Tampico, o continuar hasta Laredo.

    La desesperada comitiva pasó por Zacatepec, Tetela de Ocampo, por Cuautempan y Patla. Ahí encontró a los figutivos Rodolfo Herrero, uno más de los miles de traidores de la historia, igual de torvo y ladino que Miguel López o Elizondo, el que entregó a don Miguel Hidalgo, taimado e hipócrita como Jesús Guajardo. Herrero se ofreció a guiar y proteger "al Señor Presidente" hacia Tamaulipas y hasta la frontera. La noche del 20 de mayo llegaron a Tlaxcalantongo y, en una choza de carrizos y techos de paja, se dispusieron a pasar la noche... el fugitivo debió pensar en mucha gente que él mandó matar: Felipe Angeles, más que nadie, sobre quien dio la consigna de condenarlo al paredón. Debió pensar en Zapata, al que persiguió con saña, aun con los maquiavélicos tratos de Guajardo en Chinameca. Debió pensar en la muy larga lista de gente que él persiguió... lo cierto es que, en medio de una tormenta torrencial, acompañada de rayos y truenos, se dejaron oír otros muchos truenos de máuseres y rifles. La cabaña quedó hecha una coladera.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 27 de julio de 2001).

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    En medio todavía del montón de revolufias que luego se han empeñado en hilvanar como "la revolución", empezó el año 1920 con el torvo Carranza en la presidencia y con levantamientos en su contra encabezados por personajes no menos oscuros. En abril, el estado de Sonora, ofendido en su soberanía por el envío de tropas federales, se subleva contra el gobierno y pone al frente de las fuerzas estatales al protervo Elías Calles (que en febrero había renunciado como miembro del gabinete de Carranza). Los sonorenses invaden Sinaloa y toman Culiacán. Al ir cundiendo la revuelta, el 7 de mayo el presidente huye rumbo a Veracruz, acosado por los rebeldes. El 21 lo asesinan en la sierra de Puebla, en una más de las páginas negras de la desastrosa época revolucionaria. El congreso nombra el 24 a Adolfo de la Huerta como presidente provisional que concluyera el periodo de Carranza.

    María Palomar
    (v.pág.2-B del periódico El Informador del 5 de enero de 2020).

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    Yo sigo con mis dudas respecto a nuestros jacobinos. Fuera de Vicente Garrido 'Caníbal', más bien he visto que nuestros jacobinos lo eran a la mexicana: es decir que en el fondo no lo eran. Obregón se casó por la Iglesia y, muy poco después de dejar la presidencia, el 16 de diciembre de 1924, en Guadalajara fue padrino de bautizo de Esther Zuno, la recién nacida hija de José Guadalupe Zuno, gobernador de Jalisco, y el celebrante del bautizo fue nada menos que el arzobispo de Guadalajara don Francisco Orozco y Jiménez. De modo que Esthercita Zuno de Echeverría tuvo un famoso padrino de bautizo: ¡un jacobino atestiguando que la niña sería católica!

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 24 de junio de 2005).

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    Me dijo que, precisamente porque lo conocía tan bien, Villa ya lo tenía decepcionado, lo tenía decepcionado del todo, y no sólo por su barbarie y crueldad, sino sobre todo por su inestabilidad ideológica. Hoy peleaba contra los gringos, e incluso intentó invadir la ciudad norteamericana de Columbus, pero más por el reconocimiento que le dieron los gringos al gobierno de Carranza que por una verdadera convicción política. Pero si Villa había sido pro gringo hasta hacía muy poco. ¿Sabía yo del contrato que firmó con una compañía cinematográfica norteamericana para que lo filmaran en exclusiva? ¿Y sabía que cuando la invasión a Veracruz ofreció no intervenir y hasta le mandó de regalo un sarape de Saltillo al general Hugh L.Scott, encargado de la invasión? Había habido varios Villas y el de la actualidad, le parecía al mayor Cadenas, era el peor.

    Los mismos rancheros, antes villistas, ya no lo querían, porque Villa robaba y destruía todo a su paso desde que había asumido, hasta sus últimas consecuencias, su papel de guerrillero desalmado. En su desesperación había desarrollado un infinito deseo de venganza. Su odio tenía hoy la fuerza que antes tuvo su ejército. Ingresar a las filas del villismo significaba quedar fuera de la ley, convertirse en bandolero, en robavacas de la peor ralea y en las peores circunstancias porque ya ni había nada que robar -y vacas menos que nada- en los pueblos y en las rancherías de los alrededores y sólo se arriesgaba uno a que en cualquier momento lo mataran los carrancistas, que estaban por llegar.

    En San Pedro de la Cueva, por ejemplo, Villa mandó fusilar a todos los que se negaron a seguirlo, y de veras que fueron un montón. Al cura del lugar lo mató con su propia pistola, cuando de rodillas se le abrazaba a las piernas pidiéndole clemencia. "Por diosito santo, por diosito santo, clemencia", gritaba el pobre cura. Pero cuál clemencia si Villa se había vuelto inclemente. Sus órdenes eran de lo más precisas: "Aquéllos que se rehúsen a ingresar a mis filas, serán fusilados. Aquellos que se escondan y no se les encuentre, sus familias pagarán la pena".

    En Santa Isabel, Villa fusiló a un grupo de mineros norteamericanos. Villa clamaba: "¡Que no quede ningún pinche gringo escondido por ahí!"

    En Santa Rosa, Camargo, a raíz de arrebatarles a los carrancistas la estación ferroviaria del lugar, unas 90 soldaderas y sus hijos fueron hechos prisioneros, con el único fin de llevarlas a Chihuahua y ahí, ya en la cárcel, convencerlas de que rectificaran el bando en el que peleaban, tal como había sucedido en el pasado en muchísimas ocasiones. De pronto, ahí mismo en la estación, cuando se organizaba el acarreo de las prisioneras, se escuchó un disparo seco y solitario. Un disparo que a todos los presentes nos sorprendió y que, sin lugar a dudas, salió del mero centro del grupo de soldaderas. Ante nuestra incredulidad, la bala silbante atravesó el sombrero de Villa, quien se enfureció como pocas veces lo habíamos visto, lo que ya es decir. Por milímetros estuvieron a punto de matarlo, era cierto. Se acercó a las soldaderas y desde la altivez de su caballo tordillo, y con su voz más dura, les ordenó que señalaran a la culpable del atentado, sólo quería identificar a la culpable. Era una voz como el brillo de sus ojos: más cerca de lo diabólico que de lo humano. Pero la bola de viejas se quedó quieta, se quedó quieta del todo, y ninguna de ellas abrió la boca. ¿Imaginaba yo lo que sucedió entonces? Villa las amenazó muy en serio con fusilarlas a todas si no hablaban, pero de nuevo todas se quedaron quietas como estatuas y con los labios como sellados para evitar cualquier tentación de denuncia. Villa aún probó una cierta solución al conflicto soltándole un plomazo certero a la soldadera que tenía más próxima: que se asustaran las pinches viejas, que comprobaran que no hablaba en vano, estaban nada menos que frente a Francisco Villa, con toda la tradición y el símbolo que cargaba a cuestas. La mujer herida cayó al suelo desgajada, como un puro montoncito de trapos, pero las demás no se movieron y ni siquiera pestañearon. Entonces Villa jaló un momento la rienda de su caballo para que relinchara y gritó a voz en cuello: "Viejas tercas, púdranse pues todas", y dio la orden de que las fusilaran ahí mismo, enseguida, con todo y sus hijos, que de todas maneras ya huérfanos para qué iban a servir.

    El mayor Cadenas me dijo que la escena indescriptible del fusilamiento de las soldaderas lo decidió a separarse de Villa y a esconderse en Tosesihua, con todos los riesgos que ello le implicaba, pero quién soportaba aquella clase de espectáculos. Ver a las mujeres caer así, una por una, y luego a sus hijos de diferentes edades. Hasta a los bebés los mandó matar Villa en caliente.

    Ignacio Solares
    Ficciones de la Revolución Mexicana, (Editorial Alfaguara, 2009).

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    Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, a fines de 1920 se había rendido al presidente provisional Adolfo de la Huerta. Irónicamente, el 'Robin Hood de los pobres' se había convertido en lo que él más había odiado: en hacendado. El gran defensor, según el mito, de la causa de los pobres y de la independencia de los gringos, era un próspero hacendado en Durango, en Canutillo. Tenía una fuerte escolta, restos de sus antiguos dorados, bien pagados por el gobierno federal, que además se hacía de la vista gorda para que el ex abogado de los pobres pasara maquinaria gringa a su hacienda sin pagar impuestos. Por otra parte, ha demostrado Friedrich Katz, contra el mito de los villistas defensores de los campesinos, que fueron precisamente ellos, los villistas los que más se oponían al reparto agrario: preferían combatir, aun con riesgo de muerte, pero recibiendo puntualmente su salario, que dedicarse al tedioso y laborioso oficio de agricultores.

    Avecinándose la pregunta de quién sucedería en la silla al Manco de Celaya, resultaba que Villa no quería a Calles, mientras que nunca había ocultado su respeto y aun aprecio a Adolfo de la Huerta. Si el dedo de la mano que le quedaba a Obregón señalaba a Calles como el ungido, era claro que el Centauro del Norte sería un estorbo. Por otra parte, Villa, convertido en héroe admirable por la historia oficial, tenía cientos o miles de enemigos: en tierras norteñas rara era la familia que no recordaba a algún pariente asesinado por Villa: ningún trabajo costaba encontrar gente dispuesta a vengarse y eliminarlo. El hecho es que Pancho terminaría su vida en el mismo tenor en que había vivido: en la tragicomedia, en el drama continuado cada día con el buen humor y estoicismo de los norteños.

    A mediados de julio de 1923, Melitón Lozoya capitaneó a un grupito de mercenarios, todos buenos tiradores que se escabecharon a Pancho Villa, quien además de hacendado era propietario de un automóvil Dodge. Así que el antiguo guerrillero tendría una muerte indigna de él: no el campo de batalla, sino al volante de un flamante automóvil último modelo. Igual que Zapata, no tuvo tiempo de desenfundar su pistola. El cuerpo, parecido al de Carranza tres años antes, quedó como coladera. Fue velado en el hotel Hidalgo, propiedad también del 'defensor' de pobres y campesinos que tanto había odiado a los 'riquillos y perfumados'. El día siguiente, después de una misa en la parroquia de San José, el guerrillero con la cabeza en su lugar fue sepultado en la fosa 632, sección novena del cementerio municipal... tres años después la tumba del Centauro fue profanada: decapitaron el cuerpo y nunca se ha sabido dónde quedó la cabeza.

    Villa ciertamente queda superado como estratega por su enemigo Obregón; Carranza lo supera con mucho en su significado revolucionario; Zapata queda muy arriba de Villa el mujeriego en recuento de mujeres violadas. Sin embargo, es un hecho que el Centauro del Norte se ha robado de calle el espacio en corridos y en mitos, en fama nacional e internacional: un ejemplo más de las paradojas y rarezas de nuestra historia.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 6 de mayo de 2001).

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    En la semana del 12 a 18 de junio de 1922, EL UNIVERSAL publicó un reportaje seriado sobre la visita del reportero Regino Hernández Llergo a Francisco Villa, en su retiro en la hacienda de Canutillo, en Durango. Ese trabajo periodístico, además de tener valor histórico por retratar la vida cotidiana del caudillo, significó un importante punto de quiebre en la política de la época, y representó, según varios historiadores, la sentencia de muerte para Villa, quien fue acribillado el 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua.

    Al publicarse la entrevista, México vivía una efervescencia política con miras a la sucesión presidencial de 1924. El poder se equilibraba en torno al "triunvirato sonorense" formado por el presidente Álvaro Obregón y los secretarios de Gobernación, Plutarco Elías Calles, y de Hacienda, Adolfo de la Huerta. Aunque faltaban 2 años para las elecciones, se sabía que Obregón ya se había decidido a favor de Calles, y los grupos oposicionistas buscaban que De la Huerta fuera su candidato presidencial.

    Villa desmintió por completo el rumor de que estuviera preparando un levantamiento armado. "El general Obregón me conoce mucho... él no desconfía de mí, sabe que Francisco Villa tiene palabra". Sobre Plutarco Elías Calles, asegura que tenía cualidades, pero criticó su radicalismo.

    Los elogios de Villa se centraron en Adolfo de la Huerta, quien ya había ocupado la Presidencia en 1920 y le había concedido la amnistía. "Fito es muy buen hombre, y si tiene defectos, señor, es debido a su mucha bondad. Es un político que le gusta conciliar intereses de todos, y el que logra esto hace un gran bien a la patria. Es una buena persona, muy inteligente, muy patriota y no se verá mal en la Presidencia de la República".

    La declaración de Villa que lo historiadores destacan como las más significativa de la entrevista es las siguientes: "Soy un soldado de verdad. Yo puedo movilizar 40,000 soldados en 40 minutos".

    Friedrich Katz dice que "la entrevista causó consternación en el gobierno y muy especialmente entre Calles y sus partidarios, en particular cuando afirmó que su promesa de no participar en política sólo se refería al gobierno de Obregón, que terminaría en 1924, y que a partir de esa fecha podía ser candidato a gobernador de Durango. Aún más inquietante para el gobierno, y sobre todo para Calles, fue que Villa mostró una clara preferencia por De la Huerta... No está claro qué pretendía Villa con esa entrevista... Su referencia a los 40 mil hombres también puede tomarse como una advertencia para que el gobierno no permitiera una elección fraudulenta y respetara la victoria electoral de De la Huerta".

    El asesinato de Villa -asegura Jean Meyer- fue sólo el primero de una serie de hechos de violencia que ensangrentaron la sucesión presidencial de 1924. Las pugnas entre grupos de poder, como los sindicatos, los militares revolucionarios y la burocracia, sirvieron como factores que aceleraron la crisis política que culminó con la revuelta encabezada por De la Huerta a finales de 1923, en la que, según Meyer, 60% del ejército se levantó contra el gobierno, y se realizó una purga en la que perecieron unos 7,000 soldados y 54 generales.

    (V.periódico El Universal en línea del 20 de noviembre de 2010).

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    El legendario Centauro del Norte, general Francisco Villa, en una entrevista concedida al periodista Regino Hernández Llergo poco tiempo antes de ser asesinado, dijo que "la igualdad no existe ni puede existir. Es falso que todos podamos ser iguales. Hay que darle a cada quién el lugar que le corresponde. ¿Qué sería del mundo si todos fuéramos generales, o todos fuéramos capitalistas, o todos fuéramos pobres? El mundo es una tienda de comercio en donde hay propietarios, dependientes, consumidores y fabricantes. Yo nunca pelearía por la igualdad de las clases sociales"... A pesar de su rusticidad, Pancho Villa tenía sus concepciones sociales no del todo desechables. Así mismo, como agudo observador, afirmó que "una de las más grandes calamidades de mi raza es el clero".

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 15 de agosto de 2015).

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    En la mitología oficial de nuestro país, el 20 de noviembre celebramos el aniversario de la Revolución Mexicana. Como tantos otros festejos oficiales, sin embargo, éste está hecho de mentiras.

    El 20 de noviembre de 1910 fue la fecha que Francisco I.Madero estableció en su Plan de San Luis como inicio de una rebelión que no tuvo lugar. Dos días antes, tropas federales acabaron con el levantamiento que Aquiles Serdán preparaba en Puebla. El propio 20 de noviembre Madero cruzó la frontera desde Estados Unidos a Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras), pero al no encontrar apoyo regresó a la Unión Americana. Nada más ocurrió ese día. En las siguientes semanas empezaron a surgir brotes de insurrección que tenían o no que ver con el Plan de San Luis. El gobierno de Estados Unidos, molesto con Díaz, apoyó estos brotes movilizando tropas a la frontera y apostando buques frente a los puertos mexicanos. Tras algunas escaramuzas, la primera gran batalla de la Revolución tuvo lugar entre el 8 y el 10 de mayo de 1911 cuando Pascual Orozco y Pancho Villa tomaron Ciudad Juárez a pesar de que Madero se oponía a ello.

    De manera sorprendente, Porfirio Díaz, que no había siquiera empezado a utilizar la fuerza del estado contra la rebelión, buscó un acuerdo con Madero. Cansado y enfermo, consciente de la hostilidad de Washington, Díaz renunció al poder y abrió las puertas a Madero.

    Quizá nadie estaba más sorprendido que el propio Madero. El 25 de mayo Francisco León de la Barra asumió la presidencia y el 7 de junio, día de un fuerte sismo, Madero entró a la ciudad de México. El 6 de noviembre asumió la presidencia, tras una elección en la que supuestamente recibió el voto de más del 98 por ciento de los ciudadanos.

    Ahí terminó la revolución del 20 de noviembre, la revolución de Madero, quien pronto se enfrentó a la hostilidad de algunos grupos que habían apoyado su causa. Tres semanas después de la toma de protesta, el 25 de noviembre de 1911, Emiliano Zapata lanzó su Plan de Ayala en el que desconoció a Madero. Empezó ahí la segunda etapa de la Revolución Mexicana, la etapa del caos. Pascual Orozco, reconocido como jefe del Plan de Ayala por Zapata, lanzó en 1912 su propio Plan de Empacadora o Plan de Chihuahua contra el gobierno. Madero envió al norte al general Victoriano Huerta, quien, apoyado por Villa, derrotó a Orozco.

    En la ciudad de México surgió una nueva revuelta contra Madero, la cual liberó de la cárcel al general Bernardo Reyes y a Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, para encabezar el movimiento. Reyes murió en un intento de tomar Palacio Nacional mientras que Díaz se atrincheró en la Ciudadela. Madero recurrió nuevamente Huerta y lo nombró comandante de plaza; pero éste se unió a los rebeldes y, con el apoyo del embajador estadounidense, aprehendió y ejecutó a Madero. Huerta se proclamó presidente, tras un interinato de 45 minutos de Pedro Lascuráin.

    Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, primero reconoció a Huerta pero después se levantó contra él. Tuvo el apoyo de Villa, de Pablo González y de Alvaro Obregón, entre otros generales revolucionarios. En el sur, Emiliano Zapata, quien se había rebelado contra Madero, continuó la guerra contra Huerta y mandó matar a los enviados que éste le hizo llegar.

    Carranza derrotó a Huerta en parte porque Estados Unidos, con un nuevo gobierno, no quiso apoyar al general golpista, al grado que tropas estadounidenses tomaron Veracruz en 1914. Huerta renunció al poder, pero Villa y Zapata se negaron a reconocer la presidencia de Carranza y apoyaron al general villista Eulalio Gutiérrez nombrado presidente por la Convención de Aguascalientes. Carranza derrotó a Villa con tropas comandadas por Alvaro Obregón y a Zapata con un contingente encabezado por Pablo González. Más importante que esto, sin embargo, fue el reconocimiento que logró de Estados Unidos, que, a punto de entrar a la Primera Guerra Mundial, quería un gobierno estable en México.

    Carranza fue controlando el país poco a poco. Impulsó la Constitución de 1917, pero fue depuesto y asesinado en 1920 por Obregón, quien ocupó la presidencia de 1920 a 1924. Obregón le dejó el poder a su subalterno Plutarco Elías Calles, pero fue reelecto presidente en 1928, sólo para ser asesinado antes de regresar al poder.

    La Revolución había diezmado a la población y arruinado la economía mexicana. Calles decidió ponerle punto final al no intentar mantenerse en el poder tras el asesinato de Obregón. Creó, con los caciques sobrevivientes, un partido de estado. Uno de los propósitos era repartirse los despojos del poder; otro, crear instituciones que cerraran la puerta a la violencia.

    Calles supo, sin embargo, que para garantizar el fin de la Revolución necesitaba crear un mito de la Revolución. Así lo hizo y hasta hoy, hipócrita o ingenuamente, festejamos este mito.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico El Siglo de Durango del 20 de noviembre de 2008).

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    En 1920, Carranza inauguró eso de "el dedazo" a favor de un señor Bonillas, pero Obregón estaba seguro de que él debería suceder en la silla al Primer Jefe, y Don Venustiano fue asesinado en forma inmisericorde y el 5 de septiembre del mismo año hubo elecciones que "ganó" (¡!) en forma aplastante el Manco de Celaya.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 13 de julio de 2012).

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    [El 11 de junio de 1911], según lo acordado, Zapata se entrevistó con Madero y fue muy claro que ambos caudillos discrepaban radicalmente en el asunto de las tierras: en cierto momento de la entrevista, el Caudillo del Sur, con la carabina en la mano, se acercó hasta donde estaba sentado Madero; apuntó a la cadena de oro que el norteño exhibía en su chaleco. "Mire. Señor Madero -dijo- si yo aprovechándome de que estoy armado le quito su reloj y me lo guardo y andando el tiempo nos llegamos a encontrar, los dos armados con igual fuerza, ¿tendría derecho a exigirme su devolución?" Sin duda, le dijo Madero: le pediría inclusive una indemnización. "Pues eso justamente -terminó diciendo Zapata- es lo que nos ha pasado en el estado de Morelos, en donde unos cuantos hacendados se han apoderado por la fuerza de las tierras de los pueblos. Mis soldados, los campesinos armados y los pueblos todos, exigen diga usted, con todo respecto, que desean se proceda desde luego a la restitución de sus tierras." (John Womack, Zapata y la Revolución Mexicana, siglo XXI, p.94). La entrevista pues finalizó en un tono más bien agrio, pero Madero aceptó la invitación de Zapata para visitarlo en Cuernavaca el día 12.

    Madero no imaginaba que 5 meses después, en el Plan de Ayala, Zapata afirmaría: "Declaramos al susodicho Francisco I.Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios por los cuales burló la voluntad del pueblo y pudo escalar el poder... traidor a la Patria... La Nación está cansada de hombres falsos y traidores que hacen promesas como libertadores y que al llegar al poder se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos".

    Todavía más duro y crítico sería el otro jefe, que junto con Pancho Villa logró el triunfo militar de Ciudad Juárez, porque Pascual Orozco, meses después, en el Pacto de la Empacadora, afirmaría: "Francisco I.Madero, el fariseo de la Democracia, el Iscariote de la Patria ha arrastrado por el fango, la vergüenza y la honra de la Patria, ha manchado la historia de nuestra raza procreadora de héroes y ha vendido la dignidad y la independencia nacionales".

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 10 de junio de 2011).

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    El 25 de noviembre de 1911 apareció el Plan de Ayala, firmado por los zapatistas en abierta rebelión contra el presidente electo. El plan era mucho más violento de lo imaginado: acusaban a Madero de no haber cumplido sus promesas de reforma agraria a favor de los pueblos indios de Morelos y de todo el país. En realidad, los zapatistas no sabían leer muy bien. Es cierto que en el Plan de San Luis, Madero reconoce que ha habido despojos a pequeños propietarios, en su mayoría indígenas y que es de justicia "restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario"; pero nunca dice que esas tierras se van a devolver, sino simplemente afirma "se declaran sujetas a revisión tales disposiciones". Madero propone revisar los procedimientos con los que mucha gente adquirió injustamente terrenos de los pobres y de los indígenas; y leyendo atentamente dicho plan, en ninguna parte afirma Madero que él va a repartir tierras o que va a legislar a favor de los campesinos.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 25 de noviembre de 2011).

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    Zapata, aunque auxiliado por maestros rurales y por el señor cura de Anenecuilco, no entendió lo que leía: no sabía leer.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 2 de agosto de 2013).

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    La gente cercana a Madero no ignoraba la gravedad de la situación en el Estado de Morelos y, poco después, con el Plan de Ayala, Emiliano se enfrentó a su antiguo jefe: Madero. Siempre he pensado que Zapata nunca entendió a Madero, quien nunca prometió devolver tierras y Emiliano, aunque rodeado por algunos maestros rurales y por el párroco de Villa Ayala, nunca leyó inteligentemente el Plan de San Luis, en el que nunca se promete repartir tierras.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 4 de noviembre de 2011).

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    Una paradoja más de nuestra historia es que la Revolución Mexicana que en el aspecto agrario culminó con la desaparición de la hacienda, en tiempos de Lázaro Cárdenas, la inició el chaparrito coahuilense hijo de una de las familias más ricas de México, propietaria de prósperas haciendas en el norte del país. Y hablando de paradojas, según lo atestigua Friedrich Katz en su Pancho Villa, fueron los hacendados de Chihuahua los que en la práctica, y muy a su pesar, financiaron a la División del Norte, que contra la versión popular no la formaban campesinos idealistas sino gente que recibía puntualmente su paga, asegurada por las contribuciones mensuales que debían entregar los hacendados al Centauro del Norte.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 23 de julio de 2010).

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    Ahora en la Cámara de Diputados aparecen juntitos, como buenos hermanitos, Carranza, Obregón, Zapata y Villa, cuando sabemos que Carranza mató a Zapata, y Obregón ¡¡¡a Carranza y Villa!!!

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 20 de agosto de 2004).

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    En el censo de 1910 México registró una población de 15.2 millones de habitantes. Para 1921 el número bajó a 14.3 millones en lugar de aumentar un millón como había venido ocurriendo en las décadas anteriores. Esta reducción ha servido de sustento a la afirmación de que un millón de personas murieron en la Revolución Mexicana.

    La cifra es, en realidad, falsa. Las batallas de la revolución fueron pocas y con un número relativamente reducido de bajas. En la toma de Ciudad Juárez de mayo de 1911 fallecieron unos 2,500 efectivos de ambos bandos. En las 2 batallas de Celaya, los combates más sangrientos, cayeron unos 7,000 en total. La población se contrajo por las condiciones de hambre, insalubridad e inestabilidad económica generadas por la contienda. Muchos mexicanos huyeron a Estados Unidos; cientos de miles murieron por la gripe española y otras epidemias.

    La historia oficial ha buscado presentar la revolución como una gesta gloriosa, pero representó más bien un fuerte retroceso económico y social. Pasarían muchos años para que el país se recuperara de la destrucción y la disrupción económica. ¿Y para qué? Para que un presidente que se había reelegido varias veces, pero que ya tenía 80 años y moriría en 1915, fuera reemplazado por un partido hegemónico que se mantendría más de 70 años en el poder. La medicina resultó peor que la enfermedad.

    Los gobiernos panistas le prestaron poca atención a los festejos de una revolución que consideraban una simple justificación del PRI para permanecer en el poder durante 7 décadas. En 2006 el gobierno de Vicente Fox cambió el feriado del 20 de noviembre al lunes inmediato anterior. Para los defensores de la historia oficial, esto minusvaloraba la lucha revolucionaria.

    El presidente López Obrador, sin embargo, está empeñado en recuperar los mitos y dogmas del viejo PRI. Por eso el desfile de hoy es tan importante para él. No sé, sin embargo, si los capitalinos se están cansando de desfiles. Este año hubo 4 para festejar el día de muertos, además del militar del 16 de septiembre. Ahora se une a la lista este desfile histórico.

    Para un presidente que dice que su política de seguridad es ofrecer abrazos en vez de balazos, y que hace frecuentes referencias a la bondad y espiritualidad de Jesús, resulta contradictoria esta celebración de la violencia. La historia oficial festeja las batallas y minimiza la muerte y la destrucción. No se preocupa por las matanzas, los abusos, las violaciones o la destrucción de propiedades. Las guerras, según esta visión, no ocasionan sufrimiento humano.

    Esta visión minimiza los acuerdos pacíficos, como el Abrazo de Acatempan o la decisión de Plutarco Elías Calles de impulsar una sucesión institucional tras el asesinato de Álvaro Obregón. Pero fueron estos acuerdos, y no las revoluciones, los que generaron el progreso de México. La historia oficial tiene otros datos: celebra los balazos y no los abrazos.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico Mural en línea del 20 de noviembre de 2019).

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    Hace poco menos de 102 años sufrimos la peor pandemia que jamás se hubiera registrado en el mundo, la de la 'influenza española', que, de acuerdo con algunas estimaciones, cobró 100 millones de vidas entre 1918 y 1919.

    Se trataba del virus AH1N1, que luego resurgiera en México con una mutación.

    Hay discusión acerca de si el contagio empezó en Estados Unidos o en Francia. Pero con los traslados de personal militar por efecto de la Primera Guerra Mundial, hubo una difusión muy amplia con muy pocas semanas de diferencia.

    Ni la peste negra, que asoló Europa en el siglo XIV, tuvo el alcance de esta pandemia que llegó a gran parte del mundo.

    México no escapó a esta enfermedad.

    La 1a. oleada de la pandemia llegó en la primavera de 1918. La 2a., la más grave y mortífera, se presentó en el otoño de ese año. Y luego en 1919 hubo una 3a. ola, más leve.

    Las estimaciones de algunos historiadores de la salud indican que en el país hubo 300,000 muertes por esta pandemia, es decir, más del doble de los que hasta ahora ha producido el coronavirus [Covid19] en el mundo entero.

    En octubre de 1918, la enfermedad se desató en los cuarteles de la Ciudad de México y en algunas entidades fronterizas del norte de la república.

    Cuando se presentó la pandemia, el país salía de la Revolución y prácticamente carecía de instituciones. El presidente era Venustiano Carranza y el alcalde de la Ciudad de México (había alcalde entonces) era el general Arnulfo González.

    Como respuesta a la enfermedad se suspendieron las corridas de trenes a las ciudades en las que estalló la pandemia. Los hospitales fueron desbordados rápidamente. Pero a pesar de eso, se decretó una multa de 5 a 500 pesos a los enfermos que salieran a las calles.

    Se clausuraron centros de reunión como cines, teatros, escuelas, cantinas, pulquerías.

    A las 11 de la noche se suspendía el tránsito de la ciudad y se multaba a quien circulara después.

    No había cubrebocas, por lo que se recomendaba al personal sanitario usar tapones en la nariz, además de una solución de creolina y ácido fénico para desinfectar. El tratamiento de los enfermos era con base en quinina, por cierto, algo no muy diferente a lo que ahora propone Trump: la hidroxicloroquina.

    De acuerdo con el excelente trabajo de Lourdes Márquez Morfín y América Molina del Villar, titulado 'El otoño de 1918: las repercusiones de la pandemia de gripe en la Ciudad de México', algunos comercios colgaron cartelones que decían: "¡No dé usted la mano!".

    La prensa criticó al gobierno porque ya extendida la pandemia en la capital no se habían retirado a los vendedores callejeros.

    Las rudimentarias mascarillas que se desarrollaron fueron recomendadas a enfermeras y doctores, así como sepultureros y personal de los panteones.

    Los periódicos de la época narran cómo se amontonaban los cadáveres a la espera de sus cajas, pues no había suficientes para contener a los cuerpos.

    El Demócrata, un medio muy crítico de entonces, cuestionaba en un editorial del 28 de octubre de 1918: "México no estaba ni remotamente preparado, desde el punto de vista sanitario, para evitar la pandemia actual. Las insalubres costumbres que el Ayuntamiento no ha cuidado desterrar... el desaseo innato del pueblo, la acumulación de basura en las calles, son cosas que debieron combatirse con tenacidad".

    ¿Le suena conocido?

    Quizás algo aprendimos en materia de prevención de los desastres que ocasionan los terremotos, pero en cuestión de impedir los estragos de una pandemia -por más que el gobierno argumente- vemos cómo se repiten los errores que se cometieron hace poco más de un siglo.

    Enrique Quintana
    (v.periódico El Financiero en línea del 16 de abril de 2020).

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    Al finalizar los varios levantamientos armados que conformaron la revolución mexicana, el grupo de los generales de Sonora se consolidó en el poder. No obstante, la pacificación del país estaba lejos. Las revueltas y las insurrecciones eran cosa de todos los días. La negociación con los intermediarios locales, incluidos caciques y políticos, era imprescindible.

    Dentro de esta lógica, tras el asesinato de Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacionar Revolucionario. Propiamente no se trataba de un partido político, sino de una arena de negociación entre diversos intereses locales que, sumados, determinaban la política a escala nacional. Durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, el Partido Revolucionario Mexicano se convirtió en un instrumento de control corporativo de la sociedad, sin que, más allá de las reuniones y de la política interna, eso se extendiera a la población en su conjunto de forma obligatoria.

    Posteriormente, con la desaparición del sector militar, el PRI adoptó la estructura que lo distinguió durante años... los priístas, más que colaboradores de un mismo partido, eran miembros de facciones competidoras. El Partido Revolucionario Institucional no era propiamente un partido, una parte. En muchos sentidos, el PRI era el todo de la política nacional: una arena de disputa de los cargos de elección popular dentro del conjunto más amplio del sistema político. Se trataba de un apéndice de la federación.

    Mauricio Rossell
    (v.pág 15A de Ocho Columnas del 29 de noviembre de 2001).

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    El episcopado mexicano no sólo no condenó el asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, sino que varios de sus miembros acabaron apoyando y bendiciendo el gobierno espurio del asesinato de los anteriores. Victoriano Huerta, como señala el historiador Josephus Daniels, "colmó de favores a la Iglesia Católica".

    Y al apostarle a un perdedor, la Iglesia Católica se ganó a pulso el desafecto de los revolucionarios y dio pretexto plausible para que, una vez derrotado Huerta y más tarde pacificado el país, los nuevos gobiernos no tuvieran una actitud favorable con la iglesia mayoritaria del país. La cosa empeoró cuando la jerarquía católica se opuso e hizo campaña contra varios artículos de la Constitución de 1917. La respuesta de los gobiernos posconstitucionalistas fue del ninguneo (en la mayoría de los casos) a la abierta hostitlidad de algunos radicales, como Plutarco Elías Calles. La intransigencia de unos y otros no sólo dificultó la reconciliación nacional, sino que provocó la absurda Guerra Cristera, con deplorables crímenes cometidos por ambos bandos, y de los que no son inocentes varios de los nuevos beatos mexicanos.

    Juan José Doñán
    (v.pág.2 del periódico Público del 18 de noviembre de 2005).

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    Todos tenemos derecho a momentos de locura y de lucidez. Victoriano Huerta, aunque en estado crónico de ofuscación, no fue la excepción cuando, en uno de sus ratos en que no estaba en los vapores del coñac, pensó en nombrar ministro de Gobernación al doctor Aureliano Urrutia. El prestigiado galeno, que años después sería el primero en el mundo en separar a unos siameses, ha pasado a la historia como el médico sanguinario que, para agradar a Huerta, le cortó la lengua a Belisario Domínguez. En México, como en la Roma de Tito Livio, se confunde la historia con la novela histórica; si no, pregunten a los que citan como fuente histórica las novelas del señor Martín Moreno. En la historia de México, según Enrique Flores Cano y Carlos Monsiváis, "se ha construido una mitología tremendista y primitiva", y uno de los ejemplos claros es precisamente el corte de la lengua del senador chiapaneco, según la escribió el doctor Luciano Alexanderson (revista El Soldado, el 4 y 5 de agosto de 1932). Se trata de una novela, que se convirtió en la verdad oficial hasta la fecha: eso del corte de la lengua al infeliz Belisario es invención de Alexanderson.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Milenio Jalisco del 26 de julio de 2013).

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    En términos sencillos, nuestra Revolución significó haber pasado de la dictadura personal de Porfirio Díaz a una "dictadura de partido", originalmente dominada por militares hasta que se volvió la "dictadura perfecta" de una democracia simulada. El pleito entre caudillos se volvió la revolución institucionalizada del Partido Oficial-Estado-Gobierno, sostenida en la silla del águila. Esta se quebró en el año 2000. Se rompió la brújula y se pulverizó en la partidocracia ineficaz la unidad de mando y dirección que antes tenía el país.

    Aquel pleito empezó por una elección fallida el año 1910. De golpe de estado, se alargó en una feroz guerra civil que al final se arropó como revolución para salvar cara a los triunfantes. Los años sangrientos mataron a la décima parte de los mexicanos. Lo que equivaldría a perder hoy más que la población conjunta de Jalisco, Colima, Nayarit, Aguascalientes y Zacatecas. Quedó ardorosamente afectada la mayor parte del país y nuestra historia se detuvo dando unos pasos en reversa.

    Quitando el velo de la leyenda, se empieza a reconocer que nuestra Revolución y nuestra democracia no son equivalentes; porque en la democracia se acuerda intentar la fuerza contando cabezas, no quebrándolas. En ella, el poder se logra en los números de la mayoría. La minoría no cede convencida de estar equivocada sino reconociéndose menos en cantidad; pero no menos exigente de la calidad de sus derechos merecidos.

    Norberto Alvarez Romo
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de noviembre de 2008).

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    La rebelión de los campesinos católicos contra el gobierno de Calles, en agosto de 1926, está precedida por diez años de enfrentamientos entre la iglesia y el régimen de la revolución mexicana, más acentuada en la región centro occidente de México.

    La tendencia jacobina de estas administraciones vio en la cultura católica un obstáculo para el progreso nacional. En parte se debe a la procedencia de estos liderazgos en un norte del país con colonización reciente e influencia de Estados Unidos, para la cual, la vieja raigambre católica del centro rural resultaba incomprensible.

    Como fruto de este enfrentamiento, encabezado de forma primordial por el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, la iglesia y sus elites formaron asociaciones diversas que derivaron, en Jalisco, en la poderosa Unión Popular, de Anacleto González Flores, y en el ámbito nacional, en la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa.

    Los hechos se precipitaron con la suspensión de cultos decidida por la jerarquía mexicana, exasperada por la entrada en vigor de los artículos anticlericales de la Constitución de 1917, y la penalización de su incumplimiento, después de un decenio de atentados y persecución "de baja intensidad".

    El movimiento de las armas popular, y los obispos asumieron posturas contradictorias ante el mismo. Al final prevalecerá la condena. Y por instrucciones del Vaticano, la negociación con el estado callista, y la indiferencia ante la suerte de los rebeldes, de los cuales, el gobierno asesinó a 1,500 tras los arreglos.

    (V.pág.7 del periódico Público del 10 de septiembre de 2006).

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    En 1927, ante el desembarco de los marines de los Estados Unidos que parecía inminente, el presidente Calles dio al general Lázaro Cárdenas, a la sazón jefe de la zona militar de la Huasteca esta orden terminante: "Al comenzar la invasión, prenda fuego a todos los pozos petroleros, e ilumine a Nueva Orleans con el incendio de la Huasteca..." "¡Nerón, Atila!" clamaron los periódicos de William Randoph Hearst contra el "bolchevique" Calles... John Pierpont Morgan presentó otro plan opuesto al de la invasión de EU: "¿Para qué derramar sangre, si se puede someter a México mediante préstamos e intereses y la anulación total de su moneda?". Cabe mencionar la visión de este hombre, que desde aquellos años pudo prever el dominio total con el enorme endeudamiento a que nos tiene sometidos Estados Unidos.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 15 de diciembre de 2012).

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    En 1927, el general Álvaro Obregón, oficialmente "agricultor", según él decía, pero ex presidente de la república, tuvo la ocurrencia de autodestaparse como precandidato a la presidencia; aunque había sido el militar más brillante que había combatido con las armas la odiosa idea de la reelección; pero "es de sabios cambiar de opinión" y eso hizo Obregón: pensó que la aborrecible costumbre de Don Benito y Don Porfirio, de reelegirse, pensándolo bien no era algo malo; y el Manco de Celaya persuadió al presidente Calles que modificara la Constitución para permitir la reelección.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.46 del periódico Milenio Jalisco del 17 de junio de 2011).

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    Alvaro Obregón, educado en un ambiente norteño muy distinto del del centro y el occidente del país, tampoco entendía el mundo religioso de muchos mexicanos; pero más inteligente, más político y más pragmático que Calles, no se empeñó en aplicar ese artículo [130 constitucional]. Antes, Carranza, norteño también, había entendido que el 130 resultaba inaplicable; pero Calles, magnífico estadista por otros conceptos, se propuso aplicar en todo la Constitución. Mucho se ha discutido esta actitud. Enrique Krauze dice que, como hijo ilegítimo, Calles sintió siempre por parte de la Iglesia un reproche continuo a su origen. Anaatol Shulgovski, historiador ruso interesado en México, dice que Calles, a diferencia de Carranza y Obregón no tenía "credenciales" revolucionarias que lo prestigiaran y que la persecución religiosa fue una forma de ganarse prestigio ante sus colegas revolucionarios. Yo, en lo personal, sin negar ni refutar a estos dos autores, creo que Obregón y Calles, como buenos norteños de su tiempo, no entendían ni podían entender al México de estas latitudes. El hecho es que Calles se empeñó en reglamentar el mundo religioso de los mexicanos. Si nos ponemos a analizar bien las cosas, veremos que el control que Calles pretendía sobre la Iglesia era en realidad mucho más benigno que el que ejerció la Corona española sobre la Iglesia católica durante más de tres siglos con aquello de que el rey era el patrono de la Iglesia: el Regio Patronato. Baste decir que hasta los documentos del Papa tenían que pasar por la aprobación de la Corona para que pudieran publicarse en México, en la Nueva España y en las demás colonias.

    Las diversas medidas que implementó Calles para reglamentar el artículo 130 molestaron a los obispos mexicanos que, en protesta, decidieron cerrar los templos. Un obispo se opuso a dicha medida: Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara, quien insistía que tal medida era muy peligrosa porque irritaría a la gente, que sin duda reaccionaría en forma violenta. La presión de casi todos los demás obispos fue tan grande que Orozco y Jiménez, para no ser la voz disonante, aceptó de mala gana, firmar la carta colectiva del episcopado que ordenaba el cierre de los templos. Esta orden tuvo efecto a partir del 31 de julio de 1926, y en diversos puntos del país comenzaron a brotar grupos armados contra el gobierno de Calles. Cada vez parece más claro que ni el gobierno federal ni los obispos, con excepción de Orozco y Jiménez, se imaginaron de lo que eran capaces los católicos indignados. Fue una serie de intransigencias y de guerra entre las cúpulas del gobierno y de la jerarquía eclesiástica: el siempre sufrido pueblo fue el actor valiente y siempre ignorado. Nadie niega que los soldados federales eran también parte del sufrido pueblo: verdadera carne de cañón. Federales, cristeros y agraristas sufrieron las consecuencias de las altas negociaciones de los señores que debatían entre ellos. Los mismos mártires de la persecución fueron parte de lo mismo.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.16 del periódico Público del 5 de abril de 2002).

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    Ante la reforma legal que limitó el número de sacerdotes, en julio de 1926 la Santa Sede no sólo condenó la ley, sino "todo acto que pueda significar... aceptación o reconocimiento de la misma ley". Poco antes, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa había anunciado un plan para "la paralización de la vida social y económica" del país, diciendo que "se trata de una medida drástica y del ejercicio del derecho de legítima defensa", puesto que "entre la inacción y la acción armada hay un término medio, la acción cívica". No se ocultaba que ese plan era sólo un preámbulo de la lucha por otros medios, pues se advertía que "toda persona amante de la libertad deberá constituirse en propagandista eficaz de esta acción contra los intereses o agrupaciones enemigos de la libertad. Estos procedimientos enérgicos no deben causar escrúpulos ni espanto, pues se trata de un caso extremo de vida o muerte para la Iglesia Católica en México".

    Cuando el boicot planeado fracasó, el tránsito a otros procedimientos aun más enérgicos, de los que más abiertamente causan escrúpulos y espanto, fue natural, automático.

    Miguel Angel Granados Chapa
    (v.periódico a.m. del 20 de octubre de 2005).

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    El 25 de julio de 1926 el episcopado mexicano emitió una carta pastoral en que se anunció la suspensión del culto público a partir del 31 siguiente, en que los templos quedarían al cuidado de los vecinos para que el público pudiera acudir a ellos sin la presencia sacerdotal. La decisión de los obispos se inscribía en un clima de tensión creciente, suscitado por la emisión de leyes y disposiciones reglamentarias del artículo 130 de la Constitución que constreñían la libertad religiosa.

    La Secretaría de Gobernación dispuso que los ayuntamientos y no los vecinos recibieran los templos y, en la Catedral y el templo del Sagrario se procedió así el 31 de julio. No se realizó el inventario ordenado por la circular oficial, pero fueron selladas las puertas y el mobiliario para evitar un uso impropio de bienes nacionales afectos a una instalación religiosa.

    Miguel Angel Granados Chapa
    (v.pág.9 del periódico Mural del 22 de noviembre de 2007).

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    ¿Quién no recuerda las estremecedoras fotografías de los cristeros que lucen con orgullo el collar de orejas que han cortado a sus rivales?

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 17 de marzo de 2007).

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    En la Guerra Cristera fueron muchos los maestros rurales torturados y desorejados y no pocos los estacados bárbaramente. José Revueltas, en su libro "Dios en la Tierra", recrea con maestría literaria una de esas estremecedoras muertes.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 31 de julio de 2010).

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    La "Cristiada" fue una guerra como todas las guerras: implacable, feroz; fue una contienda entre dos fanatismos irreconciliables: el clerical y el anticlerical; ninguno pedía ni daba cuartel. Después de años, el episcopado y el enviado del Vaticano firmaron con el presidente Portes Gil una paz inestable, prendida con alfileres, por la pasión de los vencidos y el empecinamiento de los vencedores. De los rescoldos de la lucha quedaron brasas prendidas. Hubo 2 cristiadas: la primera tuvo una dirección definida con los generales Gorostieta y Degollado que comandaron los ejércitos regionales del Norte y del Sur. La llamada "segunda cristiada" fue un levantamiento organizado por partidas de cristeros que no aceptaron los acuerdos entre la Iglesia y el gobierno, y que no eran sino simples bandoleros, delincuentes del orden común, escapados de las prisiones de Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas y Durango, que al grito de "Viva Cristo Rey", asaltaban, violaban, secuestraban y robaban. Los hacendados financiaron a estos supuestos cristeros para que combatieran a los agraristas, y de paso a la educación laica, desorejando a cientos de maestros rurales. En esta guerra civil, ambas partes cometieron innúmeros excesos, dado que en la furia y el odio no hubo lugar para la compasión o para la mesura.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 9 de agosto de 2008).

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    En México, cuando los obispos toman la decisión, evidentemente no se esperaban la reacción del pueblo católico; el levantamiento los sorprendió, yo creo que de saber que la gente se iba a levantar en armas no hubieran suspendido el culto, porque ésa no era su intención: era una apuesta para presionar al gobierno y obligarlo a suspender la famosa Ley Calles. Roma había pedido a los obispos rechazarla: era realmente una ley que castigaba, hostigaba, molestaba a la Iglesia, se metía en su vida interior; un sacerdote, para poder ejercer su función, tenía que registrarse y recibir el permiso de parte de la autoridad política, y eso significaba finalmente que era el estado el que nombraba a los curas.

    En el momento de la aplicación de la Ley Calles, había en la Unión Soviética una violentísima persecución religiosa contra la Iglesia ortodoxa que había empezado de la misma manera, primero con medidas dizque reglamentarias, y eso decía el gobierno de Calles: "La estamos reglamentando bajo los artículos constitucionales, no nos estamos metiendo en la vida interna de la Iglesia", y en realidad claro que se estaba metiendo, y un solo obispo estuvo en contra de la suspensión de los cultos, y curiosamente es un obispo que tiene fama de beligerante y de cristero, el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez; advirtió que estaba contra la suspensión de los cultos porque "ustedes no saben lo que esto puede provocar"; pero sus hermanos obispos no le hicieron caso.

    El gran historiador Luis González decía: "Si la mayoría de los obispos o la mayoría del clero aprueban la lucha armada, en menos de un año cae el gobierno de Calles, hubiera sido un movimiento irresistible". Lo que pasa es que sólo tres obispos se fueron de manera radical por la lucha armada, la mayoría no sabía qué pensar [...] Se ha puesto muy de moda el criticar a la Iglesia, pero sí ha sido consistente, siempre ha condenado la violencia: en el siglo XIX condena el alzamiento de los polacos católicos contra el zar ruso ortodoxo que los estaba persiguiendo y castigando porque intentaba descatolizarlos [...] lo mismo pasa con los rebeldes católicos de Irlanda en su lucha contra los protestantes. En México, después de los arreglos, el papa, en varias ocasiones, condenó la lucha armada; los obispos mexicanos tuvieron que publicar cartas pastorales condenando la lucha armada; yo encontré 16, de 1932 a 1938.

    La paz de 1929 nunca fue completa. Por eso, muchos campesinos volvieron a alzarse en armas. La llamada "Segunda Cristiada" sorprendió al investigador, en sus indagatorias de los años 60. "Yo recuerdo la primera vez que oigo esto de la segunda, ¿la segunda qué...? ¡Es que usted no entiende! No teníamos derecho a llamarnos cristeros, la Iglesia ya nos había condenado y nos decía: ‘Si ustedes hacen una lucha, es una lucha política no religiosa; la Iglesia nos los necesita, no deben decir que luchan para la religión’. Entonces, no es la segunda Cristiada, porque no podíamos invocar a Cristo, me dijeron; para ellos fue una amargura tremenda [...] los pobres tuvieron que inventar que el papa había sido engañado por las obispos mexicanos, que le habían mentido...".

    Pero Pío XI estaba informado, revelan archivos vaticanos abiertos recientemente: "Ahí está demostrado que el papa estaba perfectamente informado y por eso estaba tomando esa decisión: el gobierno mexicano no ha respetado su palabra, ha violado los acuerdos y, ni modo, hay que tener paciencia, que tarde que temprano ganaremos, pero sin lucha armada".

    Esos cristeros ya tienen muy poco apoyo del pueblo católico, porque cada domingo el cura machaca que los obispos y el papa han prohibido la lucha armada; entonces, realmente se encuentran en una soledad, en una pobreza, y además con el anatema de que les niegan los sacramentos. Pero hay diversos factores que la provocan: uno, que vuelve la persecución religiosa; incluso, cuando Cárdenas llega al poder, en 1935, quedan sólo 305 sacerdotes autorizados para toda la república, de 5,300 que había menos de 10 años antes. Lo otro es la violación de los acuerdos, pues empiezan a matar a todos los jefes cristeros, a traición [...] ahí tiene la explicación de esa guerrilla que fue interminable: hace poco me enteré en Zacatecas de que los últimos cristeros deponen las armas después de la elección de Manuel Ávila Camacho, hasta el verano de 1940; los últimos tercos, los irreductibles, los más capaces de sobrevivir...

    Jean Meyer
    (v.pág.6 del periódico Público del 13 de septiembre de 2009).

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    Entre 1916 y 1926, las figuras emergentes, en lugar de diálogo, se dieron a la más fácil pero terrible solución de desaparecer a los rivales o ahuyentarlos para alcanzar el poder individual. José Vasconcelos ha dejado testimonio estremecedor de estas etapas en sus novelas "La tormenta" y "El proconsulado".

    En esta época del "descontón" fuéronse creando los prestigios o los miedos y por ende, los lideratos. Justo el PRI nació de la necesidad de crear un "ambiente" donde cupieran todos los personalismos, siempre y cuando se obedeciera el marco de actividad. En 1929, las pugnas elementales se habían dado y una actividad parlamentaria podría ser vínculo suficiente que oponer a los generales pretenciosos y descontentos que aún vagaban por los llanos, suspirándole a la silla presidencial. La mancuerna infernal, como la calificaban sus opositores y víctimas, Obregón-Calles, estableció un no por descarnado menos necesario valladar a pasiones y aspiraciones.

    El asesinato de Obregón en el restaurante La Bombilla permitió a Calles convertirse en "el jefe máximo" pero no por muchos años pues uno de sus protegidos, el general Lázaro Cárdenas, traicionándolo, lo expulsó del país, dando paso a una nueva y bien disciplinada generación de políticos más urbanos. Miguel Alemán fue artífice de una manera infalible de ejercer la autoridad: ¡El dinero!

    Dentro de las nuevas reglas lo más que se podía perder era la buena chamba pero ya no la vida. Este novedoso y sabroso método de sujeción permitió al PRI volverse una "caja de cristal" donde el diálogo "constructivo" lo ejercía una sola persona. Aparentemente, Zedillo fue el "último de los dialogantes".

    Francisco Rea González
    (v.pág 6/A de El Occidental del 30 de noviembre de 2003).

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    Sigue siendo motivo de ingeniosa investigación por qué Calles, que luego resultó un genio como estadista, sumergió al país en una guerra civil que nos costó más de 70,000 muertos y heridas muy difíciles de cicatrizar. El artículo 130, sobre los cultos religiosos y sobre la Iglesia, era tan obviamente impopular que no se había aplicado. Obregón durante su gobierno, 1920 a 1924, había tenido la inteligencia de tampoco aplicarlo: no se arriesgó a exigir el cumplimiento de las medidas antirreligiosas. Calles que, a diferencia de Obregón no tenía méritos como revolucionario, se empeñó en pasar a la historia como el fiel ejecutor de los preceptos antipopulares. Cuentan que el Manco de Celaya comentó cuando la guerra cristera asomaba: "¡En las que nos va a meter este hombre! (Calles) Si triunfamos, qué ganamos, y, si perdemos, lo perdemos todo!"

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.21 del periódico Público del 14 de mayo de 2004).

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    La Guerra Cristera no se debió a una persecución religiosa como tanto se ha dicho, sino a una rebelión del clero mexicano contra ciertas disposiciones que consideraba anticlericales en la constitución de 1917. El clero, y no el gobierno, dispuso que se cerraran los templos.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.4-A del periódico El Informador del 16 de octubre de 2003).

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    El principal problema que tuvo que resolver Portes Gil en su segundo año fue la liquidación del "problema religioso", es decir, poner fin a la Guerra Cristera. Habrá que decir que les comió el mandado a los obispos, encabezados por el zapopano Pascual Díaz y por Ruiz y Flores: no se firmó ningún acuerdo, todo fue verbal, fundado en la misma confianza y buena voluntad de las partes en conflicto. Legalmente todo siguió como antes: el artículo 130 en pleno vigor. Lo más lamentable de este asunto fue, como todos lo sabemos, que los obispos para nada tomaron en cuenta a los cristeros que se jugaban la vida en las tierras coloradas de los Altos de Jalisco.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 12 de abril de 2002).

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    Para muy buena parte del pueblo Toral era un héroe porque había mandado al otro mundo al Manco de Celaya, recién reelecto como presidente. Al día siguiente el tren en que viajaba Portes Gil con su familia sufrió un atentado en el estado de Guanajuato, como venganza sin duda al fusilamiento de Toral. No en balde doña Carmén García de Portes Gil había recibido días antes un recado anónimo: "A la señora Portes Gil, esposa del presidente. Señora: si no se suspende la ejecución a José Toral, usted y su niña acabarán en la misma forma, con primera oportunidad, Obregón era un criminal más grande en nuestra república. Su amigo revolucionario cromista y católico. (Firma irreconocible)".

    Lo de Toral fue en enero. En junio fueron los mal llamados "arreglos" con la Iglesia. Portes Gil puso como condición que saliera del país el arzobispo de Guadalajara Don Francisco Orozco y Jiménez, quien según me dijo Margarito Ramírez, gobernador de Jalisco en esos años, "era un arzobispo muy macho", y que en 1926 se había opuesto al cierre de los templos por temor a que los católicos se molestaran y pudieran tomar las armas. Creo que al final, en ese 1929, pensó que no había otra alternativa que dejar que sus jaliscienses hicieran lo que mejor les pareciera.

    Portes Gil, en noviembre de 1929, autorizó el primer gran fraude electoral para que Ortiz Rubio venciera a Vasconcelos. Fue el primer fraude de la máquina oficial que luego se fue aceitando en forma tan perfecta que funcionó maravillosamente por varios decenios. Tal vez la mejor forma de ilustrarse sobre esos fraudes, de 1929, 1940 y 1946, son las Memorias de Gonzalo N. Santos, si usted tiene estómago fuerte para aguantar el cinismo del potosino que se gloría en reseñar como la maquinaria oficial ametrallaba sin piedad a los valientes que se aventuraban a ir a votar.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.26 del periódico Público del 8 de julio de 2005).

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    La carrera de Lázaro Cárdenas, comenzó cuando era casi adolescente y se adhirió a las huestes de Plutarco Elías Calles, cuando éste era villista. No sé si fue Elías Calles el autor de aquel famoso parte de guerra: "hónrome en comunicar a esa superioridad que tomamos Piedras Negras y evacuamos Agua Prieta". Elías Calles pasó al bando Carrancista y el joven Lázaro Cárdenas inició su historial como fiel carrancista y se fue ganando la fama de cumplido soldado y fiel colaborador de sus jefes, y su patrón, Calles, lo fue admirando y distinguiendo al irle confiriendo puestos de responsabilidad cada vez mayor. Si alguna cualidad tuvo Cárdenas, a diferencia de su protector, el matón Calles, es que Lázaro nunca fue cruel ni vengativo. Calles siempre se refirió a Cárdenas como "el chamaco", de suerte que, al comenzar los años 30, el chamaco veía cómo su jefe, que nunca se distinguió en el campo de batalla, era ya "el Jefe Máximo de la Revolución", que ponía y quitaba presidentes, de suerte que en 1934, cuando se preguntaban quién sería el candidato del PNR para la presidencia, Calles, sin dudarlo, señaló con su dedo omnipotente al chamaco como el indiscutible candidato.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 11 de mayo de 2012).

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    Calles nombró al "chamaco Cárdenas" para que ocupara la presidencia de 1934 a 1940, primer presidente que gobernó por 6 años. El sonorense estaba seguro de que el chamaco sería igual de pelele que el "Nopalito" y Abelardo Rodríguez... Calles pensaba seguir administrando su negocito, el país, como viejo patriarca venerado y autorizado. Por supuesto que le instaló también un Gabinete que lo auxiliara, y colocó a varios de los callistas incondicionales y lambiscones. Calles, después de asesinar católicos, como el padre Miguel Agustín Pro, y a no pocos militares y a decenas de civiles, viajó a Europa, en especial a Alemania: regresó absolutamente apantallado con Hitler y su libro Mi Lucha, que en adelante sería su libro de cabecera. El Jefe Máximo resultó un convencido revisionista de la Revolución: con su modelo Hitler fundó el PRI, el PNR, y preparó un gobierno más totalitario que el de mi general Porfirio Díaz. Decididamente Calles chocheaba, mientras Cárdenas en plena madurez juvenil andaba fortaleciendo la Confederación Campesina y fundando la CTM, aunque, a decir verdad, como instrumentos de su gobierno totalitario.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 24 de mayo de 2002).

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    El Plan de Ayala, tuvo resonancia en todo el territorio nacional, porque la Constitución de 1917, parte de él, lo introdujo en el Artículo 27 constitucional, el cual sigue la opinión de la Corona Española, implantada en México durante el Virreinato: "La propiedad de la tierra y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde originalmente a la nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares. Constituyendo la propiedad privada".

    Siguiendo esta tesis, la Revolución, posterior al derrocamiento de Carranza, dividió la tierra en usos ejidales, la pequeña propiedad y la que pertenece a los pueblos.

    No obstante la opinión del general Calles en el sentido de que el ejido lleva al país a la ruina. En el régimen del general Lázaro Cárdenas se llevó a cabo la reforma integral de la tierra, dándole preferencia al ejido, al cual se dio mucha importancia, pensando que tal vez los ejidatarios cultivaran la tierra, en la misma proporción de la pequeña propiedad. El resultado ha sido desastroso, el ejido no produce lo necesario, a pesar que se creó el Banco de Crédito Ejidal.

    La propiedad privada a pesar de haberla reducido es la que produce más en el campo.

    Benjamín Gómez Cárdenas
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 19 de marzo de 2003).

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    Entre 1910 y 1920 México fue sacudido por una serie de luchas y revueltas conocidas como Revolución Mexicana, que intentaron transformar el sistema político y social, creado por Porfirio Díaz. Esta revuelta civil se considera que contribuyó a formar el México contemporáneo, sin embargo, no tuvo un carácter homogéneo, sino que consistió en una serie de revoluciones y conflictos internos, protagonizados por distintos jefes políticos y militares que se fueron sucediendo en el gobierno de la nación.

    Después del asesinato de Madero, hubo nuevas luchas en las que triunfó Venustiano Carranza, quien promulgó la Constitución de 1917, que organizó el estado posrevolucionario. No obstante, los sectores más radicales de la Revolución, mantuvieron la lucha hasta 1920. Para muchos historiadores ésa fue la fecha del final del proceso revolucionario, pero las situaciones violentas prosiguieron hasta 1934, cuando llegó a la Presidencia Lázaro Cárdenas, quien institucionalizó las reformas propuestas y legitimadas con la Constitución de 1917.

    Martha González Escobar
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de noviembre de 2006).

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    Evocaba la mística de la lucha de clases, el sacrificio de mártires que robaban pan a cambio de cárcel y muerte. Los soldados matando en caliente a los mineros de Cananea, a los obreros textiles de Río Blanco, a los ferrocarrileros de San Luis Potosí. En 1913 la jornada máxima de 8 horas, indemnizaciones en caso de accidentes de trabajo, reconocimiento de la dirigencia sindical. En 1914, en Jalisco, el descanso dominical, el derecho a 8 días de vacaciones anuales, la prohibición del trabajo a menores de 9 años. En 1915 el servicio médico obligatorio, los tribunales laborales, el proyecto de Contrato del Trabajo para fijar obligaciones de patrones y obreros. En 1917 la Constitución incorpora en su Artículo 123, antes de la revolución bolchevique, el reconocimiento del trabajador como clase socialmente productiva con derechos no considerados hasta ese momento por ninguna otra Carta Magna.

    Nacía al mismo tiempo una nueva rama del derecho que ya no consideraba al trabajador como parte igual de un convenio civil que se firma entre semejantes. El derecho obrero, al reconocer la debilidad de un trabajador frente a un patrón, aparece como derecho tutelar, protector de una de las partes, del asalariado, y nivela las fuerzas de los contratantes para hacerlos compartir el producto de su esfuerzo conjunto. Las leyes laborales son, en defensa del trabajador, garantes de la inversión patronal, pero garantes también del trabajo como la otra parte que, en la medida de su importancia, merece una compensación equitativa.

    Jacobo Zabludovsky
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 24 de septiembre de 2006).

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    Al concluir el periodo colonial, la administración virreinal obtenía montos muy altos de recursos fiscales gracias a las reformas borbónicas, pero con un alto costo para una sociedad en la cual la distribución del ingreso era extremadamente desigual.

    El estallido de los movimientos independentistas en varias regiones de México en 1810 llevó rápidamente a una profunda crisis fiscal en el virreinato. La administración fiscal colonial, que había operado como un sistema bien integrado de 24 tesorerías regionales, comenzó a fracturarse.

    Ya como un país independiente, México adoptó una estructura fiscal federalista similar a la de Estados Unidos, la superposición de un modelo federalista estadounidense sobre el viejo sistema de gobierno español colonial, fue una fuente de conflictos y controversias.

    El nuevo sistema hacendario se basó en un régimen tributario indirecto: el gobierno federal dependía sobre todo de las aduanas (impuestos a importaciones), mientras que los gobiernos de estados dependían sobre todo de las alcabalas, aunque también se fijaron impuestos como los peajes.

    A lo largo del primer medio siglo de vida independiente de México, el debilitamiento de la administración tributaria y la creciente subordinación del fisco a jefes políticos y militares locales hizo que la recaudación de ingresos fuera cada vez más difícil, como lo revela la accidentada historia fiscal de México hasta los años de 1870.

    La debilidad fiscal llevó al gobierno federal a fuertes carencias de orden financiero y militar. La hacienda federal se vio cada vez más agobiada por deudas. Los ejércitos eran débiles (en parte por falta de recursos) y no pudieron combatir eficazmente a los invasores en 1847 y 1862-63, con la consecuencia de que el Estado perdió territorios valiosos.

    Con la independencia de México, la Real Hacienda que administraba los bienes del Virreinato se transformó en la Secretaría de Hacienda, cuyo nombre ha mantenido. El nuevo marco institucional fiscal de la nación, ahora independiente, fue ratificado por la constitución federalista de 1824 y estableció una nueva jurisdicción política, similar a la de EU, por lo que el gobierno federal de México coexistía con los estatales locales, cada uno con sus respectivos recursos impositivos.

    A partir del Porfiriato, se produjo un proceso de fortalecimiento y centralización del poder en manos del gobierno federal. Este proceso fue acompañado por reformas fiscales iniciadas en el decenio de 1870, que se consolidaron a partir de 1890, cuando se alcanzó superávit en las cuentas públicas.

    El estallido de la Revolución en 1910, no afectó, inicialmente, de manera muy marcada la recaudación, pero a partir de 1914 la intensificación de los conflictos y las guerras internas llevo al sistema tributario a la crisis. Sin embargo, la expansión de las exportaciones que se produjo en esa época, incluyendo el petróleo, permitió obtener importantes ingresos para la administración de Venustiano Carranza.

    La estructura tributaria porfirista de bajos aranceles al comercio exterior se fue desdibujando trás la Revolución, cuando el gobierno, al buscar apoyo de varios grupos, ofreció protección arancelaria a varios productos, perdiéndose una estructura del arancel.

    Durante los 20 -fuera de la estructura arancelaria-, se mantuvo buena parte del sistema tributario porfiriano, reforzado por los ingresos del petróleo, que se mantuvo hasta la Segunda Guerra Mundial.

    (V.pág.9-A del periódico El Informador en línea del 11 de septiembre de 2010).

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    Fue durante la Gran Depresión económica de 1930 en la que Estados Unidos forzó la repatriación o deportó a poco más de 2 millones de mexicanos y mexicoamericanos que eran ciudadanos o residentes legales.

    Eran acciones de tipo militar en donde por medio de redadas y arrestos, el gobierno estadounidense expulsó a los connacionales en los estados de California, Texas, Colorado, Illinois y Michigan. Se formaban perímetros de seguridad y los agentes federales y policías locales arrestaban a todo aquel que no tuviera documentos o que su aspecto estuviera relacionado con el de un mexicano. Familias eran separadas, mujeres quedaban abandonadas.

    Este importante referente en la relación de Estados Unidos-México se ha intentado mantener lo más oculto posible, tanto que en el año 2006 la reportera Kasie Hunt del USA TODAY se dio a la tarea de investigar cuáles han sido los capítulos oscuros del gobierno estadounidense que han intentado borrar de los libros de historia, y ¿cuál cree que aparece en un solo texto? Adivinó, el de las deportaciones masivas de los años 1929-1939.

    Gabriela Aguilar
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 29 de marzo de 2012).

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    Sobrevivió México a los repartos agrarios de Lázaro Cárdenas. Allá por los años cincuenta, Abel Quezada fue sumando los miles de hectáreas que luego repartieron Avila Camacho y sucesores hasta López Mateos: ¡¡¡el país se había repartido como 4 veces!!! ¡¡¡Y lo siguieron repartiendo Díaz Ordaz y Echeverría!!!

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.20 del periódico Público del 20 de agosto de 2004).

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    El Partido Revolucionario Institucional, fue fundado a principios de marzo del año 1929, por el expresidente Plutarco Elías Calles, nombrándolo Partido Nacional Revolucionario, a fin de aglutinar fuerzas políticas y militares del país, objetivo que logró, convirtiéndose en partido de Estado, cuyos candidatos ganaban todas las elecciones en los niveles de gobierno federal, estatal y municipal.

    Durante el mandato de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), consideró conveniente renovar al PNR, y en 1938, se transformó en el Partido Revolucionario Mexicano, que siguió con estructuras similares eliminando los militares, y ganó elecciones en los tres niveles de gobierno.

    A principios del sexenio 1946-1952, encabezado por Miguel Alemán Valdez, estimó conveniente renovar el PRM, y desde fines de 1946 se llamó Partido Revolucionario Institucional, cuyas bases fueron los sectores popular, obrero y campesino.

    La decadencia del PRI, empezó con el movimiento estudiantil de 1968, dentro del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), político autoritario, pero excelente administrador público; se aceleró dentro del sexenio 1970-1976, encabezado por Luis Echeverría Alvarez -pésimo administrador-, que endeudó enormemente al país, para caer en peor debacle en el sexenio (1976-1982) que encabezó José López Portillo (más dilapidador que Echeverría), que endeudó estratosféricamente a la nación, pero quien por consejo de Jesús Reyes Heroles, abrió el sistema político mexicano a otras corrientes de pensamiento; siguió su decadencia por la cerrazón al sector izquierdista dentro del PRI ocurrida en el sexenio (1982-1988) que encabezó Miguel de la Madrid Hurtado, en que por primera vez, se dijo, perdió las elecciones el PRI, con Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), como candidato, recurriendo a "la caída del sistema de cómputo", para sacarlo "ganador". Esto propició la fundación del Partido de la Revolución Democrática, dividiéndose el PRI.

    Para el sexenio 1994-2000, la crisis fue peor, dado que su candidato a la presidencia del país Luis Donaldo Colosio Murrieta, fua asesinado, surgiendo como emergente Ernesto Zedillo Ponce de León, quien triunfó gracias a la guerrilla del EZLN surgida en Chiapas, porque la ciudadanía mexicana rechaza las guerras.

    En las elecciones del 2 de julio del año 2000, el PRI perdió por primera vez la Presidencia de la República, frente a la "Alianza para el Cambio", con Vicente Fox Quesada como candidato. Fue lo peor que le ha pasado al PRI en su historia.

    Gamaliel Guzmán González
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 2 de marzo de 2002).

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    El maximato fue el último ejercicio exitoso de tener un mandamás por encima del Presidente de la República.

    Duró de 1928 a 1936: 8 años que, si se suman los del gobierno legal de Plutarco Elías Calles, se extiende a 12 años.

    Tras el asesinato de Obregón, Calles entiende que la reelección es imposible en México. Crea el PNR, aglutina a las facciones revolucionarias de todo el país, influye en el ejército, nombra gobernadores y da las bases que otorgarían estabilidad al país por años.

    Hace algo más: nombra a su sucesor: mueve los hilos para que Emilio Portes Gil sea nombrado presidente interino a fin de convocar elecciones y se cubra el periodo que debió gobernar Álvaro Obregón.

    Calles, a la distancia, manda.

    No de manera descarada.

    No cotidiana.

    Sí en lo fundamental, nada importante sucede sin que él lo diga: Jefe Máximo de la Revolución, le llaman o se hace llamar.

    Cuando llega el tiempo de las elecciones, Calles sale de la caverna y muestra todo su poder. Hace regresar al país a Pascual Ortiz Rubio, embajador en Brasil. Sin experiencia política, sin base de apoyo, sin grupos que lo sostengan, el mensaje es clarísimo: quien mandaría sería el sonorense.

    La savia popular apoda a Ortiz Rubio "el nopalito": por baboso. La élite revolucionaria orquesta una elección de estado y acaso un fraude. Calles se nombra ministro de Guerra y Defensa. Cita a reuniones de gabinete. Define al presidente del PNR. Intriga. Divide a las facciones y al final se vuelve el fiel de la balanza.

    Ortiz Rubio renuncia y llega Abelardo R. Rodríguez. Llega a un acuerdo con Calles. Él se dedicará a administrar y el Jefe Máximo a decidir todo sobre política. El caudillo vive en la colonia Anzures, frente al Palacio de Chapultepec.

    El ingenio mexicano inventa: "En Chapultepec vive el presidente, el que manda vive enfrente".

    El sueño de mandar por siempre se acaba cuando nombra a un joven general nuevo presidente. Tiene 37 años. Había sido gobernador de Michoacán. Jefe de zonas militares en todo el país. Su nombre: Lázaro Cárdenas.

    Cárdenas debía a Calles su carrera, pero no había nacido para ser mangoneado. Astuto, sabe que no puede enfrentarse al poder de Calles sin poseer una base propia de poder que se le oponga.

    Así inventa la transformación del PNR en PRM, pero le impone un cambio central: será un partido de masas. Así, lo cambia todo: el partido pasa de ser un club de caciques a una formidable maquinaria política. Cárdenas ordena el poder popular en sectores.

    Usa a los obreros como ariete para inundar de huelgas el país. Reparte tierras: organiza a los campesinos. Todas esas políticas son contrarias a la filosofía de Calles, más de derecha.

    Cárdenas procede a ir haciendo cambios en toda la estructura del ejército. Le abre las puertas a generales villistas, carrancistas, zapatistas: todos enemigos del grupo Sonora. Inmoviliza, coopta o retira a los grandes generales afines a Calles que quedan: Cedillo, Amaro y Almazán.

    Luego se enfila contra el poder político. Utilizando la figura de la desaparición de poderes, quita a 14 gobernadores callistas -al final serían 17 gobernadores los removidos.

    Finalmente, da el zarpazo final. En una reunión entre ambos, le confiesa a Calles que dará un manotazo para sosegar al país y frenar las huelgas. Calles le aconseja no hacerlo para no debilitarse: lo puede hacer él mismo. Cárdenas le agradece y da el visto bueno.

    Las declaraciones del Jefe Máximo son tronantes y provocan una tempestad. Días después, Cárdenas declara en favor de los huelguistas. El movimiento obrero se abalanza contra Calles.

    Es el jaque mate. El viejo zorro cayó en la trampa.

    El presidente remueve a todo el gabinete callista y, una noche de abril de 1936, lo destierra. Las cámaras legislativas, pro Calles, amanecen siendo Cardenistas.

    El sueño del Jefe Máximo había terminado.

    Después de este experimento, nadie ha vuelto a intentar prolongar su mandato. Hay 2 excepciones documentadas: la de Alemán y la de Echeverría.

    El desmantelamiento del maximato dejó lecciones que perduran. Nadie deja la presidencia, pero no el poder. Nadie es más poderoso que el presidente en turno.

    Las lealtades en la política son más frágiles que el cristal. Una maquinaria política no se desmantela sola: hay que sustituirla con otra.

    Demoler un poder lleva tiempo, cálculo y estrategia, no arrebato.

    Cuestiones de la historia que no deben olvidarse, pero sí repasarse.

    Fernando Vázquez Rigada
    (11 de agosto de 2024).

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    La Ley de Expropiación fue puesta por una Comisión de la Internacional Comunista en manos de Lázaro Cárdenas, con el fin de "ir destruyendo gradualmente el capitalismo en México", ya que en este país, con 3,000 kilómetros de frontera con los Estados Unidos, no se podía pensar en métodos revolucionarios para ello... Esto lo digo yo que soy el último testigo que queda de las pláticas que en el año 1936 se tuvieron con esa Comisión de la Internacional Comunista.

    Gustavo de Anda
    (v.pág.17A de Ocho Columnas del 8 de febrero de 2001).

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    El cardenismo pretendió la estatización de la economía y con ello endeudó al país, y al estatizar enteras industrias les quitó el empuje natural de la empresa privada, las burocratizó y les transmitió los vicios de la burocracia estatal.

    Que el Estado sea dueño de industrias, no quiere decir que éstas nos pertenecen a los mexicanos. Lo que eso significa es que esas industrias son manejadas con criterio político y no con sentido comercial.

    Gustavo de Anda
    (v.pág.15A de Ocho Columnas del 29 de noviembre de 2001).

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    La estatización cardenista sembró en la mente de los ciudadanos la idea de que las empresas privadas, el capitalismo privado, era explotador de los recursos y los trabajadores mexicanos, pero nunca aclaró que las empresas estatales eran un auténtico botín de políticos y fuente de corrupción para los líderes sindicales.

    En el mes de octubre del año 1936, un considerable grupo de gobernadores y militares se reunió para pedirle al presidente Cárdenas que suspendiera sus expropiaciones de tierras "porque iba a llevar al país al hambre, si las proseguía"...

    Gustavo de Anda
    (v.pág.10A de Ocho Columnas del 26 de agosto de 2002).

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    La legislación que el propio Lázaro Cárdenas publicó un año después de la expropiación, en 1939, proponiendo a las empresas extranjeras que invirtieran y colaboraran con Pemex en la exploración y explotación. Si entonces ello no fructificó fue porque esas mismas empresas lo desecharon y porque la situación derivada del inicio de la guerra también lo impedía.

    Jorge Fernández Menéndez
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 18 de marzo de 2013).

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    Hace 80 años, el 18 de marzo de 1938, Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de todos los bienes de las empresas petroleras en nuestro país. Justificó la medida porque éstas no habían acatado un fallo de la Suprema Corte de Justicia que ratificaba un laudo laboral a favor del sindicato. El sindicato exigía un aumento de 26 millones de pesos en sueldos y prestaciones que las empresas decían era imposible de pagar. "Pero, inevitablemente, el nacionalismo tuvo que hacer unas concesiones a la realidad económica. Tras la expropiación, no sólo se pospuso indefinidamente el aumento, sino que los salarios fueron recortados" (The Prize, Daniel Yergin, 1990).

    Cárdenas había venido preparando la medida. En 1936 promulgó una Ley de Expropiación para dar la vuelta a otro fallo de la Suprema Corte, el cual había determinado que el artículo 27 de la Constitución que declaraba los bienes del subsuelo "propiedad de la Nación" no podía aplicarse de manera retroactiva. Para forzar la expropiación, el presidente promovió el movimiento sindical que llevó a la confrontación con las petroleras.

    La acción pudo fructificar gracias al momento geopolítico. La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de estallar y los gobiernos de las potencias occidentales no quisieron abrir un nuevo frente en su previsible contienda con los países fascistas. Tampoco querían prescindir del petróleo mexicano. Por otra parte, Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos, simpatizaba con algunas de las posiciones políticas de Cárdenas.

    Cárdenas prometió indemnizar a las petroleras en 10 años, como lo señalaba su propia Ley de Expropiación. El 19 de abril de 1938 organizó un mitin frente al Palacio de Bellas Artes en el que miles de mujeres hicieron aportaciones para pagar la "deuda petrolera". Algunas entregaron joyas y una, de origen humilde, una gallina. De ahí surgió el mito revolucionario de que el pueblo pagó la expropiación "con joyas y gallinas".

    En realidad, las aportaciones ciudadanas contribuyeron apenas unos 2 millones de pesos para indemnizaciones que ascendieron cuando menos a 159 millones de dólares y se alargaron décadas. El último pago a la empresa anglo-neerlandesa Shell se saldó en 1962.

    La producción no se desplomó. Si bien Cárdenas creó un monopolio gubernamental, Petróleos Mexicanos, el 7 de junio de 1938, siguió permitiendo la inversión privada gracias a los contratos de riesgo, que él mismo inventó y se convirtieron posteriormente en norma para la industria internacional. Adolfo López Mateos, sin embargo, los prohibió en 1960. La producción ya no fue capaz de mantener el paso de la demanda. En 1966 México dejó de exportar petróleo y en 1971 lo importó. Solo el descubrimiento casual del enorme yacimiento de Cantarell, en la sonda de Campeche, permitió revertir la situación.

    Las restricciones a la inversión debilitaron a la industria petrolera. Pemex no ha logrado ningún hallazgo que permita compensar el agotamiento de Cantarell. La reforma energética, en cambio, ha generado nuevos compromisos de inversión por cerca de 200,000 millones de dólares, algo que el Pemex monopólico no habría podido siquiera soñar.

    La expropiación ha generado mitos históricos que el viejo PRI usó para justificar sus privilegios, pero si México quiere seguir siendo un productor de petróleo tendrá que ser mucho más eficiente. Mientras sigamos pensando que el monopolio se pagó con joyas y gallinas estaremos atados de manos para construir una industria petrolera moderna.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico Mural en línea del 19 de marzo de 2018).

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    Cabe recordar la escena cuando Lázaro Cárdenas se presentó en Palacio Nacional para amenazar al presidente Miguel Alemán con levantarse en armas si su enviado en Washington, el director entonces de Pemex, firmaba el convenio autorizando la creación de una nueva compañía petrolera de capital privado que actuaría como competidora de la empresa estatal.

    El cardenismo pretendía llevarnos a la socialización, contrariando los propósitos democráticos capitalistas de la Revolución.

    Ya hemos salido del ejidalismo, que no fue más que una forma de controlar a los campesinos por el Estado, sin importar la producción de nuestros campos, política equivocada de la que hoy estamos pagando los resultados con la dependencia alimentaria del extranjero.

    Gustavo de Anda
    (v.pág.15A de Ocho Columnas del 15 de noviembre de 2001).

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    Con un recorrido por varias escenas de la historia política mexicana, especialistas intercambiaron ideas en el foro "El arduo camino hacia un gobierno civil: De Calles y Cárdenas a Miguel Alemán", organizado por la Fundación Miguel Alemán AC y difundido por Periódicos Asociados en Red (PAR).

    Recordaron que durante el siglo XIX la mayor parte de los gobernantes en México fueron militares con excepción de Sebastián Lerdo de Tejada y el propio Benito Juárez.

    El doctor Alejandro Carrillo Castro, director de la Fundación Miguel Alemán AC, abrió la charla con esta idea: "La creación del propio Partido Nacional Revolucionario (antecedente del PRI) era ya un indicativo de que los gobernantes de México querían ir sacando posibilidades que la contienda político electoral se llevara a cabo a base de alzamientos militares".

    Por su parte, el doctor Diego Valadés, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, aseguró que "el poder siempre ha estado vinculado al desempeño de la acción castrense, la vocación de los monarcas siempre fue por vincularse con episodios de carácter militar, todavía vemos hoy que los monarcas que solo tienen un papel simbólico, lucen de todas maneras uniformes militares, porque se considera que ese es el símbolo tradicional del poder".

    Mientras que el doctor Javier Garciadiego, investigador del Colegio Nacional, señaló que en México el 1er. intento por ceder el poder del presidente a un civil, se dio durante la Revolución Mexicana después del periodo del general Venustiano Carranza, aunque fracasó.

    La doctora María Marván, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, enfatiza la importancia de la normalidad que los titulares del ejecutivo sean civiles electos a través de procesos democráticos: "No han regresado los militares, y no ha habido golpe de estado. De manera sistemática, desde que sube Cárdenas al poder, cada 6 años el presidente saliente entrega el poder y entra el nuevo por la vía de las elecciones".

    (V.pág.5-A del periódico El Informador del 8 de agosto de 2020).

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    Una de las razones más importantes para que los países se enfrentaran en Europa de 1939 a 1945, fueron las minas de carbón de Alsacia y Lorena, en disputa entre Alemania y Francia.

    Dichos hechos impactaron a México, por lo que los EUA, consideraron que era mejor que México manejara su petróleo, conforme a la Constitución de 1917, la cual, los mismos EUA, presionaron al gobierno de Obregón para firmar los Tratados de Bucareli, con las cuales se incumplía nuestra Norma Rectora en beneficio de los intereses de los ciudadanos y empresas de EUA.

    Al ver los EUA el rearme alemán y las circunstancias de Europa, consideraron que era mejor que México "nacionalizara y estatizara" su petróleo, a condición de que el único cliente fueran los propios EUA, la cual se cumplió y se siguen cumpliendo la política que determinen los EUA, como son los casos de que México no pertenece a la OPEP, nuestras ventas son hacia ellos, así como las compras de la gasolina son a sus compañías y los contratos que el gobierno federal está haciendo, en contra de nuestra Norma Rectora, son conforme a las políticas determinadas desde los EUA.

    José de Jesús Covarrubias Dueñas, magistrado del Tepjf
    (v.pág.16-A del periódico El Informador del 28 de marzo de 2011).

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    El liberalismo mexicano dio frutos contrarios a su espíritu. La causa liberal del XIX terminó en el gobierno autoritario de Porfirio Díaz. La revuelta liberal del XX, que prendió la mecha de la Revolución Mexicana, terminó en la saga de los presidentes abrumadores del PRI y en el estado intervencionista de mayor tamaño que haya tenido la nación: dueño de la luz [energía eléctrica], el petróleo, el subsuelo, las playas...

    Héctor Aguilar Camín
    (v.pág.4 del periódico Público del 21 de marzo de 2008).

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    Estribillo popular de mediados del siglo XX

    Oaxaca nos dio caudillos,
    y Coahuila caudillejos,
    Sonora nos dio los pillos
    y Michoacán dos p...

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    El PAN nació para apoyar la candidatura del general Juan Andrew Almazán a la Presidencia de la República en el año 1939. ¿Quién era Juan Andrew Almazán?

    Era amigo del general norteamericano Mosley, ya retirado, que jefaturaba a un grupo pronazi en los Estados Unidos. Por esa razón, cuando Almazán se presentó al Departamento de Estado en busca de apoyo al triunfo que, indiscutiblemente obtuvo en las elecciones de 1940, la respuesta fue, mostrándole una fotografía en la que aparece dándose la mano con Mosley, diciéndole: "Cómo se atreve a pedirnos apoyo si con ustedes estamos en guerra", y le mostraron la foto que había aparecido en toda la prensa.

    Yo recibí la orden del general Donato Bravo Izquierdo, el día 7 de julio de 1940, de movilizar a la gente armada bajo mi control, para arrebatarles las ánforas de votación a los almazanistas al precio que fuera...

    Ese día, hace 60 años, vivimos en México una verdadera guerra civil.

    Gustavo de Anda
    (v.pág 17A de Ocho Columnas del 1o. de febrero de 2001).

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    El 14 de noviembre de 1927 todos los diarios del país publicaban en la primera plana la noticia más importante: "ayer, domingo 13 de noviembre, el candidato a la presidencia, Sr.Gral.Alvaro Obregón, sufrió un atentado". Efectivamente, cuando el Manco de Celaya, en compañía de varios amigos se dirigía a la corrida de toros, al pasar por el bosque de Chapultepec, su Cadillac, con la placa número 26 del Distrito Federal fue acometido por otro automóvil del que le arrojaron varias bombas de confección casera y una serie de disparos de pistolas. De los cuatro que tripulaban el automóvil agresor, uno fue herido y murió en el hospital Juárez; 2 fueron aprehendidos días después y fusilados, sin juicio previo, el día 23. El chofer del auto agresor pudo huir y lo conocí en Guadalajara hará unos 15 años.

    Don José González murió tranquilamente lleno de años, de recuerdos y añoranzas. Nunca se arrepintió de haber intentado matar a Obregón y, como muchos mexicanos de su tiempo, admiró a José de León Toral, el tímido dibujante que eliminó a quemarropa al gran general invencido de la Revolución. Don José y sus compañeros del atentado siempre pensaron que liquidar a Obregón era una "acción de guerra" para terminar con todas las barbaridades de la guerra cristera.

    El atentado contra Obregón no fue el único intento magnicida de nuestra historia: sin contar el asesinato de Colosio, por lo menos hubo otros dos muy memorables: los que sufrieron el Nopalito Ortiz Rubio y don Manuel Avila Camacho y por supuesto el otro atentado en que José de León Toral mandó al otro mundo al sonorense mayor.

    Al pobre ingeniero y general Pascual Ortiz Rubio le fue muy mal porque el día en que tomó posesión de la Presidencia de la República, el 5 de Febrero de 1930, cuando se retiraba del Palacio Nacional, un tal Daniel Flores le hizo varios disparos y el infeliz señor presidente tuvo sus primeros acuerdos con su gabinete luciendo un impresionante vendaje en la cara; y eso fue simplemente el primer capítulo de su ingrata presidencia dominada por el sonorense menor, pero a la vez Jefe Máximo de la Revolución: Elías Calles. El agresor Daniel Flores amanecería muerto meses después en su celda de la prisión.

    14 años después, el 10 de abril de 1944, el presidente don Manuel Avila Camacho, también en el Palacio Nacional, fue agredido por el teniente Antonio de la Lama Rojas. Don Manuel usaba un chaleco blindado que le salvó la vida, y, con mucha calma se arrojó sobre el agresor y lo llevó a su despacho para hablar con él: se quejaba de los bajos salarios y condiciones precarias en que vivían los oficiales de menor rango en el Ejército. Al llevarlo a los separos de la policía para internarlo, un grupo de pistoleros, a las órdenes de Maximino Avila Camacho, se apoderaron del prisionero y lo mataron; aunque alguna versión asegura que fue el propio hermano incómodo de don Manuel quien lo asesinó.

    En materia de atentados, los gringos nos ganan de calle: ciertamente Obregón, presidente electo, fue asesinado. Panchito Madero el pobre fue asesinado también, aunque técnicamente ya no era presidente. Don Venustiano, a quien dejaron como coladera, legalmente no era ya presidente, porque, según dicen los que saben de Derecho Constitucional, había perdido su condición de presidente por el hecho de haber intentado cambiar la sede del Ejecutivo sin permiso del Senado. Los gringos, sea lo que sea, se despacharon por la vía rápida a cuatro presidentes: Lincoln, McKinley, Garfield y Kennedy. En cuanto a atentados ya perdieron la memoria: los herederos de los vaqueros del Oeste fueron también especialistas en deportes truculentos como los linchamientos y otras especialidades fruto de la "libertad omnímoda" de que gozan.

    Extracto de un artículo de Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.23 del periódico Público del 14 de noviembre de 2003).

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    Vinieron más hundimientos de barcos petroleros mexicanos, y justamente en las costas norteamericanas, el "Potrero del llano" frente a Miami; el "Faja de oro" cerca de Key West. Ahí en la propia casa norteamericana eran hundidos barcos petroleros mexicanos, pero en forma "extraña" ni un barco de ellos. Las personas suspicaces quedaron en la seguridad que el hundimiento de barcos mexicanos tenía una clara intención: obligar al gobierno mexicano a participar activamente en la guerra.

    La presión de los Estados Unidos contra México fue mucha, por ello, el 28 de mayo de 1942, el presidente Manuel Avila Camacho declaró el estado de guerra con las potencias del eje.

    Remberto Hernández Padilla
    (v.pág.7/A de El Occidental del 9 de marzo de 2003).

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    A partir de 1946 la teatralidad tomó un nuevo rumbo. Hasta entonces, la Revolución había sido un proceso errado y errático muchas veces, pero genuino y deliberado: una historia escrita por los mexicanos. Con Alemán se transformó en una empresa político-teatral, en un acto permanente de simulación colectiva.

    Enrique Krauze
    (v.pág.450 de "La Presidencia Imperial")

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    Debió ser a fines de 1963, cuando en un mitin de Díaz Ordaz, quien fue el destapado por López Mateos, encontré tirada en el piso una hoja mecanografiada con un ingenioso diálogo entre el pueblo y la patria: "-¿Por qué estás tan desvalida? -Por lo mucho que he gastado y lo bruja que me encuentro. -¿Y qué es lo que más te ha costado? -Pues verás, amado pueblo: una pata de Santa Anna, una mano de Obregón, los repartos del trompudo, la familia del papadas, las mordidas del dientón, la vieja de aquel viejito, los viajes de este maldito y los gastos de campaña de cierto horrible hocicón". En honor a los posibles lectores jóvenes, me permito ayudar a la intelección del diálogo: después de Obregón, se alude a Lázaro Cárdenas, a Avila Camacho, a Miguel Alemán, a Ruiz Cortines, a López Mateos y a Díaz Ordaz.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.34 del periódico Público del 2 de septiembre de 2005).

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    Desde 1955 era yo un declarado anti "PRI-Gobierno", por eso asistí a la Capital en agosto del 68 a una de las marchas, donde vi y escuché a los agitadores profesionales atizando odios para evitar cualquier negociación con el Gobierno. El Consejo Nacional de Huelga no quería democracia, quería tumbar al Gobierno antes de las Olimpiadas. No estoy defendiendo a esas autoridades, estoy defendiendo los procesos democráticos. Para mí, Díaz Ordaz, Echeverría y Martínez Domínguez, eran muy similares a los del CNH en cuanto que se reían de los procesos democráticos. Para ambos grupos, los votos de cada ciudadano eran despreciables.

    Enrique Canales
    (v.pág.7A del periódico Mural del 30 de octubre de 2003).

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    De todos mis conocidos, amigos y parientes que estuvieron en Tlatelolco [el 2 de octubre de 1968] no murió ni fue herido ninguno ni tampoco un conocido o amigo de ellos. Esto es: no tuve la referencia de ningún muerto con nombre y apellido.

    Cuando, hace unos 4 años, Pablo Gómez encabezó aquella comisión de la verdad nombrada por el congreso, encontró menos de 40 muertos. Los soldados, lejos de llegar acribillando a la multitud, cuando vieron los fogonazos de los primeros disparos -los hechos por el Batallón Olimpia, vestido de civil desde el mismo lugar donde había estado el último orador del mitin- daban instrucciones a la gente para ayudarla a salvarse de las balas que, pensaban, disparábamos los dirigentes. 'Baja la cabeza', 'cúbrete al pie de aquel muro', etcétera. ¿Cómo lo sé? Me lo contaron mis amigos allí presentes cuando se les permitieron las visitas dominicales a la cárcel [donde estuve detenido de 1968 a 1971].

    Siempre he dicho que el Olimpia y el Ejército no estaban coordinados.

    Luis González de Alba
    (v.pág.4 de la sección "Cultura y Tendencias" del periódico Público del 22 de julio de 2002).

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    A 39 años de distancia, no tenemos claro sino lo que desde un principio lo fue: 1. El Ejército regular fue empleado en una operación para cercar un mitin especialmente deslucido en Tlatelolco. 2. La tropa uniformada fue recibida a balazos por un grupo vestido de civil, el llamado Batallón Olimpia. Según la comisión investigadora encabezada en 1998 por dirigentes de aquel movimiento, murieron 38 personas. 3. Varios miembros del Olimpia cayeron heridos por el Ejército. Hospitalizados, señalaron al Ministerio Público que iban comandados por el capitán Ernesto Gómez Tagle. 4. Ni el Ejército sabía de la presencia de militares en ropa civil, ni éstos esperaban la respuesta del Ejército. 5. La descoordinación de ambos mandos es por eso evidente. Allí estábamos. Allí seguimos.

    No digo, como Pablo Gómez me atribuye, que debimos esperar sentados a que nos regalaran la independencia, como no esperamos, en 1968, la democracia. Digo algo mucho peor: que los crímenes de Hidalgo, como la matanza de civiles españoles en Guadalajara, muchos de ellos independentistas, retrasaron la independencia hasta 1821, un 27 de septiembre, en que se firmó con el nuevo virrey sin disparar un solo tiro. No lo festejamos porque no hubo muertos.

    Digo también que para obtener esta medio trastabillante democracia de hoy y demoler el régimen priista, Tlatelolco no era necesario. NO DIGO que fuéramos culpables por el 2 de octubre, sí que éramos mexicanos los dirigentes estudiantiles y por eso no supimos pescar al vuelo las (pocas pero algunas) oportunidades de negociación que el gobierno ofreció a su manera: críptica, sibilina, envueltas en las formas barrocas del lenguaje oficial, pero oportunidades al fin, que se nos fueron. Nos ganaron los duros del gobierno, semejantes a los que hoy están en el gobierno del DF, todos los que desean soluciones "revolucionarias" y no el agua tibia, el tedio de los cambios negociados que los mexicanos llamamos "transas" porque a eso nos educaron.

    "Es que todos los movimientos sociales que nos han antecedidos fueron transados por los líderes, de espaldas a sus bases" (así se decía, ahora es "de espaldas a la gente"). Por eso seríamos cristalinos, y así nos impusimos, solitos, un corsé: la obligación de sólo negociar en público y no ceder en nada. Y peor: nunca definimos "público".

    Quizá otras luchas sociales habían sido traicionadas por sus líderes y, como "el que con leche se quema hasta al jocoque le sopla", nos curábamos en salud. O quizá algunos de esos movimientos sociales habían sido simplemente negociados y los mexicanos nacemos con el síndrome social del todo o nada: "si me han de matar mañana, que me maten de una vez", "sigo siendo el rey y mi palabra es la ley", "la vida no vale nada". Sentimos un abominable placer por caer en la raya. Admiramos la derrota porque sólo así, muerto o encarcelado, prueba el líder que no cedió, que no "transó". Y toda victoria es sospechosa.

    Como ahora los miembros del PRD, buscábamos en 68 al traidor dispuesto a negociar, al que admitiría menos del total: seis puntos por firmar. Nos vigilábamos con suspicacia y analizábamos cada discurso de nuestra gente para detectar desviaciones y debilidades. Había en nuestras 6 demandas algunas de fácil resolución: deslindar responsabilidades en las agresiones sufridas por manifestantes a manos de la policía. Otras eran posibles: derogación del delito de disolución social (que poco después fue derogado). Otra era una ridiculez: disolución del cuerpo de granaderos. Pablo Gómez es senador, ha sido diputado un sinnúmero de veces... y jamás ha propuesto que los gobiernos del DF se queden sin un cuerpo de granaderos. Ni él, ni Raúl Alvarez, ni Salvador Martínez y tantos otros que, como diputados no han siquiera propuesto semejante disparate porque es hoy, con gobiernos del PRD, y era entonces, bajo el viejo régimen del PRI, un reverendo disparate.

    ¿Y yo? ¿Lo dije entonces? Ni lo pensé y si lo hubiera dicho me habrían linchado. Como ahora los perredistas afilan cuchillos para degollar infieles que contradigan las enseñanzas del Profeta, así nos intimidábamos mutuamente.

    Como ahora los pejistas, buscábamos en los discursos de nuestros compañeros las intenciones de romper ese acuerdo sagrado. Así fue como dimos paso a los criminales que organizaron Tlatelolco. Nos ganaron los duros, los propios y los ajenos.

    Luis González de Alba
    (v.pág.19 del periódico Público del 1o. de octubre de 2007).

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    Mucho se nos ha dicho que la matanza se produjo cuando, al anochecer del 2 de octubre de 1968, tropas del Ejército y contingentes de policías rodearon la Plaza de las Tres Culturas "y abrieron fuego, apuntando a las personas que protestaban y a las que pasaban en ese momento por el lugar. En breve, una masa de cuerpos cubría toda la superficie de la plancha... La masacre continuó durante toda la noche... Testigos de los hechos aseguran que los cadáveres fueron sacados en camiones de basura". Algunos reportes hablan de cientos de muertos, quizá miles.

    La realidad parece haber sido distinta. Dos cuerpos militares distintos intervinieron en la matanza. Uno de ellos, el batallón Olimpia, adscrito al Estado Mayor Presidencial, entró a los apartamentos en las torres de Tlatelolco en los que se encontraban los dirigentes del movimiento estudiantil con la orden de detenerlos. Los integrantes de este batallón iban vestidos de civil y portaban un guante blanco para distinguirse.

    A la plaza entró otro contingente militar, encabezado por el general brigadier José Hernández Toledo, quien tenía al parecer instrucciones de dispersar el mitin. Alguien al parecer disparó en contra de ellos: el propio general Hernández Toledo cayó herido. Los soldados afirmaron haber respondido al fuego hostil e intercambiaron tiros con los integrantes del batallón Olimpia.

    Si bien quedan muchas dudas, la matanza de Tlatelolco parece haber sido provocada por una operación fallida en la que dos cuerpos policiales recibieron órdenes distintas y actuaron sin coordinación. La tragedia habría sido así producto de esa mala planificación que es tan común en las actuaciones de las burocracias de nuestro país.

    ¿Cuántos muertos hubo en Tlatelolco esa tarde-noche del 2 de octubre de 1968? Un reportaje de John Rodda para el periódico británico The Guardian reportó 325. Esa información se utilizó durante años para afirmar que cientos de personas habían sido masacradas en la Plaza de las Tres Culturas. La cifra más común que se usaba era la de 300. Los esfuerzos por identificar a esos muertos han dado, sin embargo, una lista de 34 muertos con nombres y apellidos. Quizá haya habido más. Pero se trataría de personas que no hubieran tenido parientes ni amigos entre los miles de sobrevivientes que han sido entrevistados por investigadores y organizaciones simpatizantes con el movimiento estudiantil.

    Una matanza que deje un saldo de 34 muertos debería ser inaceptable en cualquier país. La de Tlatelolco lo es. No necesitamos exagerarla. Tampoco necesitamos inventar motivos macabros entre quienes dieron las órdenes para la acción del Ejército. Es muy difícil, de hecho, que alguien, ni siquiera Gustavo Díaz Ordaz, hubiera pensado que era sensato masacrar a cientos de estudiantes unos días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos en la ciudad de México.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico El Siglo de Durango del 2 de octubre de 2008).

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    Se han ofrecido muchas especulaciones acerca de cuántos muertos hubo en Tlatelolco. Algunos han manejado cifras de 1,500 o más, pero sin nunca ofrecer una lista de los muertos o algún sustento para el cálculo. Hasta la fecha se han podido determinar los nombres y apellidos de 34 personas fallecidas en la balacera. Además, Kate Doyle, del National Security Archive de la George Washington University, una de las investigadoras más serias sobre el tema, sugiere que hubo otros 10 muertos cuya identidad se desconoce. Es difícil imaginar que 10 personas pudieron haber sido asesinadas sin tener un solo amigo o pariente que reportase su desaparición; pero aun si hubo 44 muertos, la cifra dista mucho de las de genocidios reales.

    El punto fundamental es si realmente hubo en 1968 una decisión de exterminar a un grupo nacional, religioso o étnico, aunque sólo fuera el de los dirigentes de un movimiento estudiantil. "La respuesta es no y nosotros somos la prueba" dice Luis González de Alba, uno de los dirigentes del 68, detenido con varios de sus compañeros el 2 de octubre en el edificio Chihuahua. González de Alba es autor de la novela Los años y los días, una de las mejores crónicas del movimiento estudiantil. Si la intención del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz o de los comandantes del Ejército Mexicano hubiera sido la de llevar a cabo un genocidio, o más modestamente el exterminio de los líderes estudiantiles o de los asistentes a la reunión, ninguno habría sobrevivido a la detención. Las tropas, sin embargo, no mataron ni a González de Alba ni a los demás dirigentes estudiantiles ni a los participantes del mitin que capturaron. Lo que hicieron fue llevárselos al Campo Militar Número 1 y de ahí, posteriormente, remitirlos al reclusorio de Lecumberri, donde permanecieron varios años antes de ser liberados en una amnistía gubernamental.

    Los activistas políticos, sin embargo, quieren hacernos tontos al sostener que lo ocurrido ahí fue un genocidio, cuando lo que buscan realmente es darle la vuelta a la prescripción de esos delitos.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico El Siglo de Durango del 2 de abril de 2009).

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    ¿Cómo ganó la carrera sucesoria Luis Echeverría?... Primero, eliminó a Emilio Martínez Manatou, entonces secretario de la Presidencia, exhibiendo las partidas que salieron de esa dependencia para armar a los jóvenes líderes del movimiento del 68. Jamás se escucharon razones y la sentencia fue sumaria por necesidad.

    Pero también acortó la existencia pública de un hombre ilustre: Antonio Ortiz Mena, quien fungía como secretario de Hacienda. Y lo hizo porque el presidente Díaz Ordaz le advirtió que don Antonio sería su sucesor. Voló entonces Echeverría hacia Houston, en donde Ortiz Mena se sometía a un examen rutinario, y falsificó los diagnósticos para presentarlos al "primer mandatario":

    -Lamento informarle, señor, que don Antonio tiene cáncer terminal -expuso Echeverría sin dejar hilos sueltos y luego de cooptar a los médicos estadounidenses-. No podría acceder a la Presidencia.

    Díaz Ordaz se desdibujó y acabó entregándole la estafeta a Echeverría. Por ello, tiempo después, el soberbio don Gustavo expondría a sus amigos ahogado por la fatalidad:

    -Sí, reconozco que cometí una sola pendejada... ¡pero de qué tamaño!

    Rafael Loret de Mola
    (v.pág 10A de Ocho Columnas del 15 de julio de 2001).

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    No es fácil determinar cuáles hayan sido las elecciones más antidemocráticas y fraudulentas en el siglo XX: ¿las que reelegían a mi general don Porfirio Díaz, las que "eligieron" a Carranza en 1917; las que llevaron a la silla a Obregón y Calles; las que encaramaron a la silla presidencial a toda la serie iniciada por Ortiz Rubio y completada por Zedillo Ponce de Léon?

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 15 de marzo de 2002).

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    Por lo menos hasta la presidencia de Miguel de la Madrid en 1982 los líderes o intelectuales del partido oficial pretendieron sostener el concepto de Revolución que se había iniciado con la revuelta de 1910. La madre Revolución fue el emblema sagrado de los políticos. De sexenio a sexenio la Revolución cambió de metas económicas al extremo de que el Presidente Miguel Alemán, 1946-1952 fue apenas aprendiz aprovechado para enriquecerse en lo personal, pero poco avanzado en la destreza de acumular el enorme tesoro de la Revolución que 30 años después acaparaba más de mil 200 empresas paraestatales. Se volvió inmensa la fortuna del Gobierno mexicano durante los 71 años de la historia del control político del partido único, emanado de la Revolución, y con frecuencia las denominaciones se perdieron en el vacío porque desviaban la orientación de los recursos nacionales que reclamaba la Revolución de Madero, de Carranza, de Villa y de Zapata.

    Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, escritor y exdiputado panista
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 17 de mayo de 2003).

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    La peor crisis de la vida moderna de México sucedió a principios de los ochentas cuando el entonces presidente José López Portillo tomó la decisión de gastarse anticipadamente las ganancias petroleras de los siguientes 20 años suponiendo que el precio del crudo iba a permanecer por encima de los 40 dólares americanos por tiempo indefinido.

    Lo que realmente sucedió fue que el precio del crudo de referencia, con el mismo riesgo que lleva cualquier materia prima que esté expuesta a los vaivenes de los mercados, tuvo una fuerte recaída y ocasionó una crisis de caja terrible, dolorosa y dramática que nos hizo ver que estructuralmente el país estaba quebrado y con muy pocas posibilidades de salir en el corto plazo.

    De repente nos dimos cuenta de que la disciplina fiscal y presupuestaria de los años del desarrollo estabilizador que terminaron con la salida del presidente Díaz Ordaz en 1970, y que habían llevado al país a lograr una estabilidad monetaria importante con sostenido crecimiento económico había sido tirada por la borda y que el país iba a enfrentar crisis sin precedentes en la historia moderna de nuestro país.

    Realmente fue difícil acabar con ese tan bien logrado modelo económico. Fueron necesarios 12 años de errores, de pifias, de corrupción, de giros erróneos en la política económica mexicana para destruir la estabilidad en la economía mexicana.

    Luis Alberto Güemez Ortiz
    (v.pág.4-F del periódico El Informador del 29 de enero de 2003).

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    No cabe duda que el trauma nacional ocasionado por el mal desempeño económico de Luis Echeverría y el pésimo de López Portillo fue muy profundo, bastaron 12 años de crisis económicas, que ahora son de risa comparadas con la de 1994, para que aborreciéramos el término ["populismo"] y las políticas económicas con ellos asociadas, y aunque ya llevamos otros 20 años más de crisis, ahora en nombre de la rectificación neoliberal, nos pesa más una que otra.

    Dice Helio Jaguaribe: "El populismo latinoamericano fue una forma de capitalismo privado, aunque con orientación social y nacional. Los gobiernos populistas se preocuparon por planificar el desarrollo nacional, aumentando la participación de las masas, y completar, mediante instrumentos del estado, la acción de la burguesía nacional... Nunca consideraron con seriedad imponer a los empresarios nacionales una disciplina más severa de lo que podía serlo una adaptación poco firme de sus actividades a las metas de los planes nacionales a pesar de las frecuentes y ampulosas afirmaciones en contrario emitidas en especial en la fase de crecimiento económico".

    Ciertamente establecieron restricciones al capital extranjero, pero fue para impulsar un modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones; no pasaron de nacionalizar servicios públicos y a establecer monopolios en materia de energía.

    El populismo es un problema no por sus objetivos, ¿quién está en contra del crecimiento económico y la distribución? sino por los instrumentos utilizados, por el desdén a los equilibrios macroeconómicos, por el énfasis en los mecanismos anti-mercado.

    Mientras las políticas económicas de los gobernantes del Nacionalismo Revolucionario nos permitieron crecer a las tasas de PIB que nunca hemos vuelto a ver, nadie protestó. Las protestas aparecieron cuando se tocaron los límites del modelo y surgieron las contradicciones que López Portillo llevó al extremo. De hecho en México, la investigación histórica sobre la actuación gubernamental de 1970 a 1976 tomo dos vías, nos dice Roberto González, los limites de las reformas intentadas por Echeverría ante la crisis mundial y el agotamiento del modelo del desarrollo estabilizador y las diputas en y por el Estado. Otro fue el caso después de los críticos neoliberales, cambiaron de perspectiva: en lugar de la reforma, la macroeconomía.

    Los neoliberales, además de una crítica profunda, hoy hegemónica, desmantelaron instituciones populistas. Modificaron la constitución e hicieron una Reforma de Estado.

    Alberto Carrillo Armenta
    (v.pág.18 del periódico Público del 27 de enero de 2004).

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    En los albores del Estado mexicano y una vez que los liberales derrotaron totalmente al Partido Conservador, como consecuencia de la Guerra de Tres Años y la desastrada Intervención Francesa con su corolario del Imperio de Maximiliano, quedaron como únicos dueños del escenario político y esto resultó contraproducente para su proyecto de nación, ya que comenzaron a querellarse entre ellos y a formar diferentes grupúsculos dentro de la ideología liberal. Todo ello tuvo como consecuencia la formación de diversas corrientes y tendencias políticas, que durante el porfiriato pudieron ser controladas y encauzadas adecuadamente gracias a la habilidad de Porfirio Díaz que supo cómo lograr cierta unidad, ya fuera a través de la fuerza del convencimiento o a través del convencimiento por la fuerza si el caso lo requería. Fue así como destacaron dos corrientes ideológicas principales que fueron el liberalismo doctrinario que inspiró a los constituyentes del 57, y el positivismo científico que desembocó en el partido de los Científicos bajo el régimen porfirista. Lamentablemente esa unión duró mientras Porfirio Díaz fue capaz de controlar los acontecimientos y tuvo energía para mantener a esas corrientes divergentes bajo el control de su Gobierno, pero avejentado perdió sensibilidad y energía y los mismos liberales descontentos iniciaron la Revolución en 1910. Madero era hijo de una familia eminentemente porfirista y antes de comenzar su movimiento se entrevistó con el Presidente Díaz y Carranza era gobernador cuando se levantó en armas.

    Ya en los tiempos de los gobiernos revolucionarios y gracias a los esquemas políticos ideados por Calles, esa divergencia de tendencias fue controlada por un mayor tiempo, pero de igual manera desembocó en la fundación de partidos de oposición como lo fue el PAN (Partido Acción Nacional), que se creó a iniciativa de Gómez Morín, quien fuera un destacado y brillante funcionario de los primeros gobiernos callistas y quien sentó las bases del sistema financiero mexicano.

    La corriente crítica de González Guevara y Cuauhtémoc Cárdenas es otro ejemplo de esa división que se dio dentro de un partido omnipotente y omnipresente.

    Sergio A. López Rivera, abogado
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 25 de febrero de 2004).

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    Si bien el tiempo tiende a borrar las heridas, los mexicanos no podemos olvidar qué fue la Liga Comunista 23 de Septiembre. Justificándose en un barniz ideológico, este grupo se dedicaba a secuestrar y matar. En 1973 asesinó a don Eugenio Garza Sada, entonces el empresario más rico del país. Se le atribuye también el secuestro y asesinato en 1978 de Hugo César Margáin Charles, director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, cuyo pecado era ser hijo del ex Secretario de Hacienda Hugo B. Margáin.

    Lo curioso del caso es que mientras los políticos herederos de estos grupos criminales buscan que la sociedad acepte el dogma de que los secuestradores y asesinos de antes no eran más que héroes, buscan manchar la memoria de quienes permitieron la construcción de un México de libertades. No hay absolutamente ningún indicio de que don Jesús Reyes Heroles, quien fue Secretario de Gobernación de 1976 a 1979, haya realizado ningún acto de persecución injusta. En cambio sí es reconocido su trabajo a favor de la liberalización del régimen autoritario, de la legalización de organizaciones anteriormente proscritas como el Partido Comunista y del impulso de la reforma política de 1977. El esfuerzo para cerrarle el ingreso a la Rotonda de las Personas Ilustres, en compañía de otros personajes señeros de nuestra historia como Manuel Gómez Morín y Heberto Castillo, es particularmente ruin.

    Sergio Sarmiento
    (v.pág.6A del periódico Mural del 3 de abril de 2003).

    Comentario del webmaster: en Guadalajara yo vivía a cuadra y media de la "Juguetería Ramar", cuando los terroristas de la susodicha "liga", de deplorable memoria, incendiaron ese "estratégico objetivo".

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    La diócesis de San Cristóbal [Chiapas] había sido infiltrada desde mediados de los años 70 por el Grupo Torreón y la Línea de Masas, que llevaron a varios curas y diáconos a integrarse a la guerrilla.

    Carlos Marín, periodista
    (v.pág.22 del periódico Público del 23 de septiembre de 2003).

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    Ese tiempo, no tan lejano, de una guerra cierta que obligó a movilizar a miles de soldados, de jefes y oficiales hacia un territorio inhóspito donde el mundo estaba patas arriba y las presidencias municipales eran improvisadas como cuarteles, las carreteras estaban tomadas por encapuchados y los reporteros de todo el mundo corrían a fotografiar rifles de palo. Hoy en Chiapas cada día debe hacerse una hazaña nueva, de política, de conciliación, de energía ciudadana, de aplicación de leyes, para evitar que la violencia irrumpa destruyendo todos los pasos ya caminados. Hoy, en Chiapas, la noticia es que no haya muertos cuando por ley se admiten las armas como instrumento de amedrentación habitual.

    Hace diez años habían secuestrado a un general del Ejército Mexicano, ex gobernador pero sobre todo maestro de generaciones militares. Habían insultado al uniforme, habían humillado a los jefes de las zonas militares, habían tomado cuarteles, habían matado a muchos más soldados de lo que nunca sabremos, habían llenado las pantallas de televisión del todo el mundo con una proclama subversiva desconociendo al gobierno legítimo.

    Y esto era obra no de un grupito de encapuchados sino de una organización guerrillera vinculada con ciertos sectores de la Iglesia Católica, apoyada por capital extranjero y entrenada en el manejo de medios que, además, controlaba poblaciones enteras de esa entidad federativa.

    Hace 10 años, en el principio de enero, el "Subcomandante Marcos" no había hecho su aparición en los medios con sus comunicados destilando miel y los condones que llevaban su nombre. En cambio, otra vez por orden superior, los cadáveres resultado de enfrentamientos entre ambos bandos habían desaparecido casi en su totalidad. Una reportera, Marta Anaya, andaba encontrando incómodas fosas clandestinas, las monjas del hospital de San Carlos sacaban a los heridos bajo sus faldas y el general Juan López Ortiz encabezaba la madre de todas las batallas, la toma de Ocosingo que cambiaría la guerra.

    Mientras los políticos se peleaban entre sí, Luis Donaldo Colosio se replegaba en lo que decía ser un acto de disciplina institucional y más bien parecía cobardía, injustamente separaban de su cargo a Patrocinio González Garrido, el general Miguel Angel Godínez encabezaba la contraofensiva armada, y Manuel Camacho Solís preparaba su renuncia en Relaciones Exteriores.

    Ahí, en Chiapas, en los altos de esa parte del país, los extranjeros habían contribuido junto con sacerdotes creyentes de la teología de la liberación a la violencia. Había frío en los cerros donde se improvisaban trincheras bajo las órdenes del titular de la Defensa Nacional, general Antonio Riviello, y se comía poco.

    Hace diez años amanecimos en guerra. Punto. Eso fue lo que sucedió. Una guerra que se decidió, en Los Pinos, terminar de manera unilateral con la más absurda de las rendiciones incondicionales.

    ¿Qué ha cambiado? Poco en lo objetivo. Hay, si se puede, mayores carencias. Se ha descompuesto todavía más, no obstante los esfuerzos de los gobernantes en turno y en especial la dedicación de Pablo Salazar, el tejido social. Se han acrecentado los enconos sociales por vocación de quienes se hacen llamar "Ejercito Zapatista de Liberación Nacional", se han cancelado una y otra vez las pláticas para llegar a un acuerdo de paz, se han tolerado hasta la ignominia las armas subversivas, se ha obligado a que los miembros de las fuerzas armadas falten a su deber constitucional de salvaguardar la integridad del territorio nacional.

    Isabel Arvide
    (v.pág 10A de Ocho Columnas del 5 de enero de 2004).

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    El levantamiento del 1o. de enero del 94 fue una acción anunciada. Por lo menos desde meses atrás se tenía toda la información sobre el movimiento armado que se estaba gestando en la selva chiapaneca, se sabía quiénes estaban detrás de él y las relaciones que distintos personajes, como el obispo Samuel Ruiz y otros, desempeñaban. Había habido acciones de violencia extrema que no se podían disimular: soldados que fueron desmembrados y arrojados a pozos, ataques y robos muy puntuales, se sabía en qué iglesia había monjas que estaban confeccionando uniformes y cómo estaban llegando armas a los grupos organizados en la Selva. Antes del movimiento del primero de enero, se había realizado una suerte de ensayo general con hombres encapuchados pero sin el uso ostensible de armas, usaron palos, en San Cristóbal y en otros poblados.

    Lo sabía el gobierno, incluso en detalle, pero decidió no actuar porque se habían sumado la firma del TLC y su ratificación en el congreso estadounidense y la sucesión en México: Colosio conocía perfectamente, como secretario de Desarrollo Social lo que sucedía en Chiapas. Tuvimos oportunidad de platicarlo con él entre agosto y septiembre del 93 e incluso de escribirlo (ver el libro De Chiapas a Colosio, el año que vivimos en peligro, Rayuela Editores, 1994). Pero también se sabía que su rival en el proceso sucesorio, Manuel Camacho, también quería utilizar ese episodio para lanzar, si llegaba a la candidatura, su campaña. Por todas esas razones, el presidente Salinas decidió no actuar contra el movimiento armado, dejó la operación en las manos de su secretario de Gobernación, el ex gobernador de Chiapas, Patrocinio González Garrido. Lo increíble es que sabiendo todos lo que sucedería, teniendo el gobierno en sus manos la posibilidad de neutralizar o dificultar ese movimiento, siendo avisados 2 días antes muchos de los corresponsales extranjeros, la medianoche del 31 de diciembre del 93, mientras se festejaba la entrada en vigor del TLC, el levantamiento zapatista sorprendía a todos y la administración Salinas se paralizó durante casi 48 horas.

    No fue Marcos el personaje que acaparó inicialmente la atención. Tampoco los primeros comunicados del EZLN tenían un contenido indigenista. Lo primero que se difundió fue una declaración de guerra al Estado mexicano, en el marco de una operación guerrillera bastante tradicional. Hubo unas pocas horas de verdadero combate. Y no fue hasta que comenzaron a darse esos enfrentamientos que comenzó a aparecer un Marcos que no tenía, en su orígenes, ni el mismo lenguaje ni le daba a su movimiento la misma concepción que le conocimos después. En los hechos, el debate que se dio en el Gobierno federal, entre el 7 y el 10 de enero de ese año decidió la suerte de Marcos y del EZLN: había que decidir si se combatía a un movimiento que ya estaba en esas horas acorralado o se inducía un acuerdo de paz vía un alto el fuego precisamente porque estaba acorralado. Se adoptó la segunda opción y fue entonces cuando impulsado por el propio Manuel Camacho, convertido en comisionado para la Paz, que apareció en realidad Marcos. Se requería un interlocutor y Marcos lo fue.

    Fueron una vez más distintas decisiones gubernamentales las que terminaron ayudando a construir la imagen de Marcos (que éste explotó magníficamente bien para su causa): Desde el “desenmascaramiento” del 9 de febrero del 95 hasta las mediáticas negociaciones de San Andrés, desde la firma de acuerdos no cumplidos hasta aquella incomprensible decisión de Fox de iniciar su gobierno con el tema Chiapas, pensando resolverlo “en 15 minutos”, con la gira por todo el país que se dispuso entonces, con acceso a todos los medios masivos, incluso en una suerte de cadena nacional. Y el otorgamiento de una virtual zona liberada que desde hace ya más de 10 años, en los hechos han administrado, gobernado, los zapatistas.

    Jorge Fernández Menéndez
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 27 de mayo de 2014).
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    Falla grande la del general Dómiro García Reyes al aceptar los insultos de Luis Donaldo [Colosio], al doblegarse a sus órdenes contra la mínima seguridad de sus desplazamientos que nos condujeron, a todos los mexicanos, a la tragedia de su asesinato.

    Isabel Arvide
    (v.pág 10A de Ocho Columnas del 16 de febrero de 2004).

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    Es irritante, porque siente uno que el presidente nos cree estúpidos, la insistencia de Fox, en todo viaje al exterior y no pocas veces aquí mismo en el país, de convertirse en el Adán de la democracia. Pero él no hizo más que cosechar frutos sembrados desde la reforma política de 1977 y quizá desde 1962, con la legislación que permitió representación en la Cámara para la suma de los votos derrotados. ¿Nos ve la cara de tontos (y de tontas)?

    El Instituto Federal Electoral, que es la puesta en manos ciudadanas de las elecciones y su conversión en ejercicio democrático por primera vez en más de 100 años, es creación de 2 presidentes priistas, Salinas y Zedillo. La apertura comercial dio inicio con Miguel de la Madrid, la censura oficial en los medios declinó con este mismo Presidente y desapareció con Zedillo. La falta de crisis política con el triunfo de Fox es mérito del PRI, que no puso "mínimos indispensables" para creer en su derrota, como sí los puso Fox. La falta de cirsis económica es obra de Zedillo y su blindaje de fin de sexenio. Fox tiene el mérito, cuando mucho, de no haber tirado la charola de copas sobre ese blindaje, el mérito de quien respeta líneas económicas correctas. Es algo, porque quizá otro candidato triunfante habría querido empezar tirando el edificio. Pero tampoco es mucho y ya van dos años de dispararse al pie: crea una Fiscalía Especial para determinar los crímenes que en el pasado hayan cometido funcionarios y luego dice que ninguno de los indiciados pisará la cárcel "porque son delitos que ya prescribieron". Entonces, tiempo, dinero y esfuerzo invertidos en esa fiscalía con oficinas e investigadores propios, ¿es una forma de hacerse tontos?

    Luis González de Alba
    (v.pág.23 del periódico Público del 25 de noviembre de 2002).

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    Nuestra historia electoral es muy accidentada y triste, que deja muy mal sabor de boca de cuartelazos, fraudes y violencias. Desde la elección limpia, legal y legítima de Guadalupe Victoria, en 1824, aunque ensombrecida por el fusilamiento, previo, de Agustín de Iturbide, hasta la elección de Madero en 1911 y la de Fox en 2000, difícilmente se podrá hablar de elecciones legales y, sobre todo, legítimas. En 1848, el presidente Herrera logró tener elecciones democráticas, que ganó Mariano Arista. Se me argumentará que las elecciones de 1861 y de 1867, que hicieron triunfar a don Benito, fueron legales y legítimas. No me atrevo a negarles validez y legalidad, pero ambas fueron después de dos guerras civiles muy sangrientas y desgarradoras que me hacen dudar para adjetivar correctamente esas dos elecciones, cosechas después de miles y miles de muertos.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.16 del periódico Público del 3 de junio de 2007).

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    Cuando Guadalupe Victoria derrotó a Nicolás Bravo en las primeras elecciones bajo la Constitución de 1824 y asumió la Presidencia en octubre de ese año, se encontró que ya existía una deuda externa importante, heredada de los préstamos contraídos para financiar la guerra de independencia unos años antes. Inmediatamente negoció un préstamo nuevo, conocido como los empréstitos Goldschmidt-Barclay.

    Pero debido a la situación caótica que enfrentó el país en sus primeros 50 años, se suspendieron los pagos y fue hasta 1888 que se pudo liquidar esta primera deuda.

    Este fue el comienzo trágico de una historia muy larga, que en los siguientes 180 años produjo 21 renegociaciones, 9 suspensiones de pago y 2 repudios de deuda externa.

    Cuando México ha enfrentado una carga elevada de deuda externa o ha decidido suspender sus pagos, nunca ha logrado crecer en forma sostenida.

    El único periodo largo de crecimiento elevado y sostenido que hemos tenido fue entre 1942 y 1981, que coincide con el único momento en que prácticamente no tuvimos deuda externa.

    Jonathan Heath, director de Estudios Económicos de HSBC México
    (12 de anril de 2007).

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    El proceso de liberalización política inició bajo el signo de la crisis debido al agotamiento del modelo económico del desarrollo estabilizador y que tuvo como fecha emblemática la devaluación del dólar al final del sexenio de Luis Echeverría. La paridad de 12.50 pesos por dólar, sostenida durante 20 años, se alteró generando un fuerte efecto más psicológico que económico, porque las devaluaciones traumáticas vinieron a partir de 1982, posteriores a la nacionalización de la banca por López Portillo y precedidas por la primera gran fuga de capitales del país de más de 40,000 millones de dólares. Desde 1976 a la fecha el peso acumula una devaluación del 63,162 por ciento.

    La democratización acompañó no sólo la crisis del modelo económico y del sistema político que le era inherente, sino que se ha imbricado, a partir de 1985, con los periodos de políticas de ajuste y cambio estructural, de liberalización comercial, de adelgazamiento y reforma del Estado.

    Pero esos cambios económicos no han demostrado hasta ahora sus bondades. Al contrario, de un crecimiento del PIB en la década de 1960 de 7.12%, al que le siguió en los setentas uno de 5. 8%, pasamos a un década perdida, los ochentas, donde el crecimiento promedio fue de 1.89%.

    El periodo de 1990-1995, de grandes cambios estructurales impulsados por Carlos Salinas arrojó apenas 1.26% como promedio. No es hasta el periodo del presidente Zedillo, superada la "Megacrisis Azteca" gracias al TLC y a un buen ciclo de la economía norteamericana, que alcanzamos como promedio 5.5%, pero para volver caer nuevamente durante el gobierno de Vicente Fox en la más larga recesión de nuestra historia, creciendo apenas a una tasa de 0.5% anual.

    Alberto Carrillo Armenta
    (v.pág.18 del periódico Público del 11 de noviembre de 2003).

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    Históricamente México ha sido gobernado por élites políticas que poca o nula relación han tenido con el grueso de la población, desde que se estableció el estado mexicano que podemos considerar fue a partir de la República Restaurada de Juárez; el porfiriato continuó con las mismas élites liberales a las que agregó el componente del positivismo científico y los regímenes revolucionarios adicionaron el "cocktail" político con las reivindicaciones sociales para obreros y campesinos, que habían sido totalmente olvidados por los anteriores sistemas.

    En todo este proceso las élites de la derecha fueron relegadas al olvido y sólo tuvieron acceso al poder mediante las actividades económicas, mientras duró el pacto no escrito con el partido en el poder; cuando éste se rompió debido a las inconsecuencias de los tecnócratas priistas en el poder, las fuerzas de la derecha utilizaron al PAN como caballo de Troya y finalmente lograron acceder al poder con Fox, pero de nueva cuenta representan una élite en el gobierno, sin mayor comunicación orgánica con el grueso de la población, con la que en general los gobiernos mexicanos tienen una deuda que aún no se ha pagado.

    Sergio A.López Rivera, abogado
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 27 de octubre de 2004).

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    Casi inmediatamente después de alcanzar la independencia, ese minúsculo grupo de mexicanos que ocupó los puestos de mando y se dedicó de lleno a organizar y a tratar de dirigir al nuevo país, empezó a dividirse en monárquicos y republicanos, yorkinos y escoceses, federalistas y centralistas, liberales y conservadores. De un lado, del radical, se encontraron sobre todo, gentes sin mucha propiedad pero con educación -había muchos abogados y otros que habían pasado por los seminarios- o cargos en el ejército, algunos criollos pero un buen número de mestizos e incluso algunos indios aculturados, todos llenos de fuego y de una gran ambición personal de poder que legitimaban con la fórmula política liberal, democrática e individualista, como el único camino al progreso. Del otro lado, el de los cautos o conservadores, estaba un buen número de propietarios y grandes comerciantes, alto clero, también algunos generales, y todos más criollos que mestizos. Su "fórmula política" consistía en preservar las principales instituciones y formas coloniales -entre las que destacaba la Iglesia y sus privilegios, pero también los de otras corporaciones-, aunque dando paso a la modernización y el progreso vía la industrialización protegida.

    El objetivo de cada grupo fue destruir al otro para hacerse de todo el poder en nombre del bien de la nación. Ambos estaban lejos, muy lejos, de las formas de vida, preocupaciones e intereses de la mayoría de los mexicanos. Su lucha sumergió al país en una guerra civil terrible e interminable, se destruyó mucho, se perdió un tiempo histórico irrecuperable para el desarrollo económico. Al final, los liberales se impusieron, pero tal triunfo no significó una mejora en la forma de vida del mexicano promedio, sino, posiblemente lo contrario.

    Al final, el porfiriato maduro buscó disolver la vieja división liberales-conservadores en un marco oligárquico en extremo; justo cuando lo estaba logrando, estalló la Revolución Mexicana bajo la divisa de restaurar los valores liberales. No pasó mucho tiempo antes de que esa lucha política se transformara en social. Tras una guerra civil tan o más cruel que la anterior, los revolucionarios se impusieron sobre sus adversarios y los marginaron casi por entero de la vida política; lo mismo se aplastó a los "reaccionarios" cristeros que a los comunistas o a otros radicales de izquierda. El lema democrático original -"sufragio efectivo"- quedó sepultado por el dominio completo del grupo triunfante. Nunca se le dio al mexicano promedio la posibilidad real de elegir entre dos o más proyectos, sino que la nueva élite se dijo la representante cabal del México popular, aseguró que gobernaba "para el pueblo" pero sin dejar que éste interviniera y se pronunciara libremente, pues podía interferir con la supuesta gran meta: la justicia social.

    Al final y como en el pasado, los intereses del México mayoritario quedaron subordinados a los de la nueva "clase política". La distribución del ingreso es el mejor indicador para saber para quién realmente gobernaron los "herederos de la Revolución" organizados alrededor de la Presidencia y de un partido de estado: hoy el 10% del México que está en el tope de la escala social recibe 35 veces lo que recibe el 10% que se encuentra en el fondo de esa escala (Informe Mundial sobre Desarrollo Humano 2003, del PNUD, citado por El Independiente, 8 de julio).

    La nueva clase política

    En la segunda mitad del Siglo 20, y del seno de una sociedad cada vez más urbana, educada y compleja, se fue gestando una oposición que finalmente, en el año 2000, logró echar fuera de Los Pinos al partido que monopolizó por 71 años el poder. Un nuevo grupo, de extracción empresarial y del PAN, tomó las riendas del poder federal y amplió su presencia en el Congreso y en los estados. A una escala menor, la izquierda agrupada en el PRD también asumió responsabilidades de gobierno. El PRI, sin embargo, no murió; siguió vivo al mantener el control de la mayoría de los gobiernos de los estados, además de una mayoría relativa de escaños en el Congreso federal. A todo esto, y previendo lo que iba a suceder, en las postrimerías del viejo régimen se aprobó una generosa ayuda estatal a los partidos políticos, de tal manera que sus respectivas dirigencias pudieran vivir del subsidio y sostener sus respectivas maquinarias. De esta manera los miembros de la clase política que están en la oposición no están obligados, como en el pasado, a asaltar el poder y acapararlo como única manera de vivir de la política; se pueden ya dar el lujo de ser pluralistas.

    Hoy la clase política mexicana no está dividida en dos sino en tres alas, y de una forma tal que dos de ellas -las mayores- están en posibilidad de neutralizarse mutuamente y empantanar el desarrollo político del país. Sin embargo, y a diferencia de los dos siglos anteriores, en la actualidad el grupo gobernante opera dentro de un marco institucional que, aunque imperfecto, le abre la posibilidad a sus facciones de competir pero sin destruirse.

    Lorenzo Meyer
    (v.pág.7A del periódico Mural del 10 de julio de 2003).

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    En 1835 pasamos de la república federal a la central. Ironías de nuestra historia: Porfirio Díaz se rebela contra Juárez acusándolo de ser en la práctica un presidente centralista, y luego Díaz hace lo mismo y mejorado; la Revolución derroca al Díaz autoritario y el Partido de la Revolución supera y "mejora" a Díaz en su dominio absoluto y vuelve a los centralistas de 1835.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 27 de enero de 2006).

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    El presidente Manuel Avila Camacho (1940-1946) pidió, antes de su publicación, la versión de la entrevista en la que se había declarado 'católico, apostólico y romano' al periodista e historiador José C.Valadés, para enmendarla. Suprimió aquella definición y se concretó a decir que era "creyente".

    Eran tiempos en que la historia de bronce, la oficial, la que promovieron los gobiernos de la Revolución Mexicana, colocaba a la Iglesia Católica entre los adversarios del proyecto revolucionario. Apenas una década atrás, los cristeros se habían enfrentado al Ejército Mexicano en una guerra de 3 años; aún estaban vivos los reconcomios del asesinato del caudillo y presidente electo, Alvaro Obregón, de manos de un católico militante, León Toral, azuzado por una monja maquiavélica, la Madre Conchita, el 17 de julio de 1927.

    En México, entonces, concluía el gobierno 'rojo' de Lázaro Cárdenas. En respuesta a las políticas sociales de éste, la derecha había fundado el PAN, aliado con sectores del sinarquismo de origen cristero; esta derecha mexicana organizó sus falanges en apoyo a los gobiernos de Hitler, Mussolini y Francisco Franco, retando al régimen de Cárdenas que se había manifestado a favor de los gobiernos aliados y de los republicanos.

    La elección de Avila Camacho tuvo una fuerte oposición del recién inaugurado Partido de Acción Nacional y de estos grupos, a través de la candidatura de un ex miembro del grupo revolucionario, Juan Andrew Almazán. El mismo presidente Cárdenas no pudo votar por el ambiente de violencia que prevaleció el día de las elecciones.

    El clima internacional de la Segunda Guerra, la cuestionada victoria y el "radicalismo" de Cárdenas, persuadieron a Avila Camacho de moderar sus políticas transformadoras y sus posturas ante la Iglesia. Las primeras las atenuó tomando distancia de las organizaciones sociales y de sus líderes más extremistas. No obstante, sólo se atrevió a declararse "creyente".

    El resto de la historia de esta relación contrariada del estado y la Iglesia Católica se conoce mejor. Los acercamientos que empezaron con el presidente José López Portillo dieron pie a las visitas del Papa, al establecimiento de relaciones diplomáticas entre los estados mexicano y Vaticano, y a la reforma constitucional de Carlos Salinas, que le concedió el derecho del voto a los sacerdotes de todas las iglesias.

    La reforma, se dijo mucho y demagógicamente, que era colocar en la ley lo que era ya una realidad. Que las iglesias tuvieran personalidad jurídica propia, capacidad legal para contratar, poseer bienes, etc., fue un mero formalismo: simplemente se hicieron los arreglos para legalizar lo que ya existía bajo cuerda.

    Más importante era la participación de los curas en la política. Lo hacían ya durante los gobiernos del PRI, aunque en las elecciones nunca estaba claro si a favor o en contra de éste. Dependía.

    Jorge Medina Viedas
    (v.pág.15 del periódico Público del 18 de enero de 2009).

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    Los afanes y ambiciones de prolongar la familia en el poder en el México postrevolucionario no son novedad.

    En tiempos del maximato de Calles, dos de sus hijos eran diputados y operaban políticamente bajo las órdenes de su padre.

    Alguno de ellos se atrevió a hacer un comentario sobre la posibilidad de emular al papá y ahí se les cayó el teatrito. Las iniciativas que presentaban en el Congreso de la Unión, particularmente las de no reelección de diputados y senadores (que antes se hacían sin "brincar" trienios) fueron obstaculizadas a tal grado que hubo un enfrentamiento serio entre los caciques que manejaban la política y el grupo que comandaba "el jefe máximo de la Robolución", como daban en llamar al sonorense.

    Uno de los que desbarató las intenciones de los juniors de Calles fue el "Alazán Tostado", como se apodaba a Gonzalo N. Santos, quien relata en sus memorias (páginas 476 y 477) detalles del enfrentamiento con la que se creía nueva sangre real en México.

    Cuando Manuel Avila Camacho ejercía su poder sexenal, su hermano mayor, Maximino, era el gobernador de Puebla. Algunos consideraban al "big brother" un verdadero gandul, y valido de su desvergüenza, su irrefrenable ambición y "categoría" de hermano mayor, presionó a don Manuel para que lo hiciera "presidenciable". Así ocupó la cartera de secretario de Comunicaciones y Obras Públicas y se erigió en aspirante (sólo él se la creyó) a la "grande".

    Maximino hizo hasta lo imposible por ser el candidato oficial, pero ni su hermano creía en él, menos la camarilla del partido que decidía quién sería "el bueno". Así, con todo y berrinches, amenazas y maledicencias, Maximino Avila Camacho se quedó con las ganas de establecer la sucesión presidencial vía familiar. Cayó en gran depresión y desprecio hacia su hermano menor cuando supo que "las fuerzas vivas" de la Robolución habían designado su candidato al entonces secretario de Gobernación, el veracruzano Miguel Alemán Valdés.

    Otro caso donde la parentela ha ejercido de presidente de la República es el de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general don Lázaro.

    El hoy "líder moral" del Perderé, pasó su infancia en Los Pinos, residencia oficial de los presidentes de México, misma que inauguró justamente como Primer Mandatario Lázaro Cárdenas del Río.

    Hasta ahora todos los esfuerzos que ha hecho el ingeniero Cárdenas Solórzano por alcanzar la presidencia y regresar a retozar en Los Pinos han sido infructuosos. Sin embargo, su hijo, Lázaro Cárdenas Batell, es ya gobernador de Michoacán, cargo que también ocupó el hijo del general cuando todavía era priista y a pesar de haber nacido en el Detritus Defecal.

    Hoy que Marta Sahagún de Fox ha soltado varios buscapiés respecto a las pretensiones del matrimonio Fox Sahagún de prolongarse en el poder otro sexenio han sido sólo eso: prolongaciones mentales de ambiciones inmoderadas de poder.

    José Carlos Legaspi Iñiguez
    (v.pág 5B de Ocho Columnas del 19 de enero de 2004).

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    El primer derrotado en las elecciones que luego se autoproclamó presidente legítimo fue el legendario don Nicolás Zúñiga y Miranda, en tiempos de Porfirio Díaz. Don Nicolás era el habitual contendiente del oaxaqueño; pero la opinión pública siempre lo consideró como comparsa divertido en las elecciones; aunque hubo alguna ocasión en que, por aquello de las dudas, lo encarcelaron en vísperas de las elecciones para inhabilitarlo como candidato, recurso que en 1910 utilizaría Díaz para evitar que Madero se presentara a las elecciones.

    Durante los años de la Revolución, tuvimos tres presidentes nombrados por la "Soberana Convención Revolucionaria" de Aguascalientes; pero, hasta donde recuerdo, ninguno de los tres se autonombraba "presidente legítimo". Claro que como "presidentes" desconocían la autoridad de Carranza, "primer jefe de la Revolución"; pero, insisto, no recuerdo que esos presidentes emplearan el adjetivo "legítimo". Creo, sin embargo, que los antecedentes más cercanos a López Obrador fueron Vasconcelos en 1929 y Almazán en 1940.

    Vasconcelos fue el contrincante del primer candidato del PRI, o del PNR para ser exactos. Era de personalidad arrolladora, talla continental, pensador y escritor. Su oponente, el ingeniero y general Pascual Ortiz Rubio, era un profesional mediocre, de personalidad gris a más no poder, militar cuyos restos debían haber reposado como soldado desconocido, puesto que nunca hizo nada digno de mención. Pasaría a la historia como "El Nopalito", por verde y baboso. Vasconcelos avasalló a la juventud universitaria. No pocos de sus partidarios fueron asesinados: el naciente partido de Calles no iba a permitir que su primer candidato perdiera la elección. Nadie duda que en las elecciones el fraude fue descarado y monumental. Hubo muertos y heridos a lo largo y ancho del país. Oficialmente el PNR ganó por amplísimo margen. Vasconcelos se autoproclamó presidente legítimo y llamó al pueblo en su apoyo y, algo increíble en un hombre con fama de inteligente y sensato, lanzó el Plan de Guaymas, en el que establecía que en la república no había más autoridad legítima "que el señor licenciado José Vasconcelos, electo por el pueblo en los comicios del 17 de noviembre de 1929". Luego se establecía que "el ciudadano que en cada uno de los estados de la república tome el mando de las fuerzas que expulsarán a los detentadores del poder público procederá a organizar a éste de acuerdo con la Constitución federal, a reserva de que sus actos reciban la ratificación del presidente legítimo de la república". El artículo quinto del plan es increíble: "El pueblo designará libremente en cada municipio a los ciudadanos que deban encargarse de la Administración Municipal. El presidente electo se dirige al extranjero, pero volverá al país a hacerse cargo directo del mando tan pronto como haya un grupo de hombres libres armados que estén en condiciones de hacerse respetar".

    En 1940, el candidato del PRM era Manuel Avila Camacho, y adversario Juan Andrew Almazán. El fraude fue también monumental y muy ilustrado por el cínico Gonzalo N.Santos en sus Memorias, libro muy extenso que sólo se puede leer poco a poco, porque es tan asqueroso que hace falta un estómago a toda prueba para soportar la desfachatez del político potosino, que se regodea narrando las elecciones de 1940: cómo llegaban con ametralladoras a amedrentar a los votantes. Oficialmente se decretó la victoria de Avila Camacho. Para el pueblo el vencedor indiscutible había sido Almazán; pero inexplicablemente, el 26 de noviembre de 1940, Almazán "renunció" a la presidencia de la república, con lo que se deduce que se había sentido "presidente legítimo".

    Si mal no recuerdo, en 1991, el doctor Nava se proclamó "gobernador legítimo de San Luis Potosí", y después de "la caída del sistema", en 1998, Manuel Clouthier se dijo "presidente legítimo", aunque sin los excesos de AMLO.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 24 de noviembre de 2006).

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    Los mexicanos hemos perdido prácticamente todas las guerras en las que hemos participado, hasta las que hemos librado contra nosotros mismos.

    Paco Navarrete
    (v.pág.3B del periódico Mural del 29 de septiembre de 2005).

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    Varias observaciones recurrentes sobre los problemas que vivimos advierten que el estado mexicano se encuentra atrapado en círculos viciosos que le impiden funcionar eficazmente. Para entender el presente, se presume, hay que saber de dónde venimos y tener una idea hacia dónde se nos había querido llevar.

    Durante la mayor parte de nuestra historia política, el ejercicio del poder público ha estado bajo la influencia de experimentados militares, comenzando con la independencia, hasta que a mediados del siglo XX el gremio militar cedió el relevo a una nueva generación de profesionales civiles que no habían vestido uniforme: los abogados políticos. Los "Cachorros de la Revolución" se les llamó en su debut.

    Después de la Revolución de 1910, aún bajo el estandarte de "Sufragio efectivo, no reelección", el poder del país seguía rotándose entre las manos de la clase militar. Hasta que en 1955 fue fundado un partido político por un grupo de veteranos de la Revolución Mexicana que ya no encontraban acomodo en el ahora dominante Partido Revolucionario Institucional, donde ya disponía la nueva generación. Destacados generales revolucionarios encontraron allá una ocupación gracias al último presidente de estirpe militar, Adolfo Ruiz Cortines, quien sostuvo aquel partido, oficialmente independiente, pero que en la práctica secundara sus acciones de gobierno, salvándole así la cara al gremio cuya influencia y poder se disminuía cada día más.

    Por su parte, el proyecto cardenista impulsó al México político moderno. En términos sencillos, nuestra revolución significó haber pasado de una dictadura personal a una "dictadura de partido". La "dictadura perfecta" de una democracia simulada. Lo que en un inicio fue el pleito sangriento entre caudillos, luego se volvió la tríada confabulante del Partido Oficial-Estado-Gobierno, cuyo sustento clave era la subyugación a la figura presidencial que todo dominaba.

    Tras las crisis económicas del último cuarto de siglo, el timón de la república pasó del gremio político-legista hacia las profesiones económicas y luego a los empresarios. Ahora, en plena crisis económica, corriendo paralelamente a la rotunda ofensiva contra la violenta organización delincuente, las fuerzas armadas aparecen nuevamente en la vida cotidiana del país.

    El Ejército Nacional es la institución más estable (junto al Banco de México quizás) del estado mexicano. Los años que el Ejército ha pasado en segundo plano han sido bien dedicados a las actividades de protección civil, principalmente atendiendo los desastres naturales y contribuyendo a proteger los recursos forestales del país (especialmente en programas de reforestación y combate al fuego). Ahora parece que se acerca cada día más a llenar la vacante de una guardia nacional ausente. Una vocación nada fácil de cumplir sin aprietos.

    Norberto Alvarez Romo
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 24 de febrero de 2009).

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    Gustavo Díaz Ordaz fue un pro norteamericano y anticomunista, cuando esas líneas marcaban los años gélidos de la Guerra Fría. Díaz Ordaz tenía varios confidentes. Uno de los más cercanos, Winston Scott, el jefe de la CIA en México, lo procuró desde que era secretario de Gobernación y lo convirtió en un "activo" para la agencia de espionaje. Pero cuando Díaz Ordaz alentó una ley contra las transnacionales que afectaba a empresas de Estados Unidos, la misma CIA le montó una operación de desestabilización por 1967 para debilitarlo y obligarlo a reformarla, lo que finalmente no sucedió.

    Luis Echeverría, que como secretario de Gobernación en el sexenio de Díaz Ordaz era el enlace oficial de Scott, también fue seducido por el legendario espía. Le sirvió expulsando a casi 2 decenas de diplomáticos soviéticos del país, y frenando a cubanos y europeos del este. Pero cuando apoyó el ingreso de China a la ONU, el presidente Richard Nixon lo amenazó por teléfono si continuaba con el respaldo. Echeverría, en un gesto típico, se la jugó con China. Nixon no tomó ninguna represalia, pero menos de 2 meses después de haber dejado la Presidencia, "The Washington Post" publicó cómo y por cuánto tiempo, Echeverría había cobrado en la nómina de la CIA.

    José López Portillo, que después del desastre económico de Echeverría llegó mejor arropado con los estadounidenses, pronto vio su suerte. James Schlesinger, el secretario de Energía, negoció con majaderías y los pies sobre la mesa el acuerdo de gas natural, y luego no le gustó a Washington el respaldo a la guerrilla salvadoreña. Menos aún que legalizara a la izquierda, y en vísperas del trámite legislativo sucedieron una serie de atentados y un trágico secuestro atribuido a la guerrilla, que dejó sembrada la sospecha del verdadero origen, por la analogía italiana donde cada vez que se acercaba un pacto entre comunistas y democristianos, algo terrible sucedía que lo frustraba -como el secuestro y asesinato de Aldo Moro- estando siempre la mano de la CIA detrás.

    Miguel de la Madrid sufrió por Centroamérica. Un emisario de Ronald Reagan llegó a México para avisarle que la invasión a Nicaragua sería cuestión de días. De la Madrid ordenó una ofensiva diplomática que lo evitara, aceleró a Contadora, por lo que el secretario de Estado, George Shultz, trató a gritos y manotazos al canciller Bernardo Sepúlveda, sin lograr intimidarlo. Pero se la cobraron. En vísperas de una visita de estado a Washington, el columnista Jack Anderson publicó en "The Washington Post" y otros 400 periódicos sobre una supuesta fortuna de origen ilegal del presidente en Suiza, de 250 millones de dólares.

    Carlos Salinas decía que del cómo se tratara a Estados Unidos, resultaría en otro tipo de relación bilateral. Así lo hizo, y estableció una estrechísima relación -hasta la fecha con George Bush padre-, y amarró con Bill Clinton el Tratado de Libre Comercio. Pero cuando el PRI ayudó con camisetas y lápices al Frente Sandinista de Liberación Nacional, el embajador John D.Negroponte le protestó al superasesor presidencial José Córdoba, y el jefe de la CIA, Morton Palmer, hizo lo mismo con el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios. Acto seguido, le filtraron a "The New York Times" una información magnificada para desprestigiar al gobierno salinista.

    Ernesto Zedillo entró con una crisis financiera y acudió por la ayuda de Clinton. Por razones de seguridad nacional, lo respaldó y le recetó el Consenso de Washington. Zedillo no tuvo mayor problema en seguir el libreto, y en agradecimiento posterior, lo colocaron en más de 10 consejos de administración, avalaron su entrada a la ONU y le dieron el respaldo para un cargo de relevancia que le ofreció la Universidad de Yale. Vicente Fox, que parecía que tendría otro derrotero con su par George Bush hijo, vio su naufragio el 11 de septiembre de 2001, cuando se olvidaron por completo de la empatía de los vaqueros, le enviaron sin avisarle decenas de agentes tras los atentados terroristas y luego difundieron que uno de sus principales miembros del gabinete, protegía al cártel de drogas más violento.

    Raymundo Riva Palacio
    (v.pág.6-A del periódico El Informador del 15 de abril de 2009).

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    Las elecciones se establecieron para resolver diferencias y para que la confrontación política no tuviera lugar en la calle; en el país ocurre lo contrario, desde Madero o quizás desde el Plan de Tuxtepec en 1876, las elecciones no concluyen el pleito, sino dan inicio a la disputa bárbara por el poder. Se pensó que con la tersa alternancia en 2000 habría de cambiar el precedente; no fue así. Las elecciones no han sido solución, sino parte del problema.

    Federico Berrueto
    (v.pág.2 del periódico Público del 28 de junio de 2009).

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    Durante 200 años hemos mantenido la desigualdad como la principal seña de identidad del país y como lo primero que advierte un viajero, del mismo modo que lo hizo Alexander von Humboldt a principios del XIX, o incluso peor. Si Humboldt decía que "los españoles componen la décima parte de la masa total y casi todas las propiedades y riquezas del reino están en sus manos", para el último tercio del siglo Luis González veía que "en medio de un edén, sobre un subsuelo dorado, bajo un cielo luminoso y una verde superficie, moraba un pueblo de parias": más del 80% de la población sobrevivía apenas con su trabajo, mientras que un puñado de poderosos -y enriquecidos- gobernaba sobre la masa. Exactamente igual que ahora, cuando el país alberga a uno de los hombres más ricos del mundo, mientras la pobreza absoluta afecta a más de la mitad de la sociedad y las carencias sociales siguen creciendo como humedad.

    En 2 siglos de vida tampoco hemos derrotado a la ineficiencia. Si la colonia que fuimos inventó el "obedézcase, pero no se cumpla", el país independiente creó una amplia red de impunidades y burocracias para dejar de hacer, mientras se discute obsesivamente qué vamos a hacer. John Coatsworth vio que si "en 1800, México producía más de la mitad de los bienes y servicios que producía Estados Unidos, hacia 1877 México generaba apenas 2% de la producción que salía de las fábricas y del campo del coloso del norte". Y hoy, casi todo nuestro desempeño económico depende ya de lo que suceda en la economía de Estados Unidos. En 1810 escapamos de España, pero no de nuestros propios errores.

    Y es probable que el más grave de todos sea la persistencia de la corrupción y de la inseguridad: 2 males que han ido juntos desde un principio.

    Mauricio Merino, profesor investigador del CIDE
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 6 de enero de 2010).

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    Ha sido una política del estado mexicano la promoción de asociaciones religiosas no católicas desde mediados del siglo XIX. Invitar a estas agrupaciones, abrirles las puertas, legalizarlas, otorgarles concesiones, facilitarles los trámites, con una única y aparente finalidad, debilitar al conglomerado católico que puede actuar, y lo ha hecho, como una fuerza de oposición al gobierno.

    Evidentemente el camino fue favorecer al "evangelismo" importándolo de Estados Unidos, cuya sociedad estaba además muy interesada en la difusión de sus propias ideas religiosas con fines tanto políticos como económicos. La esperanza del estado era que estas nuevas agrupaciones mantuvieran siempre una postura de gratitud, lealtad, sumisión y colaboración con el gobierno, evitando toda crítica, cuestionamiento u oposición, como de hecho ha sido hasta los actuales tiempos de la cartilla moral.

    La llegada de grupos evangélicos al país se agudizó a fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX sin que haya disminuido hasta el presente. Fue así como se introduce en Chihuahua y en Nuevo León una nueva versión de las creencias protestantes ahora bajo el impulso del pentecostalismo, fenómeno religioso muy típico del oeste norteamericano. Un mexicano que se había adherido a una de estas comunidades fue comisionado para difundirla en nuestro país, tarea en la cual comenzó a tener el éxito necesario para pensar en copiar el estilo y apropiarse de su estructura, hoy día se le llamaría piratería. Sea como fuere lo hizo, pero ante la dificultad de consolidar su idea ahí donde se le había conocido al servicio de otra confesión, decidió traerla a Guadalajara, para lo cual contó, desde luego, con el apoyo del gobernador García Barragán, era la política de estado, justamente en un periodo histórico en que acababa de suceder en México una persecución religiosa seguida de una guerra cristera. Luego de ensayar diversos nombres, pues ya había tantas agrupaciones evangélicas, ésta acabó llamándose "hermanos de la luz del mundo".

    Nada que ver con una religión mexicana, ya que para ello tendría que ser tan original como el culto a Malverde, el de la santa muerte, o los cultos prehispánicos que sí eran autóctonos.

    Al margen de las políticas del estado, ésta, como las demás denominaciones que operan en México, viven todo el tiempo en el debate y la confrontación lo mismo entre ellas que sobre toda la comunidad católica, de la cual extraen a la mayoría de sus miembros gracias a las diversas técnicas de persuasión que usan, ¿corresponde al gobierno felicitarlos y reconocerlos por el éxito que logran? ¿Pueden hacerlo sin agraviar a las demás denominaciones? Sí pueden y lo hacen, mostrando así que mantienen viva su política de estado en orden a debilitar el catolicismo aún mayoritario.

    Armando González Escoto
    (v.pág.3-B del periódico El Informador del 11 de agosto de 2019).

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    Seguimos llamando México a un país que poco tiene que ver con el de 1910 (15 millones de habitantes, 13 millones de analfabetas) o con el de 1810 (6 millones de habitantes, 5 millones de indígenas).

    Llamar mexicanos a los habitantes de la Nueva España es una licencia de lenguaje. México no era entonces sino un fantasma en busca de territorio.

    El país de 1810 que hoy llamamos México era un gigante territorial y un enano demográfico: una aglomeración de etnias monolingües, con una minoría rectora hispanohablante y un "mercado libre de la carne" donde se incubaba la hibridez mestiza, astuta, huérfana, inmoral e invencible donde encarnó la nacionalidad mexicana, según Andrés Molina Enríquez*.

    El México de 1910 era un país oprimido territorialmente por un vecino pujante que empezaba a ser una potencia mundial.

    Héctor Aguilar Camín
    (v.pág.4 del periódico Público del 8 de enero de 2010).

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    Lo que solemos llamar la Revolución Mexicana y gracias a la cual tenemos puente el día de hoy no fue en realidad una revolución sino muchas revoluciones. Fueron varias luchas de diferentes grupos sociales, en diferentes partes del país y con diferentes objetivos. La de Francisco I. Madero (la I. puede ser de Ignacio o de Indalecio a gusto de cada quién; yo me quedó con Ignacio no sólo porque es menos feo sino porque fue su nombre de nacimiento) fue una batalla por la democracia; la de Zapata por la tierra; la de Villa por la justicia social; la de los Flores Magón por una forma distinta de gobierno, la de Carranza por las leyes, etc. Detrás de cada caudillo había un ideario que, salvo el de Zapata y Villa, poco o nada tenía que ver uno con el de otros, ni en contenido, ni en inspiración.

    Hablar de la Revolución Mexicana como si hubiera sido una lucha única y coherente desde el inicio fue un invento posterior, una forma de usar políticamente a la revolución para unificar al país en torno a un proyecto de nación y de instituciones a las que se les puso el mote de revolucionarias para darles sentido. Dicho de otra manera, la revolución como la entendemos ahora fue la lectura que se hizo de ella en los años 20s y 30s.

    ¿Qué nos queda hoy de aquella revolución? Muy poco. La mayoría de las instituciones de la revolución han desaparecido o están por hacerlo. El desmantelamiento del Estado bienestar producto de la revolución, o si se prefiere, de la interpretación de la revolución de la que hablábamos arriba, y las condiciones de desigualdad que vivimos hoy en México son claros signos de que la revolución es ya sólo un recuerdo.

    Diego Petersen Farah
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 21 de noviembre de 2016).

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    El presidente López Obrador encabezó una ceremonia el lunes en el centenario del fallecimiento de Ricardo Flores Magón. No hay duda de la importancia que AMLO le da a este revolucionario fallecido en una cárcel estadounidense el 21 de noviembre de 1922. Su gobierno ha designado este 2022 como el "año de Ricardo Flores Magón". En su mañanera del 21 de noviembre dijo que, si Flores Magón "viviera", "con nosotros anduviera".

    Siempre es muy difícil saber qué pensaría un personaje histórico 100 años después de su muerte. Flores Magón, después de todo, era anarquista y quería la abolición de todos los gobiernos. Lo paradójico es que el Presidente haya hecho esa misma afirmación de Francisco Madero: si "viviera", "con nosotros anduviera". López Obrador ha cuestionado las críticas que Madero recibió como Presidente. Olvida, sin embargo, que uno de sus críticos más virulentos fue Flores Magón.

    Cuando Flores Magón huyó a Estados Unidos, en 1904, Madero lo apoyó con recursos para que pudiera publicar su periódico, Regeneración. Le escribió: "Creemos que su Regeneración tendrá que conocer las Regeneraciones de la patria, inflamando a los mexicanos de noble indignación contra sus tiranos". En 1910 Madero invitó a Flores Magón a unirse al Plan de San Luis Potosí que buscaba derrocar a Porfirio Díaz, pero Flores Magón rechazó el ofrecimiento al considerar la de Madero como una revolución burguesa.

    Madero era claramente un liberal: una persona comprometida con la democracia y la libertad económica. Su periódico El Demócrata revelaba esta visión. Si bien Flores Magón fundó el llamado Partido Liberal Mexicano, sus ideas reflejaban las ideas del anarquismo comunista.

    Flores Magón no mostraba respeto en sus descalificaciones de Madero, a pesar de la ayuda que había recibido de él. En "Madero pintado por sí mismo", un artículo en Regeneración, describió así al líder de la Revolución: "Francisco I. Madero ha probado ser un ambicioso vulgar; pero, sobre todo, un imbécil... Es un hombrecillo movedizo como el azogue, parlanchín como una mujer borracha, de aflautada voz, veleidoso, traicionero, malvado, ha mentido cuantas veces ha abierto la sucia boca para decir que él desea el bienestar y la libertad del pueblo mexicano... Madero sería peor que Porfirio Díaz si llegase a ocupar la Presidencia de la República... Madero no es el hombre arrogante que tomó el poder en 1876, sino un pobre muñeco, una basura, un Don Nadie...".

    Con este soez lenguaje en contra de un político que lo había ayudado a publicar Regeneración, Flores Magón mostraba su personalidad. Quizá esa es la razón, precisamente, por la que hoy lo admira tanto López Obrador, quien descalifica de la misma manera a quienes piensan diferente, aunque lo hayan respaldado en el pasado.

    Este 21 de noviembre el presidente López Obrador declaró: "Lo que más admiro de Ricardo Flores Magón es la firmeza de sus convicciones. Era un hombre enérgico, pero fiel a sus ideas. Es fácil tacharlo de sectario e intransigente, pero es difícil ignorar su congruencia".

    Y quizá tenga razón el mandatario. Pero vale la pena que él mismo encuentre esa congruencia que encomia. Uno puede ser magonista, anarquista, y cuestionar los esfuerzos de Madero por construir un México democrático, o ser maderista y simpatizar con el intento de Madero de construir un régimen liberal en nuestro país. Lo que no puede uno ser, y mantener la congruencia, es pretender ser al mismo tiempo magonista y maderista.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico Mural en línea del 23 de noviembre de 2022).

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    A la continua intervención de Estados Unidos en nuestra vida nacional la llamo "el hilo negro", por fácil de descubrir e imposible de soslayar. Esa intervención comenzó aun antes de nuestra Independencia; se hizo mayor en tiempos de Juárez -sin la interesada ayuda de los norteamericanos el Benemérito no habría podido vencer a los conservadores-, y fue causa de que el presidente Díaz, enemistado por diferentes motivos con Estados Unidos, prefiriera ir al exilio antes que hacer frente a una insurrección que sin duda sería apoyada por los norteamericanos, y que llenaría de sangre al país. Ese supremo patriotismo tuvo don Porfirio: el de la renunciación. Jamás se ha reconocido su magnanimidad, y el general Díaz, gran mexicano al que tanto debió México, está condenado al basurero de la Historia.

    Armando Fuentes Aguirre "Catón"
    (v.periódico Mural en línea del 16 de septiembre de 2021).

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    La historia oficial nos cuenta que México vivió un periodo de pobreza durante la dictadura de Porfirio Díaz, pero la Revolución rescató al país para dar a los mexicanos prosperidad y democracia. La "gesta armada", nos dicen, es una página brillante de nuestra historia. Las cifras, sin embargo, apuntan a otra realidad.

    En 1910 el producto interno bruto per cápita de México era de 1,694 dólares. En Estados Unidos la cifra correspondiente era de 4,964 dólares (Angus Maddison). En otras palabras, al terminar el gobierno de don Porfirio el estadounidense promedio era 193% más rico que el mexicano.

    Nos enseñan que la Revolución vino a hacer justicia y los mexicanos empezamos a vivir un tiempo de prosperidad. Sin embargo, para 2016 el PIB per cápita de México alcanzaba ya una cifra de 8,555 dólares. En Estados Unidos, mientras tanto, se elevaba a 57,436 dólares (FMI). Casi un siglo después de la Revolución que nos liberó de la pobreza, el estadounidense promedio era ya 571% más rico que el mexicano.

    No, Estados Unidos no tuvo una revolución que hiciera que su economía tuviera un mejor desempeño que la mexicana. Los gobiernos estadounidenses simplemente mantuvieron políticas económicas más razonables para generar mayor inversión, mayor crecimiento económico y mayor prosperidad.

    Las cifras históricas desnudan muchas de las mentiras que nos han contado nuestros políticos. Nos han dicho, por ejemplo, que la Colonia fue un tiempo de gran pobreza, pero que la Independencia impulsó la economía nacional. Falso. La Colonia fue un periodo brillante de nuestra historia, tanto por crecimiento económico como por intensidad de nuestra vida cultural, mientras que la guerra de Independencia dio inicio a un periodo de inestabilidad política y estancamiento económico que duró medio siglo. No fue hasta la presidencia de Porfirio Díaz cuando la economía mexicana empezó a crecer nuevamente.

    Nos dice la historia oficial que la Revolución fue el inicio de un periodo de mayor democracia y libertad. Pero una vez más la información es falsa. Porfirio fue un dictador, como lo fueron casi todos los gobernantes que había tenido México hasta ese momento, pero su renuncia en mayo de 1911 no nos llevó a una mayor democracia.

    Ni la elección de Francisco I. Madero en 1911, que éste ganó con 99.27% de apenas 20,000 sufragios en un país de 15.2 millones de habitantes, ni ninguna otra celebrada en las décadas subsecuentes puede considerarse verdaderamente democrática. A casi todo lo largo del siglo XX el país fue dominado por un solo partido político. La democracia no llegó a México sino hasta 1997, cuando empezó la alternancia de partidos en el poder.

    La Revolución Mexicana no mejoró la economía del país ni tampoco nos trajo democracia. Lo único que hizo fue diezmar la población nacional, que bajó de 15.2 millones en 1910 a 14.3 millones de personas en 1921 (censos). La violencia, el hambre, la enfermedad y la emigración provocaron esta caída.

    Este 20 de noviembre no deberíamos celebrar la Revolución Mexicana sino lamentarla. La destrucción e inestabilidad le costaron muy caro al país. Los gobiernos revolucionarios, sin embargo, promovieron una gran mentira histórica para convencernos de que esa tragedia fue un hecho glorioso que debemos celebrar.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico Mural en línea del 20 de noviembre de 2017).

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    Hechos bola.

    Paco Calderón
    (14 de noviembre de 2010).

    Los revolucionarios.

    Paco Calderón
    (17 de febrero de 2013).

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    El 2 de julio de 1915, un viernes, murió el general Porfirio Díaz en su apartamento de París en la Avénue du Bois.

    Díaz murió convencido de que, por encima de los males, había gobernado por el bien de la República. Y creyó hasta el final que así lo reconocerían los mexicanos. Porque a pesar de haber sido un liberal que proclamó luchar para "que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder" -es decir, a pesar de haber traicionado sus principios- fue un hombre que valoró por encima de todo lo demás la paz, el orden y el progreso, y que creyó que también esos eran los ideales de sus compatriotas.

    Don Porfirio pensó que su obra, la obra que construyó junto con sus compatriotas, había sido destruida por la Revolución. La paz, el orden y el progreso. "Ahora siento no haber reprimido la Revolución", dijo en una de las pocas cartas escritas por él mismo en el exilio. "Tenía yo armas y dinero, pero ese dinero y esas armas eran del pueblo, y yo no quise pasar a la historia empleando el dinero y las armas del pueblo para contrariar su voluntad... Digo que siento no haberlo hecho porque a la felicidad nacional debí sacrificar mi aspecto histórico". La Revolución, sin embargo, no terminó del todo con esa obra. El lema de orden y progreso fue sustituido por otro, el de estabilidad y crecimiento, aunque no fuera estabilidad ni crecimiento lo que la Revolución había prometió al pueblo de México en 1910. Pues hubo estabilidad y crecimiento -orden y progreso- durante el Porfiriato. Pero no hubo aquello que prometió Madero: democracia, ni tampoco aquello por lo que luchó Zapata: justicia social, como tampoco lo hubo en el régimen de la Revolución. No hubo nunca en el país lo que fue, desde 1946, el lema del partido del poder: democracia y justicia social. Ahora, al menos, hay democracia, una democracia inestable, desordenada.

    México no ha podido conciliar, a lo largo de su historia, la democracia con el orden y la estabilidad. No lo pudo hacer con Juárez a mediados del siglo XIX ni con Madero a principios del siglo XX, y no lo ha podido hacer ahora en los albores del siglo XXI. Sus 2 periodos más largos de orden y estabilidad están asociados con 2 sistemas autoritarios: el Porfiriato y el régimen del PRI. ¿Hay nostalgia por ese autoritarismo que garantizaba, al menos, la estabilidad y el orden? No lo sé. Tal vez sí. Quizás esa añoranza esté detrás del sentimiento de incomodidad con el que los mexicanos, junto con sus gobernantes, celebran el centenario y el bicentenario de 2 fechas que fueron también 2 llamados a las armas: el 16 de septiembre de 1810 y el 20 de noviembre de 1910. Pues un país devastado por la violencia criminal no puede celebrar con alegría, con certidumbre, la violencia insurgente y la violencia revolucionaria.

    Carlos Tello Díaz
    (v.pág.20 del periódico Público del 2 de julio de 2010).

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    De entre muchos acontecimientos que conforman nuestro pasado, hay un hecho sobrecogedor que tuvo lugar en la isla Clipperton, hoy llamada Isla de La Pasión por los trágicos sucesos que allí tuvieron lugar poco después de iniciada la Revolución Mexicana. La isla está localizada en el Océano Pacífico a 911 millas náuticas de Acapulco, a 3 días de navegación; es un pequeño promontorio infértil de 6 por 8 kilómetros, sobre el que México ejercía soberanía frente al arbitraje que sostenía contra Francia, que a la postre lo ganó. En 1906 el capitán Ramón Arnaud fue nombrado gobernador de Clipperton y con un destacamento creó una pequeña colonia. En 1908 se casó en Orizaba, y durante su estancia en el atolón tuvieron varios hijos. Barcos del gobierno visitaban la isla con regularidad para llevar provisiones y, cuando estalló la Revolución, los barcos dejaron de hacerlo, y el capitán Arnaud y su gente quedaron abandonados a su suerte. El escorbuto y otras enfermedades fueron diezmando a los 27 mexicanos que compartieron la misma pesadilla. Hacia octubre de 1916 sobrevivían sólo 16. Cuando las esperanzas de ser rescatados se habían perdido vislumbraron un barco en el horizonte: el capitán Arnaud y tres más, en una frágil embarcación, trataron de acercarse para ser vistos, pereciendo en el intento. Quedaron en la isla sólo 5 mujeres, 9 niños y un solo hombre, un siniestro mulato llamado Victoriano Álvarez que, dueño de la situación, sometió a las mujeres, a las que obligó a cumplir todos sus caprichos y abusos sexuales, manteniéndolas en estado de postración durante casi un año. En el mes de julio de 1917, las mujeres, cansadas de tanto sufrimiento, decidieron darle muerte cuando la ocasión fuera propicia. Casualmente, días después un barco estadounidense, el USS Yorktown, que se encontraba en esas aguas rastreando submarinos alemanes, rescató a los sobrevivientes para llevarlos al puerto de Salina Cruz. Este trágico pasaje de nuestro pasado forma parte de uno de tantos sucesos olvidados que colman nuestra desmemoria histórica.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.4-A del periódico El Informador del 18 de enero de 2014).

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    A propósito de las sequías en México, la revista mexicana Teorema Ambiental, especializada en el tema, ha escrito lo siguiente en su edición de junio que en el año 1454, en el reinado de Moctezuma Ilhuicamina, la sequía duró 3 años. Y en los tiempos de la colonia, "se registraron en el Valle de México 13 grandes sequías en el periodo 1521-1600; 25 entre 1600-1699, y 50 de 1701 a 1821, destacándose entre ellas la que coincidió en 1624 con una serie de conflictos políticos en la Ciudad de México y con el alto precio del maíz debido a las malas cosechas, lo que desembocó en un motín que terminó con la caída del virrey".

    La publicación de marras añade: "Las mismas circunstancias se presentaron en 1692, año en que los indios y las castas se apoderaron del Zócalo, apedrearon e incendiaron el Palacio Nacional, el edificio del ayuntamiento, la alhóndiga y las casas del corregidor y otros funcionarios".

    "La revuelta más importante de este periodo, que de hecho dio fin a la etapa colonial, fue la encabezada por el sacerdote criollo Miguel Hidalgo, en cuyo comienzo sólo contaba con 14 trabajadores de su taller de cerámica y 31 soldados del regimiento local de la reina, y, sin embargo, meses más tarde ya aglutinaba a más de 80,000 hombres, en su gran mayoría campesinos y otros grupos, cuya miseria se había exacerbado por la gran sequía que tuvo lugar de 1808 a 1811".

    No es ocioso el que, en estos días, voces oficiales hayan aludido a la sequía en México.

    El mismo Felipe Calderón dijo hace unos días que el 40% del territorio nacional está agobiado por la falta de lluvias, y que lo que va del 2011 ya representa la peor sequía en 7 décadas.

    El senador panista (Jalisco) Alberto Cárdenas Jiménez, presidente de la Comisión Especial de Cambio Climático de la Cámara de Senadores, en un comunicado emitido el viernes dijo: "Los estudios señalan que en 2009, en el país sucedió la peor sequía que se tiene registro en los últimos 60 años, y 2010 fue también el año más lluvioso del que se tenga registro. (Pero en) este 2011, para 40% del territorio nacional ha sido el año más seco en 70 años".

    Vicente Bello
    (v.pág.8-A del periódico El Informador del 19 de junio de 2011).

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    Ya existe una tradición de que los últimos años del sexenio son propicios para las sorpresas, para los acontecimientos complicados, en suma, para que suceda lo inesperado. En 1988 vino la ruptura cardenista y el gran fraude electoral que llevó a Salinas a una presidencia cuestionada. 1994 fue, como lo definió una revista, el año que vivimos en peligro, el zapatismo en Chiapas, los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, las elecciones sin equidad, el error de diciembre y la crisis que siguió. El año 2000 fue el de la alternancia pacífica y el final de una larga etapa de transiciones. En 2006 se vivió una polarización que dividió al país por un proceso electoral que fue ampliamente cuestionado. Aquel conflicto rebasó a las instituciones y mostró la cara opuesta a la alternancia de 2000.

    En cada de una de las últimas sucesiones presidenciales las elecciones han jugado un papel fundamental. A pesar de que en 1988 el sistema no estaba diseñado para abrirse a una alternancia, la participación electoral propició cambios importantes en el sistema político. Seis años después se intentó abrir el sistema, pero la fusión entre partido y gobierno impidió unas elecciones equitativas. Fue sorprendente que ante la crisis de ese año la ciudadanía fue masivamente a votar. El cambio de reglas y una competencia institucionalizada llevaron a una alternancia que resultó esperanzadora en el año 2000, pero 6 años después el país regresó al conflicto y llegó la escena del 1° de diciembre de 2006, en donde Calderón tomó posesión en medio de batalla campal en el congreso.

    Alberto Aziz Nassif
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 6 de diciembre de 2011).

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    En el México independiente, desde el Plan de Casamata, de Don Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón contra Agustín de Iturbide, se sucederían muchos pronunciamientos hasta culminar con el Plan de Tuxtepec de Porfirio Díaz contra Lerdo de Tejada. Después Obregón Contra Carranza, y De la Huerta contra Obregón, por sólo mencionar los más importantes. De suerte que el cuartelazo ha sido un deporte casi tan mexicano como la charrería.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 22 de febrero de 2013).

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    La corrupción de la clase gobernante no es un asunto nuevo. En la historia de la Nueva España está confirmada la venalidad de los cargos públicos, es decir la compra de puestos de gobierno por particulares, quienes veían en dichas operaciones la oportunidad de enriquecerse.

    La corrupción continuó en el México independiente: "Santa Anna, Manuel Escandón y socios se enriquecieron rápidamente gracias a varios contratos para la reparación de caminos que unían México, Cuernavaca, Querétaro, Guadalajara, Zacatecas, Veracruz, Puebla y Jalapa. También por la concesión del derecho de peaje y la del servicio postal" (Francisco Pineda, La irrupción zapatista. 1911, ERA, 1997). Durante el porfirismo políticos denominados "científicos" (los tecnócratas de la época) hicieron negocios al amparo del poder. Qué decir de los generales revolucionarios, quienes amasaron fortunas como pago por sus servicios prestados a la nación.

    Los modos y formas de la corrupción se ampliaron y crecieron durante la época dorada del autoritarismo priista. La corrupción se multiplicó en el periodo neoliberal, al amparo de las privatizaciones que permitieron la acumulación de capitales con una facilidad no vista en décadas.

    Y en estas semanas van saliendo a la luz pública los casos de corrupción que heredan 12 años de gobiernos del Partido Acción Nacional en el país o 18 años consecutivos gobernando en estados, como Jalisco.

    Rubén Martín
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 23 de febrero de 2013).

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    De 1824 a 1857 tuvimos una Constitución -interrumpida en su vigencia- concentrada esencialmente en la distribución de atribuciones y competencias entre poderes y órdenes de gobierno; y que -muy a la imagen y semejanza de la Constitución norteamericana aprobada en 1787- carecía de una declaración de derechos. Para suplir esa omisión, la carta magna de 1857 privilegia las libertades y garantías individuales y descuidó su parte estructural, generando durante la 2a. mitad del siglo XIX ejercicios del poder con inobservancia de la Constitución.

    Ante tal experiencia la característica de la Constitución de 1917 fue dar de jure al presidente los poderes que en el pasado se había arrogado de facto e incluir en su texto por 1a. vez los derechos sociales. De 1940 a 1964 sería de fase del nacionalismo revolucionario constitucionalizado. De ahí y hasta 1988, fue la época de los logros y conquistas revolucionarias llevadas a la Constitución por los presidentes de la república emanados del partido hegemónico.

    De esta última fecha a la actualidad las reformas a la Constitución han sido el recurso que las oposiciones han utilizado como garantía de que las reformas acordadas ninguna fuerza política podrá desconocerlas o eliminarlas por sí sola. De esto deriva una de las vertientes del culto fetichista a la Constitución que practican tirios y troyanos. La otra, tiene que ver con la invocación que la izquierda y el actual gobierno federal priista hacen de la época del nacionalismo revolucionario constitucionalizado.

    Javier Hurtado
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 17 de agosto de 2013).

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    En 200 años de vida independiente México no ha tenido democracia, más que en ciertos momentos y ciertos territorios. Al arrancar el México independiente estaban excluidas las mujeres, los pobres y los analfabetos, es decir, votaba una minoría compuesta por varones, con propiedades y alfabetizados. Además se votaba en las parroquias a mano alzada, lo que violaba la secrecía del voto para que curas y caciques vigilaran a los votantes. Como siempre, fueron las luchas populares las que fueron ampliando los derechos para todos.

    La Revolución Mexicana hizo posible el voto para todos los varones, las mujeres lucharon por décadas para poder sufragar la boleta a partir de 1953, las exclusiones por ideología fueron suprimidas por comunistas y sinarquistas en 1978, y fueron miles de luchas en contra de los fraudes priistas (cientos de municipios, decenas de estados y en elecciones presidenciales de 1958, 1988) las que permitieron la existencia de un organismo electoral separado del PRI-Gobierno.

    El IFE "ciudadano" fue una válvula de escape, una bocanada de legitimidad que le urgía al PRI y a Carlos Salinas tras la enorme crisis social que había en 1994. Tras esa bocanada de legitimidad, el sistema se recompuso y se impusieron de modo más descarado consejeros directamente palomeados por los partidos políticos.

    Rubén Martín
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 9 de abril de 2014).

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    El 2 de octubre del 68 fue el inicio del fin del monopolio del partido único y fue el germen de una mayor organización y participación ciudadana, que siguió creciendo en 1971 con el Halconazo de Luis Echeverría; con la reforma política de 1977 que amplió la participación partidista; con los reclamos por las corrupciones y negligencias que desnudaron los sismos de 1985 y que por desgracia volvieron a aparecer con el 2o. 19-S del año pasado; con el despertar de los reclamos de fraude electoral de 1988 y la 1a. alternancia político-electoral en el año 2000.

    Todas estas escalas históricas son legado del movimiento estudiantil del 68, incluido el "Síndrome de Tlatelolco" que, decía Luis González de Alba, paraliza a las autoridades al permitir abusos que violan el derecho de terceros en manifestaciones y movimientos que manipulan los que soterradamente sólo buscan mantener privilegios de poder.

    Jaime Barrera
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 2 de octubre de 2018).

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    El actual Ejército nace en la Revolución Mexicana como fuerzas populares que derrotaron al antiguo ejército de Porfirio Díaz. Fue tan relevante el papel de estas corrientes que los primeros presidentes del país, tras la Revolución, todos eran militares o tuvieron participación en las fuerzas armadas. La presencia de los militares directamente al mando del poder ejecutivo del país terminó en los gobiernos de Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho.

    Según el libro clásico "El ejército mexicano", de Jorge Alberto Lozoya (El Colegio de México, 1984), tanto Cárdenas como Ávila Camacho impulsaron la "desmilitarización" de los altos mandos del gobierno a través de una "despolitización" de las fuerzas armadas. Fue en ese periodo cuando el antecedente del PRI, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), se organizó en 4 sectores: campesino, obrero, popular y militar. Un sexenio después se eliminó este último sector del PRI.

    Pero la tarea más antigua de las fuerzas armadas mexicanas es el control y la represión a las disidencias y movimientos sociales que cuestionaron la legitimidad o las políticas del partido dominante en México. Después de la Revolución Mexicana, las fuerzas armadas enfrentaron al menos 3 rebeliones o levantamientos armados: la Guerra Cristera de 1926 a 1929 en la 1a. oleada y la 2a. entre 1936 y 1938. A esta rebelión le siguieron el levantamiento del general Miguel Henríquez Guzmán, en enero de 1939, y el del general Juan Andreu Almazán, entre julio y octubre de 1940.

    Posteriormente los militares han sido enviados por los mandos políticos del Estado mexicano a reprimir movilizaciones campesinas o sindicales. Algunos casos fueron la utilización de soldados para desalojar el internado del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1956, la represión a los movimientos sindicales, el magisterial de 1958 a 1961 y los ferrocarrileros entre 1957 y 1958.

    Félix Hernández Gamundi, vocero del Comité 68 Pro Libertades Democráticas y ex líder del movimiento estudiantil de 1968, masacrado por el Ejército en la aciaga noche del 2 de octubre de ese año, recordó que los militares fueron usados para reprimir a estudiantes y universitarios en varios estados del país: Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Durango, Sinaloa, Sonora, entre otros.

    Este breve repaso nos recuerda que las fuerzas armadas siempre han estado para usar su fuerza contra movimientos sociales o políticos que cuestionan la legitimidad del Estado mexicano. Ahora siguen cumpliendo esa misma función, pero además construyen aeropuertos, puertos, bancos y administran aduanas y trenes de pasajeros. Es decir, tienen más poder que en el pasado.

    Rubén Martín
    (v.pág.3-A del periódico El Informador del 17 de septiembre de 2022).



    Trivia gubernamental mexicana

    Breve resumen

    Fue en 1821 cuando se firmó el acta de Independencia (de España) que dio origen a nuestro país.

    Agustín de Iturbide, quien junto con Vicente Guerrero había consumado la Independencia, se proclamó emperador de 1822 a 1823, hasta que fue derrocado.

    En 1824 se promulgó la primera constitución del México independiente, que le dio estructura jurídica a la nueva nación; documento inspirado en la constitución liberal de Cádiz, España, jurada en 1812.

    De 1824 a 1829 estuvo en funciones el primer Presidente de la República Mexicana, José Miguel Ramón Audaucto Fernández Félix (alias Guadalupe Victoria).

    De 1833 a 1855 el país padeció la dictadura de su "Alteza Serenísima", Antonio López de Santa Anna, quien ejerció el poder durante once periodos.

    En esa época, México padeció la guerra con Estados Unidos, declarada por el Presidente estadounidense James J. Polk, el 25 de abril de 1846, por la disputa del territorio de Texas. Ese conflicto terminó el 10 de marzo de 1848, con la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo, en los que nuestro país fue despojado de la Alta California, Nuevo México y Texas, a cambio de 15 millones de dólares.

    En 1855 Juan Alvarez puso fin a la dictadura de Santa Anna. Con él llegaron los hombres de la Reforma: Benito Juárez, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto e Ignacio Comonfort.

    Gobernó Comonfort de 1856 a 1858. Su secretario de Hacienda, Sebastián Lerdo de Tejada, promulgó el 25 de julio de 1856 la Ley de Desamortización de los Bienes en Manos Muertas, para confiscar las riquezas del clero. En 1857 se promulgó la segunda Constitución Política en la historia de México.

    Benito Juárez llegó al poder en 1858. Se inició la Guerra de Reforma, entre conservadores y liberales. La guerra terminó el 22 de diciembre de 1861, cuando el General conservador Miguel Miramón fue derrotado en Calpulalpan, Estado de México.

    En 1859 Juárez expidió las Leyes de Reforma, que separaron Iglesia y Estado; nacionalizó los bienes del clero y estableció la ley civil sobre el matrimonio.

    Juárez se mantuvo en el poder hasta su muerte en 1872, pero durante su periodo resistió y combatió la intervención francesa, iniciada en 1861 y enfrentó al Segundo Imperio, de Maximiliano de Habsburgo, apoyado internamente por los conservadores y externamente por el Gobierno de Francia.

    El imperio de Maximiliano llegó a su fin con la derrota de sus ejércitos en las inmediaciones de Querétaro, donde el emperador fue fusilado junto con los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, el 15 de mayo de 1867.

    Sebastián Lerdo de Tejada sustituyó a Juárez en 1872. Lerdo se reeligió en 1876, pero fue derrocado por Porfirio Díaz, quien se quedó en el poder durante ocho periodos, hasta que fue depuesto en 1911.

    El 6 de noviembre de 1911 Francisco I. Madero fue electo Presidente. El 9 de febrero de 1913 se levantaron en armas Félix Díaz y Bernardo Reyes. Los rebeldes tomaron prisioneros al Presidente Madero y a su vicepresidente José María Pino Suárez, quienes fueron asesinados el 22 de febrero de 1913.

    Venustiano Carranza fue el primer Presidente electo después del triunfo de la Revolución y gobernó de 1917 a 1920.

    La Revolución fue institucionalizada con la fundación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, durante el "maximato" de Plutarco Elías Calles.

    Calles fue Presidente de 1924 a 1928, pero se mantuvo detrás del poder durante los regímenes de Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo Rodríguez (1932-1934).

    Basado en artículo de Pedro Mellado
    (v.pág.3B del periódico Mural del 2 de julio de 2003).


    En "Derecho Eclesiástico Mexicano", Raúl González Schmall (Ed. Porrúa, México, 1997) consigna que la patria mexicana, como tal, "nació católica, guadalupana e intolerante". En "Los Sentimientos de la Nación" -redactados por Morelos-, que trazan la forma como debería funcionar el México independiente, se establece (2o. punto) "Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra"; (4o. punto) "Que el dogma (católico) sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia que son el Papa, los obispos y los curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó"; (19o. punto) "!Que (...) se establezca por Ley Constitucional la celebración del 12 de diciembre en todos los pueblos dedicado a la Patrona de nuestra Libertad, María Santísima de Guadalupe". La Constitución de Apatzingán (1814) estableció que los herejes y apóstatas -es decir, quienes sustentan creencias contrarias a los dogmas establecidos por una religión o quienes reniegan de su fe- perderían la ciudadanía.

    Al paso del tiempo, esos preceptos se fueron moderando. La Constitución de 1857 omitió la disposición de que la religión católica fuera la única del Estado. La Ley sobre Libertad de Cultos, de Juárez, en 1860, reconoció la independencia entre el Estado y las creencias y prácticas religiosas de los ciudadanos. El Congreso Constituyente de 1916-1917 estableció que ni las corporaciones religiosas ni los ministros de culto podrían impartir educación. Las reformas constitucionales de 1991 permitieron a los particulares -que ya lo hacían- brindar educación, aun sin acatar el precepto (Fracción I del Artículo 3o.) relacionado con la laicidad de la misma. El Artículo 24 subraya que "Todo hombre es libre de profesar la creencia religiosa que más le agrade". (La libertad religiosa se complementa con la libertad de pensamiento: el derecho de todas las personas a disentir o a tener sus propias convicciones éticas o filosóficas, vinculadas o no con una creencia religiosa). El Artículo 130 concede personalidad jurídica a las iglesias y agrupaciones religiosas "una vez que obtengan el correspondiente registro".

    El Artículo 16 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público establece que "las asociaciones religiosas y los ministros de culto no podrán poseer o administrar, por sí o por interpósita persona, concesiones para a explotación de estaciones de radio, televisión o cualquier tipo de telecomunicación, ni adquirir, poseer o administrar cualquiera de los medios de comunicación masiva".

    Jaime García Elías
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 4 de abril de 2019).l


    Larga sería la lista de curiosidades y paradojas de nuestra historia política, como el hecho de que Porfirio Díaz haya sido quien, como presidente, elevó a rango constitucional el principio de la "no reelección" o que los mayores enemigos de la reforma agraria, según lo ha demostrado Fridrich Kartz, el villólogo más eminente, hayan sido los villistas, a quienes muchos mexicanos actuales consideran el "defensor del pueblo" o el jefe de los ejércitos populares. Que el que despojó de sus tierras a los pueblos indígenas fue nada menos que el Benemérito [Benito Juárez] y que el iniciador de la revolución "campesina" (¿?) haya sido el hacendado Francisco I. Madero. Y no nos vayamos a la historia más antigua porque veríamos que la derrota del imperio azteca la hicieron los tlaxcaltecas, huejotzingas y cholultecas, aliados de Hernán Cortés y que la independencia, con sangre de cañón de nuestros indios, la hayan hecho los criollos.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.19 del periódico Público del 9 de enero de 2004).


    Las paradojas de nuestra historia nacional abundan: la conquista del Imperio Azteca por los pueblos indígenas que apoyaron a un grupo de españoles; la Independencia de la Nueva España respecto a la vieja España realizada fundamentalmente por los criollos, hijos de españoles; el despojo de las tierras de los pueblos de indios decretada por don Benito, indio legítimo; la Revolución iniciada por un plan que nada tiene de revolucionario, consumada por una desobediencia a Madero, que premia a sus soldados enviándolos a sus casas y dejando intacto al ejército vencido.

    Nos libramos del imperialismo azteca para ser súbditos de quien diría "recuerden los súbditos de el gran Rey que gobierna el trono de España que nacieron para callar y obedecer". Logramos la independencia de España para ser dependientes de los Estados Unidos y derrocamos al régimen autoritario de Porfirio Díaz para padecer durante 70 años la "tiranía perfecta", emanada de la Revolución.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Público del 20 de mayo de 2011).


    En 1877, Díaz elevó a rango constitucional el principio de "no reelección"

    Tal principio, muchos mexicanos piensan que lo inventó Panchito Madero, pero no: resulta que lo inventó y colocó en la Constitución el señor general don Porfirio Díaz. Luego se ingenió para modificar ese principio y después de plano lo suprimió: así es la política.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.22 del periódico Público del 22 de junio de 2004).


    Desde nuestros orígenes, la contradicción ha sido el signo permanente de México. Ya alguna vez se dijo, con Vasconcelos, que si la conquista la habían consumado los propios indígenas, las condiciones que hicieron posible nuestra independencia política fueron establecidas y alentadas por los españoles. Todos sabemos que el grito motinero del sargento Pío Marcha pidiendo un trono para Iturbide, fue oficializado nada menos que por don Valentín Gómez Farías, abuelo de la Reforma, y que fue su "Alteza Serenísima", quien encabezó el primer intento armado para instituir el régimen republicano. Porfirio Díaz en sus rebeldías de la Noria y Tuxtepec se pronunció contra la reelección, considerando la permanencia de un mismo hombre en el poder como origen y causa de todos los males de nuestra patria. Venustiano Carranza encabezó la rebelión contra Huerta en 1913 para reivindicar la vigencia de la Constitución de 1857, y cuando triunfó se apresuró a sustituirla por la de 1917, para lo cual convocó al constituyente y la proclamó como norma suprema. La no reelección sigue siendo lema oficial en el México post-revolucionario debido a la locura de un monaguillo fanatizado y no, como pudiera suponerse, a la firmeza de las convicciones de los paladines de nuestro movimiento social, quienes en abrumadora mayoría siguieron a Alvaro Obregón en su empresa reeleccionista.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 22 de octubre de 2005).


    El Himno Nacional Mexicano originalmente tenía 10 estrofas en lugar de 8, pero se le eliminaron 2, porque en ellas se glorificaba a 2 figuras nacionales sumamente discutidas.

    La cuarta estrofa le cantaba alabanzas al guerrero inmortal de Zempoala, que era nada menos que don Antonio López de Santana; y la séptima estrofa, que empezaba diciendo: "De Iturbide la sacra bandera, mexicanos valientes seguid..." y ya ve usted que el señor Iturbide no es muy bien visto en la historia de México.

    Ricardo Espinosa
    (v.pág.14-B del periódico El Informador del 5 de diciembre de 2006).


    México tuvo en estricto sentido, 6 constituciones durante el siglo XIX, siendo tres de éstas federalistas (1824, 1847 y 1857), dos centralistas (1836 y 1843) y una imperialista (1865); además, una que contenía la gran riqueza del pensamiento e ideario de don José María Morelos y Pavón (1765-1815), que por desgracia no tuvo vigencia. Y en el siglo XX sólo una, la gran Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, vigente hasta la fecha.

    Francisco Javier Morales Aceves
    (v.pág.6/A del periódico El Occidental del 15 de marzo de 2004).


    José Antonio Aguilar Rivera rescató hace unos años, bajo la óptica de la ingeniería constitucional, un texto poco o mal leído de Lucas Alamán: el Examen imparcial de la administración de Anastasio Bustamamante (Conaculta, 2006. Col. Los cien de México).

    Alamán registra ahí, con lucidez admirable, el problema de diseño institucional que explica medio siglo de desastres de la nación independiente: una mala mezcla constitucional del asambleísmo revolucionario francés, la desconfianza al monarca de los "sombríos y melancólicos" legisladores de las Cortes de Cádiz y el modelo del presidencialismo norteamericano, cuya figura fue trasplantada a la naciente República mexicana en todo me- nos en los poderes que le permiten a ese presidente gobernar y defenderse del congreso.

    Por ejemplo: el poder de nombrar a todo su gabinete, incluidos los militares, el poder de vetar los excesos del congreso y de proponer y nombrar a los miembros de la Suprema Corte, lo que inclina hacia su causa al poder judicial.

    La mezcla dio como resultado congresos ingobernables y presidentes débiles sujetos por igual al populismo de las asambleas y a la rebelión de los militares, los caudillos y los gobiernos locales.

    La Constitución de 1857 repitió el diseño de una presidencia frágil que obligó al poder ejecutivo -Juárez primero y Porfirio Díaz después-, a buscarse por otros medios el poder que las leyes no les daban. Emilio Rabasa describió como nadie el proceso de perversión política derivado de un mal diseño constitucional en su libro clásico La constitución y la dictadura.

    La transición democrática de fines del siglo XX, la pérdida de la mayoría priista en el congreso en 1997 y la derrota presidencial del PRI en el año 2000, dejaron ver que los poderes desmesurados de que gozaban los presidentes mexicanos eran hijos de la política, no de las leyes: no estaban en la Constitución, sino en la hegemonía del PRI.

    Perdida la hegemonía del PRI, la Presidencia ha vuelto a mostrarse como un poder débil, en un entorno de otros poderes, fácticos y constitucionales, capaces de obstruirlo, y de poderes locales de autonomía sin contrapesos.

    De los gobiernos débiles no ha salido nada bueno en nuestra historia política bicentenaria. De los fuertes, a la larga, tampoco porque su base de arbitrariedad termina haciéndolos vulnerables también.

    Héctor Aguilar Camín
    (v.pág.4 del periódico Público del 24 de julio de 2009).


    México ha evolucionado de forma constante.La independencia fue cuestionada, la reforma combatida, la revolución apoyada desde el exterior. Nuestras convulsiones han producido hechos contradictorios: la independencia un imperio, una intervención respaldada por conservadores trajo a un liberal al gobierno; el gobierno republicano de Juárez produjo las condiciones para impulsar la dictadura de Díaz, y esta generó la etapa de mayor estabilidad y crecimiento económico, que terminó con una revolución. El movimiento armado de 1910 produjo cambios constitucionales que crearon instituciones sociales notables, que no alcanzan a terminar con la pobreza, pero que nos han permitido ser la economía 14 del mundo por su dimensión.

    Luis Ernesto Salomón
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 22 de agosto de 2010).


    En este 2010 Enrique Krauze ha publicado un nuevo libro, De héroes y mitos, con ensayos sobre los temas cuya reflexión debería haber marcado los festejos del bicentenario en lugar del boato que hemos vivido. El autor cuestiona la "historia de bronce" y escribe: "México ha vivido de héroes y mitos, y esa condición nos ha costado cara porque ha generado en nosotros falsos recuerdos, ha exagerado nuestros reflejos, ha mantenido viejas llamas, nos ha vuelto a veces amargos y soberbios."

    El impoluto Miguel Hidalgo de nuestra mitología, por ejemplo, es distinto del que con "frenesí destructivo" permitió la salvaje matanza de la alhóndiga de Granaditas e hizo asesinar a cientos de españoles en Guadalajara y Valladolid. Muchas de las mujeres y niñas asesinadas por órdenes de Hidalgo fueron también violadas. Un amigo torero de Hidalgo, Joaquín Marroquín, toreaba a los prisioneros y los mataba con estoque. Cuando se le preguntó a Hidalgo en el juicio de la Inquisición por qué no había procesado a los españoles, él respondió que porque sabía que eran inocentes.

    Escribe Krauze: "A 200 años de distancia, todo mexicano se emociona con su hazaña, pero no todos saben que Hidalgo (el 'viejito' de Dolores, el amigo de los indios, el criador de gusanos de seda) fue también el frenético líder de una Guerra Santa cuyas crueldades recuerdan vagamente los violentos fundamentalismos de nuestro tiempo. Era un hombre de carne y hueso."

    No es malo que Hidalgo haya sido de carne y hueso. Sus debilidades dan realce a sus innegables virtudes. Pero los fabricantes de la "historia de bronce" se han negado a aceptar o divulgar cualquier falta del padre de la patria.

    Así como han creado héroes sin mancha, como Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero, para el culto popular, han forjado también villanos a modo, como Iturbide, López de Santa Anna, Miramón o don Porfirio, para contrastarlos con los héroes. Esta visión maniquea de la historia nos impide ver los errores de los próceres o los actos positivos de los villanos. Se le escatima a Agustín de Iturbide la consumación de la independencia y a Miguel de Miramón su papel como "niño héroe" en la defensa del castillo de Chapultepec en 1847.

    Sergio Sarmiento
    (v.periódico El Siglo de Durango del 16 de septiembre de 2010).


    En realidad, a lo largo de su historia, México se ha jodido muchas veces.

    Podríamos remontarnos incluso antes del surgimiento del estado mexicano, irnos hasta la Conquista o recordar la Colonia, cuando se otorgaban mercedes reales como patentes para abusar de los cargos.

    Podríamos también intentar explicar la apatía que afecta a anchas franjas ciudadanas, recordando aquella frase del virrey Carlos Francisco de Croix, que en 1767 comunicó a los vasallos "del gran monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los asuntos del gobierno".

    Pero una cosa es cierta, la corrupción, los abusos desde el poder, la resignación y el valemadrismo no se originaron con el PRI; la república priísta sólo los perfeccionó, si puede decirse tal cosa.

    Frederich Katz -el gran historiador vienés recién fallecido- recupera en La guerra secreta en México, un reporte del embajador alemán Paul von Hintze sobre la corrupción del capitán Huerta, hijo del usurpador, quien adquiría armamento con sobreprecios de escándalo.

    Son fama pública las largas uñas de los "robolucionarios", un caso extremo es el de Álvaro Obregón.

    Entrevistado por Vicente Blasco Ibáñez, el caudillo exhibió su vena cínica: - A usted le habrán dicho que yo soy algo ladrón.

    -¡Oh general! ¿Quién puede hacer caso de las murmuraciones?... Puras calumnias.

    Obregón -describe el periodista español- no parece oírme y sigue hablando.

    -Pero yo no tengo más que una mano, mientras que mis adversarios tienen dos. Por esto la gente me quiere a mí, porque no puedo robar tanto como los otros.

    Pero para no extraviarnos en arqueología política, baste recordar que en un momento más próximo, a finales de la década de los 60, México parecía prefigurar una potencia intermedia: de 1960 a 1970, la tasa de crecimiento del PIB fue de 7.1%, con una inflación de poco menos de 2.5% en promedio durante esa década, y en 1970, nuestra deuda externa pública bruta era de apenas 4,262 millones de dólares; nuestro cine y nuestra música conquistaban al mercado de habla hispana; nuestra política exterior nos prestigiaba y la educación pública constituía el soporte de una movilidad social ascendente.

    Pero el país se jodió cuando Gustavo Díaz Ordaz escogió para sucederlo a Luis Echeverría: al final de su sexenio, la deuda externa creció casi 5 veces (19,600 millones de dólares) y de 4.69 en 1970, la inflación pasó a 27.2 en 1976.

    Después, Echeverría seleccionaría para sucederlo a su amigo de la adolescencia, José López Portillo. La docena trágica marcó el fin del "milagro mexicano".

    Un manejo irresponsable de las finanzas públicas llevó a Echeverría a despedir a su secretario de Hacienda, Hugo B.Margain y a alardear: "Las finanzas públicas se manejan en Los Pinos"; después, López Portillo anunciaría que el nuevo desafío de México era "cómo distribuir la abundancia", cuando abandonó el poder, dejó al país sumido en una profunda crisis.

    En ese escenario de desastre llegaron Miguel de la Madrid, los tecnócratas y el fundamentalismo económico que llevó a una privatización indiscriminada y tramposa de empresas públicas: Telmex, la joya de la corona.

    Son los años, que no terminan aún, del dictum de que la mejor política industrial es no tener política industrial; los años de una apertura irracional a mercancías extranjeras que han herido de muerte a ramas completas de nuestra industria (calzado, textiles, juguetes, artesanías). Pero hay otros momentos de quiebre.

    En el periodo 2000-2006, El bato con botas dilapidó el enorme capital político que le había reportado el bono democrático; dejó escapar el momentum del cambio que se vivía en el país.

    En vez de impulsar una renovación de la vida pública, gobernar con austeridad y eficacia, la pareja presidencial se dedicó a exhibir su precariedad ética y cultural por todo el mundo, y a tolerar abusos de propios y extraños.

    Han sido muchos los intentos de joder al país, pero a pesar de todo, México sigue en pie, vivito y coleando.

    La irresponsabilidad de la clase gobernante y la indolencia de la sociedad no han terminado con el país, mayor, en mucho, a sus dificultades.

    Alfonso Zárate, presidente del Grupo Consulto Interdisciplinario
    (v.periódico El Universal en línea del 29 de octubre de 2010).


    El hecho es que la Iglesia Católica tuvo a México entero en sus manos durante 436 años, de 1521 a 1857, desde la Conquista hasta la Reforma, sin construir la clase de sociedad que ahora desea, ni corregir los defectos que ya existían y que hasta ahora denuncia. Entonces era la Iglesia la que ponía impedimentos a las libertades, la que no admitía diversidad de pensamiento, menos de palabra y obra, lo que fomentó en el pueblo la sumisión y el miedo a la libertad. ¿O acaso propició en sus años de dominio esos "avances de la democracia" que ahora reclaman los obispos?

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 26 de marzo de 2011).


    300 años, un mes y 14 días tardó la sociedad de la Nueva España en llegar a su independencia. 102 años con 20 días tardó la sociedad mexicana en reconocer el derecho de voto a las mujeres. 55 años de luchas civiles le costó al país lograr la estabilidad porfirista. 21 años más recuperarla, luego de la desastrosa revolución. En esos largos periodos de tiempo las dictaduras se volvieron cíclicas y pasaron de las personales a la de partido; debieron pasar 66 años para que ésta última fuese superada.

    Las sucesivas dictaduras de Santana hoy nos parecen además de trágicas, chuscas, ridículas, aunque comprensibles. La dictadura porfirista fue bastante seria, formal y progresista. Todavía más lo fue, si realmente lo fue, la dictadura partidista, por lo menos hasta el gobierno de Díaz Ordaz.

    Armando González Escoto
    (v.pág.5-B del periódico El Informador del 16 de septiembre de 2012).


    No olvidemos que, después del asesinato del infeliz Panchito Madero, hombre muy bien intencionado, valiente, pero que nunca se imaginó que, cuando fuera grande, sería político, subirían a la silla presidencial puros generales, desde Victoriano Huerta hasta Manuel Ávila Camacho, a quien sucedería el Licenciado Miguel Alemán, al que seguirían los licenciados; aunque tengo la duda de que el señor contador Ruiz Cortines haya obtenido ese título. En cuanto a Miguel Alemán, nunca se ha encontrado en la UNAM su tesis con la que se recibió. Al hablar de licenciados, habrá que decir que por lo común se trataba de licenciados en Derecho. De Salinas no tengo el dato de su licenciatura. Vicente Fox, si no estoy mal informado, fue licenciado en Administración de Empresas, en la universidad donde años después nació el movimiento #YoSoy132. Xavier Scheifler, uno de los maestros de Fox, me contaba que Vicente se sentaba mero atrás y jugaba dominó con su vecino, aunque cuando lo pasaban al pizarrón se veía que había estado escuchando la clase.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 21 de septiembre de 2012).


    El presidente Peña Nieto estará hoy en su alma máter, la Universidad Panamericana. Los últimos 3 presidentes han egresado de escuelas particulares, Vicente Fox de la Ibero y Felipe Calderón de la Libre de Derecho. El último egresado de la UNAM fue Carlos Salinas, Ernesto Zedillo es politécnico.

    Joaquín López-Dóriga V.
    (v.pág.3 del periódico Milenio Jalisco del 17 de abril de 2015).


    Nuestro país ha carecido de proyectos políticos y económicos, lo cual nos demuestra en las diversas etapas históricas que hemos tenido, desde los Huhuetlatoani, los virreyes y los presidentes de la república.

    Así, después de la Conquista nuestro país ha sido y es colonia de las potencias más poderosas del planeta. Así, en el período de 1532 a 1821, desde Juana de Castilla, hasta Fernando VII, existieron 10 monarcas españoles, quienes tuvieron en promedio 24 años el poder; enviaron, de 1535 a 1821, 63 virreyes a la Nueva España, quien duró más años fueron 15 y el de menor estancia fue de una semana.

    En dicha época colonial, coexistieron los Capitanes Generales y las Audiencias, destacando las de Guadalajara y la de la Ciudad de México, rivalidad ancestral. En cuanto a los Capitanes Generales, rivales de las audiencias, en el lapso de 1532 a 1821, desempeñaron la función, 15 personas, su estancia en el poder fue mayor a los 16 años. En cuanto a las Audiencias, de 1532 a 1821, la integración de dichas instituciones fue cercana a 30 personas.

    Durante la etapa de las guerras por la Independencia, a principios del Siglo XIX, se tuvo la figura del Generalísimo en la persona de Miguel Hidalgo y Costilla y Gallaga, durante el espacio de 1810 a 1811; asimismo, tuvimos 2 triunviratos de 1823 a 1824, sin dejar de mencionar los 2 imperios del Siglo XIX y una regencia.

    En cuanto a los presidentes de la República, debemos recordar que tuvimos desde 1808 a 1857, más de 1,800 actas, asonadas, cuartelazos, planes, programas, proyectos, armijos, planes, exposiciones, pronunciamientos, decretos, bases, convenios, leyes, cartas, instrucciones, representaciones, exaltaciones, dictámenes y demás hechos violentos que pretendían convulsionar o cambiar el efímero statu quo de quien fuese el gobernante, de manera principal las luchas entre los liberales y los conservadores, las cuales todavía siguen, movimientos que dieron origen también a normas rectoras bipolares, disímbolas y en cuyos contenidos, todavía no las hemos consensuado, dichas normas rectoras, originaron presidentes de diversos bandos, quienes se disputaban y siguen peleando por el poder de manera absurda, irracional y con el gran perjuicio para el pueblo, porque no avanzamos. Si a lo anterior, sumamos, los del Siglo XX, tenemos cerca de 1,700 documentos de protesta contra el statu quo o las instituciones que en su momento han detentado el poder (Cfr. Rafael Covarrubias Flores: La Sociología Jurídica en México. Una aproximación, 2a. edición, Universidad de Guadalajara, México, 1998, p. 154).

    En cuanto a la presencia de constituyentes a dichos congresos, fueron a Cádiz 302 (310); en 1824, asistieron 99; en 1836, acudieron 76; al de 1843, votaron 68; al Acta Constitutiva y de Reformas, se congregaron 83; al Constituyente de 1857, participaron 96 y en el Congreso Constituyente del 1o. de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917, asistieron 218 diputados.

    Tenemos a la fecha, un total de 63 presidentes de la República, quien más ha durado en el poder es con más de 30 años y el que menos, se considera que de 40 a 60 minutos, lo cual nos refleja la gran inestabilidad política en la que hemos vivido; sobre todo, en el período de 1824 a 1857, se tuvieron cerca de 55 cambios en la silla presidencial, algunos la ocuparon en 11 ocasiones, otros en 4 y el promedio de estancia en el poder, fue cercano a 6 meses, lo mismo en el período de 1910 a 1920 y de 1930 a 1934, de manera principal, los costos para el país han sido cuantiosos, invaluables, muertes, revoluciones, devaluaciones y una parálisis social en todos los órdenes.

    Los movimientos políticos, obreros y campesinos de 1900 a 1910, el estallido de la Revolución de 1910 a 1940, guerra cristera y asunto del laicismo; los conflictos obreros de 1958 y estudiantil de 1968, prolongado a 1972; las guerrillas a partir de 1994 y hasta la fecha, el narcotráfico, a quien se le declaró, de manera ilegal "la guerra" y los movimientos de las autodefensas, entonces, país sin paz, sin arreglos políticos, sin política y sin políticos capaces de pacificarlos, pactar, organizarnos y ponernos a pensar y a trabajar por la raza (Cfr. Enciclopedia Política de México, obra conmemorativa del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, obra editada por el Senado de la República, el autor y coordinador de la obra, fue José de Jesús Covarrubias Dueñas).

    José de Jesús Covarrubias Dueñas
    (v.pág.17 del periódico Milenio Jalisco del 4 de septiembre de 2015).


    ¿Estamos en el peor momento de nuestra historia?

    Para los que creen que México empieza con los olmecas, será difícil ver en nuestros días daños comparables a la desaparición de las civilizaciones prehispánicas -olmecas, mayas, teotihuacanos- o a la fúnebre caída de Tenochtitlán.

    No sé si los que creen que México empieza a existir con la Nueva España puedan ver en los días que corren algo comparable a la caída demográfica del siglo XVI, que redujo el millón y medio de habitantes del valle de México a solo 200,000. (Gibson: Los aztecas bajo el dominio español).

    Quienes creen que México nació en 1810, con la Independencia, acaso también puedan creer que la violencia de hoy es comparable con la de la propia guerra de independencia, que costó 250,000 muertos en una población de 6 millones, y destruyó la economía novohispana. O con la de los años de guerras civiles que marcaron nuestra vida independiente, entre 1821 y 1848, cuando el país perdió con Estados Unidos una guerra oprobiosa y la mitad de su territorio.

    En 1849, en el prólogo de su Historia, Lucas Alamán anticipó su duelo por la posible desaparición de "la nación mexicana". Vinieron entonces las guerras de Reforma e Intervención, 1857-1867, que casi cumplieron el temor de Alamán.

    ¿Qué decir de las buenas épocas de la Revolución mexicana, cuya cifra canónica de pérdidas es de un millón de muertos? ¿Y de los estragos de la guerra civil que llamamos Cristiada, que costó unos 200,000?

    Héctor Aguilar Camín
    (v.periódico Milenio Jalisco en línea del 16 de septiembre de 2015).


    México ha sido muchas veces una nación dividida, polarizada. Si revisamos nuestros 195 años de vida independiente, nos daremos cuenta de que la lucha entre 2 visiones contrarias e irreconciliables sumió al país en un estado de guerra entre conservadores y liberales que convirtió al siglo XIX en un periodo de odio y sangre entre compatriotas. La larga paz porfiriana trajo una especie de espejismo que se rompió con el estallido de la llamada Revolución mexicana, la cual se volvió feroz a partir del cuartelazo de Victoriano Huerta y más feroz aún cuando las facciones que derrotaron a El Chacal (constitucionalistas y convencionistas) se enfrentaron a muerte. Magnicidios (Carranza y Obregón), asesinatos de caudillos (Zapata y Villa), venganzas, cuartelazos, pronunciamientos, se tradujeron en la muerte de millones de personas. El maximato calmó un poco las aguas, pero no contuvo la guerra cristera, otro momento trágico de nuestra historia. Sin embargo, nos condujo a la institucionalización que consolidó el presidente Lázaro Cárdenas. De ahí, hasta el año 2000, se vivió una especie de nueva paz porfiriana, con el imperio del PRI, que terminó cuando la oposición ganó por 1a. vez la Presidencia de la República y el PAN arribó a Los Pinos. Fueron décadas en las que no desapareció la violencia (cuyo punto más alto fue el movimiento de 1968), pero sin que hubiera guerras civiles o manifestaciones de ese odio maniqueo que padecimos tiempo atrás.

    Hasta que llegó el año de 2006. Año electoral en el que a partir de la derrota por un pequeño margen del candidato de la llamada izquierda, empezó a ser sembrado en la conciencia de muchos un nuevo odio que se ha ido incrementando y difundiendo progresivamente, potencializado por las redes sociales.

    Este neoodio es una corrupción tanto o más grave que la corrupción de los dineros, porque es una corrupción ética y moral que está pudriendo al entramado social y ha hecho que numerosos mexicanos vuelvan a incubar el rencor y la desconfianza hacia los mexicanos que no piensan como ellos.

    Hugo García Michel
    (v.periódico Milenio Jalisco en línea del 28 de mayo de 2016).


    Las transformaciones que ha tenido México en su forma de gobierno son: de la dictadura de Porfirio Díaz al gobierno de los generales, de Álvaro Obregón a Manuel Ávila Camacho; el período estabilizador, de Miguel Alemán a Díaz Ordaz; los 12 años de populismo, de Luis Echeverría y José López Portillo; la de los tecnócratas, de Miguel de la Madrid a Ernesto Zedillo; la de los panistas Calderón y Fox; la de los cleptócratas que saquearon al país, formada por el grupo de gobernadores encabezados por Peña Nieto; y finalmente llegamos a la transformación actual que bien podríamos llamar la de las falsas esperanzas.

    Luis Jorge Cárdenas Díaz
    (v.pág.11-A del periódico El Informador del 6 de febrero de 2020).


    El texto original de la Constitución de 1917 contenía 136 artículos y 15 transitorios y su extensión era de 21,382 palabras; a más de un siglo, poco queda del texto original que se ha modificado en 764 ocasiones y tiene ahora 145,505 palabras.

    En este más de siglo de vigencia, el presidente que más ha modificado el texto constitucional ha sido el priista Enrique Peña Nieto con 155 cambios, que equivalen a 20.29% de todos los cambios; en 2o. lugar el panista Felipe Calderón Hinojosa con 110 cambios, equivalentes a 14.4%; con 78 cambios (10.21%), el priista Ernesto Zedillo es el 3er. mandatario con más modificaciones. En 4o. lugar en cambios aparece Miguel de la Madrid, con 66 modificaciones (8.64%), y casi empatados en 5o. lugar aparecen López Obrador con 56 cambios (7.33%) y su némesis, el priista Carlos Salinas de Gortari con 55 cambios (7.20%).

    Vaya el recuento de los principales cambios para confirmar que del texto original de 1917, ahora apenas girones quedan.

    Rubén Martín
    (v.pág.2 del periódico El Informador del 11 de febrero de 2023).


    Si la Suprema Corte de Justicia de la Nación declara la inconstitucionalidad del "Plan B", habrá honrado la más alta tradición política de México: la herencia de los liberales.

    La Constitución liberal de 1857 otorgó al Poder Judicial una independencia absoluta frente a los otros 2 poderes, al grado de convertirlo en el fiel de la balanza. Por un lado, en ausencia del presidente de la república, tomaba su lugar el presidente en turno de la SCJN. Así fue como Juárez llegó al poder en 1858. Por otra parte, si bien no podía destituir a una autoridad considerada ilegítima por irregularidades en su elección, la Corte sí podía amparar a los ciudadanos ante las disposiciones de esa autoridad. Así ocurrió en el amparo Morelos, de 1874, en el que la SCJN declaró "incompetente de origen" al gobierno del general Francisco Leyva y determinó que sus acciones podrían recurrirse mediante el amparo.

    El golpe de estado de Porfirio Díaz en 1876 rompió el orden constitucional. Su popularidad era irresistible pero necesitaba la legitimidad que solo dan las elecciones. En 1877 fue elegido de manera abrumadora.De 1880 a 1884 le prestó la silla a su compadre Manuel González, para luego apoltronarse en ella durante 6 períodos. Siempre respetó formalmente las elecciones pero no tuvo un auténtico rival hasta que apareció Madero.

    En 1910 el país pedía un cambio. Las condiciones de los comicios (incluido el encarcelamiento de Madero) hacían imposible la efectividad del sufragio y el fraude fue evidente, pero para entonces la SCJN había dejado de tener facultades en la justicia electoral por la vía del juicio de amparo. Esa omisión constitucional derivó en una dictadura, porque el ciudadano quedaba literalmente desamparado frente al poder ilegítimo. Y la única salida era una revolución. Ese fue el costo de abandonar la letra y el espíritu que legaron los liberales de la Reforma. ¿Cómo ocurrió?

    Como se lee en la Historia mínima de la Suprema Corte de Justicia de México, de Pablo Mijangos (El Colegio de México, 2019), quien cambió las reglas fue el jurista tapatío Ignacio Luis Vallarta. Su objetivo expreso era la "despolitización" de la Corte. Esto debía ocurrir eliminando ambas prerrogativas. A la distancia, en el 1er. caso parecía sensato: un ministro presidente, sabedor de que su posición en la Corte podría encumbrarlo a la Presidencia, se colocaba de hecho en la 1a. línea de la oposición. Vallarta obtuvo fácilmente el apoyo de Porfirio Díaz a la reforma constitucional.

    El 2o. caso, más discutible, consistía en apartar al tribunal de todas las decisiones de carácter electoral confiándolas exclusivamente a los órganos electorales (lo cual, en la práctica, entregaba el proceso al poder ejecutivo). Esta reforma requirió de un hilado más fino, pues hacía falta cambiar -desde la propia Corte- la interpretación prevaleciente de la Constitución. En 1881, gracias a la elección de 5 nuevos ministros, Vallarta impuso su criterio. En la 1a. sentencia dictada después de esa elección, el 6 de agosto de ese año, el ministro subrayó que únicamente los colegios electorales -y no la Corte- podían determinar la legitimidad de las autoridades electas. De otra manera -afirmaba- se cometía un atentado contra la división de poderes y la soberanía de los estados. Con esta nueva interpretación, el máximo tribunal se apartó del espíritu liberal de la República Restaurada.

    Así llegó México a 1910. Si la SCJN hubiera retenido la facultad de amparar a los ciudadanos contra nuevas leyes, decretos o acciones de un gobierno elegido de manera ilegítima como el de Porfirio Díaz, quizá la transición de poder se habría alcanzado de manera pacífica, sin una revolución.

    El régimen del PRI continuó fielmente el libreto porfirista. Por más de 70 años, la Corte no recuperó la facultad, a pesar de las infinitas irregularidades y los graves atropellos al sufragio.

    A fines del siglo XX, los ciudadanos encontramos la fórmula institucional y moderna para llevar a cabo todo el proceso electoral y calificarlo. Esa fórmula fue la creación del Instituto Federal Electoral (hoy, INE) y del Tribunal Federal Electoral (hoy Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación). Son, en todas sus instancias y funciones, el árbitro electoral autónomo que siempre faltó en nuestra historia política.

    Hoy la SCJN tiene la oportunidad de la Historia. Solo necesita salvaguardar, con la Constitución en la mano, la integridad del árbitro.

    Enrique Krauze
    (v.Xiudadanos Mx del 5 de marzo de 2023).


    Parte de nuestra historia se cuenta a través de la biografía de personajes virreyes, autócratas o dictadores. Cuando la nación que se formó de la mezcla de españoles y los distintos pueblos originarios -sobre todo la cultural- se liberó del control político y económico de España para erigirse en república, brotó una de las anomalías originarias: un acomedido al que se le ocurrió que era mejor crear un imperio y que él era el indicado para inaugurar la estirpe: Agustín I, apellidado De Iturbide. Fue defenestrado y murió fusilado. Después, Antonio López De Santa Anna discurrió, luego de muchos años de gobernar, que había llegado el momento de nombrarse Dictador Vitalicio en calidad de Alteza Serenísima; puso la 1a. muestra a las autocracias que sucesivamente nos han distinguido. Murió empobrecido y en el olvido, quedó en la historia en la clase de los villanos. Luego, Porfirio Díaz, ejemplo político que en distintas modalidades varios han intentado seguir: un, dos, tres por mí y por todos mis amigos, la perinola siempre cae de nuestro lado: tomamos lo que haya. Murió en el destierro y yace en el imaginario popular como dictador. Años después, Plutarco Elías Calles armó el artilugio al que Mario Vargas Llosa bautizó como la dictadura perfecta, adornado con discursos y pendones revolucionarios, democráticos y justicieros; no fue sino una actualización de: un, dos, tres por mí y por todos mis amigos, le cae al que deje algo y bienvenidos los que quieran participar en la repartición, siempre y cuando no tengan reparos éticos. Su sucesor lo desterró un tiempo, aunque mantuvo el artilugio que funcionó el resto del siglo XX. Don Plutarco tiene una porción de villano, pero de nueva generación: aquellos a los que se les conceden algunos méritos, 2 muestras, metió en cintura a los generalotes y creó el Banco de México (ambos hechos están unidos, los generalotes solían imprimir su dinero y hacerlo valer nomás por sus galones).

    Al despuntar el siglo XXI, la nación estaba -una parte de ella, es verdad- en un ensueño: creía que el retoñar de caudillos estaba superado y que a pesar de que la división de poderes, la contención de los autoritarios y la libertad y los derechos humanos y la democracia plena eran, en cierta medida, aún aspiracionales, el rumbo estaba trazado. En el ensueño parecía que el artefacto de la política de amigos y compadres estaba casi desmontado y la nación festejaba el blindaje con que cubrió al INE, brindaba por la independencia del Poder Judicial, aún alza el puño para defender al INAI, abraza al periodismo que padece continúa poniendo el pecho y anda en busca de la oposición perdida.

    Augusto Chacón
    (v.pág.2 del periódico El Informador del 21 de mayo de 2023).


    A principios de los 90, Carlos Salinas de Gortari profundizó en las políticas económicas neoliberales, aperturó el mercado mexicano y posicionó a México internacionalmente con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Para el fin de su mandato, si bien había un sector privado fortalecido, menos impuestos, y mucha atracción de inversión, se presentaba una profunda deuda en estabilidad política y social que culminó en una gravísima crisis de gobernabilidad.

    El fin del sexenio estuvo marcado por el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacinal (EZLN) en Chiapas y el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, si bien el discurso y la estrategia presidencial estuvieron orientados a las mega obras y programas que se difundieron como soluciones para combatir los problemas que aquejaban a la población, al final del sexenio, la realidad de la profunda desigualdad e inestabilidad del país nos golpeó un diciembre y siguió como bola de nieve trastocando y transformando la vida social y política de México.

    El gobierno de Zedillo así, recibió un país en crisis, la ruta económica se caracterizó por políticas de estabilización financiera: se inyectaron más de 50,000 millones de dólares con la ayuda del Fondo Monetario Internacional, se incrementó la recaudación con impuestos indirectos y se condicionaron préstamos de bancos norteamericanos a cambio de las ventas petroleras. Se logró la estabilización y en lo político, se abrieron las compuertas de la transición democrática ante una presión social que resultaba ya imposible contener para el viejo régimen.

    Durante este sexenio el PRI perdió por 1a. vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, el PRD se fortaleció desde sus bases en el D.F. y el PAN gobernó ya algunos estados, entre ellos, Jalisco.

    Vicente Fox logró aglutinar las fuerzas políticas en torno a la aspiración de lograr la transición política en el ejecutivo federal y dar paso a una nueva era en el país; así, fue el 1er. presidente de México que no pertenecía al PRI. La irrupción panista, tras 70 años de priismo, venía acompañada de una fuerte expectativa democrática que clamaba por cambios estructurales profundos para enfrentar los problemas del país.

    El ejercicio de gobierno dejó grandes deudas, la pobreza se mantuvo en el 47% de la población, el legislativo no avaló las reformas estructurales propuestas, la inseguridad se comenzó a acentuar y se señalaban indicios de colusión del gobierno con el narcotráfico (con la captura de Nahum Acosta). Sus logros bien reconocidos, fueron los avances en salud con la implementación del Seguro Popular y la ampliación de la cobertura educativa.

    2006, fue la 1a. elección en la que contendió López Obrador, el declarado ganador fue Felipe Calderón Hinojosa. La economía mexicana con la continuidad del panismo fue bien tratada por la baja inflación, el aumento en el valor de las reservas internacionales y la estabilidad en la contratación de deuda, sin embargo, el crecimiento económico fue bastante moderado, con un promedio del PIB de 1.9%, teniendo en consideración la crisis financiera mundial del 2008.

    La estrategia de seguridad de Calderón Hinojosa, que se caracterizó por utilizar todo el aparato castrense de manera beligerante contra el crimen organizado, pavimentó el camino de la violencia extrema que actualmente sufrimos los mexicanos y de la proliferación desmedida de la presencia de los cárteles en la vida cotidiana. Todo mientras su secretario de seguridad, como sabemos hoy, negociaba con el Cartel de Sinaloa.

    No hubo 3a. oportunidad para el PAN, arribó Enrique Peña Nieto y con él de nuevo el PRI al ejecutivo. La aprobación de 24% que tuvo al final de su sexenio es un claro indicador de la debacle de su ejercicio; Amnistía Internacional señaló al priista de dejar "una de las peores crisis de Derechos Humanos en todo el hemisferio" (incidencia en asesinatos y Ayotzinapa), la pobreza se mantuvo prácticamente igual que cuando inició su sexenio y se perdió la cuenta de los escándalos de corrupción que rodeaban a su gabinete y a su partido, comenzando por la "casa blanca".

    Frente a este escenario, alzando la bandera anticorrupción y señalando al conservadurismo como el mal que hay que desterrar de la política, llegó a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador. En el marco del cierre de gobierno del mandatario que cambió la lógica de gobierno nacional, configurando una elite gobernante que se calificaba como diferente y progresista, pero que agrupaba no solo a militantes de su movimiento, sino también a cuanto priísta tradicional quisiera o fuera necesario, es posible identificar una disminución en 8.9 millones de mexicanos de la pobreza como respuesta al incremento real al salario mínimo y la implementación de los programas sociales de transferencias directas, pero también, una creciente polarización política en el país, impulsada por su discurso, una ejecución presupuestal deficiente caracterizada por obras que se ejecutan muy por encima de lo presupuestado y un nulo ejercicio de la transparencia, a lo que se suma una muy preocupante militarización que ya supera los indicadores de Calderón y una compleja reestructuración de las redes de corrupción que se multiplican al parecer ante un aparato estatal que domina cada vez más el poder público.

    Falta menos de un año para cambiar de presidente y las líneas que dividen Ejecutivo, Legislativo y Judicial se difuminan producto de una política intervencionista del Ejecutivo hacia los otros poderes, caracterizada por la confrontación, el golpeteo ideológico y el apoderamiento, a través de colocar a simpatizantes y/o cercanos a Morena en los espacios de toma de decisión de los otros poderes, lo que aparece como profundamente preocupante si en el horizonte se dibuja un sexenio de continuidad en el que el actual máximo líder de Morena intentará seguir mandando y evitándo posibles cambios de fondo, aun cuando tengamos la 1a. presidenta de México.

    Ismael del Toro Castro
    (v.pág.3 del periódico El Informador del 8 de enero de 2024).


    3 crisis económicas están inscritas en nuestra memoria: la devaluación de la moneda en 1976, la Silla del Águila era ocupada entonces por Luis Echeverría; la de la deuda externa en 1982, con José López Portillo en el papel estelar de la trágica comedia de enredos e incapacidad; y la bancaria de 1994, que sucedió mientras del potro salvaje que de repente puede ser México se bajaba el jinete Salinas de Gortari y se montaba, tímidamente, Ernesto Zedillo.

    La denominación de cada una de esas crisis es de Alicia Girón, economista de la UNAM. Simplificada la historia de este modo, podemos también recordar que luego de la de 1976 sucedió una reforma política importante, con indulto para muchos presos políticos (sin que esto fuera suficiente para que el Estado mexicano se redimiera de las décadas de represión que ejerció, y no pocas de las prácticas de la guerra sucia se mantuvieron). La de 1982 quebró la buena avenencia entre los grandes empresarios y el gobierno; de los primeros surgió un líder opositor que un tiempo después contribuyó a empinar al PRI, Manuel Clouthier, algunos de los organismos de la iniciativa privada comenzaron a ser públicamente críticos de los regímenes en turno y la sociedad civil terminó por emerger con una voz audible y con impactos públicos de su intervención; una de las secuelas político-económicas de esa crisis fue la autonomía del Banco de México, se concretó en abril de 1994, meses antes de que la otra gran crisis arrancara con su devastador ciclo, en medio de ella nacieron las comisiones de derechos humanos, el organismo autónomo para conducir las elecciones, se afinaron las leyes de transparencia y se colocaron las últimas piedras del camino para “sacar al PRI de Los Pinos”.

    ¿Lo anterior significa que hay una causa-efecto? Crisis económica, reformas políticas y sociales. Hay coincidencias temporales, pero consideremos que el trance político cuenta los picos de sus crisis en paralelo, pensemos en 1968, además de las sexenales, apuradas por el autoritarismo, por intereses que sólo tienen que ver con la ambición personal y con la disputa por el poder. Aunque las crisis económicas así enlistadas parezcan distantes una de otra, podríamos considerarlas una sola, continuada, digamos de 1976 al año 2000, atravesadas por un personaje que en teatro se le llama pivote: la corrupción; el pivote literario no está directamente relacionado con el conflicto central, sin embargo, tiene correspondencia con todos los personajes y puede provocar un giro inesperado en la historia. Una paradoja: al menos en 2 ocasiones de manera destacada la corrupción ha sido mencionada como crisis a la escala de las económicas: en 1982 fue lema de campaña de quien sucedió a López Portillo, Miguel de la Madrid, y en 2018 fue el estandarte de Andrés Manuel López Obrador. Estas crisis morales en algunos momentos desembocaron en cambios legales y en multitud de condenas y maldiciones, sólo discursivas, la de 2018 tuvo efectos electorales; no obstante, el personaje pivote aún permanece en el escenario, fortalecido, a despecho del cambio de guión, de protagonistas y de antagonistas.

    Con todo y las crisis económicas hemos tenido periodos de fortuna (uno extenso y ubérrimo, el que tuvo que ver con la riqueza petrolera) pero sólo han beneficiado a unos cuantos. Los sucesivos gobiernos no se aplicaron para aprovechar el momento económico para ser eficientes y eficaces; dilapidaron el erario, hicieron, hacen, nomás según las manías del caudillo y según la cantidad de dinero que encuentren en el cajón, siempre de la mano del personaje pivote.

    El politólogo Alberto Vergara, peruano, en su libro Repúblicas defraudadas (2023), cuenta: "en el siglo XXI los latinoamericanos tenemos con qué estar decepcionados: el neoliberalismo hizo poco contra la desigualdad, la izquierda hizo poco por la prosperidad, mientras la incertidumbre y la convivencia social se han precarizado bajo el estruendo de la violencia y la corrupción, sin que derecha ni izquierda puedan reclamar con justicia haberlo hecho significativamente mejor una que otra. Y todo este desperdicio -habrá que repetirlo- ocurrió en un contexto de bonanza económica para gran parte de la región, que no volverá pronto."

    Desperdicio. Tal cual. De dinero, de recursos naturales, de capital social y político.

    Augusto Chacón
    (v.pág.2 del periódico El Informador del 28 de enero de 2024).

    separadorseparador

    Ex gobernantes muertos en forma trágica
    NombreForma de muerte
    Agustín de IturbideFusilado
    Vicente GuerreroFusilado
    Manuel Robles PezuelaFusilado
    Miguel MiramónFusilado
    Alvaro ObregónAsesinado

    Gobernantes muertos en el ejercicio del poder
    NombreForma de muerte
    MaximilianoFusilado
    Benito JuárezMuerte natural
    Miguel BarragánMuerte Natural
    Francisco I. MaderoAsesinado
    Venustiano CarranzaAsesinado

    Gobernantes sepultados en el extranjero
    NombreLugar de sepultura
    MaximilianoViena
    Porfirio DíazParís
    Juan Bautista CeballosParís
    Francisco León de la BarraBiarritz
    Victoriano HuertaEl Paso

    Gobernantes con mayor número de periodos presidenciales
    NombrePeríodosTiempo efectivo de gobierno
    Antonio López de Santa Anna116 años
    Porfirio Díaz831 años
    Benito Juárez514 años

    Edades extremas de los gobernantes al asumir el cargo
    NombreEdad
    Miguel Miramón27 años (el más joven)
    José Ignacio Pavón69 años (el más viejo)

    Edades extremas de los gobernantes al dejar el cargo
    NombreEdad
    Miguel Miramón29 años (el más joven)
    Porfirio Díaz80 años (el más viejo)

    Gobernantes solteros
    Nombre
    Guadalupe Victoria
    Anastasio Bustamante
    Pedro María Anaya
    Ignacio Comonfort
    Sebastián Lerdo de Tejada
    Francisco S. Carbajal
    Francisco Lagos Cházaro

    (V.pág.5D del periódico Mural del 2 de julio de 2003).


    ¿En dónde nacieron los presidentes?
    EstadoNombre
    Distrito FederalMariano Paredes y Arrillaga
    José Mariano Salas
    Manuel de la Peña y Peña
    Manuel María Lombardini
    Rómulo Díaz de la Vega
    Miguel Miramón
    José María Iglesias
    Pedro Lascuráin Paredes
    Luis Echeverría Alvarez
    José López Portillo y Pacheco
    Carlos Salinas de Gortari
    Ernesto Zedillo Ponce de León
    Vicente Fox Quesada
    VeracruzAntonio López de Santa Anna
    Francisco Javier Echeverría
    José Joaquín Herrera
    Sebastián Lerdo de Tejada
    Francisco Lagos Cházaro
    Miguel Alemán Valdés
    Adolfo Ruiz Cortines
    CoahuilaMelchor Múzquiz
    Francisco I. Madero
    Venustiano Carranza
    Eulalio Gutiérrez
    Roque González Garza
    SonoraFélix María Zuloaga
    Adolfo de la Huerta
    Alvaro Obregón Salido
    Plutarco Elías Calles
    Abelardo L. Rodríguez Luján
    PueblaMartín Carrera Sabat
    Ignacio Comonfort
    Juan N. Méndez
    Manuel Avila Camacho
    Gustavo Díaz Ordaz
    MichoacánAnastacio Bustamante
    Juan Nepomuceno Almonte
    Pascual Ortiz Rubio
    Lázaro Cárdenas del Río
    Felipe Calderón Hinojosa
    GuerreroVicente Guerrero
    Nicolás Bravo
    Juan Alvarez Benítez
    JaliscoValentín Gómez Farías
    Justo Corro
    Victoriano Huerta
    TamaulipasManuel Gómez Pedraza
    Manuel González
    Emilio Portes Gil
    DurangoGuadalupe Victoria
    Juan Bautista Ceballos
    Estado de MéxicoAdolfo López Mateos
    Enrique Peña Nieto
    OaxacaBenito Juárez García
    Porfirio Díaz Mory
    San Luis PotosíMiguel Barragán
    Mariano Arista
    QuerétaroFrancisco León de la Barra
    AguascalientesJosé María Bocanegra
    CampecheFrancisco Carvajal
    ColimaMiguel de la Madrid Hurtado
    GuanajuatoManuel Robles Pezuela
    HidalgoPedro María Anaya
    Nuevo LeónValentín Canalizo
    TabascoAndrés Manuel López Obrador
    ZacatecasPedro Vélez

    La mayoría de los presidentes fueron descendientes de españoles como Agustín de Iturbide [emperador], Sebastián Lerdo de Tejada, Manuel González y Vicente Fox, pero también hubo de extracción indígena: Benito Juárez, zapoteca, Porfirio Díaz, mixteco y Victoriano Huerta, huichol.

    De ascendencia judía: Francisco I. Madero y Plutarco Elías Calles; a Miramón se le atribuye origen francés, mientras que a Comonfort no se deciden entre galo y catalán. José López Portillo tuvo raíces alemanas en el Weber de su abuelo y de la Madrid, suizo por el apellido Oldenbourg.

    (V.pág.10-A del periódico El Informador del 1o.de septiembre de 2004).

    Presidentes por estados.

    En los 681 años transcurridos desde la fundación del Imperio Azteca (1325 d.C.) hasta nuestros días, México ha vivido 196 años bajo una teocracia indígena; 289 bajo la monarquía absoluta de España; 106 bajo dictaduras personales o de partido; 68 años sumido en guerras o revoluciones, y sólo 22 años en democracia... Este modesto 3% democrático corresponde a 3 etapas muy distanciadas entre sí: 11 años en la segunda mitad del siglo XIX; 11 meses a principios del XX, y la década de 1996 a 2006. En el primer caso, el orden constitucional establecido por Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada fue derrocado por el golpe de estado de Porfirio Díaz. En el segundo episodio, otro golpe de estado por Victoriano Huerta derrocó al presidente Francisco I.Madero. En nuestro días estamos en la tercera etapa.

    Flavio Romero de Velasco, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras y exgobernador de Jalisco
    (v.pág.4-A del periódico El Informador del 29 de diciembre de 2007).


    Es interesante recordar que la bandera tricolor es herencia de Iturbide, aunque con otro formato; que el himno nacional es de la época de Santa Anna, que la ceremonia del grito en la noche del 15 la inventó Maximiliano y la perfeccionó Porfirio Díaz. Resulta pues que "los malvados" de la historia dejaron huella indeleble en la vida nacional. En 1884 después de la primera reelección de Díaz, el rito de los niños héroes quedó bien definido y solemnizado por los alumnos del Colegio Militar que, después de los honores a "los niños héroes", acompañaban a Don Porfirio al jolgorio de los españoles que festejaban a la Virgen de Covadonga porque el 8 de septiembre se recordaba el triunfo español sobre los árabes en una batalla del siglo VIII, que en realidad fue una simple escaramuza de lo que luego simbolizó el triunfo español sobre los musulmanes.

    Jesús Gómez Fregoso, historiador y académico de la Universidad de Guadalajara
    (v.pág.18 del periódico Milenio Jalisco del 12 de septiembre de 2014).


    Cronología del Bicentenario

    En 1810, inicia la Independencia con el Grito de Dolores y se dicta el decreto de la abolición de la esclavitud en América por Hidalgo; en 1812, Morelos asume el mando insurgente; en 1813, se dicta la Primera Acta de Independencia; en 1814, surge la Constitución de Apatzingán o Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana; en 1815, muere Morelos en Ecatepec, Estado de México, fusilado por órdenes de Calleja; en 1820, Iturbide está en la Comandancia del Sur; en 1821, se consuma la Independencia; en 1822, Iturbide es Emperador de México; en 1823, cae el Imperio y nace la República; en 1824, Guadalupe Victoria es el primer presidente y se promulga la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos; en 1827, conspiran españoles para restaurar la monarquía, pero fracasa; en 1829, Vicente Guerrero es presidente de México y para 1830 asume la presidencia Anastasio Bustamante; en 1831, muere Vicente Guerrero traicionado; en 1833, el general Santa Ana es presidente; en 1835, reasume la presidencia Santa Ana, desmantela el grupo liberal y funda la República Centralista; en 1836, Texas declara su independencia de México; en 1838, se da la llamada "guerra de los pasteles", en Veracruz; en 1843, el Congreso expide una nueva constitución denominada Bases Orgánica de la República Mexicana; en 1844, se restaura la Constitución de 1824.

    En 1848, se pierde la mitad del territorio nacional; en 1853, Santa Ana regresa a la presidencia y se hace llamar Alteza Serenísima; en 1854, se inicia la Revolución de Reforma entre liberales y conservadores; 1855, Ignacio Comonfort asume la presidencia, con el gabinete de los 5 puros; en 1857, se promulga la Constitución liberal y en diciembre la declaran nula; en 1860, derrotan a los conservadores; en 1862, Francia invade el país, su ejército es derrotado en Puebla; en 1863, las tropas francesas toman la Ciudad de México y el gobierno de Benito Juárez se instala en Saltillo, Coahuila; en 1864, llega Maximiliano de Habsburgo y se establece el segundo imperio; en 1867, fusilan a Maximiliano, Miramón y Mejía, en el Cerro de las Campanas, Querétaro y finaliza el segundo imperio; en 1872, inauguración de la línea férrea, de México a Veracruz; muere Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada es presidente de México; en 1877, gana la presidencia Porfirio Díaz; en 1878, nace Pancho Villa; en 1882, se funda el Banco Nacional de México; 1884, Porfirio Díaz, vuelve a tomar la presidencia. En 1889, Primer Congreso Pedagógico Nacional, se postula la educación primaria gratuita, laica y obligatoria.

    En 1903, se publica el manifiesto del Club Liberal, que señaló las injusticias que inducen a la Revolución; en 1904, sexta reelección de Porfirio Díaz; en 1902, se crea la Secretaría de Educación y Bellas Artes; en 1906, inicio de la huelga textil en todo el país e inicia la huelga de los mineros de Cananea; en 1907, huelga textil en Río Blanco; en 1908, se nacionalizan los ferrocarriles; en 1910, Madero llama a la Revolución y asume la presidencia en 1911; en 1913, Huerta toma la presidencia; asesinan a Madero y Pino Suárez y surge la División del Norte; en 1914, marines de Estados Unidos en Veracruz; en 1915, Obregón derrota a la División del Norte; en 1916, Villa ataca Columbus, Estados Unidos; en 1917, se promulga la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; en 1919, Emiliano Zapata es asesinado; hay rebelión en Sonora, Plutarco Elías Calles al frente; en 1920, asesinan a Carranza y Obregón es Presidente; en 1921, se crea la Secretaría de Educación Pública; en 1923, matan a Francisco Villa, se expiden los Convenios de Bucareli; en 1925, se funda el Banco de México; en 1926, Calles aprueba la ley anticlerical e inicia la rebelión cristera; en 1930, Calles concluye la reforma agraria; 1933, Cárdenas es el nuevo presidente electo y reforma el Artículo 3o. (educación socialista); 1935, se inicia la reforma agraria; 1936, se forma el Departamento de Asuntos Indígenas; en 1937, se funda el Instituto Politécnico Nacional; en 1938, expropiación petrolera; 1939, se crea el Instituto Nacional de Antropología e Historia; en 1940, Manuel Ávila Camacho es Presidente y se funda el Colegio de México.

    En 1943, México declara la guerra a las potencias del Eje; 1944, se funda el IMSS; 1946, nace el PRI; 1953, las mujeres adquieren el derecho a votar y ser votadas; en 1959, nace el ISSSTE; en 1968, movimiento estudiantil reprimido violentamente y se llevan a cabo los Juegos Olímpicos en México; en 1974, Baja California Sur y Quintana Roo son nuevos estados; 1982, López Portillo nacionaliza la banca; 1985, terremoto de gran intensidad en la Ciudad de México; 1992, se firma el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá; en 1993, se le da autonomía al Banco de México; en 1994, el Ejército Zapatista de Liberación, inicia la rebelión; Luis Donaldo Colosio es asesinado.

    José de Jesús Covarrubias Ibarra, magistrado del TEPJF
    (v.pág.14-A del periódico El Informador del 17 de mayo de 2010).


    Bicentenario Bicentenario

    Paco Calderón


    Cimentación de barro

    Desgraciadamente el tiempo ha demostrado que México está basado en historias falsas, plagadas de mentiras, desde la Independencia que no la realizó Miguel Hidalgo, él lo que quería lo demostró en su grito de Dolores: "Muera el mal gobierno, viva Fernando VII", el rey de España; él quería que siguiera mandando el rey, que México siguiera siendo colonia de España, o sea lo que nos enseñaron es una mentira.

    El que sí quería la independencia era José María Morelos, que sí fue un verdadero héroe. Pero el que consumó la independencia de México fue Agustín de Iturbide, en el abrazo de Acatempan, cuando firmó el tratado con Vicente Guerrero el 27 de septiembre de 1821, ahí realmente nació México, que uno de sus errores fue proclamarse emperador, si no lo hubiera hecho habría sido otro su destino.

    Después los mexicanos demostraron con hechos que en México no sabemos ni tenemos raíces para vivir una democracia efectiva y justa, la historia lo demuestra, viendo nuestros orígenes empezó el Imperio Azteca, donde no hubo democracia, luego la conquista donde pertenecimos al reino de España, no era democracia, después vino Juárez que muchos lo tienen como héroe, pero se quiso perpetuar, se les olvida el fallido Tratado de Mclane-Ocampo, era tan abusivo que hasta les dio vergüenza a los Estados Unidos; siguió el porfiriato que tampoco fue democracia, un gobierno autoritario, vanguardista que demostró que México podía desarrollarse, todavía hay muestras de lo que se hizo positivo en ese tiempo en esos 30 años.

    Siguió dizque la Revolución, en cuanto se levantó Madero en armas contra el gobierno, al poquito tiempo Porfirio Díaz presidente, que pudo haber acabado con el levantamiento en pocos días por la gran diferencia de fuerzas y recursos, no lo hizo, declaró que no quería que se derramara sangre mexicana y abandonó el país dejando la presidencia; por él no se inició la Revolución, hubo sólo un levantamiento y él se retiró de México, luego llegó la revuelta que le dicen revolución que celebramos el 20 de noviembre, que sólo fue una continua lucha por el poder, matándose unos a otros los caudillos dizque "héroes"; Huerta mató a Madero, luego mataron a Huerta, Obregón mató a Carranza, Carranza había matado a Zapata, mataron a Obregón, en resumen fue una verdadera revuelta sin ningún orden ni ideales verdaderos.

    Llegó la etapa anticlerical con Calles, que provocó la guerra cristera queriendo acabar con la religión y de paso con las familias y los valores humanos, pero tuvo un mérito, que puso en orden políticamente a México, acabó con la revuelta que existía y creó al abuelo del PRI, el PNR, ahora es el PRI, siguió una estela socialista "comunistoide", el Tata Lázaro, expulsando a Calles del país; se supone que ya había democracia, era una democracia dirigida, muchos dicen que funcionó mejor que el remedo de democracia que tenemos actualmente, es una "desmagracia", eso se refleja en los continuos tropiezos y baches que hemos tenido en México a través del tiempo con presidentes "bipolares" como Echeverría, con desorden absoluto, que se manifiesta en el desarrollo socioeconómico, urbano y cultural del país; todavía cargamos en la espalda como el Pípila, el gran error de la ejecución de la reforma agraria, que el principal causante fue el "Tata" Lázaro, lo hizo con odio hacia la comunidad, el desarrollo, los empresarios y propietarios de haciendas.

    Todavía cargamos con los errores de la reforma agraria urbana y de las costas, donde en la mayoría no se puede cultivar nada, han sido terribles las consecuencias para el desarrollo urbano, los ejidos urbanos y ahí están día a día, enseñando sus errores, luego esos errores mostraron sus malos resultados en el desarrollo urbano, que cuando hubo un poco de orden era un tiempo en que no había democracia, que nunca ha habido, porque una cosa es que el voto sea efectivo y otra cosa es la democracia que tiene 2 vías, deberes y derechos, aquí en México exigen solamente los derechos no los deberes y eso ha implicado desorden socioeconómico, moral y en el desarrollo urbano, que creó pésimos efectos en la calidad de vida del mexicano en todas las ciudades, naturalmente apadrinadas por los ejidos urbanos.

    En México nos basamos en mentiras históricas que construyeron una cimentación de barro. El sistema de gobierno ideal para nuestro país sería un gobierno autoritario, justo, leal y sin corrupción.

    Por de pronto seguimos nadando en la demagogia, protegiendo la dizque soberanía de México, según la obtusa mente de los legisladores, que tiene como consecuencia bloquear el desarrollo de México. Al contrario del comportamiento de otros países, como Brasil y ahora lo demuestra Colombia.

    Quedamos inmersos en la demagogia y en el partidismo.

    José Manuel Gómez Vázquez Aldana
    (v.pág.2-A del periódico El Informador del 17 de julio de 2011).


    A partir de nuestra independencia del Viejo Continente, inició el proceso de "América para los americanos", iniciado por James Monroe, 5o.presidente de los Estados Unidos de América, quien envió como embajador plenipotenciario a Joel Roberts Poinsett, introductor de la logia yorkina, que da origen al movimiento liberal, el cual, se enfrentó a los conservadores y comenzaron nuestras luchas por el poder en México "entre mexicanos", pero manipulados desde el exterior, como fue la intervención de los Estados Unidos de América de 1846-1848, donde se despojó a México de toda la parte sur de los Estados Unidos y la invasión europea con Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica en el periodo de 1861-1867 y cuyos efectos subsisten y todavía nos enfrentamos, entre mexicanos, por intereses que les sirven a los extranjeros, no salimos del bipolarismo político y social sincrético.

    El tema de la reelección, propuesta contra los dictadores como Santa Anna y Porfirio Díaz Mori, no ha sido resuelto; existen muchos mexicanos enfermos de poder; entre zapotecas, Díaz contra a su paisano Benito Pablo Juárez García en el Plan de Tuxtepec (1871) y a Sebastián Lerdo de Tejada (1876) por su reelección; sin embargo, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, se reeligió en 7 ocasiones: 1884, 1888, 1892, 1896, 1900, 1904 y 1910, con lo cual, se acredita su enorme demagogia y enfermedad por el poder, que después del inicio de la Revolución Mexicana, se dio cuenta, muy tarde, de sus errores en afanarse a un poder efímero, que no está diseñado para inmortales y es sólo para servir al pueblo, no para explotarlo o burlarse de él.

    Es entonces, cuando irrumpe el estallido revolucionario de Madero, Villa, Zapata, Obregón y demás líderes que establecieron un nuevo pacto político en México, el de 1917 y que sigue vigente.

    Desde entonces, hemos tenido elecciones para elegir a los presidentes de México, poderes legislativos federales y locales, ejecutivo locales y regidores en toda la república; con lo cual, queda claro el impacto de la Revolución Mexicana al actual régimen democrático, representativo, federal y republicano, todavía imperfecto porque los poderes de hecho, siguen influyendo de manera negativa en el establecimiento de la soberanía como lo establece nuestra norma rectora, en su Artículo 39, que señala: La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

    Debido al intervencionismo de estos poderes de hecho (de facto), no ha sido posible el establecimiento de nuestra república revolucionaria de 1917; se nos impusieron los tratados de Bucareli en 1923; hubo pugnas al seno de "la familia revolucionaria", como los casos de Manuel Gómez Morín, general Serrano, Juan Andrew Almazán, Henríquez Guzmán y muchos otros, que dieron origen a nuevas expresiones políticas y nos evidencian proyectos personales, de grupo o que no hemos tenido la capacidad como pueblo de separar las disputas políticas de un trabajo conjunto por un mejor país.

    Además de lo anterior, otros actores, los económicos, las universidades, los medios que manipulan a la opinión pública, los sindicatos, las transnacionales, los bloques económicos y demás agentes que no han dejado las luchas históricas por el poder en México, dado que quieren seguirse beneficiando, apoderando y explotando los enormes recursos humanos y materiales de nuestro país. Todos estos aspectos en conjunto, complejizan [sic] la unidad política del país; cada proceso electoral, pujan por sus intereses mezquinos y nos debilitamos para seguir de rodillas ante los imperios económicos.

    Lo que al día de hoy no hemos entendido, es que las luchas por el poder en México, deben ser internas, pacíficas y por la vía legal.

    José de Jesús Covarrubias Ibarra, magistrado del TEPJF
    (v.pág.14-A del periódico El Informador del 4 de junio de 2012).


    México es un país que desde su origen como nación independiente fue secuestrado por los partidos políticos. El país, en ese entonces de casi 4 millones de kilómetros cuadrados y dotado de una extraordinaria riqueza natural, aun cuando todavía se ignoraba su potencial petrolero, fue visto inmediatamente como un botín por parte de las potencias extranjeras, en 1er. lugar por Estados Unidos.

    Al margen de la pérdida de la mitad de su territorio a manos de los vecinos del norte, el recurso a una invasión no era practicable por diversas razones, por lo mismo las ocupaciones militares fueron sólo maneras de amedrentar para lograr otras metas, en concreto convertir al país en un tributario permanente de cuanta potencia pudiera lograrlo, ello traía por consecuencia someter las decisiones internas de México al supremo arbitrio de Estados Unidos, y otorgar a cambio de su reconocimiento todo tipo de concesiones quedando así uncidos a la carreta del poderoso como hasta la fecha sucede.

    Nada de esto hubiera sido posible sin la colaboración desleal de los gobiernos mexicanos, cuyos exponentes fueron siempre capaces de ofrecer, entregar y vender lo que fuera a cambio de que el presidente norteamericano en turno los reconociera como legítimos presidentes de México, máxime en tiempos de guerra. Así fue que se pretendió un tratado McLane-Ocampo en los años de la Guerra de Reforma a cambio de apoyo económico, militar y diplomático. Así también sucedió con los tratados de Bucareli, que firmó Álvaro Obregón con el gobierno norteamericano a cambio del ansiado reconocimiento diplomático; el tratado era vergonzoso tanto en lo explícito, como en aquellas cláusulas que se mantenían como acuerdos secretos, hoy llamadas "confidencialidad"; su contenido se conoció en Estados Unidos años antes de que se venciera el plazo pactado entre ambos gobiernos para hacerlo del conocimiento público, por lo mismo es bien sabido todo lo que el gobierno mexicano se obligó a hacer, a no hacer y a entregar, aun en contra de la flamante Constitución de 1917, al gobierno de Norteamérica, pues aunque el tratado beneficiaba personal e inmediatamente al presidente Obregón, los compromisos los adquiría la nación entera por todos los años pactados, y con la posibilidad de ampliar los plazos.

    En el congreso mexicano de aquel entonces hubo algunas voces que denunciaron los tratados de Bucareli, pero los oponentes fueron asesinados.

    Armando González Escoto
    (v.pág.3-B del periódico El Informador del 10 de septiembre de 2017).

    Cuando Maximiliano y Carlota llegaron a la Ciudad de México, se preparó su morada en el Palacio Nacional. Dormían en camas separadas y no debido a eso pasaron noches espantosas.

    Los cohetes, los gritos de los borrachos, la música callejera, las riñas, las campanas de Catedral y seguramente la sombra republicana de Benito Juárez no los dejaban dormir. Decidieron buscar un nuevo aposento y lo encontraron en el Alcázar de Chapultepec, construido por los españoles como guarnición militar. Maximiliano de Habsburgo, arquitecto frustrado, diseñó su residencia en México, como lo hizo en Miramar con la ayuda financiera de su suegro Leopoldo I de Bélgica.

    Después, el Castillo de Chapultepec fue la casa de los presidentes mexicanos. Don Porfirio aprendió inglés en el Castillo, Huerta tomaba coñac en la terraza, Obregón y Calles institucionalizaron en esas paredes la Revolución triunfante. Durante el maximato, el general Calles cambió su domicilio del Castillo a la calle de Tolstoi esquina con Mariano Escobedo. La misma casa donde después despacharía el ex presidente Miguel Alemán, en el Consejo Nacional de Turismo. Lázaro Cárdenas, fiel a su inquebrantable fe en la república y la democracia, cambió la residencia presidencial Los Pinos donde han vivido casi todos los presidentes, con excepción de Adolfo López Mateos que prefirió su residencia del Pedregal. Tenía cerca la carretera México-Cuernavaca donde probaba sus coches deportivos.

    Los presidentes han tenido casas particulares de dominio público. Cárdenas su casona, con jardín descuidado en Palmas, Alemán, mansión elegante en Fundición (hoy Rubén Darío); Adolfo Ruiz Cortines austero, tardó en instalarse en Los Pinos y vivió en su modesta casa cerca de Barranca del Muerto; Díaz Ordaz en la calle Risco; Echeverría en San Jerónimo, donde se decía que el que ahí iba lo besaba el diablo. López Portillo en El Pedregal; Miguel de la Madrid en su sobria casa de Coyoacán; Salinas en Tlalpan; Zedillo en El Pedregal y Fox en su rancho en Guanajuato. Nunca fue relevante para el público la casa de Calderón.

    Las casas particulares de los presidentes no motivaron desasosiego social, hasta que apareció la Colina del Perro. Ni siquiera la casa de los Ávila Camacho, que obligó a un absurdo trazo del Periférico para no afectarla.

    Mario Melgar-Adalid, investigador del IIJ de la UNAM
    (v.pág.5-A del periódico El Informador del 13 de diciembre de 2014).

    Acaba de pasar el 5 de Mayo, ya casi sin pena ni gloria; otrora se recordaba en dicho día la llamada Batalla de Puebla, en que el ejército liberal ganó al francés, traído y respaldado por los conservadores, la primera jugada, uno de esos casos recurrentes en que se gana una batalla pero se pierde la guerra. Para resaltar este hecho se adujeron todo tipo de razones que ocultaban sin embargo un propósito ideológico, ignorar que el verdadero triunfo había sido ganar finalmente la Guerra de Intervención, y que ese mérito lo tuvo indiscutiblemente el general Porfirio Díaz Mori, en la célebre batalla del 2 de abril de 1867. Pero Porfirio Díaz por angas y mangas vino a ser posteriormente el pillo de la historia, y muy pillo debía de ser como para justificar su derrocamiento y el triunfo de los derrocadores, así como la forma en que se pagaron el servicio dado a la patria. A partir de ahí se olvidó el 2 de abril y se sobredimensionó el 5 de mayo.

    Con esa misma catadura pasa desapercibido año tras año el nacimiento de la Nación Mexicana como estado independiente y soberano, lo cual sucedió el 27 de septiembre de 1821; nuevamente la ideología asesinando la verdad histórica, pues a los intereses de los nuevos amos de la escena mexicana no les funcionaba tener por héroe al consumador de la independencia, Agustín de Iturbide, máxime que ellos mismos habían decretado fusilarlo apenas se le volviese a ver por estas tierras, tal y como desde luego procedieron a hacerlo el 19 de julio de 1824, fecha y hecho borrados del civismo nacional, tal vez por haber sido tan terriblemente anticívico.

    Hace 5 siglos, en 1517, tuvo lugar la 1a. exploración española que, procedente de Cuba, conoció y reconoció las costas de lo que hoy se llama México ¿a quién se le va a ocurrir recordarlo? Inmediatamente los tambores primitivos de la ideología enviarían la señal de alarma, se avivarían los complejos típicos de la idiosincrasia nacional, resucitarían los odios raciales y toda la parafernalia antigachupina que los ingleses y los norteamericanos han subvencionado tan generosamente desde hace siglos para bloquear cualquier asomo que nos lleve a la construcción de una memoria histórica fundada en la verdad, no en la ideología, madura y abierta a aceptar los hechos tal y como sucedieron, y sobre todo, abierta a integrar la multifactorialidad de nuestro pasado en una raíz común, reconciliada con la verdad y emancipada de las manipulaciones ideológicas.

    Armando González Escoto
    (v.pág.2-B del periódico El Informador del 7 de mayo de 2017).

    Hay quienes piensan que en el cuestionamiento a los órganos autónomos por parte del gobierno de López Obrador hay un mero afán de poder y de control. A mi parecer, se trata de algo más que eso. Es la búsqueda del regreso a un modelo de estado que estuvo vigente en México por muchas décadas.

    La formación del Estado mexicano se fue configurando entre el llamado 'maximato' y el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas, en 1934-40. Tuvo como característica fundamental la concentración y centralización del poder político y de una parte importante del poder económico.

    Al término de la Revolución Mexicana existía en el país una dispersión de poderes que configuró una constelación de caciques regionales. Fue hasta que Plutarco Elías Calles logró una coalición de esos poderes para convertirse en el caudillo que los representaba, que logró agruparlos en un partido, el PNR, que años después se convirtió finalmente en el PRI. Sin embargo, su afán de mantener el poder en su persona fue insostenible y chocó con la construcción de las instituciones del nuevo Estado que emprendió Cárdenas, por lo que Elías Calles acabó desterrado.

    El Estado que se configuró durante el cardenismo estuvo basado en el respaldo de poderosas corporaciones sindicales, campesinas y militares. El empresariado del país que en buena medida se desarrolló a partir de la década de los 40, fue subsidiario de dicho Estado.

    Este modelo de control político y económico se mantuvo vigente en lo esencial hasta la década de los 80. Un factor determinante para la debacle de ese modelo de Estado fue su crisis fiscal, que se expresó en las tragedias económicas de 1976, 1982 y la secuencia de crisis durante el sexenio de Miguel de la Madrid.

    A partir de finales de los 80, y en un entorno internacional completamente diferente, el Estado mexicano tuvo que redefinirse. Fue el tiempo en que cayó el muro así como los esquemas de planificación central que caracterizaron a la Unión Soviética y sus países satélites.

    En México, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN), que entró en vigor en el último año del gobierno de Salinas, fue el símbolo más claro del cambio de las reglas del juego y de la decisión del gobierno mexicano de incorporarse a ellas. Pero no fue solo el TLCAN. La crisis fiscal experimentada impulsó la privatización, la desregulación y la apertura, redefiniendo el papel del Estado. Junto con la crisis fiscal llegó la crisis política, expresada en las cuestionadas elecciones de 1988, uno de cuyos protagonistas centrales fue el hoy director de CFE. Es en ese contexto que nacen las 2 primeras instituciones con autonomía constitucional. En 1994 se constituye el Banco de México autónomo y en paralelo nace el Instituto Federal Electoral (IFE), que permitió volver a darle credibilidad y legitimidad a los resultados electorales.

    Ese nuevo Estado ya no requería la concentración de todos los poderes y necesitaba delegar en entes autónomos atribuciones que permitían el funcionamiento del país acorde a las reglas del juego prevalencientes en el mundo. Fue una decisión de la sociedad mexicana que sucedió en paralelo con la alternancia del poder presidencial y el arranque del juego demócratico real.

    Estas nuevas reglas del juego permitieron el triunfo de la izquierda en las elecciones del DF en 1997 y en el año 2000, la llegada de AMLO a la jefatura de Gobierno de la capital. No es extraño en la historia. En diversas ocasiones, las fuerzas políticas que alcanzan el poder cuestionan las reglas que les permitieron llegar a él.

    El debate en torno a las instituciones autónomas hoy es un asunto de definición. Se trata de dilucidar qué Estado es el que va a prevalecer en México en los siguientes años y quizás en las siguientes décadas. Como hace 40 años plantearon Carlos Tello y Rolando Cordera en un libro, en otro contexto y con otros protagonistas, lo que hoy vivimos es una disputa por la nación.

    Enrique Quintana
    (v.periódico El Financiero en línea del 13 de enero de 2021).

    Uno de los grandes pasivos del país con el que saldremos en estos años es la polarización social y eso no será accidental, pues ha sido buscada sistemáticamente por el presidente López Obrador.

    México tiene una historia caracterizada por épocas en las que las divisiones internas han producido conflictos que han arrasado nuestro territorio y causado destrucción y muerte.

    Así han sido algunas de las transformaciones a las que alude el presidente de la república.

    La Independencia del país, a principios del siglo XIX, en realidad se consumó mediante una irrupción de los llamados criollos, los españoles que vivían en México, pero tras largos años de guerra que trajeron enorme destrucción.

    La llamada Reforma ocurrió también luego de que los conflictos intestinos y la falta de una real identidad nacional dieran lugar a un país débil que poco pudo hacer ante la invasión norteamericana que costó la pérdida de más de la mitad del territorio.

    El triunfo liberal en la Reforma tuvo también un costo de destrucción tras años de guerra.

    Y la Revolución Mexicana, que produjo más de un millón de muertos en la 2a. década del siglo XX, en realidad fue una secuencia de guerras internas. La dictadura de Díaz cayó en los primeros momentos, pero fueron los conflictos internos los que motivaron esa etapa tan destructiva.

    Si vemos la historia del país en los últimos 200 años, las transformaciones de las que se siente tan orgulloso el presidente de la república han sido etapas tremendamente destructivas y con resultados que en realidad cambiaron poco la estructura social del país.

    Quienes nos formamos en las facultades de Ciencias Políticas o de Economía de la UNAM en la década de los 70 estudiamos la visión marxista de la historia.

    López Obrador forjó su perspectiva en esos años.

    Y esa filosofía considera que para que ocurra una verdadera transformación, hay que exacerbar las contradicciones de clase.

    Para ellos, la polarización de la sociedad no sólo no es negativa, sino que es el medio a través del cual se expresa la lucha de clases.

    Bajo esta visión, no se vería mal que estallara una crisis política que desestabilizara al país en la próxima elección presidencial, pues en la visión marxista quizás sería la manera de abandonar lo que en esa terminología se conoce como la "democracia burguesa", la democracia formal, para darle el poder al pueblo.

    AMLO no es un marxista. Se formó en esa cultura, pero creció en la política en la cultura priista y luego llevó esa visión al PRD y más tarde a Morena.

    Pero a su alrededor sí hay quienes han mantenido la visión izquierdista de la política que se remonta a los 70.

    Una crisis de esa naturaleza caería como "anillo al dedo" (como lo dijo AMLO respecto a la pandemia) a los propósitos de la "4a. transformación".

    Si ya tuvimos costos muy altos las otras 3, su visión es que tal vez sea inevitable que también los haya en la 4a.

    Ojalá podamos librarnos de ese riesgo.

    Enrique Quintana
    (v.pág.2 del periódico El Informador del 5 de diciembre de 2022).

    Vivimos una gravísima regresión histórica. Un anacrónico caudillo ha minado o destruido varias instituciones fundamentales del siglo XXI y el XX.

    Ha amenazado también a las que nos legaron los liberales del XIX: la autonomía de la SCJN, el Juicio de Amparo, las garantías individuales y la libertad de expresión.

    Él es el responsable de que haya vuelto el "México bronco". No se parece a Calles. En su hambre de poder se parece a Obregón. Pero Obregón creía en la educación y era una persona valiente.

    La sombra de aquel caudillo invicto de la Revolución cubría el paisaje sangriento de México en los años 20.

    De haber gobernado al país por 4 años tras su reelección en 1928, Obregón se habría reelegido tantas veces como hubiera querido.

    Se veía viejo cuando la bala de León Toral acabó con su vida, pero apenas había cumplido 48 años. "El único pecado de don Porfirio fue envejecer", había dicho en 1921. Estaba en camino de cometer el mismo pecado.

    Calles no era un caudillo sino un estadista. "Debemos pasar de un gobierno de caudillos a un régimen de instituciones", declaró semanas después de la muerte de Obregón. Estaba hablando en serio. A la luz de esa frase hay que entender el "Maximato".

    Fue una etapa de consolidación en varios frentes (el arreglo de la deuda externa, las finanzas públicas, los acuerdos con la Iglesia, el fin de la guerra cristera).

    No fue tersa y mucho menos democrática.

    Lo hubiera sido si en 1929 el caudillo Vasconcelos hubiera hecho caso a Manuel Gómez Morin y fundado un partido civilista que pudiese competir con el naciente PNR, el partido de los militares. No ocurrió.

    En términos fríamente políticos, el nuevo régimen necesitaba aún del "Jefe Máximo".

    ¿Calles quería perpetuarse? Sostengo que no. Quería afianzar las instituciones. Había propiciado la creación del Banco de México y el de Crédito Agrícola.

    Había reestructurado el Ejército. Y fundó el PNR, cuya misión era acabar de una vez por todas con las sublevaciones. Esa institución, y no su poder personal, era lo que Calles quería fortalecer. Y lo logró. Se acabó el "México bronco".

    La primera prueba fueron las elecciones de 1934, en las que triunfó Cárdenas. Si bien era pupilo de Calles, había dado muestras claras de independencia.

    No solo eso: Cárdenas representaba una nueva generación, no era sonorense y no compartía el jacobinismo de su jefe de armas. Además, siendo muy joven (38 años en 1934), contaba con una probada experiencia política: había sido presidente del PNR y gobernador de Michoacán. ¿Por qué lo designó Calles en lugar del fiel coahuilense Manuel Pérez Treviño? Por responsabilidad institucional.

    Cuando Cárdenas llegó a la presidencia operó para desmontar el poder de los callistas en las Cámaras y los mandos militares. En el momento justo, en vez de fusilar a Calles lo envió al exilio.

    Una salida (casi) institucional. A partir de entonces, Cárdenas puso en marcha las reformas que a él le importaban: la fundación de la CTM (1936), el reparto de la tierra (1937) y la expropiación del petróleo (1938). Las instituciones se fortalecieron: el PNR se convirtió en PRM, se creó el IPN y nació la oposición institucional del PAN.

    Cumplido ese ciclo, con la guerra mundial en el horizonte, ¿tenía sentido nombrar a su antiguo jefe, el general Francisco J. Múgica, a riesgo de que, como jacobino consuetudinario, reabriera el conflicto religioso?

    Era mejor optar por un candidato que consolidara lo logrado en una atmósfera de unidad nacional.

    En ese sentido, Cárdenas fue tan callista como Calles: no un caudillo carismático sino un presidente institucional.

    No se equivocó. Manuel Ávila Camacho creó el IMSS, favoreció la independencia del Poder Judicial, no obstaculizó la fundación de instituciones educativas privadas y coronó su discreta gestión con un acto de institucionalidad sin precedentes: entregó el poder a los civiles.

    López Obrador ha traicionado esa herencia institucional. ¿Podrá perpetuarse? La continuación estricta en el poder le será (quizá) imposible, pero buscará la continuidad por mecanismos de control que escapan a la imaginación más perspicaz, pero no a la suya.

    Sus métodos no serán los de Calles porque él prefiere las calles.

    No es el líder de un partido, es el propietario de un movimiento que gravitará como una sombra sobre la próxima presidenta, sea quien sea, con o sin su anuencia.

    Y sin embargo, la república sobrevivirá. México dejará atrás al caudillo y retomará el camino de las instituciones. Mientras antes, mejor.

    Enrique Krauze
    (v.periódico Mural en línea del 12 de mayo de 2024).


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    Tres horas de tensión.

    La idea de reconocer "una misma historia" (o como se dice hoy un mismo "relato" o una misma "narrativa" sobre el pasado) fue fundamental para el proyecto de nación. De allí la importancia que se dio a su creación, así como a la obligación de inculcarla a todos los mexicanos a través de la educación ("fomentar la religión cívica del patriotismo a través de la educación" decía Justo Sierra).

    Dicha historia está conformada por una colección de hechos ejemplares ("ínclitos" como quería Francisco Sosa) y situaciones paradigmáticas, llevados a cabo por individuos portentosos, dechados de virtudes y de valentía, "glorias nacionales" como apuntaba el folleto de la celebración de las fiestas del centenario en tiempos de Porfirio Díaz, que están allí "para merecer loor", como quería Genaro García. Una histora en la que todo son momentos fundacionales y efemérides que se celebran con frases hechas: "La grandeza de las culturas prehispánicas", "El cura Hidalgo, el padre de la Patria", "Juárez, benemérito de las Américas", "La Revolución nos creó", "El 68 fue un parteaguas", "El 85 vio nacer a la sociedad civil".

    Una historia en fin, en la cual se incluyeron y excluyeron, recordaron y olvidaron, acomodaron y cambiaron, acentuaron, mutilaron, o de plano borraron acontecimientos, personajes, situaciones. Y a la que se le dio un determinado sentido, se privilegiaron ciertas cuestiones y se pasaron por alto las contradicciones. El resultado ha sido una versión (demasiado definitiva decía Henríquez Ureña) en la que parecía no existir ninguna "disgregación ni ruptura del orden" como quiere Jesús Martín Barbero.

    Con ese discurso se hicieron las arengas y los panegíricos, se construyeron las mitologías, se levantaron las estatuas y los monumentos, se hicieron las rotondas de los hombres ilustres, se cantaron los himnos, se decretaron las fiestas a celebrar, se escribieron los libros de texto y se creó toda una estética y simbología. Ésta es la historia que se nos inculcó, con su panteón de héroes y su calendario cívico-laico, con su idea de Patria con mayúscula, "augusta y querida" como escribió Díaz Mirón, a la que se saluda "con el alma en los labios".

    Claro que después de 200 años de uso y repetición, esta construcción se ha reificado hasta quedar convertida en un discurso de piedra, tan sólida, que todavía en los años 80 del siglo XX, el secretario de Educación Pública, Jesús Reyes Heroles, se negaba a que se mencionara la existencia de cualquier personaje ajeno a ese panteón y censuraba a quienes pretendían convertir a los "héroes" en seres de carne y hueso (nada de sacar a la luz la vida familiar de los abogados que hicieron la Reforma o las parrandas de los generales borrachos y matones que hicieron la Revolución y a los que la historia oficial refinaba a golpe de palabras pretendiendo que no tenían más vida que la de servir a la patria).

    Hoy, en pleno siglo XXI, se siguen haciendo ofrendas, guardias, monumentos, discursos patrióticos y elogios a los héroes y es hora que no existe todavía ninguna otra manera de concebir el pasado. Incluso se sigue el modelo en el caso de los que quieren darle la vuelta a las cosas, cambiando los libros de texto gratuito que hicieron los gobiernos piístas, por unos en los cuales los héroes no son laicos sino religiosos y los próceres son de derecha en lugar de liberales. Porque no se concibe otra manera de pensar el pasado, en la cual figuraran otros personajes o colectividades políticas, ideológicas, étnicas o culturales.

    [...]

    Fue una narrativa construida con muchas mentiras. Por ejemplo: afirmar que nuestro territorio es un cuerno de la abundancia, o construir "leyendas patrióticas de nuestro heroísmo en las guerras internacionales" y crear toda una "bisutería de pípilas inexistentes y de dudosos niños héroes". Se trata de "un inquietante proceso mediante el cual algunas de nuestras creencias colectivas fundamentales tienen por origen comprobables falsificaciones históricas. Mentiras fundadoras rigen algunas de las certezas más íntimas de nuestra conciencia colectiva".

    Sara Sefchovich
    (v.págs.240 y 246 de "País de mentiras". Ed.Océano. México, 2008).


    Vínculos interesantes
    Instituto Nacional de Antropología e Historia
    Museo de Historia Mexicana
    Arqueología Mexicana
    Salvador Borrego
    José Herrera Peña
    México Máxico
    Museo Virtual Nacional
    Todos los países (y territorios) que alguna vez formaron parte de México
    El mapa de México a través de la historia
    Archeology and Civilizations

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    Tiemblo por mi país cuando reflexiono en que Dios es justo. - Thomas Jeferson.